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jueves, 25 de agosto de 2016

País poronga… @dealgunamanera...



En la última edición de la revista Crisis, le preguntaron a Hugo Moyano por el funcionamiento de las barras bravas en el fútbol. Moyano respondió con una frase de ejemplar sinceridad: "Nos quieren correr con la patota a nosotros, que somos los inventores de la patota". Unos días antes que la revista llegara a los kioscos, la Argentina se quedó sin nafta por un día entero. Aunque bien podría serlo, no se trata de una metáfora.

© Escrito por Ernesto Tenembaum el martes 14/06/2016 y publicado por el Diario El Cronista de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El gremio de Camioneros, que conduce el hijo de Moyano en nombre del padre, decidió literalmente no distribuir combustible. Según el moyanismo se trataba de un conflicto gremial, pero el gobierno está convencido de que, en realidad, el clan Moyano paró el país porque Mauricio Macri negó a su jefe la presidencia de la Asociación de Fútbol Argentino. Unas semanas antes, Moyano había sostenido que "Macri sabe tanto de política como yo de capar monos" y había reaccionado con frases homofóbicas ante una crítica del periodista Gustavo Sylvestre. Quien lo superó en virulencia, en estas últimas horas, fue Juan Grabois, flamante asesor del papa Jorge Bergoglio, quien calificó a Mauricio Macri, sencillamente, como un "pelotudo".

Moyano y Bergoglio, en el orden que cada uno prefiera, se han transformado en los principales enemigos de Macri, mucho más capaces de dañarlo que el altisonante kirchnerismo.Desde hace tiempo, en el mundo del poder existe una expresión que tal vez ayude a entender lo que pasa, más allá de las circunstancias coyunturales: "Ser poronga" o "poronguear". Cuando alguien asume un rol importante, el resto de los actores del sistema de poder mide, se pregunta, precisamente, si es o no "un poronga". Es difícil de traducir literalmente una expresión tan colorida.

Pero refiere, en general, a la capacidad para atemorizar a los demás, para resistir presiones, para ser cruel cuando es necesario, para mostrar los dientes, para acelerar al mango en dirección a un auto que viene en sentido contrario, hasta que sea el otro el que da el volantazo, en estar dispuesto a que vuele todo por el aire porque es la única manera de ser respetado. En alguna medida, poronguear significa no abandonar nunca la clásica expresión de "a mí, justo vos, no me vas a pasar por encima".

No se trata precisamente del método más armónico para resolver las problemas de un país, pero es lo que hay. Desgastantes conflictos como los que enfrentaron a Carlos Menem con Eduardo Duhalde o con Domingo Cavallo a fines de los noventa, a Kirchner con el grupo Clarín o con el propio Bergoglio, a Cristina con Moyano, tienen en gran medida esa impronta. La debilidad es considerada un suicidio. Con lo cual, hay que acelerar. Y para acelerar, para ejercer el poder, hay que ser poronga.

Ese es uno de los dilemas de Macri, y de todo presidente, desde el día de su asunción. Macri llegó al poder como producto de una coalisión invertebrada, que tenía como principal punto de unión su aversión común al kirchnerismo. Moyano hizo clarísimos gestos de simpatía hacia su candidatura antes de las elecciones. Y el Vaticano aportó lo suyo, gracias a su rechazo hacia Aníbal Fernández, entre otras razones por el favoritismo de Bergoglio con el cursillista Julián Dominguez, quien le hizo llegar su versión sobre el fraude con que Fernández le habría arrebatado la candidatura del Frente para la Victoria.

Al día siguiente de la asunción, empezaron las presiones.

Moyano siempre es bastante claro en lo que quiere. Primero pidió para los sindicatos el control del dinero de las obras sociales, que le había concedido Néstor Kirchner y retirado Cristina. Macri se lo dio y, a cambio, exigió acompañamiento en los meses del ajuste. Moyano se lo concedió, aunque lo primereó con la ley antidespidos, y la masiva marcha para respaldarla. Macri entonces anunció el veto y Moyano aceptó no llamar a un paro general para repudiarlo. Entonces, fue por la Asociación de Fútbol Argentino. Cuando se enteró por una amenaza de Daniel Angelici que Macri pretendía frenarlo, incluso mediante procedimientos judiciales, Moyano decidió aplicar los mismos métodos que contribuyeron a desgastar a Carlos Menem, Fernando de la Rúa y Cristina Kirchner. En horas, el país se quedó sin nafta. Si a alguien le pareció un episodio dramático, solo debe esperar hasta donde escala ese conflicto, que tendrá picos y valles: todavía falta lo mejor.

