Mostrando las entradas con la etiqueta Immanuel Kant. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Immanuel Kant. Mostrar todas las entradas

lunes, 17 de agosto de 2020

Responsabilidad Social por Mario Portugal,,, @dealgunamanera...

Responsabilidad Social…


El mensaje más repetido en el mundo entero para combatir el virus Covid 19 es apelar a la Responsabilidad Social.

© Editorial de Mario Portugal del programa "Semanario con Vos" del domingo 16/08/2020, emitido por Radio con Vos (89.9 MHz.), de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.


Se repite desde todos los sectores, instituciones, políticos, sanitaristas.

Aludir a la acción responsable es el centro del discurso enviado a la opinión pública.

Todos los gobernantes y mandatarios del planeta la usaron en alguna ocasión en estos últimos meses, y la demanda se incrementa cuando salimos a la calle.

Las sociedades del Planeta han tenido diversas reacciones.


Las orientales, con la obediencia; las escandinavas, con un compromiso civilizado; y otras, las más cercanas, con un cierto desaire e indiferencia.

Es claro que esta llamada generalizada a la responsabilidad choca frontalmente con la filosofía de vida de muchas sociedades y desentona en nuestro tiempo posmoderno, o como queramos llamar a este momento de la historia que nos toca vivir.

Un tiempo centrado en el ocio y el entretenimiento, en el que todo debe ser divertido, porque de lo contrario, no sirve.

El confinamiento y la posterior “nueva normalidad” se dibujan sobre una ciudadanía que mayoritariamente necesita diversión y consumismo acelerado. Y aquí surge el conflicto.

El filósofo alemán, Immanuel Kant, hablaba de una libertad individual que siempre vinculó a la responsabilidad. Una no tenía sentido sin la otra. La una respondía, limitaba, acotaba a la otra.

Hoy las sociedades, los individuos, carecemos de un relato moral estable, y a la vez vivimos en un creciente individualismo.

La crisis que estamos sufriendo en 2020 nos demuestra que circulamos por la vida con una mayor fragilidad y con cierta soledad existencial.

La responsabilidad es una respuesta racional ante algo que nos interpela y que va a repercutir en nuestro modo de actuación. Una actitud con la que tomamos conciencia de lo que hacemos, asumiendo también sus consecuencias.

Pero la responsabilidad, una idea que como hemos señalado camina asociada a la de la libertad individual, también tiene su efecto en el mundo y las personas que nos rodean.

La responsabilidad es el hilo que conecta nuestras decisiones con los demás. Es la toma en consideración de que nuestros actos tienen una repercusión, directa o indirecta, en la vida de los otros.

Esta pandemia lo evidencia porque nuestra acción responsable es a la vez un acto de solidaridad para con los demás.

La responsabilidad individual no goza de buena fama y se presenta devaluada.

Probablemente, la responsabilidad no es un concepto de tinte progresista, sino más bien se sitúa en parámetros ideológicamente más conservadores.

Pero es un ejercicio de madurez humana, de asumir nuestras acciones y de que éstas construyen un tipo de sociedad determinado. Una persona que se siente y actúa responsablemente, aunque lo formule desde su libertad individual, lo está haciendo a favor de toda su comunidad.

¿Ahora, cabe preguntarnos…?

¿Nos han educado para actuar con responsabilidad frente a la pandemia?

El ejercicio y la práctica de la responsabilidad también se aprende y se adquiere.

Y la educación se encuentra en la base de ese aprendizaje. Uno se apropia de los elementos básicos para ser responsable a través de la educación, a través de la incorporación de ciertos valores que ayudan a discernir y actuar en conciencia en la edad madura.

Este momento de emergencia y crisis nos pide responsabilidad, escuchar a nuestra voz interior, para actuar en conciencia.

Pero nuestra responsabilidad es frágil e inmadura.

¿Quién se ha preocupado de educar nuestra conciencia?

¿Alguien se ha preguntado si desde niños fuimos capaces de armar de principios sólidos y solidarios nuestras decisiones?

