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martes, 15 de septiembre de 2020

Osvaldo Bayer sobre Domingo Faustino Sarmiento... @dealgunamanera...

Osvaldo Bayer. Doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional de San Juan…



Osvaldo Bayer bajó el tono de la crítica a Sarmiento. Ayer recibió la máxima distinción que otorga la Universidad. Habló de política, derechos humanos e historia argentina. 

© Escrito por Susana Roldán el viernes 28/10/2011 y publicado por el Diario de Cuyo de la Ciudad de Mendoza, República de los Argentinos.

Con tono conciliador, pero firme, el historiador, periodista y escritor Osvaldo Bayer aprovechó la conferencia de prensa de ayer con los medios locales y bajó el tono de la crítica a Sarmiento, para poner un paño frío sobre la polémica que se desató cuando se supo que la UNSJ le otorgó el Doctorado Honoris Causa justo cuando se celebraba el bicentenario del nacimiento de Sarmiento, a quien en varias oportunidades calificó de ‘racista‘.

‘Es un absoluto disparate decir que yo soy antisarmientista. El historiador tiene que decir la verdad. Yo he hablado mucho de las cosas positivas de Sarmiento, pero también de sus equivocaciones.

Es un error decir que su actitud respecto de los indios y los gauchos era una cuestión de época. Ya en esa época hubo otras personalidades que se opusieron al genocidio de los indios, como Alberdi. No se pueden perdonar los racismos de ciertos próceres‘, dijo. Por la tarde, después de agradecer la distinción que le otorgó la UNSJ, reafirmó una vez más su postura sobre el tema. Y agregó, al referirse a Sarmiento y la obligatoriedad de cantar el himno en su honor en las escuelas: ‘No hay que convertir en un dios a quien no fue un dios, cantando ‘el más grande entre los grandes‘, porque hizo cosas buenas, pero también tuvo defectos, como cualquiera‘.

Luego de definir a Néstor Kirchner como ‘el primero de la democracia que se atrevió a terminar con la impunidad absoluta para los criminales de la dictadura‘, aseguró estar muy contento con la condena por el caso ESMA. ‘Con mis 84 años, he vivido 13 dictadores. Y me parece muy bien que se haga justicia‘, sostuvo.

Al definirse como ‘libertario‘, reveló que no está de acuerdo con los gobernantes que buscan la reelección. ‘Nadie es imprescindible. Nunca debe gobernar una persona más de 4 años, por respeto a los demás‘, dijo.

A la actual presidenta, Cristina Fernández, le reconoció ‘algunas cosas importantes‘. ‘Me parece bien lo que hizo con la Ley de Medios, con devolver el dinero de los jubilados al Estado y no dejarlo en manos de privados y creo que la Asignación Universal por Hijo fue un acierto‘, señaló el historiador, pero agregó que ‘siguen faltando cosas, como terminar con el hambre, por ejemplo‘.

A favor de la expresión libre de los pueblos originarios, les reconoció el derecho a defender sus tierras y el uso de los recursos naturales. ‘Siempre voy a estar de su lado‘, dijo. También se manifestó sobre el Mercosur, acerca del cual expresó que ‘no me gusta la demasiada conversación. Sí que se eliminen fronteras y que se pueda comerciar. Yo propuse algo parecido para las patagonias argentina y chilena en la época de Menem, y me valió que el Senado me declarara persona no grata‘, relató.

Luego, sonriente, contó que ‘ocho años después, Daniel Filmus pidió que se retirara esa calificación. Ahora puedo volver a entrar al Senado de la Nación y voy bastante seguido; me pongo a mirar los cuadros y a ver lo rápido que pasan algunos senadores‘.




viernes, 28 de agosto de 2020

Impunidad y mordaza. Los 'gritos' del 17ª… @dealgunamanera...

Los 'gritos' del 17ª…

Los medios del miedo. Dibujo: Pablo Temes

Al Gobierno le dolió el banderazo y lo evaluó mal. Si sigue con su agenda, habrá más marchas.

