Mostrando las entradas con la etiqueta Jaime Durán Barba. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Jaime Durán Barba. Mostrar todas las entradas

jueves, 7 de marzo de 2024

El anarcocapitalismo... @dealgunamanera...

El anarcocapitalismo...


Lo mejor que se puede hacer en este momento en el país es un diálogo sin exclusiones, en el que la mayoría se ponga de acuerdo en las grandes líneas de desarrollo, que permitan que Argentina recupere el sitio que tuvo hace un siglo. Ese diálogo es posible en Uruguay y Chile, con líderes con discrepancias ideológicas mayores que las que existen aquí y pueden conducirse de manera civilizada. Si un “loco” puede conducir el país a un grado semejante de cordura, estaríamos empezando a escribir una nueva historia.

© Escrito por Jaime Durán Barba (*) el sábado 02-03-2024 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Uno de los valores que ayudó al éxito de Javier Milei es la autenticidad. Gustavo González decía en su columna de la semana pasada, que Milei se hace cargo de lo que hace, no echa la culpa a otros. “No creo, que este hombre haya estafado a sus votantes, yo creo que debe ser el candidato que más fielmente lleva a la práctica, todo lo que prometió en campaña”.

Quienes apoyan a Milei lo han seguido justamente, porque él y su entorno no se parecen a los políticos de siempre. Sus adversarios se equivocan cuando lo atacan calificándolo de “loco”, diciendo que cree en cosas extravagantes, y no se comporta como un estadista. La gente sabe que todos tenemos creencias irracionales, visitamos a los Reyes Magos en Colonia, evitamos el piso trece en un hotel. Sin embargo, la gente de la época de la red busca líderes distintos.

Algunos creyeron que Milei actuaba así porque eso le servía para la campaña, que una vez en el Gobierno se volvería “normal”, podía aceptar el rol de personaje decorativo, traicionando a su entorno, entregando el manejo a los que “saben gobernar”.

Pero Milei no tiene temperamento de títere. Está en el otro extremo. Supone que tiene una misión histórica que debe cumplir, confía plenamente en quienes colaboraron en su corta y meteórica carrera política, nunca los cambiaría por personas que tienen otra ideología y otra forma de ver la vida.

La polémica política se reduce hoy, a acusaciones
personales y morales.

En América Latina, sobre todo desde que acabó la Guerra Fría, existen peregrinos de la democracia, que van de tienda en tienda buscando un cargo. Pueden pronunciar un discurso de izquierda, de derecha o de extrema cualquier cosa, con tal de que les concedan un espacio.  No es el caso de Milei y su entorno. No quieren el poder por el poder, pretenden poner en práctica sus ideas, dijeron siempre que eran anarco- capitalistas, no mantienen las formas ni la mentalidad conservadora del antiguo establecimiento.

En el discurso de Milei, hubo siempre una unidad entre lo místico, lo sobrenatural, lo religioso y lo político. En un país en el que casi la totalidad de los islámicos reza cinco veces por día y el 90% de los católicos no va a misa los domingos, el tema religioso pesa en el entorno del presidente.

En Argentina parte de la burocracia de la Iglesia Católica se ha comportado como un partido populista de izquierda, con la pobreza como el tema que articula sus intereses. El Papa actual, Jorge Bergoglio, es argentino y representa a esa forma de entender la religión. Milei en cambio, hace gala de su vínculo con el judaísmo, manda mensajes en hebreo, una de sus prioridades fue visitar Israel y rezar en el Muro de los Lamentos. La vicepresidenta Victoria Villarruel, pertenece a la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, congregación de católicos tradicionalistas liberada por Marcel Lefebvre, que mantiene una relación conflictiva con el Vaticano, porque no aceptan las reformas introducidas por el Concilio Vaticano II. El secretario de Culto es evangélico.  Todo esto es parte de la libertad de cultos que honra a la Argentina, pero llama la atención cuando se produce en el país del que es oriundo el Papa.  

Milei y su entorno dijeron siempre que son anarcocapitalistas. Algunos políticos y analistas no los escucharon y creyeron que todo el que quiere el “cambio” es lo mismo, que se podía fusionar el liberalismo de Juntos por el Cambio, con el anarco- capitalismo.

Elisa Carrió dijo en una entrevista que si se leía lo que significa el anarcocapitalismo era fácil no equivocarse. La inmensa mayoría del PRO, los miembros de la CCC y del radicalismo son republicanos, pretenden construir instituciones.

