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miércoles, 30 de enero de 2019

Maduro y Allende… @dealgunamanera...

Maduro y Allende…

Presidente de Venezuela Nicolás Maduro y Presidente de Chile Salvador Allende.

No podemos callar y aceptar que Maduro pretenda guarecerse en la imagen del Presidente Allende, desprestigiándolo y distorsionando la realidad. Allende es un símbolo de integridad moral, de compromiso social y de vocación democrática incuestionable. La experiencia de Maduro, en cambio, ha traído persecución política, miseria, crisis humanitaria, hambre, emigración masiva y el sufrimiento del pueblo venezolano.

© Escrito por Sergio Bitar el viernes 25/01/2019 y publicado por el Diario Digital El Mostrador de la Ciudad de Santiago de Chile, República de Chile.

En repetidas ocasiones Maduro ha intentado refugiarse en la imagen de Allende. No podemos dejar pasar esta grave distorsión de la realidad histórica. Ni Chávez ni Maduro tienen nada en común con Allende.

Allende fue un hombre de una trayectoria democrática impecable. Diputado, senador, ministro, Presidente de la República, ejemplo de vida dedicada al fortalecimiento de las instituciones democráticas, la ampliación de las libertades y de los derechos de los trabajadores y de la gente más pobre. Chávez fue un coronel que intentó un golpe de Estado en 1992 y luego triunfó en las elecciones de 1999, sin tradición democrática. Inició un proceso de regresión democrática y de deterioro económico, que solo se pudo ocultar por el alza cuantiosa del precio del petróleo.

Allende respetó la Constitución y las leyes, las libertades personales, el Parlamento actuó sin restricción alguna, la Corte Suprema ejerció sus funciones con plena independencia, la libertad de expresión alcanzó su más amplia extensión, todos los partidos políticos se desplegaron y fortalecieron. Jamás se violaron los Derechos Humanos, ni hubo presos políticos. El caso venezolano con Chávez y Maduro es completamente distinto. La elección de la Asamblea Nacional legítima fue atacada y se intentó sustituirla por un órgano ilegal, existen presos políticos desde hace muchos años, las libertades de expresión han sido cercenadas con el control de los distintos medios de comunicación, ha habido persecución y exclusión de partidos políticos, matonaje y represión.

En el ámbito económico la diferencia es enorme. Allende luchó por recuperar las riquezas básicas que se encontraban en manos extranjeras, organizar a los sectores trabajadores modestos y reducir la miseria. En el caso de Venezuela, el petróleo ya estaba en manos del gobierno, no había nada que nacionalizar. Y a pesar de ello, el gobierno venezolano, sin oposición de país ni empresa alguna, provocó una caída sin precedente de la producción, de cerca de 3 millones de barriles diarios a menos de 1 millón ahora.

Venezuela exporta sin problema a Estados Unidos, donde además posee una empresa distribuidora de gasolina (CITGO). Pero su fracaso es tal, que de exportador de gasolina a EE.UU., ahora la importa desde ese país. No solo han tenido todo el mundo abierto al comercio, sino además contaron con un enorme financiamiento de China, inexistente antes. Este desastre nada tiene que ver entonces con el “imperialismo y la burguesía”, es solo incapacidad e ineficacia. En el caso chileno, la nacionalización del cobre fue respondida por el gobierno de Nixon y de las compañías del cobre con bloqueos, cortando el financiamiento internacional, de repuestos, promoviendo el embargo de los embarques de cobre cuando llegaban a los puertos de destino en Europa.

Las condiciones internacionales de 1970 eran completamente distintas a las del año 2000. Chile debió enfrentar un período de Guerra Fría en que la actitud norteamericana del gobierno de Nixon hacia Chile fue implacable desde un comienzo, tratando de impedir la asunción de Allende y complotando para socavar el gobierno, mediante ahogo financiero y la presencia activa de la CIA, como quedó en evidencia en las propias investigaciones del Senado de EE.UU. Nada de eso ha ocurrido en Venezuela.