¿Quién nos ha enseñado a actuar responsablemente en libertad?

¿Qué importancia otorgan nuestras instituciones y nuestros gobiernos a la educación?

¿Qué papel juega en el sistema educativo la formación en valores? ¿Tiene algún sentido apelar hoy a la responsabilidad de emergencia si durante décadas no cultivamos una responsabilidad sosegada y madura?

Preguntas…. Que quedan flotando en medio de la pandemia…






domingo, 29 de marzo de 2020

De lo sanitario a lo social. Una larga cuarentena… @dealgunamanera…

Una larga cuarentena… 

Canon de Vitruvio 2020. Imagen: Pablo Temes

La crisis hace que cada dato médico sea también político. Un contexto difícil que obliga a decisiones cuidadosas.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 29/03/2020 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.

Lo dijo Alberto Fernández: “Esperamos el pico de casos para la quincena que va del 1° al 15 de mayo”. Enfrentar la pandemia causada por el coronavirus representa un desafío monumental para la Argentina. Es el mismo desafío que está afrontando el mundo. Claro que cada país lo hace con sus particularidades. Las de la Argentina están definidas ciertamente por su extenso territorio, sus fronteras permeables, su deteriorado sistema de salud pública en la mayoría de las provincias, la escasez de insumos, y la pobreza y marginalidad extendida y creciente. La crisis sanitaria con consecuencias sociales, económicas y políticas es un reto nunca visto para todos. Junto con el trabajo de los equipos de salud, el otro liderazgo le corresponde a la política.

Y, en ese marco, el liderazgo del Presidente. Alberto Fernández apareció a partir del discurso por cadena nacional del 11 de marzo. Esa alocución fue una bisagra. Desde ese momento, su figura creció. La opinión extendida es que ahí comenzó su verdadera presidencia. Varias internas de creciente ferocidad –como la que se había desatado sobre la figura del jefe de Gabinete, Santiago Cafiero– amainaron. Es notable observar cómo los imponderables marcan el rumbo de una gestión. Durante los tres primeros meses de su gobierno, poco hubo en el accionar de AF que cimentara el camino prometido en su campaña de acabar con la grieta. Ha sido esta fenomenal crisis causada por el coronavirus la que lo ha logrado. La pregunta es si, una vez superada la pandemia, esto se prolongará.

Por el conurbano profundo. El día a día tiene el valor de una hazaña en ese territorio atravesado por la pobreza y la marginalidad. El riesgo del estallido social está latente a cada paso. Por eso Alberto Fernández les prestó mucha atención a los intendentes de la zona en la larga reunión que mantuvo con ellos el miércoles pasado. Subyace allí un problema creciente entre los jefes comunales del peronismo y Axel Kicillof. La relación entre ellos no es buena. “Nos trataba mejor y nos prestaba más atención María Eugenia”, confiesan varios de ellos. Esa falta de sintonía y de empatía está teniendo una consecuencia concreta: la decisión adoptada en varios municipios de blindarse. Esta decisión –impropia, anticonstitucional y peligrosa– es producto del poco diálogo entre el gobernador y los jefes comunales. La reunión con el Presidente la armó Santiago Cafiero.

Quien sí habla con esos intendentes que le son afines es Cristina Fernández de Kirchner. No es para hacer aportes sino para monitorear cómo están las cosas por sus respectivas comarcas. Los municipios tienen un papel muy importante desde el punto de vista sanitario ya que la mayor cantidad de los hospitales bonaerenses son municipales. Salvo en Vicente López y San Isidro, son hospitales crónicamente carecientes.  

Los datos de la pandemia. Sin contar los números del 28 de marzo, en la Argentina se han diagnosticado 690 casos, de los cuales 18 eran fallecidos y 76, recuperados. Hasta ahora, las cifras no son altas. Es importante consignar que la mayoría son casos leves a moderados. Los casos de los fallecidos pertenecen a la variante neumónica, que es la más peligrosa. Los casos leves y moderados vienen teniendo afortunadamente una buena evolución.

