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lunes, 24 de mayo de 2021

Reportaje a Jorge Remes Lenicov. “El desencuentro entre política y economía”... @dealgunamaneraok...

Jorge Remes Lenicov: “Para algunos sectores, la generación de riqueza es una mala palabra”… 


Jorge Remes Lenicov: "Es muy difícil hacer política económica cuando la conducción está dividida". Fotografía: Matías Adhemar.

Estudió economía en la Universidad Nacional de La Plata. Fue director del Observatorio de la Economía Mundial de la Universidad de San Martín (UNSAM), director de la filial Provincia de Buenos Aires de la ASAP, ministro de Economía de la provincia de Buenos Aires y de la Nación, diputado y embajador ante la Unión Europea 

© Escrito el domingo 23/05/2021 por Sonia Diamante y publicado por el Diario La Nación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.

 

Un documento del economista Jorge Remes Lenicov, exministro de Economía de la provincia de Buenos Aires y de la Nación, titulado “El desencuentro entre política y economía”, hizo reflexionar a todo el espectro político y económico, ya que allí se mostraba cómo había empeorado la economía desde el retorno a la democracia.


–El documento es bastante pesimista sobre lo que pasó en los últimos años. ¿Se puede mirar con optimismo el futuro?

–No es que uno sea pesimista, solo mostré los datos en términos de crecimiento, inflación, pobreza, competitividad, productividad y funcionamiento del Estado y de los servicios. Lamentablemente nos ha ido mal. Ningún país se suicida o se inmola, en algún momento siempre hay posibilidades de cambio. En 1989 y en 2001 tuvimos crisis muy severas y salimos adelante. Eso depende en gran medida de la dirigencia política. Uno tiene que ser optimista pensando que, en algún momento, la dirigencia tomará conciencia de que hay que sentarse a conversar y charlar entre todos. 

¿No cree que, con la pandemia, con 42% de la población en la pobreza y con una caída de 10% del producto estamos en una situación crítica?

La situación crítica en nuestro país se da cuando hay algún tipo de estallido. En 1989 fue la hiperinflación y en 2001, la híper recesión y la conflictividad social a fin de año. Es un shock que golpea. El problema es que, cuando uno va cayendo de a poco en una tendencia decadente, se va acostumbrando a esto. Es terrible que la pobreza sea de 42%; pensemos que en 1974, en una medición anterior, era 4% y los militares la dejaron en 16%. De todas maneras, mi experiencia con el documento me alienta, porque me han llamado para hablar desde sindicatos a empresarios, pero también muchos políticos de todo el arco partidario. En algún momento la dirigencia tiene que tomar conciencia de que hay que ir por una avenida del centro, no hay que inventar muchas cosas en esto, nadie va por los extremos. 

"Ningún país se suicida o se inmola, en algún momento siempre hay posibilidades de cambio" 

Estando la economía en una situación frágil, ¿cree que el oficialismo está jugando con fuego con sus internas y los puntos de vistas distintos en la política económica?

Es muy difícil hacer política económica cuando la conducción política está dividida. Veo en el Gobierno que hay dos orientaciones, y así no funciona. Por el lado de la oposición pareciera lo mismo. En estos 37 años han pasado todos los partidos políticos, PJ, UCR, Macrismo y Alianza, y es difícil decir que encontramos la salida. Hay una obligación de intentar generar debate y de tomar conciencia de los problemas. 

¿Por qué no están dadas las condiciones para que los partidos políticos se junten y traten de fijar algún proyecto que se mantenga en el tiempo?

Las dos veces que crecimos fue a través de alianzas. Entre 1991 y 1998 estuvo primero la alianza de Carlos Menem con Antonio Cafiero, dentro del PJ y a partir de ahí Menem hizo una alianza con la Ucedé y con otros partidos chicos. Luego hubo otra etapa de 2002 a 2009, que empezó con la alianza entre Eduardo Duhalde y Raúl Alfonsín. Pero para poder hablar, no se tienen que agredir. Estuve en su momento en las negociaciones de Cafiero con Menem y en las de Duhalde con Alfonsín, y recuerdo que cuando hablaba cada uno en público durante su campaña no decían las horrendas cosas que se dicen hoy. No se perdía la capacidad de diálogo, era gente civilizada. En 2001, yo estaba como diputado del PJ con Oscar Lamberto, y por la UCR estaban Raúl Baglini y Jesús Rodríguez. Nos hicimos amigos, conversábamos siempre, y los últimos detalles de las leyes que mandábamos al Congreso, sobre todo la de emergencia, las terminábamos por teléfono, porque había confianza mutua. 

¿Por qué se perdió eso?

