jueves, 25 de mayo de 2017

25 de Mayo de 1810... @dealgunamanera...

25 de Mayo de 1810...


© Compilado el viernes 02/12/2012 y publicado por Ricardo Faggella en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El contenido de esta obra corresponde al Tomo II de Historia Argentina, La Revolución de José María Rosa.

Miércoles 23 de mayo.

Desde las 10 de la mañana los capitulares estuvieron entregados al complicado escrutinio del congreso vecinal. A las dos de la tarde el síndico Leiva, a quien el pronunciamiento hacía gran elector de la nueva Junta, se puso a redactar el bando a fijarse en la ciudad, dictar el Reglamento constitucional del nuevo gobierno, y elegir sus componentes de manera de contentar a todos. Leiva era un temperamento conciliador y reacio a los cambios bruscos. Separar al virrey absolutamente le parecía un acto revolucionario. En Buenos Aires podía pasar, por hallarse pronunciada la opinión, pero no ocurriría lo mismo en el interior. Seguramente Montevideo, más por decisión de sus vecinos que por la de su timorato gobernador Soria, habría de resistirlo; y no había duda lo harían el brigadier Velazco en Paraguay, Gutiérrez de la Concha en Córdoba, Nieto en Charcas, y Paula Sanz en Potosí; y, desde luego, el virrey Abascal en Perú, que ocupaba con Goyeneche a La Paz desde los acontecimientos del año anterior.

Leiva, con Villota, había aconsejado al virrey el temperamento del cabildo abierto, propuesto por los carlotinos, para llevar a un remanso sereno la turbulencia callejera del domingo 20. No había resultado tan remanso como esperaba, pero de todos modos los vecinos le habían dado su confianza al erigirle con voto decisivo. Emplearía su influencia para llevar adelante el viejo plan de Cisneros: alargar las cosas hasta la reunión del congreso de todo el virreinato.

Uno de los votos del cabildo abierto —el del presbítero Bernabé de la Colina— dio la solución a las cavilaciones de Leiva. El presbítero había votado por una junta presidida por el virrey e integrada con un representante de cada una de las clases destacadas de la ciudad: militares, eclesiásticos, abogados y comerciantes. Ofrecería al virrey la presidencia, y a cuatro del partido criollo las vocalías: Saavedra, como la figura de más prestigio en las milicias, representaría a éstas; el presbítero Sola, cura de San Nicolás, al clero; Castelli, el defensor de Paroissien, a los abogados; y el comerciante José Santos Incháurregui, a los suyos. Los cuatro habían votado por la deposición del virrey y representaban matices del partido revolucionario: Saavedra a los milicianos que estuvieron con Liniers el 1 de enero de 1809, Sola al clero patriota que quería una "junta como en España", Castelli a los carlotistas, e Incháurregui, amigo de Álzaga y de gran actuación en las invasiones inglesas, a los partidarios del ex alcalde de 1807 y 1808 (por un error repetido se dice que Incháurregui y Sola eran españoles; lo era sólo aquél, pero con viejo arraigo en la ciudad; Sola había nacido en Buenos Aires).

A las dos de la tarde fueron dos regidores —Ocampo y Anchorena— a notificar a Cisneros su cesantía, y posiblemente decirle por lo bajo que sería repuesto al día siguiente como presidente de la Junta conservándole el tratamiento de virrey. Cisneros entregó el bastón y la banda, insignias del mando, y por fórmula hizo una protesta.

Bando del 23, sobre el resultado del Cabildo Abierto.

El bando que se fijó en seis ejemplares en las cercanías del cabildo decía:

1º) Que el voto de la asamblea de vecinos había sido que el cabildo, con voto decisivo del síndico, se subrogaba provisionalmente en el mando hasta erigir una Suprema Junta "que haya de ejercerlo dependiente de la que legítimamente gobierne en nombre de Fernando VII" (esto lo agregaba Leiva por su cuenta).

2°) Que procedería inmediatamente a erigir la Junta.

3°) Que ésta ejercería sus funciones "hasta que se congreguen los diputados que se convocaran de las provincias interiores para establecer el gobierno más conveniente".

Apoyo de los jefes militares.

Obtenida la aceptación de los candidatos (ni Saavedra ni Castelli pusieron reparos), fueron convocados por Leiva los jefes de regimientos para consultarles lo que había preparado (nombramiento de la Junta, palabras del bando y Reglamento). No hubo oposición, salvo algunos reparos al Reglamento de Pedro Andrés García: "Contestes expusieron que aquel arbitrio (la Junta presidida por el virrey) era el único que podía adoptarse en las circunstancias como el propio a conciliar nuestra seguridad y defensa, y no dudaban sería de la aceptación del pueblo".

En ningún documento se encuentra una resistencia de los jefes militares, sobre todo Rodríguez, como dice López en su Historia. No la hubo en realidad. La inclusión de Belgrano en la Junta que dice Mitre, parte de un error de Saavedra que confunde su nombre con el de Castelli al escribir sus recuerdos.

Nada más pasó en el día, salvo un incidente callejero pero sintomático de la agitación popular que la gente de arriba no alcanzaba a percibir o creían poder dominar. Una manifestación rompió los vidrios de la casa del Dr. Villota, sin duda como reacción por su discurso del día anterior.

Bando del 24 de mayo y Reglamento de la Junta.

A la mañana siguiente fue fijado el bando haciéndose pública la integración de la nueva Junta.

"Considerando los graves inconvenientes y riesgos que podrían sobrevenir a la seguridad pública sí. ... fuese absolutamente separado del mando el Excmo. Señor Virrey de estas provincias... pues que ellas podrían o no sujetarse a semejante resolución, o al menos suscitar dudas sobre el punto decidido en cuyo caso serían consiguientes males de la mayor gravedad, debemos mandar y mandamos que continúe en el mando el señor Virrey asociado de los señores... cuya corporación ha de presidir el señor Virrey con voto en ella... conservando su renta y altas prerrogativas de su dignidad mientras se erija la Junta General del Virreinato..."

A continuación venía el Reglamento, cuyas principales disposiciones eran:

".. .Art. 4: el Cabildo designará las vacancias de la Junta por muerte, ausencia o impedimento de los titulares; art. 5: igualmente tiene el derecho de deponerlos "reasumiendo para este solo caso la autoridad que le ha conferido el pueblo"; ... 7: no ejercerán actos judiciales, quedando a su cargo exclusivamente la Audiencia; 8: publicaría un estado mensual de cuentas; 9: no impondría contribuciones ni servicios ni daría pensiones sin acuerdo del Cabildo; 10: ninguna orden del virrey sería válida si no estuviera rubricada por los integrantes de la Junta; 11: se disponga en cada municipio la convocatoria de "la parte principal y sana del vecindario" para elegir un diputado al Congreso General; 12: que éste jure "estar subordinado al gobierno que legítimamente represente a Fernando VII".

La Junta con Cisneros causó pésima impresión en el pueblo: el virrey mantenía su tratamiento, sueldo, honores y sobre todo el mando de las tropas. En cambio para la gente principal, tanto criolla y española, la solución fue una fórmula salvadora de disturbios.

