domingo, 12 de abril de 2009

Raúl Alfonsín... Su legado fue la audacia y la unidad nacional...

En esta nota tengo la tentación de despedir a mi amigo. Pero ese es un ejercicio íntimo, el recuerdo de anécdotas, de los momentos que solemos recordar para recuperar la cotidianeidad de quien nos ha sido quitado. Corresponde, en cambio, escribir sobre lo que nos toca a todos: la recuperación de los grandes temas de su legado, audacia y unidad nacional, y contrastarlos con la actualidad de la que son actores gran parte de la dirigencia que acompañó su cuerpo el jueves. Raúl Alfonsín nos transmitió su idea de la unión nacional como instrumento de transformación.

Nos legó su audacia para enfrentar los desafíos de la Argentina. Y nos dejó su convicción de que la política y el poder son los instrumentos para materializar una cierta idea de la Nación. Alfonsin creyó que era necesario "constituir la unión nacional" para la transformación. Ciertamente, nunca la imaginó como uniformidad. Más bien, como el fruto de los consensos plurales de quienes pensando distinto quieren enfrentar las empresas centrales de la Argentina: su fortaleza exterior, su capacidad para vencer a los enemigos internos que lucran y especulan con nuestra riqueza, la lucha contra la pobreza y la desigualdad, el fortalecimiento de la República y de la democracia.

En síntesis, "la unión de las dos banderas, la justicia social y la libertad". La unidad que imaginó requería debate, confrontación de ideas e intereses, pero por sobre todo, "consolidar la paz interior". Hoy, cuando muere Alfonsín, ni esa unidad ni esa paz interior se han alcanzado. Hay voces que amenazan rupturas, que sugieren enfrentamientos.

Que insinúan la vieja amenaza de yo o el caos. No es aceptable que en la lucha electoral que se avecina se insinúe la osibilidad - la amenaza- de ruptura de la paz interior. De asimilar derrota a quiebre y enfrentamiento. Sería suicida para nuestra sociedad vivir en ese clima en el omento en que vamos a enfrentar uno de los momentos más difíciles para nuestra economía, es decir, para nuestra sociedad. Sólo la capacidad del Estado, acompañada de un fuerte consenso, podrá aliviar los efectos de la crisis internacional que hará impacto aquí. Si a nuestras instituciones débiles, a menudo ineficaces, agregamos la pugna distributiva y el enfrentamiento, habrá consecuencias inmensamente graves. Esta crisis no la generó la Argentina. Hay cosas que dependen de nosotros, como amortiguar los efectos en los desamparados. No la haremos sin la unidad nacional por la que luchó Alfonsín.

Tampoco lo lograremos si desconocemos otros de sus legados, la audacia. La decisión de luchar. Sin audacia no se podría haber enviado a la cárcel, sin una sola arma y sólo con el poder de la legitimidad popular, a los responsables del terrorismo de Estado en el Juicio a las Juntas. No habría habido solución al conflicto del Beagle, la consulta popular y la paz definitiva con Chile. Sin audacia no se habría quebrado el recelo que nos separaba de Brasil y fundado las bases del MERCOSUR. No habría habido ley de divorcio, nuestra política en Centroamérica previendo la reinstalación del conflicto este-oeste en nuestra región.

¿Quién tiene la audacia hoy de mirar a la Argentina y sus desafíos en lugar de sólo discutir sobre cómo se formará la lista de diputados? ¿De juntar fuerza para la crisis y no concentrar las energías para destruir al adversario político?.

¿Quién tiene audacia para elegir quién deberá pagar los costos de la crisis y quién debe ser protegido? Alfonsín sabía dónde quería llegar. Sabía por qué era Presidente construyó consecuentemente sus alianzas políticas. No le daba lo mismo estar con éste o con aquél con tal de que trajeran votos. Quería socios para la construcción del país que imaginaba. Muchas veces erramos en las políticas, creo que nunca en los objetivos.

Nos legó la idea de que la lucha por el poder es la lucha por la transformación nacional. No por la autocomplacencia en el mando. Sin embargo, gran parte de la dirigencia política nacional no parece asumir esa herencia. En el comienzo de la historia, los cazadores nómades vivían de lo que el azar les daba de comer. No tenían un territorio que trabajar, tierra que cultivar. Con su flecha o su lanza mataban un pato o u puerco espín. La cuestión era comer, cuál sería la comida era lo e menos y mucho menos prever lo que pasaría mañana. Que extraña Argentina la de hoy, donde la política recuerda aquella tapa de los cazadores nómades.

Cualquier alianza es posible, enemigos el sábado, socios el lunes. Discursos sobre objetivos que nadie discute y ni una sola mención a cómo alcanzarlos. Ese no es el legado de Alfonsín. La política es una construcción lenta, una reunión de objetivos y actores para luchar por ellos, una construcción permanente y esforzada. Nada más lejano que una danza de candidatos que forman parejas efímeras. Su legado inconcluso es nuestro desafío. No es una herencia.

Es nuestra deuda con nosotros mismos. Ante tantas asechanzas, saber resolverla es el camino para reconstruir nuestra esperanza, "para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino".

© Escrito por Dante Caputo, ex canciller del Dr. Raúl R. Alfonsín y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el domingo 5 de abril de 2009.

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