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jueves, 22 de octubre de 2015

Campañas y Elecciones 2015. Lenta agonía de la Mediocridad… @dealgunamanera...

Lenta agonía de la Mediocridad…


La peor campaña política de una elección Presidencial en estos 32 años de democracia, está llegando a su fin. Todos sabemos que estas últimas horas continuará la acostumbrada senda de mediocridad, mal gusto, ausencia de ideas y cuantiosas sumas de dinero que en la mayoría de los casos provienen de presupuestos públicos, cuyo origen hay que buscarlo en la corrupción y en el uso inescrupuloso del aparato de los Estados que gobiernan quienes son candidatos.


En lo que respecta a la candidatura de Margarita Stolbizer, que apoyo y milito y en la que estamos involucrados los socialistas, la eximo de esta descripción. 

Ha sido y es la única campaña que trató y trata de ir contra una corriente mediática descaradamente de “Derechas” (como dirían los españoles). 

Corriente decidida a convertir en pecaminoso el voto a una alternativa política seria, propositiva y sobre todo decente, como la de Margarita, por ser disfuncional a la guerra binaria que nos ofrece el Oficialismo y gran parte de la Oposición.

Si el espacio Progresista llegó a esta situación, es producto de múltiples factores y errores y no culpa de una candidatura contra todos los pronósticos y sin recursos económicos como la de Stolbizer.

Será motivo de debates en el futuro, pero queda claro que en Argentina todavía sigue faltando un espacio Socialdemócrata en serio que termine con el síndrome de echarle la culpa al Radicalismo y al Peronismo de los padecimientos de la Centroizquierda.

El haber dilapidado los 4 millones de votos de la elección del 2011, es el resultado de una larga lista de errores que hemos cometido colectivamente y que deberíamos discutir sin trampas y sin tirarnos resultados por la cabeza.

Repasemos el resto del escenario.

La Izquierda dura en Argentina no tiene mayores novedades, ni siquiera con un candidato treintañero. Que Del Caño haya tomado como modelo a la Cuba Castrista (por lo menos en Educación) ha sido la única noticia.

Desde el punto de vista de la exquisitez política, cometió un sacrilegio, el trotskismo siempre fue crítico de la revolución cubana. 

Pero hablemos con sinceridad y reconozcamos que Nicolás hizo avanzar de un plumazo 88 años al trotskismo argentino. La última vez que le preguntaron lo mismo a Altamira, tomó como modelo a seguir la rebelión de la Comuna de Paris de 1871 ante el azorado periodista que en vano buscaba una pista en la ley de Comunas de mi autoría.

Vayamos a lo preocupante: los tres candidatos que han construido una telenovela del poder, idea y producción de los grandes Medios, de algunos consultores y de los grandes grupos económicos y políticos conservadores del país. Hablamos, claro está, de Macri, Scioli y Massa.

Los tres nacieron políticamente en los 90, dos de ellos formaron parte del ciclo kirchnerista. El otro hizo con amigos y familia, grandes negocios en la misma década. 

Ninguno de los tres pudo hacer nada con el narcotráfico: a uno lo acusan de que en el territorio que gobierna viven la mayoría de los narcos, otro critica a los demás pero en la Ciudad que gobierna, florecen las cocinas de Paco a pocas cuadras de la Casa Rosada y crecen enormes zonas liberadas donde manda la narcocriminalidad y el tercero representa al gobierno en el que se desarrolló y creció el Narcotráfico como nunca antes en la Argentina.

Dicen tener profundas diferencias pero lo cierto es que son previsiblemente parecidos. Macri respaldó a Massa hace dos años, Massa estuvo en el mismo gobierno de Scioli y Scioli es amigo de Macri. Hasta tienen esposas que juegan a ser (bizarramente por supuesto) la esposa de Underwood en la serie House of cards.

Sus propuestas son tan simplistas que ni el dictador más bananero del mundo se las hubiera tolerado a su publicista. Se corren por derecha para ver quién es el más duro, el que imposta la mandíbula más apretada. A veces recuerdo brumosamente a López Murphy y me da la sensación que era un personaje bonachón de Disney al lado de este trio.

