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viernes, 13 de marzo de 2020

Pandemia, Conciencia, Solidaridad... @dealgunamanera...


PANDEMIA, CONCIENCIA, SOLIDARIDAD...


A riesgo de ser antipático, una pequeña reflexión a partir de las noticias y varios comentarios que me encuentro por aquí. Es mi opinión, por supuesto, pero es la que va a organizar mis acciones, por la cuestión básica de que en una emergencia sanitaria le tengo que hacer caso a los que saben.
Es decir, tengo que confiar, para que de ese modo confíen en mí. Soy padre, profes. Tengo menores a cargo, que dependen de mí. Y están nuestros pares, y los mayores. ¿Cómo no esforzarme por estar a la altura?

Y estar a la altura, significa cumplir las normas sanitarias que diseñaron personas mucho más preparadas que yo.

Resulta que un virus que aún no conocemos bien vino a recordarnos que somos mortales. También llegó para mostrarnos la importancia del Estado, la educación, las consecuencias de desinversión en esos territorios. Hay que ser tremendamente corto de miras para centrarse en eso ahora.
Que si es desde hace cuatro años, o desde hace más tiempo. Quién sabe si alguno de los que se mete con eso ahora no será un infectado o un fallecido después. Priorizar dónde poner el foco, eso creo. Sobreactuaciones que distraen, y que seguimos como cardumen.

El virus vino para mostrar cómo el poder social traducido en el dinero da impunidad: muchos de los casos de personas que se niegan al aislamiento son personas de recursos, con plata, que acaban de llegar de un viaje por placer o trabajo. Son la materialización del sistema en el que vivimos, sería raro que hubiera sucedido otra cosa. Hasta dónde ese individualismo derrama sí que no es una pregunta menor.

Lo cierto es que no serán los únicos. El egoísmo y la desaprensión son transversales a las clases. Esencializar conductas es fascista. Así de sencillo. Entonces, en cambio, habrá que prestar atención a lo siguiente: a la desinformación se agregará un importante desprecio por las normas, que ya existe socialmente. Las normas preventivas que solo son entendidas como control, como un avance sobre nuestros derechos, cuando también son formas de convivencia legitimadas socialmente y sostenidas por los poderes del Estado. Más aún, son las formas que tenemos para proteger a los más débiles. Eso es el Estado.

Es una pena que esté cerrada la Biblioteca Nacional, que se restrinjan los encuentros públicos, que probablemente estemos un tiempo sin clases. Que no podamos ir al cine, a un recital, vaya a saber a dónde más. ¡Que no nos podamos ir de viaje! ¡Hay que ser tan egoísta para pensar así! Millones de compatriotas no tienen idea de lo que es eso. Y dependen en cambio de que cumplamos unas reglas sencillas, y las que vayan surgiendo...

Las medidas actuales y las que se vayan a agregar no son tomadas para naturalizar el control, la vigilancia. Resulta que a veces los controles, por vía del Estado, son la forma de ser solidarios. La solidaridad se aprende, a veces, de esta manera: cuando un virus te recuerda que sos mortal. Es cómodo, además: ni siquiera te tenés que comprometer, solamente cumplir tu parte.

La actual crisis pandémica nos recuerda la cantidad de palabras, conceptos y políticas que con el rótulo general de autoritarismo y control los “progresistas” le hemos regalado a los “autoritarios”. El enorme individualismo que a veces puede solaparse, como otro virus, en la defensa de las libertades individuales. Seas “progre” o no.

Creo que todo esto es una enorme posibilidad de afilar las armas, eso sí, mientras afrontamos la pandemia y nos cuidamos. Es probable que inconscientemente le tengamos un miedo enorme a la introspección, sea que tengamos que estar aislados, o no.

Tal vez ya lo estábamos.

Del muro de Federico Lorenz. Facebook 13/03/2020



domingo, 20 de octubre de 2019

Declaración del Partido Socialista... Febrero 22 de 1987, volver a las fuentes... @dealgunamanera...


DECLARACIÓN DEL COMITÉ NACIONAL 22 DE FEBRERO DE 1987, PARTIDO SOCIALISTA POPULAR

I- Situación Nacional

Nuestro país sufre una profunda crisis como resultado del agotamiento del modelo económico dependiente puesto en marcha a fines del siglo pasado.

El agotamiento se ve y se sufre en la situación económica y social que vivimos. No hay trabajo para quien no lo tiene, no hay estabilidad para quien trabaja; tampoco hay salario y jubilaciones dignas. La degradación de la economía impide el cumplimiento de las leyes. Así pasa con las paritarias y con las jubilaciones.