Creo que se ha ido ideologizando la política, de ambos lados. La política es la antinomia de la ideología. La política, por definición, es el consenso, el acuerdo. La ideología es tratar de que la realidad se acomode a lo que uno a priori está pensando, y sentir que se tiene el monopolio de la verdad. Entre unos y otros hemos generado la grieta, porque de un lado y del otro no se quieren ni saludar.

Lenicov: "Hacer una proyección para después de las elecciones es muy difícil, pero creo que habrá que hacer algunos cambios para que haya un poco de sustentabilidad en temas de déficit fiscal. Fotografía: Matías Adhemar

¿Cómo se puede sacar a la ideología de la política? ¿O la única forma es que haya un nuevo shock? 

Es muy difícil de resolver. Probablemente, los golpes que se han dado unos y otros los lleven a reflexionar y pensar. Las dos veces que hubo grandes crisis en la Argentina desde la vuelta de la democracia no se previeron. El 6 de febrero 1989, cuando el presidente del Banco Central libera el tipo de cambio y empieza el proceso de hiperinflación, no tanto por la emisión monetaria sino por el aumento de la velocidad de dinero, nadie se imaginaba un mes antes que iba a pasar lo que ocurrió. Y a principios de diciembre de 2001 estábamos en el Congreso y nadie decía que habría un estallido. Es lamentable, porque el estallido tiene costos muy grandes. Pero no se puede salir de tantos años en los que venimos creciendo muy poco, si no hay un tipo de acuerdo sobre algunas cuestiones. Lo primero que hay que hacer es acordar cuáles son los problemas argentinos, porque acá no estamos tan de acuerdo. 

¿Cuáles son para usted?

La inflación y el empleo. No se puede discutir una estrategia de crecimiento, con todo lo que ello implica en factores de producción, capital, trabajo, tecnología, recursos naturales, si no se tiene más o menos una macro ordenada, porque quién sabe qué pasará el año que viene, con una inflación de 40 o 50%. Para hacer inversiones y aumentar la producción, hay que tener alguna idea de cómo viene la situación. Obviamente que la pobreza es un problema, pero existe porque no hay empleo, y no hay empleo porque no hay inversión, y no hay inversión porque no hay ahorro. Discutamos no la foto, sino la película, la causalidad del problema. En las campañas electorales, todos hablan de los grandes objetivos: hay que bajar la pobreza, hay que crecer, hay que exportar valor agregado. Yo creo que hay que discutir los instrumentos, que son tan importantes como los objetivos. Si uno no tiene los instrumentos, no se puede poner objetivos que no puede cumplir. 

¿A medida que pasa el tiempo y se desperdician oportunidades, no cree que se van perdiendo los instrumentos?

Sí, absolutamente, y hay que pensar cómo crearlos. Si uno llega a un acuerdo, puede crear instrumentos, porque a partir de ahí hay más credibilidad que si sigue haciendo las cosas que viene haciendo. El tema del contexto para mí es clave, porque uno puede diseñar el mejor programa del mundo, pero su éxito dependerá de la credibilidad que tenga el gobierno que lo quiera implementar. Esto no es neutral y no es inocuo. Si uno pudiera hacer un acuerdo de dos o tres temas, gana instrumentos, porque gana credibilidad, que es un instrumento de política. 

"En algún momento la dirigencia tiene que tomar conciencia de que hay que ir por una avenida del centro, no hay que inventar muchas cosas en esto, nadie va por los extremos."

¿Qué partido político cree que estaría mejor posicionado para implementar este programa: un peronismo, que tiene el apoyo popular, o el macrismo, que se supone que tendría más apoyo de los mercados?

No estoy muy de acuerdo con el punto de partida, porque Macri no tuvo el apoyo de los mercados cuando fue presidente. Él decía que iban a llover las inversiones y no lo hicieron. El Gobierno tampoco tiene el apoyo de todos y necesita dialogar para tener mayoría en el Parlamento. Estamos en un punto donde ambos se necesitan, pero no para aprobar una ley; se necesita un planteo más general, donde haya un programa de cuatro o cinco años. 

Pero si en una pandemia, con este nivel de pobreza y de inflación, no logró unirlos y generar un acuerdo, entonces ¿Qué tiene que pasar en la Argentina?

Deseo que en algún momento se pongan a charlar, porque la pobreza y el desempleo, por más voluntad que tenga este gobierno o el anterior, no se resuelve por voluntad o por magia, es todo un proceso. Es muy común escuchar a dirigentes nuestros que dicen que quieren ser Portugal o como el resto de los europeos, pero ellos hicieron un esfuerzo largo e intenso para lograr la sociedad que tienen, porque nadie regala nada. Hay que organizar la economía de una manera tal que genere riqueza. Hay sectores en nuestra vida política para los cuales la generación de riqueza es una mala palabra, pero no se puede distribuir si no hay riqueza. Para crecer se necesita capital o financiamiento, y no lo tengo porque el riesgo país es muy alto y los capitales locales se van. La Argentina es el país en el mundo que más plata en el exterior o en los colchones tiene, es casi el equivalente a un producto. El asunto no es decir ‘vamos a hacer más controles’, porque igual encuentran la manera de escaparse. El asunto es preguntarse por qué se van, y es porque acá no tienen un ámbito de inversión. Discutamos eso, porque sin capital no se crea empleo. Me parece que en los dos grandes aglomerados políticos hay una negación a este tipo de discusiones, y eso que hay economistas con los cuales uno individualmente puede charlar, pero se sienten tapados por la presión de la política. Así, la cosa no funciona. 

