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miércoles, 8 de enero de 2020

De la primera hora… @dealgunamanera...

De la primera hora…


El candidato no es el proyecto. El candidato es el candidato. El único Albertista de la primera hora fue Alberto Fernández.

© Escrito por Mariano Schuster y Fernando Manuel Suárez el lunes 12/08/2019 y publicado por el Diario La Vanguardia - Órgano Oficial del Partido Socialista - de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

¿Quién fue el primer Albertista entre tantos primeros Albertista? ¿Quién dijo primero: Alberto conducción? ¿Quién dio el grito inicial? ¿Quién se levantó, se dio una ducha, y salió a la calle convencido a gritar: Alberto puede coser la herida, Alberto puede cerrar la grieta, Alberto puede luchar contra la Argentina de la desigualdad? ¿Quién dijo: yo imaginé a Alberto hablando con la voz rasposa de Raúl Alfonsín frente a un auditorio peronista? ¿Quién dijo por primera vez: Alberto, (re)fundador del Tercer Movimiento Histórico?

No fuimos nosotros. Y no fue nadie. Pero menos nosotros, los que tecleamos acá. Ayer votamos distinto. Uno a Alberto, otro a Lavagna. ¿Cómo podríamos ser Albertista de la primera hora cuando todavía no llegó la hora? No. No somos Albertista de la primera hora. Igual que no lo son los Albertista de la primera hora. Porque la primera hora de un político es suya. Le pertenece. Es su poesía. Su verso libre. Y cada cual, en esta patria, tiene derecho a cantar su canción. Canción con todos.

La primera hora de un político es suya. Le pertenece. Es su poesía. Su verso libre. Y cada cual, en esta patria, tiene derecho a cantar su canción. Canción con todos.

No. No lo son los que antes de ayer criticaban su paso al costado durante el último gobierno de Cristina. No lo son los que lo veían como un moderado. No lo son los que decían “Lo votamos, pero no es Cristina”. No lo son los de Macri. No lo son los de Lavagna. Ni siquiera lo son los que se entusiasmaron el día en que anunciaron su candidatura. Hay un solo Albertista de la primera hora: Alberto Fernández. Cancelemos el  “yo la vi”. Porque quizás no la vio ni él. Y ahí está. Medio visto de reojo por la historia de esta patria exótica, irreproducible. La política necesita de todos, pero la hace el político.


Los grandes políticos tienen nombre propio: se llaman Roca o Perón, se llaman Alfonsín o Duhalde. Están ahí para coser desde las alturas lo que está roto abajo. No valen los que podrían haber sido. Sí, son grandes hombres y mujeres peleando el ascenso. Ellos también hacen la patria pero, al final, la patria es otro. Digámoslo con los propios: Alfredo Palacios planteó los derechos sociales, pero los puso Perón. El voto femenino lo reclamó Alicia Moreau de Justo, pero lo clavó Evita en el ángulo. El fin de la dictadura fue una lucha de la izquierda, pero lo dirigió Alfonsín. El fin de la grieta lo podía poner Lavagna: pero parece que tiene otro nombre. El de un hombre que se crió en ella, la alimentó y la padeció. La política es hermosa porque es así: algo menos que ideología, algo más que cinismo.

El fin de la grieta lo podía poner Lavagna: pero parece que tiene otro nombre. El de un hombre que se crió en ella, la alimentó y la padeció. La política es hermosa porque es así: algo menos que ideología, algo más que cinismo.

Alberto puede ser presidente: un rosquero que da un paso al frente. Alberto presidente: ¿la Argentina torcuatista que mira el sol naciente? Alberto presidente: un país para los armadores. Para los que están en las sombras, como a la sombra estamos todos. La gran política hecha por un pequeño hombre. El tiempo de los héroes que retrataba Carlyle. Pero el tiempo de los héroes de adentro: de los que la remaron con acuerdos y roscas, en mesas de café y restoranes. Todos somos cuentapropistas en alguna organización. Argentina es eso: emprendedores de una vida difícil, necesitados de Estado.


