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domingo, 12 de abril de 2015

Nuestra Señora de la Argenta… @dealgunamanera

Nuestra Señora de la Argenta…

¡ACADE...! Máximo Kirchner. Dibujo: Pablo Temes

A través de la cadena nacional, Cristina Kirchner vuelve a apelar más a los consumidores que a los ciudadanos. Máximo déjà-vu.

El afiche “Máximo al gobierno / Cristina al poder” y la cadena nacional de la Presidenta fueron las novedades de esta semana.No es posible disminuir la importancia del afiche, como habría sido equivocado tomar en solfa el deseo que Diana Conti expresó con la lúcida frase “Cristina eterna”.

La cadena nacional del martes pasado debería haberse titulado: “Palabras de Nuestra Señora de la Argenta”. La Presidenta es una tenaz practicante del consumo de objetos y por eso sabe de qué está hablando. Un populista más tradicional habría subrayado “bienestar” y “derechos para todos”. Cristina, en cambio, dice “pararse frente a una vidriera”. Perfectamente a tono con la época, su discurso no se dirige a ciudadanos cuyos derechos se amplían sino a potenciales compradores de mercancías, cuyo voto ella necesita fidelizar (los términos de mercadotecnia corren por cuenta de la ideología del discurso presidencial). Por eso, durante un largo segmento de la última cadena nacional habló como la promotora de una tarjeta de compras.

Cristina, maniática coleccionista de joyas según últimas denuncias, se comportó de acuerdo con su sensibilidad.

Es una puesta al día del discurso populista. La “gente”, que mencionan otros políticos, valora la identidad de consumidora y tiene motivos de sobra para no aceptar la exclusión, cuando comprueba que muchos otros están incluidos en el mercado, para empezar los amigos de la Presidenta (y no sólo los dueños de diarios a los que ella insulta).

En el pasado, el discurso populista interpelaba al pueblo bajo diversos nombres: los clásicos vocativos argentinos fueron “descamisados” o “trabajadores”.

Cristina demuestra la obsolescencia de ese lenguaje. Interpela sin eufemismos a consumidores reales, potenciales o imaginarios. A la república de la “gente” le contrapone el régimen de los consumidores y ella se constituye en Nuestra Señora de la Argenta. Los excluidos de ese reino del consumo no figuran en los discursos, por motivos que ya explicó Kicillof.

Providencia. Es incuestionable el derecho a una jubilación por parte de quienes no pudieron probar treinta años de aportes en un país habituado a la irregularidad laboral. Sólo los muy reaccionarios pueden oponerse. Pero la cuestión no es ésta, sino el carácter providencial que la Presidenta atribuye a su acción de gobierno junto con la amenaza de que todo va a caer si ganan “los otros”. En un plano imaginario, Nuestra Señora transfiere al modelo consumidor a esos cientos de miles de jubilados que siguen siendo, en el mejor de los casos, humildes consumidores, si se juzgan los haberes que reciben con los que deberán pagar sus cuotas de los bienes adquiridos con la Argenta.

O sea que el Proyecto Kámpora es una especie de desarrollismo
pasado de fecha.

Esta puede ser una solución si no se encuentra otra mejor. Pero más vale no celebrarla como una política social progresista. Es simplemente una política mercado-internista, un rasgo que posiblemente sea el más estable de los que caracterizan al gobierno de Cristina Kirchner: mercado interno más un discurso industrialista que no coincide con los fríos y renuentes números de las inversiones.

Vencido. O sea que el Proyecto Kámpora es una especie de desarrollismo pasado de fecha, en lugar de la refulgente innovación que expone la Presidenta. Puede irse tranquila en este aspecto: ni la derecha más mercadocrática le quitará la jubilación no contributiva a nadie. Su monto no alcanza a cubrir lo que el defensor de la tercera edad Eugenio Semino estima como el costo de una canasta de bienes y servicios para un jubilado: en noviembre pasado, 6.720 pesos, es decir casi el doble de una jubilación mínima de 3.821 pesos en bruto (no queda mucho resto para mirar vidrieras y comprar alguna menudencia).