Se ha dicho que los jóvenes de "las luces" iniciaron la resistencia a la nueva Junta. No hubo tal. Los antiguos carlotinos se declararon contra la Junta solamente la noche del 24 al 25 cuando fue evidente el pronunciamiento popular.

A las 4 de la tarde juró la Junta con gran solemnidad. Leiva pronunció una alocución felicitando a Cisneros por su anterior gobierno y deseándole ventura en el nuevo. La ciudad fue iluminada en señal de regocijo, y tanto el virrey como los vocales recibieron plácemes en el Fuerte hasta las ocho de la noche.

Inquietud popular.

Leiva había encontrado la mejor solución a su leal saber y entender. Consultó con la clase principal y sana y dio con la fórmula que le pareció perfecta. A la tarde del 24 todos estaban jubilosos; los jefes militares en su totalidad juraron sostener la Junta que a su entender "no dudaban sería de la aceptación del pueblo". Pero al pueblo no se lo había consultado. Para Leiva no existía; era una masa bulliciosa en los festejos cívicos, que servía para defender a la ciudad cuando venían los ingleses, pero no tenía opinión. Un inmenso cuerpo cuya cabeza estaba en la parte principal y sana, a lo menos hasta ese momento. Pero esa tarde del 24, apenas corrió la noticia que "el virrey quedaba", dio muestras de existir. Empezó a notarse conmoción en los cuarteles. No entre los comandantes que habían jurado sostener la Junta. En los soldados, cabos y sargentos; luego pasó a los oficiales, y de allí llegaría a los jefes: el virrey no podía quedar en el gobierno. La inquietud se hizo mayor en Patricios; el inquieto Chiclana saldrá de las Temporalidadespara asombrar al síndico que recibía plácemes por su fórmula salvadora espetándole la tremenda verdad: "Al pueblo no le acomoda que el virrey quede bajo ningún aspecto". Cosa tan absurda desconcertó y molestó a Leiva: "El pueblo había depositado su autoridad en el Cabildo y éste obrado en virtud de ella", y ordenó a Chiclana se fuese a su cuartel "arrestado por impostor". Eran dos ideas distintas de lo que era el pueblo.

Esta vez la gente no fue a la plaza: se dirigió a los cuarteles, sobre todo a las Temporalidades (Perú entre Alsina y Moreno), donde los batallones 1 y 2 de Patricios estaban acuartelados, para incitar la marcha sobre el Fuerte. No habría lucha, porque los granaderos de Terrada que tenían la custodia virreinal, eran también milicianos y criollos. Algo semejante a lo que pasaba en Patricios, ocurría a las mismas horas en Arribeños y Andaluces. A las ocho de la noche un grupo de oficiales patricios fue al Fuerte a advertirle a Saavedra la gravedad de la situación; éste debió desconcertarse y dolerse, pues creyó que el cuerpo le obedecería ciegamente. A la misma hora, Castelli es llamado desde la casa de Rodríguez Peña, donde sus amigos le impondrían la situación. Saavedra cree haber dado con el expediente para calmar a los suyos: ¿si el virrey dejase el mando de las armas? Lo propone a Cisneros, que lo rechaza de plano: prefiere renunciar antes de encontrarse como Sobremonte el 14 de agosto. Vaya y pasen cuatro adjuntos, pero renunciar a la comandancia de las armas, jamás. En ese momento —9 y media de la noche— vuelve Castelli al Fuerte, pues informado de la exaltación de los cuarteles por sus amigos quiere renunciar. Cisneros, según dice López, se puso de pie al saberlo: "¡Pues renunciemos todos ahora mismo!". Castelli tomó la pluma y redactó la dimisión colectiva: "En el primer acto que ejerce esta Junta Gubernativa ha sido informada por dos de sus vocales de la agitación en que se halla el pueblo...". "No, interrumpe Cisneros, ponga usted alguna parte del pueblo"; "¡Es todo el pueblo, señor!; "Ni usted ni yo lo podemos asegurar"; "Bien... alguna parte del pueblo". Vuelve a interrumpir Cisneros que dicta: "lo que no puede ni debe ser por muchas razones de la mayor consideración", que Castelli transcribe a la letra: lo demás del documento insta la elección de quienes "puedan merecer la confianza del pueblo, supuesto que no se la merecen los que constituyen la presente Junta". Firman y sellan el pliego y lo mandan al cabildo, cuyos titulares ya se habían retirado.

Saavedra y Castelli, ya renunciantes, se retiran. Éste a lo de Rodríguez Peña, aquél al cuartel de Patricios, donde al entrar debe hacer frente a un tumulto. Para calmar a los suyos les dice que ha renunciado conjuntamente con la Junta en pleno. No habrá necesidad de marchar sobre el Fuerte y sacar al virrey y a la Junta como lo querían en las Temporalidades.

Viernes 25 de mayo.

La noche del 24 al 25 es de alboroto. Una "especie de conmoción y gritería en el cuartel de Patricios" no deja dormir al notario eclesiástico Gervasio Antonio de Posadas, que así lo dice en su diario íntimo. Lo corrobora Cisneros en su informe al Consejo de Regencia: "...en el cuartel de Patricios gritaban descaradamente algunos oficiales y paisanos y esto era lo que llamaban pueblo..."; los oidores que serían expulsados de Buenos Aires en breve, mencionan en su informe "... una fermentación en el cuartel de Patricios" que precedió a los sucesos del 25.

Una gritería en Patricios fue el recuerdo de la noche de la revolución para los vecinos del centro de Buenos Aires. Eran los orilleros que formaban el grueso de la milicia patriota expresándose de manera airada: reclamaban su derecho a ser el nervio y la fuerza de la historia argentina. Las milicias urbanas se alzaban contra lo arreglado por la clase "principal y sana" que esa noche acababa de perder su posición de clase dirigente. La ciudad amaneció amotinada y el alzamiento desconcertó a todos; inclusive a los jóvenes que peticionaban a nombre del pueblo y acababan de aplaudir la solución de Leiva; inclusive a los comandantes que no habían vuelto a los cuarteles después de jurar apoyo a la Junta presidida por el virrey, y nada sabían del "espíritu de Mayo" que acababa de nacer.


No era un planteo militar, de soldados que siguen dóciles a sus comandantes. Los milicianos de Mayo tenían conciencia de ser el pueblo en armas, y fueron ellos, los soldados y las clases, y no los comandantes quienes gritaron su disconformidad. Fue una entidad nueva, el pueblo —el auténtico pueblo, que no el retórico de los intelectuales— imponiéndose como la gran realidad argentina. Fue también el levantamiento de las orillas contra el centro que alguna vez debía producirse, pero no llegó a consolidarse por falta de jefes con conciencia de su misión.

