Mostrando las entradas con la etiqueta Emilio Monzó. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Emilio Monzó. Mostrar todas las entradas

domingo, 10 de diciembre de 2023

Nueva Etapa. Comienza un camino incierto...

Comienza un camino incierto...

Gótico vernáculo. Dibujo: Pablo Temes.

Será muy difícil 2024. Pero después de veinte años de kirchnerismo, el país merece una nueva oportunidad.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 10/12/2023 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Finalmente –y por fortuna– el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner terminó. Esa es una muy buena noticia. El daño que la dupla de los Fernández le ha hecho al país es inconmensurable. Sus efectos y consecuencias se sentirán por años. 


El discurso de despedida del Presidente fue, sencillamente, patético. El mensaje subyacente a lo largo de los interminables minutos que duró su insoportable perorata fue el de presentarse como víctima. En lo que ha sido una cantilena repetida durante todo su mandato, su fracaso fue producto de causas ajenas, comenzando por el gobierno de 
Mauricio Macri
, siguiendo por el Fondo Monetario Internacional, la pandemia de coronavirus, la guerra en Ucrania y la sequía. La asunción de responsabilidades por el fiasco rotundo de su gobierno fue tenue. AF pretendió presentarse como un hombre bueno y lleno de intenciones nobles a quien el destino y la suerte no lo acompañaron. Por supuesto que nada de eso es verdad. He ahí el caso de los países de la región, que también sufrieron sequías severas y no padecen la crisis económica de la Argentina, y ninguno de ellos ha padecido ningún efecto colateral causado por la guerra en Ucrania.

El discurso de despedida de Alberto Fernández fue sencillamente patético.

En los cuatro años de este gobierno aumentaron los índices de inflación y de pobreza, la educación empeoró, la inseguridad creció, la corrupción continuó y a todo esto hay que sumarle la situación desesperante vinculada a la subocupación. El presidente  que se va habló de la creación de puestos de trabajo, lo que no dijo fue que, en muchísimos casos, los salarios para la gente que tiene un trabajo formal –en blanco– los condena a vivir bajo la línea de pobreza. Vale decir que un trabajo ya no alcanza para vivir dignamente, y eso se ha transformado en uno de los grandes problemas que dejó el gobierno saliente. 

La lista no se agota allí. La Cámpora copó las cajas del poder –Anses, PAMI, Aerolíneas Argentinas, YPF–, las reservas del banco Central se esfumaron, la salud pública continuó su imparable deterioro, se reabrieron ramales ferroviarios con trenes que cubren trayectos a velocidades del siglo XIX, los jubilados siguieron cobrando haberes miserables, mientras que a 
CFK le convalidaron el cobro de una jubilación privilegiada varias veces millonaria. 

A esta serie de hechos escandalosos hay que agregarle el de la decisión de no comprar las vacunas contra el Covid 19 de Pfizer –que fueron las primeras que autorizó el Anmat– por razones que resultaron ser falaces que –hay que recordar– fueron desde la pretensión por parte del laboratorio de quedarse con prácticamente medio país, hecho que significó la muerte de decenas de miles de personas. 

La inmoralidad de Alberto Fernández no tiene límites. La vergüenza la perdió hace rato. 

Así las cosas, a 
Javier Milei le tocará asumir en medio de una crisis sin precedentes. La forma en que logre explicar de manera clara para la mayoría la herencia recibida determinará en gran medida la suerte del inicio de su mandato. Milei es un hombre inteligente que ha demostrado saber plantarse ante los excesos de quienes quisieron abusar de su debilidad territorial y legislativa. Hubo puertas adentro de La Libertad Avanza discusiones acaloradas por los nombramientos y las presiones para ceder cargos a supuestos aliados. Un hombre que conoce la génesis de esas internas lo describió así: “Están todos operando de una manera asquerosa. Interna y externamente. Cada vez que Javier hizo público un nombre para tal o cual cargo, tenías a la gente de Marra –por Ramiro– levantando el teléfono para bajar o subir al candidato. Lo mismo ocurrió con el PRO y, especialmente, con Mauricio Macri. El nivel de presión para colocar gente dentro del Gobierno fue y es insoportable”, cerró la fuente que integra los equipos técnicos del gobierno electo. 

