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lunes, 18 de septiembre de 2023

Lecciones de Malvinas… (Quinta entrega) dealgunamaneraok...

Malvinas: una digna lucha hasta el final...


Esta es la última de cinco entregas en las que el teniente general Martín Balza relata los movimientos finales de la Guerra de Malvinas. Desde la caída de Darwin-Goose Green hasta la ofensiva sobre Puerto Argentino. Balza revela los detalles que llevaron a la rendición y destaca la íntegra pelea dada por los combatientes.

© Escrito por Martín Balza, ex Jefe del Ejército Argentino, Veterano de la Guerra de Malvinas y ex Embajador en Colombia y Costa Rica, el sábado 26/08/2023 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.


La batalla de Puerto Argentino. A partir de la caída de Darwin-Goose Green, el 29 de mayo, los británicos se reorganizaron. Al día siguiente, la Fuerza Aérea y la Aviación Naval atacaron al portaviones Invencible, que quedó averiado.

Para iniciar la ofensiva final, que se libraría entre el 8 y el 14 de junio, sobre Puerto Argentino (a 90 km de distancia), el enemigo contaba con un superior poder de combate en abastecimientos, de apoyo de fuego naval y aéreo, de artillería de campaña y antiaérea, gran movilidad helitransportada, tropas frescas e información satelital. Mientras que nosotros llevábamos más de cuarenta días sometidos a gran desgaste psicofísico.

En los primeros días de junio, nuestras tropas de comandos realizaron importantes incursiones nocturnas, en una de ellas, mi unidad (GA 3) apoyó a la Compañía 602, a cargo del mayor Aldo Rico, que tuvo una actuación meritoria.

Uno de sus integrantes, el teniente Jorge Vizoso Posse, relató en el libro La artillería argentina en Malvinas, de Horacio Rodríguez Mottino: “Era una dulce compañía sentir el estallido de los proyectiles de nuestra artillería, aunque se produjera muy cerca. Nos protegió y permitió sentir que no estábamos solos”.

Otro de los integrantes de esa Compañía, el teniente Héctor Losito, herido seriamente en combate, describe uno de los enfrentamientos con comandos ingleses, que permite apreciar el respeto al adversario: “Yo estaba herido y hecho bolsa, no podía ni hablar. El inglés me colocó morfina en la pierna izquierda y me hizo un torniquete. Nos embarcaron hasta un hospital en San Carlos, donde me operaron. Estábamos juntos ingleses y argentinos, incluso los del mismo combate”. El Comité Internacional de la Cruz Roja destacó el cumplimiento al derecho internacional de los conflictos armados y el respeto a la población civil, por ambos bandos.

El 3 de junio, el embajador argentino en Portugal, Carlos Gómez Centurión, dijo al diario El País: “Hemos sido una vez más los ‘tontos útiles’. Hemos hecho la guerra que los británicos han provocado y que los Estados Unidos querían. Están preocupados con el Atlántico sur y quieren asegurar la vía marítima por el sur del continente americano”.

En Puerto Argentino esperábamos el asalto final; añorábamos lo que podíamos haber tenido y no teníamos, y peleábamos –reitero– con menos del 10% de la capacidad operativa y logística del Ejército y de la Armada. Un diario español consignó: “Los argentinos tienen Fuerza Aérea, pero no emplean su Marina, que brilla por su ausencia. Y sin ella no pueden mantener el abastecimiento con las fuerzas de Menéndez”. 

El 8 de junio, a media mañana, el observador adelantado del GA 3 con el Regimiento de Infantería (RI) 4 me informó el desembarco de hombres y helicópteros de barcos enemigos en Bahía Agradable. La zona estaba fuera del alcance máximo de mis cañones pesados (155mm-20 km). 

Hablé con Jofre, quien solicitó apoyo a la Fuerza Aérea Sur del continente. Pasado el mediodía, nuestros aviones atacaron y hundieron a los transportes Sir Galahad y Sir Tristan, ocasionando 51 muertos y más de 46 heridos. Los ingleses lo calificaron como el desastre de Bluff Cove. El ministro de Defensa, John Nott, aseguró en Londres que las pérdidas fueron “trágicas”.

Desde ese día, con la Armada constituimos un original equipo. El capitán de fragata Julio Pérez arribó con un sistema de misiles Exocet MM-38, adaptados para ser lanzados desde una plataforma terrestre al mar, pero carecía del imprescindible radar para proporcionarle al misil los datos de tiro: acimut (ángulo de dirección) y alza (distancia) al blanco. 

El GA 3 poseía un radar Rasit (alcance de 30 km) operado por el sargento Raúl Orcasitas y el soldado Héctor G. Soto. La noche del 11 de junio, Orcasitas me comunicó que tenía un buque “bien adquirido” y de inmediato le pasamos los datos a la Armada. El capitán Pérez, sin vacilar, disparó el misil que hizo impacto en el crucero Glamorgan, que transportaba armas nucleares. El barco quedó averiado, fuera de combate y con importantes bajas. Al término de la guerra, el Glamorgan fue donado a Chile.

El cerco se cerraba sobre Puerto Argentino. El fuego naval y aéreo, incluidas “bobas de racimo” y de la artillería terrestre, se intensificaba sobre nuestros regimientos y los Grupos de Artillería GA 3 y GA 4, este último a cargo del teniente coronel Carlos Quevedo, que concurrió al conflicto convaleciente de una seria operación.

Las erróneas decisiones de Galtieri y aceptadas por Menéndez y Jofre se manifestaron. Se concibió una defensa perimetral sobreextendida, sin profundidad, carente de movilidad, sin reservas ni contraataques planificados, propia de la Primera Guerra Mundial.

También se vulneró el principio de “economía de fuerzas”. De los nueve regimientos de infantería (RI) en las islas, solo cuatro participaron en forma efectiva en combate: el Rl 4, a cargo del teniente coronel Diego Soria, que dejó en el continente un hijo con una enfermedad terminal; el Rl 7, con el teniente coronel Omar Giménez; el Rl 12, con el teniente coronel Ítalo Piaggi, y el Batallón de Infantería de Marina (BIM) N° 5, con el capitán de fragata Hugo Robacio. 

Participaron parcialmente dos: el Rl 6 (teniente coronel Jorge Halperín) y el Rl 25 (teniente coronel Mohamed A. Seineldín). Tres no participaron: el Rl 3 (teniente coronel David Comini), y aislados en la isla Gran Malvina, el Rl 5 (coronel Ramón Mabragaña) y el Rl 8 (teniente coronel Ernesto Repossi).

El 10 de junio, a media mañana, realizamos un ataque coordinado, entre el GA 3 y tres aviones Pucará basados en la isla, sobre blancos que estaban fuera del alcance de nuestros cañones. Sus pilotos eran los tenientes primeros Juan L. Micheloud, Marcelo Ayerdi y Carlos Morales. Fue el primer caso de aero-cooperación en combate en nuestra historia. 

A partir de ese día, era clara la decisión del general Jeremy Moore –excelente profesional y digno adversario– de atacar frontalmente la línea general de montes, de 300 metros de altura: Longdon, Dos Hermanas y Harriet. 

El 11 de junio, alrededor de las 22.00, el Batallón de Paracaidistas 3 atacó Longdon, defendido por una compañía del RI 7. El Batallón de Comandos 45 atacó Dos Hermanas, defendido por efectivos del RI 6 y el Rl 4. Y el Batallón de Comandos 42 lo hizo sobre Harriet, defendido por el RI 4.

Como en toda guerra, hubo debilidades y defecciones. En Longdon, el combate duró varias horas hasta que la fracción del RI 7 inició el repliegue. Se vivió un verdadero pandemónium. Hubo importantes bajas de ambos bandos, entre ellas el observador adelantado del GA 3, el teniente Alberto Ramos. En Dos Hermanas, una fracción del RI 6, con el mayor Oscar Jaimet, tuvo un ejemplar comportamiento.

Sobre el combate en Harriet, el corresponsal inglés, Kim Sabido, en el diario The Sunday Times, consignó: “Nuestros hombres avanzaban lentamente a duras penas. Los que teníamos enfrente no iban a ceder si no era tras una lucha encarnizada”. El día 12, los montes citados estaban en poder enemigo.

La batalla más intensa de la Guerra, la del monte Tumbledown, se desarrolló entre el 12 y el 14 de junio. Los blancos más buscados por el fuego naval, terrestre y aéreo eran el GA 3, el GA 4 y el BIM 5. Un impacto en inmediaciones de mi comando ocasionó heridos y un muerto, el cabo Ángel Quispe. 

El comportamiento y profesionalidad del BIM 5, a cargo del capitán de fragata Carlos Robacio –el mejor regimiento de infantería– fue ejemplar. Los días 13 y 14 se libraron los combates más intensos de toda la guerra. La prioridad del apoyo de la artillería la tuvo el BIM 5, y parcialmente el Escuadrón de Caballería 10, a cargo del capitán Rodrigo Soloaga, en la madrugada del 14. El periodista Bob Mc Gowan, del Daily Express, de Londres, denominó esas acciones como “un episodio terrorífico, desesperado y al mismo tiempo trágico”.

