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miércoles, 24 de enero de 2024

Reflexiones. No reír, no lamentar, no detestar, tratar de entender… @dealgunamaneraok...

No reír, no lamentar, no detestar, tratar de entender…

Democracia. Fotografía: Marie Claire.

El sistema democrático, las pasiones humanas, una política de bloques y un conjunto de decisiones que conducirán a una u otra orilla. ¿Cómo una sociedad puede aumentar su potencia en acto?        

© Escrito por Fernando Miranda (*) el martes 23/01/2024 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.   

La frase del título es de Baruch Spinoza (1632-1677) el notable filósofo nacido en Ámsterdam y fallecido en La Haya, que sostuvo en el siglo XVII que el mejor sistema político era la Democracia, porque en él los seres humanos, no perdían su potencia en acto.

Y las palabras del título se refieren a las pasiones humanas, a las que nos afectan y a las que a su vez afectamos y el entender lo que Baruch valoraba en grado sumo, o sea el Entendimiento, el saber comprender entre líneas lo que va pasando y lo que nos pasa a los seres humanos a través de nuestro espacio-tiempo.

Es curioso que en los dos resúmenes que sobre política y sobre economía publicara el Diario Perfil, como extractos de los reportajes que realizara Jorge Fontevecchia, las ideas que se muestran contradicen en general lo enunciado por la actual administración.

Por ejemplo, en el área política la presencia del Estado está presente en forma clara y distinta, como lo confirmara Andrés Oppenheimer en los países escandinavos, donde las áreas comunitarias ratifican el Estado de Bienestar y nadie pretende escapar a la regla impositiva, que los que más ganan, más pagan.

Hamlet en la Pampa Húmeda

El orden liberal democrático en lo político no está puesto en cuestión, Dinamarca por ejemplo esbozó ese orden pacífico, nada menos que 1810, y la presencia femenina es constante en los países del Norte de Europa; no la de los machos alfa.

Recordemos que el socialismo llamado real, encarnado por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y sus aliados dejó de existir prácticamente en el planeta, con la caída del Muro de Berlín, persistiendo sólo como formas sobrevivientes en dos países tan disímiles, como la Cuba bloqueada desde los 60 y la nuclear Corea del Norte.

“Zorros libres en gallineros libres”

Con respecto al área económica son sorprendentes las diferencias con la actual administración.

Todos señalan una política de bloques, en consecuencia, la ausencia de Argentina del BRICS a la que fuera invitada, es inentendible, teniendo en cuenta que China, Brasil e India, tres de sus socios fundadores, son nuestros principales socios comerciales y a nadie en el planeta Tierra se le ocurre limitar el comercio por razones ideológicas.

Que, a su vez, habría irritado sobremanera al hipercitado Juan Bautista Alberdi y también, desde ya, la cesión temporal al Ejecutivo de poderes extraordinarios, o sea, la suma del poder público, fulminada en todos nuestros textos constitucionales con el claro rótulo de infames traidores a la Patria, a los que los concedan.

Greta Thunberg y Dalí tienen razón: los relojes se derriten

Los pensadores económicos insisten en estabilizar la inflación antes de disminuir el déficit y que las tasas de interés sean invariablemente positivas y ponen como ejemplo de empuje estatal a Alemania, la locomotora de Europa, con su apoyo permanente a sus pequeñas y medianas industrias que son ayudadas financieramente y que representan el 70% de la extraordinaria industria alemana.

Y como sostuviera Jorge Fontevecchia, largamente en los últimos tiempos, la fórmula renana: “Estado todo lo que sea necesario y Mercado todo lo que sea posible”, o sea, un equilibrio dinámico, barre totalmente con el doble imaginario fundamentalista de Estado Totalitario o Mercado Totalitario.

Esto último a ultranza desembocaría en lo que J. Paul Samuelson, el Nóbel norteamericano en Economía, denominara en una cáustica frase: “Zorros libres en gallineros libres” y que completara diciendo provocativamente, que cualquier loro podría llegar a ser economista repitiendo hasta el cansancio, simplemente “oferta y demanda “y “oferta y demanda” ….

Además, significaría para la República, aceptar la tesis de Thachter que no existe la Sociedad y sólo los individuos y que los kelpers puedan resolver sobre Malvinas.

Entre el Eros y el Thanatos.

Por ello la Argentina, no hay duda en ello, debe preservar su acervo artístico, cultural, científico y tecnológico y promover a los actores de estos cuatro elementos fundamentales de su historia y proteger su financiamiento, lo contrario es repetir la muy triste historia del Proceso en esos cuatro campos con el exilio, la desaparición de personas, y la censura previa sobre nuestra creatividad nacional.

