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lunes, 21 de junio de 2021

Números oficiales de C.A.B.A. El 47% de los porteños vive en situación de pobreza o fragilidad... @dealgunamaneraok...

 El 47% de los porteños vive en situación de pobreza o fragilidad...


Los datos de pobreza son alarmantes. CEDOC

Incluye a familias con ingresos por debajo de los $ 97.000, que no cubren la Canasta Total. Caen 8 puntos los “acomodados” en apenas 15 meses. Hay empleados formales pobres.

© Escrito por Gabriel Ziblat el domingo 20/06/2021 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.



La mitad de los porteños vive en situación de pobreza, vulnerabilidad o fragilidad. Así surge de un nuevo esquema que utiliza el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para categorizar la calidad de vida, con el que se llega a una dura conclusión: incluso familias con trabajos estables están en situación de riesgo y sus ingresos no le permiten tener un pasar más cómodo.


Lo habitual en los estudios de pobreza es calificar como pobres o indigentes a aquellas personas que no llegan a cubrir la Canasta Básica Total ($ 63.300 al segundo trimestre) o Alimentaria ($ 33.600), respectivamente. La Dirección de Estadísticas de la Ciudad utiliza una tercera categoría, que es la Canasta Total, donde se suman los bienes y servicios a consumir durante un año (como productos de salud, bienes estacionales o la renovación de bienes durables para la vivienda). Allí, se encuentran alcanzadas las personas calificadas como “vulnerables”, con ingresos en el hogar hasta $ 77.600, y los “medios frágiles” llegan como máximo a $ 97.000.



En este panorama, hay en la Ciudad un 9% de personas en la indigencia y un 17% de pobres. Son 817 mil personas debajo de la línea de la pobreza (el 26,5% en total). Al seguir subiendo en los ingresos, el 11% se encuentra en “situación vulnerable” y el 9% está entre los “medios frágiles”. Son 619 mil personas, el 20%.


Solamente el 53%, en tanto, tiene ingresos familiares por encima de los 97 mil pesos mensuales, por lo que puede cubrir la Canasta Total sin sobresaltos. Se dividen en el 45% de “clase media” y un 8% como “acomodados”. Son 1.640.000 personas.


En el cuarto trimestre de 2019, el último completo antes de que arranque la pandemia, la cuarentena y sus dramáticos efectos sanitarios y económicos, la cifra total de acomodados –incluye clase media– era del 61%, lo que significa una caída de 8 puntos porcentuales en apenas 15 meses. El mayor crecimiento se dio entre los pobres, que pasaron de representar el 22% al 27%, mientras que los frágiles subieron del 17 al 20%.


“Estamos hablando de una clase media que deja de tener ciertas posibilidades”, describe la ministra de Desarrollo Humano, María Migliore. Son familias que según la estadística no quedan categorizadas como pobres, pero tienen cada vez más dificultades.


De hecho, desde esa cartera vienen notando en los últimos tiempos que en comedores que no están en barrios populares (en zonas como Constitución o Saavedra, por ejemplo) hay cada vez más personas que se acercan a pedir un plato de comida. “Es gente que quizás si le garantizás cuatro comidas le cambia la mano”, explican. Otra situación: “Estas noches repartimos comida caliente a gente en situación de calle, y lo que vemos es que se te acerca gente que está en su casa y lo necesita también”.

  

Hay diferentes factores que impactan en esta situación, pero la inflación, coincide Migliore, es el gran problema que genera que incluso familias con ingreso laboral estable estén en situación de fragilidad o incluso de pobreza.

El estudio incluye tres ejemplos para graficar. El primero es el de un empleado/a de comercio (salario promedio $ 43.500) y un empleado/a de la construcción ($ 50.000). Con $ 93.500 no llegarían a cubrir la Canasta Total. El segundo reúne a un monotributista categoría B ($ 35.300) y un cadete ($ 42.000), por lo que están en situación “vulnerable”. Por último, un trabajador/a de servicio doméstico ($ 25.900) con un empleado/a de un call center ($ 30.000), que no llegan a completar la Canasta Básica por lo que quedan debajo de la línea de la pobreza. 

Creció un 48% la gente en situación de calle.