Sus puestas en escena son cada vez menos creíbles. ¡Se sacan fotos para el diario con gente humilde, mientras miran con cara de asco la milanesa que le ofrecen en la casa que visitan, y ni lo disimulan!
¡Nooo … lo viralizan en las redes sociales!

Uno imposta tonadas, el otro cuando saluda a un pobre no puede disimular su cara de asombro y su mirada de antropólogo positivista del siglo 19. 

Miro los spots del Frente para la Victoria donde se muestran miles de policías uno al lado del otro jurando frente al gobernador en un solo grito, y pienso en la similitud estética (aclaro lo de estética) con las películas de los congresos nacionalsocialistas de Nuremberg. 

Meta coaching, esquivar bombazos que se tiran unos a otros, saber llevar las cruces que arrastran con ellos (los Anibal, los Niembro) y una cara de piedra impagable, les alcanzó a estos tipos para llegar a la final… Y enloquecernos a muchos si tenemos que tomar una decisión en un hipotético balotaje.

Atrás de miles de anécdotas de esas características se esconde la esencia del problema: son de Derecha. Son de Derecha de una chatura intelectual que asombra (si amigos del Progresismo Ingenuo, una cosa es ser Winston Churchill y otra Donald Trump, y nosotros desde Carlos Pellegrini, Sarmiento y Alberdi a la fecha, no hemos tenido más que una sucesión Trumps).

Unos serán morochos, otros de ojos celestes, unos hablan de pueblo y otros de república, pero los “laboratorios” de los que salen nuestros candidatos, no tienen ni la más mínima idea de esos dos conceptos y mucho menos ganas de aprender qué significan. 

Separar lo más posible pobreza de desigualdad, subordinar la distribución al crecimiento y una visión estúpida y codiciosa del funcionamiento de una economía de mercado, es su alfa y omega. 

Su biblia: Gestionar enumerando obras muchas veces inservibles o que no son ciertas e insistir por enésima vez que todo se solucionará cuando lleguen las inversiones. Y chorear impunemente. Muchísimo.

¡Encima el mundo… el mundo! 

Estamos en las puertas de un cambio civilizatorio, con una gigantesca revolución industrial en países orientales occidentalizados que haría empalidecer a las revoluciones industriales inglesa y norteamericana.

Y será a caballo de futuras guerras climáticas a causa de la escasez de agua y del manejo de los grifos de gas y petróleo del que disponen algunos países, en un mundo que no se preparó para la escasez de dichos combustibles.

Nuevamente en Medio Oriente se dan cita, el choque de intereses de las tres superpotencias, las diferencias religiosas, los odios étnicos ancestrales, los renacimientos de las ambiciones imperiales, el deambular de millones de personas haciendo caso omiso de las fronteras nacionales y exigiendo como el capital, libre circulación para migrar y escapar de sus propias pesadillas. Lo hacen forzando a que los reciban con éxodos que avergüenzan a la humanidad entera o cada tanto abrumando con pesadillas de nuevo tipo a bucólicos turistas en las playas europeas y turcas: niños muertos flotando en sus orillas.

En ese mundo tan complejo, Argentina ofrece el aporte de un conjunto de estadistas con visión estratégica. Si, ofrecemos a Scioli, Massa o Macri.

No soy creyente, pero si hay una crisis de esta magnitud, (no hablo de la descripción que hice de la situación internacional, sino de afrontar la realidad de que uno de los tres será Presidente de Argentina en ese mundo)… espero que actúe el Papa. Yo lo admiro mucho, quizá algo pueda hacer.

Así las cosas, mientras tanto, no todo está perdido.

Quizá haya un batacazo en las elecciones de USA y Gran Bretaña y se consolide un nuevo pacto del Atlántico de sesentones y setentones ex hippies, ex izquierdistas y ex pacifistas con la dupla Sanders- Corbyn.

Un resultado electoral de esta naturaleza, habilita a pensar que todas esas profecías de las que tanto se habla, son reales y que ahora sí, definitivamente, el fin del mundo podría estar cerca.