En realidad no sólo castiga a trabajadores y jubilados, sino que también golpea con crudeza a los pequeños y medianos productores de nuestro agro y a la pequeña y mediana industria nacional, privando al pueblo argentino de un futuro cierto.

Asfixiado por la dependencia y por la usura que esta genera nuestro país ha visto cerrar sus fábricas y reducir sus fuentes de trabajo, a la par que se acelera el despoblamiento del interior y de nuestras fronteras por el quebranto de las economías regionales.

En realidad tampoco da respuesta a las apremiantes necesidades de las provincias que, saltando el cerco de la organización nacional, tratan de resolver sus problemas en un “sálvese quien pueda” que se exterioriza desde la emisión sustitutiva del papel moneda hasta el apoderamiento de obras hidroeléctricas y el manejo del comercio exterior.

A este cuadro se suma la existencia de la deuda externa -absolutamente impagable¬ que-, generada por el equipo encabezado por Martínez de Hoz, hipoteca y compromete nuestro futuro y la existencia independiente de nuestra nación. A través de las negociaciones de la deuda externa el imperialismo condiciona nuestra economía.

En el país, las únicas actividades lucrativas son las realizadas por empresas de capital extranjero y las que están basadas en la especulación y la usura. El trabajo y la producción de los argentinos, cada vez vale menos; lo producido por ellos, cada vez vale más.

La inmensa mayoría de los argentinos vive sacrificándose para dar respuesta a las exigencias de FMI y de la Banca Mundial que nos lleva año tras año, al saldo cada vez menor de nuestra balanza comercial.

En 1983 los argentinos recuperamos para nuestro país la democracia, luego de haber sufrido ocho largos años de negación de todo derecho. Factores internos y externos -la resistencia de los trabajadores y de la inmensa mayoría del pueblo, la solidaridad internacional y el resultado de la guerra de Malvinas- determinaron el retorno del país a la vida institucional.

En 1983, la realidad caótica del país ya existía y la realidad de hoy era absolutamente previsible.

II- Promover la Coincidencia Nacional y la participación

Consciente de la profundidad de nuestra crisis el Socialismo Popular reitera hoy la necesidad de conformar una coincidencia nacional que supere los simples acuerdos partidarios y que esté más allá de un acuerdo electoral.

La crisis Argentina no puede ser superada por un solo partido, es imprescindible estructurar una amplia mayoría que permita la reconstrucción de la Nación. La coincidencia es necesaria para otorgar viabilidad y estabilidad a un proyecto político, condición indispensable para lograr la credibilidad en el mismo por parte del pueblo.

Esta interpretación de la realidad nacional no es compartida por la conducción de los grandes partidos políticos, que en consecuencia, tampoco comparten nuestra propuesta para superarla. Sus convocatorias a la unidad nacional no trascienden de meras estrategias electorales partidarias, como resultado de ello, el país vive una confrontación ínterpartidaria estéril que se prolonga hasta nuestros días.

Los resultados electorales de 1983 hubieran posibilitado convocar a una coincidencia nacional encabezada por el partido triunfante. No se interpretó que en un país en crisis, el mero triunfo electoral no es suficiente para gobernar. En la crisis, para gobernar, es necesario contar con el consenso social de los que trabajan y producen. Se pueden ganar elecciones sin sus votos, pero no se puede gobernar sin su consenso.

Basado en el principio mayoritario, un gobierno democrático, puede contar con el consenso político que se expresa cada cuatro o seis años en las urnas, pero funcionará tanto mejor cuanto más amplia y unida sea la mayoría que acepta su política de distribución de oportunidad–y sacrificios. Cuando el consenso social se reduce y no coincide con el consenso político, se genera un obstáculo para el afianzamiento y la estabilidad de la democracia.

El Socialismo Popular ha planteado la necesidad de arribar a un acuerdo entre los diversos sectores políticos y sociales de la realidad nacional para garantizar una estrategia y un programa que nos permita salir de la crisis generando confianza y certeza para cada uno de los sectores.

Se trata de acordar las bases de la reformulación nacional, los comicios determinarán las responsabilidades en su concreción. La transparencia del proyecto y la concreción de nueva formas participativas fortalecerá y desarrollará la confianza en las instituciones de la democracia.

