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sábado, 1 de noviembre de 2014

Pizzería Google, buenas noches... De Alguna Manera...


Las TIC y la Ley de Medios…

Google baja su tarifa de avisos y vende más por más clics. Foto: Sergio Ucedo 

—Pizzería Google, buenas noches.
—Pero, ¿este... no era el teléfono de la pizzería Don Corleone?
—Sí, era..., pero Google compró la pizzería y ahora el servicio es más completo y eficiente.
—Bueno, ¿puede tomar mi pedido, por favor?
—Cómo no, señor Gómez. ¿Desea lo de siempre?
—¿Lo de siempre? ¿Sabe mi nombre? ¿De dónde me conoce?
—Por el identificador de llamadas. De acuerdo con su número de teléfono, sabemos que las últimas 53 veces que llamó pidió pizza y solicitó los gustos cuatro quesos y calabresa con doble mozzarella.
—Ah, bueno. Sí, quiero eso mismo.
—¿Puedo hacerle una sugerencia?
—Sí, claro: ¿tiene una pizza nueva en el menú?
—No, pero me gustaría sugerirle la de ricota y la de rúcula.
—¿Ricota? ¿Rúcula? Odio esas cosas.
—Pero es bueno para su salud, y su colesterol no anda bien.
—¿Cómo?
—Es que tenemos acceso a la base de datos del laboratorio donde hace sus análisis. Cruzamos el número de teléfono con su nombre y DNI y nos surge que usted tiene alto el colesterol.
—No quiero pizza de ricota, ni de ensalada. Para eso tomo mis medicamentos para el colesterol y entonces como lo que quiero.
—¿Está seguro? Aquí me surge que usted no ha tomado su medicina últimamente.
—¿Usted es de la pizzería o de la SIDE?
—Tenemos una base de datos de las farmacias de la ciudad. La última vez que compró su medicamento para el colesterol fue hace tres meses. Y la caja tiene treinta comprimidos.
—¿Cómo usted sabe esto?
—Por su tarjeta de crédito. Usted siempre compra sus medicamentos en la farmacia Sorrento, que le ofrece descuentos si paga con tarjeta de crédito del Banco HSBC. Según nuestra base de datos de sus gastos con la tarjeta, desde hace tres meses no ha comprado nada allí.
—Cancele mi pizza.
—Muy bien, pero una cosa más...
—¿Y ahora qué?
—Quiero recordarle que su pasaporte está vencido.

(Ironía futurista que circula por la web)

* * *
A las tecnologías de la información y comunicación se las abrevia como TIC pero hasta no hace mucho se llamaban NTIC porque se agregaba la palabra “nuevas”. La convergencia ha hecho que ya no sean más nuevas porque las anteriores tecnologías de comunicación también se digitalizaron.

Quienes hace cinco años decían que la Ley de Medios nacía vieja porque no tenía en cuenta las TIC tenían razón. Si ya era posible recibir servicio telefónico, de televisión interactiva y acceso a internet, todo a través de una misma conexión, no tenía lógica duplicar las redes en determinados casos, o impedirle al consumidor y a los productores de contenidos beneficiarse por la competencia entre más prestadores de esos servicios. La ley debía poner foco en que esos proveedores no se cartelizaran para impedir a los consumidores finales recibir más por menos o para discriminar y censurar a los productores de contenidos que abusaran de una posición dominante.

Hay dos variables a controlar: que la captura de renta (ganancias) sea la suficiente para hacer crecer empresas eficientes pero no tanta como para que dejen de innovar, competir y trasladar a los consumidores mejoras de precio y calidad. Y que su control de la conectividad no se traslade a ventajas en la producción de contenidos que las haga dueñas no ya de la canalización de los mensajes sino de los mensajes mismos.

El gráfico que acompaña esta columna muestra la variación de la tarifa de publicidad de Google que pudo aumentar sus siderales ventas (en muchos países concentran más de la mitad de toda la publicidad en internet y sin gastar en la producción de contenidos en Argentina venden más publicidad que Canal 13 o Telefé) y simultáneamente bajar año a año su tarifa de publicidad, en su caso medida en clicks.

