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miércoles, 27 de diciembre de 2023

Sistema Provisional. De reforma en reforma… @dealgunamaneraok...

 Sistema Provisional. De reforma en reforma…

Sostenibilidad. Para lograrla debe haber 3 trabajadores activos formales por cada pasivo. ANSES reportó en marzo del año pasado, 1,8 por cada beneficiario. Fotografía: Rolando Andrade Stracuzzi. 

El régimen nacional cuenta con cerca de 6 millones de jubilados y pensionados que, según lo anunciado por el Gobierno, deberá enfrentar un recorte del 0,4%, que redundará en un nuevo ajuste de haberes. 

© Escrito por Mirta Quiles y publicado el miércoles 27/12/2023 por la Revista Acción de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

«Con la fórmula anterior, lo que hubieran perdido los jubilados en los próximos cuatro meses hubiera significado, para el fisco, un ahorro de dos puntos de déficit. Si seguíamos con esa fórmula, los jubilados hubieran perdido poder adquisitivo, más o menos, en los próximos meses, en un 40%. Esa fórmula es muy mala. El Gobierno no está especulando, está protegiéndolos», afirmó el ministro de Economía Luis Caputo, al ser consultado acerca de si el paquete de ajuste incluía a los haberes previsionales. Sobre la fórmula futura, dijo: «La sacamos ahora y vamos a pensar una buena alternativa para no tener que lidiar con estos problemas». En síntesis, «vamos viendo», aunque ya deslizó que los aumentos podían ser vía decreto del Ejecutivo o con bonos. A pura discrecionalidad.  

En cada cambio de Gobierno, en particular durante los últimos años, los jubilados y pensionados son presentados como los menos beneficiados por la gestión saliente, pero en verdad, terminan siendo objeto de ajuste. En los últimos 6 años, trabajadores y jubilados enfrentaron una caída de ingresos cercana al 26%. Este tiempo no es ajeno y se encamina −en pleno contexto inflacionario− a una nueva reforma de la fórmula de ajuste −conocida como movilidad jubilatoria− de los haberes previsionales. 

Entre 2001 y 2005 el número de beneficios previsionales iba en descenso, consecuencia de la etapa neoliberal y la crisis de 2001. Sin embargo, desde 2005, y como consecuencia de la primera moratoria previsional, se registraron fuertes incrementos, llegando a un pico del 33,8% en 2007. «Entre 2003 y 2016 −sostiene el CELS− pudieron jubilarse 1.796.439 mujeres entre 60 y 65 años, más del 80% accedieron al beneficio del Plan de Inclusión Previsional, más conocido como “moratoria previsional”». 

En la actualidad hay 5.890.796 jubilados y pensionados en el régimen nacional, de acuerdo a datos de septiembre del Boletín Estadístico de la Seguridad Social que elabora la ANSES. Un 90,5% más que los 3 millones de beneficiarios que se registraban en 2001, primer año de la serie estadística oficial. De ese universo −2.066.461 hombres y 3.824.330 mujeres−, el 64,1% accedió al beneficio a través de una moratoria, ya que no contaban con los años de aportes necesarios. 

Esta ampliación, obviamente se refleja también en los recursos destinados a ítem previsional. En 2001 representaba el 7,2% del Producto Interno Bruto (PIB), mientras que 20 años más tarde llegó al 9,3%, incluyendo los gastos nacionales y las cajas provinciales. Aunque el déficit del sistema se mantiene desde 1998, de acuerdo a datos oficiales, en 2022 representó el 2,8% del PIB, la más baja desde 2016, cuando llegó a 2,7%. Para que el sistema sea sostenible, se autofinancie, de acuerdo a distintos especialistas, se debe contar con tres trabajadores activos formales por cada pasivo. Según los datos de la ANSES, a marzo 2021, había una relación de 1,8 trabajadores por cada persona que cobra un haber previsional: se registraban 10,5 millones de aportantes al sistema (trabajadores formales con descuento previsional) y 5,6 millones de jubilados y pensionados. Cabe recordar que durante los últimos años el mayor crecimiento de empleo estuvo sostenido por la creación de puestos de trabajo precarizados (monotributistas y trabajadores informales −sin aportes−).

Lo que vendrá.  

Con el ajuste económico en marcha los que lo pagarán íntegramente serán los trabajadores formales e informales y los jubilados y pensionados. Incluso en el Excel presentado por Caputo se proyecta una quita del 0,4% en estas últimas. Y su ejecutor directo será el nuevo titular de ANSES, Osvaldo Giordano, hasta hace días ministro de Finanzas de Córdoba y exsecretario de Previsión Social de la provincia. En plena pandemia, Giordano encabezó junto con el gobernador Juan Schiaretti una reforma jubilatoria provincial, con podas y armonización con Nación, que incluyeron rebajas que alcanzaron al 15% de los beneficiarios con los haberes más altos, incluyó un «aporte solidario» del 20% para dobles ingresos, y una armonización de criterios del sistema previsional provincial con el nacional, con impacto en reducciones para futuros jubilados y pensionados.

En el caso de los actuales activos, se introdujo una armonización con la Nación en tres puntos: el cálculo del haber inicial pasó de los 48 últimos haberes (4 años) a 120 (10 años); los nuevos pensionados pasarán a percibir el 70% de la jubilación del causante en lugar del 75%; y la ley eliminó además el beneficio de pagarle al pensionado el 100% del haber durante el primer año. En síntesis, la reforma acható la distribución, al reducir las jubilaciones más altas y tuvo como eje la revisión de los beneficios derivados de regímenes especiales (que en el caso de la ANSES representa el 4,2%).  

Franco Godino, economista del Observatorio de Trabajo, Economía y Sociedad (OTES) de Córdoba analiza los alcances de la reforma provincial de 2020.

−La ley de jubilaciones y pensiones de Córdoba ¿beneficia a la masa de jubilados y pensionados de la provincia?
–Los sistemas previsionales como el argentino enfrentan dificultades importantes en materia de sustentabilidad. Estos sistemas son llamados «de reparto», es decir que las contribuciones de los activos financian los haberes de los pasivos. Si las primeras no alcanzan a cubrir los segundos tenemos el famoso déficit previsional. Tanto la Caja de Córdoba como ANSES tienen un déficit estructural, que exige al Estado cerrar esa brecha con ingresos de los impuestos. La reforma de Córdoba buscó reducir ese déficit reduciendo la masa de prestaciones de la Caja. En ese sentido fue exitosa. La pregunta es qué jubilados pagaron el costo, si solo aquellos que cobran jubilaciones altas o toda la masa de jubilados. La equidad de este tipo de reformas es compleja y no está claro aún cuál será el impacto de la reforma en Córdoba en ese sentido.