Una historia nacional: ¿qué vino primero, el Estado o la sociedad civil? Arriesguemos: la sociedad civil. Círculos obreros, clubes de pescadores, almaceneros, hombres y mujeres desperdigados en carnicerías, en verdulerías, en puestos de diario. Se organizaron, pero un país no se hace con auto organización. Entonces, vino el Estado. Liberalismo o anarquismo, socialismo o radicalismo, y, finalmente, el peronismo, los peronismos. La pluralidad caótica de una sociedad surcada por diferencias y tensiones, frente a la promesa de un Estado de Bienestar Social que nunca se cumplió del todo.

Todo eso convive en la Argentina, en su pasado y en su presente, pero en realidad debemos lograr convivir. Si no es con todos adentro, será la historia de un nuevo fracaso. Y cada fracaso es más doloroso, más injusto, más perdurable. Una cicatriz más en el rostro de una Argentina que duele, que sufre por los que menos tienen. Alberto tiene el desafío de mirar de frente a esa Argentina que, para algunos, ya fue. Al pasado también se lo puede mirar para hacer algo de futuro.

El duranbarbismo creyó algo imposible: que en Argentina se podía hacer un experimento social a cielo abierto. Un futurismo sin futuro. Y sin gente.

Falló el algoritmo: en Argentina existen los seres humanos. Y la política. Que, a veces, le gana a la ideología. A esa que solo se escucha a sí misma: aunque cante la canción de la izquierda, aunque cante la canción de la derecha.
El duranbarbismo creyó algo imposible: que en Argentina se podía hacer un experimento social a cielo abierto. Un futurismo sin futuro. Y sin gente. Falló el algoritmo: en Argentina existen los seres humanos. Y la política.

Ahora, sin embargo, el enemigo ya no parece ser Durán Barba, ni siquiera Macri o la “invencible” Vidal. Ahora será la incertidumbre y las expectativas de los propios. El “vamos por todo” tiene que ser “volvimos con todos”, pero construir esa alquimia en una sociedad rota y desconfiada, es tarea para valientes. La legitimidad es el aire que insufla toda democracia, con los nombres propios, con la ciudadanía silenciosa, con los que ganaron y los que siempre pierden. De eso vivimos y no debemos dejarlo morir. 

No pasa muchas veces en la vida. Algunos votamos distinto pero nos sentimos igualmente ganadores. El triunfo que implica vivir en democracia, aunque olvidemos seguido el sinuoso camino que nos trajo hasta acá. Es un capital político colectivo, un diamante en bruto pluralista y heterogéneo, una moto que hay que saber manejar para que no volemos todos por los aires.

El macrismo se quedó solo cantando en voz baja “quisiera que esto dure para siempre”. Pero Fabiana Cantilo sabe más de la democracia: “porque nada es para siempre”. Eso lo supo también Cristina. La del gran aporte a la que muchos –nosotros, porque hay que hacerse cargo- criticamos (aunque no le importara a nadie, quizás tampoco a nosotros). Dio un paso al costado.

En la grieta algunos aprendieron a nadar, a favor o contracorriente, pero se ahogan siempre los mismos. De lo que se trata es de recuperar a los ahogados. Porque las victorias son colectivas. Pero las derrotas también. La voz carrasposa de Alberto, casi una emulación de Alfonsín, parecía decir eso: vamos a un futuro mejor. Pero hay que gobernar. “Sin jorobar a nadie, tratando de ayudar a todo el mundo y no complicándole la vida a ningún argentino”, dijo una vez un presidente. Ojalá sea así.




martes, 22 de enero de 2019

¿Sos de Piñeyro, fuiste a la ENPA y saliste así, Iglesias? ¡Que papelón! @dealgunamanera...

¿Sos de Piñeyro, fuiste a la ENPA y saliste así, Iglesias? ¡Que papelón!

Diputado Nacional por PRO Fernando Iglesias.

© Escrito por Hugo Asch el jueves 10/01/2019 y publicado por el Sitio Infobae de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Piñeyro, la zona de Avellaneda donde crecí y también, acabo de enterarme, lugar del hoy, digamos, diputado Fernando Iglesias, era en los años '60, una zona amable, con casitas bajas, comercios, talleres y fábricas en crecimiento.

Allí aprendí yo, no sé élel arte de pisar la Pulpo contra el asfalto, esa pelota de goma con rebote musical que, además, adentro tenía un juguito que parecía sangre cada vez que la rueda de un auto la pisaba o el cuchillo de alguna vecina mala la partía en dos. Con ella aprendí a superar rivales haciendo 'la paré con la paré'. Qué jugador.