El presidente libertario construyó su propia fortaleza. Supo desde el comienzo que no le sería tan rentable cerrar filas con el ala dura del PRO, porque, en última instancia, contaría con su apoyo natural por cercanía ideológica y pragmática. De ahí que se concentró en tender puentes sólidos con figuras del peronismo como Florencio Randazzo y el cordobés Juan Schiaretti. El límite es el kirchnerismo que, por otra parte, se ha esforzado en hacerle la vida imposible desde los pequeños gestos como bloquearle las autoridades del Senado hasta las amenazas de sectores marginales del gremialismo K y las organizaciones sociales. Es inaceptable que alguien crea que tiene el poder de salir a disputar en “la calle” la legitimidad de un gobierno elegido por el pueblo. La concepción fuertemente antidemocrática del kirchnerismo es un lastre que tendrá consecuencias en la vida institucional del país que viene.  


La reconfiguración del poder en la oposición es una discusión que apenas comienza.

La reconfiguración del poder dentro de la oposición es también una discusión que apenas comienza. La implosión de No tan Juntos por el Cambio ha dejado heridos en todas sus filas. Los 92 diputados con los que cuenta en la Cámara baja y los 24 senadores de la Cámara alta son a todas luces testimoniales. Miguel Ángel Pichetto, Emilio Monzó y Ricardo López Murphy ya avisaron que conformarán un bloque propio en Diputados. Tampoco es seguro que los radicales de Evolución o la línea que responde al gobernador Gerardo Morales voten acompañando la bancada. La reconfiguración es total y obligará a los alfiles de La Libertad Avanza a negociar punto por punto de cada ley con un bloque fragmentado. De ahí que cobra aún más valor el acercamiento de Milei a los sectores más potables del peronismo. 

La Argentina inicia un camino incierto; 2024 será un año muy difícil. Queda en el sentir de los ciudadanos sostener con un voto de confianza los tiempos que vendrán. Luego de veinte años de kirchnerismo, el país merece una nueva oportunidad.



   

domingo, 12 de septiembre de 2021

Balance Pre Paso. Campaña de la nada... @dealgunamaneraok...

 Balance Pre Paso. Campaña de la nada...


Votante indeciso. Dibujo: Pablo Temes

Fue un desierto. Era una ilusión vana esperar algo novedoso de los veteranos de la política.


© Escrito por Nelson Castro el sábado 11/09/2012 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.

Ha sido la campaña de la nada. Para que se entienda bien: la nada es la falta de proyectos que tengan carácter de verosimilitud. Decir que hay que mejorar la educación, defender la salud pública, combatir la inseguridad, acabar con los planes sociales y generar trabajo son obviedades de las que ni el mismo Perogrullo podría ufanarse. Lo que resulta trascendental y hace falta es decir qué se piensa hacer para lograr esos objetivos. Y ahí entramos en el desierto. Difícil encontrar un oasis. Era propio de una ilusión vana esperar algo novedoso de los veteranos de la política. La esperanza la representaban los recién arribados. Defraudaron. Usaron las mismas chicanas que les criticaban a sus adversarios internos y externos. Es verdad que hubo algunos –y algunas– que quisieron debatir, invitación que sus rivales no aceptaron. Fue lo único.   

En medio de tanto vacío, el cierre de una campaña con escasez de ideas dejó algunas pinceladas de color que ayudan a entender el entramado de relaciones, acuerdos –y desacuerdos– que pululan en el corazón de cada uno de los dos principales frentes electorales que se disputan el poder en el proceso proselitista que culminará en noviembre próximo. 

Los discursos del oficialismo –con el de Cristina Fernández de Kirchner a la cabeza– sonaron deslucidos y lejos de todo triunfalismo. Cabe destacar que el kirchnerismo nunca ha podido ocultar su ego cuando las cosas le van bien. Nada de eso ocurrió en los actos y las palabras que pasaron de largo como si se tratara de un trámite. “La coalición está en su peor momento ya no solo por los desaires entre albertistas y kirchneristas duros, sino por la pérdida de liderazgo del Presidente entre los propios. Más allá de la pandemia nadie imaginó que llegaríamos a las PASO con la grieta dentro de la propia Casa Rosada” –reconoció un funcionario desencantado. 

