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domingo, 6 de noviembre de 2022

Lula da Silva y el giro al centro que le dio la victoria… @dealgunamaneraok...

 Lula da Silva y el giro al centro que le dio la victoria… 

Si bien al principio la elección mostraba arriba a Jair Bolsonaro, a lo largo de la jornada Lula logró imponerse como ganador. Fotografía: CEDOC

El centro logró vencer a uno de los polos ideológicos en Brasil, pero el gobierno de Lula estará sitiado por una oposición fuerte.

© Escrito por Claudio Fantini el domingo 06/11/2022 y publicado por la Revista Noticias de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

 

Aunque la izquierda lo tuvo como candidato, Luiz Inacio Lula da Silva no llegó a esta elección como candidato de la izquierda. En ésta pulseada electoral lo que él representó fue mucho más allá de su partido. Fue el candidato de una mitad de Brasil que expresa, a grandes rasgos, la cultura liberal-demócrata. En ese Brasil centrista muchos rechazan a Lula, pero es mayor el rechazo que sienten por el autoritarismo caricaturesco de Jair Bolsonaro.

 

Intentando capitalizar de manera oportunista el resultado de la elección en Brasil, regímenes y liderazgos izquierdistas de la región proclaman que ha ganado la izquierda. Por sus fobias raciales, sexuales y sociales, las derechas duras y los conservadurismos recalcitrantes proclaman lo mismo que la izquierda oportunista: “En Brasil ganó el izquierdismo”.

Podrán inundar las redes vomitando desprecio a quienes opinen lo contrario, pero lo ocurrido en Brasil es
 un reñido triunfo del centro (no el “centrao”, que en Brasil es un enjambre de partidos entregados al negocio político) contra uno de los extremismos en alza de este tiempo: el conservadurismo oscuro.

En un país partido al medio, ganó la mitad que defiende las diversidades, el Estado secular y la democracia. 
La otra mitad es el Brasil conservador, hoy guiado por políticos y pastores evangélicos para quienes la mitad liberal-demócrata es el “enemigo” que quiere destruir la familia, la tradición y la propiedad.

El Brasil liberal-demócrata tiene como mayor exponente a
 Fernando Henrique Cardoso. El lúcido ex presidente parece entender mejor que Lula que el país se partió en los mismos términos que se está partiendo el mundo, y considera que Bolsonaro expresa en Brasil lo que Vladimir Putin se ha lanzado a liderar a escala mundial: el conservadurismo religioso, sexual y cultural, que es nacionalista, enemigo del cosmopolitismo y de las diversidades, y partidario del regreso a las tradiciones como antídoto contra la globalización.

Al conservadurismo antiliberal que lidera Putin, 
en Estados Unidos lo encarna Donald Trump, en Turquía Reccep Erdogán y en Europa el húngaro Viktor Orban, el italiano Matteo Salvini y los franceses Marine Le Pen y Eric Zemmour, entre otros; mientras que en Latinoamérica tiene como mayor exponente a Bolsonaro.

Lula percibe lo que Cardoso entiende en profundidad. El economista liberal que inició un ciclo virtuoso como ministro de Hacienda de Itamar Franco y luego lo consolidó como presidente en dos períodos consecutivos, entendió también que el popular Lula da Silva era la figura capaz de unificar tras de sí la porción liberal-demócrata en la batalla crucial contra el conservadurismo reaccionario que avanza a paso redoblado en Brasil y buena parte del mundo.

A pesar de su mediocridad intelectual y discursiva,
 Bolsonaro sacó ultraderechistas del closet, debilitando a la centroderecha. A millones de brasileños que se auto-percibían conservadores de centro, les activó el instinto ultraconservador, haciéndoles brotar sus fobias más oscuras.Como ocurre con las feligresías de izquierda, los que adhieren con fervor de secta a Bolsonaro no ven siquiera la perversidad de aparecer tras 46 horas de silencio con un mensaje confuso respecto al reconocimiento del resultado, mientras su gobierno anunciaba la transición, por lo tanto reconocía que habrá traspaso de poder. 

Huntington acierta sobre el choque de culturas. Pero se trata de un conflicto intracultural. Dentro de cada cultura, el tradicionalismo conservador embiste contra modernidad liberal.
 Lula tiene el instinto de la cultura liberal-demócrata, que es cosmopolita, secular y pro-diversidad, pero no lo racionaliza en sus discursos. De haber entendido el rol de su liderazgo en este choque, sus gobiernos no habrían tenido la política regional demagógica de coquetear con la izquierda autoritaria que lideraba Hugo Chávez.

Después de su segundo mandato,
 Fernando Henrique Cardoso respaldó sutilmente la llegada de Lula a la presidencia, entendiendo que Brasil necesitaba un “Felipe González”, o sea un izquierdista que no aplicara el dogmatismo marxista sino el pragmatismo socialdemócrata para dar garantías de capitalismo.