Esto fue posible porque aumentan los clicks, pero como el total de dinero que las empresas invierten en publicidad no es infinito, como tampoco lo es el tiempo de la audiencia, los medios tradicionales que financian la producción de contenidos con publicidad, ya sea totalmente (radio y televisión abierta) o parcialmente (diarios, revistas y señales de televisión por cable), enfrentan nuevos desafíos.

También Netflix es un desafío para empresas como Cablevisión en Argentina o a nivel mundial HBO. Es decir: todo está en continuo cambio o en “proceso de destrucción creadora”, como decía el economista austríaco Joseph Schumpeter en su clásico libro Capitalismo, socialismo y democracia.

El triple play era inevitable (vale reconocer que faltó en la Ley de Medios no por omisión del oficialismo sino por pedido de partidos hoy de oposición). Pero no puede Clarín, por la Ley de Medios, estar impedido de tener simultáneamente Cablevisión y Canal 13, mientras que por la nueva Ley de Telecomunicaciones, que se envió ahora al Congreso, Telefónica puede mantener su empresa de conectividad junto con Telefe.

Lo ideal sería que todos los proveedores de conectividad pudieran conectar todo tipo de servicios pero no pudieran producir contenidos (y viceversa los productores de contenidos), para no terminar como en el irónico ejemplo de la pizzería Google y que los canales de televisión argentinos no fueran el Canal Telefónica, el Canal Telecom, el Canal Claro y el canal cuarto operador telefónico.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el Viernes 31/10/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Todo el contenido publicado es de exclusiva propiedad de la persona que firma, así como las responsabilidades derivadas.







domingo, 15 de septiembre de 2013

Clarín 2... De Alguna Manera...

Clarín 2...

Esta contratapa continúa la de ayer, ambas dedicadas al tema central de la audiencia pública de la Corte Suprema de Justicia por la Ley de Medios, que fue el de la escala: cuanto más grande es mejor, y cuanto más grande es peor. Por cuestiones de espacio focalicé ayer sobre si (y si sólo) se puede hacer periodismo de investigación político crítico de los gobiernos desde una empresa de medios muy grande. Y en la de hoy, sobre si el tamaño de Clarín afecta la pluralidad, dificultando el desarrollo democrático y/o la libre competencia, trabando el desarrollo económico.

Habría que comenzar diciendo que si una empresa es la primera en diarios, la primera en televisión, la primera en radio, la primera en cable y la primera en internet, o todos los demás son tontos o existe alguna ventaja que ese conglomerado tiene y dificulta a cualquiera competirle.

En un reportaje publicado en Perfil el sábado de la semana pasada, el CEO de Cablevisión, Carlos Moltini, dijo que sin la fusión de Multicanal con Cablevisión “la empresa no era sustentable en el largo plazo”. O el problema está mal planteado, o nos encontramos frente a un raro caso donde una empresa o muere o es líder en todo.

Yo no creo que Moltini mienta ni tampoco que Sabbatella esté totalmente equivocado, cada uno tiene su parte de razón. El problema es que, aunque la Corte Suprema pudiera descifrar lo verdadero de cada lado, no podría resolver el problema de fondo porque no tiene el poder absoluto del rey Salomón, quien ejercía simultáneamente el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. La tarea quedará para un nuevo gobierno y un nuevo congreso a partir de 2015. Lo que la Corte ahora podrá hacer es impedir que se rompa lo irreparable.

De cualquier forma, el debate es enriquecedor y preparativo para 2015, además de orientar a la Corte sobre qué cuidar.

Moltini dijo que Clarín no es sustentable en el largo plazo porque “la pérdida de lectores del diario es permanente. En TV abierta no hay un programa que supere los veinte puntos de rating. Los consumidores evolucionaron en la manera de acceder a los contenidos. Todo medio independiente hoy en la Argentina tiene algo atrás que le da sustentabilidad”.

Primero habría que aclarar qué es ese “algo” que tendrían atrás y que da sustentabilidad a los medios independientes, porque el diario La Nación o Editorial Perfil no tienen ninguna otra actividad que no sea medios gráficos y son a la vez independientes y hoy sustentables. Habría que precisar entonces a qué se refiere Moltini con “largo plazo”: ¿cinco años o cincuenta años? Ya Bill Gates pronosticó el fin del papel para el año 2000 y se equivocó por mucho. 