© Escrito por Nelson Castro el sábado 22/08/2020 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Se ve que al Gobierno el banderazo del 17A le dolió y mucho. Es lo que reflejaron las declaraciones de sus funcionarios el día después y los subsiguientes. La frase más infeliz de todas fue la del Presidente: “No nos van a doblegar los que gritan”, dijo. Quienes “gritaban” en la calle eran ciudadanos y ciudadanas que ejercían su derecho a manifestarse y a protestar.

Curiosa y contradictoria expresión la del jefe de Estado. Curiosa por provenir de alguien perteneciente al peronismo que irrumpió en la vida política de la Argentina “gritando” en la calle el 17 de octubre de 1945. Contradictoria porque el mismo Alberto Fernández participó en abril de 2013 de una marcha contra la reforma judicial impulsada por Cristina Fernández de Kirchner. Parece que, para AF, cuando ganan la calle sus acólitos es “el pueblo peticionando”, pero, cuando lo hacen sus opositores, “gritan”.

Al oficialismo le dolió que la oposición haya ganado la calle. Durante décadas el peronismo se sintió dueño de la calle y de la Plaza de Mayo. Eso ya pertenece al pasado. La calle –como la Plaza de Mayo– es de todos.

Si el Presidente no se hubiera dejado atrapar por la turbación, habría hecho una mejor evaluación de lo que pasó –y de lo que pasará– porque, de seguir el Gobierno con esta agenda, habrá más marchas.

Hubo una cuestión de magnitud a tener en cuenta: de no haber sido por la cuarentena, la concurrencia habría sido mucho más numerosa aún. El Presidente –y sus funcionarios– se quedaron con las imágenes de lo sucedido en la Capital Federal. Si hubiesen profundizado un poco más, habrían visto que hubo mucha gente manifestando en diversos lugares del país. Habrían apreciado, además, la heterogeneidad de los que manifestaban –entre los que había quienes votaron por el Frente de Todos– y habrían advertido que junto con el rechazo al proyecto de la reforma judicial hubo otros reclamos más terrenales: seguridad, trabajo y los efectos colaterales de la cuarentena.

“Esa gente jamás estará con nosotros”, se escuchó decir en los pasillos del poder. Es lo que se oía también durante el kirchnerato y durante el gobierno de Mauricio Macri en referencia a sus opositores. Parece que, al igual que a sus predecesores, a Alberto Fernández le cuesta entender que es el presidente de todos, lo hayan o no votado.    

Notable esta obnubilación que turba las mentes de nuestra clase dirigente.

El 17A también interpela a la oposición, a la que el descolgado tuit de Macri desde su lugar de vacaciones en Europa –llamar “trabajo” a su tarea en la FIFA es una obscenidad– complica. Esa oposición –que aún le adeuda a la sociedad una autocrítica profunda de su fracasada gestión– tiene dos obligaciones frente a los que aspira a representar: permanecer unida y aprender de sus errores. De la primera condición depende el mantenimiento del equilibrio de poder para frenar los intentos hegemónicos que alberga el kirchnerismo. De la segunda, la posibilidad de ser una alternativa real en las próximas elecciones.   

Impunidad y mordaza. Son dos condiciones que van siempre juntas.

El silencio es clave para que el delito se enseñoree en una comunidad. Por eso la libertad de expresión es un bien esencial en las sociedades democráticas. No por nada, en la Constitución de los Estados Unidos la enmienda que la protege es ni más ni menos que la primera.

Los intentos de limitar el trabajo de los periodistas tienen en la Argentina una larga historia. Y es penoso que parte de esa historia se relacione con gobiernos constitucionales. Ya en la presidencia de Carlos Menem hubo un intento –que afortunadamente no prosperó– de promulgar una ley mordaza.

