domingo, 24 de mayo de 2015

Temperley 0 vs. Huracán 0... @dealgunamanera...

Uno se quedó sin gas, el otro sin aire…


Huracán empató esta noche sin goles con Temperley en condición de visitante por la décimo tercera fecha del torneo de primera división en el estadio Alfredo Beranger.

Luego de lo que fue la suspensión de la fecha en la semana pasada, el fútbol retomó su rumbo pero no así el Globo. En lo que fue una nueva presentación, no deslumbró, estuvo perdido por momentos aunque tuvo sus ocasiones ante un rival tan necesitado de puntos como nosotros. Al minuto, el local le dio una bienvenida poco afectiva y ya desde un tiro de esquina tuvo la primera ocasión de gol. Minutos más tarde, se notaba la supremacía rival ya que los Quemeros no llegaban a ninguna pelota primeros, perdían en cada disputa por ella, no lograban frenar los aventones de Gabriel Esparza y Juan Ignacio Dinenno y finalmente fue necesaria la intervención del arquero, Marcos Díaz.

Con el correr de los segundos, los dirigidos por Ricardo Rezza se llevaban puestos al visitante y en los pies de Fabián Sambueza tuvieron las más claras. Por parte de los de Parque Patricios, poco había para marcar. La dependencia de todo el equipo de Patricio Toranzo para generar juego desembocó en un elenco desdibujado y poco profundo.

En la segunda parte, la cosa fue parecida pero un poco atractiva por la adrenalina generada de ver los minutos transcurrir. Ya que ninguno de los dos quería perder pero solo uno se animó a buscar la victoria, las decisiones erróneas y las definiciones poco acertadas concluyeron con un pálido empate. La más clara del Globo, en los pies de Ramón Ábila tras una contra que lo tuvo mano a mano entrando al área frente a Federico Crivelli que se esforzó para intervenir el destino de gol que tenía el balón y enviarlo al córner. Lo mejor del conjunto hoy vestido con ropa camuflada estuvo en las gambetas, la constante búsqueda y el empeño por querer jugar de Edson Puch quién se despidió por el momento de la casa de Huracán para vestir la de su selección chilena.

A fin de cuentas, no se logró volver a la senda de la victoria pero si se quiere, se puede mejorar. Muchas cosas para corregir, muchas cosas para repensar, mucha gente por la cual dejar todo. Temperley buscó, mucho pero no encontró. Huracán las que tuvo, no las aprovechó. Así, uno se quedó sin gas, el otro sin aire.

Temperley: 0

Federico Crivelli; Christian Chimino, Gastón Aguirre, Ignacio Boggino, Gastón Bojanich; Fabián Sambueza, Adrián Arregui, Leonardo Di Lorenzo, Gabriel Esparza; Eduardo Ledesma; Juan Ignacio Dinenno. DT: Ricardo Rezza.

Huracán: 0 

Marcos Díaz; Santiago Echeverría, Hugo Nervo, Eduardo Dominguez, Luciano Balbi; Lucas Villarruel, Federico Vismara; Agustín Torassa, Patricio Toranzo, Edson Puch; Ramón Ábila. DT: Néstor Apuzzo

Cambios: Daniel Montenegro por Toranzo y Ezequiel Gallegos por Torassa (H); Vilchez, Brandán y Grbec por Ledesma, Esparza y Dinenno.

Amonestados: Echeverría, Nervo, Dominguez, Villarruel y Balbi (H); Chimino (T).

Árbitro: Ariel Penel

Estadio: Alfredo Beranger

© Publicado el viernes 23/05/2015 por el Departamento de Prensa del Club Atlético Huracán de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Fotos: Daniel Mendez

Michael Porter y El problema de Massa… @dealgunamanera...

El problema de Massa…


Análisis del rol competitivo de Massa a la luz de la teoría del profesor de Harvard, Michael Porter, respecto de su popularidad y diferenciación.

Para el padre de la estrategia competitiva y célebre profesor de Harvard, Michael Porter, sólo hay dos formas posibles para que un producto sea líder: serlo en popularidad (precio) o serlo en diferenciación (exclusividad). Es muy difícil ser líder al mismo tiempo en ambos campos y el riesgo de quienes aspiran a destacarse simultáneamente en dos direcciones es el de caer en la hibridez.

