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martes, 22 de enero de 2019

¿Sos de Piñeyro, fuiste a la ENPA y saliste así, Iglesias? ¡Que papelón! @dealgunamanera...

¿Sos de Piñeyro, fuiste a la ENPA y saliste así, Iglesias? ¡Que papelón!

Diputado Nacional por PRO Fernando Iglesias.

© Escrito por Hugo Asch el jueves 10/01/2019 y publicado por el Sitio Infobae de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Piñeyro, la zona de Avellaneda donde crecí y también, acabo de enterarme, lugar del hoy, digamos, diputado Fernando Iglesias, era en los años '60, una zona amable, con casitas bajas, comercios, talleres y fábricas en crecimiento.

Allí aprendí yo, no sé élel arte de pisar la Pulpo contra el asfalto, esa pelota de goma con rebote musical que, además, adentro tenía un juguito que parecía sangre cada vez que la rueda de un auto la pisaba o el cuchillo de alguna vecina mala la partía en dos. Con ella aprendí a superar rivales haciendo 'la paré con la paré'. Qué jugador.

Eso era Piñeyro, mi barrio y el de Iglesias, aparentemente, aunque no recuerdo haberlo visto nunca por ahí, pese a ser contemporáneos. Ni en las pacíficas calles de Castellino, ni en los bravos potreros de Los Siete Puentes.

Allí fuimos, con una de pelota de cuero ganada en un concurso de figuritas, a desafiar al duro equipo de Carantigua lo llamaban así porque tenía una rara enfermedad: cuerpo de 10 años, rostro de 50, pibes muy pesados de verdad. Ganamos 3 a 2, pero se enojaron, nos quitaron la pelota y nos corrieron con palos y piedras. ¡Todos re peronistas, Fernando!

La Escuela Normal Próspero Alemandri (ENPA), el colegio que nombra con tanto orgullo, también fue el mío durante la primaria, con las hermanas Otero, la señorita Granata con quien gané un concurso de redacción; y antes de ellas, el jardín de infantes, con la señora Alcira, que nos limpiaba en el baño si cierta emoción inmanejable terminaba en pipí o popó, fuera de lugar. Ella nos quitaba la vergüenza, nos limpiaba las lágrimas y nos devolvía limpitos y secos a casa. Otra peronista.

El barrio estaba lleno de comercios, pymes e industrias grandes, como la Siam. Hacia el fondo de mi calle, Entre Ríos, había filas de obreros, mamelucos, el Crónica matutino bajo el brazo, el bolso con la vianda. Intuyo que peronistas también. Una plaga, ¿no, Fer?

En 1945, la Siam pasó a llamarse Siam Di Tella y ya fabricaba de todo. Heladeras(la clásica, hoy vintage, pintada con colores vivos), lavarropas, cocinas, televisores y las motonetas Siambretta, las que usaba Perón, con su gorro pochito.

En ese contexto, la fábrica hizo una de sus mayores apuestas, fabricar autos con tecnología inglesa. Era la época en que todos los taxis eran Siam Di Tella. La empresa tuvo 13 fábricas con casi 10 mil trabajadores y 250 productos diferentes. La creciente industria argentina se veía a simple vista desde el colectivo, cruzando el puente Victorino de la Plaza, espiando el acero en rojo de la acería Gurmendi. Altri tempi.

Solo un necio, un extranjero, un extraterrestre, un ciego de nacimiento o un ensimismado en su propio odio podría dudar de dónde salía esa pax barrial, ese crecimiento, esa cantidad de trabajo y sueldos que alcanzaban hasta para mejorar las casas, o hacerlas nuevas. Fue la política de desarrollo industrial peronista o los marcianos. Una de dos.

Crecí escuchando discos de pasta en una antigua victrola. Gardel, Smith y sus pelirrojos y la Marcha de la Libertadora, con la Glosa a la Marcha, recitaba por el actor Arturo García Bohr en el lado B. ¿Era la mía una familia gorila? No del estilo del, digamos, diputado Iglesias, sin duda. ¡Diómelibreymeguarde!