Durante los 12 años del kirchnerato se llevó adelante el intento más duro y desembozado por acallar las voces críticas. Todo comenzó con el embate feroz contra Perfil y la censura contra Pepe Eliaschev –hechos de los que Alberto Fernández fue partícipe– y siguió con la Ley de Medios, a la que la hoy vicepresidenta y su difunto esposo le imprimieron la épica de una cruzada cuyo objetivo era no solo destruir a Clarín sino también al periodismo crítico.  

Asistimos ahora a otro intento de amordazar a la prensa que investiga e informa sobre los hechos de corrupción que comprometen a funcionarios. Ese es el objetivo de la modificación introducida furtivamente por el senador Oscar Parrilli –el súbdito de CFK– en ese bodoque que es el proyecto de reforma judicial. Para la comprensión del lego, ese agregado hace que cualquier información o investigación periodística que sea crítica de la marcha de una causa pueda ser entendida como una presión contra el juez o fiscal a cargo del caso. ¡Un verdadero disparate!

El procedimiento de Parrilli, que dejó muy mal parada a la ministra de Justicia, Marcela Losardo, que no tenía idea de lo sucedido, no hace más que empequeñecer la figura del Presidente. Él también queda como un súbdito de CFK.

“Para reformar el Poder Judicial, tocando los medios de comunicación, hay que tener un respaldo muy grande. Una espalda que este gobierno no tiene. Vamos a un Vicentin dos. Son dos errores políticos. Estas cosas necesitan amplios consensos”, dijo un legislador bonaerense del Frente de Todos.

No fue la única voz que desde sectores afines al oficialismo salió a lapidar el proyecto. En un artículo publicado en La Nación, Alberto Binder –mentor de la ex procuradora filo K Alejandra Gils Carbó– afirmó que se trata de un proyecto “repleto de inconsistencias, y que entorpece el camino para las reformas de fondo que proclama”. Y Paula Litvachky, representante del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y cuya participación en el debate también fue propuesta por el Frente de Todos, dijo: “Este proyecto está centrado en una lógica de creación de juzgados que implica una mirada contraria al avance del sistema acusatorio” establecido por el Código Procesal Federal.

A todo esto, ¿dónde está Gustavo Beliz, a quien se presentó como uno de los motores de esta reforma, a modo de reivindicación por el maltrato y la persecución a la que, luego de echarlo de su cargo de ministro de Justicia, Néstor Kirchner –con el silencio de su jefe de Gabinete, Alberto Fernández– lo sometió?





domingo, 27 de diciembre de 2015

Comerse al caníbal… @dealgunamanera...

Comerse al caníbal…

KKREO, Martín Sabbatella. Dibujo: Pablo Temes

El mamarracho de la Ley de Medios no justifica el decretazo a Sabbatella, como Cristina con Redrado.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 27/12/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Ocurrió en enero de 2010. Cristina Fernández de Kirchner se había enojado profundamente con el presidente del Banco Central, Martín Redrado, quien se había negado a autorizar el uso de reservas federales para hacer frente a uno de los tantos pagos de la deuda externa que debía realizar el Gobierno. Ante la actitud del hoy referente económico del Frente Renovador, la entonces presidenta no dudó en echarlo a través de un decreto de necesidad y urgencia (DNU). Ello dio origen a una gran controversia y le valió a CFK una fuerte crítica desde todos los sectores de la oposición. Luego de una batalla que incluyó recursos de amparo, Redrado fue desplazado de su cargo y reemplazado por Mercedes Marcó del Pont.

El episodio que acaba de culminar con el desplazamiento del titular de la Administración Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca), Martín Sabbatella, tiene demasiadas similitudes con el que protagonizó Redrado. Lo delicado del tema no pasa por las críticas que tal proceder originó en un grupo reducido al núcleo del kirchnerismo duro, sino en su significado republicano.

