Hay que ir sobre la cadena de complicidades y responsabilidades. Qué hará Cristina.
“Las acusaciones son contra el apoderado, que era Sergio, y contra su hermano, y si cometieron delito tendrán que pagar” (Hebe de Bonafini, 5 de junio).
“Los Schoklender son unos estafadores y traidores” (Página/12, 7 de junio).
Esta serie de declaraciones grafica la explosiva evolución del caso Schoklender que complica a Bonafini, a la Fundación de las Madres de Plaza de Mayo y al Gobierno. La relación de amor filial que Sergio Schoklender despertó en Bonafini está en la matriz de este asunto y parece extraída de un texto de psicología. “Un día, Hebe llegó a la ronda de la plaza con Sergio y nos apartó a todas; al poco tiempo decidí irme de la organización”, relató Susana Dillon, una de las fundadoras de las Madres. Está claro que Schoklender no dejó escapar la ocasión. El descubrimiento de sus posesiones y de las maniobras con los manejos de los dineros públicos pone en evidencia la existencia de un fabulador provisto de la habilidad de un encantador de serpientes. Hay en sus conductas rasgos propios de un psicópata en potencia.
Los testimonios que comienzan a conocerse dejan en claro que fueron no pocos los que detectaron hechos extraños en el manejo de la Fundación. Sin duda, el prestigio de las Madres y la impronta de la figura de Bonafini pusieron freno a la difusión de esas anomalías. “Siempre extrañó la simbiosis entre Bonafini y Schoklender”, expresó la titular de las Abuelas, Estela Carlotto. Luis D’Elía fue un paso más allá al señalar la responsabilidad de Bonafini en el asunto y revelar un ofrecimiento inquietante, que rechazó, hecho por el entonces apoderado de la Fundación: “Hace unos meses me vino a proponer construir casas y el requisito era que el dinero lo retenía él”.
La investigación en pleno despliegue va encontrando datos y armando sus hipótesis. Una de las más firmes habla de una mesa de dinero que los Schoklender habrían armado para generar un circuito financiero en negro para el cual la empresa Meldorek habría sido clave. Una de las sospechas es que esta empresa, cuya propiedad Schoklender negó, habría actuado como financiera prestando el dinero asignado a la construcción de las viviendas del proyecto “Sueños Compartidos”. Luego ese dinero era reingresado en el circuito en blanco pero no así los intereses, los que habrían ido a parar a los bolsillos del ex apoderado de las Madres. Este tipo de circuitos conlleva siempre riesgos que tal vez sean una de las explicaciones de los numerosos cheques sin fondos emitidos por Meldorek y por la Fundación. Junto con esta operatoria, habría otras directamente sospechadas de lavado de dinero. La compra del colegio Jean Piaget –al que asiste el hijo de Shocklender– por un valor cercano a los US$ 4 millones podría ser una de ellas.
¿Nadie conocía todo este desaguisado? “Eramos muchos los que sabíamos. Lo que ocurre es que en este Gobierno las Madres –sobre todo la línea que lidera Hebe– tienen un poder omnímodo”, explica un dirigente social de la cercanía del oficialismo.
Uno de los que sabía era el Banco Central. Llama la atención que ante la seguidilla de cheques sin fondos nadie haya dado la voz de alerta. El comunicado que dio el BCRA para explicar su inacción, lejos de aclarar, oscureció.
Uno de los que se cree que también sabía era el gobernador de una provincia norteña, fuertemente beneficiada con el plan de las Madres, a quien se lo escuchó decir hace un año que “esto termina en la tapa de los diarios”.
Alguien que también sabía era Felisa Miceli. Su nombramiento como asesora de las Madres luego de salir eyectada del Ministerio de Economía por el episodio de la bolsa, denunciado en este diario por Jorge Lanata, no fue una concesión graciosa sino que respondió a la necesidad de ordenar cuentas cuyo manejo presentaba agujeros negros.
En un Gobierno que persigue a sus adversarios a través de la SIDE –pinchando teléfonos, hackeando sus correos electrónicos y armándoles operaciones prontuariales– y de la AFIP, ¿nadie se preocupó en investigar un poco el cúmulo de sospechas que se venían levantado sobre las conductas de Schoklender y su desprolija administración de la Fundación?
¿Es creíble que el poderoso ministro de Planificación, Julio de Vido –que primero se escudó en un comunicado atribuyendo estas sospechas a una operación de La Nación y Clarín para después enviar en forma presurosa a los funcionarios Luis Bontempo y Abel Fatala a ofrecer titubeantes explicaciones a los diputados– desconociera esto?
Bonafini ha dicho que las cosas estaban mal con Schoklender desde hacía un año y que, como consecuencia de ello, en diciembre decidió separarlo de la Fundación. ¿Por qué lo ha hecho público recién ahora? ¿Por qué, entonces, le permitió ser casi el maestro de ceremonias del acto del 24 de marzo en el Mercado Central, del que participaron Débora Giorgi, Gabriel Mariotto, Guillermo Moreno y Amado Boudou, en el cual se lo vio y escuchó a Schoklender anunciar obras de la Fundación?
La preocupación que genera en el Gobierno todo este episodio es creciente. Algún encuestador ya ha detectado que Daniel Filmus, el candidato a jefe de Gobierno por el oficialismo, puede ser uno de los primeros afectados.
Cristina Fernández de Kirchner dio órdenes de cuidar a Bonafini. El desmarque que han tenido distintas organizaciones de derechos humanos, no la ha ayudado.
© Escrito por Nelson Castro y publicado por el Diario Perfíl de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 12 de Junio de 2011.
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