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domingo, 6 de diciembre de 2020

En una villa de José León Suárez, el Padre Pepe rehace su vida y vuelve a dar batalla… @dealgunamanera...

 En una villa de José León Suárez, el Padre Pepe rehace su vida y vuelve a dar batalla…


En la oficina de una capilla situada en el barrio José León Suárez, en el partido de San Martín, el cura José María Di Paola, más conocido como Padre Pepe, está bien custodiado: en las paredes cuelgan retratos del Padre Mugica, de Don Bosco, del obispo Enrique Angelelli, del obispo Oscar Romero y de Jorge Bergoglio (antes y después de su llegada al papado). 

©Escrito por Javier Sinay el 06/02/2020 y publicado por Red/Acción de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos. 

Esta selección de superestrellas con sotana es la guardia espiritual de un sacerdote que hace diez años, cuando vivía en la villa 21-24, denunció al narcotráfico con un sonado documento público. “Fue muy intenso”, dice ahora. “Yo era un cura común y todo esto me cambió el tablero”. 

La repercusión de esa denuncia (firmada con otros 18 curas) fue grande y las amenazas no tardaron en llegar: primero hacia él, luego hacia sus colaboradores. El Padre Pepe tuvo que dejar la villa y pasó dos años en un pueblo en Santiago del Estero. Cuando volvió, eligió José León Suárez: el conurbano profundo. 


El sacerdote José María Di Paola en el patio de su parroquia, en José León Suárez. Foto: JS

Luego de superar la desconfianza inicial de los vecinos (“No estaban acostumbrados: pensaban que les íbamos a pedir algo”), construyó una iglesia muy amplia en la que también hay una escuela, atención sanitaria y cursos de oficios: computación, gastronomía, reparación de celulares y también de motos. La iglesia está situada justo donde comienza la Cárcova, una villa en la que viven unas 13.000 personas, cerca de un basural del CEAMSE. 

Pero aquí también hay droga. En 2013, cuando Di Paola llegó, tres niños fueron asesinados en tiroteos entre bandas narco. “En la Argentina no nos tomamos los temas en serio”, dice el cura. “Hay muchos temas distractivos y éste, en el que está en juego la vida, debiera ser uno de los más importantes”. 

Por eso, el sacerdote –que es el coordinador de la Comisión Nacional de Pastoral de Adicciones y Drogadependencia– viene pidiendo desde hace algún tiempo una ley de emergencia nacional en adicciones. “El presidente Macri la aprobó, pero después no dio los fondos necesarios para cubrir la emergencia”, dice. Marihuana, cocaína y paco son sustancias muy parecidas: “Hay pibes de clase media que las pueden manejar, pero hasta ahí”, explica. “En cambio, en los barrios populares, hay un solo paso de la marihuana al paco. Lo que para algunos es consumo recreativo, para nosotros termina siendo consumo problemático”.


Las paredes de la oficina del Padre Pepe están cubiertas de fotos y retratos del Papa Francisco, el Padre Mugica y Don Bosco. Foto: JS
 

Di Paola administra una comunidad en la que hay nueve capillas repartidas en cuatro asentamientos. Él, que vive en uno de esos barrios, ha sido por seis años el único párroco. “Pero en marzo viene un cura de Buenos Aires para ayudarme y un entrerriano a hacer una práctica”, dice. 

Cada día se despierta temprano y reza. Luego atiende gente, planea actividades, visita esas capillas, viaja a la ciudad de Buenos Aires y a La Plata. Tiene 56 años; es hijo de un empleado bancario que se recibió tardíamente de médico y de un ama de casa; y es el mayor de tres hermanos criados en el barrio de Caballito. Es el único cura de su familia. En el colegio Dámaso Centeno, donde estudió, un grupo juvenil andino y un sacerdote llamado Raúl Perropato guiaron hacia el clero su vocación de servicio, que también podría haberlo llevado a ser un médico, un maestro rural o un enviado a África. 


En un estante de la biblioteca del Padre Pepe conviven imágenes del obispo salvadoreño Oscar Romero y de Don Bosco. Foto: JS
 

Mientras tanto, las necesidades materiales y espirituales en las villas no han cambiado demasiado. “Creo que en 2019 se va arrastrando un problema muy fuerte que tiene que ver con la falta de trabajo y las tarifas altas”, dice. “El alto costo de vida repercute en la clase media, que deja de contratar changas como cortar el pasto o pintar una pared. Esos trabajos, típicos de los barrios nuestros, se empiezan a caer y el panorama es bastante complicado”. Los planes sociales son el único soporte. “En la crisis de 2001, yo estaba en la villa 21 y ahí no había nada. Hoy, en cambio, los planes son un ingreso”.

En 1997, después de pasar diez años en tres parroquias de barrio, Di Paola había llegado a esa villa con el aval de Jorge Bergoglio, entonces arzobispo de Buenos Aires. “Tenía y sigo teniendo dos carismas fuertes”, dice, “trabajar con los niños y los jóvenes; y una opción preferencial por los pobres. Entonces, en la villa sentía que todo eso se daba en un mismo lugar y yo era como un maxikiosco: trabajaba las 24 horas”. 