A las 8 se reunieron los capitulares. Se habían retirado temprano la noche anterior y nada sabían de las ocurrencias; en las calles no había nadie, y una llovizna fina prolongaba el temporal. La mañana destemplada no parecía propicia a acaloramientos y no se explicaron la gritería que llegaba de la calle del Correo. Tal vez juegos de la tropa acuartelada. Discuten la renuncia de Cisneros y la Junta, que encuentran a despacho. ¿Cómo semejante actitud, cuando todo se había arreglado a satisfacción general? Sin duda, cosas de Chiclana que impresionaron a Saavedra. Pero ¿a qué atemorizarse por la agitación de una parte del pueblo si los jefes militares habían jurado su sostenimiento? Contestan que la Junta no tenía el derecho de renunciar y "está estrechada a sujetar con las armas esa parte descontenta... de lo contrario hace responsable a V. E. (el presidente y los vocales) de las funestas consecuencias".

Primera intervención: la "multitud de gente".

Apenas se ha mandado la nota, hizo irrupción una "multitud de gente" que sube en alboroto la escalera y golpea la puerta de la sala de sesiones. Leiva se asoma y tolera que algunos personeros entren al recinto a hablar "acaloradamente" con los señores asombrados de la irreverencia: "el pueblo se encuentra disgustado y en conmoción porque no acepta al virrey en la Junta y menos con el mando de las armas". Responden los señores, con calma, que han formado la Junta conforme a las facultades que el pueblo les había conferido. "El Cabildo se ha excedido de las facultades" dicen los personeros; no había sido la permanencia del virrey lo resuelto y debe por lo tanto dejarse sin efecto. Leiva para "serenar aquellos ánimos acalorados" promete que los capitulares "meditarían sobre el asunto con la reflexión y madurez de las circunstancias", y consigue que los personeros se vayan con la "multitud de gente". Lo hacen profiriendo amenazas: si los señores no procedían conforme a la voluntad del pueblo "podían ocurrir desgracias demasiado sensibles y de nota".

Segunda intervención: comandantes de las fuerzas.

Ante la amenaza, y convencidos que ceder a la imposición tumultuaria quitando del mando "al jefe de estas Provincias, sería el primer eslabón de nuestra cadena", los capitulares buscan el apoyo de los comandantes de los cuerpos "no obstante que el día de ayer se comprometieron a sostener la autoridad". A las 9 y media se hacen presentes. Leiva les habla de lo ocurrido y recalca "los males que iban a resultar siempre que se innovase en lo resuelto, recordándoles su compromiso anterior". Menos los jefes de tropas veteranas (Orduña, de Artilleros; Lecoq, de Ingenieros; José Ignacio de la Quintana, de Dragones), que se mantienen en silencio, los demás (Romero, segundo de Patricios; García, de Montañeses; Ocampo, de Arribeños; Terrada, de Granaderos; Ruiz, de Naturales; Esteve y Llac, de Artilleros de la Unión; Merelo, de Andaluces; Martín Rodríguez, del  de Húsares; Núñez, del ; Vivas, del 3º; Castex, de Migueletes; Ballesteros, de Quinteros) contestan "que no sólo no podían sostener al gobierno, ni aun sostenerse a ellos mismos y menos evitar los insultos que podrían hacerse al Excmo. Cabildo... que el pueblo la tropa estaban en una terrible fermentación...". Hablaban todavía los jefes, cuando la gente de los corredores golpeó otra vez la puerta, "oyéndose voces que querían saber de qué se trataba". Sin apoyo militar, el cabildo manda a Manuel Mansilla y Tomás Manuel de Anchorena al Fuerte a decirle a la Junta que "nuevas ocurrencias muy graves" obligaban a variar su resolución y era "de necesidad indispensable a la salud del pueblo que el Excmo. Señor Presidente (ya no le dieron tratamiento de virrey) se separase del mando... sin protesta alguna para no exasperar los ánimos".

Tercera intervención: el pueblo.

La multitud no deja los corredores, manteniéndose en una expectativa amenazadora. Esperaban los capitulares que llegase la definitiva renuncia de Cisneros cuando "algunos individuos del pueblo a nombre de éste" se apersonaron nuevamente a la sala para decir que no bastaba con la separación del virrey, pues "habiéndose excedido el Cabildo en sus facultades, y teniendo noticia cierta de haber renunciado todos los vocales, había el pueblo reasumido la autoridad que depositó en el Excmo. Cabildo". Venía a imponer los nombres de una nueva Junta "con la precisa indispensable condición de marchar dentro de quince días quinientos hombres a las provincias interiores costeada con los sueldos del virrey, oidores, contadores mayores, empleados del estanco del tabaco y otros que tuviese a bien cercenar la Junta, dejándosele congrua suficiente para sus subsistencias... debiendo temer en caso contrario resultados muy fatales''...

Era indudable que la deposición del virrey seria resistida por algunos intendentes, y se hacía ineludible mandar una tropa que se impusiera al interior. El cambio político se hace revolución, y agresiva: la expedición se costeaba con los sueldos del virrey y de quienes habían votado el mantenimiento de su autoridad.

Ante el "alboroto escandaloso" de semejante petitorio, Leiva sólo atina a pedir que "representase el pueblo aquello mismo por escrito".

Lo que has visto pasar
Solo vos, Plaza de Mayo,
Lo podrás olvidar
A través de los años.
Siempre fuiste un bastión,
Nuestro punto de unión,
Donde el pueblo expresó
Su alegría o dolor.
Lo que has visto pasar
Solo vos, Plaza de Mayo,
Lo podrás olvidar
A través de los años.
Si tú amigo más fiel
Fue el Cabildo de ayer
Que nos dio libertad
Y razón de creer.
Plaza de Mayo, Plaza de Mayo,
En tus entrañas
Mi país se fue formando.
Plaza de Mayo, Plaza de Mayo,
Sos el reencuentro
Que mi gente soñó.
Quiero cantarle a mi pueblo,
A su fe y su tradición,
A los que están aportando
Porque crezca mi nación,
A la gente que trabaja por mejorar mi país,
Para los equivocados que cambiaron su raíz.
Al inmigrante que un día
A mi patria le creyó
Sembrando semilla y niños
A esta tierra se aferró.
Al que desesperanzado
Hace tiempo se marchó.
Hoy hermano yo te digo
Es tiempo de reflexión.
Al que inventa paraísos
Sin conocer su lugar.
De la Quiaca a las Malvinas,
De la Cordillera al Mar.
A los que están infectados
Sin vacunar su tradición.
Les digo,
Les digo en celeste y blanco
Es nuestro punto de unión.
Lo que has visto pasar
Solo vos, Plaza de Mayo,
Lo podrás olvidar
A través de los años.
Cuando un pueblo vibró
El caudillo al balcón,
Las palomas se fueron con la Revolución.
Lo que has visto pasar
Solo vos, Plaza de Mayo,
Lo podrás olvidar
A través de los años.
Hoy palomas están
Junto a la Catedral,
Granaderos que velan
Por la libertad.
Plaza de Mayo, Plaza de Mayo,
En tus entrañas
Mi país se fue formando.
Plaza de Mayo, Plaza de Mayo,
Sos el reencuentro
Que mi gente soñó.

La Junta se mantiene sin el virrey.