Nadie puede pensar que quienes en el extranjero y en el país se benefician con la actual situación asistan como simples observadores de la transformación que proponemos. El camino para superar esta resistencia es el de construir una estrategia histórica adecuada a las grandes tradiciones de la Nación, porque una estrategia así arraigada será capaz de coordinar las fuerzas y de crear las tácticas necesarias a fin de derribar los obstáculos que existen para la reformulación de Argentina.

La crisis económica, social y moral debilita la confianza de los argentinos en la capacidad y en la fuerza de la Nación Argentina. Es necesario revertir este proceso. La identidad nacional es una exigencia prioritaria, pues es ella misma la que anima y sostiene la voluntad colectiva. La defensa de su especificidad representa el primer paso hacia la plena recuperación de las facultades creadoras y realizadoras de un pueblo y de su decisión de participar en un mundo que tiende a suprimirlas. No puede interpretarse esto como una simple reactivación de valores antiguos, sino como la construcción de un futuro sólidamente arraigado en nuestra tradición nacional.

La conciencia colectiva solo existe dentro del marco nacional, dislocar esa conciencia nacional es destruir la propia sustancia de la Nación y su única fuente de resistencia a la colonización de las superpotencias y a la presión de sus compañías multinacionales. Aquí y ahora la causa nacional y la del socialismo son solidarias en América Latina.

La coincidencia nacional resulta necesaria no solo para superar la crisis del país, sino para posibilitar su propio funcionamiento hoy trabado por confrontaciones intrascendentes, marginada de los intereses de los trabajadores, de los jubilados, de la juventud, de los pequeños y medianos empresarios, de la ciudad y del campo, y de los altos objetivos de la nación.

Alfredo Palacio dijo: “Mantener o fomentar los antagonismos internos desconociendo los derechos fundamentales de la nacionalidad y particularmente de los trabajadores, en lugar de promover la unión de los argentinos, sin mezquinos propósitos de ventajas personales, es traicionar los destinos de la Patria, y secundar los planes siniestros del extranjero sin escrúpulos, que aspira a someternos”.

En el seno de la coincidencia nacional, crecerá quien realmente trabaje para el afianciamento del sistema democrático y por los cambios sociales en nuestro país.

El Socialismo Popular reitera que la palanca del cambio es la participación que refuerza el sistema representativo, mejora a quienes participan y al posibilitar la participación de los organismos intermedios, coordina y organiza toda acción social tras los objetivos comunes de la Nación.

Es necesario otorgar a las expresiones populares, sociales y regionales una participación en la gestión y contralor del Estado. La participación democrática es la forma de garantizar el correcto funcionamiento de una maquina estatal cada vez más voluminosa y burocrática.

El socialismo ha propuesto como forma institucional de la coincidencia nacional y de la participación la concreción de concejos económicos y sociales, multipartidarios y multisectoriales, a nivel nacional y provincial.

III- Defender la convivencia democrática

La persistencia de la crisis económica a través de largos años ha llevado al pueblo a vivir en una gran inseguridad, generadora de la crisis moral que padece el país.

El advenimiento de la democracia hizo nacer la expectativa generalizada de que se resolverían rápidamente, además de los problemas políticos, y económicos-sociales, las diversas situaciones críticas que vive el país en lo externo y en lo interno.

Pasados tres años sin respuestas relevantes en lo económico y social, la frustración se incrementó y se han creado las condiciones propicias para el resurgimiento de voces desvalorizadoras de la democracia por parte de quienes nunca han creído en ella. Entre ellos están quienes correctamente piensan que sus privilegios peligran con la vigencia de la democracia y quienes incorrectamente piensan que en democracia, no pueden mejorarse las condiciones de vida de los trabajadores y de los sectores más postergados.

Constituye un dato de nuestra realidad que el debate entre las interpretaciones subjetivas y las objetivas con respecto a los cambios posibles y a sus formas, se desarrolla hoy nuevamente en nuestro país. Ya lo vivimos en 1966 cuando, frente a la dictadura de Onganía y los socialistas planteábamos “elecciones libres sin proscripciones y exiliados” frente a quienes gritaban “ni golpe ni elección, revolución”. El tiempo nos dio la razón en 1973 cuando el pueblo se volcó masivamente a las urnas. Así también fue cuando encabezamos la defensa del gobierno popular, pese a sus desaciertos y su desorden, diciendo en 1974 que “nadie especule con la derrota de este gobierno, porque si ello ocurriera solo existirá futuro para el dolor de los argentinos y la apetencia de los mercenarios”.

Muchas veces se toman equivocadamente respuestas de otras tierras, de otros tiempos y se construyen frases y respuestas que nada tienen que ver con la realidad; sus análisis ideales de la realidad claman por soluciones coherentemente imaginarias.