Eso era Piñeyro, mi barrio y el de Iglesias, aparentemente, aunque no recuerdo haberlo visto nunca por ahí, pese a ser contemporáneos. Ni en las pacíficas calles de Castellino, ni en los bravos potreros de Los Siete Puentes.

Allí fuimos, con una de pelota de cuero ganada en un concurso de figuritas, a desafiar al duro equipo de Carantigua lo llamaban así porque tenía una rara enfermedad: cuerpo de 10 años, rostro de 50, pibes muy pesados de verdad. Ganamos 3 a 2, pero se enojaron, nos quitaron la pelota y nos corrieron con palos y piedras. ¡Todos re peronistas, Fernando!

La Escuela Normal Próspero Alemandri (ENPA), el colegio que nombra con tanto orgullo, también fue el mío durante la primaria, con las hermanas Otero, la señorita Granata con quien gané un concurso de redacción; y antes de ellas, el jardín de infantes, con la señora Alcira, que nos limpiaba en el baño si cierta emoción inmanejable terminaba en pipí o popó, fuera de lugar. Ella nos quitaba la vergüenza, nos limpiaba las lágrimas y nos devolvía limpitos y secos a casa. Otra peronista.

El barrio estaba lleno de comercios, pymes e industrias grandes, como la Siam. Hacia el fondo de mi calle, Entre Ríos, había filas de obreros, mamelucos, el Crónica matutino bajo el brazo, el bolso con la vianda. Intuyo que peronistas también. Una plaga, ¿no, Fer?

En 1945, la Siam pasó a llamarse Siam Di Tella y ya fabricaba de todo. Heladeras(la clásica, hoy vintage, pintada con colores vivos), lavarropas, cocinas, televisores y las motonetas Siambretta, las que usaba Perón, con su gorro pochito.

En ese contexto, la fábrica hizo una de sus mayores apuestas, fabricar autos con tecnología inglesa. Era la época en que todos los taxis eran Siam Di Tella. La empresa tuvo 13 fábricas con casi 10 mil trabajadores y 250 productos diferentes. La creciente industria argentina se veía a simple vista desde el colectivo, cruzando el puente Victorino de la Plaza, espiando el acero en rojo de la acería Gurmendi. Altri tempi.

Solo un necio, un extranjero, un extraterrestre, un ciego de nacimiento o un ensimismado en su propio odio podría dudar de dónde salía esa pax barrial, ese crecimiento, esa cantidad de trabajo y sueldos que alcanzaban hasta para mejorar las casas, o hacerlas nuevas. Fue la política de desarrollo industrial peronista o los marcianos. Una de dos.

Crecí escuchando discos de pasta en una antigua victrola. Gardel, Smith y sus pelirrojos y la Marcha de la Libertadora, con la Glosa a la Marcha, recitaba por el actor Arturo García Bohr en el lado B. ¿Era la mía una familia gorila? No del estilo del, digamos, diputado Iglesias, sin duda. ¡Diómelibreymeguarde!

Eran socialistas. No les gustaba Perón, porque les había 'robado' las ideas. Así pensaban mis viejos. Ellos se conocieron en la 'Biblioteca Popular Veladas de estudio después del Trabajo', donde daba clases de educación sexual Escardó y venían a hablar Palacios, Ghioldi y otros personajes 'progres'.

Lo desconfiaban a Perón, y veían a Evita como una fanática, es verdad. Les preocupaba que, junto a las ideas socialistas, también se había colado algo del corporativismo mussoliniano y su culto a la personalidad. Todavía la izquierda no era peronista.

Pero nadie en su sano juicio se atrevía a discutir el enorme impulso que la industria nacional tuvo gracias a la política económica de Perón. Mis padres, que no eran peronistas, no lo hacían.

Negarlo sería ser un necio. Casualmente el, digamos, diputado Iglesias, lo niega. Y es más, redobla la apuesta y afirma que fue el peronismo el que arruinó la ciudad de Avellaneda y la dejó en estado marginal. Mirá vos. No soy afecto a la ciencia ficción o al cine catástrofe de Clase B, pero trataré de refutar con historias primero, y algunos datos después, su, digamos, razonamiento.

