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domingo, 22 de mayo de 2016

Una canción de rock para Ringo Bonavena… @dealgunamanera...

Una canción de rock para Ringo Bonavena…


Se suele alardear de la estrecha relación que existe entre la literatura y el boxeo. Hemingway, Norman Mailer, Jack London, Joyce Oates, Cortázar, Bukowski, entro otros autores, le han rendido tributo a la coreografía de los puños a través de sus letras. Pero el pugilismo también es ritmo y melodía: música. Compás, tono, métrica, con sus reglas y escalas interpretadas en tiempo real. Armonía que cuando es bien tocada, igualmente a una buena canción, nos remueve nuestras fibras más sensibles.

© Escrito por Ivánn Piña el sábado 21/05/2016 y publicado en http://izquierdazo.com de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


La banda argentina de rock, Las Pastillas del Abuelo, lanzaron el año pasado un disco nombrado El barrio en sus puños, en el cual crearon doce canciones que narran cronológicamente la vida de Oscar Ringo Bonavena. Esta es una versión llamda Huracán en Patas, cantada por el vocalista de dicha banda, Piti Fernández.

Bonavena comenzó a boxear en el Club Atlético Huracán, que tiene en su equipo de fútbol a un cuadro con más de cien años de historia en Argentina. Ringo era un declarado hincha de Huracán, por eso la canción está repleta de referencias al equipo apodado "El Globo". Más allá de la camiseta, esta es una narración muy poética transportada en una melodía llena de nostalgia que enchina en la piel. Un boxeador necesita solo dos guantes y un contrincante para hacernos vibrar. Un músico a veces solo ocupa una guitarra y tres acordes.


Sos esa bebida añeja que degusta un jubilado
en una cancha de bochas con amigos del pasado.
Sos la cara de Gardel que hace facha en un afiche
festejando con su risa ocurrencias de boliche...

Sos el tango que hizo Manzi por las calles de Pompeya.
Sos tributo en epopeyas y consuelo de tristezas.
Viajo tango recitales, son insulto tempestades
de aquella doña barriendo rezagos de carnavales...

Sos el pibe enamorado de aquella piba de quince
que con sus ojos de lince observaba obnubilado
el globo que viaja al cielo a buscar a Bonavena
Ringo regresa a su barrio, lo esperamos en La Quema...

La escuelita de domingo, maestro que me enseñó
no faltar jamás a clase en el palacio Ducó...

La enfermedad que provoca epidemia de ronqueras
gargantas al rojo vivo, angina y pasión quemera.
Viejo tango recitales, sos insulto tempestades
de aquella doña barriendo rezagos de carnavales...

Sos el pibe enamorado de aquella piba de quince
que con sus ojos de lince observadora obnubilado
el globo que viaja al cielo a buscar a Bonavena
Ringo regresa a su barrio, lo esperamos en La Quema...

Somos del barrio del barrio de La Quema…
Somos del barrio de Ringo Bonavena…


viernes, 13 de julio de 2012

Corto Maltés... Cumple 125 añitos... De Alguna Manera...

El marinero romántico del Siglo XX cumplió 125 años...


Corto Maltés. El personaje le valió la fama a su autor, el italiano Hugo Pratt. Umberto Eco dijo que era “el Salgari” de su época, pero mejor.

Corto Maltés nació el 10 de julio de 1887 en La Valeta (Malta), hace 125 años. Así lo quiso la fértil imaginación de su creador, el dibujante y guionista italiano Hugo Pratt (1927-1995), quien convirtió a ese marinero romántico de silueta estilizada en un ícono del siglo XX. A través de este Ulises moderno, Pratt revolucionó el mundo de la historieta y supo abrirla a un público nuevo, en especial tras la publicación de La balada del mar salado (1967), donde Corto Maltés apareció por primera vez. Mucho antes de que el término “novela gráfica” se pusiera de moda, el intelectual argentino Oscar Masota calificó la obra de Hugo Pratt de “literatura dibujada”.