En cambio, el anarcocapitalismo es una filosofía política y una teoría económica antiestatista. No es republicano. Quiere abolir al Estado, al que considera una asociación ilícita. Lo dijo Javier Milei como candidato, y lo repitió como presidente. En Davos trató de “socialistas” a todas las corrientes políticas de la actualidad, “ya sea que se declaren abiertamente comunistas, socialistas, socialdemócratas, demócratas cristianos, neokeynesianos, progresistas, populistas, nacionalistas o globalistas”.

Salvo el ataque innecesario contra Morales, fue el 
discurso de un estadista.

El anarcocapitalismo rechaza la igualdad económica y la justicia social. Promueve un sistema en el que cada persona es plenamente propietaria de sí misma, del fruto de su trabajo y de todo lo que haya obtenido mediante cooperación voluntaria con otros, mediante intercambio o por donación o herencia.

Toda forma de organización coercitiva es considerada ilegítima. Esto incluye al Estado que, como los sindicatos o cualquier otra organización, sólo tiene legitimidad ante aquellos que voluntariamente lo acepten.

El término fue acuñado por Murray Rothbard, autor de “The Libertarian Manifesto”, publicado en 1973, que habló primero de “anarquismo de propiedad privada” y luego de “anarcocapitalismo”.

Rothbard se opuso al igualitarismo y al movimiento por los derechos civiles, culpó del auge del Estado de Bienestar al activismo de las mujeres Promovió el revisionismo histórico y fue amigo del negacionista del Holocausto Harry Elmer Barnes. A diferencia de Milei que defiende la vida desde la concepción, el anarcocapitalismo ha defendido el aborto, el suicidio asistido, la eutanasia, la prostitución. Como consecuencia de la propiedad privada de sí mismo, la persona es libre de vender su cuerpo, entero o por partes, idea que hizo hablar a Milei de la venta de órganos durante la campaña.

Rothbard publicó, a los 36 años, su obra magna “El hombre, la economía y el Estado” en la que se opuso a lo que consideraba sobre especialización académica, tratando de crear una “ciencia de la libertad” que fusionara la economía, la historia, la ética y las ciencias políticas. Según él, la especialización es un tipo de ignorancia, porque las personas siempre se especializan en aquella disciplina en la que son peores.

El anarcocapitalismo propone que las funciones del Estado pasen a manos de empresas privadas. Todo debe ser privatizado. Hay que empezar por suprimir los subsidios y las regulaciones, para vender después las empresas y los servicios públicos y, finalmente, privatizar la educación, la salud y la seguridad. Creen que toda actividad de la sociedad puede realizarse por medio de transacciones entre privados. Para ellos, la distribución no voluntaria de las riquezas es contraria a la naturaleza.

La versión argentina del anarcocapitalismo no es exactamente igual a la norteamericana, surgió en un país en el que la izquierda está vieja y en la que los partidos no supieron adaptarse a la sociedad contemporánea. Como en el resto de América Latina, se pueden ganar las elecciones usando comunicaciones modernas, en las que lo que importa son las redes y las imágenes, que fueron el motor de la candidatura de Milei.

Sin embargo, esto ha llevado a que la mayoría de los líderes políticos y sociales dejen de lado toda discusión teórica. Actualmente la polémica política se reduce a acusaciones personales y morales. Todos los políticos se acusan mutuamente de corruptos, se meten en la vida privada de los demás, pocos discuten propuestas y puntos de vista de fondo acerca de la sociedad.

En la sociedad superficial de los algoritmos no hay lugar para la discusión de fondo. No ayuda a conseguir likes. El fanatismo ha puesto de moda el rechazo al diálogo, y la desvalorización de la negociación, columna vertebral de una democracia plural en la que deben existir distintos grupos que puedan llegar a acuerdos para convivir de manera civilizada.

La pandemia, fue el caldo de cultivo en el que se alimentó el anarcocapitalismo, sobre todo entre los jóvenes, con las medidas de confinamiento tomadas por los políticos. Milei instaló un discurso que promovía la libertad como reacción a las restricciones que impuso la crisis.

Las instituciones liberales.

Cuando escribía este artículo, tratando de comprender el anarcocapitalismo de Milei, interrumpí mi trabajo para escuchar su discurso ante el Congreso de la Nación. Algo típico de la política en la sociedad hiperconectada, es que constantemente sucede lo imprevisto. Ganan las elecciones quienes parecían no tener ninguna posibilidad, los ciudadanos cambian de preferencias a una velocidad sideral y muchos presidentes que viven meses de aceptación entusiasta, son crucificados cuando aparece de pronto un rechazo radical.

