Mostrando las entradas con la etiqueta Ursula Ures Poreda. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Ursula Ures Poreda. Mostrar todas las entradas

miércoles, 2 de enero de 2019

Tiempo de espera. Llega el 2019… @dealgunamanera...

Tiempo de espera. Llega el 2019…

Termina un 2018 turbulento. Dibujos: CEDOC

Así termina un 2018 marcado por incertidumbres y expectativas en cualquier nivel que podamos pensar. Una previa poco auspiciosa del año que comienza.

© Escrito por Ursula Ures Poreda el martes 31/12/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 

El año en que vivimos agazapados. Así termina un 2018 marcado por incertidumbres y expectativas en cualquier nivel que podamos pensar. Una previa poco auspiciosa del año que comienza.

Hagan ustedes también el esfuerzo de leer proyecciones. Las que quieran: económicas, políticas, encuestas, enseñanzas kabalísticas, horóscopos. Lo que quieran y de lo que crean. 

No hay quien hable en Argentina de otra cosa que no sea esperar. Vacaciones, primer trimestre, inicio de clases, campaña, elecciones, cambio de gobierno (si cambia), reactivación económica, etc. Hay que esperar y no sólo hasta que den las 12.

Y mientras lo hacemos, casi sin darnos cuenta repasamos el último año, a modo de balance urgente antes del brindis, las uvas y la enumeración de nuestros mejores deseos, esa voluntad tan ingenua como inalienable del ser humano.

Llegar a fin de año en Argentina, esta Argentina, es un acto heroico en sí mismo. Algo así como una prueba de supervivencia diaria. Pero que lleguemos implica, en cualquier caso, un resultado positivo.

Termina el diciembre más tranquilo desde 2001, en parte gracias a la apatía ciudadana -que ya ni protesta por los tarifazos- pero más aún por los millones de pesos que el Gobierno nacional destinó para calmar a los sectores más golpeados por el ajuste. No hubo saqueos, desmanes en Plaza de Mayo ni corridas.

En las últimas semanas, los editores de Perfil repasamos varios de los que considerábamos los temas del año: el brainstorming derivó en un listado impresionante, como si en lugar de un año hubiéramos abarcado siete.

A esa aproximación se sumó un intento más metódico de ver, mes por mes, las noticias más buscadas. Las historias virales  y demás curiosidades se mezclaron con hechos que se convirtieron en hitos periodísticos.

El escándalo de los cuadernos de la corrupción, y la reacción en cadena de arrepentidos de toda la corpo, la K y la empresaria.

- El extraño ejercicio de la independencia del Poder Judicial, que acelera su marcha al compás de los tiempos políticos más que por las causas en curso.

- Las filtraciones que dejaron al descubierto la existencia de empresarios argentinos y entonces funcionarios nacionales en complejas redes offshore. Los Paradise Papers nos perdonaron a nadie

El éxito del G20, aunque en el cortísimo plazo sólo hablemos de intenciones de inversión extranjera.

- La crisis económica con que recibiremos el modesto 2019, gestada con el 28D y agravada desde entonces con la cadena de desaciertos del equipo económico y la soberbia de los cerebros comunicacionales.
- Las negociaciones con el FMI. ¿Alguien vio con atención el cronograma de pagos?

- El blindaje del Senado hacia los fueros de los legisladores investigados en la Justicia, no sólo a favor de Cristina Fernández de Kirchner.

- La escasa actividad legislativa tanto en la Cámara de Diputados como en la de Senadores. Pese a la indecencia de algunos debates, hay dos leyes a destacar, que llevan nombres que no necesitan mayores explicaciones, Justina Micaela.

- El grito del movimiento feminista en Argentina, cuyo avance crece aunque también lo hagan las cifras que hablan de violencia contra las mujeres, en todas sus formas. Con su revolución, las hijas prometen obtener lo que sus antecesoras no pudieron lograr.