Bergoglio fue también quien lo apoyó cuando los narcos lo amenazaron. Una vez, el ahora Papa Francisco contó en Roma una anécdota sobre Di Paola y uno de sus fieles: “Aquel hombre decía que el sacerdote [Di Paola] era un grande que le decía las cosas en la cara y que esto lo ayudaba a combatir”. A su vez, el Padre Pepe ha dicho que Bergoglio es un guía que en un momento de crisis de fe lo acompañó “como un padre, con gran delicadeza de ánimo”. Se vieron el año pasado, cuando Di Paola hizo un viaje a Italia. 

“El Padre Pepe es un verdadero cura que imita a Jesús”, agrega ahora Martha Pelloni, una monja que ha enfrentado al poder político y criminal. “Vive en la villa con los pobres, pero no solo eso, sino que además se ocupa de los más vulnerables, que tienen la pobreza de haber sido tragados por la adicción de la droga. Nos vemos en paneles y encuentros por temas comunes: Pepe es un hermano y un amigo”. 

Di Paola no cuenta demasiado sobre esa crisis de vocación en la que intervino Bergoglio, pero dice que la fe es como un camino de montaña. “Pasás por paisajes muy lindos y por algunos abismos”, explica. “Nunca es un paisaje monótono como el de una playa. Y uno puede estar a prueba muchas veces: he visto cosas muy chocantes y han muerto chicos y familias muy cercanas a mí. Uno se pregunta a dónde está Dios cuando pasa eso, pero lo que sé es que tengo que seguir adelante porque hay otros chicos que me necesitan. Dios está siempre, pero los hombres a veces no”.   


En 2008, Bergoglio y el Padre Pepe lavan los pies de los fieles en la capilla de la villa 21. Foto: cortesía del Padre Pepe.
 

En Santiago del Estero, donde partió entre 2011 y 2013, se acostumbró a dejar el auto con la puerta abierta y a viajar a las parroquias de los parajes. Vivía en un pueblo llamado Campo Gallo. 

“Aprendí a ver una iglesia más grande”, dice. También se interesó sobre la historia de los hacheros y el camino de la soja, y profundizó su relación con lo divino. “La tranquilidad de esos lugares te permite estar más conectado con Dios. Hay mucho tiempo en camioneta para visitar los parajes, estás dando misa y entran las gallinas... La naturaleza ayuda a fortalecer el vínculo”.


El Padre Pepe en su oficina. Foto: JS

Pero volvió apenas pudo. “Mi identidad pasa por la villa”, dice. “En la villa hay mucho por hacer”. De hecho, el tiempo de la entrevista ya se acaba y algunas personas se reúnen frente a la puerta de su oficina: lo están esperando. 

El Padre Pepe luce una camisa celeste gastada, tan gastada que se ve algo decolorada. Lleva el cabello un poco desprolijo y unas viejas zapatillas negras. Se ríe con la pregunta sobre su ropa. “Hasta que no se rompe del todo, no la cambio”, explica. “Soy medio… Soy muy simple en la vida”.

 

lunes, 2 de diciembre de 2019

Murió el obispo Miguel Hesayne... @dealgunamanera...

Murió el obispo Miguel Hesayne, denunciante de la dictadura. Tenía 96 años…



“La Iglesia debe meterse en política", dijo alguna vez el obispo emérito de Viedma, uno de los pocos miembros de la jerarquía eclesiástica que denunció al terrorismo de Estado.

© Publicado el domingo 01/12/2019 por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Miguel Hesayne, obispo emérito de Viedma, murió este domingo. Fue uno de los pocos miembros de la jerarquía de la Iglesia católica que denunció durante la dictadura las violaciones a los derechos humanos, junto con Jorge Novak, Jaime de Nevares y Enrique Angelelli. Nacido en Azul, provincia de Buenos Aires, estaba por cumplir 97 años. 

Hesayne se había ordenado como sacerdote en 1948, a los 26 años, en el seminario San José de La Plata. En 1975, pocos meses antes del golpe militar del 24 de marzo de 1976, fue nombrado obispo de Viedma. Desde ese lugar denunció los secuestros y desapariciones.

“La tortura es inmoral, la emplee quien la emplee"

El 21 de abril de 1977 Hesayne intentó presentar al ministro del Interior de la dictadura, Albano Harguindeguy, de visita en Río Negro, los casos de violaciones a los derechos humanos que se denunciaban en el Obispado. “Regresé de dicha entrevista angustiado, apenado y embargado de un gran temor por el futuro inmediato de nuestro país”, escribió tres días en una carta dirigida a Harguindeguy.

Hesayne dijo entonces haber comprobado que no se trataba de “errores cometidos por algunos” sino que “desde la alta oficialidad se reniega prácticamente del Evangelio al ordenar o admitir la tortura como medio indispensable”. También señaló públicamente: “La tortura es inmoral, la emplee quien la emplee. Es violencia y la violencia es antihumana y anticristiana”.

Su declaración en el juicio por la muerte de Angelelli

En 1985, Hesayne declaró en el Juicio a las Juntas. En 2006 fue también uno de los testigos en el juicio por la muerte del obispo Enrique Angelelli, a la que calificó como un “martirio”. Recordó que Angelelli le dijo que estaba siendo perseguido y le manifestó su intención de renunciar porque veía cómo le estaban matando a sus ovejas, ya que no podían –o no habían logrado– matarlo a él.

A los pocos días de la muerte del obispo riojano, Hesayne recibió un anónimo en carta expresa con matasellos de Córdoba en la que le decían más o menos estas palabras: “No siga hablando, ya hemos callado a Angelelli”.