Alguna vez, cansado de jugar con la Pulpo, pedí permiso para descansar en la cabina de un camión semirremolque que el papá de un amigo tenía estacionado en la cuadra. El techo estaba lleno de fotos. Perón, mujeres semidesnudas, Evita, más mujeres, el escudo peronista, mujeres, el general sobre el caballo pinto con sonrisa gardeliana, más mujeres, Evita, una virgen, una cruz, y así. Era algo absolutamente excitante para mí.

Una orgía de cosas prohibidas. Mujeres desnudas y el que, por esos tiempos, todavía era nombrado como 'el tirano prófugo'. Yo estaba fascinado con mi contacto con el Mal. No le pregunté a mi amigo por las mujeres, pero sí por Perón.

"¿Por qué tu papá tiene a Perón en la cabina?". Mi amigo me miró sorprendido y dijo: "Porque todo lo que tiene lo tuvo por Perón, boludo. ¿A quién querés que ponga?". Ahí empecé a comprender algunas cosillas que no me habían contado antes.

En aquellos tiempos la ciudad tenía a dos grandes en el fútbol. Racing e Independiente fueron los primeros en ganar internacionalmente, mucho antes que River, Boca o San Lorenzo. Eran mejores, con títulos, copas y grandes jugadores que podían retener.

Cuando Racing jugó con el Celtic en 1967, los dirigentes escoceses visitaron el estadio y no podían creer lo que se veía desde la segunda bandeja. Ahí nomás, a dos cuadras, ¡había otro estadio para más de 50.000 personas! Insólito. ¡Ellos no tenían uno así en Glasgow! Esos argentinos estaban locos. Locos, y con capital. Capital nacional, don Iglesias, no sé si tiene el gusto.

El 2 de abril de 1976 José Martínez de Hoz anunciaba su plan económico que abría la importación, abarataba el dólar, privilegiaba al capital financiero sobre el productivo, fomentaba la bicicleta especulativa y la compra, sí o sí, de los pequeños establecimientos por parte de las grandes empresas. Ése fue el puntapié inicial para el fin de la orgullosa ciudad industrial de Avellaneda.

Tal vez el, digamos, diputado Iglesias crea que Martínez de Hoz era un poco peronista. Pero no, no lo creo.

Fernandito se fue del barrio en 1987, diez años después que yo, que ya era periodista de Siete Días a los 18. Igual, pude ver el cierre masivo de fábricas, la destrucción del aparato productivo, la quiebra de las pymes gracias a la competencia importada, el dólar barato del 'deme dos', la apertura indiscriminada, en fin. Bajar costos, es decir los salarios. Igualito que ahora. No parece otra maligna idea peronista.

Alfonsín, el más peronista de todos los radicales, enjuició a los militares genocidas; enojado, le cambió el discurso a Reagan en Washington y también discutió desde el púlpito con monseñor Medina. Pero la economía no fue su fuerte. Tuvo que dejarle el sillón a Menem, el menos peronista de la historia, por su política económica. Un calco de la de Martínez de Hoz. Fue una fiesta fatal.

Si el, digamos, diputado Iglesias quiere contar como "peronista" este gobierno neoliberal de Menem, con el infalible Cavallo como padre de la criatura, sería todo un atrevimiento. Pero todo puede pasar, en tiempos de posverdad. El, digamos, Diputado solo ve el color de la camiseta. El contenido te lo debe.

La película sigue con este, digamos, gobierno de Macri, que Iglesias defiende con fervor místico. Siempre a la espera de capitales en lluvia poética, una cosecha récord, el segundo semestre y sus brotes verdes, los préstamos salvadores de la tía Christine o a Godot. ¡Tal vez esperan a que venga Godot, santo Beckett!

Durante los 12 años de kirchnerismo, el sueldo promedio se recuperó un 19%. En solo tres años de, digamos, administración macrista, el mismo salario promedio se hundió un 20%. ¿Y Avellaneda? ¿Seguirá siendo parte de la Argentina o formará parte del imaginario del niño Iglesias?
¿Será que ese aumento no era legítimo? ¿Será que esa recuperación fue diseñada por el Eje del Mal? No olvidemos que, el trabajo, para los amigos del niño Iglesias, es como cuenta con su habitual claridad la vice Michetti, 'chiquitito así'.

La idea de un trabajo "chiquitito así", no parece una muy peronista. Digo yo, bah.

Veamos qué dice alguien que sabe de economía bastante más que Iglesias y Asch, claro.

