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viernes, 9 de marzo de 2018

El día en que Reynaldo Bignone recibió a Estela de Carlotto... @dealgunamanera...

El relato más crudo…

 Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. Fotografía: Cedoc

El día en que Reynaldo Bignone recibió a Estela de Carlotto. En diciembre de 1977, la titular de Abuelas de Plaza de Mayo fue a pedirle al dictador que le devuelvan con vida a su hija.

© Publicado el miércoles 07/03/2018 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

En diciembre de 1977, el recientemente fallecido exgeneral y dictador Reynaldo Bignone recibía a la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, quien le reclamaba que le devolvieran con vida a su hija embarazada de tres meses. La respuesta no sólo fue negativa, sino que incluyó frases como "hay que hacerlo", en alusión al asesinato de la joven militante de la Juventud Peronista.

Lo peor fue cinco días después, cuando le devolvieron el cuerpo a la familia Carlotto de Laura, la hija de Estela. "Fue para mostrar eso del honor", narró la titular de Abuelas en una entrevista con La Nación en 2006. En 2014, poco antes de encontrar a su nieto Guido, Estela recordó la reunión con el entonces secretario de la Junta Militar y último presidente de la dictadura más sangrienta.

“Él ya era secretario de la Junta Militar. Antes de verlo, me sometieron a terribles controles de seguridad. Me recibió en su despacho, a solas, con un arma sobre el escritorio, como ridícula ostentación de fuerza”. Carlotto, quien conocía a Bignone, afirmó en el juicio de La Cacha que el día en que la recibió "enseguida noté que ese hombre era otra persona, muy distinta a la que había conocido en Castelar. Era algo así como un loco suelto”. 

Le conté mi drama. Reaccionó descontroladamente”, continuó Carlotto ante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal número 1 de La Plata. Luego, contó que Bignone le preguntó "señora, ¿en qué andaba su hija?”. “Fíjese, les hemos dicho que se entreguen voluntariamente y que les reducimos la pena y los ponemos, en esos casos, en cárceles especiales, que existen realmente. Yo le doy fe que existen… Pero no, no hay caso… Siguen y siguen”, le advirtió Bignone.

Tras la reunión, la presidenta del organismo de Derechos Humanos se fue sabiendo que lo peor podía pasar: “Yo le planteé que sólo le pedía que no me la mataran, que la pasaran a disposición del Poder Ejecutivo, que si había hecho algo… yo la iba a esperar, pero no me dio muchas esperanzas”.

En aquel encuentro de fines de 1977 con Carlotto, Bignone aludió a las diferencias entre las Fuerza Armadas argentinas y la persecución a los tupamaros uruguayos: “Nosotros no queremos que pase eso. Y entonces, ‘hay que hacerlo’”. Allí Carlotto tomó conciencia de que no volvería a ver a Laura. “Al decir ‘hay que hacerlo’ estaba diciendo una sola cosa: matarlos. Bueno, ahí me agarró la desesperación, cuando caí en la cuenta de las perspectivas reales que tenía Laurita por delante”, recordó la abuela de Ignacio Guido Montoya Carlotto.

"Esa conversación, más la experiencia vivida por mi marido -que veía cómo los mataban prácticamente al día siguiente del secuestro- me convencieron de que mi hija ya estaba muerta. Entonces le dije… 'Si ya la mataron, lo que quiero es que me devuelvan el cuerpo, porque quiero enterrarla cristianamente, para no volverme loca buscando en las tumbas NN”, relató Carlotto en el juicio de la Cacha. La respuesta de Bignone fue "deme más datos, cómo le decían, qué apodo de guerra tenía”.

Esa es la prueba evidente de que los mandos tenían toda la represión bajo su control… Salí de esa entrevista derrotada. Pero no lloré delante de Bignone, para nada. Ni le rogué, tampoco. Simplemente fui a pedir, con toda dignidad, por la vida de mi hija”.




domingo, 2 de noviembre de 2014

Lo que se hereda no se roba... De Alguna Manera...


Lo que se hereda no se roba...


La restitución del nieto 114, Ignacio Hurban (Guido Montoya Carlotto), pone en evidencia un vínculo esencial para la recuperación de la identidad: el de las Abuelas con la ciencia. Aquí, una breve historia sobre cómo se estableció el índice de abuelidad.

Laura Carlotto parió engrillada y encapuchada. Estuvo cinco horas con su bebé. Antes de que se lo robaran, le susurró al oído: "Guido, como tu abuelo". Entonces la durmieron, la trasladaron y la mataron de espaldas. Treinta y seis años después, Estela de Carlotto se sentó en conferencia de prensa, miró de frente y anunció satisfecha: "Se cumplió lo que dijimos: ellos nos van a buscar". 