Diana Sperling: "El humano necesita del prójimo para progresar"

Y es ofensivo que sea, ni siquiera pensado y una gratuita ofensa a la histórica generación del 80, la idea de privatizar el Banco Nación, creación del eminente Carlos Pellegrini que sostuviera que Argentina no podía “seguir dependiendo de las nubes”, ya que fuera paladín de la industria nacional, haciendo nacer al Nación como emblema de la industria y del crédito destinado a nuestro propio desarrollo.

Como es absolutamente no creíble, la privatización de YPF, dueña del segundo yacimiento de gas en el mundo, una superficie de Bélgica en su subsuelo, con la posibilidad cierta, dado el gasoducto construido en 2022, y la reversión del gasoducto norte para nuestras provincias y exportar gas a Brasil, para ir desembocando en las propias fábricas de gas licuado para el resto del mundo.

Es decir, nos faltan divisas por la desidia que se ha mostrado para salir del modelo agro importador, denunciado por Frondizi y Frigerio, el abuelo del actual mandatario de Entre Ríos, hace 60 años; por la incompetencia en estudiar y resolver la problemática argentina a través de los años y por aferrarse demasiadas veces a las ideologías como ideas imaginarias, o sea, fantasmas de la realidad.

En la extraordinaria biografía que sobre Sigmund Freud realizara la psicoanalista Roudinesco, se cuenta un diálogo entre Napoleón que deseaba conocer al autor del Fausto, al más grande hombre de Alemania, el spinozista Goethe, y éste le dijo al Emperador: “Es el Destino” y el nacido en Córcega le contestó: “No, es la Política”

Li Wen Liang, las Malvinas y el anillo de Spinoza 

Y aquí y ahora podemos recordar otra frase que en su momento Bonaparte dedicara a los Borbones, pero que podría aplicarse también a nuestras repeticiones históricas, cuando les recordara: “No han aprendido nada, no han olvidado nada” …

Porque podremos elegir, afirmaba el argelino Albert Camus, al recibir el Premio Nóbel de Literatura, entre: “representar al Poder o a los que sufren el Poder” …

Y sería saludable tomar en cuenta todas estas palabras, porque no tenemos ningún Destino Manifiesto; es la Política, la cosa pública, o sea, la res pública; la República, que construimos entre todos nosotros, la que será conducirá a una u otra orilla.

Porque finalmente la orilla a que arribemos dependerá del bote que tomemos y como el vienés Sigmund Freud le advirtiera a Albert Einstein, hay dos navíos posibles: el del Amor, la Amistad, la Generosidad, la Alegría o sea el Eros, o la embarcación del Odio, la Intolerancia, la Indiferencia y la Guerra que es el Thanatos.

Y los seres humanos estamos condenados a elegir, sostenía el francés Jean Paul Sartre y saber a cuál alimentamos momento a momento, porque ambas orillas y ambas pulsiones están presentes, aquí y ahora, en todo nuestro Espacio-Tiempo.

(*) Doctor y docente en Medicina. Licenciado en Ciencia Política, UBA. Ex investigador CNEA. Miembro del Consejo de Paz de la República Argentina. Músico.



    

martes, 16 de junio de 2015

Virginia Ungar... Una argentina en lo más alto del psicoanálisis internacional… @dealgunamanera...

Una argentina en lo más alto del psicoanálisis internacional…


Fue electa presidenta de la asociación psicoanalítica que fundó Sigmund Freud en 1910. Es la primera mujer que accede a este cargo en 105 años.

En 1910, bajo el influjo de Sigmund Freud y un puñado de colegas, en Núremberg, Alemania, se fundó la Asociación Psicoanalítica Internacional (API), cuyo primer presidente electo fue otra figura clave del psicoanálisis: Carl Gustav Jung. Ciento cinco años más tarde, la misma organización –que hoy reúne a 12 mil profesionales de todo el mundo abocados a la “madre” de las psicoterapias– acaba de elegir a su primera presidenta mujer de la historia: la médica psicoanalista argentina Virginia Ungar.

La especialista en niñez y adolescencia fue propuesta como candidata por la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires. A pocas horas de ganar la votación, Perfil la entrevistó en su consultorio.