Hoy en día no se habla de una desaparición total del papel pero sí de una reducción sólo a la elite –como, por ejemplo, el teatro– para 2030 en Estados Unidos y progresiva a 2050 en el resto de los países. Paralelamente los diarios Clarín, La Nación o Perfil no serían sustentables en un largo plazo dentro de algunas décadas sólo si no hacen nada, mientras que, por el contrario, podrían encontrar en lo digital una oportunidad más grande que en el papel para entonces.

En televisión, cine o música continuamente aparecen ideas similares de catástrofe y de que la industria se acaba. Generalmente es hecha por gente que siente tener una edad profesional en la que ya superó su cenit y se deprime.

Siempre habrá información, entretenimiento y producción de contenidos. Quizás la nostalgia anticipatoria de Moltini podría relacionarse con lo que plantea el libro lanzado en abril pasado y que ya se transformó en un best seller de los medios, titulado The End of Big: How the Internet Makes David the New Goliath (para reforzar su idea, Moltini lo puede comprar por 18 dólares en papel en Amazon o sólo por 14 para leerlo en Kindle). Volviendo al teatro como ejemplo anticipado de los medios offline, después de varias décadas de reducción de la cantidad de espectadores, el teatro llegó a fines de los 90 en Argentina a un piso de 3 millones de espectadores anuales, para alcanzar más de 5 millones de espectadores anuales en la actualidad. Eso sí, las salas son más chicas que antes.

Pero seguramente Moltini no mira los medios como productor de contenidos sino como un técnico en telecomunicaciones y, desde la perspectiva de la conectividad, que es bien distinta a la de la producción de contenidos, Moltini tiene razón. La finlandesa Nokia era la mayor fabricante de celulares del mundo hace cuatro años y perdió todo su mercado porque no pudo competir contra Apple y Samsung. Fue vendida ahora a la norteamericana Microsoft, que tendría tamaño suficiente para competir con otra norteamericana y una asiática (el producto bruto de Finlandia es la mitad del de Argentina).

Previamente al 7D, Moltini dio una entrevista a Mariano Grondona y dijo: “Telefónica es 16 veces más grande que Cablevisión, la fusión de Cablevisión y Multicanal fue la convergencia de infraestructura para el desarrollo de los servicios triple-play y cuádruple-play. Cablevisión y Multicanal se fusionaron porque era la única posibilidad que tenían de subsistir en un mercado competitivo de las comunicaciones en el cual la masa crítica es absolutamente necesaria para seguir prestando los servicios. La fusión trajo la digitalización, el HD y el Fibertel 30 megas.

Y el poder ser una empresa competitiva e independiente que pueda dar una pelea en el espacio de las telecomunicaciones. Cablevisión sólo tiene el 10% del mercado de las telecomunicaciones en Argentina. Si fuéramos más pequeños no existiríamos, porque no tendríamos la masa crítica para invertir ni dar un servicio competitivo ni apetecible para nuestros clientes. Lo que pasaría es que los grandes operadores como Telefónica, a la que le aprobaron la fusión con Telecom, pasarían a ser prácticamente los dueños de todo el negocio de las telecomunicaciones, como sucede en Perú”.

Exacto; en el mercado peruano, más chico, no existieron un Clarín ni, como en México, un Slim, que le hicieran frente a Telefónica. Dependiendo de la perspectiva, hasta podría ser un motivo de orgullo que Argentina cuente con una empresa de telecomunicaciones con mayoría nacional (40% es de un inversor mexiconorteamericano). En México, Slim lo logró recibiendo el monopolio de la telefonía, que era del Estado cuando, en 1990, se privatizó Telmex.

