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domingo, 2 de agosto de 2015

El odio… @dealgunamaenra...

El odio…


Nike es la cultura”, cantaba el Indio Solari en los 90 (“Vas corriendo con tus nikes / Y las balas van detrás / Lo que duele no es la goma sino su velocidad...”). Tiempos de pizza, champán y “zafar”, palabra clave del menemismo. ¿Cuál será la del kirchnerismo? “Justicia”, como reclamo y reparación, fue la más escuchada en alta voz. Frente a tribunales, en los actos de la AMIA, en las marchas por Nisman. Ni olvido, ni perdón, “justicia” dicen los familiares de las víctimas en la tele. “Pido justicia”, “quiero justicia”. “espero justicia”. 

“El odio es la cultura”, sería la canción de estos años (“Vas persiguiendo la justicia/ y los delincuentes van detrás/ lo que mata no es la verdad sino la impunidad”). Se ve en el fútbol. De tanto odiar al visitante se lo hizo “desaparecer” y los barras empezaron a odiarse entre ellos. Se lee en las crónicas policiales. El robo de un auto o un celular acaba en asesinato aun cuando la víctima no se resiste. O cuando linchan a un ladrón, o le dan una paliza brutal a un pibe en la puerta de un boliche. Se escucha en la calle. Dos autos que se rozan, un piquete que corta, y del odio salta una chispa que incendia todo.

En los foros de las redes sociales, en el maltrato personal, en la violencia de género. El odio que se transpira hierve en un río de lava espesa que corre por debajo de nuestra historia. Ciega, quema, desangra, destruye. ¿Desde cuándo? ¿Eramos así? ¿Fuimos siempre así?

Sé de un hombre grande que recuerda cuando, siendo un niño, los que regalaban juguetes de la fundación Evita se lo negaron porque, le dijeron, “tu papá no es peronista”. Y sé también que el dirigente sindical Julio Piumato estuvo casi siete años en la cárcel durante la dictadura, al mismo tiempo que otros delegados gremiales peronistas, como Gerardo Martínez, de la Uocra, eran informantes de los servicios de inteligencia de los militares y denunciaban a sus compañeros. Y sé de un hombre perseguido por el “vigilante político” de su barrio porque no quería llevar luto cuando murió Evita. Y sé que después de 1955, se prohibió hasta nombrar a Perón.

En el fondo de esa memoria hay un cruce de odios ancestrales. Perón, militar golpista, admirador del fascismo, derrocado por un golpe de Estado militar, se transforma en un símbolo civil de las fuerzas democráticas para enfrentar a la dictadura. El odio reencarnó con el matrimonio Kirchner, colaboradores, aprovechadores o cómplices según se mire de la dictadura militar, reconvertidos luego en “heroicos” millonarios liberadores de pobres. La peronista, como toda telenovela, se funda en la necesidad de recrear el odio para dividir y reinar con amor.

Miren el aviso de campaña. El peronista Felipe Solá acusa al peronista Aníbal Fernández de promover a los narcos. La vieja consigna “Liberación o dependencia” actualiza su sentido en el “Drogas sí o no” que propone Solá. Pero en octubre los verás a todos –Boudou, De Vido, los señores feudales de las provincias, Forster, González, Verbitsky, Menem, los que antes privatizaron y luego estatizaron YPF, Aerolíneas, y en el trámite se quedaron con la diferencia–, a todos los que decían odiarse, votando a Scioli y Karina, en fotos que evocan a Perón y Evita, a Néstor y Cristina, en nombre del amor.

El cóctel del odio se toma para olvidar. Lleva dos cucharadas soperas de traición y de promesas incumplidas que se revuelven como fracaso en más de un 25% de amargo obrero desocupado. Otro poco de ilusión perdida que deja en la boca ese criollo sabor a frustración, y una medida del deseo de lo que hasta ahora nunca jamás sucedió.

Cada día, en algún momento, la realidad te saca el increíble Hulk que todos llevamos dentro. Porque mueren pibes desnutridos, o se los condena a la miseria infinita, al paco, a la violencia, al crimen organizado, a morir por un celular, por viajar en tren, por querer vivir. Y encima, cada mañana, personajes miserables como Aníbal Fernández, Kunkel o Diana Conti hablan y echan odio a la inflamable hoguera del dolor.

© Escrito por Carlos Ares, Periodista, el sábado 25/07/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

martes, 26 de junio de 2012

El límite de la realidad… De Alguna Manera...

El límite de la realidad…

 Hugo “Grizzly”. Dibujo: Pablo Temes.