−¿Supones que Giordano aplicará la misma estrategia a nivel nacional?
–Para ANSES podemos esperar que Giordano intente reformas similares, que busquen reducir el déficit reduciendo dobles prestaciones, achatando la distribución de jubilaciones (recortando las más altas) e incluso modificando edades jubilatorias y tratando de unificar los diferentes regímenes a nivel nacional.




sábado, 9 de junio de 2018

Muchachos, este FMI no es el mismo… @dealgunamanera...

Muchachos, este FMI no es el mismo…

Imagen: Pati /Jorh

La política argentina vio pasar una ola tras otra de supuestos ganadores eternos que al final no duraban ni dos años. Macri fue el dios del neoliberalismo en el 2015. Pasaron dos años, ya fue desalojado del podio luminoso y va siendo una sombra que hunde al país. Es el punto de inflexión donde las gigantografías de la política transmutan en figuritas. Pero tuvo tiempo para el desastre, para dejar un futuro de rodillas. El Fondo Monetario fue duro con el país pero leal con su agente. No le perdona ni un dólar a la Argentina y le impuso condiciones imposibles, pero concedió un plazo de gracia insólito que protege a Macri hasta las elecciones del 2019.

© Escrito por Luis Bruschtein el sábado 09/06/2018publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

“Fue un punto de partida” festejó Mauricio Macri al brindar con un grupo de periodistas por el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Hace dos años y medio que está en el gobierno y ahora recién habla de “punto de partida”. Pero el punto de partida real fue su primer gran triunfo en el Senado, la guillotina que dividió al peronismo, el 29 de marzo de 2016, cuando se autorizó al gobierno a endeudarse para pagar a los fondos buitre. Solamente se opusieron 16 senadores. Solamente 16 se negaron a que el país recorriera el despeñadero del endeudamiento que desembocó en este esperpento del Fondo que enajena el futuro. 

Además del sabor amargo que le quede en la boca a los legisladores que, presionados por coyunturas puntuales, levantaron la mano para acompañar el proyecto que habían presentado los radicales, el PRO, más el GEN de Margarita Stolbizer y el Frente Renovador de Sergio Massa, incluso para estos senadores también, la experiencia que puede servir para el futuro es no dejarse arrastrar por las olas de triunfalismo que pasan como tormenta de verano. Ni siquiera se trata de convocar ese momento para dividir, cuando lo que se necesita es sumar. Pero esa experiencia nefasta tiene que servir por lo menos para poder diferenciar en todas las coyunturas, lo esencial de lo secundario. Esa votación dirimió un punto esencial arrastrada por la inercia de la coyuntura.

Habrá que reivindicar a los 16 que resistieron esa presión, que soportaron los discursos hegemónicos que los acusaron de facciosos, que sufrieron el ataque de los medios y periodistas oficialistas que los acusaron de oposicionistas y obstruccionistas, o que los hostigaban por defender una causa “populista”, una causa que consagraban como perdida y desprestigiada. Ya con el diario del lunes puede decirse que esos 16 senadores dieron cátedra para los futuros legisladores.

Las Madres de Plaza de Mayo representan casi en forma bíblica esa máxima. Fueron resistencia en lo esencial contra un poder absoluto que parecía eterno. La política tiene que aprender de esas experiencias que le han costado sangre sudor y lágrimas. No se trata de rigidez maximalista ni de convertir a la política en puramente testimonial. Se trata de ser conscientes de esa diferencia entre lo esencial y lo secundario y poder desarrollar una política con principios, que puede negociar, hacer acuerdos, retroceder o avanzar pero sin renunciar a sus valores básicos.

En el llano de la sociedad está la mitad más uno que votó este engendro. Personas que van a sufrir por haber votado lo que llevó a sellar el acuerdo con el Fondo. Personas cuyo voto condenó a todos los demás a sufrir las consecuencias de esa decisión. Hay una mitad más uno que empieza a subir –o ya lo viene haciendo– al tren fantasma de la desilusión. Hay dos jubilados sentados, uno junto al otro. Y los dos están sufriendo por el precio de los remedios, el recorte de las prestaciones y el sablazo a sus haberes. Ya no llegan a fin de mes. Son el blanco central de los ajustes. Se achicarán aún más. Los dos están sufriendo ese castigo. Pero seguramente, uno de ellos, además está sufriendo por la culpa de haber votado a sus verdugos y debería sufrir también por lo que está sufriendo  su compañero de banco.

Acá no hubo 54 contra 16. Hubo 51 contra 49. Por primera vez en la historia la derecha conservadora había logrado seducir a esa mayoría que ahora transita el purgatorio de la desilusión para algunos, del arrepentimiento para otros o de la terquedad. Ya dejó de ser una mayoría satisfecha. Las encuestas dicen que el 70 por ciento de la sociedad no respalda el acuerdo con el FMI. Allí está una parte importante de esa mayoría exigua del 2015. 

Transita el momento de la desilusión. Todavía no relaciona su voto y el acuerdo con el Fondo. Tratan de encontrar respuestas en las mismas corporaciones mediáticas que los sedujeron para decidir su voto y encuentran los mismos argumentos: la pesada herencia y “éste no es el mismo FMI”.

La desilusión deberá traspasar esa pared para convertirse en pulsión positiva. Pero en la disputa de poder, el poder económico erigió su trinchera estratégica en ese lugar, sobre ese muro de manipulación de la información y construcción de sentido, incluso para la desgracia por parte de las grandes corporaciones de medios. Si llueve excremento tendrán una construcción simbólica que ayude a bailar bajo la lluvia. En algún momento el poder de la virtualidad empezará a resentirse pero su duelo mítico con la realidad no tiene un saldo absoluto.

La exigencia central del Fondo para conceder el stand by es bajar el déficit de 4,30 por ciento del PBI a 2,70 en un año. Para esta gente, reducir el déficit no es recaudar más, sino gastar menos. Son pocos lugares donde se puede gastar menos en el presupuesto y todos tienen que ver con lo social: obra pública, educación, salud, salarios,  pensiones y jubilaciones. Achicar los 3200 millones de dólares que implican esas exigencias quiere decir, miles de despidos, congelamiento salarial, achicamiento de pensiones y jubilaciones, decadencia de escuelas y hospitales.