Milei es también en eso, una expresión de la cultura de la red. Cuando visitó al Papa, después del intercambio de epítetos que habían mantenido, muchos pensamos que Francisco le pondría una cara peor de la que le puso a Macri en su visita al Vaticano. Para sorpresa de todos, el encuentro pareció el de dos viejos amigos que se apoyaban fervorosamente.

En los días previos al discurso en el Congreso, muchos anunciaron que Milei leería una lista de agravios y errores del anterior gobierno, que fomentaría la mala imagen del país en el mundo. Casi todos daban por descontado que sería un discurso violento, como sus reaccionas en contra de los gobernadores y legisladores en las últimas semanas. Se suponía que haría algún anuncio que incendiaría más las relaciones que mantiene la oposición.

Pero Milei sorprendió una vez más, pronunciando un discurso que, salvo el detalle innecesariamente violento en contra de Gerardo Morales, fue el de un estadista. En vez de terminar con una provocación que incendie a las instituciones, hizo un llamado a un diálogo amplio, para llegar al 25 de mayo con diez puntos en el que todos los partidos políticos se pongan de acuerdo para señalar un rumbo de desarrollo para el país.

Desde nuestro punto de vista es lo mejor que se puede hacer en este momento en el país. Un diálogo sin exclusiones, en el que la mayoría se ponga de acuerdo en las grandes líneas de desarrollo que permitan que Argentina recupere el sitio que tuvo hace un siglo.

El diálogo entre todas las fuerzas políticas es posible en Uruguay y Chile, con líderes con discrepancias ideológicas mayores que las que existen en Argentina y pueden conducirse de manera civilizada. Si el “loco” puede conducir el país a un grado semejante de cordura, estaríamos empezando a escribir una nueva historia.

(*) Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.



 

lunes, 12 de agosto de 2019

Era la economía, estúpido… @dealgunamanera...

Era la economía, estúpido…

Marcos Peña y Mauricio Macri

Las lecciones que el núcleo duro PRO no supo ni quiso aprender durante el mandato.

© Escrito por Silvio Santamarina el lunes 12/08/2019 y publicado por la Revista Noticia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Aquella frase -“the economy, stupid”-, que acuñó el estratega de campaña de Bill Clinton para ganarle a Bush padre aprovechando los golpes que la recesión le daba a la imagen del presidente republicano, se incorporó a la sabiduría política argentina como pocas. Sin embargo, una lección tan obvia como aquella fue soslayada sistemáticamente por los gurúes electorales del macrismo, desde que empezó a picar la alergia de la inflación recesiva, por motivos que vale la pena repasar.

Uno de ellos es estrictamente de doctrina económica: aunque el Gobierno cambió de funcionarios ante cada crisis financiera que le tocó enfrentar, nunca tuvo la vocación o la ductilidad como para al menos considerar un Plan B. Su teoría y su acción se limitaron a prometer y a esperar la llegada de los “brotes verdes”. Incluso en la conferencia de prensa del Presidente tras la paliza de las PASO, su postura se mantuvo inamovible, acrítica, con la mirada puesta en la demorada “lluvia de inversiones”.


Otro motivo por el que el macrismo olvidó la famosa máxima que el gurú James Carville le bajó a los militantes clintonianos en 1992 es la soberbia tecnocrática del núcleo duro PRO. Las planillas Excel, el proselitismo microsegmentado, la militancia de trolls y bots en redes sociales, la alquimia del Big Data… todo ese humo se desvaneció en el aire de la noche del 11 de agosto, empañando la mirada de un Macri tan sorprendido por el contraste entre las encuestas previas y el escrutinio como cualquier ciudadano superficialmente informado por el noticiero de la hora de cenar. Esa soberbia, a la que hizo referencia la siempre apocalíptica Elisa Carrió sobre el escenario de la derrota, tiene nombre y apellido: Peña y Durán Barba.

Pero de nada sirve –salvo para la mesa chica de la derrota- identificar a los más y los menos responsables de esta catástrofe estratégica. Casi desde el comienzo del mandato, en la opinión pública –incluso la más amigable con el macrismo- se advirtió el riesgo que implicaba la estrategia de polarizar obsesivamente con la figura de Cristina Kirchner, como escudo permanente contra todos los tropiezos económicos en los que incurría el Gobierno.

La grieta funcionaba, es cierto, pero con el mismo potencial explosivo de las Lebacs, las Leliqs y demás artilugios de contención financiera. Tarde o temprano, el monstruo recreado diariamente por el relato PRO resurgiría de sus cenizas para cobrarse venganza. El momento parece haber llegado, con la patética sorpresa de las muertes anunciadas.