A media mañana, la dislocación psicológica era evidente y el cerco total se había concretado: terrestre desde el Oeste y por mar al Este, Norte y Sur. El aniquilamiento –entendiendo por tal la capacidad de lucha quebrada– había sido logrado por los británicos, al costo aproximado de 300 muertos, 800 heridos, 6/7 buques hundidos y 4/5 averiados, 14/15 aviones derribados y 30 helicópteros en distintas circunstancias.

Ellos, confiados en la victoria, no ahorraron sacrificios en obtenerla, y nosotros, conscientes de una inevitable derrota, combatimos hasta último momento. San Martín sentenció: “Una derrota bien peleada vale más que un triunfo circunstancial”.

El general Anthony Wilson dijo: “Los hombres que se nos opusieron eran soldados tenaces y competentes, y muchos han muerto en su puesto. Hemos perdido muchísimos hombres”. Otro británico, el general Julian Thompson, expresó que fueron “mentiras los dichos de la prensa sobre los oficiales que huían dejando a sus soldados para que fueran masacrados o se rindieran como ovejas”: “Oficiales y suboficiales se batieron duramente”.

El conocido Informe Rattenbach, el informe final de la Comisión de Análisis y Evaluación de las Responsabilidades del Conflicto del Atlántico Sur, aseveró: “Es importante señalar que hubo unidades que fueron conducidas con eficiencia, valor y decisión. En esos casos, ya en la espera, en el combate o en sus pausas, el rendimiento fue siempre elevado”. 

“Tal el caso de la Fuerza Aérea Sur; la Aviación Naval; los medios aéreos de las tres Fuerzas destacados en las islas; el Comando Aéreo de Transporte; la Artillería de Ejército (GA 3 y GA 4); la Artillería Antiaérea de las FF.AA., correcta y eficazmente integradas, al igual que el BIM 5; el Escuadrón de Caballería Blindada 10; las Compañías de Comandos 601 y 602; y el Rl 25. Como ha ocurrido siempre en las circunstancias críticas, el comportamiento de las tropas en combate fue función directa de la calidad de sus mandos”.

La guerra no es una obra de Dios. Siempre es mejor el sendero de la paz. Todos los muertos de Malvinas, argentinos y británicos, siguen viviendo, no solo en la turba isleña y en el mar austral, sino también donde la verdadera humanidad mantiene su alto valor.



   

Lessons from Malvinas… (Fifth installment)

Malvinas: a worthy fight to the end.

This is the last of five installments in which Lieutenant General Martín Balza recounts the final movements of the Malvinas War. From the fall of Darwin-Goose Green to the offensive on Puerto Argentino. Balza reveals the details that led to the surrender and highlights the complete fight given by the combatants.

© Written by Martín Balza, former Chief of the Argentine Army, Veteran of the Malvinas War and former Ambassador to Colombia and Costa Rica, on Saturday 08/26/2023 and published by the Diario Perfil of the Autonomous City of Buenos Aires, Argentine Republic. 

The battle of Puerto Argentino. After the fall of Darwin-Goose Green on May 29, the British reorganized. The next day, the Air Force and Naval Aviation attacked the aircraft carrier Invincible, which was damaged.

To begin the final offensive, which would be fought between June 8 and 14, on Puerto Argentino (90 km away), the enemy had superior combat power in supplies, naval and air fire support, field and anti-aircraft artillery, great heliborne mobility, fresh troops and satellite information. While we had been subjected to great psychophysical exhaustion for more than forty days.

In the first days of June, our commando troops carried out important night raids, in one of them, my unit (GA 3) supported Company 602, led by Major Aldo Rico, who had a meritorious performance.

One of its members, Lieutenant Jorge Vizoso Posse, recounted in the book The Argentine Artillery in Malvinas, by Horacio Rodríguez Mottino: “It was a sweet company to feel the explosion of our artillery projectiles, even if it occurred very close. “He protected us and allowed us to feel that we were not alone.”

Another member of that Company, Lieutenant Héctor Losito, seriously wounded in combat, describes one of the confrontations with English commandos, which allows us to appreciate the respect for the adversary: “I was wounded and in a bag, I couldn't even speak. The Englishman put morphine in my left leg and made a tourniquet. They took us to a hospital in San Carlos, where they operated on me. We were English and Argentines together, even those of the same combat ”. The International Committee of the Red Cross highlighted compliance with international law of armed conflicts and respect for the civilian population, by both sides.

On June 3, the Argentine ambassador to Portugal, Carlos Gómez Centurión, told the newspaper El País: “We have once again been the ‘useful fools’. We have made the war that the British have provoked and that the United States wanted. They are concerned with the South Atlantic and want to secure the maritime route through the south of the American continent”.

In Puerto Argentino we waited for the final assault; We longed for what we could have had but did not have, and we were fighting – I repeat – with less than 10% of the operational and logistical capacity of the Army and Navy. A Spanish newspaper reported: “The Argentines have the Air Force, but they do not use their Navy, which is conspicuous by its absence. And without it they cannot maintain supplies with Menéndez's forces.”

On June 8, mid-morning, the forward observer of GA 3 with Infantry Regiment (RI) 4 informed me of the landing of men and helicopters from enemy ships in Pleasant Bay. The area was outside the maximum range of my heavy guns (155mm-20 km).

I spoke with Jofre, who requested support from the Southern Air Force of the continent. After noon, our planes attacked and sank the transports Sir Galahad and Sir Tristan, causing 51 deaths and more than 46 injuries. The English called it the Bluff Cove disaster. Defense Minister John Nott said in London that the losses were “tragic.”

Since that day, with the Navy we constitute an original team. Frigate Captain Julio Pérez arrived with an Exocet MM-38 missile system, adapted to be launched from a land platform into the sea, but he lacked the essential radar to provide the missile with firing data: azimuth (direction angle) and elevation. (distance) to the target.

GA 3 had a Rasit radar (30 km range) operated by Sergeant Raúl Orcasitas and Private Héctor G. Soto. On the night of June 11, Orcasitas told me that he had a “well-purchased” ship and we immediately passed the data on to the Navy. Captain Perez, without hesitating, fired the missile that hit the cruiser Glamorgan, which was carrying nuclear weapons. The ship was damaged, out of action and with significant casualties. At the end of the war, the Glamorgan was donated to Chile.

The siege was closing on Puerto Argentino. The naval and aerial fire, including “cluster bombs” and land artillery, intensified on our regiments and the GA 3 and GA 4 Artillery Groups, the latter under the charge of Lieutenant Colonel Carlos Quevedo, who attended the convalescent conflict of a serious operation.

The erroneous decisions of Galtieri and accepted by Menéndez and Jofre manifested themselves. An overextended perimeter defense was conceived, without depth, lacking mobility, without reserves or planned counterattacks, typical of the First World War.

The principle of "economy of forces" was also violated. Of the nine infantry regiments (RI) on the islands, only four participated effectively in combat: Rl 4, led by Lieutenant Colonel Diego Soria, who left a terminally ill son on the continent; Rl 7, with Lieutenant Colonel Omar Giménez; Rl 12, with Lieutenant Colonel Ítalo Piaggi, and Marine Infantry Battalion (BIM) No. 5, with Commander Hugo Robacio.

Two partially participated: Rl 6 (Lieutenant Colonel Jorge Halperín) and Rl 25 (Lieutenant Colonel Mohamed A. Seineldín). Three did not participate: Rl 3 (Lieutenant Colonel David Comini), and isolated on Gran Malvina Island, Rl 5 (Colonel Ramón Mabragaña) and Rl 8 (Lieutenant Colonel Ernesto Repossi).

On June 10, at mid-morning, we carried out a coordinated attack, between GA 3 and three Pucará aircraft based on the island, on targets that were out of range of our guns. Its pilots were First Lieutenants Juan L. Micheloud, Marcelo Ayerdi and Carlos Morales. It was the first case of aero-cooperation in combat in our history.

From that day on, the decision of General Jeremy Moore – an excellent professional and worthy adversary – to frontally attack the general line of mountains, 300 meters high: Longdon, Dos Hermanas and Harriet, was clear.

On June 11, around 10:00 p.m., Parachute Battalion 3 attacked Longdon, defended by a company from RI 7. Commando Battalion 45 attacked Dos Hermanas, defended by troops from RI 6 and Rl 4. And the Commandos 42 did it on Harriet, defended by RI 4.

As in every war, there were weaknesses and defections. At Longdon, the fighting lasted several hours until the RI 7 fraction began to withdraw. There was a real pandemonium. There were significant casualties on both sides, among them the forward observer of GA 3, Lieutenant Alberto Ramos. In Dos Hermanas, a faction of RI 6, with Major Oscar Jaimet, had exemplary behavior.