Tampoco es similar la situación de las Fuerzas Armadas. En el caso chileno, ellas formaban a sus oficiales en la llamada doctrina de la seguridad nacional, con cursos impartidos en Panamá, mostrando que el enemigo era interno y, por lo tanto, su tarea era aplastar cualquier movimiento social que quisiera impulsar cambios. Nada de ello ha existido durante los gobiernos de Chávez y Maduro. Ellos han contado con el respaldo total de las Fuerzas Armadas, sin lo cual no podrían haber sobrevivido al desastre humanitario, la indignación popular y el quiebre de las instituciones democráticas.

En Chile, ni creció la violencia criminal ni mucho menos la corrupción. La dictadura chilena, que intentó difundir falsedades como el llamado Plan Z y luego de reiteradas investigaciones a las cuentas personales y de los familiares de los principales dirigentes de la Unidad Popular, nunca pudo realizar acusación alguna. Nada de eso se compara entre el Chile de Allende y la Venezuela de Chávez y Maduro, donde se presenta una de las más altas tasas de homicidio del mundo.

Mucho daño ha hecho ya la experiencia de Maduro, la persecución política, la miseria de un pueblo, la crisis humanitaria, el hambre, la emigración masiva, el sufrimiento del pueblo venezolano.

Esta terrible experiencia ha provocado temor a las experiencias progresistas de América Latina, y hoy es un arma que utiliza la derecha para atacar a quienes intentan cambios económicos y sociales. La campaña de “Chilezuela” es un ejemplo, y similares campañas se han articulado en otros países.

No podemos callar y aceptar que Maduro pretenda guarecerse en la imagen del Presidente Allende, desprestigiándolo y distorsionando la realidad. Allende es un símbolo de integridad moral, de compromiso social y de vocación democrática incuestionable.



viernes, 11 de septiembre de 2015

Pablo Neruda, Allende 11 de Septiembre de 1973... @dealgunamanera...

Pablo Neruda, Allende... 



Mi pueblo ha sido el más traicionado de este tiempo.

De los desiertos del salitre, de las minas submarinas del carbón, de las alturas terribles donde yace el cobre y lo extraen con trabajos inhumanos las manos de mi pueblo, surgió un movimiento liberador de magnitud grandiosa. Ese movimiento llevó a la presidencia de Chile a un hombre llamado Salvador Allende, para que realizara reformas y medidas de justicia inaplazables, para que rescatara nuestras riquezas nacionales de las garras extranjeras.

Donde estuvo, en los países más lejanos, los pueblos admiraron al presidente Allende y elogiaron el extraordinario pluralismo de nuestro gobierno. Jamás en la historia de la sede de las Naciones Unidas, en Nueva York, se escuchó una ovación como la que le brindaron al presidente de Chile los delegados de todo el mundo. Aquí en Chile se estaba construyendo, entre inmensas dificultades, una sociedad verdaderamente justa, elevada sobre la base de nuestra soberanía, de nuestro orgullo nacional, del heroísmo de los mejores habitantes de Chile. De nuestro lado, del lado de la revolución chilena, estaban la Constitución y la ley, la democracia y la esperanza.