Los genes y la cultura separaban a Ignacio Hurban de sus padres adoptivos. Cuando la duda se volvió insoportable, mandó un mail a las Abuelas de Plaza de Mayo. Se hizo los análisis y la sangre lo confirmó: era el nieto 114. Era Guido Montoya Carlotto. Él había buscado; la ciencia lo había encontrado. 

Muchos años antes, las Abuelas habían entendido que sus hijos no volverían, que había que buscar a los nietos. Se escondían a la salida de las escuelas y se disfrazaban de enfermeras en los hospitales. Tomaban el té en Las Violetas y se exponían al desprecio en las comisarías. Se esperanzaban y se derrumbaban. Predicaban en el desierto: los diarios les cerraban la puerta, los jueces las echaban del despacho. La Argentina era un lugar claustrofóbico, así que salieron al mundo para buscar ayuda. Denunciaban las desapariciones y el robo de bebés, pero también pensaban en cómo saltar el eslabón perdido -sus hijos- para encontrar a sus nietos cuando volviera la democracia. Científicos de Francia, España, Italia y Suecia les dijeron que era imposible: las identificaciones se hacían con pruebas de paternidad. 

En 1982, cuando Chicha Mariani (primera presidenta de Abuelas) y Estela (su vice) llegaron a Nueva York para contar lo que pasaba en la ONU, Víctor Penchaszadeh se reunió con ellas en un hotel de la Avenida Lexington. El genetista exiliado, que había soñado con el Hospital de Niños en el Sheraton Hotel, escuchó el pedido. Ansioso por invertir la carga de una ciencia asociada al nazismo de probeta, les contestó que sí. Reunió a sus colegas de la Universidad de Berkeley con Fred Allen -del Blood Center de Nueva York- y con un equipo de estadísticos, epidemiólogos y matemáticos, coordinados por la genetista Mary-Claire King, y se cargó el desafío: determinar la filiación de un niño con la sangre de sus abuelos. En 1983 les dijeron a Chicha y Estela: "Sí, es posible. Y sí, es infalible".El "índice de abuelidad" se armó primero para los cuatro abuelos, después para tres, después para familiares menos directos. Terminaba la dictadura y empezaban los ensayos en el país. 

Pero el camino era sinuoso. El laboratorio privado más conocido estaba dirigido por un perito de las Fuerzas Armadas. Como Abuelas no quería saber nada, la Secretaría de Salud porteña derivó los exámenes al servicio de Inmunología del Hospital Durand. La primera restitución con técnicas inmunogenéticas fue en el 84. El reencuentro de Elsa Pavón con su nieta Paula Logares, de siete años, empezó difícil. Hasta que la abuela le recordó cómo le decía de chiquita a su papá: Calio. Paula puso la voz que ponía entonces, se largó a llorar y se quedó dormida. 

Aun preguntándose si estaban haciendo bien, las abuelas y los familiares que acompañaban siguieron adelante. Impulsaron el proyecto para un Banco Nacional de Datos Genéticos, sancionado en 1987 y reglamentado en 1989. Sería uno de los tesoros más valiosos de la Argentina: archivaba la sangre de los familiares que aceptaban compararse con quienes dudaban de su identidad. 

"Éramos como cobayos", grafica el secretario Abel Madariaga en el magnífico documental 99,99%. La ciencia de las Abuelas. "Me sacaron como medio litro de sangre, había que hacer muchísimas pruebas". Pero así fueron apareciendo su hijo Francisco y muchos otros niños y adolescentes que supieron quiénes eran en realidad. La arquitectura legal terminó de armarse en 1992 con la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad: si el Estado los había desaparecido, el Estado debía encontrarlos. 

En busca del ADN

Todo era artesanal al principio. Los exámenes se centraban en grupos sanguíneos, antígenos linfocitarios y enzimas, explica Daniel Corach, que aprendió las técnicas de King y creó el Servicio de Huellas Digitales Genéticas de la UBA. Y los análisis se hacían por hemólisis, reacciones que enfrentaban los glóbulos rojos del donante con anticuerpos específicos. En 1985 empezó a cambiar el paradigma, con la publicación de las técnicas de ADN descubiertas el año anterior en Gran Bretaña. La revolución llegó al país en los noventa, cuando los genetistas se metieron más adentro de la sangre. El panorama parecía inabarcable -hay 25.000 genes en una persona-, pero ellos hicieron foco en doce sitios o marcadores. "Sus características moleculares y genético-poblacionales los hacen ideales para las identificaciones, por su alta variabilidad: las chances de que dos personas que no están emparentadas tengan la misma constelación de marcadores es extremadamente remota", precisa Corach. Pero la técnica seguía siendo manual: había que extraer, cortar, separar y exponer fragmentos de ADN. Cada paso tardaba un día; el proceso completo, varias semanas. 