No obstante haber renunciado la noche anterior, los cuatro vocales de la Junta estaban en el Fuerte con el virrey a la espera de la resolución final del cabildo. Recibieron la nota rechazando sus dimisiones, y tras ella se presentaron Anchorena y Mansilla a aconsejar la renuncia del virrey "sin protestas". Tal vez sugirieron que los vocales quedasen en sus cargos, pues se ofició al cabildo que "pase a la elección de vocal que subrogue al Excmo. Señor Virrey publicándose de inmediato un bando". Ni Saavedra ni Castelli, ni menos Sola e Incháurregui, estaban al tanto de lo que ocurría en los cuarteles.

El cabildo al recibir la nota de los vocales, les pidió que detuvieran la fijación del bando pues acababa de exigirse el nombramiento de una nueva Junta. Rogó a los del Fuerte estar a la espera "de las ocurrencias sobrevenidas".

Se presenta el petitorio.

"Después de un largo intervalo de espera" se presenta la petición solicitada por Leiva, firmada por "un número considerable de vecinos, religiosos, comandantes y oficiales de los cuerpos".

El petitorio en sellado de un cuartillo (era mucho el respeto por las formas aún en plena revolución) estaba encabezado: "Los vecinos, comandantes y oficiales de los cuerpos voluntarios de esta capital de Buenos Aires que abajo firmamos, por sí y a nombre del pueblo...", y reproducía el pedido verbal; es decir, el nombramiento de una nueva Junta, el envío de la expedición al Alto Perú pagada con los sueldos del virrey y altos funcionarios. Se reunieron en total 411 firmas, de las cuales ocho repetidas, y seis o siete estampadas por terceros (no debe asignarse a estas rúbricas un carácter doloso dado su escaso número). Firman todos los comandantes de milicias, la mayor parte de los oficiales, aun de los cuerpos reglados, clérigos (entre ellos los padres de la Merced en cuyo convento estaba el cuartel de Arribeños) y muchos civiles. French y Beruti lo hacen "por mí y a nombre de los 600" refiriéndose a la Legión Infernal que acaudillaban. No firman, por supuesto, ninguno de los propuestos como miembros de la Junta.

Presentado el petitorio, aun Leiva pide "que se congregase al pueblo en la plaza... pues el cabildo debía oír del mismo pueblo si ratificaba el contenido de aquel escrito". "Al cabo de un gran rato", dice el acta, salieron los señores al balcón del Cabildo "viendo congregado un corto número de gente", que hizo preguntar al síndico "¿Dónde está el pueblo?".

Ni la irónica pregunta de Leiva ni el "corto número" congregado en la plaza, permite afirmar la ausencia de pueblo en la Revolución de Mayo. La masa estaba en los cuarteles: se trataba de antiguos milicianos, que aprestaban sus armas para salir junto con los cuerpos e imponerse al virrey y al cabildo.

En respuesta se oyeron voces "que si hasta entonces se había procedido con prudencia, echarían mano de los medios violentos". Alguien habló de tañer la campana del Cabildo (sin badajo desde el 1 de enero de 1809) y a su falta tocar generala "en cuyo caso sufriría la ciudad lo que hasta entonces se había querido evitar". Leiva comprendió que había sido una imprudencia burlarse del "corto" número, pues no tenía a su lado a nadie. Ordenó al secretario leer el petitorio, que será ratificado por los concurrentes. El secretario empieza a leer los artículos del Reglamento, pero tal vez la inclemencia del tiempo los obliga a retirarse del balcón sin concluirlo. Convienen que no hay más remedio que ceder a la violencia "por los que han tomado la voz del pueblo", y nombrar la Junta propuesta "archivando esos papeles y el escrito para constancia en todo tiempo". Se procede sin pérdida de tiempo a instalar la nueva Junta "porque estrechan los momentos".

Son llamados sus integrantes. Saavedra expresa que "el día anterior había hecho formal renuncia del cargo de Vocal", pero admite su nombramiento "para contribuir a la tranquilidad del pueblo y salud pública"; Azcuénaga pone curiosos reparos a un nombramiento "del Excmo. Cabildo y una parte del pueblo" pidiendo se tomase "la opinión universal de todo el vecindario, pueblos y partidos de la dependencia del Cabildo". Finalmente todos prestan juramento sobre el Evangelio de "desempeñar legalmente el cargo y conservar íntegra esta parte de América a nuestro Augusto Soberano el Sr. Dn. Fernando VII y sus legítimos sucesores, y guardar puntualmente las leyes del reino".

Saavedra exhorta a los concurrentes a "mantener el orden, la unión y la fraternidad" y guardar respeto a la persona de Cisneros y familia. Que repite desde el balcón a la gente de la plaza que lo aclama.

Entre repique de las campanas y salvas de artillería, los componentes de la Junta de Mayo pasan al Fuerte a hacerse cargo de sus puestos. No los acompañan los capitulares, dice el acta, "a causa de la lluvia que sobrevino". Eran las ocho de la noche del viernes 25 de mayo de 1810.

La Junta de Mayo.

Estaba compuesta por:

Presidente y Comandante General de Armas:
Teniente Coronel Cornelio Saavedra, Jefe de Patricios.

Vocales:
Dr. Juan José Castelli, abogado.
Licenciado Manuel Belgrano, abogado.
Teniente coronel Miguel de Azcuénaga, sin mando de tropa.
Pbro. Manuel Alberti, cura de San Nicolás.
Domingo Matheu, del comercio.
Juan Larrea, del comercio.

Secretarios
Dr. Juan José Passo, abogado.
Dr. Mariano Moreno, abogado.


¿Cómo surgieron esos nombres? Guido, al escribir medio siglo después sobre cosas presenciadas en su extrema juventud, dice que Beruti escribió los nombres como inspirado de lo alto, tal vez porque lo vio escribir de corrido el petitorio. En realidad la Junta del 25 era una remodelación de la Junta del 24. Al ascender a Saavedra a presidente se lo reemplazaba como representante del ejército por Azcuénaga, que tenía el mismo grado de teniente coronel en la milicia aunque no mandaba tropas. Las sustituciones se pensarían con un abogado, Belgrano, para reemplazar a Castelli; un clérigo, Alberti, en cambio de Sola (muy amigo suyo), y alguno entre los comerciantes, Larrea y Matheu, en vez de Incháurregui: los reemplazantes tenían la misma posición política de los reemplazados. Después se resolvió mantener a Castelli, tal vez porque su reemplazo por haber formado parte de la junta virreinal, pondría en situación desairada a Saavedra; y si dos carlotinos (Castelli y Belgrano) y dos del partido militar (Saavedra y Azcuénaga) integraban la junta, era comprensible se aumentase la representación de los comerciantes amigos de Álzaga, incluyéndose, por tanto, conjuntamente a Matheu y Larrea. Es presumible que se buscaron personas de la amistad de Sola e Incháurregui para sustituirlos, pues Alberti era el amigo inseparable de Sola, y Matheu y Larrea hombres de toda la confianza de Incháurregui.