Eran socialistas. No les gustaba Perón, porque les había 'robado' las ideas. Así pensaban mis viejos. Ellos se conocieron en la 'Biblioteca Popular Veladas de estudio después del Trabajo', donde daba clases de educación sexual Escardó y venían a hablar Palacios, Ghioldi y otros personajes 'progres'.

Lo desconfiaban a Perón, y veían a Evita como una fanática, es verdad. Les preocupaba que, junto a las ideas socialistas, también se había colado algo del corporativismo mussoliniano y su culto a la personalidad. Todavía la izquierda no era peronista.

Pero nadie en su sano juicio se atrevía a discutir el enorme impulso que la industria nacional tuvo gracias a la política económica de Perón. Mis padres, que no eran peronistas, no lo hacían.

Negarlo sería ser un necio. Casualmente el, digamos, diputado Iglesias, lo niega. Y es más, redobla la apuesta y afirma que fue el peronismo el que arruinó la ciudad de Avellaneda y la dejó en estado marginal. Mirá vos. No soy afecto a la ciencia ficción o al cine catástrofe de Clase B, pero trataré de refutar con historias primero, y algunos datos después, su, digamos, razonamiento.

Alguna vez, cansado de jugar con la Pulpo, pedí permiso para descansar en la cabina de un camión semirremolque que el papá de un amigo tenía estacionado en la cuadra. El techo estaba lleno de fotos. Perón, mujeres semidesnudas, Evita, más mujeres, el escudo peronista, mujeres, el general sobre el caballo pinto con sonrisa gardeliana, más mujeres, Evita, una virgen, una cruz, y así. Era algo absolutamente excitante para mí.

Una orgía de cosas prohibidas. Mujeres desnudas y el que, por esos tiempos, todavía era nombrado como 'el tirano prófugo'. Yo estaba fascinado con mi contacto con el Mal. No le pregunté a mi amigo por las mujeres, pero sí por Perón.

"¿Por qué tu papá tiene a Perón en la cabina?". Mi amigo me miró sorprendido y dijo: "Porque todo lo que tiene lo tuvo por Perón, boludo. ¿A quién querés que ponga?". Ahí empecé a comprender algunas cosillas que no me habían contado antes.

En aquellos tiempos la ciudad tenía a dos grandes en el fútbol. Racing e Independiente fueron los primeros en ganar internacionalmente, mucho antes que River, Boca o San Lorenzo. Eran mejores, con títulos, copas y grandes jugadores que podían retener.

Cuando Racing jugó con el Celtic en 1967, los dirigentes escoceses visitaron el estadio y no podían creer lo que se veía desde la segunda bandeja. Ahí nomás, a dos cuadras, ¡había otro estadio para más de 50.000 personas! Insólito. ¡Ellos no tenían uno así en Glasgow! Esos argentinos estaban locos. Locos, y con capital. Capital nacional, don Iglesias, no sé si tiene el gusto.

El 2 de abril de 1976 José Martínez de Hoz anunciaba su plan económico que abría la importación, abarataba el dólar, privilegiaba al capital financiero sobre el productivo, fomentaba la bicicleta especulativa y la compra, sí o sí, de los pequeños establecimientos por parte de las grandes empresas. Ése fue el puntapié inicial para el fin de la orgullosa ciudad industrial de Avellaneda.

Tal vez el, digamos, diputado Iglesias crea que Martínez de Hoz era un poco peronista. Pero no, no lo creo.

Fernandito se fue del barrio en 1987, diez años después que yo, que ya era periodista de Siete Días a los 18. Igual, pude ver el cierre masivo de fábricas, la destrucción del aparato productivo, la quiebra de las pymes gracias a la competencia importada, el dólar barato del 'deme dos', la apertura indiscriminada, en fin. Bajar costos, es decir los salarios. Igualito que ahora. No parece otra maligna idea peronista.

Alfonsín, el más peronista de todos los radicales, enjuició a los militares genocidas; enojado, le cambió el discurso a Reagan en Washington y también discutió desde el púlpito con monseñor Medina. Pero la economía no fue su fuerte. Tuvo que dejarle el sillón a Menem, el menos peronista de la historia, por su política económica. Un calco de la de Martínez de Hoz. Fue una fiesta fatal.