En la búsqueda de la alquimia que permita unir atributos excluyentes han sucumbido los más ambiciosos, y éste puede ser hoy el problema de Massa.

Muy raras veces una categoría logra implicar y abarcar a las otras dos, pero cuando eso sucede –algo parecido a lo que en política sería una revolución– las categorías anteriores caen en desuso y surge una nueva polaridad.

Ejemplos de productos que responden a la “U” de Porter hay en todas las categorías: Quilmes y Stella Artois en cerveza en Argentina, Fiat y Ferrari en autos en Italia, o Topper y Nike en zapatillas en todo el mundo. Lo que podría encontrar su equivalente en la política argentina actual con Scioli por continuidad y Macri por cambio, que trasladados a la “U” de Porter colocaría a Scioli como el producto político líder por popularidad y a Macri como el producto político líder por diferenciación.

El hecho de que sea posible expresar la estrategia de Massa de dos formas, tanto de cambio con continuidad, como de continuidad con cambio, dando a entender que habría prevalencia de un factor sobre otro en ambas formulaciones, ya evidencia la dificultad de una comunicación unívoca.

Sólo hay dos formas de liderar: por popularidad o por diferenciación. Es difícil destacarse en ambas simultáneamente.

La vida es bastante más compleja y excede el binarismo categorial, pero a la mente humana le resulta mucho más fácil procesar información decodificada en forma de dos dimensiones. Y a veces es hasta imposible procesar rápidamente un sistema ternario como probablemente podría marear al conductor de un auto que mirara un GPS tridimensional mientras esquiva obstáculos a pocos metros de él.

También hay cuestiones atávicas y mítico-religiosas en la mejor aceptación de lo normal, como aquello que se representa en dos dimensiones, en parte por la estructuración humana más básica de hombre y mujer, haciendo que se despierte desconfianza ante cualquier terceridad, la que generalmente se acepta después de un esfuerzo intelectual pero no naturalmente. El primer impulso frente a la transgresión es remitirla al espacio del pecado en lo religioso o a lo prohibido en el terreno de lo mítico.

En los estudios cualitativos de intención de voto puede aparecer Massa como el más inteligente o el más rápido de los tres candidatos presidenciales con mayor intención de voto, pero también como aquel que genera más sospechas sobre quién realmente es o qué podría hacer en el poder. Ese posicionamiento híbrido en lo que sería la “U” de Porter se transforma en desconfianza porque el sentido común tiende a descartar o poner bajo un signo de interrogación lo que no se entiende o lo que no encaja fácilmente en la matriz binaria.

Massa, conociendo el problema de la tercera posición, sabe que su única solución sería disputar el liderazgo con alguno de los representantes de los dos atributos excluyentes, pero la polarización se lo hace cada vez más difícil.

En las filas del PRO, y muy especialmente en Duran Barba, hay una convicción acerca de que la mejor opción para Macri es profundizar su atributo de diferenciación y que cualquier alianza con personas que representen las formas tradicionales de hacer política, o los partidos políticos tradicionales –esto vale tanto para De Narváez, Massa, Reutemann y hasta Sanz–, le restará valor de diferenciación. Por eso insisten en ir a competir tanto con un candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires como a vicepresidente que sea propio del PRO.

También Macri cree que podría convertirse en un “Bordón joven” si se hibrida con candidatos PJ o del Frente Renovador.

Vislumbran esta estrategia tanto como ofensiva, para ganar las elecciones, como defensiva, por si las pierden. Creen que si perdieran frente a Scioli siendo genuinos representantes de la nueva política, sin concesiones electoralistas ni acuerdos de poder clásicos, quedarán con un capital simbólico que le permitiría al PRO rehacerse y seguir siendo competitivo; pero que si pierden habiendo hipotecado su valor de diferenciación, con massistas en sus listas de legisladores, con De Narváez como candidato a gobernador y Reutemann como candidato a vicepresidente, por ejemplo, la propia pérdida de identidad de su propuesta electoral los llevaría a disolverse en los partidos tradicionales, con el riesgo de convertir al propio Macri en otro “Bordón joven”.