—¿Cómo interpreta ser la primera mujer que llega a ese puesto en 105 años?
—No es sencillo encontrar una respuesta porque en la historia del psicoanálisis las mujeres analistas tuvieron una presencia muy destacada. Basta nombrar a Anna Freud y a Melanie Klein. Pero también es cierto que en la cultura en que nació el psicoanálisis era el hombre el que tenía el lugar central en la familia. Y era raro hasta que una mujer estudiara en la universidad. Es difícil mirar y explicar una época como la victoriana desde la óptica actual, en una cultura en que la mujer ha ganado su espacio, aunque todavía falta mucho por hacer. La reciente y multitudinaria concurrencia al “Ni una menos” habla por sí sola.

—¿Por qué en su plataforma electoral propuso enfrentar el envejecimiento profesional?
—Se trata de un fenómeno que está pasando en todo el mundo: a nuestra especialidad ingresan menos miembros de lo que sería deseable para poder sostenerla y hacerla crecer.

—¿Cómo se llegó a esto?
—Por varias razones, pero creo que –al menos en Argentina– este fenómeno es un poco la consecuencia del gran éxito que la especialidad tuvo entre los años 60 y 70, cuando muchos colegas dejaron la “trinchera” de la salud pública y las universidades, los espacios donde se trataban patologías graves y los lugares económicamente más comprometidos. Muchos psicoanalistas se quedaron en sus consultorios, porque tenían una importante demanda de pacientes. Además, formarse en psicoanálisis es una opción que implica muchísimos años de estudio. Finalmente, es una especialidad que se contrapone con la actual cultura mediática que premia exhibir aspectos personales. Nosotros proponemos un espacio más íntimo.

—¿Cómo explica la gran diversidad de tratamientos psi disponibles?
—Hoy se pueden elegir terapias sistémicas, neurocognitivas o conductismos, entre otras. Mi interpretación es que cambiaron las condiciones de nuestra cultura. Ahora estamos en un espacio de la inmediatez, y se buscan resultados rápidos. Esto se ve hasta en los más chicos. Yo soy especialista en niños y muchos padres nos piden que los ayudemos a adaptarse a esa cultura veloz para que tengan éxito en una especie de carrera que creo mucho no se entiende.

—¿El psicoanálisis tiene respuestas para ese cambio cultural?
—Estamos pensando nuevas herramientas para esta época: desde el tiempo que toma hacer una terapia a cómo se lleva adelante el tratamiento o el uso de la tecnología para el análisis remoto. Mi hipótesis es que no podemos cerrar los ojos a los cambios. Cuando nació el psicoanálisis el modelo familiar era otro; nuestra sexualidad no es la misma que en la época de Freud, los modelos de crianza son diferentes, existen las familias ensambladas, hay madres adolescentes, etc. Son variables muy diferentes de lo que pasaba cien años atrás.

—¿Por eso la gente opta por otros tratamientos?
—La verdad es que no podemos decir que hoy el público esté eligiendo, en forma masiva, la opción psicoanalítica. En parte, porque el psicoanálisis no ofrece cambios rápidos. Es cierto que pasar por una experiencia de este tipo no tiene por qué implicar veinte años de análisis. Pero sí se entra en un tiempo diferente al que marcan las necesidades de hoy. Pero estoy convencida de que el psicoanálisis es la terapia que puede generar cambios más profundos en la personalidad. Y permite llegar a superar los problemas resolviendo el conflicto de fondo, sin derivarlo a otra patología.

—¿Cómo ve el psicoanálisis el avance de las neurociencias?
—Ante todo tenemos que reconocerlas y dialogar más con los neurocientíficos, para poder enfatizar lo interdisciplinario: aportarles lo nuestro y también recibir lo suyo.

“Acá el terapeuta es una figura cotidiana”

—Doctora Ungar, suele decirse que Argentina es el país con más psicoanalistas por habitante. ¿Por qué?
—Este es un fenómeno que asombra y sigue interesando a las ciencias sociales. Pienso que pueden haber influido varios factores: promediando los años 40 llegaron a la Argentina analistas que habían recibido formación en una Europa que estaba diezmada por el nazismo. Fueron pioneros como Ángel Garma, Marie Langer, Heinrich Racker, que se encontraron con colegas del campo de la salud mental muy interesados en el psicoanálisis. Por otra parte, Buenos Aires era una capital cultural en la posguerra y se dio ese encuentro entre una excelente tradición médica, los pioneros y la sociedad que supo recurrir a pedir ayuda para el sufrimiento mental. Esto no ocurrió sólo en Buenos Aires, mi maestro Horacio Etchegoyen pasó unos años en Mendoza. Allí hay una Sociedad Psicoanalítica, como también en Rosario y en Córdoba.

