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sábado, 11 de agosto de 2012

Avanza la nada... De Alguna Manera...

Avanza la Nada…

Macri y Cristina, en el aniversario de la Bolsa de Comercio, donde habrían hablado de los subtes.

—Así es como la Nada se vuelve más fuerte.
—¿Qué es la Nada?
—Es el vacío que queda, la desolación que destruye este mundo, y mi encomienda es ayudar a la Nada.
—¿Por qué?
—Porque el humano sin esperanzas es fácil de controlar y aquél que tenga el control tendrá el Poder.

Fragmento del libro -La historia interminable-, de Michael Ende

Esta vez les tocó a los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano. Una semana completa sin subtes, medio de transporte responsable por los movimientos de una cuarta parte de la población, con caos de tránsito y pérdidas de presentismo y producción en toda una ciudad que representa el 30% del producto bruto nacional.

Macri, con su habitual hiperkinesia, ni siquiera tuvo los reflejos para que estos días las grúas no se llevaran los autos mal estacionados a pesar de que los estacionamientos no tuvieran lugar para recibir tantos vehículos.

Abandonos peores ya vivieron los santacruceños cuando se amotinó la policía, o los empleados públicos de la provincia de Buenos Aires con sus aguinaldos, por citar dos casos recientes. Esta vez la diferencia es que sólo les tocó a “los privilegiados” porteños.

La similitud que tiene el esmerilado al que sometieron a Scioli y ahora a Macri, y la repetición en el uso de la misma técnica, permite intuir un plan que se presume exitoso.

Es que los Kirchner (también el ex presidente) no sólo no les temen a los conflictos, sino que los gozan. Sabiendo que las inclemencias de Santa Cruz les permitieron desarrollar estómagos de acero, de los cuales carecen los políticos de zonas menos conflictivas y con más recursos, se aprovechan de los estómagos sensibles de los “dirigentes normales” tensando sus nervios para ver quién se baja simplemente por no soportar tanta presión.

Los Kirchner tienen, sin duda, los atributos justos para ejercer el poder en una época de enorme alteración por el desquicio que generó la implosión económica de 2002.

Pero a pesar del crecimiento de casi una década, que obviamente fue un bálsamo que cicatrizó bastantes heridas, no se esforzaron en aportar cordura y pacificación a una sociedad lógicamente enferma por dos colapsos económicos dentro de una misma generación (1989 y 2002).

Probablemente porque cierta intuición les indique que, si la Argentina se normalizara, los atributos esenciales del kirchnerismo dejarían de ser una ventaja competitiva frente al resto de los políticos.

La Nada nadea. Pero no es sólo el oficialismo responsable de una falta de apaciguamiento de los estados alterados de la sociedad. La oposición pareciera cómoda en el papel de oposición, aceptando que sea el propio kirchnerismo el que “se arregle” con el caos que él mismo sembró.

Así como Brasil se convirtió en un país normal y pasó a ser reconocido mundialmente a partir de que dos presidentes de signo ideológico opuesto mantuvieran la misma política económica, rompiendo la tradición pendular de décadas, probablemente la Argentina pueda lograr el mismo salto el día que un gobierno no excéntrico (el menemismo y el kirchnerismo comparten ese gen) arregle con éxito los problemas dejados por un gobierno excéntrico.

Los radicales no parecen calificar para esa tarea porque son quienes más confortables se sienten siendo segundos. El socialismo, como el macrismo, no supera los límites de su zona de influencia y no alcanza influencia nacional. Y el peronismo no kirchnerista tiene como mayor referente a Scioli, cuya estrella es descendente, por lo menos por ahora.

Las encuestas muestran que cuando Cristina Kirchner pierde aprobación, esto no significa que algún otro candidato o político la sume y absorba esos potenciales votantes. Cuando ella pierde popularidad, también la pierden Scioli y Macri.

Como en La historia interminable, lo que avanza es la Nada.
Heidegger decía que “el lenguaje es la casa del Ser”. Quizás una parte de la actual Argentina sea la casa de la Nada. Donde se haga realidad su controvertida frase: “La Nada nadea”.

Heidegger también decía que “todo lo grande está en medio de la tempestad”. De ser así, deberíamos esperar lo grande que está por surgir y todavía no podemos ver.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 10 de Agosto de 2012.