Mientras que si pierden sacando el 40% de los votos “sin traicionarse”, siempre podrán convertir esa derrota en algo heroico que les permita volver a ganar más legisladores en 2017 y seguir aspirando a la presidencia en 2019. Por lo menos ésa es la tesis de Duran Barba, de quien se dice que su ataque a Gabriela Michetti y Federico Pinedo en las PASO del PRO no fue resultado de incontinencia verbal sino de estrategia, porque nadie del macrismo quería aparecer atacando a Michetti y alguien tenía que hacer “de malo” para poder ganarle por diez puntos de ventaja.

Las terceras posiciones sirven como articuladoras y son especialmente útiles para aumentar la calidad en tareas que requieran equilibrio, como la Justicia o el periodismo. Pero es un atributo aborrecido por los consultores electorales.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el domingo 24/05/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Derechos Humanos... @dealgunamanera...

Derechos humanos…

Fotografía: Profesor Pablo Frisch 

Nunca entré en la ESMA: y si de mí depende, nunca lo haré. Allí no están mis dos hermanos presos desaparecidos en la tenebrosa Escuela de la Armada. Arrojados al mar desde los vuelos de la muerte, según pude reconstruir tan sólo dos años atrás a partir del relato de un sobreviviente que a su vez reprodujo una conversación con uno de los represores, el día que hizo un comentario sobre el  “vuelo de las cordobesistas”: mi hermana Cristina y la Colorada, compañera de mi hermano Néstor, de cuyo final nada sabemos.

Pero si en la ESMA no están nuestros muertos, sí están los fantasmas de todos los padecimientos que sufrieron. La crueldad de los vuelos los días miércoles y los muertos en la tortura, cuyos cuerpos desaparecían cremados en “la parrilla”, los “asaditos” en la tenebrosa expresión de los represores según reconstruyeron los sobrevivientes de la ESMA.

El  inmenso edificio de la Avenida Del Libertador está poblado por los ayes de dolor, las culpas de la delación, el “sometimiento a la esclavitud” como todavía nombramos lo que más cuesta definir y menos juzgar, esos dirigentes montoneros que desde los sótanos de la ESMA colaboraban con las ambiciones políticas de Eduardo Massera, quien quería ser el nuevo Perón de Argentina. O el heroísmo de Víctor Basterra, quien como obrero gráfico fue obligado a falsificar documentos, pero a la par, fue el único que consiguió sacar de la ESMA las únicas fotografías que probaron lo que deliberadamente se hizo desaparecer.

Otros sobrevivientes fueron menos heroicos, reconvertidos hoy en funcionarios o espías del Estado.

Pero si en la ESMA no están nuestros muertos, sí está lo que consentimos como sociedad por miedo o indiferencia. Nuestra tragedia, también, nuestra vergüenza. Nuestras responsabilidades y nuestras culpas. Todo lo que debemos exorcizar con antídotos democráticos para que decidamos qué debe levantarse en ese lugar. Si una discoteca o un mausoleo.

Sin embargo, antes debemos  limpiar esa monstruosidad que significó hacer desaparecer los cuerpos, arrojados al mar o al Río de la Plata, cremados en “las parrillas”. Quien no sea capaz de reconocer lo que significa ese calvario corre el riesgo de ser tragado, deformado por esa misma monstruosidad. Esto es lo que  defiendo desde el día que conocimos que el ministro de Justicia y Derechos Humanos había organizado un asado de fin de año; o que el gobierno de la ciudad le sacó la custodia de los lugares de la memoria, entre ellos la ESMA al Instituto de la Memoria, conformado por sobrevivientes de la ESMA y figuras relevantes de los derechos humanos, como el Premio Nobel de la Paz, Pérez Esquivel, para que el Museo de la ESMA sirva antes de propaganda política que de auténtica reserva de la memoria. Un proyecto museográfico con injustificadas cláusulas de confidencialidad, encomendado a la Universidad de San Martín, que contraría lo que disponen los códigos de ética de la museología del nazismo en Alemania. A la hora de reconstruir los museos el Holocausto evitan la injerencia del partidismo, tanto el adoctrinamiento como los golpes bajos.

