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lunes, 20 de junio de 2016

Luis Novaresio: "Del desamor no te reponés, son cicatrices que quedan"... @dealgunamanera...

Luis Novaresio, el costado desconocido de un hombre formal: "Del desamor no te reponés, son cicatrices que quedan"...


El reconocido periodista se entregó a una charla íntima con Ciudad.com. El recuerdo de su padre, su vida en Buenos Aires, su relación con el dinero, el día que la muerte le tocó el hombro, la fama, el ego y el periodismo, y mucho –pero mucho- más. ¡Pase y lea!

© Escrito por Sergio Florez el  domingo 19/06/2016 y publicado por ciudad.com de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Llegó a Buenos Aires hace cuatro años como un periodista consagrado en su Rosario natal. Y en poco tiempo, Luis Novaresio (52) clavó el talón en la tierra y supo hacerse un lugar en el competitivo mundo de los medios nacionales. Sin chicanas, sin escándalos y haciendo gala del respeto y la cordialidad como premisas fundamentales, se ganó el cariño del público y el reconocimiento de sus pares, que lo nominaron en la categoría Mejor Labor Periodística Masculina en los últimos premios Martín Fierro.

Con tono calmo y café de por medio, Novaresio se entregó a una charla íntima con Ciudad.com. El recuerdo de su padre, su vida en Buenos Aires, su relación con el dinero, el día que la muerte le tocó el hombro, la fama, el ego y el periodismo, y una herida que nunca cerró… “Del desamor no te reponés. Que te digan que no te quieren cuando vos estás profundamente enamorado… No, no te reponés. Lo piloteas a lo largo de la vida, pero el amor no cura todo. El amor posterior puede ser único, maravilloso, feliz, pero del anterior… Mmm, son cicatrices que quedan y ahí están”, asegurará convencido.

-¿Cómo estás viviendo este gran momento profesional?
-Yo estoy muy contento porque que te reconozcan tu laburo, tener laburo de lo que te gusta hacer. El año pasado y este fueron muy buenos. Hace cuatro y un poquito que me vine a vivir a Buenos Aires. Estoy muy contento y súper agradecido.

"No la paso bien con la mirada ajena, para socializar soy medio asqueroso. Diferencio entre los que somos notorios y los que son famosos. Los que somos notorios, te pasa porque trabajás de esto y te conocen. Los famosos son los que han hecho de su profesión su vida: Mirtha, Tinelli, Susana y Rial".


Se te ve un tipo reservado, ¿te resulta difícil esto de convertirte en un personaje de los medios?
-Tuve un muy buen entrenamiento porque antes trabajé 20 años en Rosario en un programa de televisión y otro de radio sumamente reconocidos. A mí me gusta decir que diferencio entre los que somos notorios y los que son famosos. Los que somos notorios, te pasa porque trabajás de esto y te conocen. Ahora, los famosos son los que han hecho de su profesión su vida.Mirtha, Tinelli, Susana, Rial y no sé quién más.

-¿Y cuál es la diferencia?
-Estos son personajes famosos como tales, donde toda la gente conoce absolutamente todo de sus vidas. Es más, en el caso de Mirtha, no forma parte de su vida si no lo hace público, es como una sinergia extraña. Nosotros somos notorios y la verdad que me llevo bien porque generalmente las devoluciones son muy amables y las que no, son por discrepancia, no por maltrato.

-¿Entonces te llevás bien con la mirada ajena, con sentirte mirado?
-Ah, no, no la paso bien porque soy muy tímido. Suelo tropezarme con las cosas, tirarlas al suelo… pero bueno, ya estoy un poco más acostumbrado. A mí no me vas a ver nunca en eventos, no la paso demasiado bien. Por ejemplo, los Martín Fierro son todo un esfuerzo para mí. Hay mucha adrenalina, hay que hablar, tenés que socializar… no vas a cenar, entonces es un esfuerzo extra en el que no me muevo ni cómodamente ni con soltura. Si me encuentro con amigos, todo bien, pero para ir a socializar soy medio asqueroso.

"Mis amigos de toda la vida no tienen nada que ver con esto, para mí son un cable a tierra fenomenal. Les importa la nada misma que yo trabaje en la tele. A veces uno se monta un poco en esta soberbia de la notoriedad y, los que de verdad te quieren, te bajan de un sopapo".


-Solés decir que a los periodistas se los come el personaje por sus egos, ¿tiene que ver con eso tu bajo perfil?
-Sí, totalmente, creo que lo peor que tenemos los que trabajamos en la tele y en la radio es nuestro ego. A veces nos juega muy malas pasadas. Hoy noto especialmente en el periodismo que hay un nivel de egolatría patológica, en donde se privilegia más al quién que al qué. Entiendo que hay firmas o presencias muy importantes, pero sin el qué que lo sostenga me parece un ejercicio de puro ego. Entonces, como mis amigos de toda la vida no tienen nada que ver con esto, para mí son un cable a tierra fenomenal. Les importa la nada misma que yo trabaje en la tele. A veces uno se monta un poco en esta soberbia de la notoriedad y, los que de verdad te quieren, te bajan de un sopapo.