Del otro lado no faltaba nada. Tenían arlequines y polichinelas, payasos a granel, terroristas de pistola y cadena, monjes falsos y militares degradados. Unos u otros daban vueltas en el carrusel del despecho. Iban tomados de la mano el fascista Jarpa con sus sobrinos de Patria y Libertad, dispuestos a romperles la cabeza y el alma a cuanto existe, con tal de recuperar la gran hacienda que ellos llamaban Chile. Junto con ellos, para amenizar la farándula, danzaba un gran banquero y bailarín, algo manchado de sangre; era el campeón de rumba González Videla, que rumbeando entregó hace tiempo su partido a los enemigos del pueblo. Ahora era Frei quien ofrecía su partido demócrata - cristiano a los mismos enemigos del pueblo, y bailaba además con el ex coronel Viaux, de cuya fechoría fue cómplice. Estos eran los principales artistas de la comedia. Tenían preparados los viveros del acaparamiento, los miguelitos, los garrotes y las mismas balas que ayer hirieron de muerte a nuestro pueblo en Iquique, en Ranquil, en Salvador, en Puerto Montt, en la José María Caro, en Frutillar, en Puente Alto y en tantos otros lugares. Los asesinos de Hernán Mery bailaban con naturalidad santurronamente. Se sentían ofendidos de que les reprocharan esos pequeños detalles.
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Chile tiene una larga historia civil con pocas revoluciones y muchos gobiernos estables, conservadores y mediocres. Muchos presidentes chicos y sólo dos presidentes grandes: Balmaceda y Allende. Es curioso que los dos provinieran del mismo medio, de la burguesía adinerada, que aquí se hace llamar aristocracia. Como hombres de principios, empeñados en engrandecer un país empequeñecido por la mediocre oligarquía, los dos fueron conducidos a la muerte de la misma manera. Balmaceda fue llevado al suicidio por resistirse a entregar la riqueza salitrera a las compañías extranjeras.

Allende fue asesinado por haber nacionalizado la otra riqueza del subsuelo chileno, el cobre. En ambos casos la oligarquía chilena organizó revoluciones sangrientas. En ambos casos los militares hicieron jauría. Las compañías inglesas en la ocasión de Balmaceda, las norteamericanas en la ocasión de Allende, fomentaron y sufragaron estos movimientos militares.

En ambos casos las casas de los presidentes fueron desvalijadas por órdenes de nuestros distinguidos aristócratas. Los salones de Balmaceda fueron destruidos a hachazos. La casa de Allende, gracias al progreso del mundo, fue bombardeada desde el aire por nuestros heroicos aviadores. Sin embargo, estos dos hombres fueron muy diferentes. Balmaceda fue un orador cautivante. Tenía una complexión imperiosa que lo acercaba más al mando unipersonal. Estaba seguro de la elevación de sus propósitos. En todo instante se vio rodeado de enemigos. Su superioridad sobre el medio en que vivía era tan grande, y tan grande su soledad, que concluyó por reconcentrarse en sí mismo.

El pueblo que debía ayudarle no existía como fuerza, es decir, no estaba organizado. Aquel presidente estaba condenado a conducirse como iluminado, como un soñador: un sueño de grandeza se quedó en sueño. Después de su asesinato, los rapaces mercaderes extranjeros y los parlamentarios criollos entraron en posesión del salitre: para los extranjeros, la propiedad y las concesiones; para los criollos las coimas. Recibidos los treinta dineros todo volvió a su normalidad. La sangre de unos cuantos miles de hombres del pueblo se secó pronto en los campos de batalla. Los obreros más explotados del mundo, los de las regiones del norte de Chile, no cesaron de producir inmensas cantidades de libras esterlinas para la City de Londres.

Allende nunca fue un gran orador. Y como estadista era un gobernante que consultaba todas sus medidas. Fue el antidictador, el demócrata principista hasta en los menores detalles. Le tocó un país que ya no era el pueblo bisoño de Balmaceda; encontró una clase obrera poderosa que sabía de qué se trataba. Allende era dirigente colectivo; un hombre que, sin salir de las clases populares, era un producto de la lucha de esas clases contra el estancamiento y la corrupción de sus explotadores. Por tales causas y razones, la obra de que realizó en tan corto tiempo es superior a la de Balmaceda; más aún, es la más importante en la historia de Chile. Sólo la nacionalización del cobre fue una empresa titánica, y muchos objetivos más se cumplieron bajo su gobierno de esencia colectiva.

Las obras y los hechos de Allende, de imborrable valor nacional, enfurecieron a los enemigos de nuestra liberación. El simbolismo trágico de esta crisis se revela en el bombardeo del Palacio de Gobierno; uno evoca la Blitz Krieg de la aviación nazi contra indefensas ciudades extranjeras, españolas, inglesas, rusas; ahora sucedía el mismo crimen en Chile; pilotos chilenos atacaban en picada el palacio que durante siglos fue el centro de la vida civil del país.