Si el, digamos, diputado Iglesias quiere contar como "peronista" este gobierno neoliberal de Menem, con el infalible Cavallo como padre de la criatura, sería todo un atrevimiento. Pero todo puede pasar, en tiempos de posverdad. El, digamos, Diputado solo ve el color de la camiseta. El contenido te lo debe.

La película sigue con este, digamos, gobierno de Macri, que Iglesias defiende con fervor místico. Siempre a la espera de capitales en lluvia poética, una cosecha récord, el segundo semestre y sus brotes verdes, los préstamos salvadores de la tía Christine o a Godot. ¡Tal vez esperan a que venga Godot, santo Beckett!

Durante los 12 años de kirchnerismo, el sueldo promedio se recuperó un 19%. En solo tres años de, digamos, administración macrista, el mismo salario promedio se hundió un 20%. ¿Y Avellaneda? ¿Seguirá siendo parte de la Argentina o formará parte del imaginario del niño Iglesias?
¿Será que ese aumento no era legítimo? ¿Será que esa recuperación fue diseñada por el Eje del Mal? No olvidemos que, el trabajo, para los amigos del niño Iglesias, es como cuenta con su habitual claridad la vice Michetti, 'chiquitito así'.

La idea de un trabajo "chiquitito así", no parece una muy peronista. Digo yo, bah.

Veamos qué dice alguien que sabe de economía bastante más que Iglesias y Asch, claro.

"La alternancia entre el modelo keynesiano y el neoliberal refleja la dificultad para construir un desarrollo hegemónico, viable y a largo plazo. Pero si comparamos los resultados, son muy favorables al modelo nacional. En 22 años de gobiernos 'populares' (Primer peronismo 1946-1955 y los tres períodos kirchneristas 2003-2015) el PBI ha registrado un aumento promedio del 5%, contra un magro 2% de los 17 años del modelo neoliberal: la dictadura 1976-1983 y el menemismo, 1989-1999", escribió Aldo Ferrer (1927-2016) en su 'Economía Argentina el siglo XXI' (2015).

Ferrer, un economista honesto que, sí, fue fugaz funcionario de Marcelo Levingston en 1970-71, como para que Iglesias no tenga que googlearlo, intuyó pero no pudo ver, por suerte para él, la extraordinaria performance de tres años con el 'Mejor equipo de los últimos 50' años, rompiendo récords de recesión, industricidido, tarifazos, cadena de pagos destrozada, destrucción del empleo, gente al borde de la desesperación, caída del PBI del 2,6% en 2018 y pronósticos que van desde el -0,5 al -2% para 2019.

¿Creerá todavía el, digamos, diputado Iglesias que todo esto es por culpa del peronismo? No lo dudo. La principal característica del necio es redoblar la apuesta frente a cualquier evidencia. Da lo mismo, como con Nisman. Confío ciegamente en él, un simpático exponente de los necios de alta gama de estas pampas de crisis. La calle está dura y hay que cuidar el trabajo.

Eso garpa, por ahora. Más difícil fue para mí, un ex gorila devenido en keynesiano neo peronista. Se me complica.

Por cierto, algunas cositas más, Fer. Para ir cerrando:

a)Nisman no lo mató un peronista. Nisman no era peronista y se disparó con esa vieja pistola que anduvo de milagro. Quería conservar su lindo trabajo y no toleró el despido de Stiuso y su posterior ninguneo. No tenía nada. Lagomarsino es de los tuyos, muy anti-K. No es peronista, ni siquiera de ésos con voz finita o sacos de marca, tan elegantes.

b) Las inundaciones del primer año, la brutal sequía del año pasado y las inundaciones últimas en el norte de Santa fe no sucedieron por orden del Comando Superior Peronista. Juro que no.

c) Que Racing salga campeón cada vez que se hunde el país, desagradable costumbre que se inició en 2001, en medio de la semana de los cinco presidentes no sucede por orden del fantasma de Cereijo, el ministro de Perón. Chequeálo con Lilita.

d) Que Holan se pelee con todos los jugadores no es por orden de CFK, que además es de Gimnasia, un equipo que no jode a nadie. Si creés que Comparada, Ducatenzeiler y Cantero (y la siempre atacada por una feroz excitación psicomotriz de Florencia Arietto, hoy asesora de Vidal) son el peronismo rojo, pues… sería todo un exotismo político de tu parte.