—¿Cuál es su percepción sobre la sociedad argentina?
—No me resulta cómodo generalizar pero vemos las mismas patologías que en otras latitudes: a las clásicas neurosis se han sumado los trastornos de personalidad, adicciones, patologías borderline, trastornos de alimentación y otras. Lo que caracteriza al argentino es que el terapeuta es una figura cotidiana, más allá de cualquier diferencia social. Así leemos reportajes de personalidades públicas que no tiene ningún reparo en decir que se analizan y también vemos personajes en la ficción que los representan. A diferencia de lo que se puede ver en otros países, no genera tanto pudor contar que se ha recurrido a la ayuda terapéutica. Eso es positivo, alienta a las personas que sufren a pedir ser escuchados con la expectativa de aliviar sus síntomas.

El legado de Anna F.

Hacia 1902, Sigmund Freud invitó a cuatro colegas a reunirse y discutir su trabajo. Así se formó la Sociedad Psicológica de los Miércoles ya que se reunían ese día. En 1908 ya eran 14 miembros, y el nombre cambió a Sociedad Psicoanalítica de Viena.

En 1907 Ernest Jones, neurólogo inglés, le sugirió a Carl Jung, colega de Freud, organizar una reunión internacional con colegas para discutir sobre psicoanálisis. Esa reunión se concretó en Salzburgo en 1908 y allí se decidió formar una asociación internacional, intención que se formalizó en 1910. Por su parte, Anna Freud –sexta hija de Sigmund– fue secretaria de la API entre 1925 y 1934, y luego presidenta honoraria.

© Escrito por Enrique Garabetyan el martes 16/06/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


domingo, 25 de enero de 2015

Reportaje a Mario Bunge... De Alguna Manera...

“El capitalismo fue un gran avance, pero moralmente es injustificable”...

Primeros pasos. “Mi padre, que era socialista, tenía en su biblioteca un librito sobre materialismo dialéctico. Esta filosofía me atrajo porque parecía explicarlo todo”. Foto: Néstor Grassi

Cuarta entrega de los reportajes destacados de Magdalena Ruiz Guiñazú realizados en el 2014. Aquí, el filósofo admite que es partidario de la libertad de creencias y considera una pérdida de tiempo atacar a las religiones. Opina que el psicoanálisis es “un macaneo puro” y admite que su obra se lee más en el exterior que en nuestro país.

Vuelve a Buenos Aires uno de los filósofos más destacados de la actualidad. La llegada de Mario Bunge coincide con la celebración de sus vigorosos 95 años y la presentación, el 1º de octubre en la Facultad de Derecho, de un nuevo libro, el número 50: Memorias. Entre dos mundos.

—Sin embargo, usted había dicho que no quería escribir esas “Memorias”. ¿Por qué decidió hacerlo?
El doctor Bunge es terminante:
—Decidí hacerlo porque vi por ahí,  en la red, muchas biografías con datos falsos, y esto me decidió. Además, creía que hacerlo me iba a resultar una labor ímproba y no fue así. Resultó facilísimo. Cuando comencé a escribir las palabras aparecieron a borbotones. Estaba en una isla griega y me pasaba el día mirando el paisaje y escribiendo. Por ejemplo, entre muchas otras cosas, recordé la tarde en la que convencí a Arturo Frondizi de que se metiera en política.

—¿Cómo fue?
—En el año 1938 la República Española estaba dando las últimas boqueadas y estaba siendo desplazada por los fascistas que recibían ayuda de italianos y alemanes. Entonces, un conocido del sindicato de Gastronómicos a quien conocía a través de la Universidad Obrera me pidió que le recomendara a un orador porque el sindicato pensaba organizar un homenaje a la República Española. Se trataba de una cena con más de mil cubiertos y no tenían orador. Lo consulté con mi padre y me dijo: “¿Por qué no vas a ver a mi abogado, el doctor Arturo Frondizi?”. Entonces fui, le plantee el problema y me dijo: “¡Pero yo jamás he hablado en público!”. “Es una buena ocasión para empezar”, le contesté, y unas semanas después pronunció un discurso que conmovió a todos los presentes. Algunos lloraban. Frondizi tuvo una trayectoria muy discutida, pero era un hombre de buenas intenciones y básicamente muy honesto.