No dudo de la emoción de la Presidenta, quien como muchísimos argentinos llegó tarde a la tragedia de los desaparecidos. Nadie sale indemne después de conocer lo que allí sucedió, sobre todo, la milagrosa vida de esos bebés nacidos en cautiverio, convertidos hoy en adultos. Como Victoria Donda y Juan Cabandié, quienes, pienso más de una vez, pudieron nacer al lado de mis hermanos. ¿Por qué glorificar ese pasado que no termina de pasar y dejó tanta muerte y sufrimiento? ¿Por qué falsear la historia?

El mismo año que mis hermanos fueron secuestrados, Néstor y Cristina Kichner cambiaba pañales en la Patagonia por el nacimiento de Máximo. Un desfase de tiempo que me hizo sospechar sobre la culpabilidad escondida en nuestra sociedad que explica la sobreactuación de los que creen que la causa de los derechos humanos nació con ellos.

Los Kirchner llegaron a la presidencia dos décadas después del Juicio a las Juntas que el 9 de diciembre condenó a los jerarcas de la dictadura por el plan de exterminio organizado desde el Estado. Una bisagra histórica que abrió camino a lo que nunca tuvimos, continuidad electoral. En cambio, el proceso de revisión del pasado de terror no fue lineal ni contó con el consenso político de los peronistas. Paradójicamente, el sector político más perseguido.

Es comprensible que en la medida en que nos fuimos alejando del terror, otras generaciones y otras personas que antes tuvieron miedo se fueron incorporando a la revisión del pasado. Pero en lugar de la antorcha que se pasa como un símbolo de permanencia y continuidad de la memoria, el gobierno de la pareja Kirchner inauguró su propia gesta de los derechos humanos a expensas de negar a los otros. Y el miedo cambió de lugar: la glorificación del ideal revolucionario estalló como las bombas detonadas en su nombre y el pasado nos volvió a amenazar. Afuera se puso lo que recibimos a manos llena, la desconfianza, el miedo y la delación. Aparecieron los comisarios políticos, los escribas del poder público nos mataron la reputación, se burlaron de nuestras vidas, nos hicieron desaparecer simbólicamente. Esa vieja tradición de negar lo que molesta y creer que nuestra existencia se la debemos a los poderosos que levantan o destruyen monumentos.

En nombre de esa utopía de amor y pacificación que son la causa de los derechos humanos, salió lo peor. No quiero cometer lo que critico: me importa menos lo que las personas hicieron en el pasado que su compromiso actual con lo que está amenazado, el sistema democrático. No conocí a  Horacio Verbitsky hasta que compartí esa cofradía de los que día a día, a lo largo de medio año,  fuimos al Juicio de las Juntas. Aprendí a respetarlo por las denuncias de corrupción y su defensa de la prensa en un sistema democrático. Para mí, eso ya lo redimió. No me gusta que hoy  nos patrulle ideológicamente, ni sus columnas metan miedo, como he visto más de una vez en el Congreso. Al revés, en el pasado, cuando éramos pocos los que denunciábamos los robos de bebés, aprendí a respetar a Estela Carlotto, quien junto a otra de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo, Chicha Mariani, recorrieron el mundo y consiguieron que la ciencia avanzada de los EE.UU. se pusiera al servicio de nuestra tragedia, con la invención del “índice de Abuelidad” que permitió identificar a una centena de niños secuestrados. Incluido el nieto de Estela. Sin embargo, ignora los temores de las que fueron sus compañeras de lucha, como Chicha.

No me gusta reconocer el miedo de los que temen las columnas de Verbitsky ni los que no se animan a contradecir a Carlotto. El temor a ser y decir lo que se piensa contraría los principios de igualdad y respeto, sustento filosófico de los derechos humanos. Porque siempre le tememos al poder. Y a sus represalias.

En cambio, respetamos la autoridad de los que, como Mandela o Gandhi, nos enseñan a luchar sin violencia para vivir en paz.

© Escrito por Norma Morandini, Senadora de la Nación el domingo 24/05/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

domingo, 17 de mayo de 2015

¿Qué nafta usar? Súper vs. Premium... @dealgunamanera...

¿Qué nafta usar? Súper vs. Premium...


Cada vez que los precios aumentan, nuestra reacción normal es ver cuáles son los gastos realmente necesarios y cuáles los que pueden ser recortados. En el caso de los autos, este pensamiento puede surgir a la hora de llenar el tanque.