En el Patria no ocultan el descontento con la gestión, pero saben que les toca mover a ellos. “No hay que apurarse. Sabemos que es el momento de hacer cambios, pero también sabemos que no podemos salir a inmolarnos para tapar los errores del Presidente. Nuestro proyecto está más allá” –resumen. 

El pálido acto de cierre de campaña en Tecnópolis fue una radiografía de lo que pasa en el Frente de Todos contra Todos. No solo se refrendó ahí la centralidad absoluta de CFK, sino que se hizo visible su desaire hacia Alberto Fernández a quien no le prestó ninguna atención durante su desangelado discurso. Lo que compartieron fue el universo de la mentira. En eso no hay diferencias. Por un lado hablan de la necesidad de crear puestos de trabajo y por el otro no hacen más que desalentar y atacar la actividad empresarial sin las cuales no será posible generar empleo. Hablan de vacunas y se olvidan de la decisión que tomaron contra el laboratorio Pfizer, que pudo haber sido la primera vacuna con la que contara el país y evitar así los miles de casos y muertes que su falta produjo. 

En No Tan Juntos por el Cambio el ánimo varió en los últimos días. “Resolvimos nuestras diferencias de la mejor manera posible. Las PASO van a ser de gran ayuda para terminar de ordenar el juego” –reflexionan. En la provincia de Buenos Aires el cierre de Juntos de la lista que encabeza Diego Santilli fue explosivo y tribunero. Discursos moderados, pero cargados de mensajes hacia adentro y hacia afuera con, al menos, dos presidenciables: Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich. A Mauricio Macri lo mostraron poco. En verdad, varios de los protagonistas de la campaña hubiesen querido que apareciera aún menos. Cada uno midió sus palabras y movió sus fichas como en un ajedrez. Hubo reproches por los cambios de último momento en la lista de oradores que finalmente incluyó a Juan Manuel López, candidato puesto por la Coalición Cívica, con un discurso que no cayó del todo bien por su “triunfalismo desmedido”. 

Sus competidores en las PASO –la lista encabezada por Facundo Manes– calificaron la campaña como “bastante ordenada y previsible”, por eso cuestionaron con dureza los desplantes del neurólogo. “Manes es un tipo muy raro. Es individualista y muy egoísta. Jugó para él, armó sus propios eventos sin abrirle el juego al resto de la lista. Incluso se cortó solo varias veces dejando plantados a sus compañeros. Fue una gran decepción” –aseguró una fuente que participó de la campaña, que concluye: “Todos presentaron quejas contra Manes. Todos. Emilio Monzó está furioso, no lo puede ni ver. No quiere ni hablarle.” 

Una de los hechos notables fue la búsqueda desesperada del voto joven. Es necesario detenerse aquí un momento. El estereotipo de los jóvenes que se exhibió fue penoso y preocupante. Es una caracterización que, salvo excepciones, habla de personas con poca aptitud para el desarrollo del pensamiento y centrada exclusivamente en una visión hedonista de la vida. A los jóvenes se les habla del futuro como algo etéreo que surge como por arte de magia. Es una manera fantástica de no hablar de la realidad. 

El futuro se construye en base al presente. Y este presente, deja a los jóvenes con muy pocas esperanzas de un porvenir mejor. La creciente cantidad de argentinos entre 20 y 30 años que se están yendo del país, lo atestigua.

Los adolescentes que hoy no terminan la escuela secundaria  no tienen ninguna chance de aspirar a trabajos de calidad que les aseguren la posibilidad de salir de la pobreza y la miseria. 

Si la Argentina se transformara por milagro en un imán para la instalación de empresas que dieran pie a la creación de miles y miles de puestos de trabajo, muchos de los jóvenes no podrían ser incorporados por falta de instrucción y formación. 

