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domingo, 17 de noviembre de 2019

Chile en llamas: ¿qué es lo que se viene?... @dealgunamanera...

Chile en llamas: ¿qué es lo que se viene?...

Piñera. El presidente tardó en hacer concesiones y hoy la oposición busca su renuncia. Fotografía: DPA

El país trasandino es prueba de que los errores de los gobernantes a veces no tienen retorno, por más correcciones que intenten.

© Escrito por Claudio Fantini el sábado 16/11/2019 y publicado por la Revista Noticias de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Chile, además de Bolivia, es una prueba de que los errores de los gobernantes, cuando disparan protestas, ya no tienen retorno por más correcciones que intente el gobernante que cometió el error.

En alguna medida, se trata de un fenómeno de época que se ve en todos los rincones del planeta. En Beirut, donde a las protestas las detonó un impuesto al WhatsApp y derivaron en la caída del primer ministro, y en Hong Kong, donde el gobierno autónomo de Carry Lam cometió el error de imponer una ley de extradición que le pidió el poder central de China. Esa ley detonó las protestas. Se intentó detenerlas retirando la ley, pero ya era tarde para lograr que las multitudes abandonaran las calles.

En Chile, Sebastián Piñera sacó el ejército ante las primeras protestas con actos de violencia, y habló de “una guerra contra un enemigo poderoso”. Los militares en la calle fueron una postal del tiempo de Pinochet y actuaron como nafta sobre el fuego.

Después anuló los aumentos que provocaron las protestas pero no hubo vuelta atrás. Cuando amainaron un poco, Piñera apreció en cámara con un discurso que volvió a ser nafta sobre el fuego. Primero describió todas las concesiones que había hecho para que cedan las protestas, dejando para la parte final, que fue la más prolongada y subrayada por el propio presidente, el anuncio del endurecimiento de las leyes contra los actos violentos en las protestas. Fue otro negligente baldazo de nafta al fuego, por eso el día siguiente fue mucho más violento.

De todos modos, que la oposición no esté ayudando más al apaciguamiento no es justificable, sobre todo a partir del anuncio del martes a la noche. En ese mensaje, a pesar de haber comenzado anunciado el refuerzo de los carabineros, reafirmó su compromiso con una reforma de la Constitución. Una oferta que, objetivamente, no puede ser minimizada. Esa reforma podría posibilitar la gratuidad en la educación de excelencia que es uno de los instrumentos que mantienen la desigualdad social.

La oposición puede aportar a esas correcciones profundas que necesita el modelo chileno, o puede apostar a que la creciente represión convierta a Piñera en dictador, o que las protestas y la violencia terminen obligándolo a renunciar.




sábado, 26 de octubre de 2019

No es por 30 centavos sino por 30 años… @dealgunamanera...

No es por 30 centavos sino por 30 años…

Rodeado de militares, Piñera firma estado de sitio. Fotografía: CEDOC

“Estoy totalmente en contra de las dictaduras como instituciones de largo plazo, pero una dictadura puede ser un sistema necesario para un período de transición. A veces es necesario que un país tenga, por un tiempo, una u otra forma de poder dictatorial. Es posible que un dictador pueda gobernar una economía liberal como también es posible una democracia gobernada con falta de liberalismo. Mi preferencia personal se inclina a una dictadura liberal y no a un gobierno democrático donde todo liberalismo esté ausente. En Chile, por ejemplo, seremos testigos de una transición de un gobierno dictatorial a un gobierno liberal. Y durante la transición puede ser necesario mantener ciertos poderes dictatoriales, no como algo permanente sino como un arreglo temporal”.

(Friedrich von Hayek, inspirador del neoliberalismo, en abril de 1981)

Traducción: Si los socialistas entendieran economía, entonces ellos no serían Socialistas. 
(Agrego para don Fiedrich... Si los liberales como usted entendieran a los pueblos, seguramente no sería lo que fue, un fascista encubierto)

© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 26/10/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Chile es el país más neoliberal del mundo. Es el país donde está privatizada la mayor proporción de la vida pública, desde las jubilaciones hasta la mayoría de la educación y la salud: hay 2,5 millones de personas en espera para una consulta médica gratuita, y las AFP (administradoras de fondos de pensión, nuestras ex AFJP), tras varias décadas desde que las impusiera Pinochet en 1981 (capitalizando al 2% anual mientras que la población, cuando toma un crédito, que indirectamente surge de los mismos fondos, debe afrontar tasas del 20% anual), les pagan al 90% de los chilenos una jubilación menor de 144 mil pesos, 64% del salario mínimo. Eso es equivalente a 198 dólares, no muy distinta a la jubilación mínima actual en Argentina, de 13 mil pesos, equivalentes a 200 dólares a 65 pesos pero muy distinta a la que un jubilado argentino tenía antes de las devaluaciones, en 2017, cuando era más del doble: 450 dólares, equivalentes a 7.200 pesos a un dólar de 16 pesos.

