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sábado, 23 de febrero de 2019

Cristina, la sirena... @dealgunamanera...

Verano electoral...

Atados para no tentarse. Solá, Fernández y Massa, bajo el influjo de CFK. Dibujo: CEDOC

Un cisne negro aparece con aterradora frecuencia en los comentarios políticos de los diarios. Como si todo el mundo hubiera encontrado en el libro de Nassim Taleb El imperio de lo altamente improbable una clave sencilla para no hacer el trabajo más pesado de buscar conexiones ocultas, incluso hipotéticas, entre los acontecimientos. El cisne negro equivale a una renuncia a interpretar, renuncia que se hace con el guiño de que ya se ha interpretado. 

© Escrito por Beatriz Sarlo el domingo 17/02/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Hace casi dos décadas, le tocó el turno a la “modernidad líquida”, brillantemente teorizada por Zygmunt Bauman en un libro que tuvo la desgracia de que su título fuera usado incluso por quienes no lo habían leído. De la noche a la mañana todo era modernidad líquida. Taleb no tiene la culpa de que se le haya ocurrido la metáfora del cisne negro. No es responsable de que la pereza del análisis recubra con oscuro plumaje todo acontecimiento que parezca imprevisto. Es hora de buscar otras historias para satisfacer el hambre de imágenes y alegorías.

Basta de cisnes. Terminada la guerra de Troya, en el canto XII de La Odisea, Ulises enfrentó las conocidas aventuras que dilataron su regreso al hogar. Entre otras, el peligro de las sirenas. Circe, la maga, le advierte: “Llegarás a las sirenas, que hechizan a todos los que se acercan a ellas en sus naves. Quien escucha la voz de las sirenas ya no experimentará la alegría de volver a ver a su esposa y sus tiernos hijos, ni podrá compartir su alegría porque ha vuelto a casa.

Antes, las sirenas lo hechizarán con su canto melodioso, sentadas en un prado sobre un montón de huesos humanos putrefactos, cubiertos de piel seca. Cuando te acerques a las sirenas, ordena que tu nave pase de largo; derrite cera y, como si fuera miel, unta los oídos de tus compañeros para que ninguno de ellos las escuche. Si tú quieres complacerte en oírlas, manda que te amarren al mástil de pies y manos. Si suplicas a tus compañeros o les ordenas que te desaten, que ellos te sujeten con más cuerdas”.

Ulises que, como es inteligente, no desoye consejos, obedece y se amarra al palo mayor de su nave. Quiere escuchar el canto de las sirenas, pero no quedar preso de sus hechizos fatales. Por eso puede seguir viaje y llegar, finalmente, a Itaca, donde desbarata a la nube de pretendientes que rodea a su esposa.

A muchos políticos les convendría releer el canto XII de La Odisea. Y, acto seguido, pedirles a sus compañeros que los aten al mástil de la nave, para que las melodías de la Sirena no los atraigan al lugar donde, hace poco, juraron que no acudirían.

Desde esa posición inmóvil podrían escuchar los musicales mensajes de Cristina, pero no saldrían corriendo a su encuentro, porque su final puede ser el de los desdichados navegantes que no siguieron los consejos de atarse al mástil y perdieron la vida, la juventud y la posibilidad de un futuro. Hace un año o poco más, Felipe Solá, Alberto Fernández Sergio Massa no parecían dispuestos a escuchar el canto de la Sirena. Transcurrieron unos meses y empezaron a hablarle por teléfono o visitarla. No solo se acercaron, no solo olvidaron atarse al mástil que hasta ese momento los había sostenido a prudente distancia de la Sirena, sino que ahora parecen dispuestos a una nueva vuelta de la vieja melodía.

No es culpa de la Sirena. No se puede culpar a la Sirena. Ella sigue sus impulsos naturales y hace lo que debe hacer cualquier sirena que se precie: canta para embaucar a quienes la escuchan y cometen, una vez más, el error de pensar que ese canto es indispensable para seguir el viaje.