La campaña ha mostrado que el poder es lo único que interesa para una gran cantidad de dirigentes políticos vernáculos. Por lo tanto, cualquier método es válido para ganar un voto. 

Todo esto no ha hecho más que generar el desencanto, el escepticismo y el enojo de miles de ciudadanos y ciudadanas que han decidido no votar en los comicios de hoy. 

Triste realidad de un país en el que muchos dieron la vida por asegurar el derecho al sufragio, herramienta fundamental de la democracia.


domingo, 18 de octubre de 2020

IDEA con pocas ideas… @dealgunamanera…

IDEA con pocas ideas… 

Ehhhhhhhh... Dibujo: Pablo Temes.

Alberto Fernández rompió con el legado miope de no asistir al coloquio empresarial. Pero su aporte fue pobre. 

© Escrito por Nelson Castro el sábado 17/10/82020 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 

En el apogeo de su poder, Néstor Kirchner le hizo la cruz al coloquio de IDEA. La memoria nos trae el recuerdo que, en 2005, luego de haber participado de una de sus sesiones, Roberto Lavagna, entonces ministro de Economía, fue eyectado de su poltrona por el ex presidente a causa de esa presencia. Ese reproche fue la excusa que le vino como anillo al dedo al ex presidente, que quería sacarse de encima a Lavagna.

 

Alberto Fernández decidió romper con ese legado miope. Fue un buen gesto político al que lamentablemente le faltaron buenas ideas. En su mensaje, el Presidente puso especial énfasis en la ratificación del apoyo a los hombres de negocios y se esmeró con insistencia en dejar claro que no habrá devaluación ni confiscación de depósitos en dólares. La reacción de los empresarios, sin embargo, fue tibia. La credibilidad de la palabra del Presidente cae días tras día, señal de la crisis de confianza que genera un gobierno bifronte.

 

Un consultor que mantiene contacto fluido con distintos sectores de la economía lo explicó de manera irrefutable: “La devaluación ya se hizo. Los números no mienten”. Es esta una verdad inapelable: la Argentina tiene un dólar oficial a $ 83; un dólar solidario a $ 172; un dólar blue a $ 178; un dólar Agro a $ 51 y ahora un dólar gas –para la energía– a $ 42. “El Gobierno va a hacer lo que hizo siempre: negarlo. Es decir, no convalidar la devaluación en el discurso”, completó el consultor.

 

Los ejemplos son más claros aún: si una empresa tiene que importar un insumo o un repuesto, no puede esperar meses a que le aprueben la operación. Lo que está pasando es que prefieren llamar a su casa matriz en el exterior para que le envíen el repuesto de manera directa y se lo pagan por dólar contado con liquidación a $ 168. El caso de la energía es dramático, agregó otra fuente, que graficó así la situación: “Las energéticas deben invertir con un dólar a $ 150 y por el gas de transferencia a YPF le liquidan el dólar a $ 42. Hay un desdoblamiento de hecho”.  

 

Cristina Kirchner le dijo hace un tiempo a Axel Kicillof: “El que devalúa no gana”, señaló la misma fuente. Pero por más que se apele a la retórica, más temprano que tarde, este desorden y la multiplicidad de tipos de cambio se trasladará a los precios. La emisión sin control es otro de los problemas que enfrenta la actual administración.  El déficit fiscal no da tregua y el Estado se financia a sí mismo. Pero a un ritmo de emisión de 200 mil millones de pesos mensuales no hay economía que aguante.

 

Martín Guzmán tampoco logró generar entusiasmo en su exposición ante los empresarios. “No hubo enojo con el ministro. Lo que hubo fue desconcierto, porque si la única manera de paliar el déficit fiscal es con aumento de impuestos, vamos mal”, señaló Miguel Blanco, ex presidente del Coloquio.  

 

Marchas y contramarchas. A medida que pasan los días, y el dólar aumenta sin que ninguna de las medidas que toma el Gobierno den resultado, las disputas internas se agudizan. Hay algunos que están convencidos de que todo lo que se está haciendo está bien y que lo que hay es un problema con el relato. Otros, en cambio, reconocen una sostenida carencia tanto de la gestión como del relato.  