Pero el “modelo chileno” de movilidad ascendente, donde la aplicación de políticas neoliberales –con las matizaciones que le aplicaron la llegada de la democracia desde 1990 y los gobiernos de la Concertación, la coalición de centroizquierda que gobernó Chile ininterrumpidamente hasta 2010 con sus cuatro presidentes (Patricio Aylwin, Eduardo Frei, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet)– logró mejoras concretas, como bajar la inflación del 30% al 2%, la pobreza del 40% al 15%, y el desempleo del 15% al 7%, murió con las violentas manifestaciones que comenzaron en Chile la semana pasada.

Murió y ahora se reclama un nuevo pacto social que reconozca los efectos secundarios de aquellos aciertos, expresados básicamente en su incapacidad para seguir mejorando un grado de desigualdad que no logra perforar. Palabras como hastío, cansancio, agotamiento, malestar sintetizan la idea de un ciclo cumplido sin que nadie sepa muy bien cómo debería ser el próximo.

La alcaldesa de Providencia, equivalente al intendente de Vicente López en Buenos Aires, Evelyn Matthei, del partido de derecha que apoyó al presidente Piñera, pidió un “profundo” cambio de gabinete pero con integrantes “que vengan de la clase media, que se hayan formado en educación pública, que no sean todos de la Universidad Católica o de la de Chile, que no veraneen en Zapallar (su Punta del Este), gente que haya nacido en provincia y en el fondo tenga mucha más calle”.

Es que Piñera, más allá de sus esfuerzos, representa una especie de neopinochetismo, falto de sensibilidad para entender la época, y él mismo y algunos de sus colaboradores son percibidos como los verdaderos “alienígenas”, y no los manifestantes, así bautizados por la primera dama. Piñera no calibró el significado que tendría enviar a los militares a reemplazar a las fuerzas policiales en el control del orden público.

La historia de Chile es la historia de sus militares: a diferencia de los argentinos, que perdieron en Malvinas, los militares chilenos ganaron todas sus guerras, ampliando su territorio en detrimento de Bolivia y Perú. Cuando Piñera dijo que Chile estaba en “guerra” volvió a encender el fuego que trataba de apagar porque sus militares están mentalmente formateados por la omnipotencia, y la sociedad civil, a pesar de que les teme, no está dispuesta a la misma sumisión de la época de la dictadura, que fue una verdadera fábrica de pobres.

Los militares son una casta privilegiada, primero porque a su presupuesto va directamente el 10% de la venta de cobre, el principal producto de exportación de Chile, equivalente a que en Argentina recibieran el 10% de las exportaciones de soja, y son los únicos que tienen un sistema jubilatorio estatal por fuera de las AFP, a las que el resto de la población está obligada.

Las AFP son el síntoma de la falla, la punta del iceberg de un descontento sumergido que ahora sale a la superficie con espasmos de una violencia inimaginable. No son 20 sino 41 estaciones de subte las que padecieron incendios que tuvieron una acción coordinada y el uso de precursores para generar fuegos de una magnitud imposible para una turba espontánea. Mientras las fuerzas de seguridad iban a reprimir las manifestaciones a Plaza Italia, formalmente Plaza Baquedano, porque allí está el monumento al general del mismo nombre, artífice de la victoria chilena en la mencionada guerra contra Bolivia y Perú entre 1879 y 1884 (nuevamente los militares), los anarquistas quemaban estaciones de subte. La idea que difundió el canciller argentino, Jorge Faurie, sobre que podría tratarse de desestabilizadores cubano-venezolanos no fue compartida por el canciller chileno, el conservador Teodoro Ribera Neumann. El anarquismo es más relevante en Chile que, por ejemplo, Quebracho en Argentina, porque encontró en las reivindicaciones mapuches una causa permanente donde anidar.