Escribo estas rápidas líneas para mis memorias a sólo tres días de los hechos incalificables que llevaron a la muerte de mi gran compañero el presidente Allende. Su asesinato se mantuvo en silencio; fue enterrado secretamente; sólo a su viuda le fue permitido acompañar aquel inmortal cadáver. La versión de los agresores es que hallaron su cuerpo inerte, con muestras de visible suicidio. La versión que ha sido publicada en el extranjero es diferente. A reglón seguido del bombardeo aéreo entraron en acción los tanques, muchos tanques, a luchar intrépidamente contra un solo hombre: el Presidente de la República de Chile, Salvador Allende, que los esperaba en su gabinete, sin más compañía que su corazón, envuelto en humo y llamas.

Tenían que aprovechar una ocasión tan bella. Había que ametrallarlo porque nunca renunciaría a su cargo. Aquel cuerpo fue enterrado secretamente en un sitio cualquiera. Aquel cadáver que marchó a la sepultura acompañado por una sola mujer que llevaba en sí misma todo el dolor del mundo, aquella gloriosa figura muerta iba acribillada y despedazada por las balas de las metralletas de los soldados de Chile, que otra vez habían traicionado a Chile.

© Escrito por Pablo Neruda el 14/09/1973 y publicado en el libro Confieso que he vivido, en Santiago de Chile. 
http://www.abacq.net

  

miércoles, 12 de marzo de 2014

CFK - Milani = Allende - Pinochet según Nora Cortiñas... De Alguna Manera...

Nora Cortiñas comparó la relación CFK - Milani con Allende - Pinochet...

Nora Cortiñas criticó la defensa que la Presidenta hace sobre Milani. Foto: Télam

La titular de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, aseguró que mantener al general César Milani como jefe del Ejército es "hacer peligrar la democracia".

"Ofende al pueblo", aseguró Nora Cortiñas, madre de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, sobre el cargo que ocupa el general César Milani como titular del Ejército. La referente social criticó además la defensa que hizo la presidenta Cristina Fernández de Kirchner del militar.

En diálogo con Radio La Red, Cortiñas cuestionó la decisión del Gobierno defender en el cargo al cuestionado general. "No tiene el valor moral para ejercer el cargo que le dieron".

"Es inexplicable. ¿Porqué la presidenta lo elige y lo entroniza en un lugar que no le corresponde? Ya tiene su historia este militar. Esto es lo que preocupa. Casos que, debe haber muchos más. Van a ir apareciendo. Pero ya hace rato que no tiene que ocupar ese cargo. Ofende al pueblo. Una persona integrante de lo que fue la represión que esté en ese cargo tan importante para nosotros que es como la garantía del pueblo para la democracia", criticó.

En respuesta a si fueron convocadas desde el Gobierno para dar su aval al nombramiento de Milani respondió: "No fuimos convocadas por el Ejecutivo. De ninguna manera. Además, esa insistencia en decir que sí iba a seguir en el cargo. Esto es realmente hacer peligrar la democracia. Él estuvo en una época de represión permanente, en la época de terrorismo de Estado. No tiene que estar".

"En la Línea Fundadora tenemos distintas opiniones y ya lo hemos manifestado, pero coincidimos sobre Milani que no tenía que estar en este cargo. Desde el principio, en ningún momento, ninguna madre de Línea Fundadora hemos apoyado esta decisión y este silencio de dejarlo en el cargo. La Línea Fundadora defiende la democracia, no queremos que los represores y los genocidas tengan estos cargos. Ofende al pueblo un personaje".

Y por último disparó: "No pudimos desentrañar porqué el Gobierno lo sostiene en el cargo. En la historia de Latinoamérica hemos tenido casos bien palpables de Gobiernos que creyeron en un militar para que los acompañara, como fue el caso de Salvador Allende, y el mismo militar que era amigo de confianza, Pinochet, fue el que dio el golpe de Estado".