"La alternancia entre el modelo keynesiano y el neoliberal refleja la dificultad para construir un desarrollo hegemónico, viable y a largo plazo. Pero si comparamos los resultados, son muy favorables al modelo nacional. En 22 años de gobiernos 'populares' (Primer peronismo 1946-1955 y los tres períodos kirchneristas 2003-2015) el PBI ha registrado un aumento promedio del 5%, contra un magro 2% de los 17 años del modelo neoliberal: la dictadura 1976-1983 y el menemismo, 1989-1999", escribió Aldo Ferrer (1927-2016) en su 'Economía Argentina el siglo XXI' (2015).

Ferrer, un economista honesto que, sí, fue fugaz funcionario de Marcelo Levingston en 1970-71, como para que Iglesias no tenga que googlearlo, intuyó pero no pudo ver, por suerte para él, la extraordinaria performance de tres años con el 'Mejor equipo de los últimos 50' años, rompiendo récords de recesión, industricidido, tarifazos, cadena de pagos destrozada, destrucción del empleo, gente al borde de la desesperación, caída del PBI del 2,6% en 2018 y pronósticos que van desde el -0,5 al -2% para 2019.

¿Creerá todavía el, digamos, diputado Iglesias que todo esto es por culpa del peronismo? No lo dudo. La principal característica del necio es redoblar la apuesta frente a cualquier evidencia. Da lo mismo, como con Nisman. Confío ciegamente en él, un simpático exponente de los necios de alta gama de estas pampas de crisis. La calle está dura y hay que cuidar el trabajo.

Eso garpa, por ahora. Más difícil fue para mí, un ex gorila devenido en keynesiano neo peronista. Se me complica.

Por cierto, algunas cositas más, Fer. Para ir cerrando:

a)Nisman no lo mató un peronista. Nisman no era peronista y se disparó con esa vieja pistola que anduvo de milagro. Quería conservar su lindo trabajo y no toleró el despido de Stiuso y su posterior ninguneo. No tenía nada. Lagomarsino es de los tuyos, muy anti-K. No es peronista, ni siquiera de ésos con voz finita o sacos de marca, tan elegantes.

b) Las inundaciones del primer año, la brutal sequía del año pasado y las inundaciones últimas en el norte de Santa fe no sucedieron por orden del Comando Superior Peronista. Juro que no.

c) Que Racing salga campeón cada vez que se hunde el país, desagradable costumbre que se inició en 2001, en medio de la semana de los cinco presidentes no sucede por orden del fantasma de Cereijo, el ministro de Perón. Chequeálo con Lilita.

d) Que Holan se pelee con todos los jugadores no es por orden de CFK, que además es de Gimnasia, un equipo que no jode a nadie. Si creés que Comparada, Ducatenzeiler y Cantero (y la siempre atacada por una feroz excitación psicomotriz de Florencia Arietto, hoy asesora de Vidal) son el peronismo rojo, pues… sería todo un exotismo político de tu parte.

e) La ineficacia de la CIA, que en cinco años no pudo encontrar ni un miserable calefón relleno con dólares K, no es por orden peronista. Por más peronista que te parezca Trump. ¿No te parece medio peronista Trump? ¿En serio, no? Tampoco Ronald Noble, el de las Alertas Rojas, pertenece al FBI peronista. De verdad, no.

f) El iceberg que hundió al Titanic no fue colocado por un comando peronista, según consta en crónicas de la época. Tampoco el capitán, Edward John Smith era peronista, y no está probado que haya sido pariente directo secreto de John William Cooke. Son fake news. Vos sabés.

Bueh. Una pena no haberte encontrado en el barrio o la escuela, Fernandito, antes de que fueras, digamos, Diputado. Quizá hubiésemos podido jugar a algo divertido, juntos.

Al 'tinenti' con las piedritas, a las figus con espejito lleva todo, un picado a 5 al mejor de tres, o al boxeo, donde siempre, maldición, terminaban ganando los pibes de familia peronista. No te lo hubiese aconsejado, la verdad. Ni entonces ni ahora.



jueves, 8 de diciembre de 2016

Diciembre de ´83... La Mochila… @dealgunamanera...