Para decirlo en un lenguaje que volverá rápidamente a ponerse de moda en la intelectualidad del futuro oficialismo K: la mirada clasista le impidió ver al macrismo lo evidente. Sin economía, la política no es nada, especialmente en la Argentina de hoy. Y la economía no es solo la voz de los mercados, sino también su otra cara: el barro profundo, la heladera vacía y la persiana baja. Eso que el peronismo todavía sigue percibiendo –y manipulando- con picardía. Aquella lección es la que no terminó de aprender el ala tecno del PRO, desoyendo incluso las advertencias desesperadas de su ala política. Era la economía, estúpido.




lunes, 4 de marzo de 2019

Confesión de la debilidad… @dealgunamanera...

Confesión de la debilidad…


Sirve comenzar por un contraste impresionante: la magnitud del ruidazo en Plaza de Mayo, el viernes a la noche, y la ignorancia de la mayoría mediática. Sirve porque hablaremos de debilidades, y esa ignorancia lo es. 

© Escrito por Eduardo Aliverti el lunes 04/03/2019 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

De manera causal, el discurso de Macri empalmó con una de las peores semanas noticiosas de su gobierno.

La paralización de la planta de Peugeot, durante todo marzo para empezar, es un ejemplo reforzado de que prácticamente no va quedando nada en pie aunque la afirmación pueda parecer exagerada. Por algún motivo, la situación similar en Honda no tuvo el mismo rebote mediático y, por una parte, en lo cuantitativo son sólo ejemplos agregados. Pero marcas de ese tipo son simbólicamente muy fuertes respecto del tamaño de la crisis, como en la semana anterior lo fue la embotelladora de Coca Cola. Se suman ahora los tarifazos recargados en la vuelta de las vacaciones, con la canasta escolar a bote para unas clases que tampoco empiezan. A decenas de pymes cerradas por día en todo el país y con cerca de 200 mil empleos formales perdidos desde que llegó la revolución de la alegría, el Presidente divagó sobre una realidad paralela, de una dimensión desconocida.

A esta altura, si lo hizo porque le habla a su nosotros, que son ellos, o porque vive en una burbuja indescriptible, es una discusión ociosa.  

Por si faltaba ratificarlo, y esto no corre “riesgo” de considerarse como una evaluación subjetiva, Macri habló rodeado de una soledad callejera estremecedora. No había nadie afuera del Congreso en su apoyo. Nadie. Y fueron muy pocos, por no decir ninguno, quienes en la escena de papel, audiovisual, o digital, salieron a defender sus desvaríos.

Apenas, en el círculo rojo mediático, hubo una columna extravagante de Joaquín Morales Solá.

El colega, digamos, habló de un cierre del discurso macrista emparentable con la “épica” de las apelaciones públicas de Raúl Alfonsín.

Increíble. Comparar siquiera en ápices la labia de Macri con la del ex líder radical, uno de los más grandes oradores de nuestra historia política, es de un volumen resistente a adjetivos. Esa genuflexión integra el tronco de mostrar debilidad.

El Presidente sabe –cabría suponer- que el desierto de manifestaciones en su respaldo no puede ser contrapuesto a través de los micros choriplaneros de la gestión previa, como acusan trolls y globertos en la cloaca de las redes y en la de los medios adictos. Sabe que la pasión infantiloide que intentó transmitir no mueve un pelo, ni apenas entre fogosos que no tiene excepto por el fanatismo del odio gorila. Ese aborrecimiento es hereditario, mucho antes que de barra propia. Y de eso se habló quizá sin la remarcación merecida: ni en sus mejores momentos –cuando la arremetida rumbo al balotaje de 2015, en sus primeros meses de gobierno e incluso al ganar las elecciones de 2017- Macri fue capaz de enamorar a sus más fieles.

Desde el viernes hay alguna polémica, en los circuitos del análisis de discurso, sobre si esta vez  el coaching duranbarbista fue adecuado.

Se dice que sí porque no se trataba de intervención parlamentaria sino del lanzamiento de campaña, para mostrar a un verdadero jefe de Estado que se ratifica en sus convicciones.

Se dice que no (en la interpretación de quien firma es así) porque no se puede couchear la autenticidad con alguien completamente carente de carisma.

Se dice que habrá que ver, porque falta observar en la cancha la tozudez de un Macri “cristinizado”, agresivo, con gestos infrecuentes dispuestos al golpe por golpe.

Se dice que lo entrenaron bien para eso, pero sin prevenir que las burlas de la bancada opositora lo sacarían de quicio más de la cuenta. 