Vayamos por partes. La Ley de Medios es un engendro nacido de las afiebradas mentes del matrimonio Kirchner a partir del enfrentamiento contra el grupo Clarín nacido durante la crisis con el campo en 2008 a raíz de la Resolución 125. Los objetivos de la ley eran no sólo la destrucción de Clarín y la desaparición de TN, sino también la creación de una red de medios públicos y privados afines al kirchnerismo. Toda esa maniobra tenía un solo objetivo: la permanencia en el poder por veinte años. Ese sueño, que tuvo un primer golpe con el fallecimiento de Néstor Kirchner, se terminó de pulverizar con el ballottage del 22 de noviembre pasado que ganó Mauricio Macri. Las arbitrariedades cometidas en la Afsca han sido groseras y cuantiosas.

Sabbattella, hombre no querido en el seno del peronismo, convirtió al organismo en un nicho para colocar militantes de su partido –Nuevo Encuentro–, y de militantes kirchneristas. Las decisiones se regían por el manual de procedimientos K, es decir, la imposición por sobre los consensos. En el fragor de los días previos a decretarse la intervención, hubo negociaciones en las que participó Miguel de Godoy, que se encontró con la posición irreductible del hoy desplazado funcionario.

Dicho esto, el procedimiento utilizado fue malo. El Gobierno eliminará la Afsca y la Aftic (Autoridad Federal de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones) basándose en un decreto de necesidad y urgencia (DNU).

Desde el punto de vista conceptual y republicano, es un procedimiento reprochable ya que ambos organismos han sido creados por sendas leyes aprobadas por el Congreso. Por lo tanto sólo pueden ser eliminados a través de una nueva ley o de un DNU convalidado por el Parlamento, circunstancia que aún no ha ocurrido. De haberlo hecho CFK, quienes hoy promueven esta medida hubieran sido los primeros en haberla criticado.

Como lo dijo el gran constitucionalista Germán Bidart Campos, “... es la manía del ‘decretismo’ síntoma de una tendencia autoritaria que refuerza con desmesura al sistema presidencialista, y frustra los intentos que con la reforma se hicieron para modelarlo y matizarlo”.

El saneamiento de la economía representa el gran desafío a enfrentar por el Gobierno. Hasta aquí las cosas le van saliendo bien.

La eliminación del cepo ha representado un test del cual ha emergido airoso. El valor del dólar quedó lejos de los 20 pesos que presagiaban los agoreros del kirchnerismo y la cotización a 13,40 que hubo al cierre de las operaciones el jueves pasado lo ubica por debajo de lo que se pagaba en el mercado paralelo el último día de la gestión de CFK. Es claro, además, que las autoridades económicas entienden que enamorarse de un dólar bajo con tasa de interés que los bancos ofrecen por los plazos fijos del 30% al 40% constituiría un error grave y grosero. Eso ya pasó en la Argentina y sus consecuencias fueron catastróficas para todos.

Si con el correr de los meses esta situación se mantuviese, la economía se encaminará hacia una inexorable recesión. La solución al problema de la inflación exige el desarrollo de un plan integral. Eso es lo que todavía no hay o, al menos, no se conoce. Se sabe que el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, está trabajando intensamente en ello. Otro de los funcionarios que también está involucrado en el asunto es el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger.

El combate contra la inflación exige la reducción y eliminación del déficit fiscal. Lo cierto es que las medidas adoptadas hasta aquí por el flamante gobierno, lejos de reducirlo, lo han aumentado. Eso es lo que representan la eliminación de las retenciones a las exportaciones de trigo, maíz, girasol y carne, la reducción del 5% a las retenciones de la soja, junto con la exención del mínimo no imponible al medio aguinaldo de los salarios que alcancen hasta los 30 mil pesos.

Un párrafo aparte merecen los nichos de corrupción que el nuevo gobierno va encontrando a medida que va adentrándose en el conocimiento del funcionamiento de los distintos estamentos de la administración pública. El copamiento del Estado que llevó adelante el kirchnerismo durante los 12 años de permanencia en el poder ha sido de una vastedad y una complejidad que impactan.