Estas concepciones subjetivas desarraigadas de la realidad, que menosprecian la capacidad del pueblo, le hicieron el “juego” a quienes derrocaron al último gobierno popular, abriendo la dolorosa experiencia de 1976. Hay que tener memoria. Porque hoy nadie pide rendición de cuentas a los responsables de aquel debate ideológico que precipitó a la juventud a una estrategia nihilista reñida con nuestra realidad y con su vida.

Ante este debate el Socialismo Popular reitera su definición por la defensa y la consolidación de la democracia que vivimos. Algunos se avergüenzan y retacean decir que estamos en la defensa de la democracia frente a quienes sostiene que la nuestra es una democracia dependiente, formal y no real, política y no social.

Nosotros sostenemos que nuestra democracia es la democracia que existe, aquí y ahora, y que luchamos para que esta democracia tenga cada vez más un contenido social, pero partiendo de lo que tenemos, no negándola. Esta democracia es el comienzo de la otra; es un paso ineludible para su construcción y por ella han luchado los trabajadores, la juventud, y el pueblo todo. Porque la democracia que tenemos es una conquista nuestra, no es un regalo del imperialismo. Quienes así no piensan, sostiene que la posibilidad de resquebrajamiento institucional no nos debe preocupar porque esta democracia es la forma electa por el imperialismo.

Sostener que esta democracia es formal y que, por ser tal, no tiene valor o significado, resulta una posición indefendible a esta altura de la experiencia histórica argentina. Porque cuando la democracia formal deja de existir, la dependencia no es solo denominación económica y sujeción social de la mayoría, sino que a ello se agrega el autoritarismo y la dictadura con el consiguiente sello de violación de los derechos más elementales del hombre. Entonces, puede apreciarse que las reglas del juego democrático, la llamada democracia formal, constituye una conquista, que no es una concesión del imperialismo, sino una conquista de los trabajadores, de la juventud y demás sectores de las mayorías nacionales.

Dejemos que otros discutan en las piezas y gabinetes la diferencia entre democracia formal y real y salgamos a trabajar en las organizaciones populares, en los clubes, en las vecinales, en los centros estudiantiles, en los sindicatos, en las asociaciones de profesionales, en las cooperadoras, en las cooperativas para la defensa de los intereses de los argentinos, fomentando la participación popular. Así estaremos transformando la democracia política en social.

La experiencia dictatorial de América Latina, nos demuestra que aspectos denominados “formales” como el habeas corpus, la división de poderes, las garantías de la libertad individual y el pleno respeto de los derechos humanos, son muy “reales” y tienen vital importancia para la construcción de una democracia más profunda.

La compleja y difícil realidad que estamos viviendo que se expresa a través de la agudización de los problemas económicos y sociales: el rebrote inflacionario, desfasaje de los salarios y jubilaciones, la crisis de las pequeñas y medianas empresas, del campo y de la ciudad, así como la situación de las fuerzas armadas y la cuestión Malvinas, determina una situación de alta complejidad y de gran fragilidad para el afianzamiento de la convivencia democrática entre los argentinos.

Frente a ello, existen dos grandes líneas a seguir, por parte de quienes propiciamos el cambio: nos marginamos de la realidad, nos enajenamos del hoy, y la cuestionamos en su conjunto o asumimos la realidad, nos insertamos en ella trabajamos aquí para modificarla y partimos del hoy para construir el futuro.
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Para quienes plantean el cuestionamiento de la globalidad este es un país entregado en bloque y, hay que crear un polo contrario que plantee su liberación. Blanco o negro: se pretende que el país sea blanco o negro porque se piensa esquemáticamente -al margen de la realidad- en blanco y negro. Pero la realidad no es así; la realidad es toda una gama de grises.

El Socialismo Popular ratifica el compromiso asumido en nuestro Comité Nacional de fines de 1985, de asumir dos cuestiones que, muchas veces en nuestro país fueron presentadas como contradictoria: el afianzamiento de la convivencia democrática y, al mismo tiempo, el desarrollo de una alternativa socialista.

Este compromiso se amplía en el marco de la Unidad Socialista, concretada a fines del año pasado y que ha de formalizar en breve tiempo.

El socialismo ha tomado la responsabilidad de una difícil práctica política: integrar un concejo para la consolidación de la Democracia y al mismo tiempo pedir el cambio de la política económica y del equipo que la ha implementado, y ser plenamente solidario con los reclamos de los trabajadores.

