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sábado, 19 de octubre de 2013

Un accidente, cincuenta informes y muchas dudas... De Alguna Manera...


Hay dinero que se quedó en el cajón de Jaime y Schiavi…

Leandro Despouy sobre Once: “Hay dinero que se quedó en el cajón de Jaime y Schiavi”

El titular de la Auditoría General de la Nación, Leandro Despouy, no se privó este sábado de opinar acerca del nuevo accidente ocurrido en el tren Sarmiento, del cual quedó como saldo la friolera de 80 heridos.

El funcionario habló con el programa de radio que Christian Sanz conduce por MDZ Radio, Políticamente Incorrecto. Allí, aseguró que la entidad a su cargo realizó no menos de 50 informes, tanto sobre transporte de pasajeros como ferrocarriles de cargas. Aunque comparó la situación con lo sucedido el 22 de febrero de 2012, Despouy se mostró cauto al asegurar que se van a esperar las auditorias técnicas.

De todos modos, calificó el sistema ferroviario vernáculo como “una cosa tétrica”, al tiempo que recordó que “ha habido una enorme inversión por parte del Estado”. A ese respecto, dijo que los entonces concesionarios de TBA, los hermanos Cirigliano, recibieron más de tres mil millones de pesos en nueve años.

E insistió en trazar un panorama desolador respecto a los trenes, en el cual aparecen diez años de “desmantelamiento ferroviario de Menem”, a los cuales le siguieron diez años donde se vieron “desvíos y fondos que no se aplicaron para mantenimientos”, sino para prebendas.

En tal sentido, Despouy sentenció: “No se entiende cómo el Estado pudo entregar tanto dinero sin controlar”. Y recordó que para otorgar un subsidio hay que controlar qué se hizo con el subsidio previo.

Más adelante, el titular de la AGN reveló que “desde 2004 —y antes— veníamos diciendo, y sin embargo el Estado no tuvo el más mínimo cuidado”. Según el funcionario, los informes elevados al Ejecutivo nacional mostraban que podían suceder tragedias como la sucedida hoy.

No obstante, Despouy advirtió que “también mostramos que había descontrol en los fondos que se entregaban a TBA”.

En ese marco, advirtió que la CNRT también hizo observaciones y multas, las cuales jamás se aplicaron. “Ese dinero se quedó en el cajón de (Ricardo) Jaime y luego de (Juan Pablo) Schiavi”, agregó.

Sin embargo, el titular de AGN dijo que, desde que esta Florencio Randazzo, “se nota que se han llevado a cabo algunos emprendimientos, no hemos evaluado la dimensión”. No obstante, aseguró que no han sido lo suficientemente eficaces.

Luego, aseveró que, en su momento, la entidad que comanda hizo un informe sobre la compra de material ferroviario a España y Portugal. “Es para ir y detener al que lo hizo (…) Se compró material que no era ni chatarra”.

Y recordó que el entonces transportador “dijo que no podía cargar eso: ni como chatarra sirve (…) Es una burla, no es una compra”.

Finalmente, Despouy puso el foco en la sospechosa “actitud de entregar fondos a empresas que nunca dieron una respuesta adecuada”. Y dijo: “Eso solo cabe cuando el funcionario de Estado tiene un interés que no es el de mejorar el subsidio”.

Y culminó: “Se puede suponer, esperar, que hay otro interés. Sobre todo cuando la calidad del servicio es pésima”.

Escuchá la entrevista a continuación:



© Publicado por la Redacción de TDP el sábado 19/10/2013 y publicado por Tribuna de Periodistas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

 

domingo, 26 de febrero de 2012

Rehenes no inocentes... De Alguna Manera...

Rehenes no inocentes...

 Ella con empresarios. Con De Mendiguren, Rocca y Ratazzi, entre otros, y Boudou, Scioli y Giorgi.