- Los debates por la interrupción voluntaria del embarazo y la educación sexual en las escuelas. Lo que buena parte de la progresía local valoró como consumo irónico de redes resultó tener tal poder que todavía asistimos de reojo a la muerte de mujeres por abortos clandestinos.

- El fracaso de la "argentinidad chabona"con Sampaoli y otros tantos en el Mundial de Rusia. Acaso sea hora de impulsar otras disciplinas donde el negocio de los dirigentes y las barras no sean la columna vertebral del deporte en cuestión.

El crecimiento de la pobreza en el país, cuyos gráficos cuantifican el espanto de un futuro negro para el 51% de los niños en el país.

El hallazgo del A.R.A. San Juan (S-42), sobre el cual la sociedad sigue demandando explicaciones.

La identificación de soldados caídos en Malvinas. Todo avance hacia la verdad es el camino para comenzar el duelo de quienes todavía esperan respuestas.

Visto lo visto, ¿por qué brindar? Por lo que falta y la inagotable resiliencia, por la espera. Nada cambiará el 2 de enero pero si el calendario sirve, cual placebo, para engañarnos y convencernos de que, por los próximos 364 días todo es posible, que así sea.




(Fuente: www.perfil.com). El periodismo profesional es costoso y por eso debemos defender nuestra propiedad intelectual. Robar nuestro contenido es un delito, para compartir nuestras notas por favor utilizar los botones de "share" o directamente comparta la URL. Por cualquier duda por favor escribir a: perfilcom@perfil.com 

lunes, 14 de julio de 2014

Brasil, Argentina te dice qué se siente... De Alguna Manera...

Brasil, Argentina te dice qué se siente...


La voluntad política de forzar lazos en Latinoamérica no alcanza a salvar lo que el deporte separa. Los "irmãos" quedarán en la historia como los Judas del subcampeón.

Argentina perdió la Final, esa misma a la que no llegaba desde hacía 24 años. Y repitió la historia, como hace 24 años: logró un subcampeonato, sin la cuota de suerte que necesitan los campeones, con un efímero error en defensa que fue su verdugo, y con un árbitro que nos recuerda al nefasto Codesal. Pero llegó, se lleva el trofeo al mejor jugador de la Copa, y una medalla que no está tan buena, pero es una medalla.
Argentina puede decir qué se siente, Brasil. Terminado el partido,la hinchada se quedó en las calles argentinas y en Copacabana, llorando y cantando por los jugadores que quebraron la maldición de los cuartos de final y que hoy reciben una ovación en el Maracaná. No levantaron la Copa, pero la vieron cerca. Acaso mucho más cerca que la verdeamarelha que los llevó a la histórica humillación del 1-7.
En su magra campaña mundialista, Brasil tuvo cuatro victorias: Croacia, 3-1; Camerún (4-1) y Colombia (2-1) y Chile (1-1, y penales). Con México empató. El fin llegó con los de Löw y el Mineirazo. Los de Scolari padecieron la mayor goleada de su historia. Incluso peor que el 6-0 con el que cayeron ante Uruguay. Fue en Chile; no eran ni locales.
Por el contrario, previo a la final, Argentina ganó todos sus encuentros: Bosnia, 2-1; Irán, 1-0; Nigeria, 3-2; Suiza, 1-0; Bélgica, 1-0. Con Holanda, definió un 4-2 en penales.
Ya fuera de la Copa, el temor se volvió celeste y blanco. El apoyo de los irmãos fue para Bélgica, primero, y Holanda, después. Lejos de los intentos de regionalización comercial y política, y la insistencia de los líderes latinoamericanos en hablar de la Patria Grande, el brasileño medio mutó en un mezquino mercenario. Deleznó a su Selección, tildó al DT de “viejo imbécil”, secó sus lágrimas por Neymar y lo aplastó luego de que confesara que prefería una Argentina campeona. Hizo filas en las tiendas comerciales para conseguir camisetas alemanas y modificó su bandera, que tomó los colores germanos. Y ahora, en un resentido “fan fest”, no celebra la victoria germana, sino la derrota argentina.
Como él, los medios, que llamaban a sus lectores a apoyar a Alemania y, por estas horas, preguntan a Argentina qué se sienteLa Final se siente, Brasil. Y, aun en la derrota, Argentina te lo dice.
© Escrito por Ursula Ures Poreda el Domingo 13/07/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.





domingo, 15 de junio de 2014

Bosnia, los “niños de la guerra”... De Alguna Manera...


