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lunes, 18 de mayo de 2020

¿El "negro" Carrillo nazi?... @dealgunamanera...

¿El "negro" Carrillo nazi?...

Dr. Ramón Carrillo. Fotografía: CEDOC

La primera sensación de todo ser humano bien nacido, al leer o escuchar lo corrillos de difamación sobre la calificación de la figura emblemática y humanista de Carrillo, es el estupor.

© Escrito por Donato Spaccavento, médico sanitarista, el lunes 18/05/2020 y publicado en el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.


La primera sensación de todo ser humano bien nacido, al leer o escuchar lo corrillos de difamación sobre la calificación de la figura emblemática y humanista de Carrillo, es el estupor.

Empezó a sonar el celular y ya no paró más, sabiendo que había que salir a defender a un prócer del sanitarismo mundial y justo en este momento histórico, mis amigues y compañeres, considerándome un gran admirador y mi referencia sanitaria al Dr. Ramón Carrillo, preguntaban. Las barbaridades que se decían, merecían dar una respuesta en un tema tan sensible, no tanto desde el intelecto sino de la ética ultrajada de alguien que tuvo como conducta la inclusión de los derechos humanos como formativos de su esencia de ser humano.

Hay que subsanar este agravio gratuito. Algunos llaman en forma despectiva a muchos de nosotros -Carrillo incluido- nacionalistas y, al decir de Jauretche, la adjetivación “nacionalista”, como denostación de los sentimientos nacionales y populares. Claro, porque una cosa es ser “nacionalista” y otra, muy distinta, es ser parte del pensamiento nacional, que es popular y democrático, inherente a su definición misma. Por lo tanto el “Negro” (con su criollísima connotación) Ramón Carrillo no es “nacionalista”, es nacional, popular y democrático, precisamente lo antitético a lo “naZionalista”, elitista, totalitario, antisemítica, ario (desechando toda otra etnia, inclusive la de la ascendencia en los pueblos originarios del “negro-indio” Carrillo) y antidemocrático, que es lo que  representó el criminal nazifascismo en la Historia Universal.


Hay algunos malos entendidos, que en realidad son malas interpretaciones de los eternos odiadores, que pueden provenir de las inquietudes de Ramón Carrillo cuando concurría a la Facultad de Ciencias Médicas de la UBA, que compartió con su primo Jorge Farías Gómez. Éste para acompañarlo en la aventura idiomática y Ramón con un sentido más utilitario, de querer estudiar alemán o el “gótico” como lo llamaban ellos. Se entiende el interés de Carrillo en la tarea por el hecho de ser Holanda y Alemania los centros del estudio del Sistema Nervioso Central, de la neurología, las neuropatías y la neurocirugía en el mundo, y como Ramón ya tenía definida su vocación en cuanto a la especialidad médica relacionada con la neurología era lógico que tuviera la necesidad de manejar aunque sea mínimamente algún idioma sajón, y en el tiempo en que él estudió y defectuosamente incorporó la habilidad de hablarlo. Todo esto está lejos de conectarlo con el perverso y criminal Hitler que alcanzaría el poder en 1934, cuando ya Carrillo no estaba en Europa, y lo que descubro de la elección idiomática fue en la década del 20 en Argentina.

Convengamos, que aún hoy cuando alguien quiere licenciarse o doctorarse se le pide la elección de dos idiomas extranjeros, uno derivado del latín y otro del anglosajón, ¿por qué entonces, y sobre todo por un tema específicamente profesional, sorprenderse que Carrillo eligió el “gótico” (como gustaba llamarle a él) o el alemán?


Carrillo, una vez recibido con medalla de oro en la Facultad de Medicina, ganó por esfuerzo propio una beca para perfeccionarse en Europa. Él eligió su itinerario de perfeccionamiento: Ámsterdam (Holanda), Berlín (Alemania) –por las razones ya expuestas de excelencia académica en el sistema nervioso central-, y, luego como complementarios París (Francia) y Madrid (España). Luego volvería para ofrecerle al país que lo había formado gratuitamente toda su sabiduría y experiencia. 

Se transformó en pocos años en el creador de uno de los sistemas de salud pública, sanitaria, preventiva y social más importantes del mundo. Frutos que estamos recibiendo hasta el día de hoy en que –a pesar de la desgracia de la pandemia- somos mirados con admiración planetaria.

Además, no coinciden las fechas para justificar de algún modo –por más errónea que sea la data– que el Dr. Carrillo pudiera ser admirador de Hitler.

Carrillo tenía 24 años y estuvo casi tres años en Europa. Se embarcó el 21 de octubre de 1930, sin haberse enterado, seguramente, que ese tal nefasto político llamado Hitler en el denominado “putch” de Münich en 1923 había querido dar un golpe de Estado subido a la mesa de una cervecería y disparando un arma. No se preocupen, es que ni en la misma Münich se habían enterado de la locura de un extraviado.

El viajero “negrocirujano” (como lo llama Asurey en una zamba), entró por Vigo, pasó unos días por Hamburgo y la mayor parte de sus estudios y experiencias los hizo en Ámsterdam, donde el profesor Brouwer testifica en un conceptuoso certificado que estuvo allí desde octubre de 1930 hasta el 30 de agosto de 1932. En Berlín estuvo un solo mes, repetimos ¡un solo mes! (cuando el pequeño partido de Adolf Hitler no había llegado siquiera al parlamento, sin saberse lo que era “nazismo” –diciembre de 1933, para llegar a ser Führer el 2 de agosto de 1934- cuando Carrillo ya estaba en Buenos Aires organizando científicamente el Instituto de Clínica Quirúrgica).

Antes de que el becario partiera para Europa escuchó disertaciones del conde Hermann von Keyserling, quien además de ser un chanta, era un plagiario de Montesquieu acerca de  cómo operaba la termodinámica en determinadas sociedades, según el clima fuera frío, templado o cálido.