Saavedra no quiso aceptar, debiendo insistir Cisneros por considerarlo una garantía "de orden". Aun así expresaría su protesta en el acto del nombramiento. Belgrano no sabía su inclusión, pues dice en sus Memorias "apareció una junta de la que yo era vocal, sin saberlo"; Moreno, según su hermano Manuel, "muchas horas hacía estaba nombrado secretario de la nueva junta y estaba totalmente ignorante de ello"; tampoco quiso admitir el cargo e hizo "protesta ante la Audiencia por acto violento en su nombramiento", dirá Pueyrredón años más tarde.

Los secretarios que serían incluidos después (y sin voto), debieron sus nombramientos a su condición de buenos letrados: Passo por su actuación brillante en el cabildo del 22, y Moreno debido, posiblemente, a sus conexiones profesionales con los ingleses.

Años después diría Pueyrredón que los nombres salieron del cuartel de Patricios y fueron elegidos por Chiclana, Díaz Vélez, Perdriel, Vicente Dupuy, Enrique Martínez y Manuel Bustillo. Un remitido con seudónimo, pero cuyo original es letra de Pueyrredón, publicado en el n' 781 del 14-5-1826 de la Gaceta Mercantil, así lo dice; como también informa de la protesta de Moreno ante la audiencia. Es posible. A los oficiales de Patricios, conforme al deseo del cuerpo y las demás milicias, les interesaba la jefatura de Saavedra. Los demás eran simples adjuntos a quienes no dieron importancia. Pueyrredón lo sabía de oídas porque no estaba en Buenos Aires.

El Reglamento del 25 de mayo.

Al tiempo de aceptar la imposición, el cabildo insiste en el Reglamento “que había meditado para el caso que se hiciese lugar a la erección de la nueva junta". El secretario empezó a leer desde el balcón, pero como las manifestaciones populares no estaban siempre de acuerdo y la lluvia arreciaba, se suspendió la lectura (que tenía algo de referéndum popular) después de los cuatro primeros artículos. Este Reglamento contenía parecidas disposiciones al anterior; que el cabildo podía "remover a los vocales siempre que su conducta no fuese arreglada" (art. 2), provocaría una protesta popular y el síndico debió aclarar que se haría con justificación de causa y conocimiento del pueblo.

Hay varias actas del 25 de mayo, con diferencia entre ellas. Los capitulares hicieron un juego para el público, donde aparecerán de acuerdo con el nombramiento de la nueva Junta, y otro reservado, con sus protestas, por si cambiaban las cosas. En un acta la disposición mencionada figura como art. 2 al leerse desde el balcón; en otra como 5, sin hacerse mención de la justificación de causa y conocimiento del pueblo.

Fuera del Congreso General del virreinato por diputados elegidos por "la parte principal y sana del vecindario", a razón de uno por cada ciudad y villa con ayuntamiento -que deberían jurar "estar subordinados al gobierno que legítimamente represente al Sr. Fernando VII" (lo que no habían hecho los miembros de la Junta)-, el Reglamento que ponía a la Junta revolucionaria bajo la tutela del cabildo reaccionario, no se cumpliría en ninguno de sus artículos.

Juramento de lealtad a la Junta.

La misma noche del 25 la Junta emitió un bando para castigar a quienes "vertieran especies contrarias a la estrecha unión que debe reinar entre todos los habitantes de estas provincias, o que concurran a la división de españoles-europeos y españoles-americanos tan contrarias a la tranquilidad de los particulares y bien general del Estado... todos los habitantes deben guardar decoro y veneración a la respetable persona del Excmo. Señor Don Baltasar Hidalgo de Cisneros".

Cisneros, en retribución, firmó el 26 una circular a las autoridades comunicando "su abdicación del mando" y asunción de la Junta "esperando yo del patriotismo de V. e individuos de su mando... la subordinación y unión de voluntades".

A las 3 de la tarde del 26, la mayor parte de las autoridades prestaron juramento de "reconocimiento y obediencia" a la Junta; a la misma hora del 27 lo hicieron las tropas y el oidor Reyes, miembros del tribunal de cuentas y ministros de la Real Hacienda.

El alcalde Lézica y el síndico Leiva dieron el juramento en nombre del cabildo con la salvedad de que solamente debían "prestarlo ante el rey". El fiscal Caspe el 26 hizo lo mismo, mostrando su desprecio al concurrir "escarbándose los dientes con un palillo". Como desagradara que la audiencia enviase un fiscal, acudió el 27 el oidor Reyes —que también se escarbó los dientes como muestra de desprecio— y dejó constancia de jurar "bajo el concepto de dependencia de la Junta de Gobierno legítimamente establecida en la península"; la misma salvedad hicieron el tribunal de cuentas y la Real Hacienda. Juraron "Usa y llanamente" el tribunal del consulado, canónigos del cabildo eclesiástico, administrador de correos, prelados de las órdenes religiosas y comandantes militares.

Presenció los juramentos del 27 el comandante de las fuerzas británicas surtas en el río, Charles Montagu Fabián, y su oficialidad. Los buques ingleses Mutine, Pitt y Misletoe fueron empavesados e hicieron salvas de artillería. El comandante Fabián se jactaría a su gobierno: "de haber arengado al pueblo, diciendo que los ingleses dejarían su isla para venir a habitar estas hermosas regiones". La arenga, si ocurrió, no la habría entendido nadie pues el pueblo no sabía inglés y el comandante no hablaba español.


La alegría de los ingleses era comprensible: el 19 se había vencido el plazo para irse de Buenos Aires que les habla dado Cisneros. Ahora se quedarían y se les acabaron las molestias.



Los Hijos de los Represores... @dealgunamanera...

Hijos de represores: del dolor a la acción...


Hijos de represores: del dolor a la acción... El testimonio de Mariana D., hija de Etchecolatz, movilizó a otros hijos de represores a tender redes entre ellos. “¿Juntarnos para qué? No para seguir regodeándonos en nuestros dolores, sino para organizarse y aportar datos a los familiares que aun hoy buscan justicia, nietos y poder llorar sus muertos”, escribe Erika Lederer. Su padre fue un obstetra que actuó en la maternidad clandestina de Campo de Mayo en los ’70. Un texto que reflexiona sobre la carga del apellido, la culpa y la construcción de la identidad.

© Escrito por Erika Lederer el miércoles 24/05/2017 y publicado por Revista Anfibia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Ilustración: Julieta Marziani

Me llamo Erika, con K, porque en noviembre de 1976, en Salta, un par de botas metieron el miedo suficiente en el Registro Nacional de las Personas como para que nadie se opusiera a anotar un nombre que no estaba permitido. No supe nunca de qué se vanagloriaban al contar esa anécdota. Imaginarlo es sencillo: se jactaban con alegre impunidad, del poder que a diario ejercían en las pequeñas cotidianidades.   No llegué a cumplir un mes en la provincia norteña. A mi viejo, médico obstetra y carapintada, años más tarde, lo trasladaron a La Plata. Recuerdo y sé que se conservan fotos del festejo por el campeonato mundial de fútbol en la plaza de aquella ciudad. Para el año ‘79 estábamos en Campo de Mayo, uno de los grandes centros clandestinos de detención. Mi viejo era uno de los obstetras de la maternidad que allí funcionaba. Allí, ese mismo año, nació mi hermano. 