La proyección inicial que hizo el ministro de Salud Pública, Ginés González García, habla de 250 mil casos. Es difícil aún hacer proyecciones ciertas y plantear números exactos. La opinión de los expertos es que, cuanto menos, hay que completar un período de incubación para lograr una aproximación a la realidad. Recuérdese que el período de incubación está estimado en quince días. La convicción es que el virus ya está circulando en la comunidad. Eso significa que, si se hicieran testeos amplios, la cantidad de gente que porta el virus sería considerablemente mayor. 

Cuánto más, es algo sobre lo que no hay acuerdo en el mundo de los especialistas. Algunos sostienen que, por cada caso detectado, hay cien portadores del virus que son asintomático; y otros, como Fernando Polack, que afirman que por cada caso hay mil portadores sanos. La lectura correcta de estas cifras –si fuesen ciertas– es la siguiente: el virus estaría muy extendido y la cantidad de esos portadores que se enfermaran sería baja.   

Cuándo y cómo salir de la cuarentena es también motivo de análisis y discusión. La mayoría de los expertos coinciden en que lo aconsejable es completar dos períodos de incubación. Si así fuera, debería durar un mes. Respecto del cómo, debería hacerse paulatinamente aplicando lo que se llama aislamiento vertical. Así, en un primer momento habría que mantener el aislamiento en cuatro grupos: mayores de 65 años, aeropuertos, los espectáculos públicos –cine, teatro y competencias deportivas– y las escuelas y universidades.

¿Quo Vadis? Nadie sabe la dirección que tomará el mundo tras esta experiencia nunca vista en la historia. Estamos viviendo un aislamiento especial y paradojal, porque la tecnología nos permite comunicarnos con el otro todo el tiempo. El mundo se ha convertido en un verdadero laboratorio sanitario, económico, político y psicosociológico. Aparecen dilemas éticos trágicos como en Italia, en donde, a causa de la escasez de respiradores mecánicos, los médicos deben decidir a quién salvan y a quién dejan morir.

El otro dilema es el de Salud vs. Economía. El desafío es buscar la conjugación y no la oposición. Y ahí emergen las falencias de las dirigencias políticas. Su falta de preparación quita la posibilidad de pensar. Esta es una moraleja que, tal vez, lleve a los que conducen a una actitud más humilde y más abierta a escuchar a los que saben y a los que estudian y analizan los posibles escenarios de catástrofes que puede padecer el planeta. El mundo navega en una verdadera dimensión desconocida. Vivimos un tiempo de incertidumbre.

“Se mide la inteligencia del individuo por la cantidad de incertidumbre que es capaz de soportar” (Immanuel Kant).





martes, 24 de marzo de 2020

Joaquín Abellán y la vigencia de Max Weber… @dealgunamanera...

Joaquín Abellán y la vigencia de Max Weber…

Joaquín Abellán García

Joaquín Abellán ha dedicado una vida de reflexión intelectual a la teoría política y, muy especialmente, a la obra de Max Weber. Sobre la vigencia del pensamiento del pensador alemán y otras cuestiones subyacentes hemos conversado con él.

© Escrito por Fernando Manuel Suárez el jueves 27/02/2020 y publicado por el Diario La Vanguardia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.

Joaquín Abellán García es catedrático de la Universidad Complutense de Madrid y especialista en teoría política, su obra, que consta de decenas de libros y artículos, ha recorrido diversos problemas y autores. Sin embargo, su nombre está asociado, más que a ninguna otra figura, a la del célebre sociólogo Max Weber, uno de los más relevantes teóricos sociales del siglo XX. Abellán ha editado, traducido y prologado en múltiples ocasiones al autor alemán, incluidos los seis volúmenes publicados por editorial Alianza, convirtiéndolo en uno de los difusores más destacados del pensamiento weberiano en Iberoamérica. Asimismo ha dedicado un exhaustivo y minucioso análisis a su pensamiento político en Poder y política en Max Weber (Biblioteca Nueva, 2004).