Por todo esto pensamos que es muy raro que Carrillo, descendiente por línea materna de quichuas, juríes, integrado a los pueblos originarios, bien llamado “El Negro”, de los que sufrieron en carne propia el sojuzgamiento de las clases dominantes blancas, simpatice con un movimiento político racista e imperialista. Muchaches, cuando se decidan a mentir, mientan mejor, con más fundamento…

Toda esta macabra leyenda también puede venir del período de la Segunda Guerra Mundial, cuando la sociedad argentina se dividió en neutralistas (injustamente también llamados “germanófilos”, pues comprobadamente, y con poder dirigencial o popular, siempre en nuestro país predominaron los neutralistas: Victorino de la Plaza, Hipólito Yrigoyen, Alvear, los militantes de FORJA, hasta el último presidente de la Década Infame, Santiago Castillo) y los rupturistas (o aliadófilos, esta vez bien caracterizados porque abarcaban un abanico que iba de conservadores, radicales, socialistas, hasta llegar al partido comunista tradicional, estalinista, los que luego se abrazarían todos para enfrentar a Perón en la Unión Democrática, bendecida por el embajador de los EEUU, Spruille Braden). Esta grieta se vivía intensamente en las universidades, donde a Carrillo por poco y a pesar de haber dado un excelente examen para ocupar la cátedra de Neurocirugía, su antiguo maestro y co-autor de Yodoventriculografía, Dr. Balado, se opuso a que el Dr. Carrillo ocupara el cargo por su conocida posición neutralista. Al haber quedado vacante el Decanato de la Facultad de Medicina, Carrillo lo ocupó sin imaginar que iba a pasar uno de los mayores disgustos de su vida, aunque nunca lo vivió como una frustración.

Tanto sus compañeros docentes, como la FUBA, los alumnos, simpatizantes de la tendencia “rupturista”, no lo dejaban abandonar su despacho sin cargarlo de insultos, escupitajos, tizazos y al transitar sus galerías le gritaban:

“Peronista” (creyendo que lo insultaban), Entreguista, Colaboracionista, ¡¡¡¡Nazi fascista!!!

Ojalá nunca más tengamos que salir a explicar infamias tan grandes, y menos para salir a aclarar cuestiones que no eran propia de la bonhomía y el gigantesco médico que fue Ramón Carrillo, fundador del sanitarismo nacional y primer Ministro de Salud Pública y Acción Social de la Nación Argentina.




lunes, 1 de julio de 2019

¿Cuándo fue que se jodió el socialismo?... @dealgunamanera...

¿Cuándo fue que se jodió el socialismo?... 



Cómo si los socialistas fuéramos Zavalita y el proceso electoral de 2019 la Avenida Tacna, flota en el aire la pregunta que Mario Vargas Llosa plantea en “Conversación en la Catedral”, pero reformulada a nuestra realidad: ¿Cuándo fue que se jodió el socialismo argentino?

© Escrito por Federico Treguer, del Partido Socialista de CABA, el sábado 13/06/2019 y publicado en la Página Oficial del Partido Socialista en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

¿Por qué el progresismo (de aquí en más, sinónimo de socialismo y socialdemocracia) terminó desgranado, vencido por la realidad y diseminado en frentes políticos que lo subordinaron a líderes conservadores o, cuanto menos, de otras extracciones políticas?

¿Cuándo fue que la identidad política que legó legisladores como Alfredo Palacios, militantes como Alicia Moreau y estadistas como Raúl Alfonsín (entendido como líder socialdemócrata) dejó de representar efectivamente a una parte de la ciudadanía? ¿Qué hizo que no se pudiera sostener a nivel nacional una alternativa, siendo que el contexto regional favorecía y daba ejemplos exitosos de acuerdos, tanto en versiones más centristas (la Concertación en Chile) como izquierdistas (el Frente Amplio en Uruguay), e incluso provinciales (el FPCyS de Santa Fe)?

Para dar respuestas, poco sentido tendría hacer una genealogía electoral, o volver sobre el Frepaso o el FAP, o autoflagelarse con ucronías que no son ni serán. La verdad es la realidad y, eminentemente, ésta nos dice que la izquierda democrática argentina no tendrá en 2019 un candidato natural y propio, por primera vez desde que se implementó la Ley Saénz Peña en 1916. Roto, el progresismo argentino concurrirá a las urnas habiendo explotado y con sus restos penando en listas diferentes, sin una brújula ni un destino claro.

Entonces, no solamente los progresistas tenemos que dilucidar cuándo fue que nos jodimos, sino también preguntarnos cómo hacemos para volver a construir un espacio de centroizquierda en el país.

Es un debate que merece (nos merecemos) tiempo y forma. Sin embargo, en el fragor de la batalla, me permito imaginar algunas pautas urgentes que se jodieron y que es necesario poner sobre la mesa para trabajar.

Algunos ejes olvidados que explican el pantano, pero que también nos sirven de línea de flotación, con la esperanza de rehacer un espacio que, sin lugar a dudas, es sano en la democracia argentina.

I-  Nacional y federal: la estrategia 23+1
Ante todo el contexto condiciona y Argentina es un país federal. En ese sentido, sería poco sensato creer que todo el territorio está cruzado por la misma experiencia y el mismo clivaje. Aún al interior de las provincias existen grandes diferencias entre metrópolis y periferias, que hacen muy difícil tener una directiva integral en materia de programas políticos.

En los últimos años, al seno del progresismo no se ha saldado esta discusión. Una de las cosas que más daño han hecho es la imposibilidad de coordinar estrategias nacionales capaces de replicarse a lo largo y a lo ancho de Argentina. La hipótesis es simple: no hay forma de consolidar un espacio progresista si este no está dispuesto a acordar de base estrategias en todos lados.

En 2005, el gobernador de Vermont, Howard Dean, asumió como autoridad máxima del Partido Demócrata en los Estados Unidos. Desde ese lugar, Dean aplicó lo que se conoció como “estrategia de los 50 estados”.

La premisa de Dean era que los demócratas se habían resignado a perder con el Partido Republicano en muchas partes del país, y que eso había resultado en quitarle recursos a esos estados. Eso habría resultado en la configuración de fortalezas republicanas al seno de esos lugares.

Para Dean, era necesario cambiar de manera rotunda esta visión y destinar recursos (económicos, pero sobre todo capital humano) a todas partes. El Partido Demócrata entonces comenzó a fortalecer sus posiciones con un fuerte liderazgo centralizado, que si bien respetaba las realidades territoriales, no dejaba de ser un movimiento nacional con vocación de poder y convicciones claras.