 

Los rumores de cambios de ministros siguen a la orden del día. Muchos son fogoneados desde el mismo oficialismo.   

 

La organización del acto por el 17 de Octubre mostró fisuras. La CGT –organizadora del acto oficial de manera virtual– viene haciendo lo imposible por mostrar unidad en el peronismo.

 

Lo dijo el propio Héctor Daer el jueves por la noche: “Queremos replicar el acto de La Pampa en forma unida con un volumen político que nos haga recuperar la esperanza”. Para la CGT ese movimiento incluye a CFK, aunque muchos peronistas no están tan seguros de eso. En otros sectores, en tanto, anida la necesidad de “recuperar la calle” luego del “banderazo” del pasado lunes 12 de octubre.

 

La lectura parcial que sobre esa manifestación hizo el Gobierno es inquietante. Apelar al remanido término de “destituyente” para  aplicarlo a los que se oponen al oficialismo habla de una falta de aprendizaje del pasado que no deja de sorprender. Escuchar decir cosas como “a esa gente la tenemos perdida; nunca estarán con nosotros” es lamentable.

 

“El kirchnerismo no tiene un problema con la clase media, lo tiene con todo aquel que piense distinto”, señala un analista que viene siguiendo con detalle la ponderación de la imagen del Presidente, cuya caída se confirma prácticamente en todas las encuestas.


La oposición también salió a la búsqueda de consensos. La unidad es la palabra más repetida en las últimas horas. Todo un indicador que habla a las claras de los problemas internos. La política vernácula es francamente paradojal. Se habla de unidad y lo que se hace, en verdad, es exactamente lo opuesto. Macri aportó lo suyo en la semana que pasó.

 

Fulminó a Rogelio Frigerio y a Emilio Monzó, dos de los integrantes de su gobierno que más hicieron por zanjar la grieta y encarar acciones en pos de lograr acuerdos sin los cuales esa gestión, que no tenía mayoría en la Cámara de Diputados ni en la Cámara de Senadores, no hubiera podido aprobar ni un solo proyecto de ley.

 

Mientras en el universo de la política la vida transcurre por los habituales carriles de la sinuosidad, la vida de la gente lo hace por andariveles más terrenales y dramáticos: se mezclan ahí el cierre de miles de pequeñas empresas y la falta de trabajo, la inflación con su incidencia sobre el precio de los alimentos que como siempre castiga a los más pobres, la inseguridad que cada día nos trae la historia de un asesinato que destruye familias y las deja sin sueños y sin proyectos, el submundo de la anomia que se vive en las tomas de terrenos donde se protege más a los intrusos que a su legales los propietarios, y un largo etcétera de un país que se ha transformado en un verdadero Reino del Revés “donde un ladrón es vigilante y otro es juez”.





lunes, 2 de marzo de 2020

Reforma de la Jubilaciones en la Picota… @dealgunamanera...

 Apunten contra Sergio…

Recibiendo visitas... Sergio Massa. Fotografía: Pablo Temes

Reforma de la Jubilaciones en la Picota. Una semana marcada por la polémica votación legislativa, que dejó mal parado a Scioli y alejó al Gobierno de cualquier acuerdo con opositores.

© Escrito por Nelson Castro el Domingo 1º/02/2020 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.


El pasado que siempre vuelve. El jueves 30 de mayo de 2002 hubo en el Senado de la Nación una dramática sesión, al cabo de la cual se derogó la controvertida Ley de Subversión Económica. La derogación se aprobó luego del voto de desempate del presidente provisional del cuerpo, Carlos Maqueda. La crónica recuerda que Néstor Kirchner, gobernador de Santa Cruz –movido por el encono que lo había transformado en un férreo opositor del entonces presidente Eduardo Duhalde–, no escatimó medios para frenar ese proyecto, por lo que ordenó el desplazamiento del avión sanitario de la provincia hasta Chaco para trasladar a uno de sus legisladores, que sumó su voto negativo a la derogación.