Para reiterar lo ya publicado personalmente en este diario, al cabo de ese disparate discursivo frente a la Asamblea Legislativa, no hay fonoaudióloga ni entrenamiento -visto ya cómo gobierna, de sobra- que pueda transformar en convincente a quien asegura que estamos viviendo en Disneylandia.

Sin embargo, esas apreciaciones, todas, son secundarias frente a un hecho determinante: cualquier fuere la opinión de cada quien sobre el efecto eficaz u horrible de un Macri sobreactuado, lo principal es que la única carta que parecería quedarle es técnica. Publicitaria, pero ya con tres años y pico de gestión encima.

Lo constatable es que el Gobierno no tiene más nada que ofrecer desde datos estadísticos y/o perceptibles como síntoma de mejora colectiva. Que el debate-núcleo pase a ser, como ocurre en estas horas, si Macri enojado es una táctica apta, inútil o más o menos, refleja una notable ausencia de cartuchos cambiemitas. Por ahora.

Simultáneamente, contra las obviedades del quejismo descriptivo, el vacío y la irrespetuosidad del discurso de Macri insisten con devolver la pelota a campo contrario. Cuál relato se le opone, superador de sufrir y denunciar.

Más aún, es válido re-admitir que la indignación despertada desde el viernes a la mañana pasa por los politizados del palo. Los intelectualmente inquietos. Afuera de eso hay un mundo de indiferentes y desencantados que no escucharon el discurso ni durante ni después, que a lo sumo miran y no ven los títulos periodísticos, que no se conmueven sino por otras cosas de la penetración mediática hegemónica y de salvaciones individualistas.

Esa noticia es mala o buena, según sea que los displicentes ya no se conmueven por nada o que algo sea capaz de renovarles algunas expectativas. Aun las más módicas son imprescindibles en tiempos de semejante frustración, estupor, incertidumbre.

Macri abrió el juego de que no tiene más cartas, excepto la de probar con desencajarse. Curiosamente, entre tantísimas omisiones, no habló del campo ni de la cosecha. Sólo de confianza en y del Fondo Monetario.

Es un signo de debilidad, que podrá ser tremenda si la oposición sabe mover.


sábado, 29 de septiembre de 2018

Biblia negra… @dealgunamanera...

Biblia negra…


Macri pidió a los argentinos que se enamoren de la presidenta del FMI y el Indec dice que con este gobierno de millonarios incompetentes hay menos pobres que antes. Es como decir que negro es blanco, pero es la Biblia para muchos, una especie de Biblia negra, la contracara de esta realidad donde los pobres se han multiplicado por la aplicación de las políticas del FMI, del cual hay que enamorarse. El macrismo sigue construyendo sentido común hegemónico con la ayuda de un Indec trucho, de las corporaciones mediáticas, sectores del poder judicial y la credulidad o la mezquindad del ser humano. Y genera estas criaturas simbólicas grotescas.

© Escrito por Luis Bruschtein el sábado 239/09/2018 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

En medio de la hiperdevaluación y la remarcación serial, la causa por las fotocopias de cuadernos o el encantamiento del presidente con Christine Lagarde o la infamia del Indec macrista, tienden a pasar desapercibidos. Un público de mediano y alto poder adquisitivo quiere que la sociedad crea que el gobierno que votaron haya bajado la pobreza. Y ya están enamorados de Lagarde. Pero la mayoría de la sociedad tiene que preocuparse por las facturas de los servicios y el salario que, en la mayoría de los casos, ya está por debajo de la verdadera línea de pobreza. Sin embargo, cuando pasa la primera ola de impacto de la crisis, comienzan a reverberar estos engendros que han sido concebidos con una fuerte carga ideológica y difundidos por las corporaciones de medios oficialistas como se esparce el virus de la peste bubónica.

Las encuestadoras coinciden en que más del 70 por ciento del país critica el acuerdo con el Fondo. En ese país del 70 por ciento, el Presidente habla de enamorarse de Lagarde. Y en el marco de una dura negociación, Lagarde se da el lujo de hacer desplazar a Luis Caputo del Banco Central. Caputo no era su enemigo y, en cambio, era amigo personal de Mauricio Macri. Su cabeza fue entregada a Lagarde, como actuación del amor de Macri en un gesto simbólico de subordinación a un poder superior.