El resultado inmediato fue la victoria en 2008 de Barack Obama con más del 10% (39/365) de sus votos electorales provenientes de Virginia, Indiana y Carolina del Norte, tres estados que no votaban un presidente demócrata desde 1964 (los dos primeros) y 1976 (el último).

Por otro lado, a largo plazo la estrategia de Dean se corporizó también con la irrupción de nuevos cuadros jóvenes al seno del Partido, también en lugares otrora irreductiblemente republicanos, como Beto O’Rourke en Texas o Stacey Abrams en Georgia.

La enseñanza que nos deja esta experiencia es que la construcción de un movimiento progresista capaz de articular distintas realidades nacionales no es una tarea imposible, e incluso es una tarea imperiosa.

Encerrarse en pequeños reductos solamente profundiza la fragilidad del progresismo. Desentenderse de lo que se hace en nombre del progresismo en donde el progresismo no ha hecho pie es un error que sale caro si queremos apuntar a una construcción duradera y con vocación de poder.

El desarrollo de una estrategia nacional y federal, una suerte de “estrategia de 23 provincias y una ciudad autónoma”, es una pieza clave para poder desarrollarnos como espacio político con peso en la realidad. Lograr un equilibrio superador y una coherencia práctica en las alianzas y políticas que se llevan a cabo debe ser una prioridad en la reconstrucción de nuestro espacio.

II- Las demandas del siglo XXI: Las olas verdes y otras más
En un contexto global donde la exageración es masiva, la moderación es revolucionaria. El siglo XXI dista mucho de la máxima que Francis Fukuyama exclamó en el auge neoliberal de los 90’. El fin de la historia y de las ideologías quedó sepultado bajo los escombros de las Torres Gemelas y los fantasmas del pasado volvieron a resurgir con otros nombres y apellidos.

Frente a esta realidad que nos presentan estas dos primeras décadas del nuevo milenio, el progresismo se encuentra aún falto de cintura para dilucidar cuáles son las nuevas demandas que exigen las sociedades y las amenazas que se ciernen sobre ellas. 

¿Por qué es importante descubrirlas?

Porque la vocación de poder solamente se construye dando respuestas efectivas a problemas reales. Es por ello que el progresismo debe reconciliarse con su pertenencia histórica y adaptarla a la realidad actual. 

A modo simple de enumeración, y sin la pretensión de profundizar en cada punto más que con una breve descripción, me parece necesario puntualizar algunos ejes (y sus amenazas) sobre los cuales el progresismo debería comenzar a trabajar de manera consciente y seria.

1. Feminismo:
La irrupción del movimiento de mujeres es la mayor desde el regreso de la democracia en 1983. La experiencia por la legalización del aborto en el país, sumada a las movilizaciones #NiUnaMenos dan a cuenta de una organización de base que pronto barrerá de manera transversal con viejas prácticas. El progresismo no puede quedar inmerso en estas prácticas y deberá asumir sus responsabilidades históricas con las mujeres, poniéndolas al frente de la lucha por sus derechos y comprometiéndose a desterrar todo resabio de machismo.

2. Ambientalismo:
Los movimientos verdes vienen creciendo a pasos agigantados en la agenda global, especialmente en las nuevas generaciones. Ejemplos como el Green New Deal en Estados Unidos o el crecimiento electoral de Die Grünen en Alemania son una muestra de esto. El progresismo no puede quedar divorciado de la pelea por el medio ambiente y por el cambio del paradigma entre desarrollo tecnológico y recursos naturales.

3. El futuro del trabajo y la ética de la ciencia:
Los avances científicos y tecnológicos afectan de manera profunda la forma en la que conocemos al trabajo. Muchas tareas pronto desaparecerán como actividad remunerada y el riesgo de excluir a las no capacitadas crece a medida que pasa el tiempo. Si el progresismo no se ocupa de pensar políticas públicas capaces de articular las demandas de estas personas al borde del camino y las de una industria científico-tecnológica que resulta clave para mejorar sustancialmente la calidad de vida, esa bandera quedará huérfana y el capital, otra vez, se llevará todo puesto.

4. El nuevo capitalismo:
Como bien lo señala Thomas Piketty en su libro El Capital en el Siglo XXI, la desigualdad está en aumento y no parece tener un límite a la vista. Cada vez son menos los que más tienen y nuestro país no es la excepción. Es por eso que los progresistas debemos tener un programa de acción que sea capaz de atacar este tema en todas sus dimensiones. La bandera de la igualdad ha sido un faro histórico y debe seguir siéndolo.

5. La democracia social
Retomando la frase con la que comencé esta sección, el siglo XXI sorprendió con un debate que parecía saldado, y es que el desarrollo sustentable es posible en el marco de una democracia plena, en donde los derechos civiles sean respetados, y principalmente, todos seamos iguales ante la ley. Sin embargo, la aparición de movimientos iliberales en todas partes del mundo, incluso en democracias consolidadas como Brasil, Estados Unidos, Israel o Europa oriental, han echado por tierra la fe que el gran grueso de la población tenía por este paradigma. Es por eso que el progresismo debe reencontrarse con la democracia, aun sabiendo que es un sistema falible, y defenderla como el único sistema capaz de mejorar de manera estructural y duradera la calidad de vida de las personas.

Obviamente, estos cinco puntos, que se entremezclan y se potencian, son mucho más que esa breve descripción y no son los únicos. La idea es entender que una visión integral de los problemas, las demandas y las amenazas es realmente importante si queremos construir un espacio político claro y con peso. No sirven las soluciones mágicas ni las parciales, sino que se trata de repensar el programa del movimiento progresista argentino para el siglo XXI, así como en los albores del siglo XX el Partido Socialista desarrolló sus Programas Máximo y Mínimo que sirvieron de hoja de ruta para la práctica política.

III- La trampa de Sarmiento:
Sombra terrible de Facundo, voy a evocarte. Cuando Domingo Sarmiento escribió su obra máxima, pensaba en Facundo Quiroga como ese ejemplo de la barbarie, decretando para siempre en las clases dominantes la existencia de un mal mayor, emisario del atraso y causante de la miseria.

