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domingo, 24 de enero de 2021

Yacimientos Petrolíferos Fiscales. ¡Vamos por Todo!... @dealgunamanera...

 "Vamos por todo"… 


‘Súper’... Guillermo Nielsen. Dibujo: Pablo Temes

La designación de un “pingüino puro” al frente de la petrolera estatal asegura otra “caja” al cristinismo.

© Escrito por Nelson Castro el sábado 23/01/2021 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos. 

Fue este el eslogan con el cual, de manera obscena, el kirchnerismo hizo sentir su poder durante los largos 12 años que duró su primera experiencia gobernando. Fue esa una marca de aquel kirchnerato hoy redivivo. Lo inquietante es que nada de aquello ha cambiado. Los hechos lo confirman día tras día. 

Nada que sorprenda. El episodio convalidante de esta semana fue el desplazamiento de Guillermo Nielsen de la presidencia de YPF. Algún día se sabrá con exactitud por qué el renunciado funcionario, al que se le concedió el premio consuelo de la embajada en Arabia Saudita, aceptó ese cargo, que era apetecido por Cristina Fernández de Kirchner desde el vamos. Era y es sabido que la ex presidenta en funciones nunca tuvo ningún sentimiento de afecto hacia el doctor Nielsen. Más bien, todo lo contrario. Su veto fue decisivo para bochar su designación como ministro de Economía. Y por eso le coparon la empresa con dirigentes de La Cámpora, con los que casi no se hablaba, en el marco del loteo de cargos que se le impuso a Alberto Fernández. 

El principal factor que transforma YPF en objeto prioritario del kirchnerismo es el de ser una fuente enorme de dinero. Es lo que en la política se llama “la caja”, que para el kirchnerismo es una herramienta clave para la obtención de fondos destinados a la campaña electoral. Son también “cajas” el PAMI y la Anses. En ambos organismos, los cargos ejecutivos son ocupados por gente de La Cámpora. Como se ve, nada es casualidad sino causalidad. Néstor Kirchner usaba “la caja” para cooptar y/o someter a gobernadores, intendentes, legisladores, dirigentes sociales y organizaciones de diverso tipo.   

El nuevo presidente de YPF, Pablo González, no tiene la menor experiencia en el tema hidrocarburífero. Su principal  “mérito” es ser una especie de ahijado de Néstor Kirchner. Un auténtico soldado del ex presidente y un agradecido de la familia. Las voces en ese sentido son mayoría y concluyentes. 

El ex mandatario lo inició en política en el año 2000. Fue subsecretario de Recursos Tributarios de Santa Cruz durante cuatro años. Fiscal de Estado desde 2003 hasta 2007, cuando asumió como ministro de Gobierno de Daniel Peralta. Elegido diputado provincial, en julio de 2008 fue designado jefe de Gabinete provincial. Luego fue senador nacional y en 2015, vicegobernador de Alicia Kirchner. Su único antecedente en el rubro energético se registró a mediados de los 90, cuando fue director de Distrigas SA, la firma que distribuye el gas natural en Santa Cruz. 

“Acá nos conocemos todos desde hace años. Lo que aprendió en su paso por Distrigas es la gestión administrativa de la extensión de servicios de la red doméstica y que los caños eran de color amarillo”, dijo un político santacruceño que fue testigo de su ascenso. 

“Íbamos a los mismos lugares cuando éramos chicos. Es un abogado corto de palabra que no podía siquiera sostener las entrevistas amigables de los medios locales. Pero tiene lo único que Cristina y Máximo necesitan en este momento: fidelidad y devoción. Es un pingüino puro sin conocimiento del sector energético pero que entiende a la perfección la lógica del manejo del poder que ejerce la familia Kirchner. Con la salida de Nielsen, Máximo podrá terminar de consolidar la hegemonía de La Cámpora en YPF y Cristina eligió a la persona correcta para esa tarea. No es una casualidad en cuanto a la dimensión de poder expansivo: El PAMI, la Anses, Aerolíneas Argentinas y ahora YPF son las cajas millonarias que necesitan para hacer política”, agrega otro hombre de Santa Cruz. 

