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sábado, 2 de diciembre de 2017

Premio de Novela Gráfica a María Luque... @dealgunamanera...

De los viajes de Cándido a los propios…

Luque, ilustradora. Es la autora de "Casa transparente" y "La mano del pintor", una novela gráfica que cruza una historia familiar con Cándido Lopez y la guerra del Paraguay. Fotografía: Néstor García

Lo obtuvo en México la dibujante argentina María Luque, autora de “La mano del pintor”. 

© Escrito por Ezequiel Viéitez el viernes 01/12/2017 desde Guadalajara y publicado en la Revista Ñ de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

A los 34 años, la artista rosarina María Luque vive en el presente un futuro que había soñado. El domingo, en el Pabellón de Madrid de la Feria del Libro de Guadalajara, le entregaron el Premio de Novela Gráfica Ciudades Iberoamericanas, que implica la publicación de su libro Casa transparente –ya se consigue aquí editado por Sexto Piso, en febrero estará en Argentina– y un reconocimiento de 7.000 dólares.

Cinco años atrás, Luque trabajaba en una agencia de publicidad y decidió pegar el salto: soltó el trabajo estable para dedicarse a dibujar. La primera opción, para bajar gastos, fue ofrecerse entre sus amigos para cuidar casas cuando salían de viaje. “Era una forma de ahorrarme el alquiler”, dice. Así, conoció la intimidad de espacios ajenos en Rosario, Buenos Aires y Bariloche. Mientras tanto, alternaba con exposiciones de sus trabajos en galerías.

Luque estudió Bellas Artes y hace pinturas en témpera. Su búsqueda la llevó a recorrer gran parte de América del Sur y ahora Casa transparente, “una autobiografía gráfica”, como la define, cuenta esa experiencia de incertidumbre y alegría despreocupada que vivió, de una casa a otra, de un país a otro. Vivir como nómade, con todas sus cosas en una única valija y explorando otras vidas y otros paisajes. El relato se construye a partir de vivaces dibujos realizados con lápices de colores, marcadores, acrílicos y acuarela. 

El resultado es un libro que combina frescura con optimismo a través de Argentina, Perú y México. Ahora, la artista ya tiene casa fija en Buenos Aires y prepara para marzo una exposición en la Galería Mardulce. El premio para Luque –que el año pasado publicó La mano del pintor (Sigilo), novela gráfica sobre Cándido López– no llegó en un momento casual. Este año, la FIL de Guadalajara inauguró el Salón del Cómic y la Novela Gráfica, con un espacio de exposición de 300 metros cuadrados.

–¿Hay un resurgir de los libros basados en la ilustración?
–Es un momento de mucha efervescencia y ganó espacio. Hay muchos artistas produciendo y quizá, en la era de lo audiovisual, la gente está más predispuesta a dejarse seducir por la imagen. Me da la impresión de que los lectores antes no se animaban; a mí misma me pasaba que no leía historietas hasta hace poco, sólo Mafalda y Fontanarrosa. Existía un prejuicio de que necesariamente un cómic estaba orientado a los chicos o trataba de súper héroes, y no es así. Se pueden contar historias complejas.

–¿Cuál es el poder del dibujo a la hora de narrar?
–Cuando leés un texto tenés que jugar con tu imaginación y crear esos espacios, pero con la imagen es diferente la operación. A mí me pasa que viendo libros de otros dibujantes me permiten sumergirme en su mente de manera directa, viendo cómo ellos perciben el mundo, cómo dibujan la ciudad, las personas.

–¿Cuál es el espíritu de tu libro?
–Cuento lo que me pasó. A mí me gustaba estar “de ajena” en la casa de otro porque era, de alguna manera, reemplazarlo en su vida durante un tiempo. Saber cómo funcionaba su barrio, cuál era el mejor lugar para comprar comida, qué decisiones toma la gente para ordenar los espacios de su casa, lo que habla de ellos también. Qué cosas tienen pegadas en la heladera, los mensajes de familiares y amigos. Me permitía vivir sus vidas por períodos cortos, hasta el punto de elegir de su biblioteca, apenas llegaba, qué libro leer en ese período. Era una verdadera experiencia, la vida nómade con una valija mínima. Me llevó a plantearme el día a día de otra forma. A estar liviana, a tener tiempo para dibujar mientras se iba dando la experiencia.

–¿Y qué cosas aprendiste?
–A estar abierta a lo que pasara. A no tener un plan. Fueron dos años rarísimos, 2013 y 2014, porque podía estar una semana o dos meses en una casa y después no saber qué iba a pasar. En el medio, cada tanto, exponía mi trabajo en una galería y un viaje que había sido pensado como de 15 días se transformó en uno de seis meses por Latinoamérica. En un momento estaba en Lima y había producido muchos fanzines para vender. La escena está en el libro: me fui a Cuzco a tratar de venderlos junto a los artesanos de allí. Nadie me compraba al ratito de haber colocado la manta. Me dio vergüenza, no era “el lugar” para vender fanzines. Pero ese día decidí quedarme un rato más, un ratito más. Hasta que apareció el dueño de un hostel y se interesó en mis dibujos. Y me ofreció darme alojamiento si le pintaba un mural. Al final me quedé dos meses. Me permití vivir esas pequeñas acciones que te terminan llevando a un lugar inesperado.


lunes, 16 de septiembre de 2013

Huracán Campeón 1973... De Alguna Manera...