Enfundados en una tradición liberal, el socialismo criollo y el progresismo posterior se paró en una incómoda posición respecto a esos movimientos que lograron, mejor que el propio progresismo, representar irrupciones potentes en la realidad argentina.

Sea Hipólito Yrigoyen, Juan Perón o Cristina Fernández, el progresismo nunca ha podido construir una oposición a esos proyectos heterogéneos sin caer en la trampa magistral de Sarmiento, la trampa de la distancia insalvable, Civilización o Barbarie, nosotros o ellos.

Los procesos políticos mencionados no fueron, de ninguna manera, procesos progresistas en su propuesta y práctica. A pesar de ello, no se les puede negar su legado inclusivo y de ampliación de derechos. La deuda histórica del progresismo en este campo es clara, y peor aún, repetitiva.

El gran desafío de la izquierda democrática es poder superar la trampa sarmientina. Se trata de ser capaces de no quedar atrapados en polos totalizantes, inmovilizados por un tironeo entre élites. La construcción de un polo progresista en Argentina debe necesariamente abrevar de las distintas identidades políticas que han poblado la nación, como así de la sociedad civil y los movimientos de derechos humanos.

Superar la trampa sarmientina implica el reconocimiento y la reconciliación con un pasado que debe servir de recordatorio pero no de lastre. El progresismo no puede volver a caer en ese pantano que divide la sociedad en dos mitades irreconciliables y solamente le ha traído miseria a Argentina.

La centroizquierda que debemos construir debe aspirar a posicionarse como alternativa independiente de cualquier tipo de remake futuro de la película que viene proyectándose desde 1820 en todos los cines de las Provincias Unidas.

IV- La pertenencia: tenemos símbolos y modelos
El progresismo tiene una ventaja fundamental, y es que tiene a dónde mirar. Desde políticas públicas hasta ideas comunicativas, existen sobrados ejemplos en Argentina y alrededor del mundo para ejemplificar. El progresismo debe nuevamente revalorizar estas experiencias y estos símbolos si quiere cohesionar a sus adherentes.
No estamos diciendo nada nuevo si decimos que todo movimiento político necesita construir su propia historia, su relato. El progresismo argentino, en los últimos años, ha escondido a veces esa pertenencia histórica global, o peor aún, directamente ignorado.

No se trata solamente de Alfredo Palacios, Alicia Moreau o Raúl Alfonsín, mencionados previamente, sino también de modelos teóricos y prácticos existentes y exitosos alrededor del mundo. Un progresista debe reconocerse en las múltiples luchas que se han desarrollado alrededor del mundo, en América Latina y en nuestro país.

De la nada, nada viene, y por esa razón el progresismo debe volver a abrazar sin complejos su historia y su presente.

A modo de punteo, retomo algunos ejemplos claros que sirven de guía para repensar esta identidad progresista.

1. Santa Fe:
Los gobiernos encabezados por el Partido Socialista en Rosario y Santa Fe han sido modelo en salud pública, acceso libre a la cultura y educación.

Tenemos experiencia de gestión en una de las provincias más importantes del país, una que tiene ciudades importantes y un sector agrícola extremadamente preponderante. Sabemos qué significa gobernar y gestionar. Se han llevado a cabo importantísimos programas de inclusión que deberían ser estudiados y defendidos por todo militante progresista.

2. Movimiento de derechos humanos en Argentina:
Alfredo Bravo y Alicia Moreau, entre otras importantes figuras, fueron miembros fundadores de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos en nuestro país. No podemos divorciar al progresismo de la defensa irrestricta de los derechos humanos y debemos recomponer esta relación con los movimientos de derechos humanos.

3. Modelos de Estado de Bienestar Nórdicos:
Fuera de todo cliché, las experiencias de las socialdemocracias de Europa del Norte están repletas de políticas públicas que todo progresista debería conocer. Entre los ejemplos, están la educación finlandesa, 100% estatal y prioritaria; la soberanía que construyó Noruega sobre sus recursos naturales y cómo se puso al servicio de la población las ganancias; y el sistema impositivo progresivo que utiliza Suecia, entre otras cosas.

4. Experiencias rupturistas en la tradición progresista:
Así como el siglo XXI consigo nuevos formatos a la derecha, también produjo importantes novedades en el campo izquierdista occidental. Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez en Estados Unidos, Sadiq Khan y Jeremy Corbyn en el laborismo británico, la reconversión y la llegada al poder del socialismo en la península ibérica son algunos hitos progresistas en el mundo que dan cuenta de la posibilidad de construcciones atractivas al seno del progresismo.

5. Uruguay y Chile:
Como dije en la introducción, nuestros países vecinos también han sabido construir bloques de poder progresistas exitosos y coherentes. Las experiencias del Frente Amplio en Uruguay, que cumplirá 15 años al mando, o la Concertación (hoy Nueva Mayoría) en Chile con los gobiernos liderados por Ricardo Lagos y Michelle Bachelet en dos oportunidades son construcciones de las que se pueden aprender muchas cosas.

Todas estas experiencias, y muchas más que quedan injustamente fuera del punteo nos dicen que existe de donde aferrarse. Se trata de dar el debate y tomar lo que sirve para poder poner sobre la mesa qué tipo de progresismo queremos en Argentina y cómo construirlo.
La falta de identidad y simbología (¿Cuántos socialistas conocen la letra de La Internacional?) ha vaciado de contenido y de épica al progresismo. Recuperar el orgullo progresista es otra de las tareas que debemos emprender en este camino.

V- Conclusión
El socialismo se jodió en Argentina. Se jodió cuando no desarrolló una estrategia nacional coherente de La Quiaca a Ushuaia, se jodió cuando no supo desarrollar propuestas para responder las nuevas demandas, se jodió cuando se dejó arrastrar por la trampa sarmientina y se jodió cuando se olvidó de su pertenencia histórica y abdicó de sus símbolos.

Este documento no tiene otro fin que el de ser un disparador para reconstruir el espacio socialista democrático y popular en Argentina. Un espacio plural con vocación de poder, pero con convicciones férreas. No tiene pretensiones iluministas ni vanguardistas. Su única pretensión es servir a un fin mayor, que es el de la articulación y la organización de un progresismo pujante que tenga el lugar que nunca llegó a consolidar en la sociedad argentina.