Pero Brasil, seis veces mayor que la Argentina, no pudo generar una empresa de telecomunicaciones mayoritariamente nacional porque los tres grandes operadores son Telefónica, Telecom y el propio Slim. La Globo tuvo que venderle a Slim la empresa equivalente a Cablevisión que tenía en Brasil cuando no pudo pagar su deuda y no tuvo la influencia suficiente (quizá tampoco el deseo, porque esa deuda no arrastraba a todo el grupo) para hacer modificar la Ley de Quiebras y sancionar otra de Bienes Culturales, como pudo hacer Clarín en Argentina. Lo mismo sucedió con la operadora de televisión por cable de Editorial Abril, que por los mismos motivos fue vendida a Telefónica de Brasil.

Clarín logró lo que ninguna empresa de medios de Brasil pudo lograr –a pesar de ser todas ellas más grandes– gracias a que, al ser productor de contenidos periodísticos, utilizó su influencia como constructor de subjetividad política para presionar por regulaciones que le permitieran crear un “pequeño monopolio” en comparación con el de Slim, en su caso desde el cable.

Con la perspectiva de Moltini, un negocio decadente como el de la producción de contenidos se debía usar para intervenir en la creación de un negocio con futuro, como el de las telecomunicaciones. El problema aparece cuando, al tener que reinvertir parte de las ganancias de las telecomunicaciones para aumentar la influencia como generadores de contenidos y así mantener y potenciar su poder de constructores de subjetividad para seguir influyendo, terminan afectando a todo el sistema de medios y a la pluralidad.

Para la Harvard Business School, lo que hizo Magnetto es genial. Para los profesores de la Facultad de Periodismo de la Universidad de Columbia, sería criticable.

El negocio de las telecomunicaciones es en la Argentina decenas de veces mayor que el de la producción de contenidos: ninguna empresa de producción de contenidos puede competir de igual a igual con otra que además tenga una empresa de telecomunicaciones. Y Clarín es la única empresa que actúa en todos los campos de la producción de contenidos y a la vez es dueña de una empresa de telecomunicaciones, explicándose así por qué es la número uno en diarios, radio, televisión, etc.

Dos frases del mundo de los negocios que resumen esa lógica: 1) “Los productos nunca fallan por sus propios errores, siempre fallan porque falta dinero; si existe la suficiente inversión para corregir y volver a probar, corregir y volver a probar, siempre se tendrá éxito”. 2) “La creatividad se compra; lo único que no se puede comprar (porque nadie que lo tenga lo vende) es la distribución (el acceso)”.

Falta agregar que Telefónica, que internacionalmente dejó de estar interesada en la producción de contenidos, mantiene Telefe para tener una puerta de entrada al Gobierno, lo que es otra forma muy criticable de utilización de un medio.

Después de todo lo expuesto, ¿qué habría que decirles a los legisladores de 2015? Lo primero es que Cablevisión/Multicanal/Fibertel es una empresa eficiente, además con mayoría de capital nacional, que no habría que estropear. Lo segundo es que hay que evitar que las empresas de telecomunicaciones utilicen su poder económico o logístico (el acceso) para controlar la producción de contenidos. Esto vale tanto para el Grupo Clarín como para Telefónica.

En las condiciones de la tecnología actual (en diez años puede ser todo diferente), y dado que todavía hoy quien tiene la posibilidad de impedir el acceso a señales de TV por cable para favorecer a las señales propias tiene un poder abusivo, lo ideal sería que las empresas de telecomunicación tuvieran prohibido producir contenidos y que, al mismo tiempo, no se redujera ni dividiera Cablevisión/Fibertel.

Si el 80% de las ganancias del Grupo Clarín proviene de Cablevisión/Fibertel, en términos económicos sería mejor para el dueño de Cablevisión/Fibertel no contar con el diario Clarín, Canal 13, radio Mitre, TN, etc., a cambio de asegurarse de que no lo obliguen a reducir Cablevisión/Fibertel el 20%.

Cuando internet cambie todo y la conectividad pierda su poder, allí el contenido será el rey, como desde hace años se viene pronosticando sin acierto. Pero falta por lo menos una década, y en Argentina, más. En síntesis: los medios pueden ser (y serán) más chicos. Las que no pueden ser más chicas son las empresas de telecomunicación.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el domingo 15/09/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


domingo, 24 de febrero de 2013

Tinelli K… ¿Tinelli K…?... De Alguna Manera...