Tengo algunos recuerdos de esos años, como cuando destruí la guardería que tenían para los hijos de los milicos. Me veo saltando de cuna en cuna, despertando bebés. Recuerdo también una jirafa enorme, grande muy grande para mis dos años y ocho meses. Tengo presente también las palizas que recibía por infiltrarme entre las botas durante los desfiles.

Fue cuando estaba en tercer grado, alrededor del año 1984, cuando algo del relato familiar empezó a no encastrar. Esas grietas en la historia son las que poco a poco fueron sembrando dudas y desconfianza en relación al relato hegemónico familiar. Ni Papá Noel existía ni mi viejo era tan bueno.   

De esa época recuerdo mis problemas para vincularme, el asma y el miedo a hablar. Algo no encajaba en mi pequeña lógica. Un par de años después, siendo todavía una estudiante primaria, escuché de boca de mi viejo -entre otros relatos- el de los vuelos de la muerte. (Nunca pude entender cómo se las arreglaba con el Juramento Hipocrático ya que la paradoja es insalvable: la mano que cura es la misma mano que puede torturar, dar a luz, decidir sobre la vida y también, criar, acompañar al colegio, abrazar y golpear. Un devenir incesante de disociaciones, ninguna gratuita).   

También recuerdo el no poder hablar, los golpes, la vergüenza, los textos prohibidos, las películas vedadas y, principalmente, lo mal fundado de los argumentos por los cuales habría uno de creer su visión de la historia era la correcta. Creo que todo ello fue deslegitimando la figura paterna y me permitió interpelarlo e interpelarme.   

Para ese entonces, se escondían ejemplares de Página/12 en casa como parte de los temas de los que no se podía hablar, en especial con Mercedes. ¿Qué tenía de particular la familia de mi compañera de colegio? Puedo decir que agradezco infinitamente haber tenido luego una cantidad inmensa de Mercedes que me abrieron los ojos. Lo extraño es que ellos nunca supieron todo lo que sembraron en mí. La duda quiebra lo hegemónico.

¿Por qué hay tantas cosas de las cuales no se puede hablar? ¿Por qué papá aparece en un diario? Página/12 lo había escrachado por defender a Camps (y uno va creciendo, leyendo –nada más hermosamente subversivo, para usar el término que ellos entienden–  e informándose respecto de quiénes eran esos personajes siniestros). Pero hay edades donde no se cuenta con esa información o no se la puede abordar. Un niño no está preparado para asimilar que sus padres no hacen bien las cosas.

El 24 de marzo de este año mi hija menor, Alba Libertad, me preguntó con sus 9 años (¿será casual la adquisición de conciencia a esa edad?), si de vivir, su abuelo estaría preso. “Sí”, le respondí de inmediato. Nunca la vi llorar como ese día. Nunca. Algo se había quebrado en aquella niñez, pero no podía ser de otro modo. Recordé que a esa edad yo le preguntaba a mi viejo si él había matado. Hay preguntas de las cuales no hay regreso posible, porque son de algún modo mayéuticas y nos solicitan como sujetos. Al salir de la caverna, después de encandilarse y ver las imágenes verdaderas, el esclavo debía regresar para contar lo que había visto fuera de ella.


Que la verdad duele es cierto, pero es necesaria, para poder construirse como sujeto. Y eso vale también para los que debemos hacernos cargo de la mierda que nos toca. No se puede vivir eternamente disociado.

A los hijos de los milicos -y más si tu viejo era comando y carapintada- nos formaban en ciertos valores más que en otros; es decir, se nos educaba para ser gallardos. El peor defecto que podíamos detentar era el de ser cobardes. Agradezco que haya sido así: había que tener valentía para mirar al verdugo a los ojos y, aun así, mantener la palabra. Memoria, Verdad y Justicia. Clarito y sin claudicar.

Todas esas inquietudes, esas fisuras dentro del relato totalitario paterno, estallaron cuando tenía 15 años, quizás todavía 14.  Si el tipo que debía cuidarme encañonaba a mi vieja delante mío, era capaz de cualquier otra cosa. Lo personal es político. El respeto a un Otro, los abusos de autoridad y de poder, la violencia como modo de disciplinamiento se juegan dentro y fuera del seno familiar. ¿Si mi viejo podía golpearme con la ferocidad que lo hacía, siendo su hija, por qué no lo haría con personas desconocidas?

Tendría alrededor de diez años cuando recogí un gato de la calle. Por si no lo saben: los felinos no son los animales preferidos de un castrense. Entendí, tijera de jardinero mediante, que lo de las siete vidas es puro camelo. El gato fue desechado en una bolsa negra de basura. Estos métodos terminan por amedrentar cualquier subjetividad.

Otra cosa que intenta quebrar un milico es la voluntad; nada de sacar los pies fuera del plato. Estudié Derecho (aunque me gustaba la filosofía, carrera vedada) con un único objetivo que me acompañó año a año: recibirme e irme de esa casa. Para ese entonces mi viejo ya no era milico, pero lo había receptado la Policía Bonaerense, Techint y los Astilleros Astarsa. Recuerdo la última golpiza, ya de grande, después de que me encontrara un periódico troskista. Entré a mi habitación y vi todo dado vuelta, como en las requisas dentro de lugares de encierro. Me juré irme y nunca más volver, cosa que sucedió.

En agosto de 2012 recuerdo haber festejado la aparición de Pablo Gaona Miranda, el nieto 106. Durante la noche y acorralado por la situación judicial mi viejo decidió quitarse la vida. Se hizo justicia popular.

Poner en cuestionamiento (en duda) el relato totalitario paterno es necesario como primer paso para la toma de conciencia (mi viejo no está haciendo las cosas bien). Y  en relación a la identidad, vivir bajo el yugo de la incertidumbre y de no saber quién es uno, no es algo que posibilite la construcción de una subjetividad sino lábil.

Cuando se comunicaron desde Abuelas ante la posibilidad de que mi ADN fuera compatible con los aportados al Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG), la primera sensación que tuve fue la de traición. Hiciera lo que hiciera estaba traicionando; o bien a quien me crió o bien a mis propias convicciones que son las que me llevaron a la sede de Abuelas (Virrey Ceballos 592), y luego al Durand. Lo cierto es que no fue compatible y esto implicaba hacerse cargo de que era la hija de este personaje. Desde esa certeza es que pude hablar y asumir el camino que me tocaba. Un camino no elegido, pero que sin embargo me es propio. Por esa razón, y siendo existencialista, no sentí necesidad de cambiar mi apellido, pero sí un compromiso genuino con la búsqueda de la verdad.

El milico suele ser implacable y hay que estar preparado para defender una idea (Julio López es un argumento en este sentido).

Mientras escribo esto, mi hijo me envía un mensaje de texto preguntándome si su abuelo se había suicidado. Hasta ahora sabía todas las cosas que había hecho, incluso sabía que si su abuelo viviera estaría en cana. Pero no sabía cómo había terminado. No creí oportuno hablarle del suicidio a su edad, me parecía una crueldad innecesaria. Sin embargo hoy debo responder esta pregunta de la única manera posible, con la verdad. Y el dolor de niño otra vez.