Pero aun así, amigos, que buen fin del mundo seria.

Post Data:

Voy a votar a Margarita Stolbizer lista completa con Victoria Donda.

Si fuera santafesino votaría por Hermes Binner Senador.

Igual insisto que fue un error la estrategia del corte de boleta en esa Provincia.

Hace 35 años milito en el Socialismo así que conozco donde hay que hacer las críticas: ACA.

El mejor candidato para el Parlasur es Juan Carlos Zabalza y lo voto con orgullo.

Nadie rompió el FAP ni UNEN, simplemente no se supo liderar.

Si hay Balotaje… pensaré mucho.

Sea cual sea el resultado después de las elecciones estaría buenos que nos escuchemos todos…

Suerte a todos en sus campañas, fuerza ¡PROGRESISTAS!


© Escrito el martes 20/10/2015 por Roy Cortina, Diputado del Partido Socialista y publicado en RoyCortina.


domingo, 30 de septiembre de 2007

Curioso liberalismo autóctono... @dealgunamanera...


En la Argentina se suelen rechazar las ideas de buenos liberales como San Martín y Alberdi.



Los habitantes de nuestro país han sido robados, saqueados, se les ha hecho matar por miles. Se ha proclamado la igualdad y ha reinado la desigualdad más espantosa; se ha gritado libertad y ella sólo ha existido para un cierto número; se han dictado leyes y éstas sólo han protegido al poderoso. Para el pobre no hay leyes, ni justicia, ni derechos individuales, sino violencia y persecuciones injustas. Para los poderosos de este país, el pueblo ha estado siempre fuera de la ley".

El autor de este texto no es un activista ubicado en el extremo ideológico del panorama nacional. Fue un hombre moderado, un gran intelectual liberal, don Esteban Echeverría. El autor del Dogma Socialista, en esta carta que le escribía a su amigo Félix Frías en 1851, poco antes de morir, hacía un balance del período comprendido de Mayo a Rosas y daba cuenta con innegable dolor de la distancia que separaba al pensamiento liberal de la verdadera libertad de aquel pueblo que la Generación del 37 había idealizado y al que querían elevar a los niveles de "la Inglaterra o la Francia".

Unas décadas más tarde, quizás el teórico liberal más notable que dio nuestro país, Juan Bautista Alberdi, el autor del libro que sirvió de base para la redacción de nuestra Constitución Nacional, analizando los gobiernos liberales de Mitre, Sarmiento y Avellaneda, escribía: "Los liberales argentinos son amantes platónicos de una deidad que no han visto ni conocen. Ser libre, para ellos, no consiste en gobernarse a sí mismos sino en gobernar a los otros. La posesión del gobierno: he ahí toda su libertad. El monopolio del gobierno: he ahí todo su liberalismo. El liberalismo como hábito de respetar el disentimiento de los otros es algo que no cabe en la cabeza de un liberal argentino. El disidente es enemigo; la disidencia de opinión es guerra, hostilidad, que autoriza la represión y la muerte" (1).

Ambos pensadores, quizás los exponentes más lúcidos del liberalismo criollo del siglo XIX, ponían el dedo en una llaga nunca cicatrizada: la dicotomía existente entre una práctica política conservadora y una proclamada ideología liberal que sólo se expresaba en algunos aspectos económicos.

Ni siquiera en todos, porque la crítica liberal que planteaba la no intervención estatal no funcionó nunca en nuestro país si se trataba de apoyar con fondos estatales la realización de obras públicas por contratistas privados cercanos al poder, o del salvataje de bancos privados como viene ocurriendo desde 1890 a la fecha.

Para los autodenominados "liberales argentinos" estas intervenciones estatales en la economía no eran ni son vistas como tales. Pero estuvieron y están prestos a calificar como "gasto público" a lo que los propios teóricos del Estado liberal denominan sus funciones específicas como la salud, la educación, la justicia y la seguridad y que son denominados, incluso por los autodenominados "organismos financieros internacionales", como "inversión social", porque el Estado recuperará cada peso invertido en una población sana y con capacidad laboral y tributaria.