La pelea con Moyano es por espacios de poder y dinero que se pueden pesar, contar y medir. Eso facilitará la negociación, que siempre será dura. Con Bergoglio las cosas son más complicadas.

Macri no termina de entender qué quiere ese personaje extraño al que algunas personas sin principio de realidad denominan Su Santidad. Su tirria parece personal, e ideológica. Esta semana, en un gesto tan poco característico de la diplomacia vaticana, Bergoglio hizo público su rechazo a un aporte económico del gobierno nacional. "El que cree que puede comprar la voluntad del Papa es un pelotudo", afirmó Juan Grabois, horas antes de ser designado asesor en el Vaticano.

El cheque era de $ 16 millones. En agosto de 2014, la Casa Rosada hizo púbico que había aportado 600 millones a la Iglesia para algo tan frívolo como la refacción de Catedrales. La plata entre el Estado y la Iglesia siempre fluyó, desde aquel hacia esta, y no precisamente para actividades sociales. Con estos antecedentes, es extraña la irritación papal. Algunos interpretan que hay diferencias ideológicas porque parece que el Papa rechaza el neoliberalismo, pero dado que también es un impulsor del acuerdo en Medio Oriente o entre Cuba y los Estados Unidos, no se entiende porque esa vocación de diálogo no incluya al Gobierno argentino.

Néstor Kirchner lo retrataba a Bergoglio como un conspirador y así lo denunció en 2006, cuando un cura enfrentó al kirchnerismo en Misiones. Bergoglio, en esos años, era tan duro con él como lo es ahora con Macri. Marcelo Larraquy en su reciente libro Código Francisco recuerda las homilías en las que Bergoglio denunciaba la pobreza, el clientelismo, la mentira y "al diablo que genera divisiones y rencor entre los argentinos". Kirchner respondía que la Iglesia había sido cómplice de la dictadura militar y advertía que el diablo también penetra ese era el verbo que usaba por debajo de las sotanas. 

Ese conflicto tan absurdo entre dos personas tan importantes terminó muchos años después, cuando Bergoglio fue designado Papa y el kirchnerismo se hincó de rodillas. Tal vez eso sea lo que el Papa quiere de Macri: que se someta. Su poder, finalmente, proviene de los votos de seres humanos, mientras que el de Bergoglio tiene origen divino.

Mientras Macri no cumpla esa expectativa difusa, deberá soportar que la Iglesia convoque a reuniones de diálogo político que serán leídas como movimientos de conspiración en su contra.

Antes que Francisco, Juan Pablo II logró demostrar cómo un Papa puede derrocar al Presidente de su país de origen. Son vanos los esfuerzos de los voceros papales en la Argentina por relativizar lo que es clarísimo.

En este juego de pinzas, Mauricio Macri no es una carmelita descalza. Conoce a Moyano y a Bergoglio desde hace años. Ha pulseado con uno y con otro. En esas negociaciones, utiliza el dinero estatal como si fuera propio. Pero tiene el punto débil de todo presidente: si estalla el país, el principal perjudicado entre los tres será él. Moyano seguirá en su club y su sindicato, Bergoglio permanecerá en el papado, y Macri se acercará al abismo. Un presidente tiene mucho poder, pero también está cercado por múltiples amenazas, por parte de figuras poderosas, crueles, y muy entrenadas: porongas. Néstor Kirchner y Cristina Fernández se apoyaban en esa lógica para explicar su agresividad. Era necesario ser más poronga que los demás.

El método de Macri no está claro aún. Con Moyano responde golpe por golpe, pero sin que se note en público, combina por ahora concesiones con límites. Con Bergoglio, aguanta, intenta conciliar, y dejar que toda la sociedad vea quién es el agresivo de los dos. ¿Hay punto intermedio entre ser Fernando de la Rúa y ser un Kirchner? La gestión de Macri parece destinada a buscar ese misterio.

En la Argentina se poronguea en todos lados. ¿Quien le enseña a un niño de cinco años a pechar en un recreo, a cachetear el diferente, a marcar territorio, a conseguir de ese modo a cuatro o cinco incondicionales? ¿Quién crea a ese predestinado, a ese matón, a ese resentido, a ese líder? Desde chicos, los porongas son respetados, adulados, temidos, se les festejan los chistes, se le aplauden las miserias y solo los pueden enfrentar quienes, a su vez, aprenden o llevan en la sangre los mismos métodos. Se poronguea en los recreos, en las cárceles, en las iglesias, en las rutas, en los boliches, en las canchas de fútbol. Y el peronismo es el reino de los porongas. Nadie que no lo sea, varón o mujer, puede ser jefe. Y si no se es jefe, no se sobrevive.