—Sí, fue un gran presidente.
—Le pasó lo que le ocurrió a Alfonsín: asediado por una cantidad de buitres. Además, cometió el error de querer complacer a todo el mundo. Pero ante todo fue un intelectual, estudió la economía argentina y ahí lo conoció a mi padre cuando se ocupó del petróleo en la Argentina. A los dos el tema les interesaba sobremanera. Luego nos encontramos pocas veces, pero en vísperas de las elecciones que lo iban a llevar al poder fuimos a verlo con quienes se preocupaban por la Comisión Nacional de Energía Atómica. “Uno de los problemas que puede resolver durante su presidencia”, le dijimos, “es la transferencia de la Comisión Nacional a autoridades civiles”. Hasta ese momento estaba a cargo de la Marina. “La ciencia no debe depender de las Fuerzas Armadas”, le dijimos. “Además, debe abandonar completamente el sueño de Perón de lograr la bomba atómica”. Estudios de energía nuclear y de física nuclear se realizaban en aquel tiempo con ese propósito.

—Justamente quería preguntarle esto. Perón era un hombre inteligente, ¿cómo se dejó convencer por una persona tan poco seria como aquel alemán Richter que convirtió la isla Huemul en una fortaleza en la que realizaba esos experimentos?
—Efectivamente, Perón era inteligente y, además, tenía una cultura histórica que solemos olvidar. Lo que ocurría es que estaba rodeado de lo que los ingleses llaman yes men. Es decir, gente que le decía que sí a todo. Por supuesto que de física y de ingeniería no sabía nada, y además no les profesaba un gran aprecio. A pesar de ser germanófilo y saber que la técnica y la ciencia habían hecho grande a Alemania a partir del siglo XIX, tenía un conocimiento limitado sobre el tema. Como le decía, estaba rodeado de serviles que, además, eran ignorantes y no sabían decirle que no. Recuerdo la anécdota del coronel Mercante cuando Perón le preguntaba la hora: “La que usted diga, mi general” –Bunge se ríe francamente.

—Pero volviendo a su historia personal, usted tiene un encuentro con la filosofía marxista siendo muy joven, ¿no?
—Fue por casualidad. Mi padre, que era socialista, tenía en su biblioteca un librito sobre materialismo dialéctico. Me lo tragué, y esta filosofía me atrajo porque, al igual que el psicoanálisis, parecía explicarlo todo. En particular me intrigó la dialéctica. Pero cuando le pregunté a mi padre qué era eso, me contestó: “El Maestro Justo –para él Juan B. Justo era “el Maestro Justo”– decía que no era sino hocus pocus. O sea, algo así como “bla, bla, bla”. Pero esto, en vez de alejarme, me hizo leer a Hegel, con quien perdí muchos años. Pasó bastante tiempo, en realidad mucho después, hasta que entendí que todo eso era ininteligible en el mejor de los casos, y una falsedad, en el peor. Cuando me encontré con la lógica matemática y con otros filósofos como Bertrand Russell, me desprendí del marxismo. Más aún: fui el único en hacer una crítica muy detallada de la dialéctica. Esto salió en la Revue Nationale de Philosophie de Francia y fue luego objeto de debate en un congreso en Bulgaria en 1973. –Bunge reflexiona en voz alta–: Mire, no me arrepiento del todo porque creo que el juicio que le mereció a Marx el capitalismo era justo. El capitalismo fue un gran avance pero moralmente es injustificable. En el curso de los últimos cincuenta años la productividad industrial se duplicó, pero sabemos que la desigualdad social ha venido aumentando en todas partes menos en los países escandinavos. Para mí, los países escandinavos son aquellos que tienen el régimen social más justo. ¿Usted sabía que Dinamarca tiene una tasa de mortalidad infantil que constituye la décima parte de la tasa de mortalidad de EE.UU.? Esta es la verdad. Dinamarca, Suecia y Noruega tienen el mejor sistema de salud pública del mundo. Y, sorprendentemente, otro país cuya desigualdad social resulta muy baja es Japón. Fíjese usted: en Japón el gerente gana, a lo sumo, cuatro veces lo que gana su secretaria. En Estados Unidos gana 50 mil veces de lo que gana su secretaria. Una tremenda injusticia, sobre todo teniendo en cuenta que son, casi todos, incompetentes.