Hay 2.573 personas en situación de calle según el relevamiento que hizo el Gobierno porteño en mayo. Significa un aumento del 48% respecto al censo de 2019 (en 2020 no se hizo por la cuarentena). De esas personas, 1.605 pasan la noche en los centros de inclusión social y 968 directamente en la vía pública. Y 190 son menores de 18 años.

El mayor crecimiento se dio en la red de alojamiento, que absorbió a la gran mayoría de las personas que cayeron en esta situación. Aumentó un 93% la cantidad de gente en los centros.

En el Gobierno porteño reconocen que las restricciones que todavía estaban vigentes en mayo seguramente hicieron que el número no sea incluso superior, ya que mucha gente que vive en la calle se asienta en las proximidades de los restaurantes.

Estas cifras discrepan con las de organizaciones sociales, que hablan de más de 7 mil personas. Las diferencias están en que hacen el censo durante más días y como hay gente que no responde los cuestionarios puede haber duplicidad de datos. Y en que toman también a gente que está en la calle pero no duerme ahí.




domingo, 5 de enero de 2020

¿Qué plantea hoy la socialdemocracia?... @dealgunamanera...

¿Qué plantea hoy la socialdemocracia?


Representación de la Socialdemocrácia

·         Programas subvencionados de educación, cuidado de salud universal, cuidado infantil y los relacionados servicios sociales para todos los ciudadanos.
·         Un amplio sistema de seguridad social, con el objetivo declarado de contrarrestar los efectos de la pobreza y asegurar a los ciudadanos contra la pérdida de ingresos a raíz de enfermedad, desempleo o jubilación.
·         Organismos gubernamentales que regulen la empresa privada en defensa del trabajador y de los consumidores, garantizando los derechos laborales (es decir, apoyar el acceso de los trabajadores a los sindicatos), y de los consumidores la protección y la competencia de mercado.
·         Democracia representativa en el marco del estado de derecho.
·         Ecologismo y protección del medio ambiente a través de las leyes, por ejemplo, la financiación de energía alternativa, además recursos y leyes destinados a combatir el calentamiento global.
·         Sistemas de impuesto progresivo para financiar los gastos del Estado.
·         Una política social secular y progresista.
·         Inmigración y multiculturalismo.
·         Una política exterior de apoyo a la promoción de la democracia, la protección de los derechos humanos y en lo posible, a partir del multilateralismo.
·         Promoción de la justicia social, los derechos humanosderechos sociales, derechos civiles y libertades civiles.

Se diferencia de otras concepciones del socialismo por la manera que interpreta el significado e implicaciones de ese término, especialmente en materias políticas:
La Internacional Socialista se fundó hace cien años para coordinar la lucha mundial de los movimientos socialistas democráticos por la justicia social, la dignidad humana y la democracia. En ella se reunieron partidos y organizaciones de tradiciones diferentes, que compartían el objetivo común del socialismo democrático. A lo largo de su historia, los partidos socialistas, socialdemócratas y laboristas han defendido los mismos valores y principios.

Los socialistas democráticos han llegado a proclamar estos valores por caminos muy distintos, a partir del movimiento obrero, de los movimientos populares de liberación, de las tradiciones culturales de asistencia mutua y de solidaridad comunitaria en muchas partes del mundo. También tienen raíces en las diversas tradiciones humanistas del mundo.

Pero aunque existan diferencias ideológicas y culturales, todos los socialistas comparten la concepción de una sociedad mundial pacífica y democrática, con libertadjusticia y solidaridad.

© Fuente Wikipedia.




viernes, 8 de noviembre de 2019

Crisis sin fin… @dealgunamanera…

La industria perdió en los últimos 12 meses 56 mil empleos registrados… 


Corresponde a la medición interanual del mes de agosto, según informó la UIA. En el mismo período la retracción de la producción fabril se derrumbó un 7,4% y desaparecieron 1.722 empresas.

© Publicado el jueves 08/11/2019 por el Periódico Digital El Ciudadano & la Región de la Ciudad de Rosario, Provincia de Santa Fe. Fuente: elciudadanoweb.com

El empleo industrial registrado durante agosto cayó 4,9% respecto al mismo mes de 2018, lo que significó más de 56.000 puestos menos de trabajo, dato que va en línea con la retracción del 7,4% de la producción fabril en el mismo mes del año, según un informe de la Unión Industrial Argentina (UIA).