El FMI no quiere que el nuevo préstamo que otorga a la Argentina sea usado por el Central para frenar al dólar y subsidiar la fuga de capitales. Pero esa decisión se podría haber tomado con un Caputo que no se hubiera resistido. El desplazamiento del titular del Banco Central justo cuando el presidente Mauricio Macri negociaba el nuevo acuerdo con el FMI, no pudo ser una decisión personal de Caputo como dice el comunicado, y aparece claramente como un sacrificio en el altar del organismo financiero internacional. Fue la declaración del nuevo Virreynato del Río de la Plata.

Si el 70 por ciento rechaza el acuerdo con el FMI, se podría pensar que estas actuaciones de Macri acelerarían su suicidio político. Pero en realidad, forman parte de una estrategia donde este esfuerzo por enraizar un sentido común a favor del endeudamiento fenomenal y la consecuente pérdida de decisión soberana ante un poder extraño, se apoya en una contraparte. Puede decir y naturalizar estas barbaridades, porque al mismo tiempo se respalda en la actividad permanente que genera la causa de las fotocopias que seguirá produciendo titulares y comentarios periodísticos durante todo el próximo año electoral.

La estrategia de fondo busca instalar un sentido común que naturaliza la deuda externa y la pobreza y trata de destruir el sentido común que se le opone. Esa es la razón del caso de las fotocopias de los cuadernos del chófer y el romance descarado con el Fondo al mismo tiempo. No van por separado. Las dos cosas van juntas. Seguramente hubo hechos de corrupción como en todos los gobiernos durante el kirchnerismo. Pero al sistema no le interesa combatir la corrupción. Le interesa instalar que el populismo es corrupto, dígase peronismo o kirchnerismo. Le interesa naturalizar que la soberanía política no es importante y que los que piensan que sí, son corruptos. La discusión no es la corrupción sino la soberanía.

El tema de la dependencia, de unidos o dominados, se complementa con el de la pobreza. Porque son temas que van de la mano, la subordinación a otros intereses genera pobreza. Y en general, las estrategias de defensa de la soberanía implican distribución de la riqueza. La derecha se preocupó desde los primeros días del gobierno de Néstor Kirchner por insistir en que el discurso distributivo era una mentira, un “relato” del kirchnerismo.

Durante el gobierno neoliberal menemista ya habían incursionado en el tema buscando naturalizar la idea de que “siempre habrá pobres”. Durante el kirchnerismo, esa cortina de humo de la derecha fue más a fondo con diferentes estrategias: se midió la pobreza con canastas diferentes, se exageraron cifras y se mostraron situaciones de pobreza fuera de contexto. Por supuesto que existían esas situaciones, pero el sentido de las medidas de gobierno —creación de millones de puestos de trabajo, paritarias y programas sociales, índice de aumento y moratorias de las jubilaciones y otras— generaban como tendencia el descenso de la pobreza y de la indigencia.

Las cifras insultantes que dio a conocer el Indec dicen que en el primer semestre, la pobreza subió algo más que un punto, pero que igual se ubica muy por debajo de cómo estaba en el 2015. Esas cifras buscan generar la ilusión de que con políticas que producen una colosal transferencia de riqueza hacia los sectores más concentrados de la economía, la pobreza puede bajar. Para el Indec macrista de Jorge Todesca, los servicios suben  grotescamente y puede bajar la pobreza. Suben astronómicamente los precios de los alimentos y la pobreza baja. Hay cientos de miles de despedidos y bajan la pobreza y la indigencia. El salario promedio ha perdido casi el 13 por ciento de poder adquisitivo en estos años, pero baja la pobreza.

El informe del Indec es tan sesgado que plantea que en el segundo semestre del 2016 el macrismo había logrado bajar la pobreza del 32,2  al 25,7 por ciento.  Son cifras que se suman a la frase de Macri de que el kirchnerismo dejó a “la tercera parte de los argentinos por debajo de la línea de pobreza”. Es el discurso macrista y de alguna parte de la izquierda que no puede diferenciar las políticas distributivas de las políticas neoliberales. 

Porque no es la pobreza lo que está en discusión para el discurso del neoliberalismo, sino la necesidad de demostrar que el populismo la genera y el libre mercado la disminuye. Necesita demostrar que la Asignación Universal por Hijo y el índice de movilidad jubilatorio son parte de políticas de pobreza. Y que por el contrario, las políticas que favorecen a los ricos bajan la pobreza.

Ni la pobreza, ni la corrupción le interesan al neoliberalismo o al macrismo. Estas cifras, junto con la causa de las fotocopias de los cuadernos y el endiosamiento del FMI están explicadas en una cita que tiene unos cuantos años: “La hegemonía del neoliberalismo no se funda sólo en la coerción, sino en la creación de un sentido común frente a las formas de comportamiento. El neoliberalismo es, por encima de todo, un gobierno sobre la organización de los afectos y los deseos. Interviene sobre la cotidianeidad de las personas, sobre el modo en que se alimentan, se divierten, educan a sus hijos, llevan su vida sexual, desarrollan sus intereses espirituales. No hay gobierno sin la  creación de un habitus”.

