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domingo, 15 de enero de 2017

Bar "La Perla"... Otro hito que cierra... @dealgunamanera...

Adiós a La Perla: cuna del rock argentino y cobijo literario del siglo XX…

Placa del bar La Perla. Foto: Twitter

El histórico bar ubicado en Avenida Rivadavia al 2800 cierra sus puertas. Por allí desfilaron personalidades del mundo de la música pero también de la literatura y del arte.

© Publicado el sábado 14/01/2016 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

“La Perla", el legendario bar ubicado en la esquina de las avenidas Jujuy y Rivadavia, en el barrio de Once cierra hoy sus puertas. El local fue adquirido por una cadena de pizzerias que conservará a los mismos empleados que hasta este sábado trabajaban en el mítico lugar. Íconos de la escena de la música nacional desfilaron por allí, al igual que ilustres de la literatura y el arte.

La Perla y su relación con la música. Cuenta la leyenda que Litto Nebbia y José Alberto Iglesias (Tanguito) compusieron en la madrugada del 2 de mayo de 1967 en el baño de caballeros del bar la canción que de alguna manera lanzó el rock argentino: “La balsa” . La misma fue grabada por Los Gatos el 19 de junio de ese año y se publicó el 3 de julio. Superó los 250.000 discos vendidos y desató un furor por rock en español que más tarde se expandiría a toda Iberoamérica.

Sin embargo, aunque muchos relacionen el nombre del emblemático local con la música, reconocidos personajes de la rama literaria y artística del siglo XX también pasaron por allí: Jorge Luis Borges, Macedonio Fernández, Xul Solar, Leopoldo Marechal, Raúl Scalabrini Ortiz y Julio Cortázar fueron algunos de los que ocuparon sus mesas.

En el año 1994, La Perla fue declarada como sitio de Interés Cultural por la Legislatura porteña por ser un "lugar frecuentado por jóvenes músicos en la década del '60 que gestaron las primeras composiciones del rock nacional".


Links de interés:

Cierra el mítico Bar la Perla, cuna del Rock Nacional...



jueves, 13 de agosto de 2015

La máquina de hacer poemas… @dealgunamanera...

La máquina de hacer poemas…


Hans Magnus Enzensberger, uno de los escritores alemanes más agudos y polifacéticos del siglo XX, presentó en el festival Lírica en el Río Lech, en julio de 2000, una invención que creía destinada a revolucionar el mundo de la poesía.

El aporte podía incluso llegar a cambiar lo que Enzensberger suponía –y probablemente siga suponiendo– que es la función (entendida como un estado espiritual o un fenómeno psicológico) de la poesía; eso que en palabras de Macedonio Fernández sería más o menos el reflejo de lo que pasa en el alma del poeta cuando percibe sentimentalmente la realidad y acepta dolorosamente la contingencia.

Lo que Enzensberger inventó fue una máquina capaz de crear poemas en cantidades industriales sin repetirse nunca. Un sueño que comenzó a alimentar en los años 70 y que vio la luz gracias –signo de los tiempos– a un programa informático. El sueño del poeta costó 200 mil marcos de entonces, unos 100 mil dólares de ahora.

El invento se llamaba, algo previsiblemente, Poesie-Automat, tenía la apariencia de esos paneles de arribos y partidas que hay en cualquier aeropuerto y funcionaba sencillamente oprimiendo una tecla. El poema resultante siempre tenía seis versos.


La Poesie-Automat producía un poema cada treinta segundos, y como esa capacidad de producción era inagotable, se calculaba que en poco tiempo habría fabricado un número de poemas superior a toda la producción hasta entonces creada por la humanidad. (De hecho, la máquina existe aún y sigue funcionando en el Museo Literario de la ciudad de Marbach.)

Como casi toda la obra de Enzensberger, el invento era lo suficientemente inquietante como para abrir ciertos interrogantes.

 Algunos de ellos se pudieron oír en la conferencia de prensa donde presentó su invento.

Por ejemplo: ¿quién sería el autor: el inventor o el que hacía uso del programa? ¿O la máquina? ¿La entrada en actividad de esta máquina señalaría el fin de una de las actividades más viejas y prolíficas del arte?

Enzensberger no se atrevió entonces a responder ninguna de estas preguntas. Lo que sí dijo fue que todo lo que  pretendía era que su invento oficiara de patrón: “Quien no es capaz de escribir una poesía mejor que una máquina tiene que dedicarse a otra cosa”, dijo.


De todas formas, el resultado no salió como estaba previsto.

© Escrito por Guillermo Piro el domingo 09/08/2015 y publicado en el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.




miércoles, 20 de junio de 2012

Beatriz Sarlos, Cuando no se piensa... De Alguna Manera...

Cuando no se piensa...


Hay algo que no muere: el sectarismo. Lo encontramos demasiadas veces en el gobierno y en su aparato informativo-propagandístico. Pero el mundo K no es el único lugar donde crece esa planta carnívora.

