Mostrando las entradas con la etiqueta Verdad y Justicia. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Verdad y Justicia. Mostrar todas las entradas

viernes, 24 de marzo de 2023

Memoria, Verdad y Justicia… dealgnamaneraok...

 Memoria, Verdad y Justicia… 


Todos los años. Multitudinaria marcha a Plaza de Mayo en 2022. Una manifestación que forma parte de la tradición popular argentina. Fotografía: NA. 

Para las argentinas y los argentinos marzo es un mes con una carga de sentido político y cultural notable, fundamentalmente porque se conmemora, el 24 de marzo, el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia. La dictadura cívico-militar iniciada ese día de 1976 fue el acontecimiento más dramático desde que somos un país independiente.

Tenemos una historia lacerante, con elementos de violencia importantes, fundamentalmente desde el golpe de 1930, pero también en épocas anteriores, cuando ocurrieron genocidios como el de los pueblos originarios o represiones como la Semana Trágica y los peones patagónicos. Sin embargo, la dictadura de 1976 a 1983 es la etapa más trágica en todo sentido. Generó la pérdida de 30.000 desaparecidos, robo de bebes y niños, tortura. Mediante el terror y el miedo instrumentaron un modelo económico que mutiló nuestro sistema productivo e instaló un sistema basado en la financiación. La «Ley de Entidades Financieras» pergeñada por José Alfredo Martínez de Hoz, todavía vigente, representa una rémora de esa política.
 

© Escrito por Juan Carlos Junio, Dirigente Cooperativista, el lunes 20/03/2023 y publicado por la Revista Acción de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina. 

En ese marco, el 24 actual es un acontecimiento democrático, político y cultural que alcanza a la gran mayoría de la sociedad argentina, en forma transversal en términos culturales, ideológicos y sociales, superando incluso la llamada grieta y distintas identidades políticas.

Lo cierto es que el 24 de marzo, con la lucha de madres, abuelas, hijos, se ha logrado ideológica y culturalmente que una gran mayoría de la sociedad asuma la convicción del «Nunca más». La consigna «Memoria, verdad y justicia» se ha transformado en un signo de nuestro pueblo, adquiriendo carácter universal. 

Por eso esperamos que este 24 sea una vez más un gran pronunciamiento en las calles y plazas a lo largo de toda la geografía del país, cargada de sentido y contenido, en la que no solo se rinda homenaje a los desaparecidos y las desaparecidas, sino que se consolide la idea de una democracia humanista y solidaria con memoria, verdad y justicia, ya que no puede haber democracia escondiendo crímenes y genocidios. 

En nuestro Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini realizaremos esta semana una actividad muy trascendente, junto con el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), bajo el título «40-50-50 Memorias, Derechos Humanos y Democracia: diálogos sociales a 40 años de la recuperación democrática en la Argentina». El objetivo de estas jornadas no es solamente historizar la memoria viva, sino desde allí y recordando los 50 años de los golpes de Estado de Uruguay y de Chile, aunque lo primero es el 40, en representación del aniversario de nuestra recuperación del sistema constitucional. Se trata de repensar el presente y el futuro desde la perspectiva de la Argentina y el continente. 

Esteban Echeverría decía que nada es más inútil que la historia si no se busca en ella enseñanza. Es decir, estamos historizando, recuperando la memoria, pero como sustento del debate de los tiempos por venir. Participarán personalidades políticas y del mundo de la cultura de Uruguay, Chile, Perú y Colombia, habrá talleres y debate y en la inauguración, el martes 21 a las 18 horas, además de los mensajes institucionales de Karina Batthyány, directora ejecutiva de CLACSO Uruguay y del que daré como director del CCC Floreal Gorini, brindará una conferencia Manuela D’Avila, periodista, escritora, dirigente política y feminista y gran personalidad política de Brasil. También presentaremos los libros Malvinas en la geopolítica de América Latina, coordinado por Luis Wainer y editado por el CCC, y una obra de Dávila, Siempre fue sobre nosotras, presentada por la directora de CLACSO. 