Dependencias superpobladas de empleados y empleados que asisten de vez en cuando a sus lugares de trabajo son parte de la pesada herencia recibida por el nuevo gobierno. “Nadie piensa, donde todos lucran; nadie sueña, donde todos tragan” (José Ingenieros).

Producción periodística: Guido Baistrocchi.



sábado, 1 de noviembre de 2014

Pizzería Google, buenas noches... De Alguna Manera...


Las TIC y la Ley de Medios…

Google baja su tarifa de avisos y vende más por más clics. Foto: Sergio Ucedo 

—Pizzería Google, buenas noches.
—Pero, ¿este... no era el teléfono de la pizzería Don Corleone?
—Sí, era..., pero Google compró la pizzería y ahora el servicio es más completo y eficiente.
—Bueno, ¿puede tomar mi pedido, por favor?
—Cómo no, señor Gómez. ¿Desea lo de siempre?
—¿Lo de siempre? ¿Sabe mi nombre? ¿De dónde me conoce?
—Por el identificador de llamadas. De acuerdo con su número de teléfono, sabemos que las últimas 53 veces que llamó pidió pizza y solicitó los gustos cuatro quesos y calabresa con doble mozzarella.
—Ah, bueno. Sí, quiero eso mismo.
—¿Puedo hacerle una sugerencia?
—Sí, claro: ¿tiene una pizza nueva en el menú?
—No, pero me gustaría sugerirle la de ricota y la de rúcula.
—¿Ricota? ¿Rúcula? Odio esas cosas.
—Pero es bueno para su salud, y su colesterol no anda bien.
—¿Cómo?
—Es que tenemos acceso a la base de datos del laboratorio donde hace sus análisis. Cruzamos el número de teléfono con su nombre y DNI y nos surge que usted tiene alto el colesterol.
—No quiero pizza de ricota, ni de ensalada. Para eso tomo mis medicamentos para el colesterol y entonces como lo que quiero.
—¿Está seguro? Aquí me surge que usted no ha tomado su medicina últimamente.
—¿Usted es de la pizzería o de la SIDE?
—Tenemos una base de datos de las farmacias de la ciudad. La última vez que compró su medicamento para el colesterol fue hace tres meses. Y la caja tiene treinta comprimidos.
—¿Cómo usted sabe esto?
—Por su tarjeta de crédito. Usted siempre compra sus medicamentos en la farmacia Sorrento, que le ofrece descuentos si paga con tarjeta de crédito del Banco HSBC. Según nuestra base de datos de sus gastos con la tarjeta, desde hace tres meses no ha comprado nada allí.
—Cancele mi pizza.
—Muy bien, pero una cosa más...
—¿Y ahora qué?
—Quiero recordarle que su pasaporte está vencido.

(Ironía futurista que circula por la web)

* * *
A las tecnologías de la información y comunicación se las abrevia como TIC pero hasta no hace mucho se llamaban NTIC porque se agregaba la palabra “nuevas”. La convergencia ha hecho que ya no sean más nuevas porque las anteriores tecnologías de comunicación también se digitalizaron.

Quienes hace cinco años decían que la Ley de Medios nacía vieja porque no tenía en cuenta las TIC tenían razón. Si ya era posible recibir servicio telefónico, de televisión interactiva y acceso a internet, todo a través de una misma conexión, no tenía lógica duplicar las redes en determinados casos, o impedirle al consumidor y a los productores de contenidos beneficiarse por la competencia entre más prestadores de esos servicios. La ley debía poner foco en que esos proveedores no se cartelizaran para impedir a los consumidores finales recibir más por menos o para discriminar y censurar a los productores de contenidos que abusaran de una posición dominante.