Tinelli K… 
 
 Anticipo. El 27 de enero, la tapa de Perfil destacó la consecuencia electoral del programa.

Hace un mes, la tapa de Perfil anticipó que en 2013 Tinelli volvía con el “Bailando de los políticos” y las obvias consecuencias electorales que implicaba. Si en los próximos días termina confirmándose que Tinelli le vende su empresa, Ideas del Sur, a Cristóbal López por 40 millones de dólares, habría que concluir que el anuncio del programa funcionó como un aviso para lograr comprador y subirse el precio. Para colmo, usufructuando gratis a Adrián Suar como protagonista de su aviso, porque fue a mediados de enero que el propio director artístico de El Trece lo anunció por radio para que luego recién Tinelli saliera a confirmarlo por Twitter. De concluir así, Maquiavelo sería un poroto frente a Tinelli.

Hace ocho años Tinelli se fue de Telefe casualmente porque Telefónica quería reducir sus costos, y ahora regresaría con mejores condiciones que entonces, además habiendo multiplicado su inversión en Ideas del Sur por cuatro: de los 10 millones de dólares que le costaron el edificio y sus instalaciones a los 40 millones de la hipotética venta a Cristóbal López.

En el camino, Tinelli había dejado a Hadad sin destino en Canal 9 en 2005 y ahora podría ganarle al mismísimo Grupo Clarín, algo que ninguno de sus socios había logrado antes.

Las vidas paralelas de Tinelli y Hadad merecen un párrafo. Juntos compraron Radio 10 en los 90, juntos exploraron la viabilidad de Canal 9 a comienzos de la década pasada, y cada uno por su lado vendería su empresa en alrededor de 40 millones de dólares a Cristóbal López.

Que Tinelli y Hadad terminaran vendiendo sus empresas simultáneamente podría ser una señal de algo más que las propias circunstancias de ambos. Podría indicar que es el Estado, con su publicidad oficial, el gran asignador de recursos del sistema de medios y el que finalmente decide con su apoyo o discriminación el progreso o la decadencia de cualquier medio. El mayor mérito de Editorial Perfil, que padece lo segundo desde hace diez años, es que lo sobrevive.

Para que el lector tenga una idea de qué significa económicamente congraciarse o no con el Gobierno, vale repasar los datos de la inversión de publicidad oficial durante el año 2012. Sólo en medios gráficos (en TV los montos se multiplican por cinco), los diarios de Vila-Manzano de diferentes provincias argentinas recibieron casi 100 millones de pesos; una cifra muy parecida recibió Szpolski por sus medios gráficos, mientras que Página/12, Crónica y Ambito Financiero recibieron alrededor de 50 millones de pesos cada uno.

Imagine, lector, desde 2003 –diez años de discriminación con la publicidad oficial–, a los valores actuales de Szpolski, Editorial Perfil dejó de recibir 100 millones por año, 1.000 millones de pesos durante esta década. Vale recalcar que, además, la cantidad de ejemplares de las publicaciones de Editorial Perfil, según lo certifica el centro de informaciones de la Asociación de Editores de Revistas, es doce veces mayor que el de la suma de las publicaciones de Szpolski durante el mismo período.

Con esos 1.000 millones de pesos de publicidad oficial, o 200 millones de dólares a la cotización oficial actual, se podría comprar cinco veces Ideas del Sur o la propia Telefe. Ese es el costo de no alinearse con el Gobierno, precio que –de consumarse la venta de Ideas del Sur a Cristóbal López– no desea pagar Tinelli.

El Trece poco se puede quejar de que Telefe reciba las ventajas de contar con Tinelli sin mucho esfuerzo, porque también el Grupo Clarín gozó de recibir a Tinelli en bandeja cuando el Gobierno era su aliado en 2006. Por intermedio de Alberto Fernández, entonces jefe de Gabinete y simultáneamente operador de Clarín en el kirchnerismo, Tinelli dejó el Canal 9 de Hadad para pasar a El Trece. Ese fue el comienzo del fin de Hadad en la televisión abierta.