Frente a la pobreza

En democracia, Hesayne mantuvo en alto su voz contra las políticas de ajuste. En los '90 se opuso abiertamente a la política económica del menemismo. Defendía la necesidad de que los hombres de la iglesia participaran en política, y recurrió a la publicación de cartas como modo de hacer escuchar sus cuestionamientos.

En 1999 le escribió a Carlos Menem, en medio de una polémica que el entonces presidente mantuvo con el titular de Cáritas de Argentina, el obispo Rafael Rey. Menem aseguró que en su gestión la pobreza había bajado, Rey lo desmintió, con la aclaración de que había aumentado en relación a los cinco años previos. Menem acusó a Rey de "mentiroso"· Hesayne decidió entonces escribir su carta. "Ud. puede hasta engañar al Papa con sus falacias políticas, pero no a Jesucristo, para quien todos sabemos que verdaderamente hoy la pobreza es demasiada".

En 2001, con otra carta, criticó las políticas neoliberales de Fernando de la Rúa. "Su gobierno viene tomando medidas que son un genocidio de guante blanco", sostuvo. Y se preguntó si era lícito que el presidente siguiera comulgando.

Durante la presidencia de Eduardo Duhalde salió al cruce de los pedidos de que necesitaba tiempo para salir de la crisis. “Con la 'caridad limosnera' o 'ayuda social' no se cumple con la justicia social. El primer derecho de un hombre o de una mujer es el trabajo dignamente remunerado. Van a ser 26 años que vengo escuchando la promesa de que, una vez arregladas las grandes finanzas y pagadas las deudas del Estado se va a encarar la solución del problema social en forma digna. Se lo oí al ministro Martínez de Hoz en noviembre de 1976, en al aula episcopal pidiendo paciencia a los obispos. Y ahora se escucha de Ud. y colaboradores que se tenga paciencia".

El obispo se destacó durante toda su trayectoria por su compromiso social y por su tarea en defensa de los derechos humanos, aun cuando esto lo llevó a enfrentarse con muchos de los miembros de la jerarquía católica argentina. En 1995, cuando tenía 72 años de edad y todavía le faltaban tres para llegar al límite establecido por la Iglesia para abandonar el gobierno pastoral de una diócesis, renunció a su cargo. Desde su retiro se dedicaba a la formación del laicado, en la ciudad de Azul.





viernes, 9 de marzo de 2018

Murió Luciano Benjamin Menéndez. "Señor de la vida y de la muerte"... @dealgunamanera...

Entre 1976 y 1983 fue "señor de la vida y de la muerte" en todas las provincias...

El "señor de la vida y de la muerte" recibió en vida la justicia de los hombres y ahora le toca enfrentar la otra justicia.

Murió en el Hospital Militar de Córdoba, cumpliendo con sus condenas, Luciano Benjamín Menéndez.

El represor de la dictadura y genocida condenado Luciano Benjamin Menéndez, quien fuera jefe del III Cuerpo de Ejército en el ciclo más sangriento del terrorismo de Estado, falleció hoy a los 90 años en Hospital Militar de Córdoba. Menéndez permanecía internado desde el 7 de febrero último por afecciones coronarias y biliares que se habían agudizado en momentos en que afrontaba un nuevo juicio por crímenes de lesa humanidad, informó una fuente judicial a Télam. Según los fundamentos de sus condenas judiciales, Menéndez fue el principal responsable del "plan sistemático y generalizado de exterminio de la oposición política" aplicado durante la última dictadura cívico y militar en Córdoba y otras nueve provincias del NOA.

© Publicado el martes 27/02/2018 por la Agencia Nacional de Noticias Telam

En su carácter de jefe del III Cuerpo de Ejército y de la llamada Área 311, que abarcaba diez provincias, Menéndez impartía órdenes e instrucciones de tortura y muerte, supervisaba resultados e incluso generaba las condiciones para que fueran eliminadas las pruebas de los crímenes, en eso que algunos denominaron "plan sistemático de impunidad". "Esas maniobras le permitieron ser el dueño absoluto de la disponibilidad de personas”, definieron los jueces en sus fallos sobre el accionar del extinto genocida.

En 2008, Menéndez comenzó a ser juzgado en Córdoba y luego en distintos puntos del país por los delitos privación ilegítima de la libertad, imposición de tormentos agravados, tormentos seguidos de muerte, homicidio calificado y tentativa de homicidio calificado, entre otras acusaciones.

Hasta el momento había recibido 15 condenas, 12 de ellas a prisión perpetua, y en Córdoba afrontaba un nuevo proceso de enjuiciamiento que había comenzado el 21 de noviembre del año pasado, y que hoy transita la última etapa de recepción de pruebas testimoniales.

Había nacido el 19 de junio de 1927 en San Martín (Provincia de Buenos Aires) y actualmente residía en el Barrio Bajo Palermo de la ciudad de Córdoba.

Las condenas

El ex "señor de la vida y de la muerte" en el los CCD cordobeses "La Perla" y "La Ribera" fue uno de los genocidas no beneficiados por la ley de Obediencia Debida, dictada en 1987. Acumuló 13 condenas perpetuas y estaba implicado en unas 800 causas por crímenes cometidos durante el terrorismo de Estado.

En 1988 fue procesado por 47 casos de homicidio, 76 de tormentos, cuatro de ellos seguidos de muerte y cuatro sustracciones de menores, pero la Corte Suprema lo desprocesó por la ley de Punto Final.