El poder y su laberinto. El malestar dentro del Frente de Todos continúa. El apoyo del ala albertista hacia su jefe sigue siendo incondicional pero ya no hay tanto esmero en disimular las críticas. El último episodio que detonó el equilibrio interno fue la ratificación de Victoria Donda como titular del Inadi. “Los medios tienen la costumbre de señalar a CFK como la culpable de todos los males o de las decisiones polémicas, pero fue Alberto. Él decidió sostenerla aun cuando varios funcionarios le dijeron que no debía continuar. Y no es solo Donda; últimamente los errores de la diaria que llegaron a los medios fueron por apuro suyo. Si él no se controla, qué podemos esperar de Kicillof, Daniel Gollán o Kreplak, que encima no tiene espalda para sostener las pavadas que dice”, se quejó uno de los hombres del Presidente. 

No fue el de Victoria Donda y su desvergonzado uso de los recursos del Estado el único episodio que desacomodó a Alberto Fernández. También lo fastidió la insólita carta de salutación que el canciller Felipe Solá le envió al flamante presidente de los Estados Unidos, Joseph Biden. Los desaguisados de Solá tienen ya la suficiente envergadura como para que AF lo hubiera removido del cargo sin necesidad de ninguna explicación. 

Lo inaudito es que permanezca en funciones. “El problema es, que si lo echa, corre el riesgo de que el cargo vaya a parar a las manos de un miembro de La Cámpora designado por Cristina”, se sincera un funcionario con despacho en la Casa Rosada.   

Mientras tanto, el plan de vacunación suma cada semana nuevos capítulos de un derrotero errático. Hemos pasado de las dudas expuestas por la viceministra Carla Vizzotti sobre la disponibilidad de vacunas a la afirmación del ministro González García de que habrá 51 millones. De las 5 millones de dosis anunciadas por el Presidente para fines de enero, a 6 mil que llegarán el martes. “No se puede trabajar con tanta desorganización”, reconocía un dirigente de La Cámpora con funciones en Aerolíneas Argentinas, ante las dificultades que se presentan para la organización de los vuelos que deben ir a buscar las vacunas.   

Apalancado en el impacto de la pandemia, el Presidente decidió avanzar en la suspensión de las PASO, proyecto al que acompañan no solo gobernadores del FdT sino también de JxC. Las PASO deben hacerse en agosto, cuando, según las predicciones del Gobierno, una mayoría de la población ya debería estar vacunada contra el covid-19. ¿Y entonces? 

Tanto zigzag y falta de fundamentación en las decisiones de AF hacen recordar la frase de Groucho Marx: “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados. 

Producción periodística: Santiago Serra.






domingo, 22 de abril de 2012

Regocijados... De Alguna Manera...

Regocijados...


Estamos chochos. Contentos con nosotros mismos, orgullosos por lo que recuperamos, con nuestra autoestima más alta que nunca. En el regocijo se anotan todos, kirchneristas y radicales, socialistas y post comunistas. El caso de los radicales es asombroso: resignados a la trampa nacionalista, y dispuestos a jugar dentro del brete en el que (una vez más) los coloca el peronismo, le regalan a Macri el centro de la alternativa opositora.

Esa embriaguez es una reiterada experiencia, porque ya la vivimos varias veces en las últimas décadas, pero nuestro disco rígido no nos falla. Una vez más, con banderas agitadas y puños en alto, nos reconfortamos en nuestra virilidad nacional. Convencidos de que, desde el aceite hirviente arrojado a los ingleses en 1806, nos la hemos pasado combatiendo a perversos enemigos de ultramar, una vez más la camiseta nos une y borra los matices. Atrapados sin salida en una metafísica de la confrontación eterna, somos apenas temporalmente cordiales, hasta que nos sale de adentro una hostilidad fiera y llamativa, nuestra verdadera e invariable personalidad. Nutridos del alimento existencial del conflicto, sólo en él estamos cómodos, asumiendo que estar aislados es un mérito incuestionable. No sabemos manejarnos sino mecidos por las oleadas crueles de la disputa. En ella nos significamos y nos reconocemos.

Desde el fondo de la mirada nacional surge un agrio irredentismo, hojarasca nacionalista motorizada por el combustible de una voracidad ostensible por los bienes ajenos. No queremos procesar de modo civilizado transferencias patrimoniales lógicas y normales en todas partes. El debido proceso es, aquí, apenas una delicadeza sutil, pero exenta de efectividades conducentes: la Argentina “recupera”, a lo macho y, si fuera posible, con prepotencia hiriente. Lo de 1982 en las Falkland-Malvinas es un auténtico paradigma, como la roja Ferrari Testarossa del Menem de los noventa, hoy (claro está) kirchnerista: lo que yo deseo es mío-mío, y después ¡andá-a-cantarle-a-Gardel! Este notable y poderoso rasgo identitario del país está condenado a los tiempos cortos. Carece de proyección porque la propia realidad así lo determina y, además, porque la Argentina es así por su tenaz negativa a vérselas con la realidad.