—Volviendo a su libro, me resultó sumamente interesante su encuentro con Ernesto Sabato cuando él se dedicaba a la física, que luego abandonó por la literatura, ¿no es cierto?
—Nunca se apasionó por la ciencia. Se doctoró en Física y presentó su tesis, pero cuando fue a París con una beca del Instituto Joliot-Curie le asignaron un trabajo de rutina que le aburrió. Sabato era un hombre muy inquieto, de vasta cultura. No solamente escribía bien sino que hacía unos dibujos deliciosos. Además, estaba muy metido en política. Fue a Francia como comunista y vocero del congreso comunista. Luego lo transformaron en trotskista. Estaba muy desilusionado del estalinismo. Y con razón. En todo caso era lo que se llamaba, en la Universidad de La Plata, doctor asistente y estaba a cargo de trabajos de avanzada, aunque no publicó nada sobre esto. Los profesores que tuvimos en Física y en Matemáticas tampoco publicaban nada. Enseñaban. Casi todos eran expositores excelentes. Para mí el más sabio, más crítico, el mejor de todos, fue don Teófilo Isnardi, de quien fui ayudante en su cátedra de Física Matemática en Buenos Aires. Un hombre brillante que aprendió, en soledad, física cuántica, que no es fácil, y luego publicó en 1927 un artículo sobre el tema en la revista que había fundado José Ingenieros. Los estudiantes formamos dos seminarios, en Buenos Aires y en La Plata, para leer revistas y solíamos publicar trabajitos, ensayos y reproducíamos artículos recién aparecidos en revistas de circulación internacional. Recuerdo la emoción con que esperábamos la llegada de los libros que provenían del exterior. Yo tenía un amigo en el Palacio del Libro que me guardaba las últimas novedades. También en la librería El Ateneo su propietario y fundador, don Pedro García, solía apostarse a la entrada y cuando pasábamos por allí nos avisaba: “Acabo de recibir un libro que quizás le interese”. Andaba a la pesca de posibles compradores. ¡Un buen librero! ¿Dónde están hoy esos libreros? Además de don Pedro estaba Salvador Rueda, que me recomendaba obras literarias. Finalmente, El Ateneo fundó su propia editorial.

—Cuénteme, doctor, ¿sigue manteniendo sus prevenciones contra el psicoanálisis?
—Dejemos eso porque usted es una fiel seguidora de don Sigmund Freud.

—El análisis es una gran ayuda, —me atrevo a opinar.
—No, no. El psicoanálisis es macaneo puro. Pregúnteselo a mi hija, que es profesora de la nueva ciencia cognitiva en Berkeley, Los Angeles, que es la mejor universidad del mundo en ciencias, mejor que Harvard y Cambridge. En todo caso, se piensa con el cerebro y Freud pensaba con el alma. Esa es una psicología completamente anticuada y, sobre todo, dogmática. Jamás se hizo un experimento psicoanalítico. Aquí, en 1901, el doctor Humberto Piñero –un hospital lleva hoy su nombre– fundó un laboratorio pero no hubo investigación original. En Argentina recién se hizo investigación original cuando apareció el gran Bernardo Houssay en los años 20. Fue el primer científico experimental en Argentina, el primero en publicar trabajos originales. Era un genio. Un hombre que unió la endocrinología con la inmunología y formó grandes investigadores como el doctor Eduardo Braun Menéndez. Recuerdo que con Braun viajamos a Roma en el mismo avión. Braun Menéndez no solamente era un gran sabio sino que fue el verdadero discípulo de Houssay, que no era de prodigar afectos, quien lo consideraba como un hijo.

Bunge evoca nuevamente sus recuerdos:
—En aquel tiempo no había prácticamente física experimental, sólo algunos trabajitos muy modestos, pero había, sí, neurociencia. Hay un caso muy extraño, muy notable, muy curioso. Es el de Braulio Moyano, que fue el único científico puntano, de San Luis, que trabajó solo, se hizo solo y formó a sus discípulos. Desgraciadamente tuvo muy poca repercusión. Hubo también un alemán, Christopher Jakob, que enseñaba en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires y también en La Plata. Hacía neurociencia del peludo.

—¿Del peludo?
—Sí, del animal. Fue fundador de una publicación, la única seria y de nivel internacional, sobre neurología en Argentina. Dejó un solo discípulo. La Facultad de Química era la más seria de todas. Allí hice mis primeros trabajos prácticos en química en 1937.

—Y usted, que vive en Canadá y enseña allí en una universidad, ¿cómo se ubicaría dentro del pensamiento argentino?
—Como alguien totalmente desconocido, marginado, boicoteado por mis colegas de Filosofía a diferencia de lo que ocurre en otras partes. Por ejemplo, en España, en el colegio secundario se enseñan los rudimentos de mi filosofía. También en México. En Argentina, por supuesto que no.