En 1990 recibió el indulto del entonces presidente Carlos Menem y ocho años después, al reabrirse una causa por 30 fusilamientos y asesinatos de presos políticos cometidos en 1976, estuvo detenido algunos días por negarse a declarar, aunque pronto recuperó la libertad.

Las siguientes son las sentencias que recibió el multicondenado represor, fallecido esta mañana en la provincia de Córdoba:

1.- La primera prisión perpetua fue dictada en Córdoba el 24 de julio de 2008, por los secuestros, torturas y asesinatos de miembros del Partido Revolucionario de los Trabajadores abatidos en un operativo montado por el Tercer Cuerpo en diciembre de 1977.

2.- Un mes después, en agosto de 2008, la Justicia lo condenó a prisión perpetua en Tucumán, junto a Antonio Domingo Bussi, por la desaparición del ex senador provincial justicialista Guillermo Vargas Aignasse, perpetrada el 24 de marzo de 1976.

3.- Recibió la tercera condena a prisión perpetua a fines de 2009, también en Córdoba, por el secuestro, tortura y asesinato del comisario Ricardo Albareda y los secuestros de otros perseguidos políticos.

4.- El 18 de mayo de 2010, un tribunal de Tucumán volvió a condenarlo a prisión perpetua, por los padecimientos de 22 personas en el centro clandestino de detención que funcionó en la ex Jefatura de Policía de la capital provincial.

5.- En diciembre del mismo año, la Justicia lo condenó a prisión perpetua por los homicidios de 31 presos políticos alojados en la Unidad Penitenciaria San Martín de la ciudad de Córdoba, cometidos en 1976 bajo el paraguas de la llamada "Ley de Fugas", entre otros crímenes.

6.- El 23 de marzo de 2011 recibió una nueva sentencia a prisión perpetua en Tucumán, por homicidios y otros delitos en la causa "Romero Niklison", en la que se investigaban los asesinatos de cinco militantes montoneros.

7.- En diciembre de ese año, en Salta, fue condenado a reclusión perpetua como coautor mediato doblemente calificado del homicidio de 11 presos políticos fusilados en esa provincia en 1976 en la causa conocida como "Palomitas II".

8.- En 2012, la justicia en La Rioja impuso a Menéndez la pena de prisión perpetua en cárcel común por los homicidios de los curas Carlos Murias y Gabriel Longueville, conocidos como los "Mártires de Chamical".

9.- En 2013, fue condenado otra vez en La Rioja a 20 años de prisión por los delitos de privación ilegítima de la libertad y aplicación de tormentos cometidos en 1977, cuando un grupo de docentes y agricultores fue detenido ilegalmente y torturado por integrantes de Gendarmería.

10.- A fines de 2013, la Justicia en Tucumán lo condenó a 12 años de prisión por la privación ilegítima de la libertad de Rita Ariza de Toledo y de su yerno Jorge Ygel, en noviembre de 1977.

11.- El 4 de julio de 2014, en La Rioja, fue una vez más condenado a prisión perpetua en cárcel común por el asesinato del obispo Enrique Angelelli, cometido el 4 de agosto de 1976.

12.- El 1 de junio de 2015, el Tribunal Oral Federal de Córdoba le dictó prisión perpetua por delitos que tuvieron como víctimas a tres estudiantes con militancia en la Juventud Universitaria Peronista, en junio de 1976.

13.- El 30 de marzo de 2016, el Tribunal Oral Federal de San Luis lo condenó a prisión perpetua por secuestros, torturas y 11 homicidios, en la denominada "Causa 2470".

14.- El 29 de abril de 2016, en La Rioja, fue nuevamente condenado a prisión perpetua, como principal responsable del homicidio de Adán Díaz Romero e imposición de torturas.

15.- En el juicio por la megacausa La Perla, el centro clandestino más grande del interior del país, el Tribunal Oral Federal 1 de Córdoba le dictó la pena de prisión perpetua, por hallarlo responsable de los delitos de "privación ilegítima de la libertad agravado por tratarse de un funcionario público, tormentos seguidos de muerte, homicidio doblemente calificado por alevosía, ensañamiento con tormentos agravados, desaparición forzada de un menor, allanamiento ilegal y usurpación".



sábado, 13 de agosto de 2016

Recordando a Enrique Angelelli... @dealgunamanera...

Recordando a Enrique Angelelli, su carrera santísima truncada y la bendición fatal de Kissinger


Los responsables de su muerte fueron de un régimen cuya "guerra" sucia había obtenido solo dos meses antes, en junio, bendición por el entonces Secretario de Estado Henry Kissinger. Dio como resultado un rosario infernal de secuestros secretos, tortura y asesinato de más de 20.000 personas, Incluyó en su red tanto guerrillas de izquierda, como disidentes no violentos, e incluso muchos ciudadanos no involucrados pero asimismo atrapados por el terror estatal.

© Escrito por  el jueves 04/08/2016 y publicado por Tribuna de Periodistas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La causa de canonización de Angelelli, titulado un Siervo de Dios, fue inaugurado en 2015, sólo un año después de que dos oficiales militares de alto rango recibieron sentencias de cadena perpetua por su muerte. Dedicado a servir a los más necesitados, y armado con el lema "Con un oído puesto que el Evangelio y otro en el pueblo", Angelelli había provocado el odio de los privilegiados, quienes lo acusaron de ser un "comunista." (Eso mientras el Partido Comunista Argentina y sus manipuladores en Moscú promovieron en silencio pactos económicos con los supuestamente anticomunistas "guerreros" sucios, mientras que los guardianes de la historia oficial afirmaron que su represión ilegal fue la "primera batalla de la Tercera Guerra Mundial”.)