No hay un camino simple porque la realidad no lo es. Este es un quehacer complejo, ya que al tiempo que peleamos por la convivencia democrática, luchamos por las reivindicaciones de los trabajadores, por el afianzamiento de la independencia nacional y por el desarrollo de una alternativa socialista.

Somos conscientes de que la crítica sin alternativa concreta frente al problema concreto es una crítica que, por salirse de la realidad, plantea la ruptura y, por consiguiente, no crea posibilidades futuras de cambio. Por el contrario la crítica con alternativa concreta, frente al problema concreto, nos lleva a una inserción cada vez mayor en la realidad y genera posibilidades ciertas de cambio.

IV- Desarrollar la alternativa socialista

En 1983, el Partido Socialista Popular, que había logrado desarrollar el socialismo en el campo nacional, participa del proceso electoral. Después de décadas el socialismo concreta una realidad a la que miles de argentinos ven como alternativa argentina de cambio.

Pero los socialistas populares sabemos que el advenimiento del socialismo en argentina, no es un fatalismo o un determinismo histórico. No es un hecho inevitable, sino el fruto de una acción política colectiva, permanente, persistente, militante y coherente, basada en la interpretación socialista de la realidad que desarrollamos diariamente en nuestra patria, ‘Parte integrante de nuestra querida América Latina y en la mayoría de la humanidad: el Tercer Mundo.

La alternativa que luchamos por crear todos los días no es la alternativa del gobierno socialista ideal, sino que es la alternativa del socialismo posible, esto es, del mejor cambio posible, acorde con la realidad argentina de 1987.

Porque, para nosotros, el socialismo no es un “estado” que deba implantarse, un esquema “ideal” preexistente al que ha de sujetarse la realidad sino un movimiento real que supera el estado actual de cosas. Todo proceso social hacia adelante no consiste en la realización de ningún esquema, porque el socialismo, como el mundo, no podrá ser creado en un solo día; su construcción no es como la de una casa. Ella consiste en liberar, no en crear, las energías sociales ya existentes, los elementos de la nueva sociedad contenidos en la vieja sociedad y en coordinar/os hacia adelante.

Nuestro socialismo no llega como producto de un accidente histórico-geográfico, sino que se abre paso en la conciencia de los trabajadores y de la juventud, poco a poco; con mucho esfuerzo militante, con mucha fe, con mucho amor y disposición de servicio.

El socialismo es una resolución práctica y diaria de servir al pueblo. No a un pueblo abstracto e ideal, sino al que existe en la realidad, producto de tantos años de dependencia, explotación y marginación.

El crecimiento del socialismo obedece a la concreción de un proyecto político de cambio inserto en nuestra realidad y arraigado en nuestra tradición histórica.

Frente al crecimiento del socialismo, surge la pregunta acerca de qué es el socialismo: nuestro socialismo es el análisis objetivo de la sociedad capitalista dependiente.

¿Qué socialismo se plantea?

No existe dogmáticamente un proyecto socialista, y nadie más que los trabajadores y la juventud definirán cuál es el socialismo necesario y posible. El programa socialista para Argentina 1987 es el que determinan y elaboran los socialistas argentinos insertos en la realidad actual acorde a las necesidades de nuestro pueblo y de nuestra Nación. Este es un socialismo objetivo, que difiere del socialismo esquemático, subjetivo, de utopías.

Nuestra propuesta socialista, que nace de la realidad, es impulsada fundamentalmente por quienes más padecen esta realidad: los trabajadores y la juventud. Los trabajadores que constituyen la base fundamental e irremplazable de la producción económica son quienes sufren sobre sus espaldas y las de sus familias el mayor peso de las arbitrariedades de la realidad, son quienes están menos comprometidos con su injusticia y quienes pueden y quieren cambiar/as.

Tampoco se debe olvidar que la referencia última de los trabajadores está en sus familias, está en su tierra, está dentro de la Nación. Por todo ello, los trabajadores son los encargados históricamente de conducir a las mayorías nacionales a una nueva etapa de vida y a una nueva forma de organización social.

La juventud que es fisiológicamente futuro, se ve privada de su condición de tal, porque el agotamiento de/ modelo económico imperante en el país priva de futuro cierto a todos los integrantes de la Nación.

Nuestra propuesta frente a la crisis que afecta a la inmensa mayoría de los integrantes del pueblo, debe ser una propuesta cultural amplia, debe ganar cultura/mente a la inmensa mayoría del país, obtener su consenso para nuestra interpretación histórica. Plantear intereses sociales más amplios y más altos ideales solidarios, adquiriendo así la capacidad de orientar el proceso histórico futuro.