A esta altura del proceso democrático, 
la lucidez de Cardoso le permitió ver más allá de las poses de Lula. También fue capaz de ver, más allá de la mediocridad intelectual y de la personalidad desequilibrada de Bolsonaro, el trabajo de aglutinar el conservadurismo que se encontraba disperso y sin líderes unificadores.

Cardoso vio que detrás del liderazgo esperpéntico de Bolsonaro, había un trabajo meticuloso entrelazando a la derecha militarista, el conservadurismo religioso y los grupos con fobias sociales, raciales y sexuales. 
El más prestigioso exponente de la centroderecha y del liberalismo de matriz progresista entendió que Lula debía encabezar la crucial batalla electoral. Por eso se lanzó de lleno a respaldar su campaña.

La centroderecha brasileña tiene excelentes dirigentes. 
Todos apoyaron a Lula porque entienden que es el líder más competitivo para representar el centro e impedir la consolidación de un conservadurismo autoritario que desmantele el sistema liberal-demócrata en un segundo mandato de Bolsonaro. La misma batalla se ve en urnas europeas y en el avance del trumpismo embistiendo contra la centroderecha y los  socialdemócratas en Estados Unidos. Una batalla que también se libra con armas y está desangrando a Ucrania.

No hay uniformidad en los bloques
. En la vereda del nacionalismo conservador-religioso que encabeza el presidente ruso hay liderazgos que se autoperciben de izquierda y que han producido avances en el terreno del feminismo y la diversidad sexual en cuanto percibieron que era un terreno políticamente fértil. Pero lo que comparten con Putin y regímenes oscurantistas como el iraní, es confundir antiimperialismo con antinorteamericanismo, además de la cultura autoritaria que desprecia a la democracia liberal.

Muchos exponentes de izquierdas autoritarias en Brasil y otros países apoyaron a Lula, igual que hubo demócratas que apoyaron a Bolsonaro. Pero en la pulseada que se libró en las urnas del gigante sudamericano, 
el líder del PT representó lo que está en su naturaleza y no en sus poses. Por eso volvió a encabezar una amplia coalición que va desde la centroderecha a la centroizquierda, expresando fundamentalmente el centro. En definitiva, lo que está situado en las antípodas de un extremo del arco político no es el otro extremo, sino el centro. 



    

martes, 21 de agosto de 2012

CKF 2015... De Alguna Manera...

Militantes de la re-re…

 
Medios para un mismo fin. Nicolás Maquiavelo. Dibujo: Pablo Temes.

CKF 2015. De Boudou a Moreno y de intendentes a gobernadores postulan un tercer mandato. Huellas de menemismo reciclado.

Más de dos períodos es monarquía. La definición de Fernando Henrique Cardoso, que Lula hizo propia, no es tenida en cuenta en el cristinismo. La recontrarreelección de Cristina ya se convirtió en el principal proyecto del Gobierno. Es el eje que articula cada movimiento. Todos los caminos conducen a Roma y a la eternización, tal como la soñó Diana Conti.

Amado Boudou no anduvo con vueltas: “La gente se muere de ganas de que siga Cristina”. El intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, tuvo que voltear un acto que tenía programado con Facundo Moyano y utilizar un megáfono para decir que está a favor de la reelección. Julio Pereyra, el intendente de Florencio Varela, fue más feroz: “Cristina dejará de ser nuestra líder cuando el pueblo lo decida, y no cuando la Constitución lo determine”. Guillermo Moreno también endiosó a la Presidenta: “De la decisión que tome depende el destino de la patria”.

José Luis Gioja, el gobernador de San Juan, eufórico hasta la incontinencia oral, fue el abanderado: “Algunos pavos repiten que la reforma de la Constitución es porque se quieren quedar para siempre. La van de inocentes, la van de puritanos y dicen que hay gente que se quiere perpetuar. La reforma no elige presidente. Lo elige el pueblo, votando en elecciones libres. Si la gente no nos vota, nos da una patada en el orto, ya está, se acabó”. La ortodoxia de Gioja va en línea con su coherencia histórica. El mismo desde el poder forzó las condiciones para ser reelecto en forma indefinida y es un reeleccionista de la primera hora. Apoyó a Carlos Menem en aquella aventura de la re re. Al igual que Miguel Angel Pichetto. Ambos mantienen sus obsesiones verticalistas. Con Menem y con Cristina. “Se igual”, diría Minguito.

Pero es improbable que la propaganda oficial argumente en ese sentido. Porque Cristina presume de ser la contracara ideológica del riojano. La postura del matrimonio Kirchner en este tema fue y vino según el interés personal y no el de la patria ni del movimiento. No respetaron los códigos republicanos, y fueron muy poco prolijos a la hora de cambiar la Constitución de Santa Cruz y permitir la instalación de la cultura feudal, con la posibilidad de ser reelectos por los siglos de los siglos. Néstor lo hizo, y Gioja también.