La Mochila…

Diciembre 83. "Con la democracia se come, se educa y se cura", frase de Alfonsín. Foto: Cedoc Perfil

¿Quién no carga una mochila? ¿Quién no lleva ahí, en la espalda, colgando de los hombros, el denso catálogo que resume su vida? Una serie de imágenes que se imprimen una y otra vez y se revelan lentamente como fotos en el cuarto más oscuro de nuestra conciencia. Ahí nos reconocemos. Acá estoy, éste soy yo. ¿Soy? ¿Ves el pelo, la ropa, el susto, el miedo, la risa, la alegría? Es una asociación desordenada, aleatoria, que evoca ese juego infantil, esa pelea callejera, los silencios de tu viejo, las lágrimas de tu madre, el día qué, la tarde cuándo, el grito, el gol, ella, eso que sentías, la primera vez.

© Escrito por Carlos Ares el domingo 04/12/2016 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

¿Quién no encuentra todavía en su invisible mochila migas de lo que fue, bollos de papel, poemas, penas, juguetes, amigos, objetos que se conservan como talismanes y se frotan como lámparas para saber, para que nos digan quiénes éramos y por qué y cómo pasó lo que pasó. Una moneda, una figurita, una muñeca de trapo, el reloj del abuelo, el libro de cuentos, la pelota, la camiseta firmada, el autógrafo, la piedra, el pañuelo. Acá estoy, éste soy yo, ¿ves?, mirame la cara, acababa de vomitar la hostia. Pecado mortal. Pensaba morirme esa misma noche. Y no me morí.

¿A quién no le pesa todo lo visto y escuchado, más lo dicho y lo hecho? Nos educan para una vida posible. Hay que aprender a compartir. Hay que saber, hacer, entender. De pronto, es tiempo de lucha, de combate por ideales, por convicciones, por personas que representan la esperanza del hombre “nuevo”, de un mundo más justo. Perón, el Che, Fidel, ERP, Montoneros. Justificamos la violencia, el robo, celebramos la muerte

Hace unos días, tirando para atrás todo lo que encontraba, rebusqué en mi mochila. Sabía que lo tenía y ahí estaba. Los pelos que asomaron parecían de un gorila, pero no. Abajo de Perón, de Evita, de la Patria Socialista, se veía claramente su inconfundible barba. Es, era Fidel. Lo tenía de joven, al lado del Che. Mirando el desparramo que hice a mí alrededor de caras, nombres, libros, consignas, me dije que era una buena oportunidad para limpiar la basura acumulada. Empecé por lo que olía peor. Isabel, Firmenich, López Rega, Videla, Galtieri, el almirante Lacoste, Menem y su ristra de frases, “síganme”, “salariazo”, “revolución productiva”, “declaro la corrupción delito de traición a la patria”, “atravesaremos la estratósfera y en dos horas estaremos en Japón”. Mafiosos, asesinos, narcos. Contuve el asco y seguí tirando, desde Yabrán hasta Aníbal Fernández.

Por una cosa o por otra –autoritarismo, amenazas, crímenes imperdonables–, la mayoría fue a parar a las bolsas negras, de consorcio. Separé restos orgánicos, húmedos y grasos como Roberto Dromi, de personajes de plástico como De la Rúa o Scioli, y latas grandes, agarradas a las manos de Báez, López, Jaime, De Vido y más. Llené tres contenedores y, aun así, me quedaba todavía una montaña de residuos inútiles. Ideologías que encubren, mentiras evidentes, relatos insostenibles. Recuerdo que me dije: “Entre las que comprás y las que te venden, qué cantidad de porquerías juntás”

Somos hechos por el tiempo que nos toca. Al cabo de los años, la vida se condensa y supura en historias. Nos caemos, nos levantamos, gritamos, pedimos, reclamamos, exigimos, votamos, creemos. “Nunca más”, “con la democracia se come, se cura y se educa”, “no pude, no quise, no supe”. “El que las hace las paga”, “conmigo un peso un dólar”, “estamos condenados al éxito”, “chicos, por favor, estamos en Harvard, esas cosas son para La Matanza”, “tenemos menos pobres que Alemania”.

