martes, 23 de febrero de 2010

Abuelas de la Plaza... Nieto 101 recuperado... De Alguna Manera...

Otro hallazgo de Abuelas de Plaza de Mayo...

Reencuentro. Francisco Madariaga Quintela y su padre biológico,
Abel Madariaga, pudieron reencontrarse tras 32 años. Silvia Quintela
(recuadro), la madre de Francisco, fue secuestrada cuando estaba
embarazada de cuatro meses. Dio a luz en Campo de Mayo. (DyN)


El nieto 101 recuperó su identidad tras vivir 32 años "como un fantasma". Francisco Madariaga Quintela encontró a su padre biológico, Abel Madariaga -actual secretario de Abuelas-.


Fueron más de tres décadas de incertidumbre y dudas sobre su identidad las que tuvo que sobrellevar Francisco Madariaga Quintela, el nieto 101 recuperado por Abuelas de Plaza de Mayo. “Fueron 32 años de vivir como un fantasma, con un vacío inexplicable, con mucha violencia y maltratos. Ha sido una historia oscura”, confesó este mediodía en la conferencia de prensa que brindó junto a su padre biológico, Abel Madariaga –actual secretario de Abuelas-, y la titular del organismo, Estela de Carlotto.

Francisco también es hijo de Silvia Quintela, una médica y militante montonera que estaba embarazada de cuatro meses al momento de ser secuestrada el 17 de enero de 1977 en la localidad bonaerense de Florida. Dio a luz en el centro de detención clandestino “El Campito”, en Campo de Mayo, antes de ser asesinada. El apropiador de ese bebé fue el capitán retirado del Ejército, Víctor Alejandro Gallo, quien en 1997 recibió una condena a 10 años de prisión por su participación en la Masacre de Benavidez, ocurrida en 1994.


"Es hermosa la vivencia de encontrar algo tuyo y algo que me habían privado, 32 años, de la verdad", comentó Francisco abrazado a su padre Abel, quien contó que al saber que era su hijo “se me llenó el alma de alegría y sentí la mayor felicidad de mi vida”. Y agregó que “nos fundimos en un abrazo de padre e hijo como si hubiéramos estados separados un año", agregó.

La titular de Abuelas de Plaza de Mayo confió que Francisco "tuvo sus dudas y se acercó" al organismo para certificar su identidad y explicó que "todo se desarrollo rápidamente dada la peligrosidad del apropiador... un hombre que está detenido felizmente, dado el riesgo que corría el chico de vida y la propia familia biológica". Además, Carlotto explicó que “en unos días estuvo resuelto el tema del ADN con el resultado del Banco Nacional de Datos Genéticos que es el único lugar donde se pueden obtener las comparaciones lógicas".

La titular del organismo destacó la importancia de "seguir encontrando estas personas que viven oprimidas con algunas vidas, como en el caso de Francisco, muy desgraciadas". E insistió con que "la verdad es necesaria y aflora y la Justicia que viene después es un premio para todos los argentinos".


De la madre desaparecido se ha sabido que como era médica habría asistido a varios compañeros suyos de cautiverio en otro centro clandestino de la base militar conocido como Las Casitas. Su compañero, Abel Madariaga, logro sobrevivir y debió exiliarse, primero en Suecia y luego en México. En 1983, con el regreso de la democracia se radicó nuevamente en Argentina, se incorporó a la Asociación y emprendió personalmente la búsqueda de su hijo, que se concretó luego de 27 años de trabajo.

© Fuente DyN y publicado en el Diario Crítica de la Argentina el martes 23 de Febrero de 2010.




Francisco Madariaga Quintela contó junto Abel, su padre, como recuperó su identidad después de 2 años. “Para mí es un regalo, la familia que buscaba”...


En rueda de prensa, padre e hijo mostraron su alegría por el reencuentro. Francisco dijo que “no tener identidad es como ser un fantasma”. Su padre, el hombre que se sumó a la búsqueda de Abuelas, comentó: “Es un tigre, como su madre”. Silvia Quintela está desaparecida.



Tienen la misma nariz –grande y carnosa–, la misma frente ancha y los pómulos idénticos, marcados y altos. Viéndolos juntos, uno sentado junto a otro, es imposible no pensar con el primer vistazo que son padre e hijo. Ayer, Abel y Francisco Madariaga contaron en una conferencia de prensa cómo se encontraron después de tres décadas. Abel, el papá, es secretario de Abuelas de Plaza de Mayo y buscaba a Francisco desde 1983. Pero fue el chico el que, ya crecido y convertido en un adulto, finalmente terminó encontrando al padre. A los 32 años, tras haber sido apropiado y criado por un oficial de inteligencia de Ejército, se presentó en Abuelas con la sospecha de que era hijo de desaparecidos, para hacerse los análisis de ADN.

Así se convirtió en el nieto recuperado número 101. En su caso, con la suerte extra de tener vivo a su papá, integrante de la dirección del organismo de derechos humanos –único hombre en un círculo de mujeres– y uno de los responsables de diseñar la estrategia de comunicación para que los jóvenes que sienten dudas sobre su filiación se acercaran a la entidad.

En la sede de Abuelas, donde se realizó la conferencia, Francisco estuvo acompañado por dos amigos, Cristian y Juan, treintañeros como él y que, según contó, fueron claves en la historia (“quiero agradecerles porque me obligaron a venir”, les dijo públicamente). Mezclada entre el público, también estuvo Lucía, su ex novia, que también lo apoyó en el proceso.