Entonces, cada vez que estamos frente al surtidor y vemos cómo los números que indican los litros van lentos y los del costo cada vez más rápidos, nos surge la pregunta: ¿mi auto necesita nafta premium o con la súper es suficiente?

Para responder correctamente, lo primero que debemos decir es que ambas son libres de plomo y que la diferencia más notoria es la diferencia de octanos de cada una. El número de octanos nos indica la capacidad de resistencia a la detonación: a mayor octanaje, la nafta puede ser más comprimida antes de la explosión. 

Dicho esto, será cuestión entonces de leer detenidamente el manual del usuario de cada modelo en el que siempre se indica cuál es el octanaje mínimo necesario. Hay que decir que, salvo contadas excepciones, todas las marcas recomiendan cargar combustible de por lo menos 95 octanos, es decir, nafta súper, reservándose la premium de 98 octanos a modelos que en nuestro país se pueden contar con los dedos de una mano, como son los autos deportivos con motores nafteros de mayor compresión (hasta 11.1).

Sin embargo, la diferencia entre la súper y la premium es mínima. La súper tiene 95 octanos, y la premium, entre 98 y 100, dependiendo de la marca. ¿Cuál cargar? La de 95 octanos es suficiente. Y no lo digo yo, es lo que recomiendan los manuales de los fabricantes. Habrá quien dude, porque tiene un auto importado de alta performance y, en consecuencia, debe usar 98 octanos. No es así. Puede usar 98 octanos y tener un mejor rendimiento y menor consumo, aunque en ambos casos las diferencias no superen el 3%.

Para dar sólo un ejemplo: el manual del usuario del BMW Serie 5 GT con motor V8 biturbo de 407 CV de potencia máxima recomienda el uso de nafta sin plomo de 95 octanos (nafta súper), y aclara que también admite nafta de 91 octanos o más con hasta un máximo de 10% de etanol.

Por lo tanto, si el manual de usuario del auto, indica que se debe usar nafta 95 octanos, no tiene ningún sentido lógico utilizar una de 98 octanos, la creencia popular indica que tiene mayor “calidad” pero esto no es correcto como vimos, la única diferencia es el octanaje.

Motores diésel:

En el caso del diésel la cosa es bien distinta; en los surtidores se ofrece gasoil y gasoil premium. La diferencia esencial es la cantidad de azufre medida en partes por millón (ppm) que contienen. Mientras que el gasoil común tiene 500 ppm, el premium tiene apenas 50 ppm.

Aquí sí la diferencia es sustancial. Los motores diésel más refinados están equipados con filtros antipartículas (FAP) que les permiten cumplir con las normas europeas antipolución. Ese tipo de motores sufre graves deterioros con el gasoil común, y por eso varias empresas se abstenían de traer a la Argentina las versiones gasoleras de sus últimos modelos. El lanzamiento del gasoil premium en el mercado local terminó con ese problema. De todos modos, muchos de los nuevos modelos, tanto de autos como de pickups, que se venden en el país funcionan perfectamente con el gasoil normal, pero a diferencia de los nafteros, el uso del gasoil premium sí es conveniente porque es mucho más limpio y protege mejor al motor.

Análisis de Combustibles según los fabricantes:

Esta aclarado en todas que son “valores representativos de los obtenidos en producción. No constituyen una especificación”.




YPF Infinia:




Control de los combustibles de estaciones de servicio:

El organismo encargado del control de la calidad de los combustibles es el INTI, tiene su propio Programa Nacional de Control de Calidad de Combustibles (PNCCC). El control lo realizan por medio de su vehículo especialmente adaptado para esta tarea.


Las principales actividades encomendadas al INTI dentro del PNCCC son:

1. La determinación de la calidad de los combustibles que se expenden en las estaciones de servicio, terminales, plantas, centros de distribución, y toda otra dependencia donde se comercializan o administran naftas y gas oil.

2. La verificación de todos los aspectos administrativos legales de inscripción de tales establecimientos ante la autoridad competente.

3. El cumplimiento de las normas relacionadas con la seguridad en instalaciones y el manipuleo de productos que dicha inscripción conlleva, así como de toda otra normativa que propenda al control de los combustibles.