En un momento tan difícil de la vida política en Argentina, en un año electoral decisivo, en el que se dirimen dos proyectos políticos y económicos entre la derecha y los sectores populares y progresistas, la idea de los derechos humanos como algo compartido por las grandes mayorías progresistas es una de las nutrientes decisivas y determinantes del proyecto popular. No hay que olvidar, por citar solo una de las expresiones de esta naturaleza, que el expresidente Mauricio Macri planteó en su momento, y reiteró esta semana, que los derechos humanos son «un curro». Por lo tanto, no es una cuestión circunstancial, sino de carácter ideológico y estratégico, que define con claridad miradas y enfoques de proyectos de país contrapuestos.


jueves, 25 de mayo de 2017

Los Hijos de los Represores... @dealgunamanera...

Hijos de represores: del dolor a la acción...


Hijos de represores: del dolor a la acción... El testimonio de Mariana D., hija de Etchecolatz, movilizó a otros hijos de represores a tender redes entre ellos. “¿Juntarnos para qué? No para seguir regodeándonos en nuestros dolores, sino para organizarse y aportar datos a los familiares que aun hoy buscan justicia, nietos y poder llorar sus muertos”, escribe Erika Lederer. Su padre fue un obstetra que actuó en la maternidad clandestina de Campo de Mayo en los ’70. Un texto que reflexiona sobre la carga del apellido, la culpa y la construcción de la identidad.

© Escrito por Erika Lederer el miércoles 24/05/2017 y publicado por Revista Anfibia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Ilustración: Julieta Marziani

Me llamo Erika, con K, porque en noviembre de 1976, en Salta, un par de botas metieron el miedo suficiente en el Registro Nacional de las Personas como para que nadie se opusiera a anotar un nombre que no estaba permitido. No supe nunca de qué se vanagloriaban al contar esa anécdota. Imaginarlo es sencillo: se jactaban con alegre impunidad, del poder que a diario ejercían en las pequeñas cotidianidades.   No llegué a cumplir un mes en la provincia norteña. A mi viejo, médico obstetra y carapintada, años más tarde, lo trasladaron a La Plata. Recuerdo y sé que se conservan fotos del festejo por el campeonato mundial de fútbol en la plaza de aquella ciudad. Para el año ‘79 estábamos en Campo de Mayo, uno de los grandes centros clandestinos de detención. Mi viejo era uno de los obstetras de la maternidad que allí funcionaba. Allí, ese mismo año, nació mi hermano. 

Tengo algunos recuerdos de esos años, como cuando destruí la guardería que tenían para los hijos de los milicos. Me veo saltando de cuna en cuna, despertando bebés. Recuerdo también una jirafa enorme, grande muy grande para mis dos años y ocho meses. Tengo presente también las palizas que recibía por infiltrarme entre las botas durante los desfiles.

Fue cuando estaba en tercer grado, alrededor del año 1984, cuando algo del relato familiar empezó a no encastrar. Esas grietas en la historia son las que poco a poco fueron sembrando dudas y desconfianza en relación al relato hegemónico familiar. Ni Papá Noel existía ni mi viejo era tan bueno.   

De esa época recuerdo mis problemas para vincularme, el asma y el miedo a hablar. Algo no encajaba en mi pequeña lógica. Un par de años después, siendo todavía una estudiante primaria, escuché de boca de mi viejo -entre otros relatos- el de los vuelos de la muerte. (Nunca pude entender cómo se las arreglaba con el Juramento Hipocrático ya que la paradoja es insalvable: la mano que cura es la misma mano que puede torturar, dar a luz, decidir sobre la vida y también, criar, acompañar al colegio, abrazar y golpear. Un devenir incesante de disociaciones, ninguna gratuita).   

También recuerdo el no poder hablar, los golpes, la vergüenza, los textos prohibidos, las películas vedadas y, principalmente, lo mal fundado de los argumentos por los cuales habría uno de creer su visión de la historia era la correcta. Creo que todo ello fue deslegitimando la figura paterna y me permitió interpelarlo e interpelarme.   