¿Cree que puede haber un nuevo estallido?

No puedo avizorar nada. Creo que con el precio de la soja en estos niveles y, partiendo de que el FMI y el Club de París harán un waiver, da la sensación de que es manejable la economía hasta las elecciones. 

Y después de las elecciones, ¿se viene una devaluación?

No sé, depende del resultado electoral. Hacer una proyección para después de las elecciones es muy difícil, aunque sí creo que habrá que hacer algunos cambios, para que haya un poco de sustentabilidad en temas de déficit fiscal. Para mí es un misterio cómo lo harán, como también lo es cómo quedará el poder interno del Gobierno. 

¿Martín Guzmán puede volver a recuperar la credibilidad, después de quedar golpeado con el tema de las tarifas?

Para recuperar credibilidad es necesario que haya unicidad del mando político en el Gobierno, porque siempre la política económica depende de la decisión política. Sino, no hay ningún programa que funcione. Si entre quienes gobiernan hay tironeos o posiciones disímiles, la cosa es complicada. 

Volvemos a lo que decía al principio: si se quiere que haya acuerdos entre los dos principales partidos políticos, primero tiene que haber acuerdo dentro de esos espacios. Tendría que haber un paso previo, que por ahora no se ve...

Absolutamente, en ambos grupos, porque son los mayoritarios. Después están los menores, pero todavía no tienen el peso como para darse una estrategia de poder. El poder se construye. Históricamente ha habido partidos testimoniales, que están muy bien en una democracia, porque son otras voces y se aprende, pero hoy día, sacando la foto, hay dos partidos que tienen aspiraciones de poder y en los dos no hay, a mi modo de ver, un liderazgo y una unicidad de pensamiento. 

¿Cuáles son sus tres libros preferidos?

La guerra y la paz, de León Tolstoi.

Una tierra prometida, de Barack Obama.

El ciclo de la ilusión y el desencanto, de Pablo Gerchunoff y Lucas Llach.




miércoles, 28 de agosto de 2013

Modelo cambiado… De Alguna Manera...


Modelo cambiado…

¡Aguante la ficción! Cristina Fernández. Dibujo: Pablo Temes.

Ni Australia ni Canadá: el país estaba mejor cuando Duhalde le pasó la posta a Kirchner. La responsable.

Investigación exclusiva: el plan del Gobierno para perder las elecciones. Autoatentados en Twitter, nombramiento de un jefe militar sospechado de delitos de lesa humanidad, regreso de un director del servicio penitenciario experto en mano dura, festejos por triunfos electorales en la Antártida y la comunidad qom, conferencias de prensa falsas, llantos en cámara y candidatos opas. Cómo es la estrategia del oficialismo para dilapidar en dos meses lo ‘ganado’ en una década”.

La tapa de la revista Barcelona editorializó así, por el absurdo, como una manera de reír para no llorar. Tal vez sea la única forma de comprender lo incomprensible de un gobierno que no deja de atentar contra sí mismo. Se podría sumar al plan de Cristina como jefa de campaña del Frente para la Derrota la comparación que hizo con Australia, Canadá y el aporte obsecuente de Débora Giorgi, que sumó a Estados Unidos a ese insólito torneo donde ganamos en algunos rubros y nos golean en los más importantes.

Si Cristina necesita medir su gestión, no es necesario que vaya a otras latitudes. Puede poner sobre la mesa de análisis los números actuales y colocar al lado los que recibieron de Eduardo Duhalde/ Roberto Lavagna, aunque no soporte a “el Padrino”, como ella bautizó al ex presidente para vincularlo a la mafia de Don Corleone pero que dio en la tecla porque fue Duhalde el que “apadrinó” la candidatura de Néstor Kirchner.

En esas planillas podría ver que recibieron un país que ya no estaba en llamas.

Cuando asumió Néstor encontró 16.500 millones de superávit comercial y crecíamos al 7%, con apenas el 4% de inflación.