El Ulises de Homero no leía encuestas, por eso siguió el consejo de no acercarse a las sirenas. Acá sí se dejan seducir. 

Ulises no leía encuestas. Por eso pudo seguir los consejos que le advertían no acercarse a las sirenas. Entendió que el peligro era mayor que cualquier cosa que las sirenas pudieran ofrecer. Pero los políticos sirenizados, calculadores, inseguros, leen encuestas y concluyen que la melodía también llega a los oídos de un 30 por ciento de los que navegarán hacia las urnas en octubre.

La épica de Homero nos enseña que quienes no obedecen los buenos consejos terminan mal. Busquen todos los ejemplos que quieran en La Odisea y La Ilíada. Traigo la historia de Ulises y las sirenas porque, como toda buena historia, puede ser trasladada a otros escenarios y ser representada por otros personajes.

Cualquiera se da cuenta de quién es la Sirena y cualquiera sabe, además, que su canto ha sido atendido por políticos impacientes.

Ulises también estaba apurado por llegar a su hogar en Itaca, tan apurado como esos políticos argentinos que aspiran a la presidencia. Como todo viajero que ha estado lejos muchos años, Ulises quiere llegar cuanto antes, porque no sabe bien qué le espera, no sabe si su mujer le ha sido fiel, no sabe si su hijo se ha convertido en un hombre de bien. Pero es inteligente y el apuro no le gana a la sensatez. Es astuto y no se deja engatusar con los cantos. Es un guerrero experimentado y sabe que la única manera de tener un futuro es tener un buen pasado y no equivocarse en el presente.

Resistir la tentación. Ulises es sabio y atiende el consejo que le han dado: no escuches a las sirenas. Si Ulises las hubiera escuchado, jamás habría podido regresar a su hogar, porque habría sido víctima de su propia curiosidad. Se hubiera quedado a mitad de camino, y la Sirena podría darse el lujo de caminar sobre su cuerpo como caminó sobre los huesitos de los que cayeron porque la escucharon. Por eso creo que los políticos argentinos en vez de fijarse tanto en si llegan los cisnes negros, deberían esforzarse por dos cosas: la primera es pensar que los imprevistos son inevitables, y que, sin embargo, hay que estar preparado para enfrentarlos; la segunda y más importante es que los cantos de la Sirena deben encontrarlos atados al palo mayor de la nave o del buquecito que han decidido comandar. Si no se atan al palo mayor para evitar la tentación del canto de la Sirena, les volverá a suceder lo que muchos de ellos saben que les sucedió antes.

La Sirena conoce bien sus poderes y, sobre todo, sabe que a esos políticos les cuesta resistir la tentación. A Ulises lo llamaban con una palabra griega que admite las siguientes traducciones: prudente, experimentado, lleno de recursos, sagaz, aventurado, ingenioso, profundo, incansable. Buenas cualidades para un político. Por eso, venció el canto de las sirenas, mientras que otros todavía están dando vueltas alrededor de Cristina.

La mitología griega (que no es elitista, sino que formó el imaginario europeo durante siglos) tiene más calidad que el abuso de metáforas ornitológicas como el cisne negro, llegadas de la academia global. Imagino a los pretendientes presidenciales atados al mástil para no salir corriendo cuando silbe la Sirena.

En verdad solo quien demuestre independencia explícitamente, sin medias palabras, puede reclamar que se le reconozcan las cualidades de un posible presidente. De los nombres en los primeros lugares de las encuestas, solo un economista experimentado se comportó como Ulises y dejó en claro que no le interesan los cantos de las sirenas. Los ansiosos candidatos que ya se anotaron se desataron del mástil que les impedía tirarse al agua y andan boyando por ahí.

Escuela de sirenas. Ese fue el título de una película donde la actriz y eximia nadadora Esther Williams brilló por su elegancia y demostró que no es fácil convertirse en sirena. Se necesitan muchas cualidades y gran trabajo. A Macri, que le gusta la pop music, no le vendría mal darle un vistazo a la película. Esta semana habló ante los empresarios para hacerles conocer, según titula Clarín, un “plan buenas noticias”. En estos tres años, comenzando por su viaje a Davos, Macri difundió varios planes “buenas noticias”, sin contar las incumplidas promesas que hizo durante la campaña electoral.