Para ese entonces, se escondían ejemplares de Página/12 en casa como parte de los temas de los que no se podía hablar, en especial con Mercedes. ¿Qué tenía de particular la familia de mi compañera de colegio? Puedo decir que agradezco infinitamente haber tenido luego una cantidad inmensa de Mercedes que me abrieron los ojos. Lo extraño es que ellos nunca supieron todo lo que sembraron en mí. La duda quiebra lo hegemónico.

¿Por qué hay tantas cosas de las cuales no se puede hablar? ¿Por qué papá aparece en un diario? Página/12 lo había escrachado por defender a Camps (y uno va creciendo, leyendo –nada más hermosamente subversivo, para usar el término que ellos entienden–  e informándose respecto de quiénes eran esos personajes siniestros). Pero hay edades donde no se cuenta con esa información o no se la puede abordar. Un niño no está preparado para asimilar que sus padres no hacen bien las cosas.

El 24 de marzo de este año mi hija menor, Alba Libertad, me preguntó con sus 9 años (¿será casual la adquisición de conciencia a esa edad?), si de vivir, su abuelo estaría preso. “Sí”, le respondí de inmediato. Nunca la vi llorar como ese día. Nunca. Algo se había quebrado en aquella niñez, pero no podía ser de otro modo. Recordé que a esa edad yo le preguntaba a mi viejo si él había matado. Hay preguntas de las cuales no hay regreso posible, porque son de algún modo mayéuticas y nos solicitan como sujetos. Al salir de la caverna, después de encandilarse y ver las imágenes verdaderas, el esclavo debía regresar para contar lo que había visto fuera de ella.


Que la verdad duele es cierto, pero es necesaria, para poder construirse como sujeto. Y eso vale también para los que debemos hacernos cargo de la mierda que nos toca. No se puede vivir eternamente disociado.

A los hijos de los milicos -y más si tu viejo era comando y carapintada- nos formaban en ciertos valores más que en otros; es decir, se nos educaba para ser gallardos. El peor defecto que podíamos detentar era el de ser cobardes. Agradezco que haya sido así: había que tener valentía para mirar al verdugo a los ojos y, aun así, mantener la palabra. Memoria, Verdad y Justicia. Clarito y sin claudicar.

Todas esas inquietudes, esas fisuras dentro del relato totalitario paterno, estallaron cuando tenía 15 años, quizás todavía 14.  Si el tipo que debía cuidarme encañonaba a mi vieja delante mío, era capaz de cualquier otra cosa. Lo personal es político. El respeto a un Otro, los abusos de autoridad y de poder, la violencia como modo de disciplinamiento se juegan dentro y fuera del seno familiar. ¿Si mi viejo podía golpearme con la ferocidad que lo hacía, siendo su hija, por qué no lo haría con personas desconocidas?

Tendría alrededor de diez años cuando recogí un gato de la calle. Por si no lo saben: los felinos no son los animales preferidos de un castrense. Entendí, tijera de jardinero mediante, que lo de las siete vidas es puro camelo. El gato fue desechado en una bolsa negra de basura. Estos métodos terminan por amedrentar cualquier subjetividad.

Otra cosa que intenta quebrar un milico es la voluntad; nada de sacar los pies fuera del plato. Estudié Derecho (aunque me gustaba la filosofía, carrera vedada) con un único objetivo que me acompañó año a año: recibirme e irme de esa casa. Para ese entonces mi viejo ya no era milico, pero lo había receptado la Policía Bonaerense, Techint y los Astilleros Astarsa. Recuerdo la última golpiza, ya de grande, después de que me encontrara un periódico troskista. Entré a mi habitación y vi todo dado vuelta, como en las requisas dentro de lugares de encierro. Me juré irme y nunca más volver, cosa que sucedió.

En agosto de 2012 recuerdo haber festejado la aparición de Pablo Gaona Miranda, el nieto 106. Durante la noche y acorralado por la situación judicial mi viejo decidió quitarse la vida. Se hizo justicia popular.