Cuando el déficit fiscal pasa los cuatro puntos, se considera que una economía está en crisis. Se dijo que el déficit que dejaba el kirchnerismo era de siete puntos y que el gobierno lo hizo bajar a 4,30 en el primer año. No se entiende cómo puede bajar el déficit cuando se sacan retenciones y se recauda menos por la sensible baja del consumo más un tarifazo que no saca subsidios. Para cualquiera que sepa sumar y restar, medidas de ese tipo en cualquier lugar lo que producen es aumentar el déficit por la gran caída de la recaudación sin que haya recuperación del consumo. A pesar de que Cambiemos hablaba de siete puntos, los organismos internacionales ubicaron el déficit fiscal del año 2015 en 2,7 por ciento. Otros organismos hablan de 3,2. Pero no más.

Si después de todas las medidas que bajaron la recaudación, el déficit llegó al 4,3, es evidente que el kirchnerismo había dejado un buen margen para que el déficit creciera por lo menos dos puntos. Según la consultora Ferreres, en el último año del gobierno de Cristina Kirchner la economía creció 1,7 por ciento, la industria 1,1 y la inversión 1 por ciento. Para el FMI, el crecimiento fue del 1,5 por ciento. Las famosas tasas chinas de los años anteriores habían bajado pero no había estancamiento ni caída, ni siquiera para fuentes que no eran kirchneristas, como las que se señalan.

En cambio, las cuentas de este gobierno de radicales y conservadores son alarmantes: el déficit fiscal asciende al 4,30 por ciento, si se le agrega el 2,30 que se va por deuda externa, más el 1 por ciento de la deuda provincial, más el 1,70 de déficit cuasifiscal por Lebacs, el total de la sangría llega al 9,30 por ciento del PBI. Y si se hace la cuenta incorporando la última devaluación del peso, el agujero negro que abrió este gobierno es pavoroso. Los neoliberales más ultras hacen estas cuentas para presionar por más ajuste y achicamiento del Estado. Pero al mismo tiempo exponen el fracaso de las políticas que quieren impulsar, porque Macri no es comunista ni keynessiano.

Son procesos que van en el mismo sentido. Destrucción de la economía, subordinación a los organismos financieros internacionales, caída de la imagen de Macri, aumento del malestar social con el gobierno y un lento pero progresivo descongelamiento en la oposición peronista y no peronista. No hay elementos en dirección contraria a este proceso de desgaste acelerado del gobierno y de recomposición lenta de la oposición. Todo fluye en detrimento del gobierno conservador. Pero al mismo tiempo la deudodependencia de una economía, que desde que asumió Cambiemos acentuó su espiral descendente, esparciendo pobreza real y no virtual, cerrando miles de pequeñas y medianas industrias y comercios y recortando salarios y jubilaciones, plantea un cuadro muy deteriorado para el que aspire a asumir en el 2019.

sábado, 6 de mayo de 2017

Apertura de Importaciones. "A mismo precio, se prioriza lo importado"... @dealgunamanera...

Apertura: El 21% de las pymes industriales perdió mercado por culpa de importaciones…

"A mismo precio, se prioriza lo importado" afirman desde el FOP sobre la apertura de las importaciones

Un informe reciente de la entidad también reveló que el 39% de las firmas se siente amenazada por los productos del exterior. Buena performance exportadora.

© Publicado el viernes 05/05/2017 por MUNDO EMPRESARIAL de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Fuente: FOP / Cronista

La mejora de competitividad generada el año pasado tras la devaluación permitió a las pymes industriales frenar la caída exportadora y su grado de apertura comercial. Pero la suba del tipo de cambio no fue suficiente para disminuir la presión de las importaciones en el mercado interno de las pequeñas y medianas empresas. De acuerdo con un estudio realizado por la Fundación Observatorio Pyme (FOP), durante 2016 aumentó 44% la proporción de firmas que declararon sentirse amenazadas por los productos importados (creció de 27% al 39%), en tanto creció de 13% a 21% la cantidad de pymes que experimentó una caída en la participación en el mercado interno.

Según el documento, a pesar de que el año pasado los productos nacionales fabricados por la pymes industriales se abarataron en términos relativos a los de las manufacturas importadas competidoras (porque los precios de los productos locales subieron menos que la devaluación), las empresas igualmente perdieron share.

La explicación que brinda el estudio radica en que durante 2016 la producción de las pymes disminuyó un 8% ¿muy sensibles a la caída del PBI?, pero la importación de bienes importados no lo hizo en la misma magnitud.

Es por eso que los productos comprados en el exterior hoy ocupan una porción más importante de mercado interno que en 2015. "No existe una invasión de importaciones, pero sí una mayor presencia de las mismas en el mercado argentino", sostiene la FOP en el informe.

Varios sectores industriales se quejan del aumento de las importaciones, que les han quitado mercado en un contexto recesivo. Los rubros sensibles, fundamentalmente. Si bien el estudio de la fundación remarca la mejora relativa en favor de la producción nacional, los precios de los productos importados igualmente terminan resultando más baratos. Con los meses de dólar planchado y costos internos que siguen en alza, resulta aún más conveniente. Además, sostuvo Vicente Donato, de la Fundación, "A mismo precio, se prioriza lo importado".

La tendencia que comenzó en 2016 siguió acentuándose durante el primer trimestre de este año. Datos del Indec reflejan que entre enero y marzo las importaciones en volumen crecieron 3,5%. Si se desagrega ese número, se observa que las compras de autos aumentaron 43,9% y los bienes de consumo, 17,9%. Los bienes de capital, en tanto, treparon 9,6% en el trimestre.

De acuerdo con números recabados por la consultora Radar, en lo que respecta a bienes de consumo, en el período se dispararon las importaciones de productos textiles (43%); calzado (54%) y marroquinería (200%). Entre los de consumo durable, se destacan las subas de heladeras (43%) y lavarropas, que según la firma en el primer trimestre ya ingresó el 50% de todo lo importado en 2016.

Mejora exportadora.

Si bien las pymes industriales perdieron participación de mercado a manos de los productos importados, mejoraron su performance exportadora el año pasado. Según el informe de la FOP, en 2016 la rentabilidad de las exportaciones de las pymes aumentó 17%, lo que explica que el núcleo duro de las firmas que venden al exterior haya dejado de caer desde 2009 y se haya estabilizado en 12,5% y la apertura exportadora en 14%.

"La observación que más impresiona es la caída generalizada tanto de las cantidad de pymes exportadoras como de la participación de las exportaciones en las ventas totales de dichas empresas (apertura exportadora)", plantea el informe.