e) La ineficacia de la CIA, que en cinco años no pudo encontrar ni un miserable calefón relleno con dólares K, no es por orden peronista. Por más peronista que te parezca Trump. ¿No te parece medio peronista Trump? ¿En serio, no? Tampoco Ronald Noble, el de las Alertas Rojas, pertenece al FBI peronista. De verdad, no.

f) El iceberg que hundió al Titanic no fue colocado por un comando peronista, según consta en crónicas de la época. Tampoco el capitán, Edward John Smith era peronista, y no está probado que haya sido pariente directo secreto de John William Cooke. Son fake news. Vos sabés.

Bueh. Una pena no haberte encontrado en el barrio o la escuela, Fernandito, antes de que fueras, digamos, Diputado. Quizá hubiésemos podido jugar a algo divertido, juntos.

Al 'tinenti' con las piedritas, a las figus con espejito lleva todo, un picado a 5 al mejor de tres, o al boxeo, donde siempre, maldición, terminaban ganando los pibes de familia peronista. No te lo hubiese aconsejado, la verdad. Ni entonces ni ahora.



miércoles, 20 de junio de 2018

El viejo topo y las topitas… @dealgunamanera...

El viejo topo y las topitas…

Agua. Macri valoró el jueves en Corrientes el debate en Diputados que consagró la despenalización del aborto. Sin embargo, no quiere discutir el acuerdo con el FMI. Fotografía: NA

Un buen político sabe que es peligroso liberar fuerzas que no se está en condiciones de dirigir. En general, Macri no lo hace, por eso hasta hoy no ha puesto en debate público lo que ha firmado con el FMI.

© Escrito por Beatriz Sarlo el domingo 17/06/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

“Hemos acordado un stand by de acceso privado por 50 mil millones de dólares. Esto es un reflejo del apoyo de la comunidad internacional al país”, publicaron los diarios el 7 de junio. Antes de eso, el Gobierno no había dado pistas sobre tal acuerdo. Ni los partidos aliados en Cambiemos conocían lo mínimo como para responder sin trastabillar las preguntas del periodismo. El acontecimiento que definirá los próximos años no fue discutido.

El secretismo del Gobierno contrasta con la decisión de habilitar, en Diputados, la discusión sobre la despenalización del aborto. Uno y otro tema definen, a su manera, el futuro. Pero, a diferencia de la bruma que rodeó el acuerdo con el FMI, el Gobierno le dio la bienvenida a ese debate parlamentario, que trasladó el centro de atención hacia otra parte.

Finalmente, la ley de despenalización tuvo media sanción. El mérito debe reconocerse a la masiva participación juvenil y a la tenacidad de un grupo de mujeres que, desde hace décadas, sostuvieron el reclamo. El debate fue excelente y aquí no cabe diferenciar por partidos. Fernando Iglesias y Daniel Filmus, Gabriela Cerruti y Silvia Lospennato, Fabio Quetglas y Facundo Suárez Lastra fueron tan elocuentes a favor de la despenalización como lo fue el silencio (¿religioso?, ¿narcisista?) de Lilita Carrió, que se expidió por Twitter desde la capilla de la sede parlamentaria. Buscó ese silencio porque se la sabía contraria a la despenalización y lejos de lo que declaró en un documental filmado por Raúl Beceyro que, en 1994, la mostraba dispuesta a defender ese derecho.

Preguntas. Las razones que impulsaron a Macri para habilitar el debate todavía deben conjeturarse. ¿Lo hizo para abrir un escenario que compitiera con el del acuerdo con el FMI? Viendo los resultados, poco importa. La ocasión es buena para que el Presidente aprenda lo que quiso decir Marx cuando se refirió al “viejo topo”, que cava su túnel hasta emerger inesperadamente a la luz. Marx pensaba en las revanchas de la historia y en la potencia invisible de la revolución. Lo que Marx escribía en el 18 Brumario sobre el viejo topo hoy puede servir de lección a Macri. Los jóvenes topitos del cambio, si no se los detiene, pueden horadar túneles hacia el futuro.