Pero a pesar de ciertas coincidencias en tiempos, montos y compradores, Hadad y Tinelli se diferencian en que el primero arma empresas y, aunque mucho no le guste, está dispuesto a bancar pérdidas. A Tinelli sólo le gustan los negocios, algo diferente a las empresas. En los negocios, quien invierte no asume responsabilidades de largo plazo, ni el pago de sueldos de mucho personal, ni los conflictos con los sindicatos. El empresario es prisionero de todo de lo que el comerciante o inversor escapa. A Tinelli no le gusta perder a nada, y no hay empresario a quien no le toque enfrentar pérdidas de vez en cuando. Tinelli es un divo; un empresario es alguien –en algún sentido, y aunque suene paradójico– más humilde.

Si Cristóbal López compra Ideas del Sur, ¿habrá un Tinelli K? Tiendo a creer que nunca habrá un Tinelli que no sea tinellista, alguien que en cada circunstancia maximice el valor posible tomando la mejor opción, como un gran comerciante.

Tinelli, no sólo por su fama sino por su darwinismo, en la política sería tan exitoso como en el espectáculo. Pero él está más cómodo así, gana más plata, no tiene tanto menos poder y se hace mucho menos problema.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el domingo 24/02/13 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.




domingo, 30 de diciembre de 2012

Reportaje a Ricardo Darín... De Alguna Manera...


"Se producen muchas películas que no ve nadie"...

 Se producen muchas películas que no ve nadie. Foto Cedoc

Estrena Tesis sobre un homicidio y, en Telefe, reponen Mi cuñado, cosa que no le gustó. Habla del cine nacional y pide un porcentaje de pantalla, pero quiere otra forma de producción. Dice que el teatro es lo que más feliz lo hace.

Llega a los cines argentinos una nueva película con Ricardo Darín en el rol protagónico y, como ya es habitual en los últimos años, hay olor a éxito de taquilla. A primera vista, Tesis sobre un homicidio, basada en una novela de Diego Paszkowski y dirigida por Hernán Goldfrid –director que debutó en 2009 con Música en espera– tiene todo para rendir bien comercialmente: una trama policial ajustada e intrigante, un trabajo sólido de Darín y un lanzamiento fuerte en todo el país. Completan el elenco Calu Rivero, Antonio Puig y Alberto Ammann. Darín sostiene que aceptó el trabajo “porque me gustó la trama, que está muy bien urdida”. Asegura que no es el cachet lo primero que suele considerar. “En este caso, de hecho, lo económico apareció en tercer o cuarto lugar, tampoco era para volverse loco con lo que me ofrecían. Agarré viaje porque también me atrapó el personaje. Me atrapó de entrada. Y el entusiasmo del director, su enamoramiento por el género policial, me terminó contagiando”.

—Solés asegurar la taquilla. ¿Qué tipo de exigencias planteás cuando te llaman para una película?
—Bueno, no siempre aseguro eso, revisá bien (risas). Pero creo que es al revés: en vez de exigir más, quizás busque más los acuerdos. Sé que mi opinión es escuchada, pero no siento diferencias con lo que me pasaba cuando era más joven porque siempre me metí, siempre opiné. No me gusta ir a un rodaje a marcar tarjeta, yo laburo mucho ahí. En el set podés descubrir que una línea de diálogo, que parecía inteligentísima en el guión, al final está de más porque el contexto cuenta todo, por ejemplo.

—¿Te dejás dirigir o te rebelás?
—Me puedo llegar a rebelar, pero no es lo que más me gusta hacer. Para llegar a eso tiene que haber fracasado cada uno de los caminos de entendimiento posibles. Yo soy un experto en eso de encontrar un modo de convivir. Es, quizá, la faceta que más he desarrollado en mi carrera.

—Empezaste haciendo comedia y hoy casi no te llaman para hacer películas de ese género. ¿O es que vos no querés?
—Para nada, me encantan las comedias, pero es que muchas no se hacen hoy por hoy. Es un rubro que está atravesando una crisis. Durante décadas, la Argentina fue una factoría importante para el género, pero hoy no. Están muy viradas a la pantomima o son de fuste muy liviano. No me considero un actor “serio”, ni pretendo serlo. Hacer buena comedia es dificilísimo, además.