Además, no olvidemos, que nunca se arrepintieron. Mi viejo jamás se arrepintió. Cuando leí el artículo de Anfibia sobre Mariana, la hija de Etchecolatz, se me vinieron a la mente -y al cuerpo, principalmente- mil recuerdos. Es difícil deshacerse de ellos; son como una música en sordina, para nada alegres por cierto. La disociación, la culpa, la angustia (porque uno puede comprender racionalmente que no tuvo nada que ver, pero carga la piedra de Sísifo de todos modos) encuentran a la palabra como cura, como instrumento para nombrar y generar presencia, quién sabe si una anécdota no viene a completar lagunas o dar un poco de luz a los relatos de familiares que aun hoy buscan respuestas.   

Cuando ellos piden olvido, nosotros tenemos el deber cívico y humano de dar presencia y memoria; la palabra nombra y mantiene vivo el relato. Por eso el relato de Mariana emociona, convoca y, en cierto modo, obliga. Nos interpela a contar; decir lo que sabemos, por poco insuficiente o mal articulado que sea. Coadyuvar a la construcción de la historia es un compromiso colectivo. Todavía faltan nietos por aparecer y cuerpos por despedir (hasta en la edad antigua se les permitía sepultura a los muertos del enemigo).   

Leer el testimonio de la hija de Etchecolatz me genera, más allá de la angustia por los recuerdos, la posibilidad de transformarlos en acción plena de sentido, lo cual es más útil y consecuente. Así surgió la idea de juntarnos. Hijos de milicos genocidas, bajo una única consigna inclaudicable: Memoria, Verdad y Justicia. 

Y esto es necesario dejarlo más en claro que nunca por el contexto actual: se reciben a familiares de genocidas en oficinas de gobierno, se otorgan beneficios en la ejecución de las penas a los genocidas condenados, se hizo campaña (y se ganó una elección) contra el “curro” de los derechos humanos y el más alto órgano jurisdiccional argentino desoye instrumentos internacionales en la materia y argumenta y sentencia en favor de aplicar la famosa pero no vigente ley del 2×1. 

Esto es  borrar lo logrado con años de lucha. Es increíble que se vuelva a escuchar hablar de dos demonios. Fue uno y se llamó Terrorismo de Estado. No hay reconciliación posible con las Pandos. En el año 2012 hubo justicia, porque o bien mi viejo terminaba preso en el penal de Marcos Paz o terminaba como terminó. ¿Qué respuesta judicial habría hoy para un caso como el de mi viejo?   

Ahora bien, ¿juntarnos para qué? No para seguir regodeándonos en nuestros dolores, sino para organizarse con miras a aportar datos a los familiares que aún hoy buscan justicia, nietos y poder llorar sus muertos. 

Cuando la palabra circula la historia permanece viva. Cuando nombramos generamos presencia. Y es entonces que podemos estar seguros de que no nos han vencido. 






domingo, 21 de mayo de 2017

LEY 14.910 Prohibido el negar... @dealgunamanera...

LEY 14.910…


Obligan a funcionarios bonaerenses a llamar a la dictadura como "cívico-militar". El Gobierno de Vidal reglamentó una ley que impide el "negacionismo". También se insta a hablar de "30 mil desaparecidos".

© Publicado el domingo 21/05/2017 por el Diario Perfil de la Ciuad Autónoma de Buenos Aires.

El gobierno de la provincia de Buenos Aires promulgó hoy la Ley 14.910, aprobada en marzo, que deja establecido que el último gobierno de facto de 1976 a 1983 fue "una dictadura cívico-militar" y que establece como inamovible que el número de los desaparecidos fue de "30.000".

Luego de que varios funcionarios nacionales negasen en televisión o radio abierta la cifra de 30 mil desaparecidos durante el último Golpe de Estado, donde se practicó el Terrorismo de Estado, el senador de Lanús, Dario Díaz Pérez presentó la ley.

El proyecto establece que se incorporará “de manera permanente en las publicaciones, ediciones gráficas y/o audiovisuales y en los actos públicos de gobierno, de los tres poderes de la Provincia de Buenos Aires, el término ‘Dictadura Cívico-Militar’ y el número de 30.000 junto a la expresión ‘desaparecidos’, cada vez que se haga referencia al accionar genocida en nuestro país durante el 24 de marzo de 1976 al 9 de diciembre de 1983”.

“No podemos permitir que aún hoy, en actos públicos, quienes deben representar las expresiones y valores de la democracia se pronuncien subestimando las atrocidades llevadas a cabo esos años, o minimizando su impacto, en lo que constituye un verdadero ‘negacionismo’”, afirmó el impulsor cuando la ley todavía no había sido aprobada.


Brasil. Miedo al contagio... @dealgunamanera...

Miedo al contagio...

Brasil. Dibujo: Pablo Temes

Casos como el de Temer llevan a comparar los tiempos de reacción de la Justicia de cada país.

Cuando Brasil se resfría, la Argentina se pesca una neumonía”, reza la frase que grafica la importancia que la economía brasileña tiene sobre la de nuestro país. De ahí la preocupación que la grave crisis política que se ha generado alrededor del gobierno del presidente Michel Temer produce en la Casa Rosada. Tanto es el impacto que, en medio de su gira por Arabia Saudita, China y Japón, Mauricio Macri debió hablar del tema. Poco había para decir y lo poco que había se resumía en la palabra preocupación. A estas horas, nadie sabe a ciencia cierta cuál será la suerte de Temer y de su gobierno. De una cosa hay certeza: políticamente está terminado.

Junto con el impacto económico, es importante subrayar algunos aspectos de la crisis brasileña que son de alta significación para la vida política institucional de la Argentina. Uno de ellos tiene que ver con el financiamiento de las campañas políticas. En el caso particular del frigorífico JBS (Josley Batista Sobrinho), Josley Batista, uno de los que se acogen a la figura de la delación –que es la análoga del arrepentido–, señala en su confesión que les financió la campaña a unos 179 diputados. Esos diputados pertenecían a diferentes partidos. En el fragmento que se conoció el viernes, no sólo se lo complicó al actual gobierno, sino también a Dilma Roussef y a Luis Inacio “Lula” da Silva, a cuyas campañas aportó un total de 150 millones de dólares. El hecho tiene implicancias judiciales y políticas. Las judiciales tienen que ver con las penas que caerían sobre ambos de ser condenados en un juicio; las políticas están vinculadas con las aspiraciones de Lula de ser candidato en las próximas elecciones presidenciales.

El otro elemento para el análisis es el comportamiento de los jueces honestos que tanto allí como aquí hay. Lo notable es la resolución y la independencia, tanto del Poder Ejecutivo como del Poder Legislativo, que han mostrado esos jueces y fiscales. El allanamiento al despacho que le corresponde al senador Aecio Neves en el Congreso fue un hecho impactante, demostrativo de esa independencia. Tan impactante como eso ha sido la determinación del juez de llevar adelante la investigación y sus correspondientes actuaciones en tiempo real, es decir, en el tiempo en que el funcionario bajo sospecha está en el ejercicio pleno de su cargo. La grabación de la conversación entre Batista y Temer –que desató el escándalo– fue acordada y preparada bajo supervisión judicial.