Parece un texto de Durán Barba bajando línea al periodismo oficialista. No lo es, pero seguramente el publicista de la derecha sacó de allí mucho contenido. La cita es del curso “Nacimiento de la biopolítica”, de 1979, de Foucault.

El debate central, el que la derecha esconde y rehúye, no es una discusión técnica sobre la medición de la pobreza ni sobre las formas legales para perseguir a la corrupción. Es claro que eso no es lo que está en discusión. La polémica se da entre dos proyectos políticos o por lo menos entre dos campos, uno amplio y diverso que representa al campo popular y nacional con sus diferentes corrientes y modelos de país más o menos compatibles, frente al modelo de país que encarna Cambiemos como expresión política del capital concentrado y las transnacionales.

La economía que peor funcionó en América Latina fue la de la Argentina macrista. La economía que mejor funcionó fue en la Bolivia de Evo Morales. En su discurso en el Consejo de Seguridad, y a pocos metros de Donald Trump, el presidente boliviano desnudó la política de doble rasero: “Estados Unidos invade países, lanza misiles o financia cambio de regímenes y lo hace acompañado de una campaña de propaganda que reitera que es a nombre de la justicia, la libertad, la democracia, los derechos humanos, o por razones humanitarias”. “Quiero decirles —agregó— a Estados Unidos no le interesa la democracia. Si no, no habría financiado golpes de Estado y apoyado dictaduras, no amenazaría con intervenir militarmente a gobiernos democráticamente electos, como lo hace con Venezuela. No le interesan los derechos humanos ni la Justicia. Si así fuera firmaría los convenios internacionales de protección a los derechos humanos (...) no promovería el uso de la tortura, no abandonaría el Consejo de Derechos Humanos y no separaría a niños migrantes de sus familias ni los pondría en jaulas”.

Como demostró Morales, a Estados Unidos no le interesan demasiado la democracia ni los derechos humanos con que llenan sus discursos. Lo mismo sucede en la Argentina con Cambiemos: no le interesan la pobreza ni la corrupción con que llenan de titulares los medios del oficialismo. Y cuando hablan de esos dos temas, lo que están imponiendo de manera velada y embustera es un modelo de país para pocos.



miércoles, 7 de febrero de 2018

¿Qué pasa con el crimen en los países donde hay pena de muerte?... @dealgunamanera...

¿Qué pasa con el crimen en los países donde hay pena de muerte?…

Una famosa silla eléctrica utilizada en el estado de Texas, Estados Unidos. La silla fue apodada "Old Sparky" ("vieja chispeante") y se encuentra hoy en un museo. Fuente: Archivo

En una entrevista radial realizada ayer, el consultor oficialista Jaime Durán Barba dijo que, según estudios de su propia consultora, la mayoría de las personas en la Argentina está a favor de la pena de muerte. Lo dijo en el contexto de una discusión sobre violencia policial y el Caso Chocobar.

© Publicado el miércoles 07/02/2018 por el Diario La Nación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Más allá de las cifras de opinión pública, que el mismo Durán Barba describió como fluctuantes, y del consenso entre organismos internacionales que consideran que esta drástica medida viola los Derechos Humanos, ¿tiene efectos disuasivos sobre el delito? En el campo de la criminología, la mayoría de los especialistas indica que no.

El último informe de Amnistía Internacional sobre el tema es de 2016. Según el informe, ese año se ejecutaron al menos 1032 personas en todo el mundo -la cifra no incluye las ejecuciones realizadas en China y en Corea del Norte, donde los datos son secreto de Estado-. Fueron 602 personas menos que en 2015, el año de más ejecuciones desde 1989.

Las ejecuciones se realizaron en 23 países. La mayoría son países asiáticos, del medio oriente y africanos: Afganistán, Arabia Saudita, Bangladesh, Bielorrusia, Botsuana, China, Corea del Norte, Egipto, Estados Unidos, Indonesia, Irak, Irán, Japón, Malasia, Nigeria, Pakistán, Palestina, Singapur, Somalia, Sudán, Sudán del Sur, Taiwán, Vietnam.