—Pero una comedia producida por Adrián Suar, “Dos más dos”, fue un éxito de taquilla y de críticas.
—Me gustó. Es una comedia digna, pero me pareció una película sostenida básicamente en el trabajo de los actores. Todos están muy bien, pero al Chueco lo vi mejor que nunca. No en vano esa historia salió de su cabeza. Igual, yo creo que las comedias que nos matan son las que también encuentran una partitura, una vibración interna, más allá del laburo de los actores. Acá había un tema muy original, el de los swingers, y dos caminos: profundizar para ver hasta dónde llegaba el disloque o ponerse más serios, que fue lo que eligieron. Eso es lo que menos me gustó de la película, la que considero su mayor equivocación.

—Desde hace un buen tiempo tenés una enorme popularidad en España. ¿Cómo lo explicás?
—Tuve suerte. Se encolumnaron varias películas muy diferentes entre sí en un mismo período. De hecho, los críticos españoles con los que hablé no recuerdan a ningún actor que haya tenido seis películas en cartel al mismo tiempo como tuve yo, una locura… Nueve reinas y El hijo de la novia fueron las que abrieron ese camino. Cuando vi eso, me animé a poner el cuerpo y llevé una obra de teatro, Art. Eso fue muy fuerte porque allá los actores de teatro sólo trabajan en teatro y los de cine sólo en cine. Los sorprendí. Y después, algo de química y un poco de culo.

—En la Argentina se producen muchísimas películas que no terminan de encontrar un circuito de exhibición. ¿Cómo se resuelve ese problema?
—Me parece muy bien que el Incaa apoye a directores nuevos, eso es encomiable. Pero te cuento algo: yo soy parte de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina, y cuando a fin de año me llegan las planillas con todos los estrenos para que vote el mejor, veo ahí decenas de películas de las que no tenía ni noticias. No hay chance de ver todo, además. Pero creo que lo grave es que hay muchas que no las ve nadie. Prefiero que se hagan menos y que haya oportunidad de verlas. Estoy de acuerdo con que se reserve un porcentaje de las pantallas para exhibir cine nacional, incluyendo los experimentos más locos. Pero producirlos y largarlos en banda no tiene sentido. Me van a tildar de defensor del cine comercial, ya sé. Pero que alguien me explique para qué se produce algo que no va a ver nadie. ¿Para qué nos sirve como comunidad? Hay que garantizarles un circuito de exhibición a todas las películas que se producen y reglamentar que las salas proyecten un porcentaje obligatorio de cine argentino.

—En poco tiempo volvés al teatro. ¿Cómo vivís la previa?
—El teatro es lo que más me gusta. Y es una obra importante, además, un buen desafío: Escenas de la vida conyugal, de Ingmar Bergman, con Valeria Bertuccelli como compañera y Norma Aleandro en la dirección. Suena bien… En el teatro me siento más vivo que en cualquier otro lugar. Se produce una cosa mágica, misteriosa. Me gusta el peligro del teatro. No es lo mismo jugar en el Nou Camp que en el patio de tu casa.

—¿Y pensás en tomarte alguna vez un año sabático?
—No puedo.

—¿Por cuestiones económicas?
—Sí, no tengo espaldas tan anchas como muchos deben imaginar. Y además no quiero. A mí me gusta trabajar en lo que trabajo, tengo esa suerte. Por eso prefiero el cine antes que la tele, porque me permite hacer las cosas con tiempo, planificar, estar en mi casa, tener una vida más o menos normal. No me gusta trabajar todo el día como un enfermo, como si estuviera persiguiendo no sé qué cosa. Pero tampoco me gusta quejarme. Más oportunidades que las que tengo yo no tiene nadie, sobre todo en un país como éste, donde no sobran. Acá, casi todos se rompen el alma para sobrevivir y para lidiar con eso de trabajar en algo que no les gusta y a la vez mantener una familia. No es mi caso, soy un privilegiado, reconozco que tuve y tengo suerte.