—¿Por qué piensa que ocurre esto?
—Porque he llamado charlatanes a los que aquí enseñan desde el primer año. Les envenenan el cerebro a los chicos obligándolos a estudiar Hegel, Nietzsche y los existencialistas. A partir de entonces no pueden pensar. Están inhabilitados para pensar. Además, se enseña por autores y no por temas. Nadie abarca temas y yo, desde el comienzo, abarqué temas.
—¿Por ejemplo?
—Por ejemplo, ¿qué es el azar?  ¿Qué es la causalidad? ¿Qué saben del espacio y el tiempo? Esto no se hace aquí.
Bunge está visiblemente enojado pero no queremos dejar de conocer su pensamiento.

—Por ejemplo, doctor, para usted, ¿qué es el tiempo?
—Ahhh… Los primeros en pensar seriamente en eso fueron Aristóteles, desde luego, y Epicuro. Para ellos el tiempo es la sucesión de los acontecimientos. En un mundo inmutable, como el que había imaginado Parménides, no hay tiempo. Esa unidad relacional del tiempo, a diferencia de la idea de Newton, ve el espacio como la trama de las cosas. Si no hubiera cosas, si a Dios se le ocurriera eliminar a todo el mundo, si quedara hueco, también desvanecería el espacio. En cambio, para Newton el espacio y el tiempo son inmutables y están ahí.

—Y Platón, ¿por ejemplo?
—La única doctrina correcta de Platón es que los objetos matemáticos son inmutables. En cambio, las cosas reales cambian constantemente. Pero usted me preguntaba hace un momento acerca de mi posición. Mis obras son leídas, pero no en Argentina sino en otras partes. Ocupo el lugar número 44 en el Science Hall of Science de la American Asociation of Masters of Science que tiene una lista de los 200 autores científicos más citados en el transcurso de los últimos doscientos años.

—Y usted ocupa el lugar 44. Impresionante.
—Soy bastante leído, ironiza Bunge. Pero, por supuesto, desconocido en las facultades de Filosofía de Argentina.

—Hace un momento nombró a Dios. ¿Usted es agnóstico?
—No. Soy ateo. Como Borges. Es una manera de decir. 

—Pero tengo entendido que admite la religiosidad en otras personas.
—No sólo la admito sino que la respeto y, como Voltaire, que era deísta, soy partidario de la libertad de creencias. Además, creo que es una pérdida de tiempo atacar a las religiones.

© Escrito por Magdalena Ruíz Guinazú el sábado 24/01/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.




jueves, 18 de octubre de 2012

Colonizar la Justicia… De Alguna Manera...


Colonizar la Justicia…

Animus domini. Dibujo: Pablo Temes.

Recusación serial. Preocupa a los magistrados la intromisión del Gobierno. Los aprietes y el peligro de un conflicto de poderes.

No hace falta frecuentar a Sigmund Freud para descubrir la manifestación del inconsciente en el chiste que circula desde hace algunas horas. Dice que hasta Antonio Gasalla renunció al jurado de ShowMatch presionado por el gobierno que empieza con K de Kirchner y termina con K de Alak. No causa gracia la consigna vengativa y setentista que se cantaba por lo bajo en Tribunales: “Cinco por uno, no va a quedar ninguno”. Se referían a los jueces independientes. Los van liquidando de a uno y los ametrallan, no con tiros como en aquella época, pero sí con el aparato propagandístico del Estado que hace de la difamación una tortura del periodismo de Estado.

Hay mucha preocupación entre los magistrados. Los que frecuentan diariamente los pasillos de la Justicia en general, pero de la federal en particular, confiesan que nunca se habían sentido tan rigurosamente vigilados y apretados como ahora desde la reinstauración de la democracia en 1983. Los servicios de inteligencia y los estudios de abogados, que diseminan la carne podrida que allí se produce, tienen amenazados a varios jueces y fiscales con carpetazos de distinto tipo. En algunos casos, vinculados a la vida íntima de los funcionarios judiciales o a las actividades y actitudes de miembros de su familia. Hugo Moyano dijo en estas horas que “la AFIP es la Gestapo K” pero en Comodoro Py creen que los espías son mucho más feroces. Se debaten entre plantarse para no dejarse aplastar y poder ejercer su función con libertad y el temor que los obliga a silbar y mirar para otro lado. El ministro Julio Alak sueña con una Justicia con la camiseta partidaria y con la multiplicación de los Oyarbides. Y trabaja incansablemente para eso. Es la continuación por otros medios del “Vamos por todo” de Cristina. Apelarán a la recusación serial si fuera necesario hasta limpiar el terreno de los temibles jueces autónomos. Y lo hacen a cara descubierta, en forma desembozada. Es tan grande la impunidad que no sienten ni culpa en interferir desde el Ejecutivo en la Justicia y en poner la situación a las puertas de un grave conflicto de poderes.