Cristian Ritondo, vicepresidente primero de la Legislatura porteña, impuso el retiro del proyecto que declaraba ciudadano ilustre a Horacio Verbitsky. Según informaciones publicadas el lunes en La Nación, la orden habría bajado del propio Mauricio Macri. Si nos atenemos a los hechos, el proyecto, presentado por la legisladora sabbatellista Gabriela Cerruti, estaba en condiciones de ser votado y tenía los apoyos suficientes para su aprobación. Por lo que se sabe, Verbitsky fue discriminado porque, en opinión de un legislador cuyo nombre no se menciona, "implica dar un premio a alguien que nos mata siempre".

¿Qué les pasó por la cabeza a los legisladores del Pro que se opusieron a que Verbitsky recibiera la distinción?

El hecho es repudiable y, a la vez, muy torpe. Los fundamentos para ser elegido "ciudadano ilustre" responden a la excelencia en la profesión que desempeña el candidato. No incluyen, por supuesto, una valoración política de sus ideas. Si la incluyera se trataría de una distinción al ciudadano más afín a la circunstancial y efímera mayoría de la legislatura. Esto es obvio.

¿Qué les pasó por la cabeza a los legisladores del Pro que se opusieron a que Verbitsky recibiera la distinción? ¿Qué le pasó por la cabeza a Mauricio Macri cuando dio la orden de que la ley no fuera votada? Si hubieran pensado dos minutos, se habrían dado cuenta de que estaban cometiendo un doble error.

El primero (el que seguramente les importa más), es táctico. Nada mejor para indicar pluralismo que recibir a Verbitsky en la Legislatura, con todos los honores, y entregarle el diploma. Si temieron que Verbitsky trasmutara su discurso de aceptación en arenga contra el Pro, la bancada del gobierno porteño habría debido escucharlo. Como decía Macedonio Fernández, no siempre nos tocan las galletitas con azúcar de los dos lados.

A Verbitsky le han hecho un notable e inesperado servicio. Podrá decir, con toda razón, que ha sido objeto de una discriminación intolerable en la democracia.

El segundo es un error conceptual. Un puñado de políticos se cree con autoridad suficiente para evaluar no sólo el desempeño de Verbitsky, sino sus posiciones a lo largo de décadas y hasta el presente. Juzgan su ideología, no sus méritos profesionales. Se toman una revancha a la medida de sus pequeños intereses: como Verbitsky nos ataca siempre, nosotros no le damos nada. Confundir el Estado con el propio partido es un defecto severo en el que incurre no sólo y de manera constante la Presidenta sino que, al club de los confundidos, entran los legisladores del Pro y el Jefe del Gobierno de Buenos Aires. El Club del Corte de Manga.

A Verbitsky le han hecho un notable e inesperado servicio. Podrá decir, con toda razón, que ha sido objeto de una discriminación intolerable en la democracia. Estará en lo cierto. Nadie puede responder de buena fe que Verbitsky no le daría la distinción de "ciudadano ilustre" a un enemigo suyo. También estaría en lo cierto. Verbitsky es un hombre duro y enconado, pero es un periodista, no un legislador ni un gobernante. Aunque se insinúe, de vez en cuando, que es un ministro sin cartera, esa misma expresión "sin cartera", lo diferencia de Ritondo y de Macri. Desde su lugar, puede negarle un vaso de agua a quienes ataca en Página 12, aunque ese estilo de ataque no sea, para muchos, el que representa de manera más plena una perspectiva objetiva y pluralista. Su estilo no es óptimo, pero Verbitsky no gobierna ni legisla. Quien quiere leerlo, lo lee. Quien no quiere, se lo saltea. Es imposible saltearse a Macri y a la Legislatura, porque son gobierno.

Su estilo no es óptimo, pero Verbitsky no gobierna ni legisla. Quien quiere leerlo, lo lee. Quien no quiere, se lo saltea.

Dos veces, en los últimos años, algún legislador amigo me hizo saber que iba a proponerme como "ciudadana ilustre". Esta es la norma habitual, que seguramente también cumplió Gabriela Cerruti con Verbitsky, al iniciar el largo trámite. Cuando me hicieron conocer la intención de comenzar ese trámite en mi favor, les solicité a quienes me llamaban que no lo hicieran. Temía encontrar resistencia y quedar finalmente envuelta en una pelea que no me interesaba dar. Pero si hubiera contestado con un agradecimiento afirmativo, es lógico que frente a una orden en mi contra habría sentido la censura, la discriminación política y el ataque a mis ideas, hecho del peor modo: sin recibir la oportunidad de defenderlas en el mismo escenario en que se me cuestionaba.

Esto le ha sucedido ahora a Verbitsky. El Pro se opuso a que se lo nombrara por el motivo miserable de que los critica duramente. Se perdieron una gran oportunidad. Sólo un político menor no se da cuenta de que la entrada de Verbitsky a la Legislatura habría sido un acto que les convenía. Si no piensan en términos de conveniencia, ni tampoco piensan en términos de principios, ¿con qué categorías piensan?.

© Escrito por Beatriz Sarlo y publicado por el Diario La Nación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el martes 19 de Junio de 2012.