Francisco había llegado a Abuelas el 3 de febrero para hacer la consulta. Después, todo fue rápido. El día 4 fue a sacarse sangre para el análisis, y a las dos semanas la Justicia le informó sobre los resultados y le ofreció ponerlo en contacto con su verdadera familia. Resultó que además del padre había un tío (Daniel Quintela) y dos primas (Elena y Mariana) que también lo buscaban.

–Que nuestro encuentro haya sido tan natural va a darles fuerza a otros pibes –vaticinó ayer Abel, el papá–. Es un efecto de siembra; nos llevó tiempo sembrar, pero la cosecha viene cada vez más rápida.


“Un premio”

La historia sobre el nacimiento de Francisco fue relatada por Estela de Carlotto, la titular de la entidad. El joven nació en el hospital militar de la guarnición de Campo de Mayo, en julio de 1977. Su madre, Silvia Mónica Quintela, era, como Abel, militante de la organización Montoneros. Silvia había estudiado medicina en la Universidad de Buenos Aires y estaba haciendo la residencia como cirujana en el hospital municipal de Tigre cuando el 17 de enero de 1977 un grupo de tareas de la dictadura la secuestró. Tenía 28 años y estaba embarazada de cuatro meses.

La llevaron al centro clandestino de detención El Campito, donde la vieron varios sobrevivientes. En julio de 1977 fue trasladada al Hospital Militar, donde le hicieron una cesárea. Silvia dio a luz a un varón al que le puso de nombre Francisco, como quería su compañero.

Fueron las abuelas del recién nacido Sara Elena de Madariaga y Ernestina “Tina” Dallasta de Quintela las que iniciaron su búsqueda y la mantuvieron en los años de la dictadura. Abel, que tras el secuestro de su mujer se había exiliado en Suecia y más tarde en México, volvió a la Argentina en 1983 y se encargó activamente de la búsqueda; así se sumó al trabajo de las Abuelas. Con los años, se convirtió en el coordinador de los equipos técnicos de la entidad, y después pasó a ser parte de su mesa directiva.

“Todos los nietos son queridos, pero éste es un premio para un padre que luchó toda la vida”, definió Carlotto, que en la presentación estuvo acompañada por el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde.


Mentiras y violencia

En la conferencia de prensa, como era de esperar, hubo lágrimas de emoción. Lloraban los amigos de Francisco, lloraban varios integrantes de Abuelas, lagrimeaba aproximadamente la mitad de los que estaban en el salón mientras la otra mitad respiraba hondo y aguantaba. Abel contestó las preguntas de todos los medios con la voz firme, pero le temblaban las manos. En cambio, Francisco parecía totalmente aplomado: se lo veía alegre, pura sonrisa.

El padre, orgulloso, dijo que el hijo era “un tigre, como la madre”. Y aseguró que físicamente era “muy parecido” a ella “aunque, pobrecito, con algunos rasgos míos”. Francisco relató a su vez que, después de conocerlo, lo primero que hizo fue pedirle una foto de su madre.

Francisco contó, además, su vida con los apropiadores. Fue anotado como hijo propio por un oficial del Ejército, Víctor de Alejandro Gallo, al que describió como un hombre “muy violento”. “Fueron años oscuros, feos”, dijo sobre su infancia. En la familia, integrada por la mujer del militar, Inés Susana Colombo, y dos hermanos, nunca le dijeron que no era hijo biológico, y en su documento de identidad figuraba con el apellido del militar, con el nombre de Alejandro Ramiro, pero aun así, con los años fue acumulando dudas. “No me veía parecido a nadie, y además era una familia violenta, no me dejaban avanzar. No tenía ayuda familiar... por eso pensaba que una familia no podía hacer eso con un hijo propio.”

Así empezó a dar los pasos que lo llevarían a recuperar la identidad. “Lo busqué diez años”, resumió ayer, hablando del padre, pero sugiriendo que ese fue el tiempo que vivió con dudas y sin poder resolver la situación. Finalmente, cuando ya estaba muy avanzado en su búsqueda, la mujer de Gallo le confesó que, como él sospechaba, podía ser hijo de desaparecidos. Le dijo que “lo habían traído de Campo Mayo”, en julio del ’77, y que Gallo “le había dicho que se trataba de un niño abandonado”.

El militar era oficial de Inteligencia del Ejército; durante la dictadura integró el Batallón 601. Recuperada la democracia, Gallo acumuló antecedentes delictivos. En los ’80 participó del robo de una financiera y luego de la Masacre de Benavídez, donde fue asesinada una familia, hechos por los que estuvo detenido. En la actualidad es dueño de la agencia de seguridad Lince. Lo detuvieron el jueves, junto con su ex mujer (ver aparte), acusados de la apropiación. Se sospecha además que, en las últimas semanas, pudo haber estado detrás de dos incidentes que sufrió Francisco.

Antes de terminar la rueda de prensa, Abel pidió hacer dos agradecimientos, “a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi) y al Poder Ejecutivo, porque desde que la apropiación de niños pasó a ser un problema de Estado, hemos resuelto más de treinta casos”.

Le pidieron a Francisco que hablara a los que están en una situación similar a la que él pasó. “No tener identidad es como ser un fantasma”, contestó, “pero encontré una familia gigante, con amor y contención. Eso es lo que buscaba: para mí, es un regalo”.

© Escrito por Laura Vales y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el miércoles 24 de Febrero de 2010. http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-140916.html

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