Irónicamente, el 40 aniversario llega justo después de las convenciones de los partidos mayoritarios en los Estados Unidos, que canonizaron dos candidatos presidenciales notable tanto por sus elogios a Kissinger como sus esfuerzos para buscar su aprobación.

Vale también notar que la oportunidad de celebrar la vida y obra de Angelelli viene sólo cuatro meses después de que el presidente Barack Obama viajó a Buenos Aires con motivo de marcar del 40 aniversario del golpe militar.

Mientras estuvo en Argentina, Obama —tal vez reflejando el debate dentro de su propio Partido Democráta sobre el apoyo de Kissinger a los graves violadores de los derechos humanos en America Latina y en otras partes del planeta— optó por centrarse solamente en el trabajo valiente llevado a cabo por Patricia Derian, la cruzada abanderada de los derechos humanos de Jimmy Carter, y su pequeño equipo en el Departamento de Estado durante aquella revolución en Washington.

Quedó como pregunta sin contestar si la promesa solemne hecha por el presidente Número 44 en la historia EEUU —para desclasificar documentos claves de Estados Unidos de la época para comprender mejor lo que realmente pasó durante el régimen de generales asesinos y sus secuaces neonazis— en efecto sería honrado por cada uno de sus probables sucesores en la Casa Blanca.

La importancia universal de la historia de Angelelli, el rol de Kissinger, y lo que sucedió en lo que solía ser llamado el país de América Latina "más desarrollado", tal vez se puede entender mejor con el dictamen de autor y crítico social norteamericano James Baldwin.

Los niños, escribió, “nunca han sido buenos para escuchar a los ancianos, pero nunca han dejado de imitarlos."

Dicho sea de paso, centenares de niños, también, fueron y son víctimas de aquella represión ilegal.

Angelelli nació en Córdoba en 1923. Sus padres eran inmigrantes italianos, que juntos con muchos otros inmigrantes italianos y distintas comunidades étnicas trabajaban la tierra. Después de entrar en el seminario a los 15 años, fue enviado a estudiar a Roma para después de regresar a Córdoba como un cura. Asignado varios papeles como un joven sacerdote, era a la vez pastor para el Movimiento Católica de Juventudes y visitó y ministró a los residentes en las villas miserias, lo que sería una parte fundamental del trabajo de su vida.

En 1960 Angelelli fue nombrado obispo auxiliar de Córdoba por el Papa Juan XXIII, sólo para ser eliminado de esa posición por involucrarse en una disputa sindical en nombre de los trabajadores. Después del Concilio Vaticano II —sus creencias y sus acciones fueron consideradas como de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia— fue una vez más nombrado obispo auxiliar. Más tarde, después de convertirse en obispo de La Rioja en 1968, Angelelli continuó hablando en contra de los anillos juego y la prostitución dirigidos por los ricos y se mantuvo firme en el lado de los trabajadores y agricultores.

En 1973, con el retorno del exilio del hombre fuerte populista Juan Perón y su aplastante victoria en las elecciones presidenciales, Angelelli compartió momentáneamente la esperanza del pueblo en su conjunto. Sin embargo, cualquier idea de paraíso en la tierra para el “pueblo peronista” fue de corta duración.

Barridos en el faldones de Perón, como candidato Carlos Menem se había comprometido en las elecciones a entregar tierra sin usar a los trabajadores agrícolas locales.

Sin embargo, los del rico clan Menem pronto lanzaron un contraataque, un esfuerzo sostenido para hostigar a Angeletti y su preferencia —uno apoyado por el Vaticano— para los pobres; fue una hostilidad que duró hasta la propia muerte de Angelelli. Bien conectados, los lazos familiares de los Menem incluyen grupos peronistas de extrema derecha, los que estaban, como se confirmó años más tarde, vinculados a escuadrones de la muerte ultraderechistas.

Aun antes del golpe de 1976, los grupos paramilitares neo-fascistas muchas veces trabajando de la mano con las fuerzas armadas hicieron la Iglesia un blanco prioritario. Sacerdotes y laicos que trabajan en los barrios pobres para educar y evangelizar a los pobres empezaron a desaparecer, absorbidos por la red terrorista del Estado.

Ya en 1974 el recrudecimiento de la crisis social y política incluía un alud de asesinatos, atentados y ataques a los dirigentes y organizaciones populares. Fue en septiembre de ese año que Angelelli viaja a Roma en visita "ad limina", donde le sugirieron que no regresara porque su nombre figuraba en la lista de amenazados por la Alianza Anticomunista Argentina. Sin embargo, su Obispo volvió a La Rioja, planteando asimismo los ejes de trabajo para 1975: "Caminar con y desde el pueblo, seguir actuando el Concilio y continuar la promoción integral de los riojanos".