Poner en cuestionamiento (en duda) el relato totalitario paterno es necesario como primer paso para la toma de conciencia (mi viejo no está haciendo las cosas bien). Y  en relación a la identidad, vivir bajo el yugo de la incertidumbre y de no saber quién es uno, no es algo que posibilite la construcción de una subjetividad sino lábil.

Cuando se comunicaron desde Abuelas ante la posibilidad de que mi ADN fuera compatible con los aportados al Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG), la primera sensación que tuve fue la de traición. Hiciera lo que hiciera estaba traicionando; o bien a quien me crió o bien a mis propias convicciones que son las que me llevaron a la sede de Abuelas (Virrey Ceballos 592), y luego al Durand. Lo cierto es que no fue compatible y esto implicaba hacerse cargo de que era la hija de este personaje. Desde esa certeza es que pude hablar y asumir el camino que me tocaba. Un camino no elegido, pero que sin embargo me es propio. Por esa razón, y siendo existencialista, no sentí necesidad de cambiar mi apellido, pero sí un compromiso genuino con la búsqueda de la verdad.

El milico suele ser implacable y hay que estar preparado para defender una idea (Julio López es un argumento en este sentido).

Mientras escribo esto, mi hijo me envía un mensaje de texto preguntándome si su abuelo se había suicidado. Hasta ahora sabía todas las cosas que había hecho, incluso sabía que si su abuelo viviera estaría en cana. Pero no sabía cómo había terminado. No creí oportuno hablarle del suicidio a su edad, me parecía una crueldad innecesaria. Sin embargo hoy debo responder esta pregunta de la única manera posible, con la verdad. Y el dolor de niño otra vez.

Además, no olvidemos, que nunca se arrepintieron. Mi viejo jamás se arrepintió. Cuando leí el artículo de Anfibia sobre Mariana, la hija de Etchecolatz, se me vinieron a la mente -y al cuerpo, principalmente- mil recuerdos. Es difícil deshacerse de ellos; son como una música en sordina, para nada alegres por cierto. La disociación, la culpa, la angustia (porque uno puede comprender racionalmente que no tuvo nada que ver, pero carga la piedra de Sísifo de todos modos) encuentran a la palabra como cura, como instrumento para nombrar y generar presencia, quién sabe si una anécdota no viene a completar lagunas o dar un poco de luz a los relatos de familiares que aun hoy buscan respuestas.   

Cuando ellos piden olvido, nosotros tenemos el deber cívico y humano de dar presencia y memoria; la palabra nombra y mantiene vivo el relato. Por eso el relato de Mariana emociona, convoca y, en cierto modo, obliga. Nos interpela a contar; decir lo que sabemos, por poco insuficiente o mal articulado que sea. Coadyuvar a la construcción de la historia es un compromiso colectivo. Todavía faltan nietos por aparecer y cuerpos por despedir (hasta en la edad antigua se les permitía sepultura a los muertos del enemigo).   

Leer el testimonio de la hija de Etchecolatz me genera, más allá de la angustia por los recuerdos, la posibilidad de transformarlos en acción plena de sentido, lo cual es más útil y consecuente. Así surgió la idea de juntarnos. Hijos de milicos genocidas, bajo una única consigna inclaudicable: Memoria, Verdad y Justicia. 

Y esto es necesario dejarlo más en claro que nunca por el contexto actual: se reciben a familiares de genocidas en oficinas de gobierno, se otorgan beneficios en la ejecución de las penas a los genocidas condenados, se hizo campaña (y se ganó una elección) contra el “curro” de los derechos humanos y el más alto órgano jurisdiccional argentino desoye instrumentos internacionales en la materia y argumenta y sentencia en favor de aplicar la famosa pero no vigente ley del 2×1. 

Esto es  borrar lo logrado con años de lucha. Es increíble que se vuelva a escuchar hablar de dos demonios. Fue uno y se llamó Terrorismo de Estado. No hay reconciliación posible con las Pandos. En el año 2012 hubo justicia, porque o bien mi viejo terminaba preso en el penal de Marcos Paz o terminaba como terminó. ¿Qué respuesta judicial habría hoy para un caso como el de mi viejo?   