El consultor Durán Barba opinó sobre el caso Chocobar y la caída en la imagen del presidente Mauricio Macri. Fuente: Archivo

El caso de Estados Unidos es propenso para el estudio, porque hay estadísticas fidedignas sobre ejecuciones y tasas de homicidio por estado -no todos los estados tienen pena de muerte-, lo que permite comparar la correlación histórica entre ambas variables.

El caso de EEUU

En Estados Unidos, son 18 los estados donde no hay pena de muerte, y 32 los estados donde sí se aplica. Según un estudio de la ONG DPIC -que se dedica a recopilar información sobre el tema en base a datos de homicidios provistos por el FBI- durante el período 1990-2016, la tasa de homicidios en los estados sin pena de muerte se mantuvo menor a la registrada en los que sí tienen pena de muerte.

La tasa de homicidios es una de las estadísticas más confiables para medir el crimen en un país.

En 1990, el promedio de asesinatos por cada 100 mil habitantes en los estados sin pena de muerte fue de 9.16, mientras que en los estados con pena de muerte fue de 9.5.

A lo largo de las dos décadas siguientes, esa brecha porcentual se agrandó: llegó a un pico de 44% en 2003, cuando la tasa de asesinatos en estados sin pena de muerte fue de 4.10 y la registrada en los estados con pena de muerte fue de 5.91. En 2016, la brecha fue de 25%. Es decir, la pena de muerte no disminuyó la tasa de homicidios.

¿Son suficientes estos datos para determinar que la pena de muerte no funciona como disuasivo del crimen? Varias investigaciones se concentraron en estudiar también lo que pasa dentro de un solo estado, a lo largo del tiempo. "Compararon lo que pasa con la tasa de homicidios en el estado, antes y después de que se haya instrumentado la pena de muerte. Y tampoco encontraron que la pena de muerte haya incidido a la baja en la tasa de homicidios", destaca el matemático John Lamperti, de la Universidad de Dartmouth.

Lamperti publicó un artículo, en 2004 que recopila investigación histórica sobre el tema. Allí, indica que en ocasiones la pena de muerte incide en la tasa de homicidios, pero a favor, es decir, que la tasa aumenta.

"Hubo casos, si bien muy pocos, en donde una persona cometió un homicidio para ser ejecutado", indica el artículo, que cita un paper médico del Dr. Lois West que estudia estos extraños casos, a los que categoriza como "intentos de suicidio por homicidio".

Una ceremonia de ejecución en China. El país no divulga datos oficiales de sus ejecuciones, en donde se ahorca a los criminales. Fuente: Archivo

Lamperti también cita otro estudio, de 1935, en donde el criminólogo Robert Dann publicó un análisis de los homicidios en la ciudad de Filadelfia durante los 60 días previos y los 60 días posteriores a cinco casos de ejecución que tuvieron un gran despliegue mediático. "La hipótesis de Dann era que la tasa de homicidios iba a caer durante los 60 días posteriores a las ejecuciones, pero subió", dice Lamperti.

Sin pruebas

 

"Los países que mantienen la pena de muerte suelen afirmar que es una forma de disuasión contra la delincuencia. Pero no hay pruebas que demuestren que es más eficaz que la cárcel a la hora de reducir el crimen", indica el informe de Amnistía Internacional.

La organización agrega cuatro argumentos más en contra de la medida. El primero es que los jueces cometen errores. "Desde 1973, en Estados Unidos se ha exonerado a 150 personas que habían sido condenadas a muerte. A otras personas las han ejecutado a pesar de las serias dudas existentes sobre su culpabilidad", dice Amnistía.

Además, la organización indica que la medida suele emplearse más en países con sistemas de justicia sesgados; se aplica de forma discriminatoria debido al sesgo racial o étnico que tiene el mismo sistema de justicia; y se usa en ocasiones como herramienta política: "Las autoridades de algunos países, como Irán y Sudán, usan la pena de muerte para castigar a los opositores políticos".

A pesar de que no exista un consenso académico que justifique la implementación de la pena de muerte, la opinión pública en Estados Unidos suele manifestarse a favor. En octubre de 2017, la consultora de opinión pública Gallup publicó su última medición sobre el tema.

El apoyo a la pena de muerte cayó a su valor más bajo en los últimos 45 años, pero aún así es mayoría en el país: 55% de los estadounidenses se manifestaron a favor de la pena de muerte, y 45%, en contra.

En Japón, donde también existe la pena de muerte -para casos de homicidios múltiples o agravados- la opinión pública sobre el tema se mide de manera regular. Tampoco hay estudios que prueben que la pena de muerte disminuya la tasa de homicidios, pero la última encuesta del gobierno, de 2013, indicó que el 80% de los japoneses están a favor.