Enfurecidos, los terratenientes llamaron “Satanella” al Obispo y empezaron a organizar un ataque más directo. Luego del golpe de Estado, mientras los militares incrementaron el control y seguimiento a los miembros de la Iglesia, haciéndolos un “blanco prioritario” de la represión, Angelelli  una y otra vez levantó su voz para denunciar las violaciones a los derechos humanos, haciendo conocer al Episcopado la persecución de que era objeto la iglesia riojana. Sus gestiones ante las autoridades militares incluía al Comandante del III Cuerpo de Ejército, Luciano B. Menéndez (años más tarde uno de los convictos por su asesinado), quien amenazó. "El que se tiene que cuidar es usted".

Frente el terror Angelelli aconsejó a sacerdotes, religiosos y laicos abandonar la Diócesis para protegerlos, pero el mismo no aceptó la invitación de Obispos latinoamericanos para un encuentro en Quito, Ecuador, mientras que confesó a sus familiares atemorizados para el: "Tengo miedo, pero no se puede esconder el Evangelio debajo de la cama".

La represión se mostró implacable, el eje las oligarquías locales y los militares en Buenos Aires. En Capital Federal, a principios de julio, asesinaron a los sacerdotes palotinos. En La Rioja, los padres Eduardo Ruíz, de Olta y  Gervasio Mecca, de Aimogasta, fueron detenidos. El 18 de julio los padres Gabriel Longueville (un ciudadano frances) y Carlos Murias, de Chamical, fueron secuestrados, torturados y asesinados. Ocho dias mas tarde un grupo de encapuchados buscando a un sacerdote en Sañogasta, al que Angelelli había aconsejado antes abandonar la zona, ametrallaron en la puerta de su casa al laico campesino Wenceslao Pedernera.

Unos días antes de su muerte, en una reunión con sacerdotes y monjas, Angelelli preanunció su muerte, contándoles: “Ahora vienen por mí”.

El noche de 3 de agosto Angelelli no habia vuelto todavía a La Rioja. Prefirió quedarse en Chamical en busca de indicios del crimen, que prometió revelar “si es necesario desde el púlpito de la Catedra de La Rioja.”

Al día siguiente, menos que dos meses después de la luz verde de Kissinger, Angelelli, junto al padre Arturo Pinto, retornaba a la Capital riojana. A la altura de Punta de los Llanos su camioneta fue embestida por un auto Peugeot 504, que le provocó el vuelco. El cuerpo del Angelelli fue sacado y su nuca golpeada contra el asfalto, quedando su figura extendida con los brazos abiertos sobre la ruta. A pesar del denso clima de intimidación, 6.000 personas apesadumbradas se hicieron presente en el funeral de Angelelli para escuchar al arzobispo Vicente Zaspe recorder que “El Pelado” con frecuencia le había confiado: “Estoy dispuesto a morir, si mi muerte lleva la reconciliación a La Rioja”. En Buenos Aires, un portafolio con documentación que Angelelli se había llevado consigo apareció en el despacho del entonces ministro del Interior, General Albano Harguindeguy.

Por años, los militares intentaron ocultar la causa del crimen, explicándolo como un "accidente automovilístico”. Sin embargo, la investigación judicial iniciada y enseguida archivada, en 1983 se reabrió con el retorno de la democracia con la asunción de Alfonsín. En 1986, el juez Aldo F. Morales dictaminó que la muerte de Mons. Angelelli fue un "homicidio fríamente premeditado", debiéndose identificar los autores.  Sin embargo, fue solamente en 2014, que una Corte halló que tanto el ex-general Menéndez como otro militar fueron culpables.

El legado de Angelelli estaba en marcado contraste con la creada mundialmente por Kissinger; lo que Patt Derian me dijo que era "las huellas de Kissinger en una gran cantidad de países." No sólo había el derrocamiento de un gobierno de izquierda, pero democráticamente elegido, en Chile por el aliado preferido por Kissinger —Augusto Pinochet— hundiendo una de las democracias más antiguas del hemisferio en el terror; el único error a la chilena, dijeron en privado sus contrapartidos guerrilleros sucios argentinos, fue que el autoproclamado "Capitán General" había arriesgado matar también públicamente su oposición política y social.

El legado de Kissinger incluye la venta de nuestros aliados kurdos al Shah de Irán; dando a los generales de Indonesia "luz verde" para invadir Timor Oriental, donde asesinaron a decenas de miles de personas, y instando el presidente Richard Nixon que ayudar a los judíos soviéticos emigrar para escapar de la opresión de un gobierno totalitario "no era un objetivo de la política exterior de Estados Unidos". La lista sigue...

Tratando de contener la sangre, el Presidente Carter y Patt Derian habían puesto el régimen de Argentina en la parte superior de su lista de violadores mundiales de los derechos humanos. Mientras tanto, Kissinger volvió a la Argentina en 1978 como "invitado de honor" de los generales en los partidos de fútbol de la Copa Mundial, algunos de ellos no muy lejos de campos de la muerte donde sufrieron sin piedad los desaparecidos.

En aquel momento, un católico apóstata, la primera vez que realmente me di cuenta de la importancia de la vida y el martirio del Angelelli fue en conversaciones con Penny Lernoux, la legendaria reportera corresponsal del National Catholic Reporter, que no muy antes había escrito su libro seminal, El Clamor del Pueblo (Cry of the People, Doubleday, 1980).