1973 - 16 de Septiembre - 2013
Huracán Campeón Metropolitano
 

Cuando el Globo fue fiesta...

Los jugadores y la gente. Las grandes figuras del Huracán campeón posan mezcladas con sus hinchas. Equipazo.

Hace 40 años se consagró un equipo que entró en la historia del fútbol.

Ese equipo se transformó en preciosa mitología. Porque fue campeón, pero sobre todo porque generó lo que casi nadie antes ni después: fue una identidad. El Huracán del 73 resultó una de las últimas militancias en nombre del carácter lúdico de este deporte. Lo cuentan los que lo vieron y lo exhiben muchos de los videos que ahora se pueden observar: René Houseman gambeteaba rivales como si fueran postes; atrás de èl, Miguel Brindisi ofrecía una cátedra tras otra en cada una de sus presentaciones. A los costados, Omar Larrosa y Carlos Babington brindaban elegancia. En el fondo, el Coco Basile era un vozarrón que dirigía y Jorge Carrascosa era un líder que enseñaba adentro y afuera del campo de juego. Sí, arriba, Roque Avallay -con su sonrisa de gol- gritaba victorias.


Hoy, ahora, en este ratito, se cumplen cuarenta años de un equipo que fue un hito y una gloria sin olvido. Lo dicen muchos, incluso el padre de la cuestión, César Menotti: aquel Huracán resultó la matriz conceptual que permitió la consagración de la Argentina en su primera Copa del Mundo, en 1978. Decía el entrenador y lo repite ahora el sitio oficial de la FIFA: “Ese Huracán salvó al fútbol argentino”.

“La espera valió la pena”, escribía por aquellos días de hace cuatro décadas Osvaldo Ardizzone -crack de las palabras y del periodismo- en la revista El Gráfico. Tenía razón: Huracán volvía a ganar un título de Liga luego de 45 años, desde aquella consagración lejanísma de 1928, en tiempos de Stábile y de Onzari; y se consagraba tras 29 temporadas, luego de aquella vuelta olímpica en el Gasómetro ante Boca, en ocasión de la Copa Competencia Británica, su última celebración oficial en el ámbito de la AFA.

Hay una cuestión del tiempo que lo hace más relevante al logro: es, quizá, la única vuelta olímpica que disfrutó la amplísima mayoría de hinchas de Huracán que ahora viven. Desde la calle Viamonte homologaron en días recientes los once títulos de esta historia de más de 104 años, pero para casi todos los beneficiarios de ese pasado aquellas estrellas resultan un cielo en blanco y negro. Hermoso, pero así.

Lo contaba Angel Cappa, en las charlas de bar y vestuarios en aquel 2009 de refundaciones: “Ese equipo representó un modo de entender el fútbol. Se jugaba para ganar, pero también para gustar, para el espectador, para el hombre de fútbol. Y el aplauso era esa merecida consecuencia”. 

Roberto Fontanarrosa, hincha de Central desde lo más profundo de su alma, contó alguna vez en esta redacción que la única vez que en Arroyito se aplaudió a un rival fue en aquel año: en ese 5-0 mágico e inverosímil que Huracán ofreció bajo el cielo de Rosario. No fue la única actuación estupenda ni la única goleada. Huracán debutó con un set ante Argentinos, en el Palacio Ducó: 6-1. Luego goleó 5-0 a Racing, repitió el 5-2 ante Ferro y Atlanta, todo en esa primera rueda de encantos. El recorrido continuó más eficaz que brillante en la segunda vuelta (las convocatorias internacionales ausentaron a los magos). 

Pero cuando todos se juntaban parecían un ballet al servicio del buen gusto.

La campaña también brilló por sus números: 19 victorias, ocho empates y sólo cinco derrotas. Atrás quedaron Boca, River, San Lorenzo e Independiente. A pesar de la derrota ante Gimnasia La Plata, el 16 de setiembre, Huracán dio la vuelta en su cancha. También volvió a celebrar, en el mismo Ducó, frente a Boca, aquel viejo rival de los años veinte. Allí, en esa vuelta olímpica tardía estaba el inmenso Emilio Baldonedo. Lo contó antes de despedirse del mundo, a fines de los años noventa: “Ese equipo fuimos todos. Una manera de interpretar este juego. En definitiva, nosotros. Huracán”.

© Escrito por Waldemar Iglesias el lunes 16/09/2013 y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Reivindicar aquel Huracán

Es habitual por estos días encontrar reiteradas referencias a lo que ya la memoria futbolera ha bautizado como “Huracán del ‘73”. 

Es que aquel equipo, que además fue campeón –el primer y único conjunto de ese club que alcanzó un título en el profesionalismo, más allá del abigeato (cuatrerismo) que le propinó Vélez en la definición de 2009– fue absolutamente representativo de lo que la mayoría de los argentinos entendemos por “jugar bien”.

Pasaron cuarenta años de aquel memorable cachetazo a lo que el pensamiento único –“lo único que importa es ganar”– pretendía por entonces establecer como verdad revelada, y continúa en su incesante y malsana prédica reivindicando ahora, ya en 2013, alfileres y bidones bilardeanos, y alguna frase pretendidamente graciosa de Juan Carlos Lorenzo como aquella bien de pícaro de café: “en eshte paí, cualquier gil ashe un reló”.

© Escrito por Diego Bonadeo el lunes 16/09/2013 y publicado por el Siario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.