Ahora bien, ¿juntarnos para qué? No para seguir regodeándonos en nuestros dolores, sino para organizarse con miras a aportar datos a los familiares que aún hoy buscan justicia, nietos y poder llorar sus muertos. 

Cuando la palabra circula la historia permanece viva. Cuando nombramos generamos presencia. Y es entonces que podemos estar seguros de que no nos han vencido. 






domingo, 19 de mayo de 2013

Memoria, Verdad y Justicia... De Alguna Manera...

Memoria, Verdad y Justicia...
 
Videla no tiene entidad, no está vivo ni muerto... Sus palabras hacia los desaparecidos en Argentina...

El 24 de marzo de 1976 el entonces Teniente General Jorge Rafael Videla encabezó el golpe de Estado que pisoteó la soberanía popular iniciando la dictadura militar más sangrienta de nuestra historia. Argentina se integraba así al gigantesco campo de concentración en que se convirtió el cono sur de América Latina, donde no se respetaron los derechos de más de 180 millones de mujeres y hombres, ni siquiera el más elemental, que es el derecho a la vida.

Ante un país desintegrado, debilitado institucionalmente, los intereses de la administración republicana de los Estados Unidos y de las fuerzas armadas junto a los sectores más retrógrados de la vida nacional, impusieron a sangre y fuego su objetivo de reestructurar la sociedad y el Estado de forma de establecer una nueva distribución del ingreso que favoreciera a los sectores económicamente dominantes.

La drástica reducción de la participación del asalariado en la renta nacional fue acompañada de la deserción del Estado en su rol como prestador de servicios sociales e instrumento reparador de las desigualdades. Se impuso así una política económica neoliberal de marginación y exclusión, un modelo económico pensado para expoliar a nuestro pueblo y saquear a la Nación.

Las previsibles resistencias que el modelo provocaría hicieron que el asalto al poder fuera acompañado de una represión sin antecedentes, y de una sistemática violación a los derechos humanos. El terrorismo de Estado, instrumento al servicio de esa atroz doctrina, arrojaría así el trágico saldo de decenas de miles de argentinos torturados, vejados y asesinados a sangre fría. El asesinato de mujeres embarazadas, niños y jóvenes revela la magnitud de este verdadero genocidio.

Ante la muerte de Videla, y a 37 años del funesto episodio que iniciaría la hora más larga y más negra de nuestra historia, recordamos con dolor aquellos momentos en que nuestro pueblo sufrió el oprobio de la dictadura, y seguimos reclamando Memoria, Verdad y Justicia.

El dictador Videla murió en una cárcel común condenado por la Justicia y la sociedad, una lección para esta generación y las generaciones futuras para que el NUNCA MÁS sea por siempre realidad.

© Escrito por  Rubén Giustiniani, Senador Nacional, el sábado 18/05/2013 y publicado en: http://rgiustiniani.blogspot.com.ar



domingo, 20 de noviembre de 2011

Ni tanto ni tan poco... De Alguna Manera...

Ni tanto ni tan poco (*)

(*) Conferencia pronunciada en la Casa América Catalunya, institución de relaciones culturales creada hace un siglo, con el auspicio de la Coordinadora de Entidades Argentinas en el Estado Español.