"Y cómo va a seguir teniendo la Presidenta la seguridad de que este cargo es un militar que va a acompañar este proceso democrático".

Audio:



© Publicado el Miércoles 12/03/2014 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


sábado, 8 de febrero de 2014

Aprecios y desprecios... De Alguna Manera...


Aprecios y desprecios...

Presidentes Salvador Allende (Chile) y Juan Domingo Perón (Argentina)

Control o acuerdo, los precios siempre son el punto de fuga, el agujero que desagota el salario. El problema es el mismo, pero los remedios cambian. El aumento de precios ha sido y es un instrumento para aumentar ganancias bajando la capacidad adquisitiva del salario. En vez de control de precios, el Gobierno eligió el acuerdo de precios. Fue una apuesta a la madurez democrática. Disparar los precios, como pretenden algunos empresarios ahora es querer fusilar los salarios, pero además es suicida para el proceso de crecimiento económico del que también resultaron favorecidos los empresarios de todos los sectores de la economía.

Repetición y olvido, olvido y repetición, repetición y tragedia. Gobiernos populares, distribución del ingreso, aumento de la demanda, disparada de precios. “En esto, compañeros, ha habido siempre falsos mirajes producidos por los intereses. El que no quiere molestarse en nada dice que el Gobierno haga bajar los precios: el comerciante que quiere robar dice que lo que corresponde es dejar los precios libres.” Frases y frases: “Veamos y tengan calma; y espero que anoten bien nuestros enemigos. Veamos el aumento del consumo. La redistribución de los ingresos, el que compañeros que no trabajaban, trabajen, el que los que recibían menos de dos sueldos vitales tuvieran un reajuste superior al alza del costo de la vida, ha significado una mayor demanda”. Son frases de Perón y Allende, con sus diferencias, uno justicialista y el otro socialista, pero protagonistas ambos de gobiernos populares en un pasado en el que esos gobiernos nunca terminaban bien. Un pasado que abrió el camino de la violencia.

Todos los gobiernos que sucedieron a esos procesos se dedicaron a deconstruir, a retrasar y deshacer lo que se había avanzado. Fue un proceso de desigualamiento material, pero también en la cultura, en el cercenamiento de derechos y en el descrédito de las ideologías populares, en general de todas las formas de pensar que no profesaran la nueva fe de los Chicago Boys, del capitalismo salvaje y el neoliberalismo.

No hay demasiadas nuevas, también está en la historia que los golpistas prepararon el clima a través de periodistas y medios de la derecha conservadora que se dedicaron a amplificar la desazón y la angustia profetizando la llegada de un Apocalipsis final por culpa de esos “irresponsables” o “tontos” o “maliciosos” o “rojos” o “fascistas” o “ignorantes” o “corruptos”. Esa campaña nunca iba a reconocer que el verdadero pecado no era ninguno de ésos, sino las políticas de distribución del ingreso y ampliación de derechos, lo que equivalía a la pérdida de privilegios de las clases acomodadas. Alguna de esas injurias pasaron de moda, pero la mayoría se vuelve a escuchar o leer ahora como una letanía que acompaña siempre a procesos o medidas que afectan intereses. Hubo personajones que criticaron por izquierda los avances de esos procesos y que, olvidándose de sus falsas y grandiosas nacionalizaciones y socializaciones con las que se opusieron a las que sí se hacían, se sumaron sin vergüenza a estas campañas conservadoras. Tampoco eso es nuevo.

“Hace pocos días dije al pueblo de la República, desde esta misma casa, que era menester que nos pusiéramos a trabajar conscientemente para derribar las causas de la inequidad creada a raíz de la especulación, de la explotación del agio por los malos comerciantes.” Eso decía Perón en 1953. El ingreso al consumo de cientos de miles de trabajadores había llenado los bolsillos de empresarios y comerciantes. Y a su vez, estos empresarios y comerciantes subían los precios y saboteaban el proceso que los había enriquecido. Los precios eran el punto de fuga de las políticas igualitarias. Tanto Perón como Allende y como en general todos los gobiernos populares democráticos de ese ciclo histórico tuvieron que plantearse el control de precios.