La historia se aceleró con los secuenciadores, robots que obtienen perfiles genéticos completos. Para el 98, cuando Corach tuvo el primero, ya se había extendido la reacción en cadena de polimerasa, una técnica que copia y amplifica las zonas de interés informativo. El secuenciador trabaja en las cadenas con un capilar de cincuenta micrones de diámetro, mientras un láser identifica los fragmentos. Todo se codifica en una cadena alfanumérica. En apenas media hora pueden correr muestras de ocho personas distintas. Aunque cambiaron las técnicas, el índice de abuelidad -que abrió nuevas perspectivas para la criminalística, el abordaje de catástrofes y la genética forense- sigue siendo crucial para determinar el parentesco. 

Cuando alguien con dudas sobre su identidad entra al BNDG, le toman fotos, huellas digitales y un consentimiento firmado. Le sacan sangre en un box de extracción y el material se analiza en distintas áreas: ADN mitocondrial, nuclear, cromosomas sexuales y biología molecular. El perito a cargo no conoce los expedientes. Trabaja con números y códigos, sin nombres ni apellidos. Los procesos se repiten y ratifican con análisis estadístico. 

Desde el 2009, el BNDG está en la órbita del Ministerio de Ciencia nacional. La inminente mudanza a la nueva sede de Córdoba 831 provocó un conflicto con algunas organizaciones de derechos humanos y con la actual directora, Belén Rodríguez Cardozo. Creen que el traslado pondría en riesgo el equipamiento, los perfiles genéticos, las muestras biológicas y los archivos. "Las altísimas medidas de seguridad que se pondrán en vigencia serán incomparablemente superiores a las que rigen en la sede del Hospital Durand", prometen en el Ministerio. Penchaszadeh, que volvió al país en 2007, es uno de los coordinadores del traspaso. 

Ignacio es Guido

Con o sin polémica, la nueva ley es un paso adelante: regula los allanamientos, fija la obligatoriedad de los exámenes y confirma la imprescriptibilidad de los crímenes."Que exista un chico desaparecido nos afecta a todos", suele explicar Carlotto. Ese chico, recuerda, lleva la prueba del delito en la sangre. En el caso de Igancio el proceso "fue rápido porque la familia con la que había que comparar el ADN estaba completa, tanto paterna como materna. Los antropólogos forenses que habían encontrado los restos del papá ya habían mandado las muestras al Banco".  

Porque Ignacio supo quién fue su madre, pero también su padre: Walmir Oscar Montoya, montonero como Laura, desaparecido en noviembre de 1977. Hortensia Ardura, la otra abuela, también recuperó a un nieto. Nada de esto hubiera sucedido si Estela no mandaba a exhumar el cuerpo de su hija en 1985, cuando el texano Clyde Snow -un antropólogo texano de botas y sombrero, traído por la organización- miró las estrías en los huesos de la pelvis y le dijo: "Estela, tú eres abuela". Así también supo que su hija se había resistido (tenía un brazo quebrado) antes de que la mataran de un disparo en el cráneo. 

En esa escena de dolor y esperanza estaba el otro gran aporte de las Abuelas a la ciencia argentina. Snow forjó al Equipo Argentino de Antropología Forense: jóvenes que entraban casi a las escondidas en los cementerios y pasaban tanto tiempo entre huesos y balas que terminaban comiendo choripán en las fosas. Snow, que murió en mayo de este año, les enseñó a reconstruir el tormento de los secuestrados y a desarticular el relato de las muertes en enfrentamientos. Si había un balazo en la parte superior de la cabeza, era un asesinato. Si había un cajón de nene con ropa pero sin huesos, era una muerte fraguada y, entonces, una esperanza. Esos jóvenes hoy son profesionales admirados, que reponen identidades en todo el mundo. 

"No existe la posibilidad de cambiar, suplantar o suprimir la identidad sin provocar daños gravísimos en el individuo -recuerdan las Abuelas-. Perturbaciones propias de quien al no tener raíces, historia familiar o social, ni nombre que lo identifique, deja de ser quien es sin poder transformarse en otro". 