Vivimos en un país que fue sistemáticamente rapiñado por su clase dirigente. Un país con una desigualdad que quema y duele, que ha perdido oportunidades y que se ha enfrascado en encendidas y vanas discusiones que han quitado el foco de la gente que necesita respuestas para sus problemas cotidianos. Un país con una pobreza estructural y una decadencia que se ha sostenido por décadas. 

Creo que el progresismo tiene y puede crecer por el bien de la Argentina.

El esfuerzo vale la pena y la militancia tiene su razón de ser, a pesar de un contexto difícil y de una realidad que asfixia. Nadie dice que esto es fácil, ni que será placentero. Ocupará tiempo, debates, cafés y voluntad. Serán tiempos de intemperie y llano, de recomposición y reconstrucción.

Si abrí este documento con Vargas Llosa, bien puedo cerrarlo con Gabriel García Márquez. En 2013, el gran prosista latinoamericano escribió en una carta una definición que bien podría caberle al socialismo en su totalidad. Así, ser socialista es saber que una persona “sólo tiene derecho a mirar a otra hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse”.

Es tiempo de mirarnos y ayudar a levantarnos.





martes, 5 de marzo de 2019

Roberto Lavagna, el antigrieta… @dealgunamanera...

Roberto Lavagna, el antigrieta…

EL gato y el perro de Lavagna acompañan su desayuno en el jardín de su casa del barrio porteño de Saavedra. Fotografía: Obregón

Lavagna hace chistes con la pacífica convivencia entre el perro grande y la gata pequeña de su casa, que lo acompañan en el jardín mientras desayuna, diciendo que son una metáfora del consenso que precisa el país.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el  domingo 05/03/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Macri y Cristina comparten el diagnóstico de la crisis argentina: el problema es el otro y lo que el otro representa. Lavagna se diferencia de ambos creyendo que se equivocan justamente en sus diagnósticos porque el problema es la grieta que ellos representan (y alimentan). Es la misma visión del presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, que acompañó el discurso de Macri del viernes con un indisimulado gesto de desaprobación, y del presidente del bloque de diputados nacionales del PRO, Nicolás Massot. Ambos anticiparon que no quieren continuar defendiendo a Macri en el Congreso en un eventual segundo mandato del Presidente porque para conseguir que se aprueben las leyes necesarias para que la economía mejore hace falta consenso.

El discurso de Macri en el Congreso fue el mejor para sus fans y un desvarío irreal para otros

Para Lavagna, quien se equivoca en el diagnóstico, por mejores intenciones y buena voluntad que tenga, nunca podrá progresar. Una posición similar pareció reflejar durante el discurso del Presidente la actitud de Mario Negri, el jefe del bloque de diputados radicales y a la vez de Cambiemos.

Pero la grieta está profundamente arraigada en Argentina y vencerla es una tarea más titánica y difícil que para Macri vencer a Cristina o para Cristina vencer a Macri. Los síntomas, en este caso la grieta, siempre son económicos: cuesta menos esfuerzo convivir con ellos que pagar el precio de su cura. ¿Querrá la Argentina curarse del odio que enferma hasta su economía? De eso dependerán las futuras posibilidades electorales de Lavagna, a quien alguien definió como un tranquilizante para los nervios sociales que el estrés crispa.

Conocí a Lavagna en el primer reportaje largo de Perfil, a comienzos de 2006, él había renunciado en noviembre de 2005 y el único medio crítico del kirchnerismo era este diario. Joaquín Morales Solá había publicado en La Nación una conversación con Néstor Kirchner donde decía que se llevaba bien con todos los medios excepto con los de Editorial Perfil (sumando al diario la revista Noticias). Intuyo que Lavagna quiso enviarle una señal al Gobierno de que iba a combatirlo en las urnas, lo que sucedió al año siguiente, y nosotros éramos el vehículo ideal de su mensaje.

Y lo mismo sucede ahora, cuando vuelve a elegir a Perfil como mensajero para dar su primer reportaje largo camino a su candidatura presidencial. En 2006 éramos significantes de distancia con Néstor Kirchner, en 2019 somos significantes de distancia tanto de Macri como de Cristina Kirchner.

Esta columna viene sosteniendo que los no peronistas precisan superar el antiperonismo y el peronismo precisa modernizarse. Como hizo el Partido Laborista inglés, que nació treinta años antes que el peronismo y hace treinta años, después de perder repetidamente con los conservadores, Tony Blair lanzó el Nuevo Laborismo, incorporando ideas de centro porque ya no existen más aquellos obreros de la industria del carbón de principios del siglo pasado como tampoco en la Argentina los descamisados de los frigoríficos que cruzaron a nado el Riachuelo el 17 de octubre. ¿Será Lavagna su modernizador, lo que quiso hacer y no pudo Cafiero, otro ministro de Economía de Perón? Ese es un desafío quizá mayor que ser electo presidente.

Lavagna sostiene que no quiere participar de internas, lo que fue interpretado como que no será candidato. Pero Massa promete que si Lavagna decidiera ser candidato, él estaría dispuesto a bajar su candidatura. Pichetto también. Urtubey insiste en que mantendrá su precandidatura en las internas y la forma que Lavagna tendría para esquivarlo sería ir a las PASO con una alianza que incluyera al socialismo, a parte del radicalismo, al Frente Renovador, a parte del peronismo, al GEN y a otras fuerzas, trascendiendo a Alternativa Federal.

Cuando tenía 32 años, Lavagna integró el equipo del ministro de Economía de la tercera presidencia de Perón –Gelbard– , a los 42 años era parte del grupo que diseñó el Plan Austral con Alfonsín y dos años después fue el artífice económico del Mercosur, a los 60 años fue el actor clave de la renegociación de la deuda, primero con Duhalde y después con Néstor Kirchner, a los 65 años fue candidato presidencial del radicalismo y ahora, a los 76 años, el destino parece volver a golpear su puerta. Un caso raro de permanencia en nuestra historia contemporánea que, por sus repetidas crisis, agota a sus protagonistas.