Si el Estado no cumple con estas funciones básicas, decía John Locke (1632-1704) -uno de los padres fundadores del liberalismo- el pacto social entre gobernantes y gobernados se rompe y los ciudadanos tienen derecho a la rebelión.

Las revoluciones burguesas europeas, producidas entre 1789 y 1848, dieron lugar a un nuevo tipo de Estado que los historiadores denominan "liberal". La ideología que sustentaba estos regímenes es el denominado "liberalismo", que a mediados del siglo XIX presentaba un doble aspecto: político y económico.

El liberalismo político significaba teóricamente respeto a las libertades ciudadanas e individuales (libertad de expresión, asociación, reunión), existencia de una constitución inviolable que determinase los derechos y deberes de ciudadanos y gobernantes; separación de poderes para evitar cualquier tiranía; y el derecho al voto, muchas veces limitado a minorías.

Junto a este liberalismo político, el Estado burgués del siglo XIX estaba también asentado en el liberalismo económico: un conjunto de teorías y de prácticas al servicio de la alta burguesía y que, en gran medida, eran consecuencia de la Revolución Industrial.

Desde el punto de vista práctico, el liberalismo económico significó la no-intervención del Estado en las cuestiones sociales, financieras y empresariales.

A nivel técnico supuso un intento de explicar el fenómeno de la industrialización y sus más inmediatas consecuencias: el gran capitalismo y las penurias de las clases trabajadoras.

La alta burguesía europea veía con preocupación cómo alrededor de las ciudades industriales iba surgiendo una masa de trabajadores. Necesitaba, por lo tanto, una doctrina que explicase este hecho como inevitable y, en consecuencia, sirviese para tranquilizar su propia inquietud. Tal doctrina fue desarrollada por dos pensadores: el escocés Adam Smith (1723-1790) y el británico Thomas Malthus (1766-1834).

Smith pensaba que todo el sistema económico debía basarse en la ley de la oferta y la demanda. Para que un país prosperase, los gobiernos debían abstenerse de intervenir en el funcionamiento de esa ley "natural": los precios y los salarios se regularían por sí solos, sin intervención alguna del Estado y ello, entendía Smith, no podía ser de otra manera, por cuanto si se dejaba una absoluta libertad económica, cada hombre, al actuar buscando su propio beneficio, provocaría el enriquecimiento de la sociedad en su conjunto, algo así como la tan meneada y falsa teoría del derrame.

Malthus partía del supuesto de que la población crecía mucho más rápido que la generación de riquezas y alimentos. Pensaba que la solución estaba en el control de la natalidad de los sectores populares y en dejarlos abandonados a su suerte para la naturaleza.

Tanto Malthus como Smith piden la inhibición de los gobernantes en cuestiones sociales y económicas. Sus consejos fueron muy escuchados y practicados por estos lares.

La trayectoria del autodenominado "liberalismo argentino" ha sido por demás sinuosa pero coherente. El credo liberal no les ha impedido a algunos formar parte de todos los gabinetes de los gobiernos de facto de la historia argentina. Han tolerado y en muchos casos justificado y usufructuado de la represión de la última dictadura militar para seguir haciendo negocios sin ser molestados.

Quizás ya sea hora de que relean al más notable liberal en serio que pisó el suelo argentino, José de San Martín, quien escribió en el Código de honor del Ejército de los Andes: "La patria no hace al soldado para que la deshonre con sus crímenes, ni le da armas para que cometa la bajeza de abusar de estas ventajas ofendiendo a los ciudadanos con cuyos sacrificios se sostiene. La tropa debe ser tanto más virtuosa y honesta, cuanto es creada para conservar el orden, afianzar el poder de las leyes y dar fuerza al gobierno para ejecutarlas y hacerse respetar de los malvados que serían más insolentes con el mal ejemplo de los militares. La Patria no es abrigadora de crímenes".

1. Juan Bautista Alberdi, "Escritos póstumos", Tomo X, Buenos Aires, Editorial Cruz, 1890


© Felipe Pigna.
 Historiador