Nunca trabajé con Horacio Verbitsky (espero que el tiempo me permita reparar esa falta). Los recuerdos de redacciones sobre él me llegan a través de otros editores: Cascioli, de la época de su fallida revista El Periodista y Lanata, de cuando fundó Página/12. Lanata –siempre es el más divertido–, para justificar que sus notas en PERFIL fueran muy caras, argumentaba que a comienzos de los 90 le pagaba al Perro Verbitsky por sus columnas más que lo que él mismo cobraba como director de Página/12. O que cuando le pedía que no escribiera textos tan largos porque muy pocos podían leerlos, el Perro contestaba que no se hiciera problema porque él escribía para las dos mil personas a las que quería influir, que de las restantes decenas de miles de lectores del diario se ocupara Lanata.
Me llega la definición de Verbitsky sobre sí mismo: “He sido peronista desde los 13 años. He sido periodista desde los 18. He sido militante peronista desde los 19. He sido militante montonero. He dejado de ser peronista en 1973 y he dejado de ser montonero en 1977. Sigo siendo periodista”. Y comparto su opinión sobre que el periodismo “es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio y, por lo tanto, molestar”.
Para mí, los montoneros fueron nefastos y no comparto la misma valoración de Verbitsky sobre el kirch-nerismo pero algo, a lo largo de los años, se empecina en cruzar nuestros caminos desde cuando el Perro escribió Robo para la Corona, en 1991 y el adelanto de su libro salió publicado en la revista Noticias, que por entonces dirigía.
Fue Verbitsky quien hace más de una década propuso que Editorial Perfil apelara la condena que nos había impuesto la Corte Suprema “de la servilleta” de Menem ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, a la que Argentina adhería como firmante del Tratado de San José de Costa Rica, y ofreció a los abogados del CELS(Centro de Estudios Legales y Sociales), que el Perro preside, como nuestros defensores.
Gracias a su empuje la causa siguió su curso y el miércoles y jueves pasados, en el transcurso de la 92ª Reunión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que se realizó en Bogota, las presuntas víctimas (nosotros), los defensores de las presuntas víctimas (los abogados del CELS), defensores del Estado argentino, el perito de la Corte y la relatora para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos expusieron durante dos días el caso (ver suplemento especial en esta edición con todos los testimonios), cuyo fallo estará para comienzos del año próximo y promete mejorar los estándares del periodismo para toda Latinoamérica.
Los abogados del CELS ya han logrado otros dos fallos históricos para el periodismo: la abolición del desacato, por el cual un periodista podía ir preso aunque publicase la verdad si un funcionario público se sentía injuriado; allí, la víctima del caso que sentó jurisprudencia fue el propio Verbitsky. Y la eliminación de la posibilidad de que los jueces puedan imponer penas de cárcel para juicios por calumnias o injurias; en ese caso, la víctima había sido el fallecido periodista Eduardo Kimel.
Pasados a la historia el desacato y las penas de prisión, los abogados del CELS entienden que queda otra forma para que la Justicia sea utilizada para limitar la libertad de expresión: la imposición de indemnizaciones económicas muy elevadas que lleven a la insolvencia a los medios y a los periodistas, como una forma de atemorizar al resto y dificultar el desarrollo del periodismo de investigación.
Editorial Perfil soportó en la década de los noventa 19 juicios de Menem, su familia y sus funcionarios. Sólo en la demanda por la que se llegó a la Corte Interamericana, el reclamo inicial de Menem fue por un millón y medio de dólares. El uso del dinero como herramienta de presión y doblegamiento es tan viejo como la humanidad. El actual gobierno al que ya no le resulta políticamente correcto la gastada táctica de los juicios millonarios, presiona económicamente sobre Perfil, dándoles enorme cantidad de dinero en publicidad oficial a sus competidores y castigando a sus publicaciones con cero publicidad. Es el único caso de todos los medios de Argentina, porque a pesar de que esta vez no perdimos el juicio ante la Corte Suprema como en la época de Menem, el Gobierno no acata lo dispuesto por la Justicia argentina.
Otro gran mérito de Verbitsky es que públicamente ha criticado al kirchnerismo por su discriminación con el uso de la publicidad oficial, defendiendo a un medio cuya perspectiva no comparte.
Con el CELS todo el periodismo tiene una deuda eterna: ha logrado remover de la Justicia argentina los dos mayores obstáculos legales que enfrentaba nuestra profesión y ahora va por el tercero.
La historia del CELS es en sí misma altamente meritoria. Fue fundado en 1980 por los que alguna vez fueron llamados “Padres de Plaza de Mayo”, que eran tres abogados: Emilio Mignone, Augusto Conte y Boris Pasik; y un físico: José Westerkamp, cuyos hijos habían desaparecido durante la dictadura. Por entonces, ellos decidieron complementar las acciones que otras organizaciones de defensa de los derechos humanos venían realizando y por su propia formación académica pusieron foco en la Justicia y los organismos internacionales no gubernamentales.
Recuperada la democracia, lo que caracterizó al CELS fue su evolución hacia otras áreas de los derechos humanos, cuyas violaciones subsisten “en cualquier sistema, por ética, desarrollada y participativa que sea” su sociedad, como señaló su fundador al comienzo de la transición democrática. Y utilizar como estrategias de intervención el litigio estratégico haciendo de justicia en una herramienta de incidencia en políticas públicas. Actualmente, el CELS litiga en más de cien casos en los tribunales argentinos y en más de treinta ante organismos internacionales de derechos humanos.
El Consejo Consultivo Internacional del CELS lo integran personas como el comisionado especial de las Naciones Unidas contra la tortura, Theo Van Boven; el director de Human Rights Watch’s Americas, José Miguel Vivanco; el presidente de Diálogo Inter-Americano, Michael Shifter; el relator especial sobre la situación de los derechos humanos de las Naciones Unidas, Paulo Sérgio Pinheiro; y el juez de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, Antônio Augusto Cançado Trindade.
El CELS corona la obra a la cual Verbitsky dedicó su vida. Se puede sentir muy orgulloso.
© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 28 de Agosto de 2011.
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