El interés y conocimiento de Joaquín Abellán por Weber debe leerse dentro de un marco más amplio, es decir el pensamiento y la historia alemana en general. A ella se abocó en una lectura de largo aliento en Nación y nacionalismo en Alemania. La «cuestión alemana» (1815-1990) (Tecnos, 1997). Por otro lado, su labor de traducción y edición al español también incluyó a autores tan diversos, y al mismo tiempo ineludibles, como Martín Lutero, Wilhem von Humboldt, Georg Friedrich Wilhelm Hegel, Immanuel Kant o los socialistas Eduard Bernstein y Ferdinand Lassalle.

En los últimos años, como corolario parcial de una prolongada carrera, se ha dedicado a publicar una serie de volúmenes con un cariz más divulgativo en una colección titulada «Conceptos políticos fundamentales». Esos últimos trabajos ratifican el interés de Joaquín Abellán por hacer accesible las nociones claves de la teoría política y difundir a sus más significativos autores. Esa vocación, así como su invaluable predisposición, hizo que accediera a conversar con La Vanguardia sobre sus investigaciones y, en especial, sobre la vigencia de la obra de Max Weber, un autor sin dudas fundamental.

Weber es un autor fundamental porque revisó en profundidad las “ciencias de la cultura” existentes hace un siglo no sólo desde el punto de vista metodológico, sino dando un nuevo concepto de las tareas y límites de la nueva ciencia social.

Ha trabajado gran parte de tu vida académica en la traducción y difusión de la obra de Max Weber. Si tuviera que sintetizar en pocas frases, ¿Por qué se trata de un autor fundamental? ¿Cuáles son las advertencias que le haría a un lector ignoto?
Weber es un autor fundamental porque revisó en profundidad las “ciencias de la cultura” existentes hace un siglo no sólo desde el punto de vista metodológico, sino dando un nuevo concepto de las tareas y límites de la nueva ciencia social. Fundamental ha sido su análisis de la modernidad occidental, señalando cómo su proceso de racionalización (secularización) ha desembocado finalmente en pluralidad de esferas de la vida (política, ciencia, religión, arte,), regidas por lógicas internas diferentes y opuestas entre sí, y en continua tensión entre ellas. La introducción de la perspectiva sociológica en la reflexión sobre el Estado y el poder ha conducido a ver la política desde otra dimensión, destacándose desde esta perspectiva fenómenos tan importantes –ligados al proceso de democratización– como el de la democracia plebiscitaria, es decir, el de la transformación de la democracia en una democracia de partidos, con una relación de nuevo tipo entre los líderes políticos y los aparatos partidarios.

Para un lector nuevo, y también para alguien que ya conozca algo de la obra de Weber, haría una modesta advertencia general: que, yendo más allá de las palabra traducidas a nuestro idioma, se esfuerce por llegar a su contenido propio; que busque explicaciones de los contenidos, que huya de la libre asociación de ideas a las palabras que se suelen manejar con Weber; que sea consciente que el vocabulario no es de fácil comprensión y que sea consciente que muchos términos de los que utiliza Weber tenían sentidos controvertidos en su época. Un ejemplo: si Weber utiliza algún vez el término “Herrenvolk” y se ofrece la traducción literal como “pueblo de señores” sin ninguna explicación más, el lector puede entender hasta lo contrario de lo que significa realmente en Weber: pueblo soberano, pueblo dueño de sí mismo, personas sui iuris (en el sentido que había tenido en el derecho romano).