El informe precisa que, sin estacionalidad, la caída del empleo asalariado en la industria en la medición intermensual fue de 0,4%, cuatro mil puestos de trabajo, con lo cual “vuelve la dinámica descendente del empleo industrial, con una caída superior a la de julio”, que fue 0,2%.

El reporte de la UIA precisó que el sector industrial revirtió la desaceleración de la caída del empleo registrado iniciada en junio, y en agosto, el empleo asalariado cayó en unos 56.000 puestos laborales, lo que representa 4,9% menos interanual.

“Este dato se encontró en línea con las mayores tasas de caída de la producción industrial (7,4% interanual en agosto) respecto de los datos del primer trimestre del año”, detalló el trabajo, el primero en su tipo de la entidad gremial empresaria.

En agosto, el empleo registrado total cayó 1% interanual con respecto a agosto de 2018, por lo cual el sistema registró 125.041 puestos de trabajo menos.

La caída de la actividad y el empleo también se refleja en la menor cantidad de empleadores, ya que se registra en todo el sistema un descenso de las empresas declarantes de 2,4% interanual, pero la caída es mayor en la industria con 1.722 empresas menos y una baja de 3,2% interanual.



sábado, 20 de abril de 2019

El Imaginero... Martín Valmaceda (Chile)... @dealgunamanera...

El Imaginero


¿De qué quiere usted la imagen? -preguntó el imaginero-.

Tenemos santos de pino, hay imágenes de yeso.

Mire este Cristo yacente, madera de puro cedro.

Depende de quién la encarga: una familia o un templo. O si el único objetivo es ponerla en un museo.

-Déjeme pues que le explique, lo que de verdad deseo -dijo el cliente-.

Yo necesito una imagen del Jesús, el galileo, que refleje su fracaso intentando un mundo nuevo.

Que conmueva las conciencias y cambie los pensamientos.

Yo no la quiero encerrada en iglesias ni en conventos, ni en casa de una familia para presidir sus rezos.

No es para llevarla en andas, cargada por costaleros.

Yo quiero una imagen viva de un Jesús hombre sufriendo, que ilumine a quien la mire el corazón y el cerebro; que den ganas de bajarlo, de su cruz y del tormento.

Y quien contemple esa imagen no quede mirando un muerto, ni que con ojos de artistas sólo contemple un objeto, ante el que exclame admirado ¡Qué torturado más bello! 

Perdóneme si le digo -responde el imaginero- que aquí no hallará seguro la imagen del Nazareno, vaya a buscarla en las calles entre la gente sin techo, en los hospicios y hospitales donde haya gente muriendo, en los centros de acogida en que abandonan a viejos, en los pueblos marginados entre los niños hambrientos, en mujeres maltratadas, en personas sin empleo.

Pero la imagen de Cristo no la busque en los museos, no la busque en las estatuas, en los altares y templos, no siga en las procesiones los pasos del Nazareno. No la busque de madera, de bronce, de piedra o yeso.

Mejor, ¡busque entre los pobres, su imagen de carne y hueso!

Martín Valmaceda (Chile)




sábado, 12 de enero de 2019

8 millones de niños con vulneración de derechos... @dealgunamanera...

8 millones de niños con vulneración de derechos. Un espiral de desigualdad…


Recientemente se conocieron los resultados de un estudio que pone en escena la delicada situación en la que se encuentran los niños en nuestro país. Más de 8 millones sufren algún tipo de vulneración en sus derechos. De ese total más de 5 millones pasan hambre o no acceden a los nutrientes necesarios para desarrollarse.

© Publicado el jueves 02/08/2018 por Aldeas Infantiles SOS Argentina de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

Como uno de los datos más alarmantes del informe se desprende que el 48% de los niños, niñas y adolescentes son pobres en términos de ingresos y al interior de este grupo, el 10% se encuentra en situación de indigencia.

La situación es dramática cuando se piensa y evalúa qué significa crecer en la pobreza.

Existe un consenso generalizado en torno a que vivir en un ambiente cálido y libre de contaminación, adquirir los nutrientes necesarios para el desarrollo pleno, acceder a los controles de salud, contar con vestimenta adecuada, asistir a clases y tener espacios de juego y recreación, contar con protección e información de los adultos son aspectos básicos y fundamentales para garantizar a cualquier niño o niña la posibilidad de una vida digna.  Tanto es así que están reconocidos como derechos por leyes nacionales e internacionales para ser resguardados.