Este año, y gracias a la incapacidad de Cristina, con suerte vamos a llegar a los 8.500 millones de superávit comercial, al 2% del PBI y con una inflación que los más prudentes ubican en el 25%. Duhalde se hizo cargo con los bancos cerrados y tapiados y con 18 cuasimonedas, después del default más importante de la historia de la humanidad (triplicó al de Rusia) y en medio de una anarquía social que sembró de muertos la Plaza de Mayo y que reclamaba “que se vayan todos”, con cinco presidentes y después de 42 meses consecutivos de caída del producto bruto y antes de que explotara la convertibilidad y huyera Fernando de la Rúa.

Ese gobierno de transición de 15 meses se retiró sin una sola denuncia de corrupción y le transfirió a Kirchner cuatro ministros (Lavagna, Pampuro, Aníbal Fernández y Ginés) y alrededor de treinta secretarios de Estado.

La mayor parte de lo que la década ganó se dio hasta 2007. Desde que se hizo cargo Cristina “cambió el modelo sin avisar”, como definió Jorge Remes Lenicov, otro de los padres del esquema productivo y virtuoso. Ese equipo que apagó el incendio, en su mayoría, hoy está con Sergio Massa, que en aquellos tiempos manejó la Anses: Lavagna, José Ignacio de Mendiguren, Jorge Sarghini, Miguel Peirano, Martín Redrado, entre otros, y hasta Alberto Fernández, que era jefe de Gabinete y un lado del triángulo del poder político.
Por eso es contraproducente para los K que, en la desesperación por satanizar a quien puede firmar el certificado de defunción del ciclo, lo acusen de neoliberal y de querer volver a los 90. Los colaboradores que eligió parecen querer volver al modelo de Néstor que a Cristina se le fue entre los dedos.

Tal como dice Roberto Gargarella, la segunda mitad del proceso kirchnerista se parece más a la máxima derecha posible que a la izquierda. ¿Cómo se pueden caracterizar la ley antiterrorista, el Proyecto X, la designación de Milani, el pacto con Irán, el abandono del Estado antes, durante y después de las víctimas de la masacre de Once –cuya responsabilidad fue de funcionarios, empresarios y sindicalistas kirchneristas–, el acuerdo secreto con Chevron, la alianza con empresarios de medios menemistas de tiempo completo y dudosa moral, la sociedad con gremialistas burócratas o espías de la dictadura, su obsesión discriminatoria con los pueblos originarios como los qom sólo para mantener su transa con señores feudales como Gildo Insfrán, los intentos de voltear las medidas cautelares –que son un verdadero escudo para los más desprotegidos–, las trabas a los juicios jubilatorios o cobrarle impuesto al salario de los trabajadores? Y es sólo una lista provisoria.

Juan José Campanella, conmovido en el acto por la tragedia del tren Sarmiento, en la que la corrupción de Estado asesinó a 52 personas, fue en el mismo sentido. En su discurso dijo: “Si está mal indignarse cuando alguien dice que la corrupción es abstracta, entonces soy culpable. Si eso es ilegal, soy más que culpable, soy reo confeso. Es más, me ofendería si me absolvieran”.

Esta Argentina bajo emoción violenta emite señales cruzadas. Daniel Scioli, que hasta hace un par de meses era “la gran esperanza blanca de la derecha y las corporaciones”, hoy es la última tabla de salvación a la que se aferran hasta los que se cansaron de fustigarlo, como Martín Sabbatella. Alberto Pérez, siempre tan prudente, acusó a Sergio Massa de “tener un pacto con Magnetto para socavar la gobernabilidad”. ¿No será mucho acuerdo para dos personas que no se conocen? Hasta hace 15 minutos, el niño mimado del Grupo Clarín era Scioli, quien no faltaba a ninguno de sus eventos institucionales.

El gobierno nacional no sale de su confusión porque no entiende o no quiere entender lo que pasó. Cristina dice que no van a cambiar nada y Daniel Scioli que se van a hacer todas las correcciones necesarias. ¿A quién hay que creerle? ¿En nombre de qué proyecto habla Scioli cuando dice que hay que cuidar que este gobierno termine lo mejor posible? ¿Está hablando de Cristina o de su propia provincia? La tozudez y el aislamiento de la Presidenta llevaron a su gobierno a esta situación de debilidad, que puede potenciarse en octubre. Ni la oposición ni los medios la obligaron a cometer torpezas seriales. El kirchnerismo llegó al poder sin el apoyo del periodismo, y ahora sufre fuertes turbulencias pese al respaldo de un amigopolio tan ineficiente como subsidiado por todos. Como dice Julio Bárbaro, “nunca tantos fondos públicos se transformaron en ganancias privadas”. Es la confirmación de que la historia la construyen los pueblos y no las operaciones de prensa.

Ella fue y sigue siendo la responsable principal de cuidar las instituciones, la paz social y la República. Todos debemos ayudar. Ojalá se deje ayudar.

© Escrito por Alfredo Leuco el domingo 25/08/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.