La presencia del diputado con funciones de embajador Daniel Scioli en la sesión del jueves pasado en la Cámara de Diputados –en la que se trató la derogación de las jubilaciones de privilegio de jueces y diplomáticos– se pareció mucho al episodio arriba descripto.

Todo es tan miope en la política vernácula que nadie en el Gobierno advirtió que esto no solo caería mal en la oposición sino también en el gobierno de Brasil. “No nos merecemos tener que recibir a un embajador así desprestigiado”, señalaba en la tarde del viernes una voz desde Itamaraty, sede de la cancillería brasileña.

Técnicamente, Scioli, quien como a lo largo de toda su carrera sigue estando para cualquier cosa –en el impecable reportaje que le hizo Ernesto Tenembaum en su programa de Radio con Vos demostró que no tenía la más mínima idea del contenido del proyecto que se estaba tratando y que votó–, es aún diputado hasta pasado mañana. Pero, políticamente, había dejado de serlo desde el mismo momento en que fue confirmado como embajador en Brasilia.

Dicho esto, cabe preguntarse qué llevó al Presidente a permitir, por acción u omisión, que haya sucedido algo así. ¿Cuál fue la causa por la que el Gobierno tuvo que sacar a lo pirro la media sanción de una ley que goza de amplios niveles de consenso político y social? ¿Cómo fue que Alberto Fernández se expuso a la tamaña muestra de debilidad que significa para un gobierno recién asumido tener que ir a buscar desesperadamente a un diputado ya ido para lograr el quórum raspando? ¿Cuán consciente es de que acciones como estas le quitan credibilidad al Presidente cuando dice que su objetivo es ser mejores? ¿Qué va quedando de la idea de trabajar en conjunto en pos de acuerdos con los sectores políticos de la oposición?

Massa en su laberinto. “El principal responsable de todo lo que pasó en la Cámara fue Sergio”, afirmaba el viernes un conspicuo diputado de Consenso Federal. Lo notable es que ese juicio lo compartían también legisladores de Juntos por el Cambio y del Frente de Todos. Desde el sector que responde a Roberto Lavagna, las críticas al presidente de la Cámara de Diputados llovieron. “Es un goloso que está empecinado en llevar al Gobierno un pedazo de Cambiemos”; (…) “La relación con él está mal”, son algunas de las cosas que, en tono destemplado, se escuchaban horas después de la borrascosa sesión entre varios legisladores de Consenso Federal.

Muchos se preguntaban si existió la posibilidad de un acuerdo entre Massa y Emilio Monzó. Si el ex intendente de Tigre pensó que lo tenía al alcance de la mano, se equivocó. Desde el interior de Juntos por el Cambio las voces son coincidentes: “Tenemos diferencias fuertes, pero de ahí a romper hay un trecho muy pero muy grande”.

Tan torpe fue todo lo hecho desde el oficialismo que le dejó servido el plato a la mayoría de la oposición, cuyos integrantes, rápidos de reflejos, empezaron a blandir este tema como un remedo del escándalo del diputrucho en los años del menemismo y dejaron de lado el de la derogación de las jubilaciones de privilegio que generaban diferencias internas.   

La decisión de apurar la sesión del jueves dejó a Massa y al Gobierno mal parados. Algo no estuvo bien calculado. Faltó la buena negociación. Leyes como estas necesitan acuerdos para ser duraderas y efectivas.

Sergio Massa debería reflexionar y aprender de este episodio. Si su intención es dar vuelta la página de las divisiones, el camino que tomó el jueves es el equivocado. El Presidente lo felicitó. Semejante sobreactuación solo tiene una explicación: la débil posición en la que Massa quedó.

Un ministro en Nueva York. Las cosas no fueron fáciles para el ministro de Economía, Martín Guzmán, en su paso por Manhattan. Quienes lo conocen y hablan con él coinciden: sus convicciones son firmes. No está dispuesto a tirar su prestigio académico por la borda, sino todo lo contrario. Su idea es hacer de la fortaleza técnica de sus propuestas la base de toda la negociación. “Si le sale, será Gardel; y si no, tendrá que irse con la academia a su casa”, sentencia una voz con despacho en la Casa Rosada. El Presidente lo respalda plenamente.