Con la misma capacidad que demostró Corto Maltés para surcar mares y recorrer continentes, Pratt fue capaz también de cruzar las fronteras que a menudo separan las distintas concepciones del arte y de la literatura. Por eso no sorprende que Woody Allen cite a Corto Maltés en Hannah y sus hermanas (1986) ni que una novela de Susana Fortes lo evoque con gran delicadeza desde su mismo título ( Querido Corto Maltés , 1994). Incluso Dior lo usó como reclamo para una campaña publicitaria y Adolfo Domínguez para una colección de camisetas.

Tras la muerte de Pratt, el novelista y semiólogo Umberto Eco lo definió como el Salgari del siglo XX, aunque “contrariamente a Salgari, Hugo Pratt escribía bien”. Y no sólo escribía bien. Pratt demostró dominar la gramática de la historieta gracias, sobre todo, a la atenta lectura de la obra de Milton Caniff. Y fue también un gran dibujante. Su faceta como acuarelista se reconoció en una gran retrospectiva en la Pinacoteca de París, en 2011, y cuando sus dibujos se expusieron en el salón del cómic de Saint-Malo, a la cita acudieron, entre otros, Amin Maalouf (escritor libanés) y Claudio Magris (italiano), ilustres viajeros de nuestro siglo.

Corto Maltés es hijo de una hermosa gitana de Sevilla y de un marinero británico enrolado en la Royal Navy. Como su padre, Corto es flemático; como su madre, está interesado por la magia. Quienes se cruzan con él aseguran que su mirada parece querer leer el pensamiento de los demás. Corto es justo pero también cínico; se guía por su moral aunque, lejos de cualquier idealismo, advierte que “lo que puede ser justo para tí, puede no serlo para mí”.

En la vida de Hugo Pratt los viajes también juegan un papel esencial. Pratt nació en Rímini, aunque siempre se consideró veneciano “de corazón”. A los ocho años se instaló en Etiopía en compañía de su padre, que era funcionario colonial. Estuvo allí seis años y su forma de entender el mundo cambió. Aprendió a hablar el abisinio y el suajili, y de la amistad que trabó con un joven etíope nacería luego el personaje Cush de Las etiópicas . Cush es la encarnación del África que adora Pratt, a las antípodas del sueño colonial de su padre. “Me di cuenta que los países colonizados me gustaban mucho más que aquellos que los habían conquistado”, explicaría años más tarde a Claude Moliterni.

Hombre de una vasta cultura (a su muerte dejó una biblioteca de 20.000 libros), Pratt hizo aflorar esas referencias en su obra como homenaje a todo lo que había estimulado su imaginario. En las páginas de Corto Maltés, las referencias a la Torá y al Talmud se mezclan con citas de Rimbaud, con las lecturas de Tomás Moro y con la presencia de personajes reales como Gabriele D’Annunzio, Hermann Hesse, Tamara de Lempicka o Jack London.

“Lo que yo dibujo se parece a una escritura. Es una escritura”, explicaba Pratt a Eddy Devolder. “Para llegar ahí, he tenido que leer una cantidad enorme de libros, registrar miles de datos, a menudo de forma inconsciente, para darme cuenta hoy que toda esa labor es una obra de memoria”. Por eso señalaba que las gaviotas que dibuja no son simples gaviotas: “Detrás de esos trazos está la poesía de Coleridge, de Baudelaire”.

Corto Maltés desapareció durante la Guerra Civil española; así lo quiso Pratt pues consideraba que este conflicto fue la última guerra romántica. Hugo Pratt jamás dibujó ese final pero en Bajo el signo de Capricornio el mismo Corto nos da una pista: “Una gitana me predijo que cuando yo muera, morirán conmigo todos los que estén a mi alrededor”. El mundo que nació tras esa guerra ya no era un mundo para Corto.

© Escrito por Jordi Canyinsá y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el viernes 13 de Julio de 2012.