Para mantener ese capítulo del Proyecto no es necesario el autoritarismo presidencial, ni las cadenas nacionales, ni el discurso prepotente ni el hiperpersonalismo envilecido. Pero sería bueno, en cambio, que la Presidenta explicara el aumento de su patrimonio, que le permite mirar vidrieras sin angustia, y la oscura sociedad de su hijo con Lázaro Báez. Su audiencia, además de agradecerle la extensión de derechos, estaría en condiciones de reclamar sobre las cuentas poco claras de quien se los concede.

En una típica denegación, Cristina Kirchner también afirmó que ojalá no le tocara volver a la Rosada en 2019. Cualquiera podría leer la frase suprimiendo el adverbio negativo. El afiche mencionado al comienzo proclama: “Máximo al gobierno / Cristina al poder”. Lo que olvida es el carácter fúnebre que tuvo esa consigna, cuando fue “Cámpora al gobierno / Perón al poder”. A los 49 días de asumir, Cámpora se vio obligado a renunciar; lo sucedió Raúl Lastiri, yerno de López Rega, como presidente provisional; se llamó a nuevas elecciones, que ganó Perón acompañado por Isabel en la vicepresidencia. Meses después Perón murió y la Argentina empezó a recorrer un camino que terminó en el golpe de 1976.

Edgardo Depetri, uno de los que imaginaron el afiche, debería tomar un tónico para la memoria, ya que es lo bastante grandecito como para saber estas cosas y no evocarlas como himno triunfal, porque son combustible para una aventura destructiva. Además, y por si alguien lo olvidó, la Constitución prohíbe que se ocupe por tercera vez la Presidencia si no ha transcurrido “un período”. Un “período” son cuatro años. Es deseable que a ningún luchador del Proyecto y paladín de la obsecuencia se le ocurra confundirse, imaginar una renuncia como la de Cámpora y entronizar nuevamente a Nuestra Señora.

© Escrito por Beatriz Sarlos el sábado 11/04/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

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lunes, 16 de septiembre de 2013

Izquierdismo... De Alguna Manera...

Izquierdismo...


Hay verdades y hay mentiras. También hay deschaves. O sincericidios, esa palabra colosal que inventó la perspicaz Silvia Bleichmar. Un sincericidio es como quitarse la vida diciendo la verdad. Por algo, Cristina Kirchner anunció “mañana me van a matar” cuando esta semana reveló que votó a Perón en 1973, pero “desde la izquierda”. Curiosa confesión, abre un espacio digno de volver a visitar.

En una expedición a los pobres de la Villa 21-24, al regresar de la zarista San Petersburgo, Cristina se sintió en confianza como para blanquear lo que hizo a los 20 años, en septiembre de 1973. El 23 de ese mes, la Argentina eligió presidente de la Nación por segunda vez en un año. Ya se había votado el 11 de marzo. El electo Héctor Cámpora asumió el 25 de mayo. Juan Perón lo echó el 13 de julio, 49 días después. Puso en su lugar al yerno de José López Rega, un oscuro coleccionista de corbatas llamado Raúl Lastiri. Las nuevas elecciones las ganó Perón, llevando como compañera de fórmula a María Estela Martínez. Asumieron el 12 de octubre.

En esas elecciones, la fórmula Perón-Perón obtuvo 7.359.252 votos, el 61,85%. Pero algo curioso sucedió. Mientras que 6.497.815 de esos votos fueron depositados con la boleta del Frente Justicialista de Liberación (Frejuli), 883.434 fueron emitidos con la de otro “frente”, el de Izquierda Popular (FIP). Entre éstos estaba el de esa veinteañera Cristina.

El FIP fue una derivación del Partido Socialista de Izquierda Nacional, fundado por Jorge Abelardo Ramos, y sus seguidores. El Colorado Ramos fue un infatigable polemista que se plegó al peronismo en los años 40. Trabajó para Perón como divulgador y en su época fue muy conocida su columna, que firmaba como Víctor Almagro, en Democracia, uno de los varios diarios de aquel gobierno.