 Max Weber

Gran parte de la obra de Weber, incluida la conocida Economía y sociedad, permaneció inédita y hay muchas discusiones con respecto al modo en que estos trabajos fueron publicados. ¿Considera que esos problemas han distorsionado su recepción? ¿Qué reservas deberíamos tener para abordarlas? ¿Cuál debería ser la agenda futura de traducciones y ediciones en español en función de ello?
Sin duda se han dado esas distorsiones, pero la edición de las obras completas en alemán ya ha establecido los textos, las fechas de su composición, y el lugar que ocupan dentro de toda la obra. Economía y Sociedad tal como la conocíamos en la edición en español de los años 40 ya no existe en las Obras completas. Seis volúmenes integran ahora la vieja Economía y Sociedad.

Más relevantes son ahora, y para nuestro mundo hispánico, los procesos de distorsión derivados de la traducción y de la carencia de una explicación precisa de los conceptos fundamentales (por ejemplo: “neutralidad axiológica”, “racionalidad de acuerdo a valores”, “dominación” o “plebiscitario”) con lo que sugieren en un primer momento, no nos acercan al contenido, sino que más bien nos alejan.

Economía y Sociedad tal como la conocíamos en la edición en español de los años 40 ya no existe en las Obras completas. Seis volúmenes integran ahora la vieja Economía y Sociedad. 


Has dedicado varios trabajos, como por ejemplo el libro Poder y política en Weber, a analizar los escritos políticos de Weber. A pesar de ser una de las facetas menos sistemáticas de su obra, su perspectiva política ha tenido un enorme predicamento incluso allende las fronteras del mundo académico. ¿Por qué considera que esto ocurrió así? ¿A qué se debe la vigencia de, por ejemplo, una conferencia como La política como profesión? 
Una primera cuestión sería ¿Debemos hablar  de la política como vocación o de la política como profesión? Pero no entremos ahora en detalle en esta cuestión, que nos conduciría a clarificar lo que significa el término profesión (Beruf) en alemán, el cual contiene dos elementos –la actividad laboral y la “llamada” interior a realizar esa tarea como una “misión”–, mientras que en español no la usamos con ese doble contenido, y tenemos para ese contenido doble dos términos que distinguimos e incluso contraponemos: profesión y vocación. Pero yendo ahora a la continuación de la vigencia de la La política como profesión, yo diría que es debida a que Weber aborda ahí problemas centrales del concepto y de la práctica de la política, poniendo en conexión distintos fenómenos históricos. 

La conferencia resulta actual porque aborda un problema fundamental de la política en la  democracia de partidos, como es el de la relación entre los líderes y los aparatos partidarios, o la relación entre la política y la ética. Es actual porque plantea la naturaleza de la acción política, y, desde ahí, aborda la relación entre la política y la ética, criticando con rotundidad la “ética de convicciones” como inadecuada a la política y explicando por qué la “ética de la responsabilidad” es la única que resulta compatible con el concepto de “política como poder” que se realiza en un mundo que no es racional desde el punto de vista moral.

Los “usos de Weber” entre los académicos han producido muchas discusiones, desde la cuestionada traducción de Parsons hasta el debate más reciente entre Schluchter y Käesler, entre una lectura más rígida y una más abierta. ¿Cuál es su posición al respecto? ¿Considera que se ha hecho un “mal uso” de Weber en algunos casos?
Sí, en efecto. Se ha usado a Weber de manera distorsionada cuando se le ha querido entender con términos y categorías de perspectivas sociológicas funcionalistas o cuando se le ha visto como portador de una fe positivista en el papel de la ciencia, y despreocupado de la cuestión de los valores. Esas valoraciones no han contemplado su dimensión antropológica, su preocupación básica por el tipo humano que estaban requiriendo los cambios producidos en el mundo moderno, algunos de cuales eran a su vez resultado de las nuevas actitudes y modos de vida –en el caso del creyente religioso (protestante), o del empresario o del profesor académico ante los cambios en la ciencia  y en la universidad, o del político en una democracia de partidos–.