A principios de 1986, cuando el muy amado Senador Edward M. Kennedy se preparó para visitar la Argentina del héroe de los derechos humanos Raúl Alfonsín, su staff buscó un lugar especial en honor a las víctimas del holocausto local, un país que tenía el honor de ser el primero que juzgaba sus propios militares, quienes tenían cientos de campos de concentración clandestinos y una propaganda hecha por admiradores de Goebbels. Por mi recomendación, Kennedy viajó a La Rioja para dar gracias a Angelelli y su obra (evento que fue el motivo de su visita allí, aunque fuera por desgracia pirateada por un Carlos Menem todavía presentado como una "reformista" peronista).

Más tarde, dediqué mi primer libro, Dossier Secreto; Desaparecidos de la Argentina y el mito de la "guerra" sucia (Westview 1993) a Angelelli y otros dos católicos, el decano de derechos humanos en Buenos Aires Emilio Mignone, y Patricia Derian (esta última, como yo en ese entonces, una apóstata). La parte de "La Iglesia de los Pobres", capítulo en que se centraba en la vida de Angelelli tenía el título "El martirio de un obispo".

Al asumir el cargo en 1983, después de tratar de dominar a los militares a través del estado de derecho, Alfonsín se encontró que no podía hacer lo mismo cuando se trata de endeudamiento bruto del país otrora próspera a bancos de Estados Unidos de que el régimen de estado policial había legado a las que una vez había gobernado con mano de hierro.

Cuando Alfonsín buscó la ayuda financiera y la comprensión en Occidente, el hecho de que uno de esos bancos —el Chase Manhattan— fuera dirigido por los Rockefeller, ellos los antiguos patrones de Kissinger —fue rara vez que eso se mencionaba en la prensa estadounidense—, no tuvo suerte. Mientras tanto, Kissinger Associates tenía la tarea, como uno de sus ejecutivos subrayó con satisfacción, de señalar "conflictos reales o potenciales que existen entre los países deudores, o para hacer inventarlos en caso de que no existan."

Volvió Kissinger a la Argentina como "invitado de honor" con la asunción del corrupto Carlos Menem en 1989, quien perdonó rápidamente a aquellos gobernantes de la guerra sucia, condenados y encarcelados luego de una suerte de mini-Nuremberg durante el gobierno de Alfonsín.

Cabe notar que Menem repitió —tanto en privado como en público— que el ex jefe de la Policía Federal Argentina Alberto Villar, uno de los organizadores de la Triple A, fue un ejemplo que su gobierno quería seguir.

El 24 de junio 1994, advertí en el Washington Times que en el gobierno de Carlos Menem —cliente de Henry Kissinger y el puente del Departamento de Estado a la dictadura siria atroz que protegía a los criminales de guerra de la era nazi— Argentina se había convertido en "una estación de paso para el terroristas del Oriente Medio y traficantes de armas y un punto de tránsito cada vez mayor para el envío de narcóticos a los Estados Unidos y Europa".

El 18 de julio la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA ) fue volada matando al menos a 85 personas inocentes e hiriendo a cientos más en el ataque grave de la historia terrorista contra judíos fuera de Israel desde el Holocausto.

Dos días más tarde, un editorial del Miami Herald tomó nota de mi advertencia, y agregó: "Una vez arraigadas en el suelo argentino, algunos de ellos han decidido que es más fácil de atacar a Israel en Buenos Aires que en Tel Aviv."

En una columna titulada El obispo Angelelli y el papa Francisco, publicada en La Razón, Xavier Albó notó:

El 4 de agosto de 2006, al recordarse los 30 años de su asesinato, se hicieron diversas celebraciones en la zona. El entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, estuvo allí. En este caso concreto, Bergoglio, ya papa Francisco, ha jugado un rol muy oportuno. Sacó a la luz documentos antes secretos, que envió enseguida a la Argentina y aceleraron la condena a cadena perpetua de los dos altos mandos militares más directamente implicados: el exgeneral Luciano Benjamín Menéndez y el excomodoro Luis Fernando Estrella.

“El Papa conoció a Monseñor Angelelli”, explicaba el actual obispo de La Rioja, Marcelo Colombo, “como provincial jesuita durante esos años visitó la diócesis donde trabajaban algunos sacerdotes de su orden, algunos de los cuales incluso habían sufrido la persecución y la cárcel en esos días”.

Hace 10 años, con el cumplimiento de los 30 años del asesinato de Angelelli, rumbo a la beatificación, “Bergoglio manifestó en una homilía en la catedral de La Rioja que el fallecido obispo ‘recibía pedradas por predicar el Evangelio y derramó su sangre por ello’.”


domingo, 12 de octubre de 2014

Garche… De Alguna Manera...


Garche…


La escena transcurre en el centro comunitario evangélico del barrio 17 de Octubre, en las afueras de Salta capital. Un cura barbado y casi cincuentón les pide a sus vulnerables oyentes: “Cuando oren, acuérdense de Cristina”.

El relato forma parte de una de esas crónicas periodísticas imperdibles, que firma Gabriel Sued en La Nación del domingo 5 de octubre (“Juan Carlos Molina: con la fe kirchnerista y la palabra de Dios”). Le dicen “cura”, “Juan Carlos”, “secretario”, “Molina”, “padre” o un porteño “Juanca”. A Molina lo hizo funcionario la presidenta Cristina Kirchner nombrándolo jefe de la Sedronar, la burocracia teóricamente antidrogas, hace diez meses. No se angustia por el mix de funcionarios, roles y sentido de pertenencia, columpiándose entre su condición sacerdotal y su crudo alineamiento político.