About the combat in Harriet, the English correspondent, Kim Sabido, in The Sunday Times newspaper, stated: “Our men were advancing slowly with great difficulty. Those in front of us were not going to give in unless it was after a fierce fight.” On the 12th, the aforementioned mountains were in enemy power.

The most intense battle of the War, that of Mount Tumbledown, took place between June 12 and 14. The most wanted targets by the naval, ground and air fire were the GA 3, the GA 4 and the BIM 5. An impact in the vicinity of my command caused injuries and one death, Corporal Ángel Quispe.

The behavior and professionalism of BIM 5, under the command of Commander Carlos Robacio –the best infantry regiment– was exemplary. On the 13th and 14th, the most intense fighting of the entire war was fought. The artillery support priority was given by BIM 5, and partially by Cavalry Squadron 10, under Captain Rodrigo Soloaga, at dawn on the 14th. Journalist Bob McGowan, from the London Daily Express, called these actions as “a terrifying, desperate and at the same time tragic episode.”

By mid-morning, the psychological dislocation was evident and the total siege had taken place: land from the West and by sea to the East, North and South. The annihilation –understanding as such the broken fighting capacity– had been achieved by the British, at an approximate cost of 300 dead, 800 wounded, 6/7 ships sunk and 4/5 damaged, 14/15 planes shot down and 30 helicopters in different circumstances.

They, confident of victory, spared no sacrifices to obtain it, and we, aware of an inevitable defeat, fought until the last moment. San Martín stated: “A well-fought defeat is worth more than a circumstantial victory.”

General Anthony Wilson said: “The men who opposed us were tenacious and competent soldiers, and many have died on the line. We have lost many men." Another Briton, General Julian Thompson, said that the press reports about fleeing officers leaving their soldiers to be slaughtered or surrendered like sheep were “lies”: “Officers and non-commissioned officers fought hard.”

The well-known Rattenbach Report, the final report of the Commission for the Analysis and Evaluation of the Responsibilities of the South Atlantic Conflict, asserted: “It is important to point out that there were units that were conducted with efficiency, courage and determination. In those cases, whether waiting, in combat or during breaks, performance was always high.”

“Such is the case of the South Air Force; Naval Aviation; the air resources of the three Forces stationed on the islands; the Air Transport Command; the Army Artillery (GA 3 and GA 4); the Anti-Aircraft Artillery of the Armed Forces, correctly and effectively integrated, like BIM 5; the 10th Armored Cavalry Squadron; Commando Companies 601 and 602; and the Rl 25. As has always happened in critical circumstances, the behavior of the troops in combat was a direct function of the quality of their commanders”.

War is not a work of God. The path of peace is always better. All the dead from Malvinas, Argentine and British, continue to live, not only in the island peat and in the southern sea, but also where true humanity maintains its high value.



viernes, 8 de septiembre de 2023

Lecciones de Malvinas. (Cuarta entrega) @dealgunamaneraok...

Lecciones de Malvinas... (Cuarta Entrega)

Diferencias. La artillería antiaérea argentina, que debió enfrentar un desembarco masivo de las fuerzas británicas en la bahía de San Carlos, para el que los jefes militares no habían tomado los recaudos necesarios, pese a las advertencias. Fotografías: Cedoc 

La Batalla de San Carlos; la inacción del Comité Militar, para el que un desembarco en San Carlos era “impensable”, pese a que la información aseguraba lo contrario. El desgaste por las trincheras. El racionamiento de alimentos y las curaciones en batalla.

© Escrito por Martín Balza, ex Jefe del Ejército Argentino, Veterano de la Guerra de Malvinas, y ex Embajador argentino en Colombaia y Costa Rica, publicado el sábado 19/08/2023 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.


Desembarco en San Carlos. El 21 de mayo de 1982, a las 02:30, la Fuerza de Tareas británica inició el desembarco en la Bahía de San Carlos, al noroeste y a 90 km de Puerto Argentino. La denominada Operación Sutton fue una de las maniobras anfibias más importantes después de la Segunda Guerra Mundial. 


A pesar de contar con información precisa –brindada por un isleño– acerca de que ese era el lugar más probable para el desembarco, los generales Menéndez y Jofre no adoptaron ninguna previsión y continuaban apreciando, al igual que el Comité Militar, que el desembarco se realizaría al sur de Puerto Argentino. 


La zona estaba desprotegida y contaba solo con la presencia de una fracción de sesenta y dos hombres (tres oficiales, diez suboficiales y cuarenta y nueve soldados) del Regimiento de Infantería 25, a cargo del entonces teniente primero Daniel Esteban (hoy coronel retirado y doctor en Ciencias Políticas) carente de movilidad y dotado con armas livianas. 


Con las primeras horas de luz se inició un desigual enfrentamiento contra un enemigo, que luego se estimaría en más de 4 mil efectivos, que contaba con vehículos, helicópteros, artillería –antiaérea y terrestre–, apoyo de fuego naval y aéreo. Era obvio que para los británicos la cuestión principal era hacer pie en la isla Soledad, mediante “una cabeza de playa” (línea creada cuando un grupo armado alcanza la costa) que les permitiera desembarcar tropas, material, armamento y una consistente logística, sin oposición nuestra. 


Después de ello, no tendríamos ninguna posibilidad de impedir el cerco terrestre, aunque no se hizo nada para lograrlo. Debo reconocer que, dada la carencia de mínimos medios adecuados, era casi imposible.


Así describe Daniel Esteban su “enfrentamiento” con la Task Force (fuerza de tareas): “A las ocho y dos minutos del 21 de mayo, uno de los soldados observadores aéreos baja corriendo y me señala la presencia de una fragata enemiga en el estrecho. Tomé mis binóculos y me desplacé rápidamente al puesto observatorio. Quedé atónito. Media flota estaba en la boca norte. Era un desembarco masivo: había fragatas, destructores, decenas de helicópteros sobrevolaban la zona y lanchones se desprendían en distintas direcciones. En el centro, la figura majestuosa del trasatlántico Canberra (bombardero)”. 


Continúa: “Llegué al puesto de comando y me comuniqué con el general Omar Parada –quien permanecería durante toda la guerra en Puerto Argentino–. Describí el desembarco, le di las coordenadas y solicité apoyo de fuego aéreo. Corté las comunicaciones e informé que nos preparábamos para combatir. Los ingleses estaban cerca, oíamos los helicópteros y veíamos claramente los lanchones de desembarco”. 


“Nunca había soñado con un bautismo de fuego con tanta diferencia, solo Dios nos podía ayudar. Como resultado del enfrentamiento, el enemigo tuvo dos helicópteros derribados, dos averiados y tres tripulantes muertos. Nosotros, tres heridos. A menos de dos horas, oímos a nuestra aviación. ¡Qué misión dura tenían! Atacar la flota, que contaba con la protección natural del Estrecho de San Carlos, y la fuerte defensa antiaérea de los barcos y la instalada en tierra”, relató. 


“Todo se tornó un infierno. Iniciamos un sigiloso repliegue a Puerto Argentino. Llevábamos en la mente todo lo que habíamos visto”, afirmó para el libro Así peleamos Malvinas. En el continente, y en las islas, los generales Menéndez y Jofre, “siempre aseguraron que un desembarco en ese lugar era impensable o muy poco probable, y que se realizaría al sur de Puerto Argentino, donde nosotros éramos más fuertes”. 


Aún, el día 23, creían que se trataba de una operación secundaria o de engaño; clara muestra de desconocimiento de la historia militar. Los hechos demostrarían que la Operación Sutton no fue secundaria y no tuvo nada de engaño. 


Olvidaron que, como dijo el historiador militar Basil Liddell Hart en Estrategia de la aproximación indirecta: “A través de las épocas, raramente se han logrado resultados efectivos en la guerra a menos que la aproximación tuviere tal sentido indirecto que asegurara que el enemigo no estaría listo en tiempo para enfrentarla”. Uno de los ejemplos era el desembarco aliado en Normandía, Francia, el 6 de junio de 1944.  


En Buenos Aires, el jefe de Operaciones del Ejército, general Vicente Meli, recibió la información del desembarco y de las acciones narradas, pero no le asignó mayor importancia, pues, según fuentes confiables, expresó: “Después lo vemos y lo analizamos. Ahora tenemos una reunión más importante”. ¡Sin palabras! Concuerdo con Jacques Maritain, en que “la estupidez nunca es normal sino un vicio”.  


De San Carlos a Darwin. La fase terrestre del conflicto se inició el 21 de mayo con el desembarco en San Carlos. Nuestra Fuerza Aérea y Aviación Naval ocasionaron a la flota británica serias pérdidas, y nosotros nos quedamos sin varios aviones. Uno de ellos, el Douglas A-4 Q Skyhawk, que averiado sobrevoló nuestra posición, intentó un aterrizaje imposible en Puerto Argentino y cayó al mar. Su piloto, el teniente de navío José Arca, se eyectó y fue rescatado por el capitán Jorge Svendsen, al mando de un helicóptero del Batallón de Aviación del Ejército. 