La Plaza de Mayo del miércoles podría convertirse en el inicio de un tiempo distinto. La soledad de CFK y su crisis personal.

En la histórica Plaza de Mayo suelen parirse los nuevos escenarios políticos. El miércoles, ese territorio de las asambleas populares puede dar a luz el poskirchnerismo. La postal emblemática será una movilización de más de 100 mil personas de carácter pluralista en lo político y policlasista en lo social, encabezada por la CGT y con reclamos en los afiches que hasta La Cámpora comparte: “No a la criminalización de la protesta, no al impuesto al trabajo y asignaciones familiares para todos”. Hugo Moyano desde la calle y Jorge Lanata desde la pantalla con más de dos millones de telemilitantes, abrieron la primera grieta en el blindaje cristinista. Y por ese hueco se filtraron todas las quejas. Con distintas magnitudes y grados de compromiso, van a compartir la masividad de la protesta trabajadores peronistas de tres centrales sindicales distintas, señoras caceroleras y estudiantes de la clase media independiente, grupos de radicales, socialistas y macristas, junto a movimientos de desocupados de la izquierda clasista o pequeños campesinos de la Federación Agraria. Cada uno tendrá su pancarta con su propio reclamo. Pero hay algo que los unifica: están hartos de que les hagan sentir que no existen, que son un mero invento de los medios hegemónicos.

Este es el tamaño del cambio. Ni el más opositor al Gobierno hubiera imaginado hace poco que dos de los tres pilares sobre los que se edificó el modelo oficialista iban a ser empujados a la vereda de enfrente, como hizo Cristina con Daniel Scioli y Moyano. Y lo más incomprensible es que no lo hizo por cuestiones ideológicas o económicas, sino por un capricho de Estado que tiene dos negaciones obsesivas: la inflación y el diálogo. Por eso la Presidenta se debilitó tanto en tan poco tiempo. No se puede administrar un país desde el fanatismo sectario que tiene una única respuesta a todos los problemas: la culpa es de Magnetto.

Mientras el teniente coronel Sergio Berni jugaba a Rambo (Pablo Moyano, dixit) y con discurso castrense hablaba de operativo de pinzas y de distracción, se produjo algo inquietante que no debe quedar afuera de ningún análisis. Por primera vez en forma masiva, la Presidenta fue insultada groseramente. Y los que cruzaron ese límite de la investidura no fueron derechistas destituyentes de Barrio Norte. Fueron morochos y proletarios que, casi en su totalidad, la habían votado.

La ostentación de fragilidad que hizo el Gobierno fue patética. Le ordenaron a Scioli que agrediera verbalmente a Moyano, como una prueba más (y van…) de lealtad. El gobernador apenas hizo un llamado “a la responsabilidad”. Se les exigió a los gobernadores que cruzaran con contundencia y desprecio a Scioli y sólo José Luis Gioja hizo declaraciones pero contra la caza de brujas. Conclusión: el que disciplina con fondos frescos pierde su principal instrumento de conducción cuando esa caja se acaba. Pronto se escucharán las voces críticas de intendentes que tienen paralizadas las obras públicas por falta de pago y suspensiones de trabajadores en varios sectores.
Hay una desproporción muy grande en los niveles de representatividad entre los que Cristina quiere pasar a retiro y los reemplazantes que elige. Las distancias entre Mariotto y Scioli o entre Antonio Caló y Moyano son siderales. Y encima la Presidenta está tan encerrada sobre sí misma que tampoco les da instrumentos ni satisfacciones a aquellos que están dispuestos a poner la cara por ella. Ni el fiel gobernador entrerriano, Sergio Urribarri, recibió ayuda para afrontar el rojo de sus cuentas. El propio Gerardo Martínez, de la Uocra, le confesó a un empresario que no sabían para qué lado disparar porque no tenían interlocutores ni órdenes claras. El Gobierno tiene mucho poder pero ya no puede hacer cualquier cosa. Las abortadas candidaturas de Daniel Reposo y la de un asesino del idioma castellano para dirigir los ex medios de Hadad, muestra la poca eficiencia de sus padrinos: Amado Boudou y Juan Manuel Abal Medina, respectivamente. El kirchnerismo bobo le complica la vida a Cristina cuando más ayuda necesita.