Un colaborador suyo me preguntó si estaría dispuesto a atender a quien yo había llamado vocero de Repsol por su oposición a las retenciones a la comercialización de hidrocarburos. ¿Cómo podría negarme a hablar con el presidente electo? Media hora después me llamó desde Santa Cruz, donde armaba su gabinete. Conocía el trabajo del CELS sobre Fuerzas Armadas y democracia y quería nuestra opinión sobre la cúpula militar que lo acompañaría. Le dije que había una cuestión previa. El senador Eduardo Duhalde, a cargo en forma interina del Poder Ejecutivo, negociaba con el jefe del Ejército, Ricardo Brinzoni, a quien el CELS había denunciado por su participación en la masacre de Margarita Belén, con el presidente de la Corte Suprema Julio Nazareno y con el obispo castrense, Antonio Baseotto. La liberación del casi centenar de altos mandos que estaban detenidos al comenzar aquel año 2003 era uno de los puntos del pliego de condiciones que el diario La Nación le había presentando a Kirchner el 5 de mayo, durante un desayuno que su embajador en Buenos Aires, Alberto Fernández, concertó con el hombre fuerte del diario, Claudio Escribano. El plan canje de impunidades recíprocas contó con el aliento de Rafael Bielsa, a quien La Nación llamó “eventual ministro de Justicia de Kirchner”. Bielsa le dijo al diario de Escribano que si los juicios continuaban serían citados 1800 militares de alto rango, entre ellos 300 en actividad. (“Señales de tranquilidad entre Kirchner y la Corte Suprema”, La Nación, 10 de mayo de 2003). Ese cálculo falso, pensado para intimidar al nuevo gobierno, se lo había transmitido Brinzoni, según reconoció Bielsa. Kirchner respondió en forma categórica:

–La única política de mi gobierno será Memoria, Verdad y Justicia. Si algún ministro no está de acuerdo, se va.

Le pregunté si confiaba en el jefe de la Brigada de Río Gallegos. Ése era su candidato, pero dudaba sobre las reacciones que provocaría, contestó. Le dije que nadie podría reprocharle nada al Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas si elegía para el cargo de mayor confianza en el Ejército al general que mejor conocía. Kirchner le pidió a Duhalde que dejara la cuestión de los juicios pendientes en sus manos e hizo del jefe de la Brigada de Gallegos el instrumento escogido para descabezar al renacido Partido Militar, que se proponía condicionar al gobierno que llegaba con menos porcentaje de votos que de desocupados.

La segunda hoja

Cuando Kirchner le comunicó a su ministro de Defensa que el general Roberto Bendini reemplazaría a Brinzoni, José Pampuro buscó el nombre del elegido en el escalafón del Ejército. “No hay ningún Bendini”, musitó cuando su índice llegó hasta el final del listado. “Te falta una hoja”, le dijo Kirchner, riéndose como un chico travieso. En esos primeros días de su gobierno también reveló los detalles de aquel desayuno con Escribano y el contenido completo del pliego de condiciones que debía cumplir si quería que su gobierno durara más de un año: “No queremos que haya más revisiones sobre la lucha contra la subversión. Está a punto de salir un fallo de la Corte Suprema de Justicia en ese sentido. Nos parece importante que el fallo salga y que el tema no vuelva a tratarse políticamente. Creemos necesaria una reivindicación del desempeño de las Fuerzas Armadas en el contexto histórico en el que les tocó actuar”, le dijo. También le reclamó reunirse con los empresarios, alineamiento incondicional con los Estados Unidos y alejamiento de Cuba. Para finalizar, habló del “muy grave problema de la inseguridad. Debe generarse un mejor sistema de control del delito y llevarse tranquilidad a las fuerzas del orden con medidas excepcionales de seguridad”.

Kirchner le respondió que no haría nada de ello. Desairado, Escribano publicó la amenaza en su columna del jueves 15. Escribió que “la Argentina ha resuelto darse gobierno por un año”, y atribuyó la frase a un amenazador ente genérico que denominó “Washington”, donde había participado en la última reunión del Council of Americas.

La Corte y los cuadros

En su primera semana de gobierno Kirchner cortó el nudo gordiano militar, con el pase a retiro de dos docenas de generales. En la segunda, promovió el juicio político a los extorsionadores encaramados en la Corte Suprema de Justicia. Además anunció su apoyo a los juicios por violaciones a los derechos humanos, que la justicia había reabierto en 2001 a pedido del CELS en la causa “Simón”, y pidió al Congreso que ratificara la convención internacional que veda perdonarlos o detener su juzgamiento por el paso del tiempo. Recién en 2005 la Corte Suprema confirmaría aquel fallo de primera instancia.