De todos modos, destaca la mejora en la performance durante el 2016 producto, básicamente, de la salida del cepo y la devaluación. La mejora de la competitividad internacional de las pymes industriales radicó en que mientras que la depreciación del peso se aceleró 32 puntos porcentuales con respecto a la registrada en 2015 (52% versus 20%), las firmas sólo aceleraron sus precios internos en 8 puntos (31% contra 23%). 

Además, los precios de exportación de sus productos se incrementaron 1,5% en dólares. Ello generó un abaratamiento de las manufacturas nacionales para el resto del mundo. Sin embargo, la FOP aclaró que "la ventaja lograda con la devaluación no podrá ser sostenible si no se acompaña con una adecuada política industrial y comercial, dado que su efecto por sí solo es transitorio".


sábado, 22 de octubre de 2016

Fantasmas 22 de octubre… @dealgunamanera...

Fantasmas 22 de octubre…

  Poder o no poder, Mauricio Macri. Dibujo: Pablo Temes

Macri avanza más con gremios y empresarios que con la economía.

© Escrito por Carlos De Angelis, Sociólogo Analista Político, el sábado 22/10/2016 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

No se equivocaba el filósofo francés Michael Foucault cuando sostenía que “el poder se ejerce”. La palabra “poder” proviene del latín possum, que significa tener capacidad o fuerza para hacer algo. El poder no es una cosa fija, sino que se produce, se acumula, y seduce cuando pone a circular un discurso que se instala en un lugar de verdad.

Sin estas consideraciones no podría entenderse cómo un gobierno, basado en un partido nuevo, con escasa experiencia política, que ganó con lo justo, y con una minoría legislativa haya logrado consolidarse al punto de sentar en una mesa a una otrora poderosa CGT para ofrecer un escueto bono de fin de año, que incluso los empresarios dudan en poder o querer –según el caso– pagar.

El poder convoca, cautiva y gratifica, por eso otra forma latina de conocerlo es potentia. Pero también segrega y castiga. Lo curioso es que, para instituir el dispositivo, las cabezas ideológicas del Gobierno también leyeron a Ernesto Laclau cuando indicaba la polarización como la herramienta correcta para la acumulación de poder. Bajo esta idea se generó la exitosa narrativa de la pesada herencia, instalando que el gobierno anterior había sido algo cercano a una asociación ilícita.

Esta historia se vuelve “verdad” bajo el motor visual del olvidado José López y los bolsos voladores del monasterio. Pero el mismo movimiento coloca a Cristina Fernández de Kirchner en el sitial de la oposición, como lo reconociera en este mismo diario Marcos Peña. Cristina parece muy cómoda allí y, abandonando todo atisbo de tibia autocrítica sobre su gobierno –como la necesidad del conflicto con el campo o  la imposición del cepo cambiario–, se fortalece marcando las falencias de su sucesor y convocando a los –cada vez más amplios– sectores bajos de la sociedad.

La polarización afectará a candidaturas alternativas, aun cuando el Gobierno complete su estrategia con el sostén de otras boletas que dividan el espacio opositor para poder plantar una bandera ganadora en 2017, aunque sea por un voto.

El triunfo de la pantalla.

Redondeando los preparativos para las próximas elecciones, ya tiene media sanción en Diputados la llamada “reforma política”, que es en realidad un cambio en los procedimientos electorales, con la imposición del voto electrónico y el abandono de la boleta tradicional de papel. La incidencia en los resultados de los sistemas de votación suelen ser impredecibles, como ocurre con las PASO; Macri ganó usando el sistema de primarias –contra Carrió y Sanz–, mientras que Vidal ganó como única candidata. 

Pero el principal efecto que se puede observar de la utilización del voto electrónico parece ser la neutralización del “aparato político” antes imprescindible para “asegurar la elección”. Ya no harán falta miles de militantes para garantizar la limpieza de los sufragios.

El voto electrónico, argumentado desde una visión modernizadora de la política, declara en el mismo acto prescindibles las estructuras partidarias ligadas al territorio coronando la tele-política. En plata, el PRO ya puede agradecer los servicios prestados a la UCR, y Cristina puede prescindir del auxilio de los “barones del Conurbano”. Se abre otra discusión: cómo se mostrará la oferta electoral en las pantallas de votación. La mesa, más allá de sus bemoles, exponía al votante a todas las boletas con la simultaneidad que permite la vida offline, y trasladadas a una pequeña pantalla electrónica generan una serie de incógnitas.

“Romperse el traste”.

Todo el entramado político cuya finalidad es un triunfo del oficialismo en 2017 depende del despegue de una economía que sigue sin entregar buenas noticias. La relativa baja de la inflación se está haciendo al alto costo del enfriamiento del consumo, que obviamente afecta principalmente a los sectores de la economía que dependen del mercado interno. Pero una inflación en dólares cercana al 40% para este año vuelve a colocar al país en la encrucijada de un dólar barato, lo que estimula las importaciones, el turismo y las compras en el exterior y complica las exportaciones.

Las declaraciones de consejero de la Embajada de China acerca del alto precio del aceite de soja deben ser una alarma sobre uno de los pocos productos argentinos posibles en el supermercado del mundo. La reticencia de los empresarios locales a invertir –real fórmula para mejorar la competitividad– ha llevado al Presidente al poco académico pedido de que se “rompan el traste”.

Pero los hombres de negocios, renuentes a abandonar el paradigma de “empresarios ricos, empresas pobres”, piden al unísono menos impuestos y flexibilidad laboral, y el clásico menos Estado. La caída del PBI en 1,5 que estima el FMI será la mala noticia que cerrará el año.

¡Ni una menos!

La violencia ejercida contra las mujeres enluta al país a la par que se hacen públicos en forma diaria casos de violaciones y muertes ejecutadas por hombres. Sobre estas situaciones se espera la actuación de una Justicia que muchas veces no llega. Principalmente contra estas circunstancias un grupo de mujeres tomaron la novedosa iniciativa de llamar a un paro de una hora el miércoles y marchar en plena lluvia, una acción colectiva que corre el riesgo de naturalizarse sin un programa concreto de iniciativas mensurable, así como tampoco puede ser un debate que sólo incumba a un pequeño grupo feminista activo.

Debajo de las situaciones extremas existe una multitud de eventos cotidianos y “no públicos” de maltratos, insultos y acosos que pueden provenir de desconocidos en la calle o incluso de compañeros de trabajo. Mujeres temerosas de tomar un transporte público o un taxi porque implican riesgos en determinados horarios del día, mujeres que deben evaluar su vestimenta para no ser  objeto de acoso en su lugar de trabajo y un largo etcétera son condiciones por las cuales jamás pasa un hombre.