Muchas veces somos testigos de grandes declaraciones sociales sobre el futuro que deseamos construir como sociedad, la posibilidad de cambio, el país que dejaremos a las generaciones futuras.  No obstante en la práctica, la realidad es diferente y juega otra batalla. 

En Argentina hay más de 5 millones de niños que pasan hambre o no acceden a los nutrientes necesarios para desarrollarse y eso es un eslabón más en la cadena de desigualdades y vulneraciones a los que quedan expuestos. No recibir la adecuada alimentación genera consecuencias negativas y devastadoras en la salud y el desarrollo cognitivo. Millones de niños que no solo son afectados en el presente sino que ven condicionadas sus posibilidades futuras.  Como si no fuera suficiente, crecer en la pobreza es además convivir con el estigma social, con mayores posibilidades de ser víctima de violencia institucional y de trato desigual. Se construye así un entramado perverso de déficit de alimentación, salud y educación que se reproduce una y otra vez con  mayor profundidad. 

La mirada de un niño que crece en la pobreza es diferente, está teñida de preocupaciones del mundo adulto. Los niños ven, en la medida de sus posibilidades y desarrollo evolutivo, cómo las estadísticas se actualizan en su realidad.

No son ajenos y no están a salvo, porque comer un plato de comida se ata a las posibilidades de que el adulto con quien conviven consiga una changa ese mismo día; porque entiende que si se da el milagro de un trabajo –formal o informal- para los adultos de su hogar, significará que deban quedarse a cargo de los niños más pequeños de la familia y faltarán a la escuela hasta que las inasistencias acumuladas configuren un retraso en la incorporación de contenidos imposible de equilibrar.  

Se enfrentan a una decisión crítica: asistir a clase o contribuir a la estrategia de supervivencia familiar que les permita comer y atravesar un día más. Así la pobreza se retroalimenta y reproduce sin piedad.

Millones de niños y familias atrapados en una espiral de desigualdad que la ausencia del Estado propició y que aún hoy no parece ser capaz de interrumpir a tiempo.  Si esta situación no se revierte es altamente probable que los millones de niños que viven en la pobreza hoy se conviertan en millones de adultos en la misma situación.

Es urgente actuar para cambiarlo y hacerlo desde la perspectiva de derechos. Es imprescindible que el Estado se involucre y tome la decisión correcta con la asignación de presupuesto y la implementación de políticas públicas que incluyan y  garanticen igualdad de oportunidades. 



sábado, 17 de marzo de 2018

El beneficio de ser pobres... @dealgunamanera...

El beneficio de ser pobres...


Mi vieja es una mina marginal. Toda la vida vivió fuera del sistema y ahí quedará. Por un problema que tuvo al nacer, es muy pequeña: no llegó nunca al metro cincuenta, y por los muchos embarazos que tuvo ya se le cayeron varios dientes. Tiene 41, pero la falta de dientes sumada a su escasa estatura y marcada delgadez, hacen que aparente mil años más.


© Escrito por Mayra Arena el sábado 10/03/2018 y publicado en su muro de Facebook en la Ciudad de Bahía Blanca, Provincia de Buenos Aires.

Mi vieja dejó la escuela porque era al pedo. Vos le explicás algo y no lo entiende. Incluso las cosas más simples, se las tenés que explicar despacio, varias veces. Si querés enseñarle a ir al chino de la vuelta lo mejor es acompañarla y que vaya, porque si le explicás el camino, no entiende. Mi vieja nunca prendió una computadora, ni la va a prender. Apenas sabe leer y escribir, y cuando digo “apenas” quiero decir, escribe como el orto y cuando lee no le queda nada. Tiene que leer algo simple varias veces para que le quede. A veces nos pide ayuda a las hijas grandes, y hay que explicarle despacio y con palabras claras, sino no entiende.