En el medio, hay un país.

Pero eso es lo de menos.



domingo, 8 de mayo de 2016

Entrevista a Gustavo Sylvestre... @dealgunamanera...

Gustavo Sylvestre: "Es imperdonable lo que hizo Szpolski"


El periodista lanza su primer libro y habla de la crisis financiera que atraviesan los medios y los escraches que sufrió trabajando en Clarín.

© Escrito por Ramón Indart el sábado 07/05/2016 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


En 2017 Gustavo Sylvestre cumplirá 30 años como periodista político a nivel nacional. Ahora, el conductor de M1 en C5N (lunes a jueves 21 a 23) lanza su primer libro, "Intrigas, alianzas y traiciones" (Ediciones B) donde relata con detenimiento la relación del poder político con los medios de comunicación y cuenta anécdotas sorprendentes.

En este contexto, habla con Perfil.com sobre el estado actual de los medios, el cierre del grupo que crearon bajo el paraguas de la pauta oficial K Sergio Szpolsky y Matías Garfunkel y abre el debate sobre un tema que pocos tienen en cuenta: el financiamiento de la política en las campañas electorales.

Perfil.com: - ¿Con qué nos vamos a encontrar con este libro?

- Yo agradezco todos los días por esta profesión que amo, desde los 16 años que empecé en Concepción del Uruguay en Entre Ríos trabajando en LT 11 y en el diario La Calle. Mi primer trabajo en la Capital Federal fue el 20 de octubre de 1983, el debut de la democracia. Voté por primera vez y fue mi primer trabajo periodístico en la Capital. Venía a estudiar acá y la radio me acreditó para esa jornada. Desde ese momento no he parado. Así empiezo, con esa anécdota. Después la radio me acreditó en Casa de Gobierno del '84 al '91. En 1987 empecé en Canal 13 donde me meten a trabajar en la actualidad y especializarme en política.

- ¿Cómo se arma una campaña política detrás de los medios de comunicación? La de 2015 fue muy intensa y sobre todo en TV. Hay que marcar la diferencia entre diario, radio y tele, es ahí donde el poder pone la lupa.
- Yo repaso la campaña de (Daniel) Scioli y la de Cambiemos y como se fueron armando. Todo pasa por la televisión, guste o no. En esto hay que reconocer que el PRO armó una campaña no solo en término de conjunto, sino para la TV. Las puestas en escena eran para la TV. Hubo mucho debate el año que pasó, sobre temas puntuales. Fijate vos que funcionarios de gobierno que hasta diciembre se prestaban al debate, hoy no lo hacen. Como cambian las realidades, ¿no?

- Bueno, ahora tienen que dar respuestas.
- Cuesta más encontrar funcionarios dispuestos a debatir. Muchos diputados siguen por suerte.

- ¿Qué diferencia harías entre lo que fue cubrir el poder en el menemismo, el kirchnerismo y lo que viene ahora?
- El libro comienza con una entrevista con Isabel Perón. Ahí ella cuenta que cuando murió Perón quiso renunciar a la vicepresidencia para no asumir y hubiera aliviado mucho. Tal vez la Argentina se hubiera salvado de un golpe de Estado. Eso muestra como la condicionaron todos. Ella dice "no me dejaron". Yo le pregunto "quienes". Ni las FFAA ni los políticos, incluido Balbín que me dijeron que me iban a ayudar. A partir de ahí recorro lo que consultas, como se da la relación de los medios con el poder en cada turno democrático. Siempre el periodismo del '83 a la fecha, a los medios produjeron urticaria. Alfonsín, que era sumamente respetable, vos no tenías acceso a él, pero claro tenía un excelente vocero que era José Ignacio López. Era como hablar con Alfonsín. Eso cambia radicalmente con (Carlos) Menem. Te volvía loco. Cambió la forma de hacer periodismo en la Argentina. Pasó de esa rigurosidad, protocolo de Alfonsín a un Menem que hablaba en la puerta de la casa, en la sala de periodistas de Casa de Gobierno a las 7 de la mañana, ¡no había nadie! Las coberturas en el exterior no dormías. Rompió todos los esquemas.