Con respeto institucional y responsabilidad hay que decir las cosas como son para que nadie se haga el distraído. La Presidenta exhibe con frecuencia su inestabilidad emocional. No hay que cargar las tintas sobre ella. Pero ocultar los problemas no sirve para solucionarlos. Es una mujer inteligente que viene sufriendo demasiado. No sólo por la muerte de su mentor, esposo y jefe político. También porque la medicación para afrontar la falta de tiroides la hace pasar de ciclos de alta a baja tensión y por momentos la inflamación de su rostro (como se vio cuando repudió el golpe de Estado en Paraguay) la pone de muy mal humor. Sus hijos son un dolor de cabeza. Ya es vox populi que la internación de Máximo Kirchner fue por motivos más preocupantes que los de una rodilla infectada y que la relación con su madre está sembrada de fuertes discusiones. Florencia, la hija, bajó a cero su perfil. No encuentra su lugar y tuvo que viajar a España, en pleno conflicto con Repsol, para despejarse un poco y quedar al cuidado del embajador Carlos Bettini por pedido de Cristina. Increíblemente, en forma simultánea, Bettini era sometido a una operación de desgaste por los servicios K que lo acusaban de complicidad con los españoles.

Hay una sola jefa, pero por momentos parece que no hay ninguna. Tanto Scioli como Moyano ofrecieron cien pruebas de que estaban dispuestos a conversar todo y de que no querían sacar los pies del plato. Pero fue tanto el bombardeo que se desató sobre ellos que se vieron obligados a tomar más distancia de la que les hubiera gustado. Moyano le confesó a un amigo de la UIA: “Quieren convertirme en Zanola pero yo voy a ser Walesa”. El electricista polaco fundó los sindicatos Solidaridad, ayudado por la Iglesia y contra el bloque soviético, y llegó a ser presidente de su país y hasta Nobel de la Paz. Más allá de la exageración o de la expresión de deseo, Moyano no quiere ir preso y mucho menos si se lo acusa de maniobras en las que Néstor Kirchner estuvo involucrado.

Pregunta final para negadores seriales y “progresimios”, término inventado por el ferozmente intimidado Julio Piumato: ¿los conflictos y reclamos hacia Cristina terminan el miércoles o recién comienzan? El relato encontró el límite de la realidad.

© Escrito por Alfredo Leuco y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 24 de Junio de 2012.


viernes, 6 de enero de 2012

Muchachos cristinistas... De Alguna Manera...

Muchachos cristinistas...


Las espadas del pensamiento y la acción oficial se cruzan duro en el momento menos oportuno. Culpas y riesgos.

De pronto, en un segundo, Cristina, la mujer más poderosa de nuestra historia política, puso su vida en manos de un cirujano santafesino. Corrió frío por la espalda de la democracia y de 40 millones de ciudadanos. El cáncer se transformó en metáfora de la fragilidad del ser humano y la soledad del poder, ejercido en forma unipersonal, dejó de tener todas las respuestas. Muchos se preguntaron mil veces sobre la utilidad de tanta concentración en una sola espalda y por la nula representatividad de la línea sucesoria, tanto de Amado Boudou como de Beatriz Alperovich.

Fue muy extraño porque sucedió justo en un momento de cuestionamientos puertas adentro del kirchnerismo como no había ocurrido jamás en ocho años. Lo nuevo es que algunas incipientes rebeldías agrietaron el relato monolítico y el dique de contención del debate interno. A saber:

Una ley de terror.

El ala frepasista se atrevió a levantar la voz contra una orden de la Presidenta aunque, en su versión parlamentaria, votó “con obediencia debida, escupiendo para arriba”, como calificó Pablo Micheli, líder de la CTA. Horacio Verbitsky, Eugenio Zaffaroni, Estela de Carlotto, Hebe de Bonafini y Ricardo Forster coincidieron en señalar que el Gobierno cedió ante “una extorsión de los Estados Unidos a través del GAFI”. También en que el concepto de terrorismo es bastante difuso (etéreo, dijo Forster) y que el peligro no es el gobierno de Cristina, que ya demostró que no criminaliza la protesta social, sino “los jueces de la dictadura o los gobiernos fachos que puedan venir” (Bonafini). Algunos se animaron a pedirle a la Presidenta que vetara la ley, pero ella se expresó a través de sus diputados. Desde Martín Sabbatella hasta Remo Carlotto votaron esa ley represiva y reaccionaria pese a que los números siempre fueron holgados para el oficialismo.

No me peguen, soy Feinmann.