El gobierno de Cristina tuvo y tiene muchas virtudes. Por eso ganó las elecciones con algo que nadie logró en la historia: 12 millones de votos. Pero el gran drama del oficialismo es que también tiene defectos y que, además de no reconocerlos, los maquilla para exhibirlos como si fueran cualidades morales. Se construye un monopolio estatal de paraperiodismo y eso es presentado como soberanía informativa. Martín Sabbatella no cumple con su deber moral y ético de renunciar a la banca y se lo muestra como la potencia de sus convicciones. No dejan juzgado por colonizar y quieren mostrarlo como una renovación necesaria. Se asocian con los más gordos y burócratas menemistas del sindicalismo y el relato plantea que es parte de la democratización del gremialismo corrupto.

Que Cristina levante su dedito acusador en medio del sermón televisado y refriegue en la cara de la sociedad todo lo bueno que han hecho, vaya y pase. Pero que también quiera dar cátedra con lo que a todas luces son errores es perverso y genera una gran irritación social que se expresa a través de las protestas virtuales y callejeras de diversos sectores sociales. Si la idea es convencer a los ciudadanos de que no hay cepo, no hay inflación, no hay inseguridad y que la Presidenta habla con los periodistas todos los días, esas falsas virtudes se convierten en el combustible que potencia la disidencia. Mo Yan, en ese contexto, deja de ser el escritor chino flamante Premio Nobel de Literatura para comunicar lo que realmente significa ese seudónimo: “No hables”. La asignatura pendiente más cruel que va a dejar el kirchnerismo es la utilización de los valores para un lado o para el otro, según la conveniencia de los fanáticos. Es doloroso e imperdonable, en términos históricos, lo que reveló el humillante apriete que sufrió Jorge Lanata por parte de unos matones chavistas con carnet de servicios secretos.

Interrogatorios obscenos, prepotencia armada y la negación de la libertad, que es borrar contenidos periodísticos, fue reinterpretada por los esbirros locales como una provocación del periodista. Nunca se había llegado a tanto. Es una inmoralidad y una degradación de la condición humana justificar a los victimarios porque hubo “presuntamente” una provocación de la víctima. Uno se imaginó equivocadamente que esas categorías fascistas habían sido superadas. La burda creencia de que el violador es menos violador porque la violada utilizaba minifalda. Repugna descubrir el silencio del Gobierno y la complicidad de los grupos de tareas informativos que primero negaron los padecimientos de Lanata, Nico Wiñazki y sus compañeros y luego fueron capaces de celebrar la actuación de militares que “defienden el socialismo bolivariano”. ¿Qué hubieran dicho si Horacio Verbitsky hubiese sufrido el mismo maltrato en Chile o en Colombia? La responsabilidad de violar los derechos humanos de un trabajador de prensa hubiera sido de la derecha, Clarín y la CIA. Tiene razón Julio Bárbaro, el virus letal del estalinismo está vivito y coleando en la conciencia de muchos presuntos defensores del pluralismo informativo. El gran timonel, Carlos Zannini, dijo que Clarín quiere voltear al Gobierno y sabotear las políticas populares, y hay que prepararse para eso. Qué distinto pensaba Néstor Kirchner hace tan poco, en términos históricos, cuando en el último minuto de su gobierno autorizó la fusión de Multicanal y Cablevisión y disfrutó del concubinato con Héctor Magnetto. ¿Será un sentimiento de despecho hacia la novia que se fue con otro?

El pasado sólo sirve para herir al otro. Nunca para reflexionar sobre los propios comportamientos. A Julio Alak no hay juez que le venga bien. Un hombre ético como Pablo Lanusse lo acusó del delito de “amenazas coactivas”. El ministro de Justicia, en su desenfrenada lucha a favor de los pobres y oprimidos, siempre tuvo el coraje de colocarse todos los sombreros: el de Menem, el de Duhalde y por supuesto, los de Néstor y Cristina. Ahora que los 90 regresan de la mano de la Ley Antiterrorista y la de accidentes de trabajo o la negativa de Cristina a habilitar el debate por el aborto, entre otras cosas, la pregunta surge sola para Alak: ¿Siempre tuvo razón y estuvo del lado de la verdad y la justicia? ¿ O sólo en estos momentos? Si hasta Amado Boudou habla del cepo a la democracia. Pobre cepo. La reforma de 1918 instaló un himno que dice así: “Los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan”.

© Escrito por Alfredo Leuco y publicada por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 14 de Octubre de 2012.