Esta unidad solo dispuso de veinte helicópteros en las islas, mientras que el enemigo contó con alrededor de cuatrocientos. No obstante, nuestros hombres volaron más de 1.300 horas transportando personal, material, abastecimientos, realizando rescates y aportando su cuota de sangre.   


A nadie le puede llamar la atención la rápida consolidación de la cabeza de playa por las fuerzas británicas. En la citada invasión aliada a Europa por Normandía, las fuerzas alemanas, en posiciones y playas fuertemente organizadas y fortificadas durante más de un año, con obstáculos de todo tipo y con miles de tropas excelentemente adiestradas, cedieron más de 6 kilómetros un día de combate. 


En San Carlos, la Task Force enfrentó a Esteban y a un puñado de hombres. Según algunas fuentes, Menéndez habría pedido lanzar un regimiento de paracaidistas, para contraatacar. Algo jamás previsto, sin movilidad terrestre y carente de apoyo de fuego. Hubiera sido una carnicería, como consecuencia de la superioridad aérea, terrestre y antiaérea enemiga. Le negaron el pedido.  


Es interesante recordar que, durante la crisis y la fase aeronaval, hasta el 21 de mayo, los efectivos en tierra fuimos sometidos a un desgaste psicofísico en las húmedas y frías trincheras. Se había perdido un tiempo valioso para poder transportar el material que posteriormente limitó la movilidad, el poder de fuego y la construcción de fortificaciones, además de los abastecimientos indispensables para el bienestar del personal. 


Entre ellos: cañones pesados, artillería antiaérea, radares, vehículos de distinto tipo, zanjadoras a oruga, minas antitanque y algunos blindados. Curiosamente, se transportaron dos automóviles Ford Falcon, uno para el gobernador Menéndez y otro para un jefe de regimiento, que no lo usó. Uno de mis soldados litoraleños, con picardía, comentó: “¡Pensar que los Falcon llegaron antes que nuestros dos cañones pesados!”.  


La segunda fase de la guerra, la terrestre, del 21 de mayo al 14 de junio, la iniciamos conscientes de nuestras propias limitaciones, de haber cedido totalmente la iniciativa al enemigo y de la incapacidad de recibir apoyo del continente. El 25 de mayo, dos aviones Super Étendard de la Armada atacaron y hundieron con misiles Exocet aire-mar el buque logístico Atlantic Conveyor, ocasionando importantísimas pérdidas, entre otras: quince muertos, doce helicópteros, cuarenta y cinco blindados y miles de repuestos y abastecimientos. 


El 29 de mayo, en Washington, los cancilleres de los países del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) aprobaron una resolución de apoyo a la Argentina, con la abstención de Colombia, Trinidad y Tobago, Chile y Estados Unidos. 


El importante pacto secreto de ayuda entre Gran Bretaña y Chile se concretó a partir del 2 de abril, a pesar de que el embajador chileno en nuestro país, Sergio Onofre Jarpa, expresara en Buenos Aires: “En lo que se refiere a Chile, la Argentina tiene las espaldas cubiertas”.  


Sobre Puerto Argentino continuaban los bombardeos aéreos diurnos de hostigamiento con los Sea Harrier, Entre el 21 y el 30 de mayo perdieron cinco máquinas. El fuego naval nocturno también se mantenía, pero sin la impunidad que gozaban antes de que respondiéramos con nuestra artillería pesada (155 mm y 20 km de alcance), dirigida por radar.  


La falta de víveres afectó a todas las unidades, pero más a los regimientos que estaban en la isla Gran Malvina; RI 5 y Rl 8. En las unidades que estaban en la isla Soledad los efectivos de la Armada y de la Fuerza Aérea, que eran menores, no sufrieron privaciones mayores, pero sí las del Ejército. 


De las 5 mil calorías diarias necesarias para que un combatiente pudiera soportar frío, viento, desgaste psíquico, físico y emocional, y falta del descanso necesario, en algunas unidades solo se ingerían de 1.600 a 1.800. En Buenos Aires, el general Gerardo Núñez dijo a familiares de los combatientes: “Soy el responsable de la logística. Les aseguro que no pasarán frío y volverán más gordos. Reciben las raciones que corresponden. De cualquier forma, cuando regresen los jefes de unidades tácticas tendrán que rendir cuentas”. Es obvio recalcar que Núñez era un general más “de escritorio”.   


A 90 km al este de Puerto Argentino y a 50 km de San Carlos se encuentra el istmo de Darwin-Goose Green (Pradera del Ganso). La zona estaba defendida por el Regimiento de Infantería 12 (450 hombres a pie) que, después de ser “paseado” y desgastado por la Patagonia, fue enviado a Darwin, con su personal agotado, sin sus armas pesadas, con escasa munición y sin una clara misión.  


Estaba a cargo del teniente coronel Ítalo Piaggi, que dependía del general Parada. El regimiento se reforzó con dos obuses de 105 mm del GA 4, una sección de cañones de artillería antiaérea, y reducidos efectivos de infantería del RI 25 con armas livianas. No estuve en la zona ni participé de las acciones que se libraron los días 28 y 29 de mayo ante una sideral superioridad británica en efectivos, movilidad y apoyo de fuego (terrestre, aéreo y naval). 


Días antes, Menéndez había ordenado a Parada trasladarse a Darwin para hacerse cargo de las operaciones, pero nunca la cumplimentó aduciendo falta de trasporte; no pocos decían que podía haberlo hecho en helicóptero, jeep o moto.   


Comandó sus unidades en el combate –en una zona que nunca conoció– por medios radioeléctricos desde una oficina en Puerto Argentino. Recuerdo que antes de desembarcar, el general inglés Julian Thompson dijo a sus hombres: “En tierra actuaremos como se hizo durante dos mil años. La diferencia entre Aníbal y nosotros es que él iba en elefante y nosotros tendremos que caminar”.  


El disminuido RI 12 resistió más de lo previsto. El combate duró 36 horas. “Nos sorprendió la resistencia de los soldados argentinos, descriptos como conscriptos sin experiencia”, dijo el almirante Sandy Woodward en Los cien días. El teniente Clive Livingstone afirmó: “Tantas mentiras que se nos dijeron acerca de que no querían pelear, y están peleando como leones”.   


El soldado Sergio Daniel Rodríguez, del RI 25, fue uno de los que desembarcó el 2 de abril, participó en las acciones de Darwin, fue herido y operado en el hospital de campaña inglés en San Carlos. Su relato es conmovedor: “Allí, cirujanos ingleses me efectuaron dos operaciones, una colostomía (ano contranatura) y una laparoscopía (búsqueda en el interior de mi cuerpo, tratando de localizar fragmentos de proyectil). Posteriormente, cirujanos argentinos me hicieron otras cuatro operaciones”. Hoy, Rodríguez reside en Buenos Aires.  


En la batalla de la Vuelta de Obligado, el general Lucio V. Mansilla enfrentó, sable en mano, a la flota anglo-francesa; la más poderosa del mundo. El combate duró menos de un día, pero nadie duda del arrojo de nuestros hombres, y a pesar de la derrota, conmemoramos el 20 de noviembre de 1845 como el Día de la Soberanía. 


El 30 de mayo, en Buenos Aires, con gran ingratitud, Galtieri ordenó proceder con máxima dureza con quienes se rindieron en Darwin, pasando a retiro obligatorio al jefe del RI 12 y escondiendo a su regreso a los valientes soldados. Los altos mandos no mostraron la misma dureza para consigo mismos.  





   

Lessons from the Malvinas... (Fourth Installment)

Differences. The Argentine anti-aircraft artillery, which had to face a massive landing by British forces in San Carlos Bay, for which the military chiefs had not taken the necessary precautions, despite warnings. Photographs: Cedoc

The Battle of San Carlos; the inaction of the Military Committee, for which a landing in San Carlos was "unthinkable", despite the fact that the information assured the contrary. The wear and tear of the trenches. Food rationing and healing in battle.

© Written by Martín Balza, former Chief of the Argentine Army, Veteran of the Malvinas War, and former Argentine Ambassador to Colombia and Costa Rica, published on Saturday 08/19/2023 by the Perfil newspaper of the Autonomous City of Buenos Aires, Republic Argentina.

Disembarkation in San Carlos. On May 21, 1982, at 02:30 a.m., the British Task Force began landing in San Carlos Bay, northwest and 90 km from Puerto Argentino. The so-called Operation Sutton was one of the most important amphibious maneuvers after World War II. 

Despite having precise information -provided by an islander- about that this was the most probable place for the landing, Generals Menéndez and Jofre did not adopt any forecast and continued appreciating, like the Military Committee, that the landing was would take place south of Puerto Argentino. 