No se trata de negar en bloque la realidad cultural, de nuestro tiempo, sino de analizarla, eliminando las deformaciones producidas por la dependencia para poner la cultura contemporánea al servicio de /a emancipación y la realización del hombre.

La inmensa mayoría de la población, exige conocer las propuestas del socialismo frente al problema de la organización de la salud, de la educación, de los contenidos y formas de enseñanza, de la vivienda, de la economía, de/ arte y el deporte para aceptarlo como alternativa de cambio. Esta exigencia no se encuadra ni se agota en el rechazo de hoy, sino que se satisface en la propuesta de hoy para mañana.
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Los socialistas tenemos que asumir hoy nuestra realidad y comenzar a construir en ese compromiso, el cambio que queremos. Comenzar a construirlo hoy haciéndolo con solidaridad, con servicio, con el estudio de una nueva economía, con /a proyección de una nueva alternativa. Pero hoy estamos existiendo, hoy la gente está sufriendo y hoy tenemos que empezar a construir el futuro.

A quienes van perdiendo su fuerza, a quienes van bajando sus brazos, debemos llevarles un mensaje de fe, que es el mensaje de que el cambio es posible en la República Argentina a través de la alternativa socialista, donde toda argentina y argentino que vive de su trabajo y se siente lesionado por la dependencia y esta corrupta sociedad de consumo, tiene un lugar para ser protagonista de este cambio.

V – Democracia y socialismo

La problemática de la democracia involucra dos cuestiones que es necesario definir: el de las formas o modos de la transición, esto es el de la vía democrática al socialismo y el del ineludible contenido democrático de la sociedad socialista.

El Partido Socialista Popular como ya lo planteara y lo practicara con toda responsabilidad en los difíciles años de 1974/75, repudia la violencia considerándola una forma absolutamente negativa e ineficaz para superar la crisis y avanzar hacia adelante, reiterando hoy su profunda-convicción de que en la sociedad argentina el cambio solo puede operarse a través del consenso. Pensar en otra vía para realizar el cambio es avanzar hacia la concreción de otra dictadura que superará en vejación, depravación y entrega a todo lo conocido en nuestro país.

Resulta irreal en Argentina 1987 pensar en algún cambio positivo que no cuente con la adhesión y el consenso democráticamente expresado de las mayorías nacionales. La idea de una sociedad nueva y profundamente distinta ha de poder conquistar el consenso de las grandes mayorías. Lo importante para los que queremos el cambio es que los cambios perduren y perdurarán si están apoyados por el consenso.

Los socialistas luchamos por crear una alternativa argentina, por estructurar una nueva mayoría nacional independiente de los intereses de la dependencia y del privilegio interno.

Ratificamos la corrección de nuestra propuesta de Frente del Pueblo formulada en 1967 y ratificada en el Congreso Nacional partidario de 1975.

Coherentemente el socialismo, para lograr este objetivo, ha de debatir con los demás sectores integrantes de las mayorías nacionales, en forma democrática y consensual, la elaboración del programa de la nueva mayoría. A esa mesa, el socialismo concurrirá con su programa, pero con el espíritu y la decisión política de acordar con el resto de los participantes.

Es por ello que debemos profundizar el dialogo con las expresiones políticas y sectoriales de las mayorías nacionales para fortalecer la unidad nacional, única estrategia valida contra la dependencia extranjera.

Los partidos políticos mayoritarios del país aún cuentan con la adhesión política necesaria para triunfar en los comicios pero exhiben un agotamiento programático. Durante estos últimos tres años han expresado la voluntad de recomponer con diversos matices el pasado, sin asumir su irreversible agotamiento y la necesidad de reformular el país.

El socialismo como proyecto de independencia nacional, de liberación de todos los oprimidos y de quienes aspiran a una sociedad mejor, no tiene un modelo político único y excluyente, pero reconoce que la democracia es un valor y principio histórico irrenunciable. El socialismo representa la profundización del concepto de democracia, pues lo concebimos como una forma de organización social que eleva a su más alto nivel la democratización de la sociedad, a través de la participación popular institucionalizada en la gestión del Estado a todo nivel.

El socialismo es democracia social en cuanto impulsa, en el plano de las relaciones sociales, la instancia igualitaria, pero también es la democracia política más desarrollada y más directa en cuanto estimula la progresiva autodirección organizada y social. El socialismo continúa, desarrolla, profundiza y hace evolucionar la democracia más allá de sus límites jurídico-formales. La clave para avanzar es no considerar la democracia política como un estorbo para el eficiente funcionamiento del Estado y para la progresión de las transformaciones sociales.