Una anécdota de filmación de Escuela de sirenas nos hace pensar que los acontecimientos pueden repetirse en diferentes escenarios. Las secuencias de la película que debían filmarse en la piscina tuvieron lugar durante el invierno, y la gramilla de los exteriores lucía parda y mortecina. El director del film dio la orden de que una cuadrilla la pintara de verde intenso.

Macri ya ha pintado varias veces la reseca gramilla donde pronuncia sus optimistas discursos. Ya ha intentado convencer de que su gobierno logrará los mismos éxitos que todavía hoy están más ausentes que una sirena verdadera. Su último discurso, el del miércoles pasado ante empresarios, es uno más de esta serie de intentos frustrados. No canta como una sirena quien quiere, sino quien puede. 

Sin ayuda de la mitología y sin la magia del cine de Hollywood, las embaucadoras sirenas no aparecen. Deben estar en alguna parte, sentadas sobre los brotes verdes.



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sábado, 7 de junio de 2014

Macri, el mal menor… De Alguna Manera...


Macri, el mal menor…

Coincidencia. Presidenta y jefe de Gobierno porteño. Foto: Cedoc Perfil

Luego de que Carta Abierta comparara a Scioli con quien domestica al rey asesino en los cuentos de Las mil y una noches o asociara las diagonales de la ciudad de La Plata con el laberinto de Creta, revirtiendo el hilo de Ariadna para calmar al “Minotauro Justicialista”, en la última contratapa propuse una continuidad con las islas de Tigre como el mar Egeo y algún ejemplo de La odisea con Massa.

Ahora que se sabe que uno de los principales autores de Carta Abierta, Ricardo Forster, es secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional, y dada la fijación acuática de Carta Abierta (a Scioli lo llama “el motonauta” y a Massa lo asocia con “los astilleros del Tigre”), sugiero concretamente el episodio en el que Odiseo –Ulises–, después de haber acumulado victorias y de regreso a su patria, encuentra a sus hombres convertidos en cerdos en la isla de Egea por la bruja Circe.

La Cámpora y otros partidarios kirchneristas convertidos en cerdos capitalistas tras un amansamiento de hechiceros pejotistas como Massa o Scioli, que los transformaran en meros artífices de los poderes fácticos y corporativos, podría ser la más horrible pesadilla tanto para Cristina Kirchner como para Carta Abierta.

Qué peor escenario que ver a sus jóvenes militantes “mudos frente a las injusticias”. Jacques Lacan tomó el ejemplo del drama de estos compañeros de Ulises convertidos en cerdos que sólo podían gruñir para exponer la función de la palabra.

Desde esta perspectiva, que sus partidarios se queden, metafóricamente, sin voz puede ser peor que se queden, literalmente, sin poder. Y no resulta inverosímil que el Gobierno prefiera una presidencia de Macri que permita mantener al kirchnerismo unido en una vibrante tarea de oposición, que apaciguado por las mieles de un oficialismo light.

Supuestamente, es Máximo Kirchner quien más prefiere a Macri que a Scioli o Massa. Para el hijo de la Presidenta, Scioli o Massa, al día siguiente de asumir, muertos de miedo, firmarían todo lo que pida Clarín con tal de contar con su apoyo. Mientras que Macri, por orgullo personal, por haber nacido rico y no haber vivido nunca una situación de inferioridad, rechazaría de plano que el Grupo lo tratara como a un empleado más. Y, entre Massa y Scioli, le tendría más miedo a Scioli, porque, en su deseo de quedar bien con todos, los de derecha e izquierda, o –en términos mediáticos– con los “hegemónicos” y los militantes, podría terminar quebrando la economía porque para gobernar hay que poder decir que no, algo que a Scioli le costaría más que a Massa.