Mi vieja no laburó nunca, no se desenvuelve. Siempre que intentó tuvo laburos muy malos, porque a los buenos, no pudo ni podrá acceder nunca. Siempre limpiando, cada vez que le conseguíamos un trabajo la echaban al poco tiempo: la gente no le tiene paciencia porque vos le explicás y no entiende. Mi vieja nunca aspiró a tener nada, siempre sintió que hay cosas que simplemente no eran para ella. Siempre sintió que ciertas cosas “son cosas de ricos” incluso cosas mucho más sencillas de las que piensan. Mi vieja tuvo varios hijos, todos de distintos hombres. En el hospital le explicaban que no tuviera más, que tenía que cuidarse, pero ella no entiende. Nosotros llevamos el apellido de ella y salvo el más chico, ninguno conoció a su respectivo padre.

Mi hermana Gisella Marisol y yo, tuvimos el beneficio de ser pobres. De pibas, mi vieja marginal nos mandaba a pedir todos los días. Íbamos a las panaderías porque son los que mejores cosas dan, y con lo que volvíamos se cenaba. Mate cocido con lo que hubiera. Cuando no nos daban las del barrio, nos íbamos abriendo cada vez más hasta llegar a las del centro. Por eso nunca compartí la filosofía de no darle monedita al nene que pide: lo único que lográs es que tenga que caminar más, porque ese pibe no va a volver a la casa con las manos vacías. Teníamos hermanos más chicos, pero no quedaban en casa, salíamos todos juntos porque a los más chicos siempre les dan más. Entonces salía mi vieja con nosotros y mi vieja se quedaba afuera y nosotros íbamos al negocio y pedíamos. Cuando íbamos con mi hermanito, la cosa era bastante rápida porque era muy chiquito y la gente siempre te da lo que puede. Mi vieja no entraba porque a los grandes no les dan casi nunca nada. Hay lugares que igual nunca dan nada y lugares que siempre te dan aunque sea un pancito. La cosa es que siempre volvíamos con algo para acompañar el mate cocido.

Mi abuela estaba apenitas mejor que nosotros porque laburaba limpiando. No teníamos a nadie que trabaje excepto ella, entonces lo poco que sabíamos de trabajo era que era horrible: las patronas eran malas y siempre le hacían cosas horribles, le pagaban menos de lo que le prometían y se hacían las desentendidas. A veces se iban un mes a Europa y ese mes la dejaban totalmente en banda. Cuando trabajaba, no le pagaban casi nada, incluso nosotras pidiendo en la panadería, a veces conseguíamos cosas que ella no podía comprar ni ahorrando.

Nuestra casa era un cuadrado con un baño en la época que mi abuela podía pagar alquiler, pero cuando mi vieja se peleó con mi abuela nos mudamos a una piecita sin baño en Pampa Central. Las necesidades se hacían en un balde y la comida del mediodía nos la daba un comedor que daba comidas riquísimas, polenta, guiso, tallarines. A veces hasta había postre, una naranja o un flancito. A la tarde tomábamos la leche en una iglesia en frente de casa y en esa época mi vieja empezó a cobrar una cosa que se llamaba jefes y jefas y eran 150 pesos por mes. Siempre que cobraba, los veintipico de cada mes, comíamos un yogur cada uno y para nosotros era la gloria.

De piba, cuando sos pobre, lo que te salva de la marginalidad es creer. Creer que algún día vas a tener todo eso que querés tener. Cuando conocés grandes que no son pobres y que te preguntan qué vas a ser cuando seas grande, empezás a soñar un poco. Todos los grandes te dicen todo el tiempo que no dejes la escuela, que estudies mucho. Nosotras, mi hermana y yo, conocimos un grande en particular que fue significativamente importante para nosotras: Marcelo General. Seguramente no lo conozcan, no era más que un vecino nuestro. Él y su adorada esposa siempre nos invitaban a su casa a jugar con su hijita, a pesar de que nosotras no teníamos juguetes ni nada para llevar. Ellos tenían cosas que nosotras no habíamos tenido ni visto jamás. La casa de ellos era una mansión, aunque ahora que lo pienso no era más que una casa con comedor y un par de dormitorios. Pero nosotras ahí adentro estábamos en nuestra salsa. Mi hermanita jugaba con todos los juguetes de la nena, yo siempre pedía pasar al baño porque era espectacular: tenía un espejo gigante y papel higiénico de esos con dibujitos y los puntitos para cortarlo derechito. Cuando sos pobre, la riqueza se mide en esas cositas. Ellos eran ricos. Todos los días la acompañábamos a la cooperativa y ella nos dejaba elegir el yogur que quisiéramos. Todos los días le preguntábamos de hasta qué precio podíamos agarrar, y ella nos decía que de cualquier precio, que agarráramos el que más nos guste. Definitivamente eran ricos.