Entre los muchos conceptos weberianos que han calado en el sentido común y entre los analistas, se destaca uno: líder carismático. Dados los recaudos epistemológicos que Weber manifiesta en la construcción de tipos ideales, ¿te parece que su utilización, incluso en literatura académica, viola algunos de los preceptos de su autor? ¿Qué recaudos deberíamos tener para utilizar las definiciones weberianas?
Como es sabido, los tipos ideales no son conceptos esenciales, sino son los instrumentos analíticos construidos por los científicos sociales para describir, tipificar, comparar fenómenos sociales o históricos. Y en su Sociología del poder, Weber analiza, juntos a los otros tipos, el tipo de poder legítimo carismático y una variante, el de legitimidad carismática antiautoritaria (con el que se corresponde el liderazgo de los partidos políticos modernizados, centralizados).

Y dentro de este último tipo analiza la relación entre un líder de partido elegido y su aparato (compensaciones a su aparato por los éxitos electorales y reparto de cargos, disciplina por parte del aparato respecto al líder, el  “sacrificio de la inteligencia” de sus seguidores que se produce con esta disciplina, etc.). Con esto quiero decir que su exposición de los tipos de poder legítimo cuenta con estas construcciones mentales para el trabajo científico-social. Y, en torno al liderazgo carismático, se ha generado una atención especial que ha conducido abiertamente a errores de interpretación.

Se ha hablado mucho de la preferencia de Weber por un líder  plebiscitario tras la primera guerra mundial para la nueva Alemania Y se ha llegado a asociar a su propuesta de un Presidente plebiscitario para la nueva República a planteamientos no democráticos. Sin embargo, creo que las alarmas y dudas que algunos han lanzado sobre el Weber de los últimos años de su vida no parecen justificadas si atendemos a lo que el propio Weber escribe en sus artículos de 1918-1919.

Dice allí que, durante la monarquía, él había escrito a favor de la parlamentarización del sistema de gobierno del Deutsches Reich (es decir, fortalecimiento del papel Parlamento y de los partidos políticos), y que después, ya sin el Emperador, estaba a favor de la República, abogando en concreto por un sistema presidencialista, en el que el Presidente fuera elegido directamente por los ciudadanos (plebiscitariamente). Para este Presidente prevé, por tanto, que tenga una “legitimidad” directa procedente de los ciudadanos, en vez de que fuera elegido por el Parlamento, como había ocurrido en las primeras sesiones de la Asamblea Nacional Constituyente de Weimar.

Y en el artículo dedicado a esta figura de la Presidencia de la República expone sus funciones fundamentales, sus límites (que tenga siempre presente “la soga y la horca”) y la necesidad de un Presidente con poder para que se pudiera realizar mejor la “socialización” de la economía, es decir, la reestructuración y estabilización de la situación económica después de la derrota de la Guerra. Junto al Presidente estaría el Parlamento igualmente elegido por los ciudadanos y una “Cámara de los Estados federados”.

En torno al liderazgo carismático se ha generado una atención especial que ha conducido abiertamente a errores de interpretación.

La trayectoria política de Weber fue uno de los puntos más controvertidos para los estudiosos posteriores, entre los que lo identifican como un antecesor del nazismo hasta los que lo ven como un liberal progresista. ¿Si tuviera qué caracterizarlos políticamente, cuál sería su parecer? ¿Hay más de un Weber en términos políticos o los analistas han caído en llanas distorsiones?
Como antecesor del nazismo no lo veo en absoluto, no hay ningún fundamento para mantenerlo. Si por liberal progresista se entiende al defensor de una democracia de partidos, en la que los ciudadanos pueden elegir a sus gobernantes y pueden exigirles cuenta y cambiarlos, puede ser una definición apropiada. En los meses de la Revolución alemana, tras el final de la Primera Guerra Mundial, Weber sí fue un decidido crítico de los revolucionarios, a los que veía como “políticos de convicciones”, inadecuados por tanto para la política porque no toman en cuenta la realidad ni las consecuencias de las acciones políticas, En su intento de entrar en la política, en las elecciones generales para la Asamblea Constituyente, estuvo con el partido DDP (Partido Demócrata Alemán), que fue un partido de centro, creado después del final de la Guerra, y colaboró con el Gobierno de Berlín en las semanas anteriores a las elecciones generales en la redacción de los primeros borradores de Constitución. Antes de ingresar en el Partido Demócrata, había tenido dos intervenciones en el Partido Progresista, en las que habla de “nosotros los radicales” (noviembre de 1918) cuando están discutiendo sobre la nueva situación de Alemania. Creo que “liberalismo democrático” podría ser otra etiqueta para Max Weber.