“Sin embargo, como he dicho hace un instante –decía Allende en 1971–, ha habido escasez de productos, por el mayor poder de compra de las masas, por la tendencia al acaparamiento de ciertos sectores que compran más de lo que necesitan. Hay una presión psicológica que hace que la gente compre más de lo que necesita.”

En esos mismos discursos, con diferencia de casi veinte años, pero insertos en el mismo ciclo histórico con los mismos paradigmas, Perón y Allende insistían en el control de precios por parte del aparato estatal y con la participación popular. Tanto Perón como Allende decretaban los precios de todos los artículos y después vigilaban su cumplimiento con policía y sindicatos, en el caso de Perón, y con los carabineros y las Juntas de Abastecimiento Popular, en el caso de Allende. Ninguna de las dos experiencias pudo evitar que se extendieran el mercado negro, la especulación y el desabastecimiento que abonaron el clima y le dieron excusas al golpismo. Hubo consecuencias positivas y negativas de esas medidas. Durante un tiempo pudieron contener la presión y resguardar el crecimiento de la calidad de vida de los trabajadores y de los sectores populares. Pero, por otro lado, generaron un fenómeno que fue inevitable hasta para la Revolución Cubana que, a diferencia de los gobiernos de Perón y Allende, controla todo el proceso productivo y de comercialización.

El kirchnerismo eligió un camino intermedio, que dio también resultados intermedios. En vez de intervenir por decreto en la marcación del valor de los productos, intentó hacerlo a través de acuerdos con los formadores de precios. Y matizó el acuerdo con advertencias enérgicas para quien no cumpliera, encarnadas durante muchos años por el ex secretario de Comercio Guillermo Moreno, el “cuco” del kirchnerismo. En todos estos años se usaron medidas de todo tipo, algunas más y otras menos ortodoxas para que el efecto “precios” no se derramara sobre toda la economía. El Gobierno ha sido cuestionado por los índices del Indec y por negarse a hablar en público de inflación o a darle entidad mediática. Fue una desgastadora disputa de poder en la que el Gobierno evitó intervenir por decreto en la economía, pero usó las mismas armas políticas, mediáticas y psicológicas que aplican los formadores de precios.

El resultado hasta ahora muestra que los precios fueron aumentando, pero no se pudieron comer los progresos del salario ni de calidad de vida. Es un resultado discutido, impuro. En esa pelea, el Gobierno se ganó una lluvia de críticas por manejos o actitudes, pero logró una resultante positiva. Tampoco se acumularon tensiones que llevaran a la especulación desaforada o a un mercado negro considerable.

En los últimos días la excusa ha sido el dólar que tironeó de todas las variables y creó un cuello de botella. El peso se devaluó y ahora toda la coacción está otra vez sobre los precios. El Gobierno mantiene la decisión de no decidir por decreto sobre el dólar ni los precios. E insistió con la política de acuerdos. Pero al mismo tiempo exhortó a una participación ciudadana en el control para que los valores acordados sean respetados. De manera espontánea surgió una idea original como la huelga de consumidores de ayer en los supermercados, muchos de los cuales participaron en los acuerdos con el Gobierno, pero han sido los primeros en inventar trampas para no respetarlos. La huelga de consumidores puede ser una herramienta poderosa si se masifica porque interviene en el mecanismo básico de oferta y demanda de los mercados. Y hubo organizaciones sociales que decidieron movilizar para controlar que se cumplan los precios acordados. Sin embargo, no se puede decir que haya control ni congelamiento de precios. Lo que hay son precios acordados de una canasta básica en diferentes áreas que se busca que funcionen como referentes del mercado para evitar las remarcaciones arbitrarias.