A lo largo de estos ocho años de kirchnerismo me ha tocado recibir en Editorial Perfil a los principales “empresarios K”: los hermanos Cirigliano, Sebastián Eskenazi, Cristóbal López o los dueños de Electroingeniería. Las reuniones en su gran mayoría se acumularon durante los primeros seis años de este Gobierno, especialmente cuando la revista Noticias, el diario Perfil y Perfil.com eran casi las únicas publicaciones críticas. Había cierta lógica: si nosotros concentrábamos la mayoría de las denuncias de corrupción, era comprensible que desearan convencernos de que no eran tan malos como decíamos. En el trato personal siempre queda esa sensación, por eso el más talentoso periodista de investigación norteamericano de los últimos tiempos, el ya fallecido Jack Anderson, recomendaba a los editores no tomar contacto directo, en lo posible, con los sujetos noticiosos, porque la simpatía de las personas no depende de su honradez y es difícil no verse emocionalmente predispuesto hacia alguien empático.

Personalmente traté de seguir ese consejo, pero con los años se me ha hecho cada vez más difícil. En gran parte de estos casos, el primer pedido de reunión me lo realizaba algún otro individuo que ya tenía relaciones de mucho tiempo con la editorial y al que habían buscado como introductor. De cualquier manera, ningún periodista de Perfil ha recibido nunca una sola recomendación de moderación sobre estos empresarios emparentados con el Estado, como los lectores bien han podido comprobar.

En cada uno de esos encuentros, dentro de los límites de la cortesía, fui lo más sincero posible. A todos les dije lo mismo: “Usted está condenado, más tarde o más temprano, a caer en desgracia”. Recuerdo que al dueño de una de las empresas proveedoras de electricidad le manifesté: “Si la demanda de luz no pudiera ser satisfecha y de manera sostenida hubiera cortes, no importará de quién sea la culpa, de su falta de inversión o de la falta de inversión del Estado; lo más probable es que quien vaya preso sea usted y no un funcionario del Gobierno”. A los dueños de Electroingeniería les anticipé lo difícil que sería mantener medios de comunicación sin conocer sobre ellos, aunque se cuente con mucha publicidad oficial, algo que –imagino– ya están comprobando. Y sobre YPF, repetí que ya llegaría el momento en que serían los propios empresarios K quienes pedirían seguridad jurídica y libertad de prensa cuando fueran ellos mismos los atacados por la arbitrariedad gubernamental. Ahí recordarían el error que cometieron al subvencionar a los medios oficialistas que caerían sobre ellos, como ya ocurre, con la misma virulencia con que atacan los medios críticos.

Pero el tema de hoy son los hermanos Cirigliano. No me parecieron los peores; sí, quizás –por su historia transgeneracional con los colectivos–, los menos conscientes de lo imposible que les resultaría salir ilesos del lugar donde se encontraban. Nadie sobrevive a la caja negra de los subsidios, ni siquiera haciendo sólo de intermediario de devoluciones –si así hubiera sido–­ y sin quedarse con un solo peso en ese camino. Es como con la mafia; una vez que se negoció con ella, no se puede salir. Y, por eso mismo, los compromisos son cada vez mayores: van subiendo la apuesta por no haber ya nada que perder, o por poder perderlo todo. Así terminan siendo rehenes no inocentes, además de victimarios.

El accidente del tren en Once donde murieron 51 personas tiene algunas connotaciones similares al del caso de Cromañón. Como en su momento lo fue Chabán, los Cirigliano lucen como el chivo expiatorio perfecto. No es que Chabán o los Cirigliano fueran inocentes, pero no son ellos los únicos responsables de un sistema condenado a la fatalidad y donde el accidente es lo reiterado y, entonces, lo normal.

Sería autocondescendiente suponer que cambiando los actores actuales –­concesionarios y Gobierno–­ los ciudadanos podrán viajar por el mismo costo más seguros y más cómodos. El transporte seguro, como el petróleo o la electricidad, tiene un costo que no venimos pagando desde hace tiempo, y luego nos quedamos sin reservas, teniendo que importar energía o multiplicando los accidentes, en todos los casos por falta de inversión.

Desgraciadamente, la vida es más compleja. Quedándonos sólo con los responsables primarios, también contribuiremos nosotros a la reiteración de esos “accidentes”.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 26 de Febrero de 2012.