Hay dos variables a controlar: que la captura de renta (ganancias) sea la suficiente para hacer crecer empresas eficientes pero no tanta como para que dejen de innovar, competir y trasladar a los consumidores mejoras de precio y calidad. Y que su control de la conectividad no se traslade a ventajas en la producción de contenidos que las haga dueñas no ya de la canalización de los mensajes sino de los mensajes mismos.

El gráfico que acompaña esta columna muestra la variación de la tarifa de publicidad de Google que pudo aumentar sus siderales ventas (en muchos países concentran más de la mitad de toda la publicidad en internet y sin gastar en la producción de contenidos en Argentina venden más publicidad que Canal 13 o Telefé) y simultáneamente bajar año a año su tarifa de publicidad, en su caso medida en clicks.

Esto fue posible porque aumentan los clicks, pero como el total de dinero que las empresas invierten en publicidad no es infinito, como tampoco lo es el tiempo de la audiencia, los medios tradicionales que financian la producción de contenidos con publicidad, ya sea totalmente (radio y televisión abierta) o parcialmente (diarios, revistas y señales de televisión por cable), enfrentan nuevos desafíos.

También Netflix es un desafío para empresas como Cablevisión en Argentina o a nivel mundial HBO. Es decir: todo está en continuo cambio o en “proceso de destrucción creadora”, como decía el economista austríaco Joseph Schumpeter en su clásico libro Capitalismo, socialismo y democracia.

El triple play era inevitable (vale reconocer que faltó en la Ley de Medios no por omisión del oficialismo sino por pedido de partidos hoy de oposición). Pero no puede Clarín, por la Ley de Medios, estar impedido de tener simultáneamente Cablevisión y Canal 13, mientras que por la nueva Ley de Telecomunicaciones, que se envió ahora al Congreso, Telefónica puede mantener su empresa de conectividad junto con Telefe.

Lo ideal sería que todos los proveedores de conectividad pudieran conectar todo tipo de servicios pero no pudieran producir contenidos (y viceversa los productores de contenidos), para no terminar como en el irónico ejemplo de la pizzería Google y que los canales de televisión argentinos no fueran el Canal Telefónica, el Canal Telecom, el Canal Claro y el canal cuarto operador telefónico.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el Viernes 31/10/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Todo el contenido publicado es de exclusiva propiedad de la persona que firma, así como las responsabilidades derivadas.







martes, 25 de febrero de 2014

Teoría de la Larga Cola... De Alguna Manera...

La teoría de la larga cola y la Ley de Medios...



Más allá del acierto o desacierto de quienes tomaron cada una de esas dos decisiones, que sólo podrán verse con el paso de los años, no habría que confundir WhatsApp o Facebook con internet, por un lado, ni a los diarios con el papel, por el otro. El mayor diario digital de Estados Unidos, www.huffingtonpost.com, también se vendió por poco más del 1% de WhatsApp.

Sea por internet o en papel, producir contenidos periodísticos es una actividad cada vez menos promisoria, mientras que las empresas que parecen lucir con un futuro infinito son las que comunican, tanto sea por internet (Google, YouTube, Facebook, Instagram o WhatsApp), por cable (Cablevisión, Fibertel), por satélite (DirecTV) o las telefónicas.

Una interface comunica, pero no enuncia, sólo es sujeto de enunciación aquel que produce contenidos. Y los que producen contenidos periodísticos profesionalmente y en gran escala, tanto sea en átomos o digitalmente, están en problemas.

Un caso emblemático es el del diario Libération, fundado por Sarte (sobre cuya inspiración se construyó Página/12), que directamente está a punto de cerrar después de ser durante más de cuatro décadas la más influyente voz de la izquierda en un país como Francia, donde la izquierda no es minoritaria. Pero el mejor ejemplo es que tres de los principales diarios en español del mundo, y el principal de Inglaterra, cambiaron al periodista que comanda sus redacciones durante el último mes. En El País de España, su director Javier Moreno le dejó su cargo al corresponsal en Washington, Antonio Caño. En El Mundo su director, el famoso Pedro J. Ramírez, dejó su cargo a Casimiro García-Abadillo, antes vicedirector del diario. Con un día de diferencia, Tony Gallagher editor en jefe del Daily Telegraph, dejó su puesto a su segundo, Chris Evans. Y en la Argentina, este jueves se anunció que Héctor D’Amico deja el puesto de Secretario General de Redacción, el principal sillón periodístico del diario La Nación, y lo reemplaza Carlos Guyot.