Más allá de la estrategia oficial, además de causas económicas, las corridas contra los precios tienen un fuerte componente político, siempre de carácter antidemocrático y muchas veces de carácter golpista. Son acciones que agreden a la mayoría de la sociedad, sin importar si son kirchneristas o no. Y después de treinta años de democracia, los argentinos recién están aprendiendo a reaccionar contra estas movidas antidemocráticas. Los protagonistas no son los militares, pero, en definitiva, los objetivos son los mismos que los de los viejos golpistas. Frente a ellos, la sociedad tendría que reaccionar en forma conjunta, por encima de los colores partidarios. Sería interesante saber lo que pensarían Perón y Allende de estas situaciones.

© Escrito por Luis Bruschtein el sábado 08/02/2014 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


domingo, 9 de septiembre de 2012

Disidentes y enemigos... De Alguna Manera...


Disidentes y enemigos…

Repegar.com Ricardo Echegaray. Dibujo: Pablo Temes.

Discurso único. Con soberbia setentista pero con otras armas, el poder oficial cada vez castiga más a quienes se atreven a no coincidir.

La soberbia armada es el título de un libro sobre la guerrilla montonera, del periodista Pablo Giussani. Se equivocó: lo de Firmenich –dirigente máximo de aquella guerrilla y hoy autopropuesto candidato a presidente de la Nación– ha sido y sigue siendo soberbia política. La sangre de miles de jóvenes y no tan jóvenes que entraron en la muerte, movidos por el ideal de una Argentina mejor, no ha desmontado a Firmenich de esa soberbia”. El 5 de agosto de 2001, desde la contratapa de Página/12, el gran poeta Juan Gelman utilizaba su mejor arma, la palabra, para separar la paja del trigo. ¿Quién puede acusar a Gelman de derechista o gorila? Autodefinido como “teniente del llamado ejército montonero y miembro de ese mascaron de popa que se llamó Consejo Superior del Movimiento Peronista Montonero”, se preguntó: “¿Nada tuvo que ver con la política suicida y suicidante que él encabezó antes y después del golpe del 24 de marzo de 1976?”.

Integré aquella generación de los que luchamos por el socialismo. Pero como lo hacíamos por la vía pacífica de las urnas, como nuestros admirados Salvador Allende o Agustín Tosco, éramos descalificados en cada asamblea como “reformistas burgueses funcionales al imperialismo norteamericano”. Nos levantaban el dedito para darnos cátedra de Foquismo I, mientras construían ese infierno que tan bien describe Gelman porque lo conoció desde adentro. Los mismos infantilismos irresponsables del extremismo pragmático hoy nos siguen enseñando con la misma altanería blindada. Hoy la materia es Emancipación I y los que queremos una sociedad más igualitaria y libre somos “defensores de las corporaciones monopólicas”.

Algunos actores, son los mismos de aquella época. Dinosaurios reciclados que se agazaparon, detrás de las instituciones republicanas que hoy dinamitan. La soberbia desarmada actual también atropella lo que antes denominaban la partidocracia o la democracia formal y burguesa. No se acatan las decisiones de la Corte Suprema de la Nación en varios casos. Se apela a los aprietes como una manera de eliminar al enemigo, aunque esta vez utilizan los “fierros” del Estado como la AFIP, los servicios de inteligencia y la maquinaria propagandística. Se castiga a los disidentes propios mucho más que a los enemigos externos. Y si no que lo digan Miguel Bonasso o Esteban Righi. Y a los compañeros de ruta que se abren, como Roberto Lavagna, Alberto Fernández, la familia Eskenazi o Daniel Peralta, por nombrar sólo a algunos de una gran diversidad ideológica. Todos cayeron en desgracia. En los 70 se los condenaba a muerte. Ahora, a la muerte política. Los juicios sumarios los hacen quienes antes eran, y ahora son, dueños de la verdad absoluta y de la patria. Por eso no hay rivales ni adversarios. Hay enemigos que deben ser exterminados. Sin tiros, aunque semejante nivel de clima vengativo sea plataforma de lanzamiento de algunos gurkas de izquierda como los que asesinaron a Luis Condorí en Humahuaca. La prueba de parafina confirmó que los detenidos utilizaron pistolas y las fotos de hace diez días muestran al jefe de ellos con Milagro Sala, comandante de la Tupac Amaru. El Perro Santillán, otro al que nadie puede vincular con la derecha, lo atribuyó a “la impunidad de los que van a las movilizaciones en Mercedes-Benz”. 