Un buen político sabe que es peligroso liberar fuerzas que no se está en condiciones de dirigir. En general, Macri no lo hace, por eso hasta hoy no ha puesto en debate público lo que ha firmado con el FMI. Hubo que esperar a la mañana del último viernes para una deslucida exposición y conferencia de prensa del ministro Dujovne, que agregó algunas precisiones. Primero se firmó el acuerdo con el FMI. Luego, a las cansadas, el Gobierno se refirió a sus imposiciones, sus límites y sus consecuencias. Hay palabras que los argentinos preferimos no volver a usar. Pero el pacto fue un blindaje y significa un severo ajuste, esa dupla semántica y económica que nos marcó en los comienzos de este siglo.

Como si se tratara de una obra jugada en otro teatro, el pacto con el FMI fue todo lo contrario a los apasionados debates de las últimas semanas. Sobre la despenalización del aborto, lo que sucedió en el Congreso fue un modelo de polémica. Una sociedad deliberativa en funciones. Los diputados y las voces de las organizaciones sociales tenían, en la mayoría de los casos, argumentos a favor y en contra. No simplemente un amontonamiento de consignas y prejuicios, sino razones. Hubo esfuerzo intelectual, razonamiento elaborado y movilización discursiva. Hubo deseo de convencer al otro. La ley ha sido aprobada en Diputados. Los que estamos a favor del aborto ganamos, pero no se impuso la humillación sobre los que perdieron, porque tuvieron también su oportunidad de resultar vencedores. La movilización dejará sus enseñanzas entre los más jóvenes, que ocuparon la calle quizá por primera vez.

Necesitamos de políticos que se hagan cargo de achicar la distancia entre complejidad y amplitud, dos cualidades a veces opuestas.

Efectos.

Una consecuencia se percibe de inmediato. La política ha sido siempre una esfera compleja de la vida social y, al mismo tiempo, los demócratas deseamos que sea lo más colectiva posible. Complejidad y amplitud son cualidades no necesariamente complementarias. Y muchas veces se manifiestan como opuestas. La democracia necesita de políticos que se hagan cargo de manera permanente e intensa de achicar la distancia entre estas dos dimensiones, y que reduzcan el indomable principio de contradicción entre lo complejo y lo colectivo.

Precisamente, el acuerdo firmado con el FMI es un ejemplo de opacidad extrema, no porque el periodismo no acerque los datos de las obligaciones contraídas, sino porque esas mismas obligaciones son complicadas y solo el discurso político democrático puede restaurar un nivel aceptable de inteligibilidad. Macri firmó primero y todavía no abrió la boca ni siquiera frente a sus aliados políticos, mucho menos frente a sus opositores. Reclama un acuerdo en un páramo discursivo. En este caso, la falla política no afecta solo a los excluidos sino a vastos sectores sociales más organizados y, probablemente, mejor preparados para comprender de qué se trata y, en consecuencia, para apoyar u oponerse razonadamente.

Todo el mundo está preocupado por alcanzar acuerdos. Debo decir que a mí me preocupa otra cosa: cómo se llega a ellos y cómo se los garantiza. Por eso, los acuerdos antes de firmarse deben ser públicos y debatidos. Lo que Macri y su ministro Dujovne hicieron respecto del FMI fue ciertamente lo contrario. Una falla en lo político que no asegura un buen futuro. La mencionada conferencia de prensa de Dujovne no fue más explicativa que declaraciones anteriores. Mientras tanto, con leyes y con acuerdos, los sectores excluidos son un agujero negro.

Posdata.

Pido a los lectores que disculpen mi prescindencia de la doble mención de masculino y femenino: “diputados y diputadas”. Y que también evite la pintoresca conversión del castellano en una rara especie de catalán rioplatense lleno de “e” finales: “les diputades”, “les alumnes”. Solo a veces coincido con la Real Academia pero, en este caso, le encuentro razón.



(Fuente www.perfil.com). El periodismo profesional es costoso y por eso debemos defender nuestra propiedad intelectual. Robar nuestro contenido es un delito, para compartir nuestras notas por favor utilizar los botones de "share" o directamente comparta la URL. Por cualquier duda por favor escribir a: perfilcom@perfil.com

domingo, 12 de noviembre de 2017

En defensa de idiotas útiles y estúpidos progresistas... @dealgunamanera...