Si así fuere, los esfuerzos de Cristina por tragarse los “sapos ortodoxos” acordando con el Club de París, enfriando la economía con tasas de interés más altas y reducción de subsidios, para que el kirchnerismo no termine con una economía que se derrumbe, como les sucedió a los dos gobiernos radicales, serían vanos. Porque, si después Scioli colapsara, aunque se tratase de otro mandato presidencial, la gente terminaría recordando que las condiciones de crisis las creó el kirchnerismo, como pasó con la convertibilidad, que aunque le explotó a De la Rúa no exculpó de responsabilidad a Menem.

Pero, más allá de estos cálculos tácticos, puede haber cuestiones más estratégicas, de fondo y largo plazo, conscientes o hasta inconscientes, que acerquen al PRO con el kirchnerismo. Una forma de concebir el dualismo político son las clásicas categorías de derecha e izquierda; en ese caso, el PRO y La Cámpora serían los extremos de esa polaridad.

Pero, si se tomaran otras categorías para construir las oposiciones de la política, podríamos encontrarnos con la sorpresa de que el PRO y La Cámpora tienen similitudes en el vector nuevo-viejo porque ambos reivindican la renovación en la política y una crítica de las prácticas gatopardistas de las últimas décadas. Visto así, La Cámpora y el PRO tienen un enemigo en común, que es el PJ, la estructura burocrática del peronismo, que, como aparato, trasciende al peronismo para abarcar también a parte de la dirigencia del radicalismo, consustanciada, a través de tantos años, con técnicas similares.

No sólo La Cámpora –también el PRO– promueve la participación de los jóvenes y la formación de cuadros dirigenciales nuevos. Y hasta podría decirse que la misma rebeldía que Kicillof comparte con Macri frente a la costumbre de usar corbata es una clara señal de la existencia de una semiótica del vestuario que, además de tener algo en común para comunicar, transmite un mensaje similar de informalidad como asociación de juventud y cambio.

Cuando en la inauguración del tramo de la autopista Illia, el martes pasado, la Presidenta dijo que no había pacto alguno entre el kirchnerismo y el PRO sino sólo sentido común, la aclaración sonó parecida a cuando un paciente le dijo a Freud: “No es por mi mamá, doctor”, lo que fue interpretado como una confirmación de lo contrario por la energía colocada en su negación.

También “habló” la escena, porque la Presidenta nunca colocó a Scioli a la par en ningún acto, sino siempre detrás o a un costado, y aceptó ubicarse con dos atriles iguales en la inauguración de la autopista, al igual que en el tedeum del 25 de Mayo, cuando ella y Macri ocuparon dos reclinatorios separados del resto en la Catedral.

El miedo a que Scioli les choque el modelo (una frase repetida en las escuelas de gestión es: “No conozco la clave del éxito, pero sí la del fracaso: tratar de satisfacer a todo el mundo”), o a que Massa se lo robe, puede hacer que Macri termine siendo el mal menor para los kirchneristas. Y –como se adelantó en la contratapa de la semana pasada– les permite soñar con que sea el equivalente de Piñera en Chile, que contribuya al regreso de Cristina, como Bachelet, después de un período de derecha.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el Viernes 06/06/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


domingo, 18 de noviembre de 2012

Tragedia y locura... De Alguna Manera...


Tragedia y locura…

LA PRESIDENTA, frente al dilema de tener que elegir entre profundizar el modelo o corregirlo.

Tras el 8N, hay dos posibilidades: el Gobierno corrige el rumbo o lo profundiza. Elige cuáles deseos mantener y cuáles abandonar, o sigue yendo por todos. Se trata de una opción porque uno de los dos caminos tiene muchos más riesgos y contiene verdadero peligro. Si no, todos querrían siempre ir por todo. El dilema reside en que, independientemente de cuál sea la decisión, siempre tendrá remordimientos por no haber optado por la otra elección.