En una semana cargada de desmesuras que hablan más de sí mismos que de los que critican, Eduardo Fellner, el gobernador de Jujuy, le quitó responsabilidad al intendente local porque aseguró que se trató “de una pelea entre privados”. Esa ideología Skanska debería llenar de indignación y rebeldía a los que defienden sobre todas las cosas la vida y los derechos humanos. La frase privatizadora del crimen compite con lo que dijo el ministro Julio de Vido contra Paolo Rocca. El responsable de los fracasos energéticos y del transporte de la era K, explicó que el capo de Techint  “defiende a las patronales y nosotros a los obreros”. Ese clasismo declarativo debería ser contrastado con las opiniones de Hugo Moyano, Pablo Micheli, Víctor De Gennaro, Jorge Ceballos o Néstor Pitrola. Sobre todo este último, cuya agrupación padeció en carne propia otro asesinato de otro joven, Mariano Ferreyra por parte de la patota de José Pedraza, alineado en aquel momento con Carlos Tomada y ahora con Antonio Caló en la interna cegetista. Pero hubo más definiciones inquietantes. Axel Kicillof le perdonó la vida a Techint. Fue magnánimo en decir que podrían fundir a Rocca pero que “no lo van a hacer, pese a que habla mal del Gobierno”. 

Paolo Rocca, que hasta hace poco fuera caracterizado como ejemplo de la burguesía nacional y orgullo de los argentinos por Cristina, sinceró su pensamiento y pasó a ser “un monopólico que se hizo millonario gracias a la política antidumping y los subsidios de los Kirchner”. Podrían declarar de interés público y sujetas a expropiación todas las empresas y provincias cuyos líderes no elogien a Cristina. Fueron tragicómicas declaraciones en línea con la cercanía a Dios de la Presidenta a la hora de fomentar el miedo entre los mortales. Cristina todavía no escribió ningún libro, aunque virtualmente ya existe una suerte de “Manual de la Destitución de Estado K”. A Peralta se lo aplicaron a rajatabla. Santa Cruz tuvo tres gobernadores en seis años y está a punto de tener cuatro. Todos los pusieron y los derrocaron los Kirchner. Golpes de Estado provinciales que explican por qué le cuesta a Cristina encontrar un heredero político, un jefe de la CGT Balcarce o un gobernador santacruceño que esté a su altura. Nadie da la talla. Peralta probó de su propia medicina. Cometió el pecado de pelearse con la casa matriz de La Cámpora, atendida por su propio dueño: Máximo. Scioli, Macri, De la Sota, Cariglino, entre otros, se pueden mirar en el espejo de Peralta. Asfixia económica, cacería mediática de los paraperiodistas, fogoneo de causas judiciales en su contra; obras y dinero para intendentes conspiradores, son los capítulos principales del manual.

Pablo Giussani, en su libro en 1984, concluye: “Los montoneros, afortunadamente, han quedado atrás en la historia argentina, en la conciencia de los argentinos, y acaso parezca superfluo o anacrónico a esta altura un intento de estimular aversiones contra ellos. Condenar a los montoneros ya es en el país moneda corriente, casi una moda, por cierto más saludable que la moda precedente de ensalzarlos”. Termino con otra cita de Juan Gelman de aquel turbulento 2001: “La soberbia frecuenta impertérrita los territorios del oportunismo”. El capitalismo de amigos y enemigos es así.

© Escrito por Alfredo Leuco y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 8 de Septiembre de 2012.