En defensa de idiotas útiles y estúpidos progresistas (I)

Acusadores. Carrió, Lanata y Pablo Sirvén. Fotografía: CEDOC/PERFIL

Esta semana volvió a agregar su contribución a la elocuencia prosaica tan de moda en los medios y las redes Elisa Carrió.

Esta semana volvió a agregar su contribución a la elocuencia prosaica tan de moda en los medios y las redes Elisa Carrió, al calificar de progresismo estúpido a quienes no compartían su punto de vista durante un debate parlamentario del que se fue acaloradamente.

La progresista estúpida de Carrió en el debate en Diputados era Margarita Stolbizer, quien insiste en no alinearse con alguno de los dos grupos en pugna de la grieta, y en ella significa a todas las personas no K que no son pro Macri. A los ojos de Carrió, Stolbizer es estúpida también porque prefiere pagar el precio de la insignificancia electoral a sumarse a la ola amarilla, que cuenta hoy con el apoyo de la mayoría. Un planteo que, aunque no sea populista, es igualmente demagógico que el del kirchnerismo en sus primeros años.

Carrió fue progresista, como muchos periodistas que se han corrido a la derecha


Cuando Néstor Kirchner era presidente, les decía a periodistas como Ernesto Tenembaum, que se resistían a sumarse acríticamente al relato mayoritario de época, que se quedaban en la cosa chiquita del periodismo y no en lo grande de la política. Estúpidos que se conformaban con ser periodistas o ser progresistas y no se daban cuenta de que lo que importa es ganar, y bastante menos cómo se lo hace.

Estúpidos progresistas que se preocupan por la libertad de expresión de medios con ideologías contrarias a las propias, de medios con los que no están de acuerdo o incluso por la libertad de expresión de aquellos que fueron sus adversarios y hasta los combatieron con formas que un progresista estúpido nunca usaría.

Idiotas útiles, como fuimos calificados por columnistas de los diarios La Nación y Clarín quienes firmamos una solicitada en defensa del diario Página/12. Escribió Pablo Sirvén en Twitter el 16 de octubre: “Firmar una solicitada por Verbitsky una semana antes de las elecciones no es síndrome de Hubris, sí de Estocolmo. Perón diría: ‘idiotas útiles’”. Antes, el 25 de junio, ya había titulado “Cristina se apalanca en idiotas útiles” una columna en La Nación que comenzó diciendo: “La fascinación de los medios de comunicación con Cristina Kirchner es inversamente proporcional a la simpatía que le tienen”.

Y en su columna de Clarín titulada “La mafia tiene buena prensa”, Lanata calificó a los firmantes de la solicitada en defensa de Página/12 como “casi todos kirchneristas, un par de independientes, algún ingenuo y muchos idiotas útiles”.

Estúpidos progresistas e idiotas útiles que se preocupan porque la ministra Patricia Bullrich no separó provisoriamente al responsable de Gendarmería ante la desaparición de Maldonado mientras que sí se hizo con Gómez Centurión ante una denuncia tampoco probada, para reponerlo al frente de la Aduana una vez que se hubiera comprobado falsa, demostrando que a Macri le preocupa enviar a la sociedad mensajes de que estará más preocupado por cualquier delito económico que por posibles delitos de integrantes de alguna fuerza de seguridad mientras cumplan órdenes del Estado.

Discrepo totalmente con la línea editorial del diario La Nación en materia de derechos humanos pero valoro que no nos llame “idiotas útiles” o “estúpidos progresistas”, probablemente porque su posición fue siempre la misma y no tiene la furia del converso.

Dos de sus últimos editoriales reflejan esa línea. En el del 31 octubre titulado “Gendarmería: las cosas por su nombre”, escribió: “Desde los primeros momentos, la ministro de Seguridad, Patricia Bullrich, fue fuertemente atacada cuando apoyó incondicionalmente a la Gendarmería a sus órdenes, aun cuando muchos sostienen que habría sido una buena medida desafectar a los gendarmes involucrados hasta tanto se clarifican los hechos” (...) “Nos preguntamos si quienes produjeron tanto daño y dolor, de modo artero o equivocado, no deberían expresar públicamente: ‘Perdón Gendarmería’”.