Las formas de poder que los hombres ejercen a diario sobre las mujeres constituyen un fantasma autoritario que recorre a la sociedad argentina –y que frecuentemente recala en las formas políticas–, y que debe interpelar tanto al sistema educativo, a la organización familiar como a los mensajes que generan ciertos medios de comunicación con publicidades que insisten en formas esquematizadas de mostrar el mundo.



jueves, 2 de abril de 2015

Roberto Lavagna y la oportunidad perdida… @dealgunamanera...

Oportunidad perdida…


Han pasado nueve años desde que lo que el Gobierno gusta llamar “modelo” se desvió del inicial. Nueve años desde que se dio por terminada una etapa. De aquel programa económico-social, con sus correlatos internacionales, Duhalde-Lavagna-Kirchner (D-L-K) no queda hoy nada bajo el modelo Kirchner-Kirchner (K-K).

Esta no es sólo una opinión personal. Hoy es la interpretación predominante desde fuentes diferentes en lo profesional y de distinta extracción política. (...)

No quedó nada. ¿Es esto bueno o no lo es? Creo sinceramente que no lo es.

El primer Premio Nobel de Economía, Jan Timbergen (1969), decía que “la calidad de un programa económico, su éxito o su fracaso, debe medirse por los márgenes de maniobra que le deja a quien lo sucede”. Según esa regla, lo que recibimos en abril de 2002 tenía, tanto en lo económico (depresión económica con inflación alta) como en lo político (ultimátum al presidente) y lo social (hiperpobreza y desempleo), cero margen de maniobra. 

Lo que traspasamos en diciembre de 2005 tenía los máximos márgenes de maniobra que se hubieran dado en nuestro país, por lo menos, desde la Segunda Guerra Mundial: superávit fiscal récord, superávit en cuenta corriente del balance de pagos de unos 12 mil millones de dólares, exportaciones e importaciones en los máximos niveles históricos, fuerte creación de empleo y el PBI creciendo desde que comenzó la recuperación, en la segunda mitad de 2002, a una tasa acumulativa de casi 9% (8,9%) por año. (...)

Estábamos a años luz de la crisis inicial. Una crisis sobre la que Jorge Oviedo, en una columna en La Nación, analizando la situación y otras crisis del pasado, dijo: “Lo interesante es que la crisis de 2001 es un monstruo único en la historia nacional. Una clase de catástrofe que sólo se dio una vez”.

Únicamente con esos datos estaba todo dicho: la oportunidad se encontraba al alcance de los argentinos, y no debíamos dejarla pasar, tal como le había escrito al presidente en diciembre de 2005, al momento del cambio de equipo económico.

A estos datos se agregó además, a partir de 2007, un excepcional incremento –que ya hubiéramos deseado tener y no tuvimos en lo peor de la crisis– en los precios de la soja y otros granos, con el efecto de subir el PBI, reforzar los ingresos fiscales y la disposición de divisas.

De los entre 214 y 220 dólares la tonelada de fines de 2005 y los 245 dólares aún en enero de 2007, la soja subió ese año hasta alcanzar valores de 600 dólares, con promedios cercanos a los de 480-500 dólares la tonelada. Por supuesto, ello generó una respuesta positiva de los productores, que agregaron 30 millones de toneladas de granos. No sólo los precios y cantidades de la soja llegaron a valores impensados, sino que, además, arrastraron hacia arriba subproductos y otros granos. Ni qué hablar de los nuevos recursos energéticos en Neuquén.

Esta coincidencia de sólidos datos macroeconómicos internos construidos y legados por la etapa D-L-K (2002-2005) y la posterior (2007 en adelante) mejora en los términos de intercambio del país por la modificación geopolítica ligada a la presencia de China, más el cambio tecnológico en los Estados Unidos, lo que habilitó la disponibilidad de importantes recursos energéticos (2010 en adelante), crearon posibilidades nuevas.

En todo caso, estos tres eran elementos centrales que se agregaban a los más tradicionales, constitutivos de nuestro país y de nuestra sociedad, como son los recursos naturales (tierra, clima, agua, pesca, minería), la capacidad científico-tecnológica, la adaptabilidad y flexibilidad de la población, una sociedad sin grandes conflictos raciales o religiosos y escasa población. La oportunidad era excepcional, como el país no había tenido una desde la crisis de 1930.

El futuro estaba allí. La tentación mágica también. El Gobierno no supo o no quiso, a pesar de tener todo el poder. La sociedad no llegó a percibirlo. Lo cierto es que se entró en el camino fácil.

El superávit fiscal récord desapareció por decisiones como, por ejemplo, subir los subsidios a la energía y al transporte de 3.500 millones de pesos en 2005 a 170 mil en 2014, es decir, multiplicándolos por más de treinta veces. O acordando jubilaciones sin aportes, de las cuales 800 mil fueron a manos de sectores de ingresos medios altos, en un país con no menos del 25% de pobreza. La situación fiscal y de endeudamiento de las provincias vuelve a ser un problema central.

El superávit de la caja en dólares, la cuenta corriente del balance de pagos, se consumió por importaciones crecientes de energía: 12 mil millones de dólares.

Las reservas deberían haber crecido hasta ubicarse en niveles por encima de los 120 mil millones y, sin embargo, las reservas propias sin créditos ni encajes no llegan a 20 mil millones. Esto cuando en el Brasil (donde alcanzaron a 330 mil millones de dólares) y en otros países de América Latina aumentaron en forma sostenida. Ese es el resultado de siete años consecutivos de fuga de capitales, por desconfianza, por una suma total de más de 90 mil millones de dólares.

El tipo de cambio fue “comido” por una inflación de entre 20% y 25% anual, y de un valor real de US$ 1 = $ 1,90 en 2005 se ubicó, hasta fines de 2014, en torno a US$ 1 = $ 1, con la pérdida de competitividad que ello significó.

El crecimiento se ha tornado volátil y cercano al 4% por año entre 2007 y 2011, y al 0,4% entre 2012 y 2014, y un crecimiento similar o incluso menor se prevé para 2015, saliendo de la senda que no sólo era estable a niveles del 9% por año, sino que había convocado tasas de inversión elevadas y, por ende, de creación de empleo digno.

El sector público se ha convertido en los últimos dos o tres años en el gran generador de empleo, reemplazando al sector privado.

La inversión no ha llegado nunca, desde 2006, a superar el 20% de crecimiento anual, tasa necesaria para crecer más de 5% al año.