La mamá de la nena nos contaba que el marido a veces se levantaba a las 4, o sea, trabajaba desde muy temprano. El hombre era muy bueno, siempre hacía chistes y miraba la tele. A veces nos daban hielo para tomar agua fresca en casa, porque nosotras no teníamos heladera, pero solo a veces porque otra vecina de la esquina, Silvia, también nos daba hielo siempre. Hay vecinos que te ayudan muchísimo.

Marcelo y Claudia, su esposa, siempre nos decían que fuéramos a la escuela. Una Navidad nos dijeron que había venido Papá Noel pero nosotras ya sabíamos que habían sido ellos. Los regalos, mi hermana todavía los tiene guardados. Así de valioso es todo cuando sos pobre.

En la escuela, también éramos pobres, no marginales. No teníamos las cosas que tenían todos, a mi hermana incluso una maestra no le corregía las tareas porque no llevaba cuaderno tapa dura. Siempre la retaban por no llevar las cosas que pedían y ella siempre lloraba. Pero éramos muy estudiosas, teníamos esa ventaja. Era una escuela pública, los pobres éramos nosotros y los ricos eran los que se compraban alfajores en el recreo, tenían mochila con carrito y cartucheras de dos pisos. Todos los grandes que conocíamos nos decían que si estudiábamos nos iba a ir bien, y nosotras lo creíamos de verdad. Mi hermana no tenía la cartulina que pedían, pero jamás se olvidaba de hacer los deberes. Hubo una asistente social que nos ayudó muchísimo y que siempre nos daba mercadería, lo hacía delante de todos y eso nos daba vergüenza, por eso mi hermana era medio tímida. No lo hacía de mala porque era buenísima, yo creo que no se daba cuenta que es feo que te den mercadería cuando a nadie le dan, en el aula todos te quedan mirando además. Hubo un invierno en que teníamos una sola campera buena, la violeta, asique iba unos días mi hermana y unos días yo. Yo decía que nunca tenía frío e iba igual pero después me recagaba enfermando entonces era mejor así. Mi hermana odiaba faltar porque después no entendía las cosas. Asique yo faltaba mucho. Mucho. Pero en casa había varios libros y los leía, una y otra vez. Yo sabía que estudiando me iba a ir mejor, eso me decían todos.

Éramos pobres, no marginales. No queríamos dejar la escuela. Conocíamos gente que no era pobre y era gente que trabajaba y había estudiado, entonces por ahí venía la mano. 

Pasaban los años, mi vieja seguía sin laburar. A veces se afanaba queso de un supermercado, lo sacaba entre la ropa o debajo de la axila. Una vez me afané un alfajor de un kiosko y me dijo que si lo volvía a hacer me iba a hacer pasar la vergüenza de mi vida: nunca más toqué nada. La vergüenza es a lo que más miedo le tenés cuando sos chico, ni que te caguen a palos es tan fulero. No sé cómo explicarles lo que deseás un alfajor o una milanesa. Los que pueden comerlo cuando quieren, para uno son ricos. Yo ya tenía como 12 años y no quería salir más a pedir: me daba vergüenza. Y ahí ocurrió algo que casi nos empuja a la marginalidad, pero con el tiempo zafamos.

Mi vieja había tenido un marido golpeador, un alcohólico hasta los huesos que había vivido con ella cuando éramos mocosas. De nuestros padrastros y otros horrores, no voy a hablar. Este tipo estaba preso hacía varios años, era el papá de mi hermanito, el único que tuvo padre. Estaba por salir de la cárcel y nosotras sabíamos que mi vieja iba a volver con él. Mi hermana, ante el terror de volver a sufrirlo, se fue a vivir con mi abuela y no volvió. Ella tenía 9 años cuando lo decidió, todo para no volver a ver a mi padrastro. Yo me quedé, porque quién iba a cuidar a mi vieja y a mi hermanito, si no yo. Salió mi padrastro de la cárcel y me di cuenta de la triste realidad: yo no podía contra él. Entonces me metí de novia con un tipo 30 años mayor que yo y me pasaba todo el día en la casa de él. Lo importante era no volver a mi casa. Hasta que me tuve que ir definitivamente, a los 13. Confié que a mi hermanito no le iba a pasar nada porque era hijo, no hijastro.