Pero Ramos provenía del trotskismo, y ésa fue su residencia ideológica central. Durante años, editó libros con el sello Coyoacán, nombre del barrio de México DF donde vivió y fue asesinado León Trotsky. Al igual que la corriente inspirada en el mítico Nahuel Moreno (Hugo Bressano, 1924-1987), para Ramos había que estar con el peronismo porque allí estaban “las masas”. Hacia allí fue y allí se quedó. Más de tres lustros después, Ramos sería embajador de Carlos Menem en México. Siempre junto a las masas.

Pero la maniobra de votar a Perón “desde la izquierda” fue un mamarracho muy grosero. La boleta (se consiguen ejemplares carísimos en Mercado Libre) era igual a la del Frejuli (Perón-Perón), pero con la sigla FIP. Pretender que esos 883.434 votos apoyaban a Perón “desde la izquierda” fue un grueso insulto a la inteligencia. Por una razón muy simple: el 11 de marzo de ese año, mientras que el Frejuli obtuvo para Cámpora el 49,5% (5.908.414 votos), el FIP presentó la candidatura presidencial del propio Ramos, que recibió 48.571 votos, o sea el 0,41%. ¿La “izquierda nacional” multiplicó en septiembre por 18 sus 48.571 votos de marzo?

Trapisonda típica de su oportunismo camaleónico, a Ramos demasiados colectivos siempre lo dejaban cerca.

Al evocar su gesto de supuesta radicalidad ideológica, la Presidenta perpetró uno de sus habituales trucos, aunque desnudó ¿sin quererlo? su viejo objeto del deseo. Encuadrado en un relato de izquierda, el peronismo sería el domicilio eterno del pueblo. Eso explica que epígonos de aquellos viejos avatares sean referentes centrales del Gobierno. El hoy ciudadano británico Ernesto Laclau, nacido en 1935, fue seguidor de Ramos, que había nacido en 1921. Aunque mucho más joven (1952), el actual secretario de Cultura, que acaba de fijar residencia en la Villa 21-24, Jorge Coscia, también proviene de la misma incubadora, la “izquierda nacional”. El peronismo de matriz “troska” comparte algo con el maoísmo criollo del PCR, que en aquellos años vio en Isabel y López Rega a los protagonistas centrales de una supuesta guerra entre la Argentina y el “social imperialismo” soviético. A esta tribu perteneció Carlos Zannini, otro ícono del modelo nacional y popular que venera la Presidenta.

Pero si Cristina votó “desde la izquierda” a Perón en septiembre de 1973, ¿habrá votado también a Ramos en marzo? ¿Ella era peronista? La triquiñuela de Ramos fue una pompa de jabón, porque ni siquiera se proponía desmarcarse, apostando por ejemplo a votar a Perón para presidente en una fórmula con otro vicepresidente. Cristina votó desde “la izquierda” a Isabel y López Rega, el creador de la Triple A. La izquierda real estaba en el Frejuli en marzo de 1973. Y en septiembre la Alianza Popular Revolucionaria, con Oscar Alende y Horacio Sueldo, recogió 885.201 votos (7,56%) con candidatos y programa propios, mientras que el trotskista Partido Socialista de los Trabajadores, con Juan Carlos Coral y Nora Sciappone, recibía 181.474 votos.

El sincericidio cristinista desnuda la frivolidad juguetona e irrespetuosa con que se maneja el grupo gobernante. Es la misma ligereza con la que, improvisada como es habitual, bautizó “Carupé” (sic) a la Virgen de Caacupé, la misma superficialidad que exhibió al enrostrarles en la cara al padre Pepe Di Paola y a los curas de la 21-24 que si las cosas cambiaron en la villa fue gracias a este gobierno, ignorando con su desdén proverbial una tarea social que empezó mucho antes de que la Presidenta supiera que esa barriada existe.

© Escrito por Pepe Eliaschev el domingo 15 de Septiembre de 2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.