Un progresista cree que, por el contrario, se hubiera mejorado la valoración social de la Gendarmería y se hubieran ahorrado ataques a muchos de sus integrantes y al propio Gobierno si se hubiera desafectado transitoriamente a quienes condujeron el operativo y se hubiera colocado al frente de la comunicación al ministro de Justicia, Germán Garavano, más sensible y ponderado.

Las defensas no pueden ser “incondicionales”, como elogia La Nación de Bullrich, y no se le debe pedir “perdón Gendarmería” como no se debe castigar a las Fuerzas Armadas o de seguridad como instituciones por el mal proceder de algunos de sus integrantes. Alfonsín, un verdadero progresista, nunca acusó a las fuerzas de seguridad sino a los hombres que las deshonraban. Hay posibilidad de mala praxis en todas las instituciones y profesiones cuyo juzgamiento no denigra a la institución sino que la fortalece, potenciándola cuando se prueba su inocencia. 

Y en el editorial del 9 de noviembre titulado “Una comisión que se arroga derechos que no tiene”, se refiere a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, a la que el Gobierno supone cooptada por el kirchnerismo y, en su paranoia, cree que hasta Amnistía Internacional es K porque cobijó al hermano de Maldonado, olvidándose de que Amnistía fue la que más luchó contra el cercenamiento de los derechos humanos en la ex Unión Soviética.

Quien no envejece bien se vuelve recalcitrante porque sus ideas dejan de progresar


Al igual que Leandro Despouy, ex representante especial para Derechos Humanos de la Cancillería, la ex ministra de Relaciones Exteriores Susana Malcorra no habría renunciado principalmente por los problemas de salud de su marido, sino también porque no quería ser la defensora internacional de una posición que no comparte sobre los derechos humanos y sus organismos internacionales.

El progresismo y el periodismo están ligados no sólo en Argentina: en Estados Unidos, más del 70% de los periodistas adhiere al Partido Demócrata, por lo que muchos de nosotros somos al mismo tiempo idiotas útiles y estúpidos progresistas.


En defensa de idiotas útiles y estúpidos progresistas (II)

Se cruzaron Fernando Iglesias y María O´Donnell. Fotografía: CEDOC

Nuestra más importante función es ayudar a la audiencia a superar sus propios prejuicios amortiguando así la fuerza embrutecedora del cono del silencio.

La agresividad aumenta el rating, la violencia oral atrae en Twitter o frente a un micrófono. La altisonancia y el insulto agregan contundencia cuando lo que se expresa carece de ella. Es barato porque requiere menos esfuerzo cognitivo que una idea demoledora.

Que personas muy formadas y con recursos intelectuales de sobra apelen a la oratoria vulgar propia de otros géneros discursivos se explica por el veneno que sigue introduciendo en la sociedad la grieta y la ansiedad que genera en comunicadores y políticos (cada vez más la misma profesión) la hiperinmediatez de las redes sociales y el minuto a minuto de la televisión.

En la columna precedente se analizó la calificación de Carrió de estúpido progresismo a quienes se oponían a su posición, principalmente la diputada Stolbizer, y que los periodistas Lanata y Sirvén llamaron idiotas útiles a los colegas que firmamos una solicitada en defensa de Página/12.

Ser apodado el D'Elía de Macri ofendió al diputado electo que hizo de lo tajante su sello

Continúa ahora con otra persona que escribió en las publicaciones de Editorial Perfil, Fernando Iglesias, en su caso columnista de la revista Noticias hace una década, que nos envió a Gustavo González, a Edi Zunino y a mí este mail: “Queridos ex amigos: Es para comentarles que la actual forma de hacer periodismo de Perfil también me parece desastrosa. Lo hago ahora, que todavía no soy funcionario. Hay que caer muy bajo para lo de ‘el D’Elía del PRO’”.

La “actual” forma de hacer periodismo de Perfil es la misma de una década y dos atrás, cuando coincidíamos con Carrió, Lanata, Sirvén e Iglesias en criticar a cada gobierno mientras estaba en poder y no sólo al anterior, que ya se había ido.