4. El relevamiento completo de precios. Esto comprende, la verificación y confrontación de los precios exhibidos al consumidor (contemplado bajo normas), con los indicados en los surtidores y bocas de expendio, y los efectivamente abonados por el consumidor final. La información que resulta de tal relevamiento luego es puesta a disposición de los consumidores en la página web de la Secretaría de Energía.

5. La comprobación y verificación –tanto en campo como en los laboratorios– de presencia de “marcadores” o trazadores a los efectos de corroborar el correcto destino de los combustibles y solventes con gravámenes diferenciados.

Ver más información el sitio del INTI: http://www.inti.gob.ar/sabercomo/sc22/inti7.php 

© Publicado el viernes 07/03/2014 por Buscá tú repuesto de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



Manga de inútiles… @dealgunamanera...

Manga de inútiles…

Teníamos Patria... Dibujo: Pablo Temes.

El escándalo del fútbol refleja otras mayores incapacidades de la dirigencia nacional. Fin de ciclo, de Chile a Argentina.

Qué notable capacidad para arruinar casi todo: lo que mejor hacemos, la pasión de multitudes, los colores del corazón. El verdadero superclásico argentino es convertir una fiesta en un desastre, que pudo haber sido un velorio. Un país que fue y debería ser fabuloso quedó transformado en un ejemplo mundial de fracaso colectivo, mediocridad, soberbia, cobardía y desazón.

Sería un error poner el foco en Boca, el fútbol, la Conmebol, Berni, el Cata Díaz o las bocas tapadas para que no se note el desconcierto y la incredulidad. Pudo haber pasado en cualquier cancha, cualquier otro día, en cualquier otro deporte o en un recital. Pasó en la AMIA, Cromañón, en la tragedia de Once, con la crisis energética y con la inflación. Arruinamos a Madres de Plaza de Mayo, a la Universidad de Buenos Aires y hasta a la pobre estatua de Colón.

Se trata de una sociedad que involucionó a tal punto que es incapaz de resolver las cuestiones más simples y esenciales, de preservar sus recursos más valiosos. Que prefiere engañarse a sí misma, deslindar responsabilidades, negar la realidad, invertir fortunas en proyectos absurdos, derrochar tiempo y posibilidades.

Todo, rodeado de un marketing tan patético como efectivo, tan caro como seductor: conectamos, igualamos, somos buena gente, solidarios, incluimos, construimos, informamos, recreamos, educamos y sanamos. Fuimos potencia, la casa estuvo en orden, qué lindo fue dar buenas noticias. Ganamos, siempre ganamos. No importa el resultado, quién o cómo lo mida: para eso destruimos el Indec, ¿para qué lo queremos? Siempre estamos mejor.

Sería un error desconocer que también hay otra Argentina. Que trabaja, innova, se esfuerza, lucha, se sacrifica, apuesta e invierte en el largo plazo, que se rompe el alma cada día para estar aunque sea un poco mejor. Que mira esta apabullante decadencia con vergüenza e impotencia. Que no le encuentra la vuelta y que, por suerte, ya no se raja tanto como antes –prefiere pelearla desde acá–. Pero está bastante resignada: no espera nada bueno ni demasiado nuevo de sus gobernantes. Ya la han engañado muchas veces. Si hasta intuye que son todos iguales. O parecidos. Qué más da.

Castillos en el aire. Ante la frustración colectiva, nos ilusionamos con muy poco. Y tendemos a focalizar en proyectos individuales, en salidas egoístas, en zafar. Como si eso fuera acaso posible, de ese modo pretendemos minimizar el impacto de los groseros errores del Estado, de las patéticas dificultades de coordinación que tenemos los argentinos como sociedad.

Ejemplo: frente al flagelo de la inseguridad, instalamos rejas y alarmas, nos mudamos a un edificio con sereno, a un barrio privado o ponemos una garita para que un policía retirado, a menudo casi un Fayt de las fuerzas de seguridad, ahuyente a los cretinos que nos vienen a robar. Les damos celulares a los chicos para que nos manden mensajes a cada rato, adaptamos nuestra vida cotidiana, limitamos nuestros movimientos, nuestra vida cultural y nuestra espontaneidad. ¿Arreglamos el problema? Para nada: invertimos fortunas para tener la sensación de que hacemos lo posible para minimizar una amenaza que está siempre latente, al acecho. Y en cualquier descuido, sin duda, nos va a afectar.