También envió al CELS a sus ministros Alberto Fernández y Gustavo Beliz para que conocieran el documento “Una Corte para la Democracia”, que habíamos elaborado en los peores días de 2002 junto con otras seis organizaciones. Y decidió tomar sus conceptos como fundamento del decreto 222/03, que por primera vez estableció un mecanismo transparente y responsable para la designación de los ministros de la Corte. El siguiente ministro que visitó el CELS fue Pampuro, acompañado por su secretario de Defensa, Julián Domínguez. Les propusimos una actividad de fuerte impacto simbólico: el descuelgue de los cuadros de los ex dictadores Jorge Videla y Benito Bignone de la galería de directores del Colegio Militar, como mensaje para las nuevas generaciones que se forman allí. Kirchner quiso escuchar en forma directa el planteo, que ya les habíamos llevado sin éxito a los gobiernos de Duhalde y De la Rúa, cuyos ministros Jaunarena y López Murphy se nos rieron en la cara. Fue una decisión instantánea. Terminó de escuchar y dijo:

–Lo hacemos este 24 de marzo, con los organismos de derechos humanos.

Le sugerí dos alternativas: una seca ceremonia institucional encabezada por el Comandante en Jefe, o un acto con presencia de distintos sectores de la sociedad, incluyendo a los organismos pero también a las centrales sindicales de trabajadores, las cámaras patronales y los partidos políticos. Dijo “ah, bueno” y cambió de tema. Pasaron semanas sin novedad hasta que el 23 de marzo llamó el teléfono:

–¿Venís mañana a descolgar los cuadros?

Le recordé el escenario ampliado que le había sugerido.

–Jhi vojh no te animajh no importa, voy jio solo –dijo.

–Me parece que....

Ya no escuchaba.

Varios generales amenazaron con pedir el pase a retiro como elemento de presión. Su único comentario fue: “Si siguen pensando igual que antes mejor que se vayan. Tendremos más vacantes para reemplazarlos con gente que entienda todo lo que cambió en el país”. También le llegó el rumor de que los originales fueron sustraídos: “Aunque sea una foto de cumpleaños, la vamos a sacar”, comentó. Kirchner dio la orden y aquel ex jefe de la Brigada patagónica en quien confiaba, subió a una tarima y la cumplió. Como otras veces que discutimos, Kirchner tenía razón. Quería hacerlo ya, y no le importaba nada más. Entendía lo esencial mejor que nadie.

Como si fuera poco para un solo día, por la tarde presidió la ceremonia de recuperación de la ex ESMA. El CELS había propuesto que se reservara para el Museo de la Memoria una pequeña porción del predio, desde el edificio principal hasta aquel donde funcionaron Capucha y Capuchita pero que en el resto del predio, de 17 hectáreas y 40 edificios, continuaran las actividades navales porque sería formativo para las nuevas generaciones de marinos que la Armada del presente rindiera homenaje a las víctimas de la Armada de ayer. Además esto hubiera permitido la ocupación inmediata, sin la irritante espera de varios años hasta que el último marino emigrara de allí. Pero en la discusión entre los organismos de derechos humanos perdimos 9 a 1 y Kirchner optó por no contradecir a esa mayoría. Seguimos pensando que nuestra propuesta era superior y que delegar decisiones que competen al Estado en organizaciones no gubernamentales es el mayor déficit de la extraordinaria política de derechos humanos que siguió su gobierno, como se vería después. Pero entendemos tanto el rechazo de quienes no soportaban ver uniformes navales donde fueron masacrados sus hijos, como la opción de Kirchner de no contradecirlos, pese a que la otra posibilidad le entusiasmaba. El acto de esa tarde fue pura emotividad. Antes que Kirchner hablaron dos hijos de detenidos desaparecidos que nacieron en la ESMA y el presidente se ocupó en forma contundente de los gobernadores justicialistas Felipe Solá, José de la Sota, Jorge Obeid, Jorge Busti y Carlos Verna, quienes decidieron no asistir por razones de cartel, lloriquearon en un comunicado que eran humanistas y cristianos, que se sentían discriminados, que sufrieron mucho y que conservaban toda la memoria y no una parte. “Este paso que estamos dando hoy, no es un paso que deba ser llevado adelante por las corporaciones tradicionales que por allí vienen especulando mucho más en el resultado electoral o en el qué dirán que en defender la conciencia y lo que pensaban o deberían haber pensado”, les contestó Kirchner. Viendo la evolución de cada uno, no estaba muy descaminado.

