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sábado, 20 de septiembre de 2014

El hombre a quien respetan los peces... De Alguna Manera...


El hombre a quien respetan los peces...


El biólogo y fotógrafo Manu San Félix es uno de los más famosos defensores de los océanos. Gracias a su espectacular trabajo, las praderas de posidonia de Ibiza y Formentera fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad.

A bordo del ferry que une Ibiza con Formentera, el pasajero descubre, incluso antes de haber pisado alguna de sus playas, que es cierto lo que se dice de ella: la isla es un lugar paradisiaco. Según se aproxima el barco a puerto, el color del agua cristalina se vuelve más azul y se intuye la exuberante vegetación que crece en el fondo, unas plantas llamadas posidonia oceánica. Una vez en tierra firme, y a dos pasos del lugar donde echa marras el ferry, se halla el centro de buceo Vellmarí, en La Savina, un concurrido punto de encuentro del pueblo. Vellmarí no es una escuela normal, y no lo es porque al frente de la misma se encuentra un tipo excepcional. Se llama Manu San Félix y es un rebelde, un hombre que desafía las normas. Precisamente, por eso, la marca relojera TAG Heuer le nombró embajador de la firma en 2012.


Aunque nació en Madrid en 1964, no es fan del asfalto. Convencido de que el mar era su auténtica pasión, decidió estudiar Ciencias Biológicas y, posteriormente, amplió su formación en el Laboratorio de Biología Marina de Valencia. Con 17 años ya había conseguido su primer título de buceo y, actualmente, casi pasa más tiempo dentro que fuera del agua. "Suelo realizar entre 250 y 350 inmersiones al año", apunta. Menos de las que sumaba tiempo atrás porque los equipos modernos permiten inmersiones más largas. En Formentera (donde reside desde hace un par de décadas) lleva a cabo muchas de ellas, pero en su carrera bajo el mar no hay límites. "Todavía no sé hasta dónde puedo llegar, no soy codicioso, pero sí ambicioso, hay que pretender hacer cosas grandes, y para conseguirlo es necesario trabajar y trabajar. Me tomo muy en serio mi pasión", señala.

San Félix conoce como la palma de su mano los principales mares y océanos gracias a su trayectoria como operador submarino en informativos y series de Televisión Española, donde trabajó a mediados de los 80. Todas las piezas del puzle encajaron cuando National Geographic se puso en contacto con él. "Cuando me llamaron fue como si toda mi vida cobrara sentido, ahora las disciplinas que domino encajan a la perfección", confiesa orgulloso.
Trabaja como director de Fotografía submarina de la revista y sus documentales se pueden ver en el canal de televisión. Su última expedición tuvo lugar el pasado mes de abril en Mozambique. "Ahora estoy involucrado en un proyecto que dirige Enric Sala, un biólogo de Gerona [explorador Residente de la Sociedad National Geographic]. Es una idea 100% suya, brillantísima, que consiste en aumentar el número de mares y océanos protegidos, que no alcanza ni el 1%. El objetivo es ir a zonas con nula influencia del ser humano y el producto que resulta es un documental y un informe científico importante", sostiene.

El firme propósito de San Félix es defender con uñas y dientes el ecosistema. Él no se conforma, se enfunda su traje de neopreno de camuflaje y trata de pasar inadvertido entre la fauna marina del lugar donde se encuentre, quizás para no alterar ni un ápice el devenir de las profundidades. Él quiere ser testigo de excepción, quiere mostrar al mundo terrestre lo que pasa cuando no se hacen las cosas bien. Porque San Félix, además de dedicarse a la exploración y la conservación, es divulgador y desea remover conciencias. "Trato de buscar imágenes espectaculares y que, al mismo tiempo, cuenten y muestren cosas que son evidentes. Me gusta la biología como se hacía a la antigua usanza, que estaba basada en la observación. Mucho de eso se está perdiendo porque se debe demostrar, tienes que empezar con números, medidas, parámetros... Pero hay cosas que no hay que demostrar, solo observándolas se ven", defiende.

Las praderas de posidonia.

 Las praderas de posidonia.

Luchador imbatible.

Uno de sus méritos ha sido su involucración para conseguir que la Unesco declarase Patrimonio de la Humanidad las praderas de posidonia del Parque Natural de Ses Salines de Ibiza y Formentera. Pero, ¿por qué son tan importantes? "Es una especie que está solo en el Mediterráneo, y que, para mí, tiene una capacidad superdotada. Colonizó miles de hectáreas de los fondos poco profundos del Mediterráneo, sobre todo en Baleares, y es capaz de condicionar y definir el medio submarino, incluso del terrestre inmediato a la superficie. Lo consigue porque tiene una capacidad bestial para depurar, es un increíble agente limpiador y, además, frena el oleaje, de modo que todo el sedimento se deposita sobre las praderas, por eso el agua aquí es más limpia", explica. Son una especie extremadamente sensible a la alteración de la calidad del agua. "Los seres humanos vertemos millones de litros de agua sin depurar, que destroza la pradera. Es como cuando alguien no para de fumar, está llenando sus pulmones de alquitrán", prosigue.

Las praderas no son su única debilidad, San Félix siente pasión por los tiburones y, para que quede constancia, en su espalda luce un discreto tatuaje con la figura del pez más temido del océano. "Hemos crecido educados con el terror hacia ellos. Sin embargo, esta percepción está cambiando. Ahora sabemos que no son máquinas de matar, bajo el agua mantienen la distancia con el buceador, sorprendentemente nos tienen miedo. La única forma de tener uno cerca es aprovechar esos momentos en los que se alimenta o bien usar un cebo, el olor del pescado muerto agudiza su audacia y curiosidad", apunta al tiempo que se indigna ante una gran paradoja: "En muchos lugares del mundo es ilegal cebar a los tiburones y atraerlos para fotografiarlos, pero es legal cebarlos para matarlos".

Mientras espera su próxima expedición pasa sus días en Vellmarí, junto a su mujer y sus tres hijos (de 17, 14 y 7 años). Es un hombre familiar, nada solitario. "El único momento que disfruto estando solo es cuando estoy debajo del agua. Me encantan las luces, los paisajes, el misterio del mar... En imágenes es espectacular", relata. San Félix es conciente de la importancia que tiene utilizar un reloj como medida de seguridad para vigilar la inmersión. "Lo uso, sobre todo, cuando buceo a pulmón, en apnea es importantísimo el control del tiempo", asegura. Curiosamente, cuando debutó como buceador hace 30 años, el reloj que se compró fue el primer modelo de la línea Aquaracer de TAG Heuer. Ahora está inmerso en la escritura de un libro sobre las praderas, pero le falta tiempo para gestionar tantos frentes abiertos. Y eso que, en el buceo, todo ocurre a una velocidad diferente, a cámara lenta.

© Escrito por María Tapia el Viernes 19-09-2014 y publicado por el Diario El Mundo de la Ciudad de Madrid, España. http://www.fueradeserie.expansion.com