Iglesias se ha dedicado a la política y logró, con una retórica provocadora, instalarse como vocero confrontativo de Cambiemos en los medios. Y gracias a esos servicios, ser candidato a diputado, electo en octubre y en ejercicio a partir de diciembre. Pero no fue Perfil la que lo calificó de “D’Elía del PRO” sino que surgió de la polémica por Twitter que se citó en la nota de Perfil.com: “Todo comenzó con un mensaje del usuario David Vincent (@davidvincent97) que tuiteó: ‘Qué desastre el programa de O’Donnell’”. 

Minutos más tarde, provocando como suele hacer en Twitter, Iglesias agregó: “‘El programa de’ está de más”, para dejar en claro que le parecía un desastre todo lo que hace la autora de numerosos libros de investigación. “Señor diputado electo de Cambiemos ¿por qué agrede así?”, preguntó O’Donnell. Un comentarista (@lecalo37) salió a defenderla y le dijo: “Porque es el D’Elía de Cambiemos”, a lo que ella agregó: “Un poco sí”. Iglesias arremetió: “No es una agresión. Es una opinión. Creo que tu forma de hacer periodismo es desastrosa. La vara de Africa por doce años. La de Suiza, hoy”, dijo, para cuestionar las críticas de O’Donnell hacia el show mediático que se montó sobre la detención de Amado Boudou.

María O’Donnell, como Romina Manguel o Reynaldo Sietecase, entre tantos otros, integran el grupo de periodistas que en los medios audiovisuales enfrentan la grieta en su propia audiencia. Es más fácil para los periodistas de gráfica, que no estamos expuestos a los llamados de los oyentes o al rating minuto a minuto de la televisión, sentirnos menos influidos por el fanatismo del momento.

Hasta en programas como Animales sueltos, cuando Fantino comenzó a criticar a Aranguren por los Paradise Papers esta semana, el rating le bajó a la mitad. Pero lo que más les duele a los periodistas son las críticas personales que reciben en las redes sociales, donde los insultan y acusan ante la menor diferencia con el gobierno de Cambiemos. Si por firmar una solicitada los propios colegas califican a sus pares de idiotas útiles, lo que dice la gente amparada en el anonimato no tiene límite.

La autocensura que están generando en los periodistas las críticas inmediatas que recibe su trabajo en las redes sociales está llevando al paroxismo la espiral del silencio descripta por la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann a fines de los 70, cuando era la televisión el medio de masas. El temor al aislamiento hace a las personas reprimir sus ideas y adaptarlas al pensamiento predominante. Los vibrantes activistas del relato de época enmudecen al resto ejerciendo una forma de control social sobre los que opinan distinto, disciplinando a la mayoría, que se rinde frente a la fuerza superior del “clima de opinión”.

Si Hubris fue la teoría de ciencias sociales con Cristina, el cono del silencio lo es con Macri

Como sucede hoy con las lecciones de medio turno con Macri y sucedió en 2005 con Kirchner y en 1993 con Menem, cuando se percibe que el gobierno será reelecto dentro de dos años y tendrá seis años más en el poder, la espiral ascendente hace que las ideas de una minoría suban y se conviertan en mayoría aplastante por la autocensura de las demás. Esto fue así desde la aparición de la televisión y se potencia ahora con las redes sociales.

Las redes sociales facilitaron la creación de la mayor policía ideológica de todos los tiempos porque con retuiteos se puede linchar mediáticamente a cualquier periodista en pocas horas. Un periodismo que no pueda ser crítico de su gobierno o sobre determinados temas tabú no podrá cumplir una de sus funciones esenciales. Me refiero a un periodismo ponderado y no al fanático de lo opuesto, que en su exageración se transforma en un espectáculo poco verosímil que, al caer en lo cómico, se hace intrascendente, como sucede en algunas radios y canales de noticias.

Los periodistas debemos desarrollar una piel más resistente a los insultos y críticas personales porque el actual ecosistema comunicacional hace estrellas mediáticas a quienes construyen con la diatriba su notoriedad.

Nuestra más importante e insustituible función es ayudar a la audiencia a superar sus propios prejuicios y a mantener ejercitada su mente con ideas que contradigan sus creencias, amortiguando así la fuerza embrutecedora del cono del silencio.