El socialismo ha de ser el perfeccionamiento de la democracia y, para ello, demostrará que es un proyecto positivo de integración, refuerzo y expansión de la realización de cada persona. Porque un socialismo basado en el consenso y en el pluralismo político no será nunca un socialismo impuesto, que se tambaleará sobre sus cimientos, sino que será un socialismo construido por la voluntad de las mayorías que articularán la austeridad con la solidaridad.

El socialismo sólo podrá afirmarse si demuestra que es capaz de obtener el consenso de los trabajadores, de la juventud y demás sectores de las mayorías nacionales, y no de una parte restringida de la sociedad, constituida, como se afirmaba, por la “vanguardia consiente y organizada” que, por el interés del pueblo reemplaza al pueblo.

La realización política del socialismo surge así como potenciación de la soberanía popular y se vincula a la batalla democrática actual. Si todos los hombres participan realmente en la gestión del Estado la dependencia y la explotación ya no podrán existir. La clave que asegura esta perspectiva de realización pacifica de la revolución socialista es, evidentemente, la conquista del consenso respecto de la necesidad y la viabilidad de construcción de una nación independiente y solidaria.

No sólo debemos librar una batalla en defensa de las instituciones democráticas sino que conjuntamente debemos dar una batalla ofensiva que, ampliando la democracia representativa con formas participativas y proyectando reformas sociales, inicien un proceso general de transformación de la sociedad y del Estado.

El sistema de libertades formales ha de ser desarrollado por el socialismo, posibilitando la creciente participación que no excluye el ejercicio del poder por vía representativa. El desarrollo de esta fórmula es una tendencia en todos los trabajadores del mundo, porque constituye una necesidad histórica contemporánea. Con el advenimiento del socialismo, la libertad formal no será sustituida por la libertad real sino que será reforzada, y el sistema representativo no será sustituido por un sistema participativo sino reforzado.

En definitiva, en Argentina 1987, es posible fundir la lucha democrática que se abre hacia el socialismo y la lucha socialista que afianza a la democracia. Este accionar asegurará la independencia nacional.

VI- Nuestra propuesta

El socialista popular ratifica sus propuestas para la coyuntura económica en la argentinización de las finanzas y en la moratoria de la deuda externa para poner fin a la hemorragia de nuestra economía. Para ello proponemos:

1. La argentinización de la banca, del comercio exterior, del mercado de cambio y de las operaciones de seguro y reaseguro. Argentinización que no significa el manejo burocrático de éstas áreas, sino su contralor a través de organismos democráticos y democratizantes, que han de integrarse con representantes de los trabajadores, de las empresas nacionales, de los productores del agro, de las cooperativas, y del estado nacional o provincial según corresponda, a los efectos de garantizar que estas funciones se realicen en beneficio de la comunidad y no en su desmedro. Los gastos de estos representantes estarán a cargo de sus organizaciones, quienes los elegirán democráticamente, y asimismo tendrán derecho a revocar su mandato a los efectos de garantizar en forma constante su representatividad.

2. La concreción de una moratoria por doce meses de toda obligación emergente de la deuda externa.

3. Una recomposición salarial y de las jubilaciones de monto fijo.

4. Una política de control de precios basada en la participación democrática.

5. La participación de los trabajadores, de los usuarios y del Estado (Nacional, Provincial o Municipal) en la administración de las empresas públicas.

6. La participación de los trabajadores de las empresas líderes.

7. Concesión de créditos para los pequeños y medianos productores agropecuarios y a los pequeños y medianos industriales, con disminución progresiva de las tasas de interés.

8. Verificación de los costos de los insumos esenciales de la explotación agropecuaria.

9. Revisión del sistema impositivo a través de sucesivas reformas que tengan en cuenta la capacidad contributiva, el incremento de la esfera de los impuestos directos y la reducción de los indirectos.

La moratoria en materia de deuda externa decretada hace pocas horas por el gobierno de Brasil demuestra la factibilidad y la responsabilidad de la propuesta moratoria hecha por el socialismo.

La moratoria brasileña pone al gobierno argentino frente a dos alternativas: sumarse a través de la moratoria al liderazgo de la defensa de los intereses de los pueblos de América Latina o aprovechar la moratoria brasileña para obtener mejores condiciones en la dependencia. Esta última alternativa nos alejará de la causa latinoamericana y no conseguirá beneficio trascendente alguno para nuestro país.