Dejé la escuela porque si se descubría mi relación, mi pareja iba a terminar en la cárcel y yo iba a ir a un colegio o con mi padrastro. No me hubiera arriesgado a eso por nada del mundo asique dejé de estudiar y me alejé de todo el que me conociera. Por supuesto, quedé embarazada. Y como nadie te da laburo siendo una cría de 14 años embarazada, yo me volví, por un tiempo, marginal, no pobre. Ya no podía estudiar porque eso era un peligro para el papá de mi hijo, y nadie me daba trabajo porque… era menor y tenía un hijo. De nuevo y siempre, los vecinos me ayudaron mucho. Ya no eran los mismos vecinos porque yo vivía más abajo, pero acá también me ayudaron, y no saben cuánto. Mi hermana seguía siendo pobre, siempre estudiando, siempre esperanzada de salir adelante.

Pasaba el tiempo, vivíamos como podíamos y yo accedía a los laburos que te dan cuando sos menor. Vendía perfumes en la calle, puerta a puerta o hacía campaña de socios para algún hogar, esos que te pagan el 10 por ciento de lo que recaudás. No existía la asignación y para todos los planes existentes, yo era menor. Todo me empujaba a ser marginal, porque ni siquiera podía acceder a los laburos o planes de pobres. A los 15 hice un curso de peluquería, pero en esa época no existía internet y era muy difícil ir haciéndote conocido en un oficio. Además yo tenía 15 y se me notaba en la cara, nadie se iba a dejar cortar el pelo por mí. A los 16 mentí diciendo que tenía 19 y accedí a mi primer laburo con sueldo mensual: tenía que cuidar a un abuelo hemipléjico. ¡De nuevo pobre! Ya no marginal. Es abismal la diferencia. Cobraba un sueldo por mes que no era más que un sueldito, pero podía comprar comida y cositas para mi hijito. Mi abuela me había regalado un lavarropas automático que le regaló una patrona, ese lavarropas lo vendimos y lo cambiamos por unas garrafas, y esas garrafas las vendimos y juntamos dos mil pesos. Con eso compramos el ranchito que se ve en la foto. Dos mil pesos nos costó, un rancho de chapa con piso de tierra, y estábamos en la gloria. Tiempo después las cosas no anduvieron con el papá de mi hijo, la verdad es que yo hacía rato no lo quería más. Entonces me fui con mi nene y de ahí en más cuidamos viejitos siendo cama adentro, o cuidábamos alguna abuela de noche y yo de día trabajaba de otras cosas. Entonces teníamos casa, comida y un pequeño sueldo. A los 21 años aprendí un oficio y gracias a internet y la facilidad de promocionar tu laburo gratis, pude laburar menos horas durante el día y empezar a estudiar. Pobres, no marginales.

Los años de laburo siendo joven, estudiante y pobre, son durísimos. No es nada fácil este ambiente, se vive siempre al día, y muchas veces te gastás los últimos veinte pesos que tenés en fotocopias del currículum, vas al centro caminando para no gastar en boleto y uno tras otro te dicen que lo dejés, que después te llaman. Los días se hacen eternos cuando nadie llama. Pero la diferencia crucial entre nosotras y mi vieja es que, nosotras teníamos la esperanza de que alguien iba a llamar. Todos los días salís a patear esperanzada, deseando que alguien te diga “venite el lunes a primera hora”. Y tarde o temprano ese día llega.

Mi hermana empezó laburando a los 16 para un tipo que le pagaba “según como trabajara ese día” o sea, le pagaba lo que se le cantaban las pelotas. Como es mucho más desenvuelta que mí vieja no sólo no pierde los laburos, sino que tiene cada vez más. Alquila un departamentito y labura todo el día para poder pagar su alquiler y comer. Yo la he visto llorar de cansancio y frustración, pero como todo pobre, al otro día se levanta y sale a ganarse el mango igual. Además estudia, cuando sos pobre siempre te dicen que estudiar es la salida y vos lo creés. Ya le falta poco para ser maestra, cagate de risa. Capaz hasta se cruza con la que no le corregía las cosas por llevar esos cuadernos que te daba el gobierno que si borrabas dos veces se transparentaba la hoja. Andá a saber.