El Gobierno, por ejemplo, fue hace dos semanas a la cumbre presidencial de Cartagena alentando públicamente la infundada expectativa de que los Estados Unidos lo respaldarían en su reclamo malvinero. No leen las noticias o gozan autoengañándose, a la par que cierran los ojos. El 13 de ese mes el secretario británico de Relaciones Exteriores, William Hague, se convirtió en el primer jefe de la diplomacia del Reino Unido invitado a realizar una visita personal a la superconfidencial Agencia Nacional de Seguridad (NSA) de los EE.UU., ente tan sensible y casi clandestino que su mera existencia hasta hace poco no era admitida en Washington. Días más tarde, en el curso de su visita a los EE.UU., el británico David Cameron se convirtió en el primer jefe de gobierno extranjero invitado a volar a bordo del ultrasecreto Air Force One con el presidente Barack Obama, que lo llevó a Ohio para presenciar juntos un partido de básquetbol.

¿Malvinas?

Al igual que Galtieri en 1982, la Argentina de 2012 se sigue riendo del mundo y de la realidad, actividad divertida y relajante, pero deprimentemente estéril, mientras que los brasileños preparan el Mundial de Fútbol de 2014 y las Olimpíadas de 2016 con sólida seriedad nacional, la que prefieren en lugar del folclore populista. La presidenta Dilma Rousseff inauguró hace pocos días el desembarco científico-tecnológico de su país en la gran feria alemana de Hanover, presentando al mundo su programa Ciencia sin Fronteras. En vez de autorrecluirse, como disfruta hacerlo el arcaico aislacionismo argentino, Brasil se abre a un escenario mundial de enorme competitividad, con audacia y, sobre todo, con inteligencia. Este nuevo programa de becas habrá situado a fines de 2015 a más de cien mil brasileños (la mitad cursando sus doctorados) en las mejores universidades del mundo, donde durante un año se perfeccionarán en temas seleccionados por el Estado: biotecnología, ciencias oceánicas e ingeniería del petróleo, calificados por Brasilia como esenciales para el futuro de la mayor economía latinoamericana. 

Costo del programa: 1.650 millones de dólares, con una cuarta parte a cargo de empresas privadas, y el resto de los contribuyentes. De esos cien mil, los Estados Unidos ya aceptaron 20 mil estudiantes, mientras que el resto irá a universidades de Gran Bretaña, Francia, Alemania e Italia, que tomarán entre seis y diez mil cada uno. No es una idea fundacional de Roussef y el programa tampoco fue anunciado en comparsa lamentable, mientras la hinchada se proclamaba “soldados de Dilma”. Es una política nacional, que se despliega desde los años sesenta, durante los cuales el Estado pagó con sus recursos los estudios de doctorado (PhD) de los graduados brasileños en áreas elegidas: exploración petrolera, investigación agrícola y diseño de aviones. En todas esas aéreas, Brasil es hoy líder mundial.

El problema es que ellos, pobres desgraciados, no tienen líderes como Cristina, funcionarios como De Vido, empresarios como los Esquenazi, ni ideólogos como Kicillof. La Argentina es diferente, entre otras cosas porque una mayoría de sus habitantes vive fascinada con el poder de las ilusiones, y –sobre todo– con la irresistible seducción de las propias mentiras. Existencialismo notable y a menudo amoral, su verbo clave es “recuperar”: Malvinas, hielos continentales, Beagle, deuda externa, Obras Sanitarias, Correo, AFJP, Aerolíneas, ahora YPF. Con una rareza antropológica: entregamos para recapturar luego lo regalado. Pasó antes de 1989, cuando los peronistas se opusieron a las privatizaciones parciales y reguladas de Aerolíneas y ENTel impulsadas por Raúl Alfonsín, para luego entregarlas ellos, sin controles y de manera corrupta. Línea de argumentación idéntica: somos así, acostúmbrense, porque no vamos a cambiar.

© Escrito por Pepe Eliaschev y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 21 de Abril de 2012.