- ¿Y cuándo llega De La Rúa?
- Ahí vuelve a institucionalizar todo. No tuvo manejo. Yo cuento la experiencia que me tocó vivir el día de la renuncia de Carlos "Chacho" Álvarez. Todos los medios estaban en la casa de Chacho, me llama De La Rúa y me dice enojado: "Gato que es esto de cadena que le están dando a Chacho". Le digo "Presidente estoy viendo que en Salón de los bustos hay un micrófono, ningún funcionario suyo salió a hablar". Entonces escucho que dice a alguien "acá el Gato dice que hay un micrófono, bajen a hablar" y empiezan a salir todos.

- ¿De esa manera?
- Es así. Se dio una competencia entre la casa de Chacho y el Salón cuando se da la renuncia. Yo di la primicia 8.30 en TN. Estaba Federico Storani, que era ministro del Interior y lo sorprendo al aire porque yo sabía desde la madrugada. Lo anuncio y lo sorprendo. Me dice "la verdad, salgo de acá y averiguo".

- ¿Y la etapa del kirchnerismo?
- Se vuelve a una etapa de mayor cerrazón informativa.

- ¿No te dolió haber estado en la pantalla de TN cuando empezó esa guerra del ¿"Qué te pasa, estás nervioso"? ¿Fue fácil trabajar en televisión?
- No. Siempre traté de mantenerme al margen de esas cuestiones. A nosotros nos escracharon por trabajar en el Grupo Clarín. Todas las veces que pedimos notas desde A Dos Voces (programa que hacía con Marcelo Bonelli) siempre tuvimos respuesta. Todos los años nos daba una o dos notas Néstor Kirchner. Con Cristina Kirchner ya no. Cambió. Con Néstor tuve diálogo, con ella no. Nosotros le hicimos nota cuando era candidata a presidenta y nunca más volví  a hablar hasta el año pasado cuando me dio la primera entrevista en Nueva York cuando fue a la ONU. Fue el único período de gobierno en el cual no tuve diálogo.

- ¿Cómo se financia la visión del poder frente a los medios? Vos tenés al Grupo Clarín con un soporte propio y el kirchnerismo fue armando medios para tener el lado B de la realidad. En ese contexto, ¿crees que era necesario? ¿Se excedieron en armar un grupo de medios tan enfrentado a otro que terminó en el achique actual?
- Si, es perjudicial porque hemos visto el caso más concreto que es el Grupo Szpolski, que dejó colegas en la calle sin pagar, que todavía están en una tarea loable con una cooperativa (Tiempo Argentino) pero con una angustia tremenda. Es imperdonable lo que pasó en ese caso.

- ¿Qué parte de responsabilidad le toca al Estado? porque lo alentó.
- Obviamente. Eso también hay que hacer de autocrítica. Todos los que alimentaron eso. Porque es verdad lo que decís, hay una responsabilidad compartida de los que alimentaron y la irrepsonsabilidad de Szpolsky y de Garfunkel en armar y dejar en la calle de un dia para el otro y sin asumir la responsabilidad social que les corresponde como empresarios a todos nuestros colegas.

- ¿Cómo ves hoy el panorama de los medios?
- Desde hace mucho tiempo pasan por una etapa muy dificil que en algun momento hay que rever. Se perdió en los últimos años el eje y la misión que tiene todo medio, que es la de informar. Muchos actuaron como posicion politica en Argentina y eso no es bueno. Y muchos otros han actuado como defensores de una gestión que tampoco es bueno.

- ¿Cómo lo solventás? actualmente se ven pocos medios con objetivo periodístico. Perfil es manejado por un periodista, La Nación tiene la misma idea. Pero después los grupos de medios son manejados por sectores de poder que no vienen del periodismo. ¿Eso va cambiando la concepción de los medios?
- Yo trabajé 23 años en el Grupo Clarín. Cuando no me sentí cómodo con una línea editorial renuncié, me fui a otro grupo que en ese momento me daba esa posibilidad.

- La política lo que dice en off es "¿Cómo querés que financie una campaña si no circula dinero en negro?" que no está blanqueado cómo se financia. Y para llegar a la TV, para hablar en prime time necesita plata la política.
- La forma de financiación es un debate en la Argentina que falta.

- ¿Por qué no se da?
- Falta mucho. Todas las campañas gastan más de lo que se anuncia.

- ¿Y esa plata de dónde la sacas?
- Bueno, eso es lo que falta transparentar.