A pesar de que su economía creció 4% en 2018 y 2,5% en 2019, en Chile la agenda política cambió de un día para el otro. La alternancia entre dos presidencias de Bachelet y dos de Piñera, una con foco en la redistribución y otra, en el crecimiento, con la que concluyó el período de hegemonía de la Concertación, tendrá que dar paso a otra forma de equilibrio político aún no creada. Mientras tanto, Chile vivirá una situación difícil donde la mayoría de la población reclama que los ricos (los “momios”, así llaman a la derecha conservadora), como en la época de la Revolución Francesa, pierdan privilegios de manera ejemplar y el presidente, quien como en una monarquía reina y gobierna, pierda el absolutismo, primero con un gabinete de coalición y luego con una reforma de la Constitución, todas medidas difíciles de instrumentar.

Los disturbios graves bajaron de 126 diarios a 61 y se produjo antes de ayer solo una de las 19 muertes acumuladas, pero puede ser un impasse para que vuelva la protesta con más fuerza.




domingo, 21 de enero de 2018

Algunos le tienen miedo al Papa… @dealgunamanera...

Algunos le tienen miedo al Papa…


El presidente de la Conferencia Episcopal dice que es “absolutamente mentiroso” decir que el viaje a Chile fue un fracaso. El obispo Oscar Ojea critica duramente la cobertura del viaje de Francisco.

 Para Oscar Ojea, “existe una decisión de escamotear su mensaje”.

© Escrito por Washington Uranga el domingo 21/08/2017 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

De regreso de Chile, donde acompañó al Papa en su viaje pastoral, el obispo Oscar Ojea, presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, se mostró molesto con la presentación que los medios de comunicación han hecho de la gira papal. “Todo lo que tiene que ver con presentar la visita como un fracaso por la falta de gente es absolutamente mentiroso” aseguró el obispo en diálogo con Página/12. A su juicio la estadía de Francisco en Chile fue “sumamente positiva, una verdadera fiesta, una fiesta popular”.

Respecto de la forma como se informó sobre la gira papal el obispo de San Isidro dijo tener la sensación de que “algo estaba armado” y “mi impresión es que existe una decisión de escamotear el mensaje del Papa”. Sensiblemente preocupado Ojea afirmó que “al Papa se le tiene miedo, se le tiene miedo a su liderazgo y a su capacidad de aglutinar a las personas en torno a sus ideas y a su figura”.

“Yo lo viví desde adentro” dijo el obispo, y “puedo dar testimonio de los alcances extraordinarios de la presencia de Francisco, de su vínculo con la gente, lo que se disfruta. Sin embargo, agregó, “hay personas que escamotean los temas como si hubiese un mandato de no ponderar demasiado al Papa. Siempre aparece un ‘pero’... es como si existiera la decisión de no dejarlo crecer”. Interpelado acerca de los motivos de esta situación Ojea insistió en el hecho de que el Papa reúne multitudes detrás de sí. “¿Quién junta tanta gente hoy en cualquier país de América Latina?”, se preguntó. “Yo vi multitudes no solamente en los actos, sino en las calles. Decir que hubo poca gente es una visión miope. Yo viví una fiesta, una fiesta popular”, subrayó.

Respecto de las críticas y las objeciones que se han formulado al Papa durante su reciente gira, el obispo Ojea aseguró que “no se deja pasar el mensaje de Francisco, se lo escamotea, se lo esconde y, mientras tanto, se pone el foco en si el Papa saludó o no al presidente electo Sebastián Piñera o si es pertinente o no que alguien tenga que esperar mucho tiempo en una calle para ver al Papa pasar”.

Ojea aceptó referirse también a las críticas que el Papa recibió de parte de algunos católicos que reclamaban la destitución del obispo de Osorno, Juan Barros, acusado de complicidad con abusos contra niños, niñas y jóvenes cometidos por el sacerdote Gustavo Karadima. Bergoglio pidió públicamente perdón por el tema, recibió a las víctimas, pero se mostró molesto con quienes acusan a Barros señalando que se trata de “una calumnia” y que no existen pruebas contra el obispo. Ojea dijo a este diario que “es cierto que en Santiago se reunió un grupo de unas cincuenta personas que se manifestaron con una pancarta pidiendo la destitución de Barros, pero este fue un tema que si bien tuvo gran presencia mediática no alcanzó ninguna repercusión popular”. Y razonó que “siendo esta una cuestión tan particular, con este sesgo informativo se pretende poner en jaque todo lo que ha trabajado Francisco y ha trabajado la Iglesia respecto de tolerancia cero en relación a los abusos. Es un tema doloroso, difícil, en el cual el Papa ha tenido posiciones muy claras. En el caso particular del obispo Barros no existen pruebas judiciales que lo incriminen”.