El socialismo convoca a creer en la capacidad creadora y realizadora de cada integrante del pueblo. Esto es creer en la esencia de la democracia y en las posibilidades de la Nación.

El socialismo convoca a los trabajadores y a la juventud a encabezar la defensa de la convivencia democrática y la necesaria reformulación del país, para concretar una Nación independiente y solidaria.

Comité Nacional del Partido Socialista Popular
Buenos Aires, 21 – 22 de febrero de 1987



domingo, 11 de mayo de 2014

Recuperar el Estado... De Alguna Manera...


Recuperar el Estado...


El escenario preelectoral muestra una creciente disposición al diálogo por parte de partidos políticos, organizaciones sociales y cámaras empresarias, dando lugar a voces que hablan de posibles acuerdos sobre medidas destinadas a resolver los muchos y graves problemas del país. Sin embargo, esos diálogos no hacen suficiente hincapié en la necesidad de revisar el funcionamiento del organismo encargado de que aquellas medidas se hagan realidad: sin un Estado ágil, austero, transparente, eficiente y eficaz, no hay posibilidad de llevar a buen término políticas de Estado.

Hace tiempo que este organismo ha dejado de ser una herramienta al servicio de la comunidad para convertirse en un instrumento de conservación y acumulación de poder al servicio de intereses particulares. Esa apropiación del Estado ha dado lugar a diferentes formas de corrupción: apropiación directa de fondos públicos; negociados con grupos empresarios amigos; acuerdos espurios con sindicatos que comprometen la prestación de servicios básicos, así como el nombramiento de funcionarios públicos atendiendo sólo a objetivos personales o partidarios. Todo lo cual repercute sobre la eficiencia y eficacia de ese Estado.

Estos problemas tienen mucho que ver con la deformación institucional por la cual una sola persona, el presidente de la Nación, al mejor estilo monárquico y acorde con nuestra tradición caudillista, decide por sí y ante sí cómo se utilizan los recursos que se recaudan; aunque esa discrecionalidad también puede observarse en el Legislativo con menor significación relativa.

Urge poner límites a esos abusos a través de una suerte de “Pacto por Argentina” cuyo primer capítulo debe ocuparse de la recuperación del Estado para que funcione como herramienta para la concreción de las políticas sustantivas que se acuerden. Existen ya propuestas que apuntan a terminar con muchos de esos abusos, pero hacen faltan medidas específicas para evitar el daño que produce sobre la eficiencia del Estado la forma en que se reclutan los funcionarios encargados de ponerlo en acción: me refiero a la discrecionalidad en cuanto al número y calidad de los empleados públicos que se nombran sin tener en cuenta las verdaderas necesidades del Estado; distorsión que ha alcanzado niveles alarmantes en años recientes.

Para una recuperación completa del Estado es imprescindible una revisión exhaustiva de la planta de la administración pública a los efectos de determinar el número y las categorías de servidores que efectivamente son necesarios para que cumpla con sus varias funciones. Revisión que deberá ser hecha por una comisión especial, y de la cual surgirá una nómina que será cubierta por concurso público, del que participarán tanto los actuales servidores de la administración como nuevos postulantes; teniendo los antiguos prioridad a igualdad de méritos. Los servidores así elegidos gozarán de estabilidad en el empleo cualesquiera sean sus ideas, pero podrán cesar en sus funciones en razón de que las mismas dejaron de ser parte de los programas de gobierno, o por deficiencias en su desempeño.

Para alcanzar ese objetivo una ley deberá declarar la prescindibilidad de los empleados públicos (como ya ocurrió durante el gobierno de Frondizi y más recientemente en Río Negro), así como modificar el Estatuto del Empleado Público para hacer de ellos verdaderos servidores del Estado y no meros beneficiarios. La misma ley arbitrará los medios para resarcir económicamente a los servidores que deban dejar sus cargos.

Con el mismo espíritu de racionalizar el funcionamiento del Estado otras leyes deberán: 

a) Establecer que las empresas públicas sean manejadas por técnicos nombrados con acuerdo del Congreso por un período de tiempo razonable, pudiendo ser apartados de sus cargos sólo con acuerdo del mismo Congreso; 

b) Evitar los abusos que se cometen con los nombramientos temporarios de funcionarios; 

c) Suprimir las facultades auto-otorgadas por los legisladores para conceder becas y otros beneficios en pago de favores o para hacer proselitismo, así como establecer mecanismos de control en la fijación de sus dietas y gastos abusivos.

© Escrito por Omar Argüello, Domingo 11/05/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.