- De golpe dicen "a mí me financian las empresas privadas" pero eso estaría mal también porque luego esa organización espera un resultado.

- Claro, obvio. A nivel de reforma política fue muy bueno instalar las PASO. Falta ahora como se financian los partidos políticos. En Estados Unidos salen a recolectar fondos pero se hace público. Acá falta esto. 

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domingo, 21 de abril de 2013

América, Vila, Manzano y el Periodismo Rentado... De Alguna Manera...


La operación mediática del periodismo y la SIDE para salvar a Báez...


Las grietas quedaron expuestas. Fue después del Fariña-gate que desnudó Jorge Lanata y que involucró al siempre sospechado Lázaro Báez.

A partir de entonces, la locura mediática llegó a los lugares menos pensados. Por un lado, el grupo Clarín llevó la historia a una hipérbole de bombardeo de información insistente, como si se tratara de un tema relevante a los intereses de la sociedad.

Por el otro, puntuales periodistas a sueldo de la Secretaría de Inteligencia —ex SIDE— montaron una vergonzosa operación a efectos de “farandulizar” la denuncia efectuada por Lanata.

A esos efectos, se conjuraron Rolando Graña, Facundo Pastor, Gustavo Sylvestre y Mauro Viale. Luego se agregaron Jorge Rial y Luis Ventura. Casi todos, cobran interesantes salarios por parte del Dirección de Reunión Interior de la Secretaria de Inteligencia, Fernando Pocino.

Bajo un libreto armado por Carlos “Chino” Zannini, secretario de Legal y Técnica del kirchnerismo, todos siguieron al pie de la letra una actuación casi perfecta del plan oficial. “Casi”, sí; pero no perfecta.

El primer tópico que levantó sospechas fue el sintomático silencio que se dio durante todo el lunes pasado. El mutismo fue tal que ni siquiera los siempre activos blogueros K se dejaron ver ese día.

Al mismo tiempo, comenzaron los reservados contactos entre Zannini y Leonardo Fariña a efectos de pergeñar el culebrón que se vería 24 horas más tarde. No sería en cualquier canal, sino en América TV, perteneciente a los operadores Daniel Vila y José Luis Manzano. Ambos siempre sedientos de negocios con el Estado.

Luego llegaría uno de los momentos más vergonzosos para el periodismo vernáculo: la sorprendente defensa periodística de las figuras de Fariña y el financista Fernando Elaskar, ambos asesorados por otro oscuro personaje, el abogado Fernando Burlando.

El encargado del trabajo sucio fue Graña, por instrucciones directas y precisas de Zannini. Él fue el que “bajó línea” a los periodistas arriba mencionados para que avanzaran en el plan de “farandulización” de la investigación de Lanata y, al mismo tiempo, blanquear las figuras de Fariña y Elaskar.

La estrategia jamás tuvo que ver con la protección de estos últimos, sino con la necesidad de detener la curiosidad periodística —y judicial— sobre la figura de Lázaro Báez, quien a su vez puede llevar hasta los incómodos rastros de Néstor y Cristina Kirchner.

Todos, cada uno a su manera, actuaron su papel estelar en esta pieza. Eso sí, lo hicieron tan desprolijamente que hasta copiaron sus argumentos entre sí a la hora de desacreditar el informe de Lanata. La postal cruda de la operación llegó de la mano de Mauro Viale, quien no solo colaboró en la farandulización del caso, sino que además criticó al conductor de Periodismo Para Todos con duros e innecesarios calificativos. Toda una sobreactuación que nadie le había pedido en realidad.

Así fue, en resumidas cuentas, cómo se llevó adelante esta operación que se armó en plena Casa Rosada y que contó con la participación de periodistas de la talla de Graña, Pastor, Viale y Sylvestre. Un verdadero muestrario de lo que es el antiperiodismo.


No obstante ello, a pesar de todo lo ocurrido, la ciudadanía no le termina de creer a Fariña y menos aún a Elaskar. ¿Cómo dar fe a un cambio de discurso tan repentino y sugestivo de ambos personajes?

Más allá de la prueba concreta, la ciudadanía insiste en respaldar a Lanata y a creer que la corrupción dentro del oficialismo es un hecho.

Mañana, Periodismo para todos promete evidencia concisa sobre esta misma trama. Más allá de lo que se muestre, la sociedad ya ha dado su veredicto: Báez es culpable y la corrupción oficial es innegable.

No es poco.

© Escrito por Christian Sanz el sábado 20/04/2013 y publicado por Tribuna de Periodistas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.