Lavagna espera que los gobernadores del PJ se liberen de Cristina tras haber sido reelectos en sus provincias

Lavagna escribió siete libros y en los últimos años publicó uno cada dos años, coincidiendo con los años impares donde hubo elecciones. Para estas elecciones no escribió ninguno, indicando que no se imaginaba hace un año que podría volver a ser candidato presidencial. En el reportaje cuenta que el día que se enteró de la muerte de José Manuel de la Sota en un accidente pensó que el vacío que dejaba el cordobés como articulador de la modernización del peronismo y puente a las futuras generaciones iba a terminar convocando su presencia.

La sociedad hace su propia historia decidiendo su futuro, pero siempre será mejor que tenga más alternativas.

Lavagna advirtió que solo será candidato si es capaz de "construir una oferta que sirva para cerrar la grieta"


Qué pasó. El economista y ex ministro Roberto Lavagna volvió a referirse a las chances de presentarse como candidato a presidente en las elecciones de octubre. Y según confesó, todo dependerá de la “capacidad” de su espacio para “construir una oferta que sirva para cerrar la brecha”.

Qué dijo. “He comprobado que la demanda está. El tema es que seamos capaces de construir una oferta que sirva para cerrar la brecha. Si eso se lograra, podría ser candidato”, reconoció Lavagna durante una entrevista con el diario Perfil.

A qué apunta. Para el ex funcionario, la necesidad está puesta en avanzar hacia una concertación que reúna a “peronistas, justicialistas, radicales, socialistas, sociedad civil, partidos provinciales y desarrollismo”. Después, afirmó, la idea sería que ese sector presente un solo candidato en las PASO.

Otras definiciones de Lavagna

"Primero es el programa y en qué consisten los grandes lineamientos, y después ver quién puede ser el que lo ejecute mejor. No simplemente una elección interna que se transforme en imposición para todos los demás".

"Si nos alejamos de los bordes de la grieta, podemos hacer el intento de lograr un acuerdo que permita ese reordenamiento que la economía sola no puede lograr".

“Macri y Cristina tienen una vocación por el todo, creen que son los que han sido llamados a gobernar y, en consecuencia, pueden ignorar al resto".

Lavagna: "Hay una demanda de cambio de lo que ofrecen Macri y Cristina"


Qué pasó. El ex ministro de Economía Roberto Lavagna consideró este jueves que en la sociedad “hay una demanda de un cambio de lo que le ofrecen (Mauricio) Macri y Cristina (Kirchner)”, al tiempo que aseguró que “es posible renegociar con el Fondo Monetario”, a partir del próximo gobierno.

Qué dijo. “Salgamos de los marketineros y los pseudo ideólogos que no tienen un proyecto claro de país y definamos un proyecto de progreso de orden, progreso, paz y justicia social que es lo que demanda la gente”, expresó Lavagna en una entrevista en el programa ‘Periodismo Puro’, del periodista Jorge Fontevecchia, que se transmite por el canal NET.

Qué planteó sobre su candidatura. Impulsado como candidato de unidad del peronismo y otros sectores opositores, como el socialismo y de la UCR disidente, el ex ministro manifestó que tiene “dudas en la capacidad de armar un espacio con peronistas, radicales, desarrollistas, sociedad civil y espacios políticos provinciales porque es muy complicado, más que nada porque hay dos figuras políticas que no quieren que haya nada y alientan la grieta”, en alusión a Macri y Cristina.

Sobre el presidente y la ex mandataria, opinó que “ambos tienen una vocación por el todo con estilos diferentes. Creen que pueden ignorar al resto aun siendo a veces minoritarios. Tienen poca capacidad de dialogo y de escucha”.

Qué dijo sobre su edad. Sobre si sus 76 años serían un impedimento para resultar electo, Lavagna señaló: “En lo personal y en mi familia son todas desventajas. Pero no me toca a mí contestar sobre este tema. Me encantaría que fuese -candidato a presidente- alguien de la generación posterior a la mía”, aclaró.

Sin embargo, advirtió que “si estoy acá todavía, en este proceso, es porque veo que en la sociedad hay una demandada de un cambio de lo que le ofrece Macri y Cristina, donde hay una grieta profunda”.

Otras definiciones de Lavagna

"La grieta política lleva a políticas que profundizan la grieta económica y esta realimenta el aspecto político de la grieta”.

“No voy a hacer campaña en torno a la corrupción en un país donde está por discutirse todo”.

“Yo hablé de la cartelización de la obra pública siendo ministro y luego de dos semanas no fui más ministro”.

“La renegociación con el Fondo tiene que girar en cómo movilizo los recursos óseos que tiene este país”.

“Argentina tiene una tremenda capacidad de salir de esta grisura, del estancamiento y una tremenda capacidad de crecer a un buen ritmo económico. Estoy convencido de que hay una posibilidad de recrear una situación de orden, progreso, paz y justicia social”.




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martes, 22 de enero de 2019

¿Sos de Piñeyro, fuiste a la ENPA y saliste así, Iglesias? ¡Que papelón! @dealgunamanera...

¿Sos de Piñeyro, fuiste a la ENPA y saliste así, Iglesias? ¡Que papelón!

Diputado Nacional por PRO Fernando Iglesias.

© Escrito por Hugo Asch el jueves 10/01/2019 y publicado por el Sitio Infobae de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Piñeyro, la zona de Avellaneda donde crecí y también, acabo de enterarme, lugar del hoy, digamos, diputado Fernando Iglesias, era en los años '60, una zona amable, con casitas bajas, comercios, talleres y fábricas en crecimiento.

Allí aprendí yo, no sé élel arte de pisar la Pulpo contra el asfalto, esa pelota de goma con rebote musical que, además, adentro tenía un juguito que parecía sangre cada vez que la rueda de un auto la pisaba o el cuchillo de alguna vecina mala la partía en dos. Con ella aprendí a superar rivales haciendo 'la paré con la paré'. Qué jugador.

Eso era Piñeyro, mi barrio y el de Iglesias, aparentemente, aunque no recuerdo haberlo visto nunca por ahí, pese a ser contemporáneos. Ni en las pacíficas calles de Castellino, ni en los bravos potreros de Los Siete Puentes.