Aunque no puede celebrar sacramentos en público, sigue siendo un clérigo de la Iglesia, formalmente al margen de las prácticas religiosas convencionales, mientras se entrega de cuerpo y alma a su militancia en el Estado, para lo cual digiere sin tribulaciones un encuadramiento explícito: él trabaja con los (ex) “chicos” de La Cámpora.

Pero éstos no son los hallazgos más asombrosos de Sued, quien califica a Molina de “un bicho raro, de 47 años, que camina sin pausa el territorio, llevando la palabra de Dios y las políticas de Cristina”. El perfil muestra en acción a un hombre en cuya práctica personal se encarna la a menudo denunciada “crisis de valores”. El resume el cambio de paradigmas, esa nueva música que suena en el país, simbolizada en la partitura supuestamente transgresora cuyas notas toca con fidelidad este cura/funcionario/activista.

¿Provocador incontinente? ¿Inventor de ruidos reñidos con los cambios reales? La Iglesia ha tenido en la Argentina pastores colosales, que jamás confundieron lo epidérmico con lo sustancial. Pienso en obispos como Angelelli, Novak, Hesayne, Laguna, para citar a algunos inolvidables. Este Molina pertenece a otra raigambre, y por eso Sued lo delinea bien como “bocón, políticamente incorrecto y enemigo de la solemnidad”.

¿Políticamente incorrecto? No lo creo; su aparente incorrección es un rictus forzado de otredad. Hacerse el diferente no es lo mismo que serlo. Molina, por de pronto, es muy moderno: se tatúa la piel. Bajo su antebrazo derecho se inscribió en latín Tibi dabo ab imo pectore (“Te doy desde lo más profundo del corazón”). En la espalda, debajo del cuello, se hizo perforar con tinta “En el nombre de Jesús”.

Gestos tinellescos y esencialmente sospechosos de frivolidad; ¿se tatuó para no olvidarse de su juramento sacerdotal? Extraño. Es cierto que Cristina le colgó una pesada mochila a Molina, porque la Sedronar de la era kirchnerista tuvo como jefe entre 2004 y 2011 a José Granero, finalmente procesado por tráfico de efedrina, con la que se confeccionan las drogas sintéticas. A Molina le toca reescribir la historia, por eso es tan efectista y adicto a las puestas en escena coloridas. 

Lo hizo cuando se declaró a favor de una descriminalización a libro cerrado del consumo de drogas. En pocas horas salieron a cruzarlo todos los curas que batallan contra el paco en la zona metropolitana. “¿Cómo decodifican los chicos de nuestros barrios la afirmación de que es legal la tenencia y el consumo personal? Nos parece que, al no haber una política de educación y prevención de adicciones intensa, reiterativa y operativa, se aumenta la posibilidad de inducir al consumo de sustancias que dañan a las personas. (…) Desde nuestra mirada, las drogas no dan libertad sino que esclavizan.

La despenalización, a nuestro parecer, influiría hoy en el imaginario social instalando la idea de que las drogas no hacen tanto daño”. Firmaban la desautorización 19 curas: Lorenzo de Vedia, Carlos Olivero, Juan Isasmendi, Guillermo Torre, Martín Carrozza, Eduardo Drabble, Gustavo Carrara, Hernán Morelli, Nicolás Angellotti, Pedro Bayá Casal, Gastón Colombres, Franco Punturo, Sebastián Risso, Sebastián Sury, Damián Reynoso, José María “Pepe” Di Paola, Basilicio Brites, Jorge García Cuerva y Juan Manuel Ortiz de Rozas. ¿La respuesta del militante cristinista a los curas de práctica diaria? “Me sacaron de contexto”.

“Me siento Susana Giménez”, les confiesa a sus diez funcionarios, que lo siguen como comitiva, todos menores de 35 años. La mayoría viene del ministerio de Alicia Kirchner, de quien Molina fue asesor. “No tengo filtro, me desgasta tener filtro”, se ufana, pero este cura Molina es un hombre de extrema confianza de la Presidenta. “Hablamos mucho”, dice él. Nació en Chillar, en la provincia de Buenos Aires, desde donde sus padres emigraron (justamente) a Río Gallegos. ¿Y por qué quiso ser cura?, le pregunta Sued. “Me enamoré profundamente de Jesús. Me di cuenta de que no era un touch and go, un garche”.

Molina cuestionaba a Jorge Bergoglio cuando era obispo de Buenos Aires y cabeza del Episcopado. Hasta que el jesuita se convirtió en el papa Francisco. Lo citó en febrero en Santa Marta y todo cambió; desde ese día todo fue Francisco Conducción. Más señales de seudoimpostura arrabalera: “Yo había escuchado los rumores de que (Cristina) me quería para la Sedronar y le iba a contestar que no, pero me cagó (sic). Tiene esa capacidad de descolocarte”. Al igual que sus camaradas de ruta, no oculta su objetivo y lo proclama en público: “Tenemos que elegir a un buen custodio del proyecto y en 2019 tiene que volver Cristina”.

Tatuado, desconfiado de los “garches” y convencido de que ella lo cagó, el lenguaje y los dispositivos del funcionario son una radiografía de alta definición del curso de los acontecimientos en una Argentina que sigue “ampliando garantías” y perorando sobre la mayor inclusión de “todos y todas”. No es un garche, es algo mucho más sombrío, que nada tiene de agradable.

© Escrito por Pepe Eliaschev el Sábado 11/10/2014 7 publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.