La tragedia es el género especializado en situaciones en las que el agente tiene que elegir entre dos alternativas, ninguna carente de males, en conflicto ético, incompatibles entre sí y ante las cuales el protagonista se rebela. Martha Nussbaum, en su libro La fragilidad del bien: fortuna y ética en la tragedia y la filosofía griega, escribió que es característica de la tragedia “mostrar la lucha entre la ambición de trascender lo meramente humano y el reconocimiento de la ruina que ello acarrea”.

El ejemplo de Aristóteles era el del capitán de un barco que, para salvar a su tripulación en una tormenta, debía tirar el cargamento al mar. Pero si quería llegar a puerto con todo, emergía la tragedia. En nuestro caso, lo que la Presidenta debería enviar al fondo del mar, si deseara que la nave de su economía llegue sin mayores riesgos a 2015, sería el relato, porque le será cada vez más difícil continuar con inflación creciente, retraso cambiario, subsidios y déficit. Y en el camino puede producir una tormenta perfecta.

Pero, para ciertas personas, la vida sólo es completa cuando se la vive como si fuera obra de arte, pretendiendo unir lo sublime y lo profano. Nietzsche creía que “el gran estilo” era lo que unía la voluntad de poder con el arte, entendido como exceso, transgresión, transformación, energía, “la economía a lo grande” y el encuentro con la vida. Para Nietzsche, “el gran estilo” era la tragedia, “el amor por las cosas problemáticas y terribles”. Lo sublime identificado con la “domesticación de lo trágico” y la instrumentalización de lo enigmático.

Para el romanticismo no hay verdad sin estilo, ni estilo sin verdad. Y Nietzsche hablaba del fin de la retórica y el comienzo de la estética.

Así pensado, en muchas locuras no habría una caída del mundo inteligible al sensible sino lo contrario, un ascenso, porque sólo con la liberación de las pasiones se accedería al conocimiento, y sólo el furor divino permitiría alcanzar el saber del nivel superior.

“El hombre siente placer cuando actúa conforme al fin que ha suscitado su acción, la conformidad con el fin se manifiesta bajo la forma de belleza, bello es aquello que siendo perfecto implica una acción virtuosa”, escribe el profesor de Estética de la Universidad de Turín, Sergio Givone en su Historia de la estética.

Si lo sublime es la tragedia, ¿será más majestuoso quedar en la historia como la mujer que no cambió sus convicciones, o lo será ser re-reelegida si para ello tiene que moderar sus proposiciones? Entonces, ¿preferirá un escenario donde los kirchneristas se hagan más kirchneristas y los antikirchneristas se hagan más antikirchneristas? ¿Preferirá la fábula verdadera y una inagotable producción de significados antes que abandonar teorías derrotadas tras experimentos falseadores? Y si la economía se fuera de control antes de 2015, ¿preferirá una inflación del 50% anual y una brecha cambiaria del ciento por ciento antes que aplicar otro plan económico?

Martha Nussbaum, en su libro sobre la tragedia, escribió que “la particular belleza de la excelencia humana reside justamente en su vulnerabilidad”, el héroe siempre tiene un “esplendor fugaz” y una “frescura húmeda”. Ulises prefiere el amor mortal de una mujer destinada a envejecer al esplendor perpetuo de la hija de Atlas. “Limitando el intento de desterrar la contingencia de la vida humana –sigue Nussbaum– hubo siempre un vívido sentido de la especial belleza que atesora lo contingente y mudable, un amor al riesgo y la vulnerabilidad de la humanidad que se expresa en numerosos relatos sobre dioses enamorados de mortales”.

¿Soñará Cristina Kirchner con enamorar al destino? ¿Soñará con ser ella misma Odisea? Los 200 funcionarios que la aplauden de pie cada vez más sobreactuadamente (haciéndole mal) son la esperanza de que la Presidenta no se extravíe en el goce de lo sublime que alimente la tragedia para no quedarse ellos sin trabajo.

Ojalá que el género que practique el kirchnerismo siga siendo la comedia.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 17 de Noviembre de 2012.