Yendo a otro tema, también ha traducido y editado a autores como Eduard Bernstein y Ferdinand Lassalle, figuras centrales del pensamiento socialdemócrata y reformista. Frente a la situación actual que vive el socialismo democrático: ¿Cuáles fueron sus principales aportes? ¿Pueden ser útiles hoy en día para renovar las bases de un progresismo en crisis?  
El socialismo de estos autores, especialmente el de Bernstein que desarrolló una obra más amplia dentro del partido socialista, mientras que Lassalle murió muy joven, aunque había sido el fundador del primer partido socialista alemán (el ADAV), es un socialismo que se entiende a sí mismo como continuación y profundización del liberalismo y que entiende que, desde el Estado, se puede hacer mucho para avanzar hacia la sociedad socialista.

Lo que ahora ha ocurrido con el Estado de bienestar es que su triunfo, en donde se han recogido las herencias del liberalismo y del socialismo, ha generado al mismo sus dificultades para su propio mantenimiento y se encuentra ante nuevos retos antes no previstos, como es el sostenimiento del medio ambiente y la aceptación de los movimientos migratorios hacia países democráticos y con bienestar económico. No parece, sin embargo, que se puedan hacer frente a estos nuevos retos sin mantener el Estado social de derecho.

En el último tiempo se han hecho muchos paralelismos entre el actual reflujo de las derechas y el período de entreguerras, en particular en Alemania. ¿Te parece productiva esta comparación entre la actualidad y la experiencia de la república de Weimar o el anacronismo es un riesgo innecesario? ¿La relectura de autores como Weber, Heller o Schmitt gana otro sentido en base a esas posibles similitudes?
La experiencia de Weimar en Alemania sigue siendo un laboratorio para el análisis.  Y por eso  se podrían también añadir a esos autores Kelsen y Smend. Ahora los populismos de derecha e izquierda pueden estar apuntando a nuevas formas de totalitarismo, que fue lo que se produjo en esos años de entreguerras –en torno a la raza, la clase o la nación–. Estamos avisados, por tanto, aunque parece que los populismos tienen especial interés en ocultar los riesgos de totalitarismo y destrucción de la democracia.

Quién es Joaquín Abellán García

Joaquín Abellán García es Licenciado en Filosofía y Letras, Derecho, y Ciencia Política, así como Doctor en Ciencia Política por la Universidad Complutense de Madrid. También se desempeña como catedrático de Ciencia Política en la misma casa de estudios. Dedicado básicamente a la historia de los conceptos políticos, ha realizado numerosas ediciones de textos clásicos de teoría política, en especial a Max Weber.

Sobre este último ha publicado Poder y Política en Max Weber (2004) y ha editado Conceptos sociológicos fundamentales (2006), La Ética protestante y el «espíritu» capitalista (2006), La política como profesión (2007), Sociología del poder (2009), Escritos políticos (2008), La ciencia como profesión (2009), La «objetividad» del conocimiento en la ciencia social y en la política social (2009), y El sentido de «no hacer juicios de valor» en la Sociología y la Economía (2011).




viernes, 9 de junio de 2017

Sociedad porno… @dealgunamanera...

Sociedad porno…


¿Hay unos valores para la vida privada y otros para la pública? ¿Cuál es el límite entre ambas esferas? De la respuesta a estas preguntas podrá colegirse el clima moral en el que vive una sociedad.