-Nombrás los premios Martín Fierro y me parece ineludible la referencia Jorge Lanata y sus discursos.
-Si yo hubiese tenido que votar por la terna, hubiera votado por Lanata porque lo tiene absolutamente merecido. Era obvio, no había dudas. Lo que pasó posteriormente, con el discurso, los silbidos, sus enojos, bueno, Lanata es Lanata. A mí no me saldría nunca porque yo no tengo esa personalidad, esa cosa de exigir el reconocimiento, incluso de los que no me quieren. A veces me da la impresión de que Lanata tiene el gesto de un niño enojado, a pesar de ser uno de los tipos más inteligentes y creativos del medio.

-¿Y con el dinero cómo te llevás? ¿Lo sufrís, lo disfrutás, lo compartís?
-Yo soy un gringo clásico ortodoxo y culposo de tradición judeocristiana. Quizá es porque vengo de una familia de clase media laburante de inmigrantes. Mi papá vino después de la Segunda Guerra Mundial a laburar acá con 18 años. Recuerdo a mi padre, que tenía un taller metalúrgico, levantándose a las 4 de la madrugada para ir a laburar. La verdad es que la guita trato de disfrutarla, pero siempre está el ‘no vaya a ser cosa que en el futuro venga la mala…’.

"En el periodismo hay un nivel de egolatría patológica, en donde se privilegia más al quién que al qué. Si yo hubiese tenido que votar por la terna de los Martín Fierro, hubiera votado por Lanata porque lo tiene absolutamente merecido. A veces me da la impresión de que tiene el gesto de un niño enojado, a pesar de ser uno de los tipos más inteligentes y creativos del medio".


-Hablaste de la tradición judeocristiana, ¿sos religioso?
-Soy absolutamente agnóstico, la enseñanza católica me volvió agnóstico. No soy ateo porque guardo la esperanza de que si alguna vez existe la posibilidad racional de probar la existencia de Dios, entonces veremos. Mientras tanto, camino muy cómodamente en la duda que supone el agnosticismo.

-¿Y te analizás?
-Sí, desde hace muy poquito. Esta ciudad, que es maravillosa, si no venís loco, te ayuda y te da el empujón final, ja, ja, ja.

-Estás en radio La Red de 6 a 9, así que te despertás muy temprano. Después vas a Desayuno Americano y de ahí, a Infobae. ¿Tenés tiempo para una vida social?
-Me levantó a las 4.01 porque tengo una manía con los número pares y trato de acostarme temprano, tipo 11 de la noche. De golpe la noche te atropella, por eso trato de ser disciplinado, si salgo a cenar, que sea temprano. Cito a Magdalena (Ruiz Guiñazú) cuando digo que somos los peores compañeros de vida los que hacemos la primera mañana en la radio. Duermo un rato de siesta a la tarde, pero te liquida descansar así. Este año me apareció un síntoma que me bajoneó eternamente porque me sentí de 105 años: la hipertensión. Cuando me dijeron que tenía que empezar a controlarme la presión, a comer con menos sal, me dio un bajón… Es el viejazo, el principio del fin.

"Este año me apareció un síntoma que me bajoneó eternamente porque me sentí de 105 años: la hipertensión. Cuando me dijeron que tenía que empezar a controlarme la presión, a comer con menos sal, me dio un bajón… Es el viejazo, el principio del fin".


-¿Y dónde encontrás los pequeños placeres?
-Me gusta leer, voy muchísimo al teatro, yo soy un bicho de teatro, voy a ver de todo, el cine me cuesta más. (Carlos) Rottenberg dice que soy un enfermo del teatro, de cruzármelo nos hicimos compinches de charla. Salir a comer me encanta, me gusta comer rico con amigos, con familia. Volví a nadar, no todo lo que debiera y quisiera, pero volví. Y también, viajar, cuando puedo.

-A los 52 años, ¿hacés balances de tu vida?
-Para atrás no soy de mirar, es más, soy mi propio enemigo respecto de lo que hago. Soy muy severo en la crítica y bastante poco afectuoso en el elogio. Objetivamente, puedo decir que me fue muy bien y que laburo de lo que quiero, pero me cuesta.

-Contaste que tu papá era metalúrgico y que murió hace unos años. ¿Sos de reflexionar sobre la muerte?
-Mi viejo falleció en el 95, en plena revolución productiva de Carlos Saúl de Anillaco. De hecho, el menemismo liquidó a mi padre como a tantísimos otros. La apertura indiscriminada de importaciones liquidó todo lo que fue el gran cordón industrial de Rosario. Mi padre se murió de tristeza, tuvo un infarto, pero yo sostengo que se murió de tristeza. De ver que un taller que era próspero ya no funcionaba más. Tenía 61 años, era un hombre muy joven. Muy joven. Fue la pérdida más grande y más inesperada de mi vida. Me llamaron una noche y me dijeron que se sentía mal, fui a la casa de mis padres y se murió.

