sábado, 17 de septiembre de 2011

¿En nombre de Dios?...

“Todos sabíamos qué día nos tocaba ser abusados”...

Habla una de las víctimas de un cura condenado. Juan tenía 7 años cuando fue internado en el hogar que dirigía el padre José Antonio Mercau. Fue sometido hasta que cumplió 16. Por éste y otros cuatro casos, el sacerdote recibió una pena de 14 años de cárcel.

Hay días en los que a Juan lo único que lo consuela es el sonido monótono de la ruta. Entonces, se sube a su auto y, cuando lleva kilómetros y kilómetros, se suelta. Grita, putea y llora sin consuelo. Son los días en los que se acerca una audiencia judicial por eso que le hicieron , una más después de tantas. Las imágenes regresan a su cabeza y las pesadillas se vuelven recurrentes: “Puedo recordar exactamente cada detalle de cada uno de los días que abusó de mí.

Cada día, desde los 7 hasta los 16 años”.

Juan no es Juan. Pero su testimonio es absolutamente real. El y otros cuatro compañeros se atrevieron a contarle a la Justicia cómo fueron abusados por el sacerdote que debía cuidarlos los años en que vivieron en el Hogar San Juan Diego, en Tigre. Por sus testimonios, el cura José Antonio Mercau fue condenado este jueves a catorce años de prisión por los delitos de abuso sexual y corrupción de menores .

Los años en aquel infierno no lograron robarle a Juan (22) cierto aspecto aniñado. En cambio, parecen haberle dado una fortaleza envidiable: “ Estoy orgulloso de la persona que soy . Yo soy de ir al frente, ese miedo lo saqué de lo que viví, pero no por eso tengo que devolver la mierda que recibí”.

La entrevista exclusiva con Juan es en el estudio de una de sus abogadas. Está en el centro de San Isidro, a pocas cuadras del Tribunal Criminal N° 7, que condenó a Mercau, y a otras tantas del obispado donde Juan rompió un jarrón, regalo del papa Juan Pablo II. Fue en una reunión que los chicos tuvieron con monseñor Jorge Casaretto que no terminó de la mejor manera . “ Nunca nos dijo nada ni nos dio una explicación ”. Justo antes de romper el jarrón, Juan comenzó a gritarle al obispo.

El joven habla suave. No se enoja. Tampoco llora. Y se ríe.

A pesar de todo, se ríe mucho.

Llega a la entrevista del brazo de su novia. Están juntos desde hace dos años. Fue la primera mujer con la que estuvo y en la primera cita le contó todo lo que había pasado .

Tenía siete años cuando llegó al hogar. Sus padres –que para entonces ya le habían enseñado lo que era el golpe de un cinturón– se separaron y él quedó en la calle. Sus otros seis hermanos se rebuscaron como pudieron. Las noches pasaban, el hambre apretaba y a Juan se le ocurrió ir a pedir ayuda a la parroquia del barrio . El primer día disfrutó el plato de comida y la cama limpia. Pero en la primera semana Mercau le dejó claro cuáles eran las reglas: “A los más chicos nos mandaba al piso de arriba donde él tenía su cuarto . Los más grandes iban abajo. Tenía todo organizado. Siempre aparecía tipo once o doce de la noche. Tenía horario fijo. Entonces, yo me tapaba en la cama y me hacía el dormido. Ni respiraba. Pero él tenía un día para cada uno: todos sabíamos qué día nos tocaba ser abusados. Estábamos clasificados. Venía y se acercaba a tu cama y te empezaba a tocar la pierna. Esa era la señal para que vayas a su cuarto”.

¿Y que te pasaba por la cabeza en ese momento? Yo era chico, no entendía. No era conciente de lo que pasaba.

¿Y cuando te diste cuenta de lo que pasaba? Un día, uno de los chicos me dijo “el cura abusa de mí”. Y ahí nos pusimos a llorar. Después supimos que no era a nosotros solos, que a todos les pasaba lo mismo .

Ese mismo día, Juan y su amigo le contaron todo a los maestros del colegio. No dudaron y esa tarde los llevaron a la comisaría a hacer la denuncia. Pero los dos chicos tuvieron que volver al hogar y pasar otra noche más con Mercau. “Tenía terror porque él sabía que habíamos sido nosotros. Y nos decía: ‘Yo que les di de comer, que les di una casa’ ”. Recién a la mañana siguiente, el cura fue detenido. Para entonces, Juan había escuchado los gritos de su padre cuando le contó lo que le pasaba. “Andate, no te quiero ver más, vos no sos mi hijo”, le dijo. También había pasado por tres intentos de suicidio, incluido el de una pistola que gatilló en la sien y no disparó.

Juan consiguió un empleo en las Fuerzas Armadas. Está terminando el secundario y quiere seguir Derecho.

Está enojado con el fallo.

No sólo porque pedían 30 años sino porque con el juicio abreviado le sacaron la posibilidad de hablar frente a Mercau. “Yo quería tenerlo delante para decirle que se atreva a jurar por Dios que yo mentía. Fueron 10 años de abuso, pero eso la Justicia no lo ve”.

© Escrito por Mariana Garcia y publicado en el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 17 de Septiembre de 2011.

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