La pobreza ha dejado de bajar, y es, en niveles absolutos, similar a la de 2007 (9 millones de argentinos), y la indigencia, que mejoró algo a partir de la asignación universal por hijo, corre detrás de la inflación.

Todos estos datos económicos y sociales están inmersos, a su vez, en una situación institucional de debilitamiento del diálogo, sin consensos, sin rendición de cuentas y con un papel internacional más cercano al modelo Chávez que al del Brasil o Chile, por dar algunos ejemplos. (…)

© Escrito por Roberto Lavagna, ex ministro de Economía, Fragmento de su nuevo libro “Construyendo la Oportunidad” de Editorial Sudamericana, el domingo 29/03/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


domingo, 18 de enero de 2015

Entrevista a Thomas Piketty... De Alguna Manera...

“Nadie conoce en realidad los niveles de inflación y pobreza en la Argentina”...


Thomas Piketty, el economista francés cree que la falta de transparencia en las estadísticas no afecta sólo la economía sino también la democracia.

Thomas Piketty es un economistas francés, hoy considerado el principal experto mundial en temas de distribución del ingreso. Su libro, ‘El Capital en el Siglo XXI’ (publicado en 2013), ahora también en castellano, cuenta una historia de por qué los ricos se volvieron cada vez más ricos y los pobres quedaron relegados durante los últimos tres siglos. 'El Capital' ya es un best seller y llegó a ser número uno en ventas en Amazon.

El francés logró lo que muchos de sus colegas anhelan y no siempre consiguen: llegar al gran público. Piketty se hizo conocido primero en EE.UU. y ese fue el trampolín que lo llevó a convertirse en una celebridad a nivel mundial. Muchas de las estadísticas de su obra fueron citadas en Washington para debatir por qué la sociedad estadounidense se volvió más desigual pese a su crecimiento durante las últimas décadas.

Pese a la fama, Piketty es un académico y basta pasar cinco minutos con él para darse cuenta que no se siente cómodo con la etiqueta de ‘gurú’. Hoy, todos los presidentes del mundo buscan hablar con él para pedirle consejos. “Soy una persona cortés y cuando me invitan acepto ir. Pero no me gusta reunirme con ellos. Los presidentes son esclavos de lo que la opinión pública quiere oír y ese no es mi trabajo”.

Piketty conversó con Clarín el sábado al mediodía en la confitería Rond Point. La charla duró cerca de una hora. Luego, el economista se subió a una combi que lo llevó a eso mismo que él dice menos disfruta: en Olivos lo esperaba la Presidenta Cristina Kirchner. A continuación, la entrevista.

- Tanto hablar de la riqueza, ¿con su éxito ya está entre el 0,1% más rico del mundo?
No lo creo. Por supuesto que pertenezco a una minoría privilegiada. Soy académico, profesor universitario y vivo de ello. Gano suficiente como para llevar a mis hijos de vacaciones y poder conocer el mundo. Claro que también pago muchos impuestos. Y tendré que pagar aún más por mi libro.

-Usted señala que la distribución del ingreso mejoró en la Argentina. Pero también sucedió lo mismo en otros países de la región. ¿Cómo le fue a la Argentina versus sus vecinos?
Es difícil hacer una comparación adecuada entre la Argentina y otros países debido a la falta de transparencia de los datos fiscales y la falta de credibilidad acerca de los números macroeconómicos de los últimos diez años.

-¿Cuáles son esos límites?
Con Facundo Alvaredo, un economista argentino, hemos tratado de hacer lo máximo posible para utilizar los datos históricos para la Argentina desde 1932, cuando se creo el impuesto a las ganancias, hasta el día de hoy. Pero hay períodos donde faltan datos y tampoco hay tanta información sobre el impuesto a las ganancias. Por ejemplo en los últimos 15 años hay información tabulada del impuesto a las ganancias pero no información individual sobre los contribuyentes. Esto limita nuestro trabajo para poder corregir la información que nos falta. Todo esto hace que nuestras estimaciones sobre la evolución de la desigualdad en la Argentina en los últimos diez años sugieran una mejora en la distribución del ingreso pero no confío en cual ha sido su cuantía. Además, también hay incertidumbre en las cuentas nacionales durante ese período como por ejemplo la evolución de la inflación. En conclusión, por todo esto que señalo, los límites al acceso a las bases tributarias en la Argentina, más la falta de credibilidad en las estadísticas que elabora el Gobierno, genera incertidumbre en nuestra medición sobre la caída de la desigualdad en la Argentina durante los últimos diez años.

-Usted prevé que los precios de las commodities no serán tan beneficiosos para la región como en el pasado, ¿qué deberían hacer los gobiernos para mejorar la distribución de aquí en adelante?
No alcanza con recostarse en las condiciones externas para mejorar la distribución del ingreso. Es verdad que estos países se beneficiaron de los precios de los commodities en los últimos 12 años y ahora en más se beneficiarán menos. Por eso es importante que los gobiernos inviertan en nuevas formas de acumulación del capital, en sectores que no necesariamente sean los asociados a la producción de commodities. Por ejemplo, un sector debería ser el de la educación porque esa inversión generará más inclusión y más crecimiento en el largo plazo.

-¿Cuáles son las fórmulas para mejorar la distribución del ingreso?
La primera es la convergencia de los ingresos de los países emergentes y de los más ricos. La convergencia entre países como China, o incluso los latinoamericanos, con los más ricos es un factor clave y que aún hoy continúa. Otra fórmula es la difusión del conocimiento y el empleo que puede ocurría a través de las empresas y las escuelas. Estas vías son muy poderosas para reducir la desigualdad. Claro que requiere de pagar impuestos porque la educación hay que financiarla y el problema radica en qué podemos financiar dado el sistema tributario que tenemos. En América Latina, en países como Chile, la recaudación ha sido históricamente baja como para financiar a la educación y ahora se llevó a cabo una reforma tributaria y eso me parece bien. En cambio, en países como Argentina o Brasil, donde la recaudación es más alta los sistemas tributarios son regresivos con impuestos indirectos y un alto impuesto al consumo. Finalmente, el tercer factor que juega en la baja de la desigualdad es una política de salario mínimo.

- Muchos critican la globalización. Pero la Argentina y la región se benefició de ella en la última década. ¿Qué opina?
Estoy de acuerdo. Personalmente, y como economista, creo en la globalización y en las fuerzas de mercado. Son parte de la solución para mejorar la distribución del ingreso. Pero también advierto que no son suficientes y que necesitamos instituciones democráticas muy fuertes. El Estado debe mostrar instituciones sólidas en las áreas fiscal y de educación, que deben garantizar que vayan en la dirección correcta.