Allí fuimos, con una de pelota de cuero ganada en un concurso de figuritas, a desafiar al duro equipo de Carantigua lo llamaban así porque tenía una rara enfermedad: cuerpo de 10 años, rostro de 50, pibes muy pesados de verdad. Ganamos 3 a 2, pero se enojaron, nos quitaron la pelota y nos corrieron con palos y piedras. ¡Todos re peronistas, Fernando!

La Escuela Normal Próspero Alemandri (ENPA), el colegio que nombra con tanto orgullo, también fue el mío durante la primaria, con las hermanas Otero, la señorita Granata con quien gané un concurso de redacción; y antes de ellas, el jardín de infantes, con la señora Alcira, que nos limpiaba en el baño si cierta emoción inmanejable terminaba en pipí o popó, fuera de lugar. Ella nos quitaba la vergüenza, nos limpiaba las lágrimas y nos devolvía limpitos y secos a casa. Otra peronista.

El barrio estaba lleno de comercios, pymes e industrias grandes, como la Siam. Hacia el fondo de mi calle, Entre Ríos, había filas de obreros, mamelucos, el Crónica matutino bajo el brazo, el bolso con la vianda. Intuyo que peronistas también. Una plaga, ¿no, Fer?

En 1945, la Siam pasó a llamarse Siam Di Tella y ya fabricaba de todo. Heladeras(la clásica, hoy vintage, pintada con colores vivos), lavarropas, cocinas, televisores y las motonetas Siambretta, las que usaba Perón, con su gorro pochito.

En ese contexto, la fábrica hizo una de sus mayores apuestas, fabricar autos con tecnología inglesa. Era la época en que todos los taxis eran Siam Di Tella. La empresa tuvo 13 fábricas con casi 10 mil trabajadores y 250 productos diferentes. La creciente industria argentina se veía a simple vista desde el colectivo, cruzando el puente Victorino de la Plaza, espiando el acero en rojo de la acería Gurmendi. Altri tempi.

Solo un necio, un extranjero, un extraterrestre, un ciego de nacimiento o un ensimismado en su propio odio podría dudar de dónde salía esa pax barrial, ese crecimiento, esa cantidad de trabajo y sueldos que alcanzaban hasta para mejorar las casas, o hacerlas nuevas. Fue la política de desarrollo industrial peronista o los marcianos. Una de dos.

Crecí escuchando discos de pasta en una antigua victrola. Gardel, Smith y sus pelirrojos y la Marcha de la Libertadora, con la Glosa a la Marcha, recitaba por el actor Arturo García Bohr en el lado B. ¿Era la mía una familia gorila? No del estilo del, digamos, diputado Iglesias, sin duda. ¡Diómelibreymeguarde!

Eran socialistas. No les gustaba Perón, porque les había 'robado' las ideas. Así pensaban mis viejos. Ellos se conocieron en la 'Biblioteca Popular Veladas de estudio después del Trabajo', donde daba clases de educación sexual Escardó y venían a hablar Palacios, Ghioldi y otros personajes 'progres'.

Lo desconfiaban a Perón, y veían a Evita como una fanática, es verdad. Les preocupaba que, junto a las ideas socialistas, también se había colado algo del corporativismo mussoliniano y su culto a la personalidad. Todavía la izquierda no era peronista.

Pero nadie en su sano juicio se atrevía a discutir el enorme impulso que la industria nacional tuvo gracias a la política económica de Perón. Mis padres, que no eran peronistas, no lo hacían.

Negarlo sería ser un necio. Casualmente el, digamos, diputado Iglesias, lo niega. Y es más, redobla la apuesta y afirma que fue el peronismo el que arruinó la ciudad de Avellaneda y la dejó en estado marginal. Mirá vos. No soy afecto a la ciencia ficción o al cine catástrofe de Clase B, pero trataré de refutar con historias primero, y algunos datos después, su, digamos, razonamiento.

Alguna vez, cansado de jugar con la Pulpo, pedí permiso para descansar en la cabina de un camión semirremolque que el papá de un amigo tenía estacionado en la cuadra. El techo estaba lleno de fotos. Perón, mujeres semidesnudas, Evita, más mujeres, el escudo peronista, mujeres, el general sobre el caballo pinto con sonrisa gardeliana, más mujeres, Evita, una virgen, una cruz, y así. Era algo absolutamente excitante para mí.

Una orgía de cosas prohibidas. Mujeres desnudas y el que, por esos tiempos, todavía era nombrado como 'el tirano prófugo'. Yo estaba fascinado con mi contacto con el Mal. No le pregunté a mi amigo por las mujeres, pero sí por Perón.

"¿Por qué tu papá tiene a Perón en la cabina?". Mi amigo me miró sorprendido y dijo: "Porque todo lo que tiene lo tuvo por Perón, boludo. ¿A quién querés que ponga?". Ahí empecé a comprender algunas cosillas que no me habían contado antes.

En aquellos tiempos la ciudad tenía a dos grandes en el fútbol. Racing e Independiente fueron los primeros en ganar internacionalmente, mucho antes que River, Boca o San Lorenzo. Eran mejores, con títulos, copas y grandes jugadores que podían retener.

Cuando Racing jugó con el Celtic en 1967, los dirigentes escoceses visitaron el estadio y no podían creer lo que se veía desde la segunda bandeja. Ahí nomás, a dos cuadras, ¡había otro estadio para más de 50.000 personas! Insólito. ¡Ellos no tenían uno así en Glasgow! Esos argentinos estaban locos. Locos, y con capital. Capital nacional, don Iglesias, no sé si tiene el gusto.

El 2 de abril de 1976 José Martínez de Hoz anunciaba su plan económico que abría la importación, abarataba el dólar, privilegiaba al capital financiero sobre el productivo, fomentaba la bicicleta especulativa y la compra, sí o sí, de los pequeños establecimientos por parte de las grandes empresas. Ése fue el puntapié inicial para el fin de la orgullosa ciudad industrial de Avellaneda.

Tal vez el, digamos, diputado Iglesias crea que Martínez de Hoz era un poco peronista. Pero no, no lo creo.