The area was unprotected and only a fraction of sixty-two men (three officers, ten NCOs, and forty-nine soldiers) from the 25th Infantry Regiment, under the command of then First Lieutenant Daniel Esteban (today a retired colonel and doctor in Political Science) lacking mobility and equipped with light weapons.

With the first hours of light, an unequal confrontation began against an enemy, which would later be estimated at more than 4,000 troops, who had vehicles, helicopters, anti-aircraft and land artillery, and naval and air fire support. It was obvious that for the British the main issue was to gain a foothold on Soledad Island, through "a beachhead" (a line created when an armed group reaches the coast) that would allow them to land troops, material, weapons and consistent logistics, without our opposition. 

After that, we would have no chance of preventing the land encirclement, although nothing was done to achieve this. I must admit that, given the lack of minimal adequate means, it was almost impossible.

This is how Daniel Esteban describes his “confrontation” with the Task Force: “At two minutes past eight on May 21, one of the air observer soldiers ran down and pointed out to me the presence of an enemy frigate in the strait. . I took my binoculars and quickly moved to the observation post. I was stunned. Half the fleet was at the northern mouth. It was a massive landing: there were frigates, destroyers, dozens of helicopters flying over the area, and boats detached in different directions. In the center, the majestic figure of the ocean liner Canberra (bomber)”.

He continues: “I arrived at the command post and communicated with General Omar Parada – who would remain in Puerto Argentino throughout the war. I described the landing, gave him the coordinates, and called in aerial fire support. I cut off communications and reported that we were preparing to fight. The British were close, we could hear the helicopters and we could clearly see the landing craft”.

“I had never dreamed of a baptism of fire with such a difference, only God could help us. As a result of the confrontation, the enemy had two helicopters shot down, two damaged and three crew members dead. We, three wounded. Less than two hours away, we heard our aviation. What a tough mission they had! Attacking the fleet, which had the natural protection of the Strait of San Carlos, and the strong anti-aircraft defense of the ships and the one installed on land”, he recounted.

“Everything turned into hell. We began a stealthy withdrawal to Puerto Argentino. We had everything we had seen in our minds, ”he said for the book This is how we fight Malvinas. On the mainland and on the islands, Generals Menéndez and Jofre "always assured that a landing in that place was unthinkable or highly unlikely, and that it would take place south of Puerto Argentino, where we were stronger."

Still, on the 23rd, they believed that it was a secondary operation or deception; clear sign of ignorance of military history. The facts would show that Operation Sutton was not secondary and was not deceitful.

They forgot that, as military historian Basil Liddell Hart put it in Strategy of the Indirect Approach: “Throughout the ages, effective results have rarely been achieved in war unless the approach made such an indirect sense as to ensure that the enemy would not be ready in time to face it.” One of the examples was the Allied landing in Normandy, France, on June 6, 1944.

In Buenos Aires, the Chief of Army Operations, General Vicente Meli, received the information about the landing and the narrated actions, but he did not assign it greater importance, because, according to reliable sources, he stated: “Later we will see it and analyze it. Now we have a more important meeting.” Speechless! I agree with Jacques Maritain, that “stupidity is never normal but a vice.”
 

From San Carlos to Darwin. The land phase of the conflict began on May 21 with the landing in San Carlos. Our Air Force and Naval Aviation caused serious losses to the British fleet, and we were left without several aircraft. One of them, the Douglas A-4 Q Skyhawk, which, damaged, flew over our position, attempted an impossible landing in Puerto Argentino and fell into the sea. Its pilot, Navy Lieutenant José Arca, ejected and was rescued by Captain Jorge Svendsen, in command of an Army Aviation Battalion helicopter. 

This unit only had twenty helicopters on the islands, while the enemy had around four hundred. However, our men flew more than 1,300 hours transporting personnel, material, supplies, carrying out rescues and contributing their quota of blood. 

The rapid consolidation of the beachhead by the British forces cannot attract anyone's attention. In the aforementioned Allied invasion of Europe through Normandy, the German forces, in strongly organized and fortified positions and beaches for more than a year, with obstacles of all kinds and with thousands of excellently trained troops, ceded more than 6 kilometers in one day of combat.  

In San Carlos, the Task Force confronted Esteban and a handful of men. According to some sources, Menéndez would have asked to launch a parachute regiment to counterattack. Something never foreseen, without land mobility and lacking fire support. It would have been carnage, as a consequence of the enemy's air, ground and anti-aircraft superiority. They denied the request. 

It is interesting to remember that, during the crisis and the air-naval phase, until May 21, the troops on the ground were subjected to psychophysical wear and tear in the humid and cold trenches. Valuable time had been lost to be able to transport the material that later limited mobility, firepower and the construction of fortifications, in addition to the essential supplies for the well-being of the personnel. 

Among them: heavy cannons, anti-aircraft artillery, radars, vehicles of different types, caterpillar trenchers, anti-tank mines and some armored vehicles. Curiously, two Ford Falcon cars were transported, one for Governor Menéndez and another for a regiment chief, who did not use it. One of my coastal soldiers, mischievously, commented: “To think that the Falcons arrived before our two heavy guns!” 

We began the second phase of the war, the land one, from May 21 to June 14, aware of our own limitations, of having completely ceded the initiative to the enemy and of the inability to receive support from the continent. On May 25, two Navy Super Étendard planes attacked and sank the Atlantic Conveyor logistics ship with air-sea Exocet missiles, causing huge losses, among others: fifteen deaths, twelve helicopters, forty-five armored vehicles and thousands of spare parts and supplies.

On May 29, in Washington, the foreign ministers of the countries of the Inter-American Treaty of Reciprocal Assistance (TIAR) approved a resolution supporting Argentina, with the abstention of Colombia, Trinidad and Tobago, Chile and the United States.
 

The important secret aid pact between Great Britain and Chile was finalized on April 2, despite the fact that the Chilean ambassador to our country, Sergio Onofre Jarpa, expressed in Buenos Aires: “As far as Chile is concerned, the “Argentina has its back covered.” 

The daytime aerial harassment bombardments with the Sea Harriers continued over Puerto Argentino. Between May 21 and 30, they lost five machines. The nighttime naval fire also continued, but without the impunity they enjoyed before we responded with our heavy artillery (155 mm and 20 km range), directed by radar. 

The lack of food affected all the units, but more so the regiments that were on the Gran Malvina Island; RI 5 and Rl 8. In the units that were on Soledad Island, the Navy and Air Force personnel, who were minors, did not suffer major deprivations, but those of the Army did. 

Of the 5,000 daily calories necessary for a combatant to withstand cold, wind, mental, physical and emotional exhaustion, and lack of necessary rest, in some units only 1,600 to 1,800 were ingested. In Buenos Aires, General Gerardo Núñez told relatives of the combatants: “I am responsible for logistics. I assure you that they will not get cold and they will come back fatter. They receive the corresponding rations. In any case, when the heads of tactical units return they will have to give an account”. It is obvious to emphasize that Núñez was a more “desk” general. 

90 km east of Puerto Argentino and 50 km from San Carlos is the Darwin-Goose Green isthmus (Pradera del Ganso). The area was defended by the 12th Infantry Regiment (450 men on foot) which, after being “walked” and worn out by Patagonia, was sent to Darwin, with its personnel exhausted, without its heavy weapons, with little ammunition and without a clear mission. 

It was in charge of Lieutenant Colonel Italo Piaggi, who reported to General Parada. The regiment was reinforced with two 105 mm howitzers from GA 4, a section of anti-aircraft artillery guns, and small numbers of light-armed infantry from RI 25. I was not in the area nor did I participate in the actions that took place on May 28 and 29 in the face of a stark British superiority in troops, mobility and fire support (land, air and naval). 

Days before, Menéndez had ordered Parada to move to Darwin to take charge of the operations, but he never followed through, citing lack of transportation; Quite a few said that he could have done it by helicopter, jeep or motorcycle. 

He commanded his units in combat – in an area he never knew – by radio from an office in Puerto Argentino. I remember that before disembarking, the English general Julian Thompson told his men: “On land we will act as we have done for two thousand years. The difference between Hannibal and us is that he was riding an elephant and we will have to walk.” 

The diminished RI 12 resisted more than expected. The combat lasted 36 hours. “We were surprised by the resistance of the Argentine soldiers, described as inexperienced conscripts,” Admiral Sandy Woodward said in The Hundred Days. Lieutenant Clive Livingstone said: “So many lies that were told to us about them not wanting to fight, and they are fighting like lions.” 

The soldier Sergio Daniel Rodríguez, of the RI 25, was one of those who disembarked on April 2, participated in the actions of Darwin, was wounded and operated on in the English field hospital in San Carlos. His story is moving: “There, English surgeons performed two operations on me, a colostomy (unnatural anus) and a laparoscopy (search inside my body, trying to locate projectile fragments). Later, Argentine surgeons performed four more operations on me.” Today, Rodríguez resides in Buenos Aires. 