—Entonces, difícil que hagas algo en la tele.
—Creo que me fui en el momento justo. Yo no le debo nada a la tele ni la tele me debe nada a mí. La de hoy es una televisión con una dinámica diferente a la que me recibió a mí. Aquella era una época en la que vos constatabas en la calle lo que pasaba con lo que hacías, no con una planilla de rating en la mano. Muchas veces se arma un buen elenco, con una buena idea detrás, y pierde frente a programas que son cualquier cosa. Es muy desalentador… Hay una histeria tremenda.

—¿Que opinás de la reposición de “Mi cuñado” en Telefe?
—Me sorprendió. A Francella le han hecho lo mismo varias veces ¿no? Pero en este caso no entiendo bien a qué necesidad responde. Nos metieron en un paquete con El Superagente 86 y La pantera rosa. Es un combo de caricaturas (risas). Puede que me equivoque, pero creo que es un programa que puede quedar un poco anacrónico.

—Si te hubiesen preguntado, ¿que habrías dicho?
—Hubiera preferido que no lo repusieran porque ese programa significó mucho para mí. Dejé la piel trabajando ahí y no quiero que quede una imagen distorsionada.

“Me gustaría vivir en un país más serio”

Aprovechando el momento de la charla con PERFIL, donde se habla de su fuerte relación con España, se le propone a Ricardo Darín un juego. Y él, siempre amable y bien predispuesto con la prensa, acepta.

Supongamos que un español le pregunta por la actualidad argentina. 

¿Cómo la sintetizaría hoy? 
Ahí va:

“Me parece que estamos mucho mejor que lo que algunas sensaciones térmicas indican. Es un momento histórico, irrepetible, una gran oportunidad. Pero creo que esa oportunidad puede ser desaprovechada si seguimos poniendo el foco en las antinomias, en descubrir quién la tiene más larga.

Tenemos todo para ser un país serio, sólido, sustentable, autónomo. Depende de nosotros, tenemos que zafar del Boca-River, del peronistas-radicales, etcétera. Eso me tiene harto, es una falta de respeto a la inteligencia. Yo entiendo y respeto que muchos piensen que éste es un momento brillante del país, pero si eso te lleva a pensar que los que no opinan lo mismo son unos boludos o unos golpistas, tenemos un problema. De mil personas que expresan su disconformidad, puede haber dos que son golpistas, y ya sabemos qué hacen y cómo piensan, así que no jodan con eso.

Me parece buenísimo que se hayan abierto las puertas para que muchos jóvenes se interesen por la política. Y creo que Néstor armó una cosa muy piola: la construcción del poder yendo a poner la jeta. Eso es irreprochable. El tipo puso el cuerpo. Pero con su muerte apareció un grupo de gente dedicada a proteger a Cristina que le aconsejó cosas que están bien y cosas que no están tan bien. Ésa es mi sensación, al menos. Por momentos, algunos parecen estar ajenos a la realidad.

Igual, no justifico a la gente que ataca a una mujer que también pone el cuerpo todos los días en un lugar tan complicado como la presidencia de un país. Y mucho menos cuando esos ataques son arteros, personales, irrespetuosos. No escucho esos ataques encarnizados.

Los argentinos somos tan individualistas que siempre pensamos que tiene que venir a salvarnos una sola persona. Por eso es Cristina sí o Cristina no, cuando lo que importa es el proyecto político y llevarlo adelante en equipo. En definitiva, me gustaría vivir en un país más serio”.

© Escrito por Alejandro Lingenti y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 29 de Diciembre de 2012.

Las fotos:

 Se producen muchas películas que no ve nadie. Foto Cedoc

 Llega a los cines argentinos la nueva película de Ricardo Darín, "Tesis sobre un homicidio". Foto: Cedoc

Junto al actor Alberto Ammann durante el rodaje de la nueva película. Foto:| Cedoc

 Con Calu Rivero, quien hace su debut en cine. Foto: Cedoc

 Darín compuso al cura villero en Elefante Blanco, la última película de Pablo Trapero. Foto: Cedoc

Con su mujer Florencia y su hija Clara. Foto: Cedoc 

  "Los argentinos somos tan individualistas que siempre pensamos que tiene que venir a salvarnos una sola persona", reflexionó el actor. Foto: Cedoc

 No está contento con el regreso de "Mi cuñado" a la pantalla de Telefé. Foto: Cedoc