"El menemismo liquidó a mi padre. Se murió de tristeza, de ver que un taller que era próspero ya no funcionaba más. Fue la pérdida más grande y más inesperada de mi vida. Lo extraño enormemente, me hubiese encantado que estuviera acá y que viera mi desarrollo profesional".


-¿Cambió tu relación con la muerte a partir de ahí? ¿Le temés?
-No, a mí muerte no le temo la verdad. Cambió mi modo de percepción de un montón de cosas. No muchas veces pasa que uno quiere y admira a sus padres, y a mí me tocó esta suerte. La verdad que es una gran cagada porque yo extraño enormemente a mi viejo. Me hubiese encantado que estuviera acá y que viera mi desarrollo profesional. Era un tipo de una enorme referencia para mí, un autodidacta de una lucidez y una brillantez genial. Mi padre vino de Italia sin saber una palabra de castellano y aprendió solo. Era un lector empedernido, un curioso hacedor, la verdad es que lo extraño un montón.

-¿Alguna vez la sentiste cerca?
-Sí, la verdad que sí, es una experiencia de la que no me gusta hablar demasiado, pero sí.

"La sentí cerca a la muerte, es una experiencia de la que no me gusta hablar demasiado. Fue una enfermedad y en aquel momento la verdad que lo sobrellevé con más entereza de la que yo esperaba de mí mismo. Uno comprueba a lo largo de la vida que frente a situaciones extremas, hace lo que puede y no lo que quiere. Estoy acá y fue una gran enseñanza".


-¿Una enfermedad?
-Sí... No me gustaría morirme, no tengo ganas de morirme. Me encanta esto y en aquel momento la verdad que lo sobrellevé con más entereza de la que yo esperaba de mí mismo. Un poco me gusté por cómo reaccioné en aquella oportunidad. Uno comprueba a lo largo de la vida que frente a situaciones extremas, hace lo que puede y no lo que quiere. Estoy acá y fue una gran enseñanza.

-Parecés un tipo nostálgico. ¿Sufriste mucho por amor?
-Creo científicamente que del desamor no te reponés. Que te digan que no te quieren cuando vos estás profundamente enamorado… No, no te reponés. Probablemente te vuelvas a enamorar, pero de aquel duelo que significa que quien vos amás no te ame, no te reponés. Lo piloteas a lo largo de la vida, pero el amor no cura todo. El amor posterior puede ser único, maravilloso, feliz, pero del anterior… Mmm, son cicatrices que quedan y ahí están.

-La última: ¿tenés cuentas pendientes?
-Hacer dieta, ja, ja, ja. Montones de cosas. Mi deseo de futuro es inabarcable. Dentro de lo personal, descansar y disfrutar un poco más. Yendo a lo estrictamente profesional, conseguir un espacio de entrevista en calma, de charlar. Me parece que lo mejor que me sale es charla con la gente y ese espacio está medio vacante en la tele de hoy. Hay como una fiebre de la agilidad y hay que volver a la medianía de la charla y la tranquilidad.


domingo, 25 de agosto de 2013

Trascendencia del ego… De Alguna Manera...


Trascendencia del ego…


Lo que más abunda en el mundo, decía Frank Zappa, son el oxígeno y la estupidez. Mirar la entrega de los Martín Fierro es una prueba contundente de que, con respecto al segundo término de su frase, estaba en lo cierto. Es más, algunos ecologistas vaticinan que en breve habrá menos oxígeno, pero la estupidez sigue siendo un éxito.

© Escrito por Fabián Casas el viernes 23/08/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La entrega de los Martín Fierro parece una alucinación salida de la mente de Derek Zoolander, ese modelo cabeza hueca creado por Ben Stiller. Y, hay que reconocerlo, es muy difícil lograr sobresalir entre tantas caras nuevas y viejas, famosos, glamour y vanidad a granel. Jorge Lanata lo consiguió: su discurso al recibir uno de los muchos gauchos que le dieron alcanzó las cimas de la estupidez: “Agradezco a Lázaro Báez, Cristina Fernández, Ricardo Jaime, Hebe de Bonafini… etc., etc”.

Está claro que a Lanata no lo preocupan la desocupación, el hambre y todos los flagelos que este gobierno no puede o no quiere combatir. Lo único que le preocupa es su vanidad. Es un barrabrava de sí mismo.

Víctor Hugo Morales, a quien podríamos llamar Víctor Ego, también anda por la misma senda. Me acuerdo cuando fue invitado a presentar El dueño, el libro de Luis Majul, y se dedicó a destruirlo.

Muchos periodistas hablaron de la valentía de Morales para decir lo que piensa, como si él hubiese sido Rodolfo Walsh y Majul encarnara a la Junta Militar. Yo creo que hay tantas cosas en la vida para hacer, que ponerle ganas e ir a cagarle la presentación a un tipo que te invitó habla de cierto nivel de vanidad casi insoportable. Lanata y Morales se ponen en veredas opuestas, pero a mí me parece que su enemistad es la de ese tipo que se da en el catch, donde los luchadores no son enemigos, actúan de enemigos.