- ¿Por qué se etiqueta de progresistas a los gobiernos que hablan de distribución del ingreso?
Porque está aceptado que los partidos políticos de derecha son quienes están más cerca de los intereses comerciales y financieros, mientras que los de izquierda se acercan a los trabajadores. Pero la Historia muestra que el poder de las circunstancias es mayor que la afiliación que expresan los partidos políticos. En Argentina hoy gobierna un partido que se define progresista y a favor de políticas de redistribución del ingreso. Pero es un gobierno que no introdujo una reforma en la alícuota del impuesto a las ganancias que es la misma que hace 10 años. Es un gobierno que dejó que la inflación dejara ascender a los trabajadores a las categorías impositivas que pagan alícuotas de impuestos más altas. Parece razonable que un Gobierno desee incorporar más contribuyentes a la categoría del 35% de Ganancias. Pero si pretende ello, debe dar explicaciones y argumentar por qué lo hace en vez de instrumentarlo a través de la inflación. Hoy en la Argentina, una porción elevada de sus asalariados paga la alícuota más elevada de Ganancias y creo que sería adecuado hacer una diferencia entre aquellos que ganan más. Por lo tanto, volviendo a su pregunta, me importan más los hechos y las políticas que los discursos.

- ¿Qué incentivos tienen los gobiernos para no cobrar más impuestos gracias a la inflación? Pareciera que en la Argentina el Gobierno así lo hizo y sacó provecho de ello. ¿Por qué no habría de hacerlo?
Es cierto que en la Historia uno encuentra muchos ejemplos de gobiernos que descansaron en la inflación para incorporar más contribuyentes a sus bases imponibles del impuesto a las ganancias y así aumentar al máximo la presión tributaria. Pero hay límites en esa estrategia porque en algún momento puede generar un movimiento contra el gobierno. Muchas de las revueltas en los países comenzaron por aumentos en los impuestos o la suba de la inflación que hace que las personas paguen más impuestos. En mi opinión es más transparente hacerlo de la otra manera. En Chile se hizo recientemente una reforma tributaria. El Gobierno anunció que el objetivo era aumentar la recaudación 3% del PBI para aumentar el financiamiento de la educación. Creo que es mejor explicar lo que uno quiere hacer con el dinero que dejar ello a la tasa de inflación.

-¿Cómo impacta la inflación en la distribución del ingreso?
Genera un impacto caótico sobre la desigualdad. Históricamente ha sido un recurso al que los gobiernos recurrieron para reducir el peso de la deuda pública pero también, muchas veces, la gente pobre perdió un montón en esos procesos. ¿Cuál es entonces el impacto de la inflación? También depende de si los salarios mínimos le ganan o no la suba de los precios. Pero sí sabemos que crear inflación no constituye un método transparente para combatir la desigualdad.

-El viernes en una presentación dijo que uno de los problemas de la alta inflación es que resulta difícil medir, ¿qué quiso decir?
En Argentina existe una gran controversia con las cifras oficiales de inflación. Y esto genera una dificultad adicional en la economía porque cada sector tiene miedo de perder respecto a lo que ganan otros sectores y sus ingresos queden así relegados. Es importante solucionar este tipo de situaciones cuanto antes porque de lo contrario se torna muy difícil construir confianza en un gobierno, en el gasto público que hace ese gobierno y en el sistema tributario que administra.

-¿Qué otro gobierno o país divulga estadísticas manipuladas y existe una controversia como aquí?
Nosotros trabajamos con las estadísticas chinas y creo que las estadísticas de China son peor que las de la Argentina

-Pero China no es una democracia...
Es verdad. Una de las razones por las cuales no tenemos datos históricos para medir la evolución de la brecha entre pobres y ricos de la Argentina es que en este país no siempre hubo democracia. Por ejemplo, para las estadísticas del impuesto a las ganancias se observa un bache significativo en las décadas de los 60 y los 70, durante los períodos de los regímenes militares. Por eso me parece que hoy podríamos tener algo más de transparencia a la hora de acceder a los datos estadísticos para la Argentina. Nadie conoce en realidad cual es el nivel real de pobreza y de inflación en este país. Incluso nadie sabe cuál es el nivel real del PBI en dólares corrientes, o sea el PBI nominal. Cuando veo un incremento tan importante en la relación entre la recaudación y el PBI me parece demasiado. ¿No será que el PBI en dólares no es tan alto como en las estadísticas oficiales? Son preguntas que me hago.

-Usted recopiló cifras de más de 20 países que van a lo largo de un período de 300 años, ¿qué conclusión saca sobre la importancia de las estadísticas?
Las estadísticas son absolutamente claves para una conversación democrática formada. En la Historia uno ve ejemplos de líderes que creyeron que es mejor guardar la información, o incluso no difundirla. Pero eso es un error. Es muy dificil combatir la desigualdad sin estadísticas adecuadas. Además, la falta de transparencia de información genera conflictos políticos muy tensos, ni es buena para el desarrollo ni para las instituciones estables. Mejorar la transparencia, además, es un gran paso para luchar contra la corrupción.

-Casi siempre se menciona que los empresarios integran la porción más rica de las sociedades pero no los políticos. ¿Qué consecuencias ve al respecto?
La desigualdad extrema viene muchas veces con intentos de los grupos más poderosos de capturar los proceso políticos. A veces esos poderosos son exitosos en su plan y otras veces son neutralizados por las fuerzas democráticas. Por supuesto que una forma de limitar estas prácticas es bajar la desigualdad. Pero también puede ser estableciendo reglas para financiar los partidos políticos y los medios más concentrados.

-¿La tesis central de su libro, el retorno del capital crece a una tasa mayor a la expansión de la economía mundial, se inspira en la obra de Karl Marx?
No. Mi libro es muy distinto a El Capital de Marx. El mío tiene que ver con la historia de la distribución del ingreso. En el siglo XIX, cuando Marx escribió su obra, los economistas contaban con muy pocos datos. Yo trato de estudiar el capital a lo largo de la Historia y llevarlo al siglo XXI. Los economistas como Marx y David Ricardo tenían pocos datos y hacían las preguntas correctas. Pero no siempre llegaron a las respuestas correctas como resultado de que no contaban con los datos que sí hoy tenemos. Es cierto que actualmente los economistas modernos hacen modelos matemáticos muy complicados para impresionarse entre sí y se olvidan de las dimensiones sociales, políticas y económicas de estos fenómenos. Personalmente me siento más cercano a la manera de trabajar que tienen los historiadores que los economistas. Esto se acerca mucho más a cómo se hacía economía en el siglo XIX.