Para lograrlo, el secreto está en los genes, que se preservan durante siglos. Una buena noticia para las 312 familias que necesitan respuestas: cuando las Abuelas ya no estén, las van a seguir encontrando. 

© Escrito por Pablo Corso el Domingo 02/11/2014 y publicado por el Diario La Nación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Todo el contenido publicado es de exclusiva propiedad de la persona que firma, así como las responsabilidades derivadas.





martes, 5 de agosto de 2014

Estela de Carlotto recuperó a su nieto Guido... De Alguna Manera...


Estela de Carlotto, tras recuperar a su propio nieto: "Esto es un premio para todos"

La presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo brindó una conferencia de prensa tras la identificación de Guido, apropiado durante la Dictadura.

La presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo brindó una conferencia de prensa tras la identificación de Guido, apropiado durante la Dictadura. "Me llamó Cristina, llorando". 

Anunció la recuperación de un centenar de nietos, hasta que tocó confirmar el propio. "Esta alegría enorme que me brinda hoy la vida. Pude encontrar lo que busqué y buscamos", exclamó Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, durante una conferencia de prensa en la que confirmó que, horas antes, había encontrado a su nieto apropiado durante la Dictadura.

Guido Montoya

"Yo no persigo más que justicia, verdad y esto que vivimos hoy, que es el encuentro de los nietos", celebró Carlotto. "Esto es un premio para todos", añadió. 

Guido Carlotto es hijo de Laura Carlotto y Oscar Montoya, militante montonero de Caleta Olivia. Nació luego que su madre fuera secuestrada y asesinada por la última dictadura cívico-militar.

La titular de Abuelas se refirió a algunas de sus sensaciones en torno a la restitución del primogénito de su hija. "Que Laura, que pronto se van a cumplir años de su asesinato, sonría desde el cielo y me repita lo que ella sabía antes que yo: 'mamá, ganaste'", consideró. "Me diría 'mamá, ganaste una batalla larga'", siguió.

"Ya tengo a mis 14 nietos conmigo", celebró. "La silla vacía va a estar con él. Los portarretratos vacíos van a tener su imagen", expresó la mujer, visiblemente emocionada por el hallazgo.

"Ya lo he podido ver, es hermoso. Es un artista, un chico bueno", contó sobre Guido. Emocionada, se animó a expresar: "Dicen que se parece a mí".​

"Le mandó un mensaje a mi hija, Claudia. Le dijo que estaba muy bien y feliz, y que ya nos íbamos a ver", relató.

No obstante, aclaró: "No podemos dar muchos mas detalles". En este sentido, Carlotto pidió "que no lo molesten". "Está muy conmocionado", argumentó.

No fue el único. Según contó Carlotto, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner la llamó para felicitarla. "Me llamó Cristina, llorando", contó.​

Mensajes. Hacia el final de la conferencia, la titular de Abuelas comentó: "Esto es para los que dicen 'basta', los que pretenden que olvidemos".

"Esto es una reparación para él, nuestra familia y para la sociedad en su conjunto", aseguró. 

"Hay que seguir buscando a los que faltan".

"Hay que decir gracias, gracias a Dios, a la vida. No quería morirme sin abrazarlo", dijo, y afirmó: "Esto es un gran triunfo de los argentinos".

Encontraron al nieto de Estela de Carlotto, apropiado por la Dictadura.

La presidenta de Abuelas lo buscó por 35 años y en el camino identificó a más de cien hijos de víctimas de la represión militar.

Histórico. Identificaron al nieto de Estela de Carlotto, la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, informó la agencia Télam.

Durante 35 años, Carlotto llevó adelante una incansable lucha por encontrar al hijo de su hija Laura, secuestrada en noviembre de 1977 y luego asesinada, en plena dictadura militar.

Según las primeras versiones, se trata de un músico oriundo de Olavarría, quien se acercó voluntariamente a hacerse un examen de ADN, y todavía no se encontró con su abuela biológica.

Guido es el 114º nieto recuperado y se suma a la restitución, anunciada en febrero, de la hija de Oscar Rómulo Gutiérrez y de Liliana Isabel Acuña, secuestrados el 26 de agosto de 1976.

Laura Carlotto fue secuestrada por la dictadura en 1977 y luego asesinada. El bebé nació en junio de 1978 y fue bautizado Guido, como su abuelo, y tenía nacionalidad argentina e italiana. 

© Publicado el Martes 05/08/2014 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.