In the battle of the Vuelta de Obligado, General Lucio V. Mansilla faced, saber in hand, the Anglo-French fleet; the most powerful in the world. The combat lasted less than a day, but no one doubts the courage of our men, and despite the defeat, we commemorate November 20, 1845 as Sovereignty Day. 

On May 30, in Buenos Aires, with great ingratitude, Galtieri ordered to proceed with maximum harshness with those who surrendered in Darwin, making the head of the RI 12 into mandatory retirement and hiding the brave soldiers when he returned. The higher-ups did not show the same harshness towards themselves.


 

sábado, 26 de agosto de 2023

Lecciones de Malvinas... (Tercera Entrega) @dealgunamaneraok...

Lecciones de Malvinas (Tercera Entrega) 

Escena. En el General Belgrano murieron la mitad de los argentinos en el conflicto.Fotograía: CEDOC 

Primer día de combate. Estrategia británica de desgaste, el hundimiento del “A.R.A. General Belgrano (C-3)”, el desembarco en San Carlos. Un necesario pedido que obligó a sobrepasar la cadena de mando y la batalla a la altura –y en parte desconocida– dada por las fuerzas argentinas.        

© Escrito por Martín Balza, Ex Jefe del Ejército Argentino, Veterano de la Guerra de Malvinas y ex Embajador en Colombia y Costa Rica, el sábado 12/08/2023 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

Se inicia la guerra. Una distorsionada expresión del ser nacional, exitista y derrotista por antonomasia, no rescató en su justa medida la gesta del Atlántico sur, a pesar de que el propio adversario reconoció, valoró y elogió el comportamiento de nuestras fuerzas. Muchos dirigentes políticos desconocen, casi totalmente, cómo se desarrollaron las operaciones de Malvinas. 


La primera guerra de la era misilística –como la calificaron fuentes extranjeras– tuvo la misma duración que la del Golfo, en 1991, en la cual la campaña aérea estadounidense duró 38 días y la terrestre solo cuatro días. En total 42 días, y tuvieron 144 muertos en combate. En Malvinas, la campaña aérea y marítima británica duró alrededor de veinte días y la terrestre, 24. En total 44 días, con un saldo de alrededor de trescientos británicos muertos en combate.

El adversario empleó simultáneamente una estrategia de desgaste a partir del 7 de abril: amenaza marítima, sanciones económicas junto con sus aliados de la OTAN, gestiones diplomáticas y un efectivo empleo de la acción psicológica, ante una incomprensible inacción política, diplomática y militar argentina. A partir del 1° de mayo el Reino Unido buscó la batalla decisiva.

El día indicado, a las 4.40, un bombardero de gran altura –Vulcan XM 607, perteneciente al Escuadrón 101 de la Royal Air Force (Fuerza Aérea Británica) – lanzó 21 bombas de mil libras cada una sobre la península del Aeropuerto de Puerto Argentino, sector defendido por el Regimiento de Infantería 25, al mando del teniente coronel Alí M. Seineldín: la operación de bombardeo más importante realizada después de la Segunda Guerra Mundial. 

La máquina fue detectada por nuestros radares de vigilancia antiaérea, de doscientas millas de alcance, pero no entró dentro del alcance de los modernos sistemas de armas antiaéreas del Ejército: misiles Roland (6 km), cañones Oerlikon-Contraves de 35 mm (4 km) y Blow-Pipe portátil (3,2 km). 

Esa misma mañana, a las 7.45, presencié el primer ataque de cuatro aviones, en vuelo rasante, sobre el aeropuerto. Y a las 8.25, se produjo un segundo ataque con cinco, ambos con cazabombarderos Sea Harrier. 

La destrucción de las instalaciones fue importante, pero la pista quedó operativa. En estas acciones abrió fuego la artillería antiaérea derribando dos aviones y un tercero se alejó aparentemente averiado. El último derribo se produjo el 8 de junio. Se aprecia que las pérdidas británicas atribuidas a la artillería antiaérea fueron en total de 14 o 15 aviones Harrier y treinta helicópteros en distintas circunstancias.

La acción antiaérea fue uno de los pocos casos de actividad conjunta que se implementaron en Malvinas a nivel táctico, y aprecio que la profesionalidad y eficiencia evidenciada impidió que la guerra finalizara el 1° de mayo.

El estadounidense Thomas Milton afirmó: “Los artilleros antiaéreos argentinos, con medios inferiores en número y calidad, demostraron una peligrosidad tal que obligó a sus enemigos a volar a gran altura, fuera del alcance de sus misiles y cañones”. 

La revista especializada Armada International, en 1983, consignó: “Siempre se supuso que, para las fuerzas del Tercer Mundo, con modestos recursos en efectivos competentes, el entrenamiento plantearía serios inconvenientes. No obstante, parece ser que, en lo que respecta al sistema de misiles y cañones antiaéreos, las tropas argentinas estaban perfectamente capacitadas y emplearon eficientemente sus medios”. 

Durante toda la guerra los aviones enemigos exigieron un alistamiento permanente, lo que demandó un gran consumo de combustible para la operatividad de los radares, misiles y cañones antiaéreos, que trabajaban con grupos de generadores. La aproximación y detección de cualquier avión por los radares de vigilancia (200 millas de alcance) significaba una alerta roja, ya que resultaba imposible determinar si la misión del enemigo era un ataque, un reconocimiento o un rutinario patrullaje. 


Otro de los inconvenientes se originaba en la capacidad de responder a la guerra electrónica que perturbaba a los radares. Contra esa interferencia y engaño la defensa más eficaz era la conocida “agilidad” (cambios) de frecuencia que poseían los modernos equipos. 

Otra seria amenaza eran los misiles antirradiación Shrike (destinados a destruir radares atraídos por la emisión magnética emitida por el radar propio). El enemigo lanzó cinco o seis de ellos, pero solo uno, el 3 de junio, en horas de la madrugada, hizo impacto en un radar del Grupo de Artillería Antiaérea 601, produciendo la muerte del teniente Alejandro Dachary, el sargento Pascual Blanco y los soldados Oscar Diarte y Jorge Llamas. 

El Sistema Conjunto de Defensa Antiaérea, en Puerto Argentino, proporcionó una eficaz protección a los blancos más rentables buscados por el enemigo: el aeropuerto (que permaneció operativo durante todo el conflicto), la artillería de campaña, las instalaciones logísticas y los puestos de comando y comunicaciones. También controló y dirigió incursiones de la Fuerza Aérea y de la Aviación Naval, proporcionó ayudas de navegación y posibilitó operaciones de búsqueda y salvamento. Operó desde el 2 de abril hasta el 14 de junio, conducido por el teniente coronel Héctor L. Arias, el capitán de corbeta Héctor Silva y el mayor Hugo Mayorano. 

En las primeras horas de la tarde del 1° de mayo, los británicos, por primera y única vez, acercaron algunas fragatas; las siluetas de tres de ellas se veían claramente sobre el mar al sur de Puerto Argentino. El accionar de la Fuerza Aérea Sur impidió que volvieran a realizarlo en horas de luz, pero de noche se acercaban y el cañoneo naval se convirtió en un molesto flagelo. 

Aproximadamente a las 16.00, sorpresivamente, un Mirage, un avión interceptor propio que venía de cumplir una misión de ataque a otros buques, sobrevoló nuestra posición (Grupo de Artillería 3) a 200 metros de altura. Se apreciaba averiado e intentó un frustrado e imposible aterrizaje en el aeropuerto local. Cayó al mar y su piloto no pudo ser rescatado, era el capitán Gustavo García Cuerva. 

En las primeras horas de la noche nos sorprendió un bombardeo naval, caracterizado por su gran cadencia de fuego –dos o tres disparos por segundo–, sobre la posición del Batallón de Infantería 5, al mando del capitán de fragata Hugo Robacio, en los montes Tumbledown y Sapper Hill, donde mi unidad tenía Grupo de Observación Adelantado. El fuego duró entre 15 y 20 minutos. El batallón sufrió algunas bajas, entre los heridos, el subteniente Juan J. Gutiérrez, del GA 3. 

El primer día de combate había finalizado. Para nosotros fue uno de los dos días más largos de una guerra que se prolongaría 44 días más. 

Es curioso que, para el Comité Militar, según Mario Benjamín Menéndez, “las hostilidades se detendrían y se replantearían las negociaciones ya con verdaderas posibilidades de solución” (libro Así lucharon, de Carlos Túrolo). El 2 de mayo, el submarino Conqueror hundió el crucero General Belgrano, lo que produjo la mitad de los muertos argentinos en el conflicto. 

Esperando el desembarco. El hundimiento del Crucero A.R.A. General Belgrano (C-3) el 2 de mayo, que ocasionó 323 muertos, por el submarino nuclear Conqueror, fue un duro golpe y materializó el dominio naval y aéreo británico. El viejo crucero yace con gran parte de su tripulación en el fondo del mar, y su ubicación ha sido, con justicia, declarada “lugar histórico nacional y tumba de guerra” (Ley Nacional 25.554/2001). 