En el ámbito nacional, sin embargo, los Kirchner combatieron el intento menemista. Se aliaron con el matrimonio Duhalde y lograron derrotar esa posibilidad. Reuniones de Duhalde en el departamento de Barrio Norte con Néstor y sociedades de discurso de Chiche y Cristina que hoy parecen insólitas. Formaron un sub-bloque federal para boicotear un congreso nacional del Partido Justicialista en julio de 1998.

Las crónicas de la época son una maravillosa muestra del pragmatismo como etapa superior del peronismo. Describen que Menem solamente logró juntar a 415 de los 788 congresales, y que muchos de los presentes ni siquiera lo eran. Se refiere al “senador Mario ‘Pacho’ O’Donnell y al diputado Daniel Scioli”. Hoy estamos, mañana ¿quién sabe? El colmo fue que los telegramas para reclamar la reelección de Menem fueron enviados por Juan Carlos Mazzón, operador de todos los peronismos, y la protesta desde lo legal fue preparada por el apoderado del PJ de Buenos Aires, Jorge Landau. Hoy ambos trabajan en la escudería “Cristina 2015”.

Perlita de archivo: “Yo me siento proscripto. Hay una prohibición legal para ser reelecto, prohibición que está nada menos que en la Constitución Nacional” (Carlos Menem, 15 de enero de 1998, programa A dos voces, de TN). Cualquier semejanza con la actualidad es pura coincidencia.

Aquel discurso más vulgar que académico de Gioja fue de la mano del nuevo coloquialismo lunfardo y chacotón de la Presidenta. ¿O no dijo que “esto es para la gilada que escribe” en el acto con Joseph Stiglitz? Respecto de la alteración de estadísticas norteamericanas planteó que “había que truchar y trucharon, hermano. Yo hubiera tomado la misma decisión”. Nadie duda de eso. Lo demuestran la casi nula preocupación por acatar los fallos de la Corte Suprema y un hiperpresidencialismo muy parecido a un unicato que apuesta al capitalismo de amigos que todavía sostiene el estado de emergencia con superpoderes, pese a que es la Presidenta más poderosa desde 1983.

¿Desde qué lugar, entonces, el Gobierno puede justificar el intento de habilitar a Cristina para un nuevo período? El oficialismo se ve a sí mismo como la encarnación de la patria. Por eso embiste contra los adversarios y los ubica en el lugar del enemigo, de la antipatria destituyente. Lo dijo Guillermo Moreno con todas las letras en Banfield. Con semejante definición, no les cuesta nada autoconvencerse de que está bien empujar la reelección de Cristina y que estaba mal hacer lo mismo con Carlos Menem. Y por eso no tienen ningún empacho en fabricar un traje a medida de Cristina mientras ocupa el sillón de Rivadavia.

A esta altura, los obstáculos que Cristina debe superar tienen que ver con el resultado de la batalla final contra el Grupo Clarín, que tendrá fuertes novedades en estos días, y el resultado de las elecciones de medio tiempo, en 2013, en las que el oficialismo deberá superar el 40% de los votos para aspirar a los dos tercios que necesita en el Congreso para declarar la necesidad de la reforma. Hay que puntualizar que el viento de cola de la sojacracia continuará firme, que Brasil comienza a recuperarse y que se viene un año con menos vencimientos externos, que fomentará la irresponsable ametralladora de imprimir billetes. Continuará el operativo para destruir posibles competidores (Scioli, Macri, De la Sota y siguen las firmas), y la gran duda es cuál será el rol que jugará Sergio Massa, que con su altísima imagen positiva produjo el milagro de que Edgardo Depetri, Gabriel Mariotto, Julio de Vido y hasta la propia Cristina lo hayan elogiado, olvidando aquellas palabras terribles que dijo en la embajada de los Estados Unidos sobre el matrimonio K.

El último obstáculo es familiar: la presunta oposición de sus hijos, que reclaman más tiempo de su madre y menos de su Presidenta.

Aquel discurso de Gioja recargado no tuvo desperdicio. Al final dijo que “cuando hay que poner las bolas y los ovarios arriba de la mesa estamos los peronistas”, cosa que tal vez no tuvo en cuenta ni a López Rega ni a Firmenich. Y dejó para el cierre la frutilla tragicómica del postre: “Ser peronista tiene que ver con la lealtad”. En su caso, la practicó con todos y apoyó con el mismo furor las privatizaciones y el neoliberalismo como las relaciones carnales con Hugo Chávez y la estatización de YPF. Cristina ya ordenó que todos vayan haciéndose los rulos.

© Escrito por Alfredo Leuco y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el viernes 17 de Agosto de 2012.