Bosnia, los “niños de la guerra” y el error nacionalista...


Por primera vez en su historia, juegan un Mundial. Los jóvenes sobrevivientes de la última guerra y un relato por todos.

Recién arranca el Mundial y ya hay sorpresas, promesas, batacazos y decepciones. Aún no se cumple la primera semana desde la inauguración de la Copa del Mundo, pero todos los equipos hacen gala del relato de su selección (y los reveses de los primeros partidos).

Brasil 2014 parece ser para Bosnia y Herzegovina, no por calidad futbolística (que no es tema de discusión acá), sino por el pétreo relato de los once que en pocas horas se enfrentarán a Argentina. A falta de trayectoria mundialista, el país debuta como tal en un Mundial. Sus 22 años como Estado formal arrastran el asfixiante peso de la guerra, la que los independizó de Yugoslavia y todas las anteriores, que pusieron a la región como inesperado enclave para detonar los peores conflictos de la historia mundial. Los sobrevivientes exhiben, involuntariamente, las marcas de anexiones y secesiones desquiciadas. Y su seleccionado no escapa al mito.

El equipo de Safet Susic es el de los “niños de la guerra”. Así hablan los medios de ellos, y no se equivocan. Buena parte de sus integrantes vivieron la guerra que, en poco más de tres años, deshizo el mapa político de los Balcanes. Algunos, como Begovic o Ibisevic, integraron la legión de casi dos millones de desplazados. Volvieron al país años después de deambular por el mundo con el recuerdo de sus raíces. Otros, vieron morir a familiares, entre las más de 100 mil víctimas fatales del conflicto. Entre ellos, Edin Dzeko.

Son “los niños de la guerra” y no lo ocultan. Por el contrario, la camiseta exalta su sentido de pertenencia: los once de mañana son la diáspora de bosnios en todo el mundo, los nacidos allí, y los hijos y nietos de. Pero su experiencia de la guerra no los convierte, en sí misma, en jugadores de primera. Son tan sobrevivientes como víctimas, al igual que otros. Como el croata Luka Modric, otro “niño de (otra) guerra”. Ni pena ni temor.

Aunque cierto, el relato bosnio raya el error nacionalista, el mismo que cometemos todos, que pasamos por tres camisetas en una tarde hasta que llegue la propia. Porque nuestro tercer apellido es italiano, somos hijos de españoles o nuestro abuelo era francés. 

Detestamos a Inglaterra al punto tal que la embajadora en Londres organiza charlas sobre fútbol con la camiseta de Argentina. Un gesto tan estúpido como si un republicano festejara la derrota española porque la camiseta no lleva una banda morada.

Desacertado, como el saludo filonazi de Simunic con la camiseta croata, que le valió una suspensión de diez fechas. O como la vergüenza profesa del exarquero polaco Jan Tomaszewski ante una selección a la que le faltaban “verdaderos polacos”. En 2012, el equipo tenía, al menos, tres jugadores que habían pasado por las inferiores de otros países.

El frenesí mundialista saca lo mejor y lo peor de nosotros. ¿Cuándo arranque el partido alguien recordará la historia de vida de los jugadores? ¿Nos importará su derrotero pasado hasta llegar a su histórico debut mundialista? ¿Podemos ser honestos y decir que, por 90 minutos y en pos de ganar, no nos interesará en lo más mínimo?

La pasión no puede ser siempre igual. Y la que genera el fútbol no tiene mucho que ver con aquella que sentimos cuando se nos ocurre, sin mano izquierda, resolver el mundo entero.

© Escrito por Ursula Ures Poreda el Sábado 14/06/2014 y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.