El caso de D’Amico merece un párrafo especial porque es el periodista que más ha mejorado una publicación existente. Sus 13 años al frente de la redacción de La Nación fueron los más exitosos en la historia contemporánea del diario. D’Amico continuará en un cargo corporativo en la empresa, pero la redacción pierde al más talentoso director de medios gráficos de las últimas décadas: previamente D’Amico había dirigido durante seis años la revista Noticias, durante otros dos, la revista Descubrir, y otros dos años fue subdirector de la revista La Semana, todas ellas de Editorial Perfil.

En el diario La Nación también asume un nuevo CEO, Guillermo Rivaben, ex CEO de Personal (Telecom), lo que para el diario El Cronista constituye un “enroque considerado estratégico del sector teniendo en cuenta que es la primera vez que un ejecutivo del mundo de las telecomunicaciones pasará a asumir funciones ejecutivas en un medio periodístico local”.

En cualquiera de los casos, queda claro que la producción de contenidos periodísticos ya no es lo que era, algo que en gran medida se explica con el gráfico que ilustra esta columna titulado Teoría de la Larga Cola. Es un concepto difundido por la revista Wired, especializada en vanguardia informática, que trata de explicar la microsegmentación que produce internet, donde sólo una mínima cantidad de jugadores (o contenidos) son verdaderamente masivos –en el gráfico representados por la cabeza y el cuerpo del animal–, y luego viene una infinita cantidad de productores o contenidos de los que cada uno obtiene apenas un pequeño fragmento de un atomizadísimo espectro representado por la larga cola. Con lo cual, casi nadie alcanza la masa crítica necesaria para construir estructuras profesionales de producción de contenidos –periodísticos en nuestro caso– del tamaño habitual de hace veinte años, cuando no existía la web.

La larga cola explica también la televisión actual y futura, donde poquísimos programas tendrán rating masivos, pero habrá cada vez más programas y canales enteros de fracciones de punto de rating.

La larga cola no es aplicable exclusivamente a las transformaciones que internet genera en el mercado de masas de la era industrial, sirve también para graficar la regresiva distribución de la riqueza (una ínfima parte de la población concentra la mayor parte de la riqueza mundial y miles de millones se aglutinan en la cola), y es una exacerbación de la célebre teoría de Pareto, donde casi siempre el 20% de un total equis concentraba el 80% de ese mismo total, pero recargada en esta era digital, dónde ahora es sólo el 5% (y a veces hasta menos) lo que concentra el 80%.

En este contexto, la Afsca comenzó la aplicación efectiva de la Ley de Medios aceptando el lunes pasado la mayoría de los planes voluntarios de adecuación, lo que completaría (hay dudas sobre si lo hará este lunes, como estaba previsto) con los restantes, donde la expectativa estará colocada en su dictamen sobre Telefe. 

Respecto del Grupo Clarín, a quien la Afsca le aprobó la estructura de su división en seis partes, resta definir lo más importante: quiénes serán los accionistas de esas seis empresas. Es vox populi que no habría ninguna desinversión real y que las seis empresas se dividirán entre los mismos accionistas, por lo que al ser una separación meramente formal es difícil predecir sus consecuencias. Pero, en cualquiera de los casos, aun dividido en seis –en realidad, en dos áreas importantes y cuatro otras secundarias–, el Grupo Clarín será una de esas pocas excepciones que sobrevivirán la era de la microsegmentación. 

© Escrito por Jorge Fontevecchia el Sábado 22/02/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.