El obispo de San Isidro admitió que en ciertos sectores de la sociedad chilena existe malestar con la Iglesia, lo que llevó incluso al Papa a admitir en su reunión con los obispos que el solo hecho de presentarse con ropa eclesiástica puede hacerle pasar un mal momento a algunos sacerdotes en ciertas ocasiones. “Pero esta es la realidad” habría dicho Francisco en esa ocasión, pidiendo además a los obispos que “acepten esta realidad cultural y también la carga que significa para la Iglesia llevar sobre sus espaldas los errores cometidos en el pasado”.

Retomando su argumentación respecto del manejo que se hace del mensaje de Francisco, el obispo Ojea sostuvo que “siempre que hay algo importante en el mensaje papal, inmediatamente tiene que ser contrastado con algo malo, con algo negativo. No quieren dejarlo avanzar demasiado. Todo lo que tiene que ver con el mensaje a futuro, con la dignidad, se corre”. Según el Presidente de la Conferencia Episcopal “es verdad que es incómodo hablar de las explotaciones mineras en América Latina, es incómodo decir ante las mujeres detenidas que es preciso recuperar la dignidad, es incómodo defender los derechos de los pueblos originarios. Es incómodo pero el Papa lo hace y da un mensaje sobre estos temas que son incómodos para muchos”.





domingo, 17 de mayo de 2015

Manga de inútiles… @dealgunamanera...

Manga de inútiles…

Teníamos Patria... Dibujo: Pablo Temes.

El escándalo del fútbol refleja otras mayores incapacidades de la dirigencia nacional. Fin de ciclo, de Chile a Argentina.

Qué notable capacidad para arruinar casi todo: lo que mejor hacemos, la pasión de multitudes, los colores del corazón. El verdadero superclásico argentino es convertir una fiesta en un desastre, que pudo haber sido un velorio. Un país que fue y debería ser fabuloso quedó transformado en un ejemplo mundial de fracaso colectivo, mediocridad, soberbia, cobardía y desazón.

Sería un error poner el foco en Boca, el fútbol, la Conmebol, Berni, el Cata Díaz o las bocas tapadas para que no se note el desconcierto y la incredulidad. Pudo haber pasado en cualquier cancha, cualquier otro día, en cualquier otro deporte o en un recital. Pasó en la AMIA, Cromañón, en la tragedia de Once, con la crisis energética y con la inflación. Arruinamos a Madres de Plaza de Mayo, a la Universidad de Buenos Aires y hasta a la pobre estatua de Colón.

Se trata de una sociedad que involucionó a tal punto que es incapaz de resolver las cuestiones más simples y esenciales, de preservar sus recursos más valiosos. Que prefiere engañarse a sí misma, deslindar responsabilidades, negar la realidad, invertir fortunas en proyectos absurdos, derrochar tiempo y posibilidades.

Todo, rodeado de un marketing tan patético como efectivo, tan caro como seductor: conectamos, igualamos, somos buena gente, solidarios, incluimos, construimos, informamos, recreamos, educamos y sanamos. Fuimos potencia, la casa estuvo en orden, qué lindo fue dar buenas noticias. Ganamos, siempre ganamos. No importa el resultado, quién o cómo lo mida: para eso destruimos el Indec, ¿para qué lo queremos? Siempre estamos mejor.

Sería un error desconocer que también hay otra Argentina. Que trabaja, innova, se esfuerza, lucha, se sacrifica, apuesta e invierte en el largo plazo, que se rompe el alma cada día para estar aunque sea un poco mejor. Que mira esta apabullante decadencia con vergüenza e impotencia. Que no le encuentra la vuelta y que, por suerte, ya no se raja tanto como antes –prefiere pelearla desde acá–. Pero está bastante resignada: no espera nada bueno ni demasiado nuevo de sus gobernantes. Ya la han engañado muchas veces. Si hasta intuye que son todos iguales. O parecidos. Qué más da.