La blogosfera K todavía está debatiendo qué fue peor: la declaración filmada que José Pablo Feinmann le hizo al diario La Nación, la que luego quiso aclarar y oscureció por radio, o su intento de victimizarse de una puñalada en la columna que escribió en Página/12. Hubo críticas feroces como pocas veces entre “gente del palo”. Terminología que habitualmente se utiliza contra los que están del otro lado de la medianera que divide el campo popular de la derecha destituyente. En la versión puntocom de los productos subsidiados de Diego Gvirtz se acusó a Feinmann de haber actuado “sartreanamente de mala fe” porque “ofreció en bandeja de plata el mejor título que podría haber deseado La Nación”. Feinmann exigió cosas insólitas, como que Cristina done diez millones de dólares para construir un barrio, y fue muy duro con los camporistas de Estado por tener “un exceso de pragmatismo y carencia de ideas”. No entendió que Cristina toma cada reproche a La Cámpora como un insulto personal. En su último discurso público, la Presidenta tuvo sentado en primera fila al estado mayor de esa agrupación, que actúa como el brazo ejecutor de las ideas de la única persona en la Tierra capaz de cuestionar en la cara a Cristina: Máximo. Ricardo Forster le tiró un gancho de izquierda al lugar más vulnerable de Feinmann: su ego. Le dijo textualmente a María O’Donnell que “su problema era ser feinmanniano, porque si es sólo él, no piensa que también hay un nosotros. No supo salir de ese horrible discurso que construyó”. Es que Feinmann no sólo manifestó su incomodidad por “adherir a un gobierno popular de dos multimillonarios que te hablan de hambre”, en referencia a la fortuna de más de 70 millones de pesos que el matrimonio Kirchner acumuló durante estos años en los que tuvo cargos públicos, desde 1987. Después, quiso justificar lo injustificable y al igual que la diputada Diana Conti en su momento planteó algo así como que Cristina necesitaba el dinero por si en algún momento tenía que exiliarse.

Aristocracia obrera y ajuste ortodoxo.

Julio Piumato logró un récord. Fue el primer kirchnerista que tuvo la osadía de llamar “gorila” a dos cuadros de confianza de la Presidenta: Aníbal Fernández y Ricardo Echegaray. Fue una respuesta a los cuestionamientos antisindicales que la Presidenta volvió a plantear ante los gobernadores y en clara referencia a los camioneros, judiciales, trabajadores de la AFIP y de Aerolíneas, entre otros, que llamó “aristocracia” que defiende más sus privilegios que los derechos laborales. Fue Bakunin el primero que utilizó en 1872 el concepto de “aristocracia obrera” al decir que esas elites laborales “no son la flor del proletariado” ni los más revolucionarios. Pablo Moyano no entiende de sutilezas anarquistas y amenazó con tirarle el camión encima a la patronal y consiguió el bono de 2.500 pesos para fin de año que otros gremios envidian y quieren imitar. Por eso, porque no se domestican ante Cristina, está “suspendido” para siempre el diálogo entre la Presidenta y el jefe de la CGT. Hay agendas distintas para el futuro próximo.

En el cuestionamiento al titular de la AFIP, además de los gremialistas del sector que lo acusaron de “creerse Dios y tener actitudes casi dictatoriales”, se sumó un dirigente honesto y valiente que se las trae, Marcelo Saín. Primero respaldó la versión de intelectual crítico de Feinmann, aunque luego el recule en chancletas del filósofo lo dejó colgado del pincel. Pero Saín, que es diputado por el sabbatellismo, fue muy feroz contra Echegaray al sugerir que había “protegido a contrabandistas en la Aduana”. Dicen que habrá más informaciones para este boletín y que en los próximos días Saín aportará una denuncia con pruebas firmes. Eso dejaría a Echegaray con un pie afuera del Gobierno y a Saín con los dos afuera del kirchnerismo y acusado de “traidor”.

La Cámpora destituyente.

Institucionalmente, es peligroso que legisladores o funcionarios camporistas sólo acaten las órdenes de Cristina o Máximo y desafíen a sus superiores. Es el caso de Cobos pero al revés. Daniel Scioli lo padeció desde el primer minuto y fue sólo un anticipo. Le pasó lo mismo a Daniel Peralta, el gobernador santacruceño más despreciado por Cristina. Esa obsesión presidencial produce inestabilidad destituyente a los jefes provinciales que fueron elegidos por el mismo voto popular que ella. Intervenir o teledirigir las provincias en forma encubierta no es un ejemplo republicano.

Cierta insubordinación de la tropa que recién amanece es una medicina amarga. Y ponerles el cuerpo a todos y cada uno de los problemas no es la mejor actitud para una Presidenta de todos que tiene que entrar a un quirófano.

© Escrito por Alfredo Leuco y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el viernes 30 de Diciembre de 2011.