-Pero su fórmula respeta la tradición de Hegel: una explicación que vale para todo
La fórmula es uno de los mecanismos que juega un papel en la historia que cuento. Pero como le comenté antes, hay muchos otros mecanismos que juegan un rol importante en la distribución del ingreso como la educación y el desempleo. El aumento de la desigualdad en EE.UU., durante los últimos años, no tiene nada que ver con r>g, tiene que ver con la desigualdad en la educación, en la salud y el mercado laboral. La brecha entre la tasa de retorno del capital y el crecimiento global es uno de los mecanismos importantes para la concentración de la riqueza en todas las sociedades hasta la Primera Guerra Mundial. Llegué a la conclusión que r>g era una parte importante que explicaba la desigualdad hasta entonces y creo que también lo será en el futuro porque el crecimiento de la población y de la población serán más bajos que lo que fue después de la Segunda Guerra Mundial. En mi opinión, r>g jugará un papel importante en el futuro.

-En su libro desarrolló grandes leyes para el capitalismo, ¿pero qué margen espera para otros escenarios? ¿por ejemplo qué sucedería si la población no creciera al ritmo que usted supone?
No creo en las leyes económicas determinísticas. Todo depende de las instituciones y de las políticas que apliquemos. Marx y Kuznets se equivocaron. Marx creía en la desigualdad eterna y Kuznets en la caída natural de la desigualdad. Hay fuerzas poderosas que van en ambas direcciones.
Hay varios futuros posibles. Por ejemplo el tema de la población que menciona, si hay políticas que ayudan a los jóvenes a conciliar la vida profesional, la carrera con la crianza de sus hijos y la igualdad de género, entonces evitaremos el estancamiento de la población. Por otro lado, si queremos tener más crecimiento en los próximos años también hay que aumentar la inversión en la educación. Europa vuelca hoy más dinero en el pago de la deuda que en la educación y eso no es bueno.

-¿Qué quieren saber los presidentes de usted?
Soy una persona cortés y cuando me invitan acepto ir. Pero no me gusta reunirme con los presidentes. Cuando uno escribe un libro no lo hace para los presidentes, lo hace para el público en general. Para mi lo más importante es contribuir a transformar el debate democrático. Los políticos en cambio son esclavos de lo que creen que el consenso público quiere. Para mi, más importante que desayunar con un ministro o un presidente, es reunirme con personas que no tienen formación económica y dicen haber entendido mi libro.

-Ahora que es famoso, ¿tiene tiempo libre?
Sí, claro. Más del que la gente cree. Me tomo vacaciones y paso tiempo con mis hijos. Sigo siendo un profesor de universidad.

-¿Por qué cree que su libro fue un éxito?
Básicamente por dos motivos. Primero, refleja una fuerte demanda de conocimiento económico. Segundo, es de fácil lectura.

-Con su libro, ¿se propuso llegar a los especialistas o a la gran audiencia?
El objetivo era presentar un material histórico de fácil acceso para todos y que cada uno saque sus conclusiones. Los temas de desigualdad, ingresos y riqueza, capital y deuda pública, inflación e imposición fiscal, son muy importantes para dejarlos en manos de un pequeño grupo de economistas.

© Escrito por Ezequiel Burgos con la colaboración de Francisco de Zárate el domingo 18/01/2015 y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Piketty advirtió por la inflación y la transparencia de las cifras.


El célebre economista francés en Buenos Aires.Dijo que la suba de los precios “hace que cada vez más gente pague la alícuota máxima”. Vio a Kicillof y Vanoli.

“En países con desigualdad es importante tener mucha transparencia sobre la forma en que se obtienen los datos económicos”. Fue lo más cerca a una crítica de las estadísticas oficiales que estuvo ayer Thomas Piketty. También tuvo una reflexión sobre el pago del impuesto a las ganancias. “La inflación está haciendo que cada vez más gente pague la alícuota máxima”.

El célebre economista francés venía de almorzar con Axel Kicillof y Alejandro Vanoli en el Banco Central, de donde salió con una promesa: los funcionarios lo ayudarán con la información histórica de los impuestos en Argentina que Piketty necesita para incluir al país en su estudio mundial sobre la distribución de la riqueza. Antes de presentar en la Fundación OSDE la versión en castellano de El Capital en el Siglo XXI, su best seller sobre la tendencia a la desigualdad del capitalismo, Piketty habló con periodistas sobre inflación, estadísticas, impuesto a las Ganancias, y  deuda extranjera.

Estadísticas oficiales

“Necesitamos más transparencia sobre la forma en que se construyen los datos económicos. Para mí, este encuentro fue una gran oportunidad para conocer el punto de vista del Gobierno en estos temas (...) Creo que son conscientes de la necesidad de transparencia”.

Inflación

“Por supuesto que la inflación tiene consecuencias enormes en la redistribución y en la desigualdad. A veces el efecto va en el sentido correcto, hacia menor desigualdad, pero muy a menudo la inflación empeora la redistribución de riqueza”.

Deuda pública

“No tuvimos tiempo de hablar de este tema pero no creo que Argentina vaya a meterse de nuevo en una fase de mucho endeudamiento externo (…) Los casos de desarrollo más exitosos del mundo están basados en ahorro interno (...) No digo que no haya que usar la financiación de fuera, sino que hay que hacerlo con moderación. Crea inestabilidad cuando se va”.

Impuesto a las Ganancias

“Creo que en un país como Argentina hay espacio para una reforma impositiva hacia impuestos más progresivos (…) La inflación está haciendo que cada vez más gente pague la alícuota máxima. No sé mucho sobre el caso pero si gravás a personas con muy diferentes ingresos con la misma tasa máxima, no es un impuesto progresivo”.

“No se puede dejar que la decisión sobre cuánta gente debe contribuir dependa de la inflación. No es transparente. Creo que es mejor que el Gobierno admita que hay inflación y que decida qué hacer con los mínimos imponibles. Si querés que más gente  pague, deberías explicarlo, y no dejar que sencillamente sea la inflación la que lo provoque”.

Globalización

“La desigualdad creció más en Estados Unidos que en Europa o en Japón. En EE.UU. tienden a culpar a la globalización de esa suba. Sin embargo en Europa y en Japón no creció tanto la desigualdad y también sufrieron el fenómeno de la globalización”.

© Escrito por Francisco de Zárate el sábado 17/01/2015 y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.