Sin embargo, este comportamiento alcanza niveles totalmente absurdos y costos absolutamente exorbitantes cuando los protagonistas son nuestros dirigentes políticos. En ellos prevalece un personalismo extremo, y esto involucra tanto a los que están en el Gobierno como los que pugnan por llegar desde la oposición. Se creen la solución, pero en verdad son una parte fundamental del problema.

El extremo más patético y enfermizo es la intención de quienes están ahora de “salvarse”, logrando impunidad de cara a lo que se viene. Eso implica acumular todo el poder posible, incluyendo el del veto, para seguir influyendo en la agenda pública a partir del 10 de diciembre próximo. CFK se va de la presidencia con poder, pero el poder se le va de las manos. Un hecho inédito en el país: desde el regreso a la democracia, nadie finalizo su mandato reteniendo tanta autoridad. No se resigna a abandonar ese viejo sueño de poder eterno, aunque en la práctica sólo puede construir meros castillos en el aire.

El sociólogo chileno Manuel Garretón acuñó el concepto de “enclave autoritario”: mecanismos institucionales generados por un líder saliente para seguir influyendo después de abandonar la presidencia y, en particular, lograr impunidad. Esto permitió entender los dispositivos contenidos en la Constitución pinochetista de 1980, que siguió vigente durante los primeros quince años de la transición y que alteraba con disposiciones de naturaleza autoritaria el normal funcionamiento del sistema democrático.

Por ejemplo, un sistema electoral binominal para que las fuerzas de derecha estuviesen sobrerrepresentadas (que fue desarticulado recientemente); la imposibilidad de que el presidente llamase a retiro a los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas; la designación de senadores vitalicios para vetar cambios institucionales; y la asignación directa de un porcentaje de los recursos del cobre para financiar a las Fuerzas Armadas, entre muchas otras.

Malas noticias para Cristina: ni siquiera Augusto Pinochet logró los resultados esperados: terminó asediado con causas judiciales, totalmente desacreditado en Chile y en el exterior. Su debacle precipitó la despinochetización de la sociedad chilena. Las fuerzas de derecha se fortalecieron con su inesperada democratización, y hasta llegaron al gobierno con Sebastián Piñera.

Lo que está haciendo ahora CFK, a la luz del ejemplo chileno, no tiene mayor sentido. Se trata simplemente de los caprichos típicos de quien atesoró demasiado poder y, ante la inminente pérdida, se desespera. Mientras tanto, dedica tiempo y esfuerzo a diseñar una estrategia de retirada que a la corta o a la larga no servirá para nada. El que venga construirá autoridad desde la presidencia, ella lo sabe mejor que nadie. Fue protagonista de un poder que ella misma construyó de la noche a la mañana cuando falleció Néstor, y antes fue testigo de cuando su difunto marido logró acumular influencia “desde arriba”, entre 2003 y 2005.

Tal vez tenga un as en la manga y logre su cometido. Difícil. Esas mangas se tajean fácilmente, por ahí penetran esos raros gases tóxicos que te nublan la vista, te cierran la garganta. Es imposible evitar las consecuencias de tanta desidia. Es inútil pretender que las cosas salgan bien cuando hacemos todo lo posible para que salgan mal.

© Escrito por Sergio Berensztein el domingo 17/05/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La noche triste de Tinelli… @dealgunamanera...

La noche triste de Tinelli…


Los tres presidenciables invitados dieron cierta pena en el principal show televisivo del país. El pobre rol asignado a sus mujeres. Maquinación con rating.

El programa de Tinelli es producto de dos factores combinados: por un lado, la estética y la ideología de la televisión más mercadocéntrica de la Argentina (el rating es nuestro dios y nuestro rey); por el otro, tres candidatos a presidente que decidieron ser parte de las mercancías ofertadas en esa vidriera.