Castillos en el aire. Ante la frustración colectiva, nos ilusionamos con muy poco. Y tendemos a focalizar en proyectos individuales, en salidas egoístas, en zafar. Como si eso fuera acaso posible, de ese modo pretendemos minimizar el impacto de los groseros errores del Estado, de las patéticas dificultades de coordinación que tenemos los argentinos como sociedad.

Ejemplo: frente al flagelo de la inseguridad, instalamos rejas y alarmas, nos mudamos a un edificio con sereno, a un barrio privado o ponemos una garita para que un policía retirado, a menudo casi un Fayt de las fuerzas de seguridad, ahuyente a los cretinos que nos vienen a robar. Les damos celulares a los chicos para que nos manden mensajes a cada rato, adaptamos nuestra vida cotidiana, limitamos nuestros movimientos, nuestra vida cultural y nuestra espontaneidad. ¿Arreglamos el problema? Para nada: invertimos fortunas para tener la sensación de que hacemos lo posible para minimizar una amenaza que está siempre latente, al acecho. Y en cualquier descuido, sin duda, nos va a afectar.

Sin embargo, este comportamiento alcanza niveles totalmente absurdos y costos absolutamente exorbitantes cuando los protagonistas son nuestros dirigentes políticos. En ellos prevalece un personalismo extremo, y esto involucra tanto a los que están en el Gobierno como los que pugnan por llegar desde la oposición. Se creen la solución, pero en verdad son una parte fundamental del problema.

El extremo más patético y enfermizo es la intención de quienes están ahora de “salvarse”, logrando impunidad de cara a lo que se viene. Eso implica acumular todo el poder posible, incluyendo el del veto, para seguir influyendo en la agenda pública a partir del 10 de diciembre próximo. CFK se va de la presidencia con poder, pero el poder se le va de las manos. Un hecho inédito en el país: desde el regreso a la democracia, nadie finalizo su mandato reteniendo tanta autoridad. No se resigna a abandonar ese viejo sueño de poder eterno, aunque en la práctica sólo puede construir meros castillos en el aire.

El sociólogo chileno Manuel Garretón acuñó el concepto de “enclave autoritario”: mecanismos institucionales generados por un líder saliente para seguir influyendo después de abandonar la presidencia y, en particular, lograr impunidad. Esto permitió entender los dispositivos contenidos en la Constitución pinochetista de 1980, que siguió vigente durante los primeros quince años de la transición y que alteraba con disposiciones de naturaleza autoritaria el normal funcionamiento del sistema democrático.

Por ejemplo, un sistema electoral binominal para que las fuerzas de derecha estuviesen sobrerrepresentadas (que fue desarticulado recientemente); la imposibilidad de que el presidente llamase a retiro a los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas; la designación de senadores vitalicios para vetar cambios institucionales; y la asignación directa de un porcentaje de los recursos del cobre para financiar a las Fuerzas Armadas, entre muchas otras.

Malas noticias para Cristina: ni siquiera Augusto Pinochet logró los resultados esperados: terminó asediado con causas judiciales, totalmente desacreditado en Chile y en el exterior. Su debacle precipitó la despinochetización de la sociedad chilena. Las fuerzas de derecha se fortalecieron con su inesperada democratización, y hasta llegaron al gobierno con Sebastián Piñera.

Lo que está haciendo ahora CFK, a la luz del ejemplo chileno, no tiene mayor sentido. Se trata simplemente de los caprichos típicos de quien atesoró demasiado poder y, ante la inminente pérdida, se desespera. Mientras tanto, dedica tiempo y esfuerzo a diseñar una estrategia de retirada que a la corta o a la larga no servirá para nada. El que venga construirá autoridad desde la presidencia, ella lo sabe mejor que nadie. Fue protagonista de un poder que ella misma construyó de la noche a la mañana cuando falleció Néstor, y antes fue testigo de cuando su difunto marido logró acumular influencia “desde arriba”, entre 2003 y 2005.

Tal vez tenga un as en la manga y logre su cometido. Difícil. Esas mangas se tajean fácilmente, por ahí penetran esos raros gases tóxicos que te nublan la vista, te cierran la garganta. Es imposible evitar las consecuencias de tanta desidia. Es inútil pretender que las cosas salgan bien cuando hacemos todo lo posible para que salgan mal.

© Escrito por Sergio Berensztein el domingo 17/05/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.