Esa tarde también pidió “perdón de parte del Estado por la vergüenza de haber callado durante 20 años de democracia las atrocidades cometidas por los represores ilegales de la última dictadura militar”. Raúl Alfonsín se declaró dolido porque entendió que se estaba ignorando el histórico juicio a las Juntas. No había sido ése el sentido del mensaje de Kirchner, cuyo pensamiento era más preciso que sus palabras. Se lo explicó al ex presidente en una llamada para disculparse y encomiar aquel proceso. La forma no fue feliz pero en el fondo no estaba equivocado: aquel juicio se hizo para poner a la defensiva a la cúpula militar e impedir que avanzara otra vez sobre las instituciones, en el marco conceptual de la doctrina de los dos demonios, no en el de la guerra sucia militar contra la sociedad argentina. Se trataba de mantener la fiera a raya pero sin reconocer la dignidad de las víctimas y sus luchas. Por eso, Alfonsín nunca recibió a las Madres de Plaza de Mayo, llegó a decir que las financiaban oscuros intereses internacionales, ascendió a militares acusados de graves crímenes e intentó clausurar el tiempo de la Justicia, con dos leyes indefendibles, cuando temió que los juicios dejaran de ser un disuasivo para el golpismo militar.

Un debate maniqueo

La actitud de Kirchner dio lugar a un debate maniqueo. Para sus partidarios más exaltados los derechos humanos son sólo aquello que él hizo. Sus detractores le recriminan que como intendente de Río Gallegos y gobernador de Santa Cruz no aplicara una política nacional de derechos humanos, que sólo usara el tema para fortalecer su gobierno o para robar, como llegaron a decir dos juventones de más de 50, indignados de que un parvenu les invadiera el jardín privado en el que florecían sin competencia sus bellas almas. Ni tanto ni tan poco. El repudio de Kirchner a los crímenes de la dictadura y su exigencia de castigo están documentados desde 1983, igual que la reiteración del tema por parte de Cristina como diputada y senadora nacional en los años ’90. Si esta bandera hubiera dado seguros réditos políticos, ¿por qué nadie la levantó antes y tan pocos lo acompañaron después? Es preciso reiterar que las leyes de impunidad habían sido anuladas en 2001, como culminación de muchos años de tenaz acción de los organismos y que cuando Kirchner llegó al gobierno ya había un centenar de altos jefes detenidos y procesados. Pero también que sin su acción decidida, esos logros podrían haberse revertido. Que por primera vez el Estado se haya puesto con todo su empeño del lado de la Justicia no puede ser minimizado.

La mano en el hombro

La foto que acompaña este testimonio es del 4 de agosto de 2010. La vicegobernadora de La Rioja, Teresita Luna, me había invitado para un homenaje al obispo Enrique Angelelli y Néstor acompañó a Cristina a un acto de entrega de netbooks. Al verme me pidió que lo esperara, porque quería comentarme algo después del acto. Pero desde el escenario comenzó a hacerme señas. Por fin me pidió que me acercara. No podía esperar una hora, tenía algo que decirme ya mismo y se adelantó hasta el borde del escenario. Yo dejé mi asiento entre el público y fui a su encuentro. Por eso estamos en esa extraña posición, él inclinado, cuan largo era, apoyando su manaza en mi hombro para sostenerse. Eso parecía. En realidad, él nos sostenía a quienes durante tantos años habíamos batallado en soledad por el país que su presidencia comenzó a hacer real.

© Escrito por Horacio Verbitsky y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 20 de Noviembre de 2011