Fernandito se fue del barrio en 1987, diez años después que yo, que ya era periodista de Siete Días a los 18. Igual, pude ver el cierre masivo de fábricas, la destrucción del aparato productivo, la quiebra de las pymes gracias a la competencia importada, el dólar barato del 'deme dos', la apertura indiscriminada, en fin. Bajar costos, es decir los salarios. Igualito que ahora. No parece otra maligna idea peronista.

Alfonsín, el más peronista de todos los radicales, enjuició a los militares genocidas; enojado, le cambió el discurso a Reagan en Washington y también discutió desde el púlpito con monseñor Medina. Pero la economía no fue su fuerte. Tuvo que dejarle el sillón a Menem, el menos peronista de la historia, por su política económica. Un calco de la de Martínez de Hoz. Fue una fiesta fatal.

Si el, digamos, diputado Iglesias quiere contar como "peronista" este gobierno neoliberal de Menem, con el infalible Cavallo como padre de la criatura, sería todo un atrevimiento. Pero todo puede pasar, en tiempos de posverdad. El, digamos, Diputado solo ve el color de la camiseta. El contenido te lo debe.

La película sigue con este, digamos, gobierno de Macri, que Iglesias defiende con fervor místico. Siempre a la espera de capitales en lluvia poética, una cosecha récord, el segundo semestre y sus brotes verdes, los préstamos salvadores de la tía Christine o a Godot. ¡Tal vez esperan a que venga Godot, santo Beckett!

Durante los 12 años de kirchnerismo, el sueldo promedio se recuperó un 19%. En solo tres años de, digamos, administración macrista, el mismo salario promedio se hundió un 20%. ¿Y Avellaneda? ¿Seguirá siendo parte de la Argentina o formará parte del imaginario del niño Iglesias?
¿Será que ese aumento no era legítimo? ¿Será que esa recuperación fue diseñada por el Eje del Mal? No olvidemos que, el trabajo, para los amigos del niño Iglesias, es como cuenta con su habitual claridad la vice Michetti, 'chiquitito así'.

La idea de un trabajo "chiquitito así", no parece una muy peronista. Digo yo, bah.

Veamos qué dice alguien que sabe de economía bastante más que Iglesias y Asch, claro.

"La alternancia entre el modelo keynesiano y el neoliberal refleja la dificultad para construir un desarrollo hegemónico, viable y a largo plazo. Pero si comparamos los resultados, son muy favorables al modelo nacional. En 22 años de gobiernos 'populares' (Primer peronismo 1946-1955 y los tres períodos kirchneristas 2003-2015) el PBI ha registrado un aumento promedio del 5%, contra un magro 2% de los 17 años del modelo neoliberal: la dictadura 1976-1983 y el menemismo, 1989-1999", escribió Aldo Ferrer (1927-2016) en su 'Economía Argentina el siglo XXI' (2015).

Ferrer, un economista honesto que, sí, fue fugaz funcionario de Marcelo Levingston en 1970-71, como para que Iglesias no tenga que googlearlo, intuyó pero no pudo ver, por suerte para él, la extraordinaria performance de tres años con el 'Mejor equipo de los últimos 50' años, rompiendo récords de recesión, industricidido, tarifazos, cadena de pagos destrozada, destrucción del empleo, gente al borde de la desesperación, caída del PBI del 2,6% en 2018 y pronósticos que van desde el -0,5 al -2% para 2019.

¿Creerá todavía el, digamos, diputado Iglesias que todo esto es por culpa del peronismo? No lo dudo. La principal característica del necio es redoblar la apuesta frente a cualquier evidencia. Da lo mismo, como con Nisman. Confío ciegamente en él, un simpático exponente de los necios de alta gama de estas pampas de crisis. La calle está dura y hay que cuidar el trabajo.

Eso garpa, por ahora. Más difícil fue para mí, un ex gorila devenido en keynesiano neo peronista. Se me complica.

Por cierto, algunas cositas más, Fer. Para ir cerrando:

a)Nisman no lo mató un peronista. Nisman no era peronista y se disparó con esa vieja pistola que anduvo de milagro. Quería conservar su lindo trabajo y no toleró el despido de Stiuso y su posterior ninguneo. No tenía nada. Lagomarsino es de los tuyos, muy anti-K. No es peronista, ni siquiera de ésos con voz finita o sacos de marca, tan elegantes.

b) Las inundaciones del primer año, la brutal sequía del año pasado y las inundaciones últimas en el norte de Santa fe no sucedieron por orden del Comando Superior Peronista. Juro que no.

c) Que Racing salga campeón cada vez que se hunde el país, desagradable costumbre que se inició en 2001, en medio de la semana de los cinco presidentes no sucede por orden del fantasma de Cereijo, el ministro de Perón. Chequeálo con Lilita.

d) Que Holan se pelee con todos los jugadores no es por orden de CFK, que además es de Gimnasia, un equipo que no jode a nadie. Si creés que Comparada, Ducatenzeiler y Cantero (y la siempre atacada por una feroz excitación psicomotriz de Florencia Arietto, hoy asesora de Vidal) son el peronismo rojo, pues… sería todo un exotismo político de tu parte.

e) La ineficacia de la CIA, que en cinco años no pudo encontrar ni un miserable calefón relleno con dólares K, no es por orden peronista. Por más peronista que te parezca Trump. ¿No te parece medio peronista Trump? ¿En serio, no? Tampoco Ronald Noble, el de las Alertas Rojas, pertenece al FBI peronista. De verdad, no.

f) El iceberg que hundió al Titanic no fue colocado por un comando peronista, según consta en crónicas de la época. Tampoco el capitán, Edward John Smith era peronista, y no está probado que haya sido pariente directo secreto de John William Cooke. Son fake news. Vos sabés.

Bueh. Una pena no haberte encontrado en el barrio o la escuela, Fernandito, antes de que fueras, digamos, Diputado. Quizá hubiésemos podido jugar a algo divertido, juntos.

Al 'tinenti' con las piedritas, a las figus con espejito lleva todo, un picado a 5 al mejor de tres, o al boxeo, donde siempre, maldición, terminaban ganando los pibes de familia peronista. No te lo hubiese aconsejado, la verdad. Ni entonces ni ahora.