Mi vieja sigue siendo marginal. Tiene un solo laburo de limpieza hace algo de un año y nunca sabemos cuánto le va a durar. Ya pasó los 40 y es muy joven como para jubilarse, pero grande como para encontrar un laburo fijo. Gracias a la asignación que cobra de los dos más chicos, sumada al laburito, la miseria no es tan espantosa como la de mi infancia en los 90. Las hermanas más grandes nos independizamos hace ya mucho, entonces ayudamos a los más chicos. Ellos no tienen la vida que nosotros, no salen a pedir y pueden ir al colegio con útiles comprados, no esos lápices de porquería que a nosotros nos daba el gobierno y que los pasabas por la hoja y no pintaban. Siempre hay que darle una mano a mi vieja con los trámites de la asignación, porque a ella le explican, pero no entiende.

Cuando sos marginal, como mi vieja, aceptás que tu único futuro es la pobreza. No te interesa tener nada porque estás segurísimo de que nunca vas a poder tener nada. A los ricos los mirás con bronca, son unos miserables que no te dan nada, ni trabajo. A mi vieja nunca le dieron ni trabajo. En cambio, cuando sos pobre, lo que te salva de caer en la marginalidad, es la esperanza de salir de esa pobreza. Es muy dificultoso, porque labures de lo que labures, empezás ganando muy poco, y tenés muchas, pero muchas necesidades para cubrir. Además, siempre tenés en la familia alguien que está peor, y ayudás. En lo poco que podés ayudás. Entonces todo crecimiento se hace más lento, porque le comprás zapatillas a tu nene, pero no podés dejar de comprarle a tu hermanita. Y mi hermana vuelve a cenar el mate cocido con un mignoncito, para comprarle una campera buena a la más chica. Entonces sos sostén tuyo y de tu familia, porque sos pobre, pero tu vieja es marginal y sabés que no va a conseguir laburo. Ni siquiera uno de limpieza como el de mi hermana, o en geriatría, como yo.

No es lo mismo ser marginal que ser pobre: el mundo es de un color distinto. Cuando sos pobre sentís, sabés, la gente te dice constantemente que si te esforzás mucho vas a salir adelante. Mi vieja es marginal, no espera nada del mundo. Sabe, siente, percibe que el mundo es de los otros. Tiene una capacidad cognitiva bajísima y tiene mal aspecto: la gente no le dice nada y si le dijeran, no entiende.

Cuando sos pobre y venís de familia pobre, no marginal, aunque no lo creas ya tenés un montón de ventajas. Tenés otra forma de ver la vida de entrada: son tus propios padres los que te dicen que con esfuerzo vas a lograrlo. Y salís, por supuesto con muchísimo esfuerzo, pero tarde o temprano salís adelante. Con ganar un buen sueldo ya vivís mejor, cubrís tus necesidades y vas mejorando, poco a poco, tus posibilidades.

Una vez leí, en esta carrera que estudio con la esperanza de descubrir cómo hacer que los marginales puedan llegar a ser pobres y que los pobres dejen de serlo, una frase que me voló la cabeza. La frase dice “la diferencia entre un marginal y un pobre es que el pobre tiene claro su lugar en el mundo”. El que lo escribió lo hizo, claro, analizando desde afuera. Pero no le erra. El beneficio de ser pobres es que entendés rápido que tenés que adaptarte al medio para sobrevivir. A un marginal como mi vieja, le expliques como le expliques, no lo entiende.

Cuando los leo odiando a ciertos pibes porque sus padres o ustedes mismos fueron pobres y salieron adelante, no puedo ponerme a explicarles esto de que ser pobre es infinitamente menos malo que ser marginal. Es muy largo, es muy complejo, y además no sé si me van a querer escuchar. Por eso estudio ciencia política y por eso estoy segura de que mi hermana estudia para maestra. Para poder explicarles mejor a los marginales, a los pobres y a los que no entienden por qué los pobres siguen siendo pobres. Igual sabemos que estudiemos lo que estudiemos hay gente que no nos va a querer escuchar. Hay gente que no es marginal, pero igual le explicás, y no entiende.