En esas estaba, viendo qué más podía tirar, cuando ella, la Maga, pide ayuda para hacer la mochila de los chicos, que mañana arrancan temprano. De la mía, pensé, de la que todavía tanto lleva, nada va a la de ellos. Ni los textos, ni la música, ni las ideas, ni mis broncas, ni mis pasiones, nada. Mucho menos, tantos fracasos. Sólo, si aceptan, algunos buenos deseos y esperanzas de justicia. El alimento necesario para que se sostengan enteros, dignos de sí. Ya tendrán su propio pasado como para andar de salida cargando uno ajeno. Si hacen el viaje “ligeros de equipaje”, tal vez puedan llegar más lejos, hacer algo mejor.




viernes, 1 de agosto de 2014

Los caudillos y los Ambiciosos... Julio Humberto Grondona... De Alguna Manera...



Los caudillos y los Ambiciosos...


Enemigos del pueblo son también los ambiciosos. Muchas veces los he visto llegar hasta Perón, primero como amigos mansos y leales y yo misma me engañé con ellos, proclamando una lealtad que después tuve que desmentir.
 
Los ambiciosos son fríos como culebras; pero saben disimular demasiado bien.
 
Son enemigos del pueblo porque ellos no servirán jamás al pueblo sino a sus intereses personales.
 
Yo los he perseguido en el Movimiento Peronista y los seguiré persiguiendo implacablemente en defensa del pueblo.
 
Son los caudillos.
 
Tienen el alma cerrada a todo lo que no sean ellos.
 
No trabajan para una doctrina ni les interesa el ideal.
 
La Doctrina y el Ideal son ellos.
 
La hora de los pueblos no llegará con ningún caudillo porque los caudillos mueren y los pueblos son eternos.
 
Por eso es grande Perón; porque no tiene otra ambición que la felicidad de su pueblo y la grandeza de su Patria… y porque ha creado una doctrina – una doctrina es un ideal – para que su pueblo siga su doctrina y no su nombre.
 
Yo pienso en cambio que los pueblos cuando encuentran un hombre digno de ellos no siguen su doctrina sino su nombre, porque en el hombre y en el nombre ven encaramarse a la doctrina misma; y no pueden concebir la doctrina sin su creador.
 
Por eso yo no puedo concebir al Justicialismo sin Perón; y por eso he declarado tantas veces que soy peronista y no justicialista, porque el justicialismo es la doctrina; en cambio el peronismo es Perón y la Doctrina…
 
¡La realidad viva que nos hizo y que nos hace felices!
 
Los caudillos en cambio, los ambiciosos, no tienen doctrina porque no tienen otra conducta que su egoísmo.
 
Hay que buscarlos y marcarlos a fuego para que nunca se conviertan en dueños de vida y haciendas del pueblo.
 
Yo los he conocido de cerca y de frente; y algunas veces incluso me han engañado, por lo menos momentáneamente.
 
Hay que identificarlos… Hay que destruirlos.
 
La causa del pueblo exige nada más que hombres del pueblo que trabajan para el pueblo, no para ellos.
 
En esto se distinguen los ambiciosos; en que trabajan para ellos; nada más que para ellos.
 
Nunca buscan la felicidad del pueblo; siempre buscan más bien su propia vanidad y enriquecerse pronto.
 
El dinero, el poder y los honores son las tres grandes “causas” los tres “ideales” de todos los ambiciosos.
 
No he conocido ningún ambicioso que no buscase alguna de estas tres cosas…
 
O las tres al mismo tiempo.
 
Los pueblos deben cuidar a los hombres que eligen para hacer sus destinos…
 
Y deben rechazarlos y destruirlos cuando los vean sedientos de riqueza, de poder o de honores.
 
La sed de riquezas es fácil de ver.
 
Es lo primero que aparece a la vista de todos.
 
Sobre todo a los dirigentes sindicales hay que cuidarlos mucho.
 
Se marean también ellos y no hay que olvidar que cuando un político se deja dominar por la ambición es nada más que un ambicioso; pero cuando un dirigente sindical se entrega al deseo de dinero, de poder o de honores, es un traidor y merece ser castigado como un traidor.
 
El poder y los honores seducen también intensamente a los hombres y los hacen ambiciosos…
 
Empiezan a trabajar para ellos y se olvidan del pueblo.
 
Esta es la única manera de identificarlos… y el pueblo tiene que conocerlos y destruirlos.
 
Solamente así, los pueblos serán libres… porque todo ambicioso es un prepotente capaz de convertirse en un tirano.




¡Hay que cuidarse de ellos como del diablo!
© Eva Perón. www.galeon.com