Si comparamos esta dinámica con lo que ocurre en nuestro país, surgen diferencias abismales. Tomemos dos ejemplos: cuando por el caso Ciccone, denunciado en 2012 en el programa radial de Jorge Lanata, el fiscal federal Carlos Rívolo decidió allanar el departamento que Alejandro Vanderbroele le alquilaba al entonces vicepresidente Amado Boudou, debió hacer un enorme esfuerzo para torcer la voluntad del juez Daniel Rafecas, quien se negaba obstinadamente a concederle esa autorización. Luego se supo el porqué: el juez era amigo del abogado de Boudou. De eso han pasado cinco años y aún no se sabe la fecha del juicio. El otro ejemplo lo representa en estos días el caso de María Julia Alsogaray, que va a juicio por irregularidades denunciadas durante su gestión como interventora de la ex Entel entre 1989 y 1990, es decir, ¡hace 28 años! Una Justicia que actúa con tamaña lentitud no sólo no sirve para combatir la corrupción, sino que la fomenta. 

Además de estos aspectos y de los potenciales efectos negativos sobre la economía argentina que tienen estos hechos, están los propios, vinculados con las sospechas de actos de corrupción que involucran a los negocios que tanto Odebrecht como JBS tienen aquí. Hay que recordar que Odebrecht reconoció haber pagado en la Argentina coimas por valor de 35 millones de dólares. Esto lo hizo por medio de un acuerdo con la Justicia de Brasil, de Suiza y de los Estados Unidos. Estos sobornos tienen que ver con el desarrollo de tres obras públicas: un gasoducto en el norte; una obra en el Paraná de las Palmas y el soterramiento del Ferrocarril Sarmiento

En relación con esta obra, vale la pena repasar la cronología de las 22 reuniones entre ejecutivos de Odebrecht y los funcionarios del kirchnerato:

Entre 2006 y 2008 con alta frecuencia entre ejecutivos y el ex coordinador de Planificación y hombre de confianza de De Vido, Roberto Baratta.

En febrero de 2006 Néstor Kirchner anunció por primera vez el soterramiento del Sarmiento y en junio presidió el acto de licitación.

En agosto de 2006 se abrieron los pliegos de la licitación.

En enero de 2008 Cristina Fernández de Kirchner encabezó el acto de anuncio de obras para el trayecto Caballito-Moreno del soterramiento que se adjudicó a Odebrecht, Iecsa (Calcaterra), Comsa y Ghella.

En noviembre de 2010 Julio De Vido, ex ministro de Planificación, reconoció una demora por falta de financiación.

En septiembre de 2011 el gobierno consiguió una pequeña financiación por medio de un fideicomiso para mostrar avances luego del accidente ferroviario de la estación Flores entre dos formaciones y un colectivo. 
Anunciaron el arribo de la tuneladora al país. Juan Pablo Schiavi, ex secretario de Transporte, dijo: “En 44 meses estará terminada la obra”.

El 17 de julio de 2013 el Consejo de Ministros del gobierno de Brasil aprobó el otorgamiento de US$ 1.500 millones para la obra. Los fondos serían del BNDES, Banco Nacional de Desenvolvimiento Económico y Social, que ya estaba involucrado en el Lava Jato. Cinco días después del anuncio, Marcelo Odebrecht pide una reunión con Cristina Fernández de Kirchner.

El 31 de julio de 2013 a las 19.15, reunión entre Marcelo Odebrecht y Cristina Fernández de Kirchner en la Casa Rosada.

El 31 de agosto de 2013, reunión entre Julio De Vido, Cristina Kirchner y funcionarios de Odebrecht.

En agosto de 2013 se crea la Unidad Ejecutora de la Obra Soterramiento del Corredor Ferroviario Caballito-Moreno como unidad dependiente de la Secretaría de Obras Públicas.

En mayo de 2014, última reunión; participó Axel Kicillof y Flavio Farías, gerente local de Odebrecht.

A partir del 1° de junio se perderán el sigilo y la confidencialidad de las delaciones que Marcelo Odebrecht hizo en diciembre pasado. Vencen, ya que había un tiempo de seis meses para generar acuerdos. Por lo tanto, los nombres de los involucrados en los casos de coimas podrían salir a la luz en la Argentina. La empresa llegó a varios acuerdos con distintos países, pero en el nuestro no pudo, ya que hubo mucho lobby en contra tanto de políticos como de empresarios. 

“Nadie piensa donde todos lucran; nadie sueña donde todos tragan.” (José Ingenieros)

Producción periodística: Santiago Serra con la contribución de Lucía Lopreiato. 


Independiente 2 vs. Huracán 1... @dealgunamanera...


Un penal no cobrado le dio la victoria a Independiente…


En el estadio Libertadores de América se enfrentaron en la noche del sábado los equipos de Independiente y Huracán por la 25ta fecha del Torneo de Primera División de AFA. El triunfo correspondió a los dirigidos por Holan que ya cumplido los 4 minutos del tiempo adicionado se llevaron los tres puntos.

© Publicado el domingo 21/05/2017 por el Departamento de Prensa del Club Atlético Huracán de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Fotos: Daniel Méndez.

Un nuevo error arbitral le prohibió a Huracán llevarse la victoria. Fernando Echenique vio penal en una mano en el área de Huracán de Nervo y no vio la mano del defensor Franco luego de un centro de Ángulo en el área local cuando el encuentro estaba 1 a 1.

Los goles del partido fueron anotados por Emanuel Gigliotti en contra de su arco en el primer tiempo y Ezequiel Barco y Walter Erviti en los últimos minutos del partido.

Independiente 2

Martín Campaña; Damián Martínez, Alan Franco, Nicolás Tagliafico, Fabricio Bustos; Nery Domínguez, Diego Rodríguez, Emiliano Rigoni, Martín Benítez, Ezequiel Barco; Emmanuel Gigliotti. DT: Ariel Holan.

Huracán 1

Marcos Díaz; Nicolás Romat, Hugo Nervo, Mario Risso, Lucas Villalba; Matías Fritzler, Lucio Campagnucci, Alejandro Romero Gamarra, Daniel Montenegro, Mariano González; Norberto Briasco.
DT: Juan Azconzábal.

Goles: PT 26m. Gigliotti e/c (H); ST 35m. Barco (penal) (I), 49m. Erviti (I).

Amonestados: Risso y Díaz (H)

Cambios en el segundo tiempo: al reinicio Walter Erviti por Domínguez (I), 20m. Ignacio Pussetto por Montenegro (H), 23m. Maximiliano Meza por Martínez (I), 23m. Manuel Falón por M. González (H), 40m. Julio Angulo por Romero Gamarra (H), 45m. Lucas Albertengo por Benítez (I).



Los goles

Finalizado el encuentro en Avellaneda el técnico del primer equipo del Club Atlético Huracán Juan Azconzábal habló con los medios a la salida del vestuario visitante.