El crucero había sido botado en los Estados Unidos en 1938 con el nombre de USS Phoenix, participó en acciones de la Segunda Guerra Mundial y en 1941 se salvó del ataque japonés a la base aeronaval de Pearl Harbor, en el Pacífico. Al ser incorporado a la Armada fue bautizado con el nombre de 17 de Octubre. En septiembre de 1955 se le impuso el nombre de Belgrano. 

El 4 de mayo un misil aire-mar AM39-Exocet, lanzado por un avión de la Aviación Naval, hundió el destructor Sheffield. El día 6, Leslie Gelb, periodista de The New York Times, resumió la desazón de Washington, contando que Alexander Haig, secretario de Estado de EE.UU., “se había encontrado en Buenos Aires con a gang of thugs (una banda de canallas) sin ideas claras sobre nada, dispuestos a hacerse la guerra entre ellos en cualquier momento. No tienen con quién negociar, debido a la tremenda división de la cúpula militar”, según lo publicado en la revista Actualidad Española el 6 de mayo de 1982. 

Los días siguientes continuaron nuestros intermitentes ataques a la flota enemiga, los que, a pesar de varios éxitos, fragatas hundidas, averiadas y bajas de combate, no modificaron el cerco sobre las islas. Los británicos continuaron con sus ataques aéreos y bombardeos navales sobre nuestras posiciones, con la finalidad de hostigar y desgastar, afectando más psíquica que físicamente a nuestras tropas, trastornando el descanso, las actividades logísticas y los movimientos. 

Las patrullas aéreas integradas por dos aviones Harrier operaban durante las horas de luz y, durante las de oscuridad, el enemigo recurría al fuego naval de hostigamiento, con sus cañones de 4,5 pulgadas (115 mm) y 17 km de alcance. 

Afortunadamente, estos últimos no eran todo lo eficaces que parecería, como consecuencia de su calibre liviano, su trayectoria “tendida”, las características de la turba malvinera y, en muchos casos, por los “abrigos” que habíamos construido: obuses y cañones enterrados, posiciones de artillería simuladas, dispersión, pozos de zorro, trincheras y puestos de comando recubiertos con tambores rellenos con tierra y turba, que nos protegieron sensiblemente. 

Para atenuar lo expresado, tres veces le solicité al general Oscar Jofre la posibilidad de contar con artillería pesada, que permanecía en la Patagonia. En la primera oportunidad me respondió: “Para qué los quiere, si enfrentamiento no va a haber”. En la segunda: “Lo que usted me propone es ciencia ficción”. En la tercera fue más lacónico: “Hablemos en serio”. 

Mis argumentos fueron muy simples: “Estoy convencido de que los británicos desembarcarán, que habrá enfrentamiento y que hablo en serio. Ellos tienen artillería de campaña liviana de 105 mm y 17 km de alcance. Sus cañones navales tienen 115 mm y también 17 km. Nosotros, le recuerdo, contamos solo con obuses de 105 mm y 10,2 km de alcance. Estoy solicitando algo muy posible: contar con cañones Sofma de 155 mm y 20 km de alcance. En el continente no habrá enfrentamiento. De contar con ellos hasta finalizaría la impunidad de los bombardeos navales nocturnos. Contamos con radares de vigilancia y adquisición de blancos necesarios”. No obtuve ninguna respuesta.  

Sobrepasando la cadena de mando, y sin el conocimiento y autorización del general Jofre, hablé con el brigadier Luis Castellanos, jefe del componente aéreo en Puerto Argentino, quien comprendió mis argumentos. Así las cosas, los días 14 y 15 de mayo arribaron en aviones Hércules C-130 dos cañones Sofma. ¡Cómo hubiera deseado de tener una docena de ellos!  

Pertenecían al Grupo de Artillería 101 de Junín, y pasaron a constituir la cuarta batería del Grupo de Artillería 3 al mando del teniente primero Luis Daffunchio; entre sus integrantes recuerdo al sargento primero Omar Liborio y a los soldados Héctor López y Raúl Wuldrich.  

El comportamiento y la profesionalidad de sus hombres fueron reconocidos y elogiados por nuestra Armada y Fuerza Aérea, y por el propio enemigo. La impunidad de los bombardeos navales disminuyó sensiblemente y contribuyó positivamente con las medidas de acción psicológica durante todo el conflicto y en la batalla de Puerto Argentino (8 al 14 de junio).  

La noche del 15 al 16 de mayo el enemigo realizó dos operaciones sorpresivas y exitosas. Una de ellas en el estrecho de San Carlos, donde una fragata atacó y hundió el buque mercante argentino Isla de los Estados, que transportaba importantes abastecimientos. La otra, con tropas comando, en la isla de Borbón, donde se había instalado una pequeña base con pista de tierra en la que podían operar aviones livianos, entre ellos los Pucará y los viejos Mentor T-34. Todos fueron destruidos con granadas de mano. La misma estaba a cargo de efectivos de la Armada.  

El 19 de mayo, el secretario general de las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar, informó a nuestro país que las negociaciones habían llegado a su fin, “que los británicos habían dicho que tenían un deadline (fecha tope), que era el día de hoy, y que las propuestas argentinas no solo no eran aceptables, sino que tampoco eran enmendables”. Esa actitud la tenían desde el principio. 

Mientras el gobierno argentino creía que conversaba, negociaba y analizaba, la actitud británica era clara: imponer su propuesta e ir a la guerra. Desde el principio era el objetivo de la primera ministra, la señora Margaret Thatcher.  

Hasta ese momento el Comité Militar, Menéndez y Jofre en las islas, continuaban convencidos de que el desembarco se realizaría al sur de Puerto Argentino, donde nosotros éramos más fuertes. A la Bahía de San Carlos, a pesar de que un isleño la había alertado como el lugar más probable para un desembarco, no se le prestó la más mínima atención. Olvidaron que el general británico Basil H. Liddell Hart, dijo: “Lo indirecto de la aproximación es tan significativo como lo decisivo de los resultados”. 

Jofre se justificó diciendo que “el asesoramiento naval con relación a la Bahía de San Carlos fue que no ofrecía características favorables para la operación de los buques”. El 21 de mayo, los británicos desembarcaron en San Carlos.



   

Malvinas Lessons (Third Delivery)


Scene. In General Belgrano, half of the Argentines died in the conflict. Photography: CEDOC

First day of combat. British strategy of attrition, the sinking of the "ARA General Belgrano", the landing in San Carlos. A necessary request that forced the chain of command to be exceeded and the battle at the height –and in part unknown– given by the Argentine forces.

© Written by Martín Balza, Former Chief of the Argentine Army, Veteran of the Malvinas War and former Ambassador to Colombia and Costa Rica, on Saturday 08/12/2023 and published by the Perfil newspaper of the Autonomous City of Buenos Aires, Argentine Republic .

The war starts. A distorted expression of the national being, successful and defeatist par excellence, did not fully rescue the feat of the South Atlantic, despite the fact that the adversary himself recognized, valued and praised the behavior of our forces. Many political leaders are almost completely unaware of how the Malvinas operations were developed.

The first war of the missile era – as described by foreign sources – lasted the same as the one in the Gulf, in 1991, in which the US air campaign lasted 38 days and the ground campaign only four days. In total 42 days, and they had 144 killed in combat. In the Malvinas, the British air and sea campaign lasted around twenty days and the land campaign, 24. In total 44 days, with a balance of around three hundred British dead in combat.

The adversary simultaneously used a strategy of attrition as of April 7: maritime threat, economic sanctions together with its NATO allies, diplomatic efforts and an effective use of psychological action, in the face of an incomprehensible Argentine political, diplomatic and military inaction. As of May 1, the United Kingdom sought the decisive battle.

On the indicated day, at 4:40 a.m., a high-altitude bomber – Vulcan XM 607, belonging to 101 Squadron of the Royal Air Force (British Air Force) – dropped 21 bombs of a thousand pounds each on the peninsula of the Puerto Argentino Airport, sector defended by the 25th Infantry Regiment, commanded by Lieutenant Colonel Alí M. Seineldín: the most important bombing operation carried out after World War II.

The machine was detected by our anti-aircraft surveillance radars, with a range of two hundred miles, but did not come within the range of the Army's modern anti-aircraft weapons systems: Roland missiles (6 km), Oerlikon-Contraves 35 mm guns (4 km ) and portable Blow-Pipe (3.2 km).
That same morning, at 7:45 a.m., I witnessed the first attack by four planes, low-flying, over the airport. And at 0825, there was a second attack with five, both with Sea Harrier fighter-bombers.