El negocio de Tinelli es clarísimo. Tiene un guiño del kirchnerismo para comenzar su programa con una parodia de las cadenas nacionales de Cristina. Tal permiso sobreentendido lo pagó con sus declaraciones a Perfil de que ella es una gran mujer y una muy buena presidenta, palabras que, a su vez, retribuyen lo acordado con el Hijo Máximo sobre la AFA y otras candentes cuestiones del deporte para todos y todas. Tinelli es tan importante como para sentarse en la mesa del poder. Será un Cristóbal López de los años que vienen; un adivino de los meganegocios quizá prevea que el conflicto con el canal de la “corpo” pueda entrar en período de negociación. Cristina aprendió que “Alica alicate” le dio el triunfo a De Narváez en 2009.

Pero la cuestión no es el chancho sino quien le da de comer. Es decir, quienes se convierten en alimento de la insomne máquina tinelliana. Scioli, Macri y Massa aceptaron inaugurar el “Bailando 2015”. Ellos creyeron, probablemente con la cínica verdad de los hechos inevitables, que abrazarse con Tinelli y obtener treinta puntos de rating era una oportunidad que no debía perderse. Sobre todo, no podían permitir que estuviera allí alguno de sus competidores mientras uno u otro se quedaba en su casa como una marmota. Significaba dar demasiada ventaja a quienes barrieran el piso del estudio con la gracia de sus esposas.

La alternativa era que se pactara que ninguno iría a lo de Tinelli. Pero ese pacto era peligroso, porque a último momento alguno de los firmantes podía traicionar y aparecer en el programa. Era peligroso también porque abría la posibilidad de una venganza del conductor (sea la que fuera). Por otra parte, ni Scioli, ni Macri ni Massa son peces nuevos en el estanque de la telepolítica, es decir que no cambiaron de atmósfera.

Fieles a sí mismos. Los candidatos tuvieron intervenciones diferentes. Scioli fue idéntico a sí mismo. Macri entonó un himno a la felicidad, dando una prueba más de que es flojo de oratoria y repetitivo cuando quiere interpelar la imaginación. Massa, quizás ansioso por cómo le está yendo en el FR, fue quien más forzó el espectáculo hacia el lado político.

Lo más triste que ofrecieron los candidatos fueron sus propias mujeres, que estaban en el lugar tradicional y reaccionario: simpáticas sonrisas iluminando la banalidad. Respondieron como si estuvieran tomando un trago con sus amigas y así nos enteramos de que Macri sigue diciéndole a Awada “negrita hechicera”, como lo tuiteó hasta el cansancio cuando se casaron; que ni Scioli ni Massa son muy románticos, e informaron sobre la cota de fogosidad entre las virtudes matrimoniales de cada uno. Quien más perdió fue Malena Galmarini, la mujer de Massa, que gusten o no sus posiciones, puede hablar de política y no sólo hacer revelaciones dignas de un programa de la tarde. La que más conservó su estilo fue Karina Rabolini, porque habló y “confesó” menos. En fin, sus maridos las colgaron de la ganchera de la carnicería.

Que los candidatos hayan bailado y se hayan zarandeado no es sino un capítulo más del apogeo de la danza al que también contribuye la Presidenta. También habrían estado cómodos en los vetustos programas de Roberto Galán. Todo sea por el poder y la gloria.

No es esperable un debate profundo entre estos tres sujetos de la política. Ya los hemos escuchado: prefieren el monólogo a la polémica. Ni Scioli ni Macri son oradores normalmente dotados; por reiteración mediática, nos hemos acostumbrado a sus respectivas albóndigas de lugares comunes. Y Massa compite mal con quienes le van a tirar a la cara los “logros” de sus gestiones o su pasado kirchnerista.

Los tres eligieron mostrarse por separado, como ya es un formato que el periodismo político volvió costumbre: nadie dialoga con nadie, cada uno emite su monólogo en solitario, como si fueran prisioneros en la torre de sus respectivas campañas o en la mesa que ocupan dentro de la escenografía de un canal de noticias. Van a tener que trabajar a destajo los productores de televisión que desean un debate presidencial. Los políticos argentinos hablan mucho de diálogo, pero sentarse a compartir el plano les parece cosa del diablo. Por otra parte, como observó Margarita Stolbizer, la concentración en esas tres figuras inclina la mesa hacia el lado de los grandes jugadores.

La noche del lunes fue triste, y me atrevería a decir que no tiene mucha competencia por el podio de la degradación política.

© Escrito por Beatriz Sarlo el domingo 17/05/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.