© Escrito por Sergio Sinay, escritor y periodista, el domingo 14/05/2017 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

En la Argentina los dos ámbitos se han superpuesto hasta convertirse en uno solo, al menos en campos como la política, el deporte y la farándula. Pero no sólo ahí. Las redes sociales permitieron que también los ciudadanos de a pie se sumen al hábito de la transparencia en el peor sentido de la palabra. Lo que no se exhibe no existe, entonces hay que exhibirlo todo: intimidades, cuerpos, miserias de todo tipo, banalidades, traiciones. Famosos o no, todos se exhiben. El pudor es cosa perimida. Y con él, a poco de andar, también el respeto.

El divorcio de un futbolista y una modelo, las patéticas y sinuosas andanzas sexuales de un ex gobernador y candidato presidencial, la criminal e irresponsable picada de un supuesto piloto de carreras por las calles céntricas, más tantas otras escenas y testimonios de vacío existencial que famosos y anónimos desparraman y consumen sin límites certifican lo que el filósofo alemán de origen coreano Byung-Chul Han denomina sociedad de la exposición.

La vida no tiene existencia por sí misma, ni mucho menos. Se la vive para exhibirla al precio que sea, de lo contrario se duda de estar vivo. Cada sujeto, dice Han, es su propio objeto de publicidad. Tiene que mostrarse, aunque lo que exponga sea penoso. Como ocurre con las imágenes de sexo explícito. De ahí que la sociedad de la exposición sea, en definitiva, una sociedad pornográfica. No hay metáfora, no hay sugerencia, no hay misterio ni otro tiempo que el inmediato. Se pierde la capacidad de simbolizar. Y, por fin, no hay vergüenza (un ejemplo al paso, cada declaración o video de quien encabezó durante doce años un gobierno de inédita corrupción).

Para tener vergüenza es necesario registrarse a uno mismo, establecer una escala de prioridades y valores interna, cuidarse, protegerse. La vergüenza, por lo demás, no es algo que termina en lo personal. Quien la tiene puede acceder al pudor, respetar al otro, valorar la intimidad del prójimo, entender la presencia de un límite. 

Fotos, frases, escenas que la televisión e internet reproducen sin decoro y sin códigos éticos, la alegre exposición de personajes cuya profesión se limita a la generación de escándalos o a la exhibición de sí mismos en situaciones y posiciones de las quién sabe si se arrepentirán algún día, dicen hasta qué punto la vergüenza se esfumó. Y con ella el respeto, que es, como señalaba Kant, el reconocimiento de la propia dignidad y la del otro.

Pornografía en la política, pornografía en el deporte, pornografía en la farándula, pornografía en los medios. Una transparencia obscena que deja todo a la vista. Y eso que se ve asusta.

Basta con pensar quién pudo haber sido elegido presidente y con escucharlo decir que “respeta a las mujeres” (en un vaciamiento extremo de la palabra respeto).

Basta con pensar qué pudo haberle ocurrido a cualquier conductor o peatón que transitara por las calles que dos asesinos o suicidas potenciales tomaron como pistas para exhibirse.

Basta con pensar qué modelos reciben los hijos de quienes publicitan una y otra vez sus miserias e infidelidades conyugales. Todo expuesto, convertido en memes que se suponen graciosos, y viralizado masivamente hasta que se convierte en la anestesia que adormece a una sociedad que ya no se pregunta a quién vota, a quién idolatra, a quién escucha o qué modelos alienta, permite, toma y reproduce.

Lo público, escribe Byung-Chul Han en La sociedad de la transparencia, ya no es lo compartido (en el sentido cooperativo y empático de la palabra), sino lo publicitado. La pérdida de lo público abre el espacio en el que se derraman y vomitan intimidades. Sólo que nada de eso es ya privado. Y quien no respeta su propia intimidad no puede pedir que otros lo hagan. Sobre todo si esos otros tampoco tienen la suya y se alimentan de la ajena.

Así, la sociedad pornográfica es también caníbal. Es la sociedad del espectáculo, dice Han. Y el espectáculo debe continuar.