The destruction of the facilities was significant, but the runway remained operational. In these actions the anti-aircraft artillery opened fire, shooting down two planes and a third apparently damaged. The latest shootdown occurred on June 8. British losses attributed to anti-aircraft artillery can be seen to have totaled 14 or 15 Harrier aircraft and thirty helicopters under various circumstances.

The anti-aircraft action was one of the few cases of joint activity that was implemented in the Malvinas at a tactical level, and I appreciate that the professionalism and efficiency shown prevented the war from ending on May 1st.

The American Thomas Milton affirmed: "The Argentine anti-aircraft gunners, with inferior means in number and quality, demonstrated such a dangerousness that they forced their enemies to fly at a high altitude, out of the range of their missiles and cannons."

The specialized magazine Armada International, in 1983, stated: “It was always assumed that, for Third World forces, with modest resources in competent troops, training would pose serious drawbacks. However, it seems that, with regard to the missile system and anti-aircraft guns, the Argentine troops were perfectly trained and used their resources efficiently.

Throughout the war, enemy planes required permanent readiness, which demanded a large consumption of fuel for the operation of radars, missiles and anti-aircraft guns, which worked with groups of generators. The approach and detection of any aircraft by surveillance radars (200 mile range) meant a red alert, since it was impossible to determine if the enemy's mission was an attack, a reconnaissance, or a routine patrol.

Another of the drawbacks originated in the ability to respond to electronic warfare that disturbed radars. Against this interference and deception, the most effective defense was the well-known "agility" (changes) of frequency that modern equipment possessed.

Another serious threat were the Shrike anti-radiation missiles (destined to destroy radars attracted by the magnetic emission emitted by the radar itself). The enemy launched five or six of them, but only one, on June 3, in the early hours of the morning, hit a radar belonging to the 601st Antiaircraft Artillery Group, killing Lieutenant Alejandro Dachary, Sergeant Pascual Blanco and soldiers Oscar Diarte and Jorge Llamas.

The Joint Air Defense System, in Puerto Argentino, provided effective protection to the most profitable targets sought by the enemy: the airport (which remained operational throughout the conflict), field artillery, logistics facilities, and command posts. and communications. It also controlled and directed incursions by the Air Force and Naval Aviation, provided navigation aids, and enabled search and rescue operations. It operated from April 2 to June 14, led by Lieutenant Colonel Héctor L. Arias, Lieutenant Commander Héctor Silva and Major Hugo Mayorano.

In the early afternoon of May 1, the British, for the first and only time, brought some frigates close; the silhouettes of three of them were clearly visible over the sea south of Puerto Argentino. The actions of the South Air Force prevented them from doing it again during daylight hours, but at night they got closer and the naval cannonade became an annoying scourge.
At approximately 4:00 p.m., surprisingly, a Mirage, our own interceptor plane that had just completed a mission to attack other ships, flew over our position (Artillery Group 3) at an altitude of 200 meters. It appeared damaged and attempted a frustrated and impossible landing at the local airport. It fell into the sea and its pilot could not be rescued, it was Captain Gustavo García Cuerva.

In the early hours of the night, we were surprised by a naval bombardment, characterized by its high rate of fire –two or three shots per second–, on the position of the 5th Infantry Battalion, under the command of Commander Hugo Robacio, in the mountains Tumbledown and Sapper Hill, where my unit had Advanced Observation Group. The fire lasted between 15 and 20 minutes. The battalion suffered some casualties, among the wounded, Second Lieutenant Juan J. Gutiérrez, from GA 3.

The first day of combat was over. For us it was one of the two longest days of a war that would last another 44 days.

It is curious that, for the Military Committee, according to Mario Benjamín Menéndez, "the hostilities would stop and the negotiations would be reconsidered, with real possibilities for a solution" (book Así lucharon, by Carlos Túrolo). On May 2, the Conqueror submarine sank the cruiser General Belgrano, which caused half of the Argentine deaths in the conflict.

Waiting for landing. The sinking of the cruise ship ARA General Belgrano on May 2, which caused 323 deaths, by the nuclear submarine Conqueror, was a heavy blow and materialized British naval and air dominance. The old cruise ship lies with a large part of its crew at the bottom of the sea, and its location has been, justly, declared a "national historic site and war grave" (National Law 25,554 / 2001).

The cruise had been launched in the United States in 1938 under the name of USS Phoenix, she participated in actions of World War II and in 1941 she was saved from the Japanese attack on the Pearl Harbor naval air base, in the Pacific. Upon being incorporated into the Navy, she was baptized with the name of October 17. In September 1955 she was named Belgrano.

On May 4, an AM39-Exocet air-sea missile, launched by a Naval Aviation plane, sank the destroyer Sheffield. On the 6th, Leslie Gelb, a journalist for The New York Times, summed up Washington's uneasiness, telling that Alexander Haig, US Secretary of State, “had met in Buenos Aires with a gang of thugs (a band of scoundrels) without clear ideas about anything, willing to make war among themselves in any moment. They have no one to negotiate with, due to the tremendous division of the military leadership”, according to what was published in the magazine Actualidad Española on May 6, 1982.

The following days our intermittent attacks on the enemy fleet continued, which, despite various successes, frigates sunk, damaged and combat casualties, did not modify the siege on the islands. The British continued with their air attacks and naval bombardments on our positions, with the aim of harassing and wearing down, affecting our troops more mentally than physically, disrupting rest, logistical activities and movements.

The air patrols made up of two Harrier planes operated during the daylight hours and, during the dark hours, the enemy resorted to harassing naval fire, with its 4.5-inch (115 mm) guns and 17 km range.

Fortunately, the latter were not as effective as it would seem, as a result of their light caliber, their "laying" trajectory, the characteristics of the Malvinera mob and, in many cases, because of the "shelters" we had built: howitzers and buried cannons. , simulated artillery positions, dispersion, foxholes, trenches and command posts covered with drums filled with earth and peat, which protected us significantly.

To mitigate what was said, three times I asked General Oscar Jofre for the possibility of having heavy artillery, which remained in Patagonia. At the first opportunity, he answered me: "Why do you want them, there will be no confrontation." In the second: "What you propose to me is science fiction." In the third he was more laconic: "Let's talk seriously."

My arguments were very simple: “I am convinced that the British will land, that there will be a confrontation and that I am serious. They have 105mm light field artillery with a 17km range. Their naval guns are 115 mm and also 17 km. We, I remind you, have only 105 mm howitzers with a range of 10.2 km. I am requesting something very possible: to have 155 mm Sofma guns with a 20 km range. There will be no confrontation on the continent. If they counted on them, the impunity of the nocturnal naval bombardments would end. We have surveillance radars and acquisition of the necessary targets”. I did not get any response.

Bypassing the chain of command, and without the knowledge and authorization of General Jofre, I spoke with Brigadier Luis Castellanos, head of the air component in Puerto Argentino, who understood my arguments. Thus, on May 14 and 15, two Sofma cannons arrived in Hercules C-130 planes. How I wish I had a dozen of them!

They belonged to the 101st Artillery Group of Junín, and became the fourth battery of the 3rd Artillery Group under the command of First Lieutenant Luis Daffunchio; among its members I remember first sergeant Omar Liborio and soldiers Héctor López and Raúl Wuldrich.

The behavior and professionalism of your men were recognized and praised by our Navy and Air Force, and by the enemy himself. The impunity of the naval bombardments decreased significantly and contributed positively with the psychological action measures throughout the conflict and in the battle of Puerto Argentino (June 8-14).

On the night of May 15-16, the enemy carried out two surprising and successful operations. One of them in the San Carlos Strait, where a frigate attacked and sank the Argentine merchant ship Isla de los Estados, which was carrying important supplies. The other, with commando troops, on the island of Borbón, where a small base with a dirt strip had been installed where they could operate light aircraft, including the Pucará and the old Mentor T-34. All were destroyed with hand grenades. It was in charge of members of the Navy.

On May 19, the Secretary General of the United Nations, Javier Pérez de Cuéllar, informed our country that the negotiations had come to an end, "that the British had said they had a deadline, which was the day today, and that the Argentine proposals were not only not acceptable, but also not amendable.” They had that attitude from the beginning.

While the Argentine government believed that it was talking, negotiating and analyzing, the British attitude was clear: impose its proposal and go to war. From the beginning it was the goal of the Prime Minister, Mrs. Margaret Thatcher.

Until that moment, the Military Committee, Menéndez and Jofre on the islands, continued to be convinced that the landing would take place south of Puerto Argentino, where we were stronger. Despite the fact that an islander had alerted it as the most probable place for a landing, the Bay of San Carlos was not given the slightest attention. They forgot that British General Basil H. Liddell Hart said: "The indirectness of the approach is as significant as the decisiveness of the results."

Jofre justified himself by saying that "the naval advice in relation to the San Carlos Bay was that it did not offer favorable characteristics for the operation of the ships." On May 21, the British landed at San Carlos.


"THE MALVINAS ISLANDS WERE, ARE AND WILL BE FOREVER ARGENTINE"