De lo que se sabe hasta aquí, un grupo importante de bonistas –que quieren evitar el default a toda costa– le está proponiendo al Gobierno una quita del 15% y un pago total de unos 8 a 10 mil millones de dólares de aquí a 2023. Quedarían así, entonces, unos 20 mil millones de dólares a pagar a partir de ese año en un eventual segundo mandato de AF.


Con el FMI la química a nivel de la cúpula es muy buena, pero la negociación con los técnicos es de otro tenor. En ese estrato las cosas están más duras, según lo reconocen varios funcionarios del Fondo. Nada que sorprenda.

El viernes, durante un reportaje radial que concedió a Radio 10, al Presidente se lo escuchó enojado con la oposición y con la Corte Suprema de Justicia. En verdad, se sabe que hay cosas internas de su gobierno que también lo enojan. Hay problemas de gestión sobre los que se habló en la reunión del Gabinete de Territorio y Ciudadanía que hubo el miércoles en la casa Rosada. Son problemas sobre los que –por ahora– Alberto Fernández calla.






lunes, 2 de diciembre de 2019

Sigue la incertidumbre. ¿Hay algo para mí, o no?... @dealgunamanera...

¿Hay algo para mí, o no?

"Les dije que me dolía" Emilio Monzó. Dibujo: Pablo Temes

Hasta que Alberto Fernández anuncie el nuevo gabinete, muchos pugnan por un cargo. Macri, sin autocrítica y una imagen en la UIA impensable hace poco.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 01/12/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


La transición de la nada sigue su curso. Por eso, las miradas están puestas en el 6 de diciembre, cuando Alberto Fernández dará a conocer su gabinete.

“Cristina no vetó a nadie”, dijo Fernández durante el reportaje que concedió a Radio Colonia hace dos días. Sin embargo, desde el interior del Frente de Todos, las voces que hablan de los vetos de la vicepresidenta electa se multiplican día tras día. De concretarse, algunas designaciones hablarán por sí solas de ese poder de imposición de CFK.

Ejemplos. Un caso es el de Alejandro Vanoli, cuestionadísimo ex presidente del Banco Central, que tiene una causa judicial a cuestas por la venta de dólares a futuro, mencionado para ocupar la titularidad de la Anses. Cómo no imaginar una situación de controversia con Sergio Massa, una de cuyas referentes más notables es Mirta Tundis, un nombre puesto para ese cargo, a quien Cristina siempre ha manifestado un particular desamor. En voz muy baja, algunos referentes del Frente Renovador reconocen que esperaban un poco más en la repartija de cargos.

En el armado del futuro gobierno surge con claridad la distribución del poder. AF manejará el Poder Ejecutivo y CFK el Congreso, es decir, las comisiones y las designaciones de jueces.

A propósito de causas judiciales que incriminan a ex funcionarios kirchneristas, hay que decir que la marcha del viernes por una Navidad sin “presos políticos” fue un fiasco. Nadie puede creer seriamente que Amado Boudou, Julio De Vido, Ricardo Jaime o José López sean presos políticos. Una cosa es revisar los criterios de la prisión preventiva, y otra muy distinta es llamar preso político a quien tiene un fallo condenatorio en primera y segunda instancia. ¿Dirán lo mismo si la Justicia condena a algún funcionario del gobierno saliente?

Economía. Pero volvamos al gabinete del futuro gobierno. La expectativa mayor, claramente, está puesta en Economía. Descartado ya Guillermo Nielsen, aparecieron “tapados “como Martín Guzmán y Martín Abeles, quienes no perecen tener el peso político suficiente para enfrentar los desafíos internos y externos con los que deberán lidiar no bien comience la nueva administración. Por eso en el horizonte se perfila una vez más Matías Kulfas como el favorito.

Lavagna. El río de versiones que hubo en la semana incluyó una supuesta reunión entre AF y Roberto Lavagna, de la que se dio hora y lugar de realización. La verdad es que esa reunión nunca se hizo. ¿La habrá durante el fin de semana?

Lo único cierto hasta aquí es que el ex candidato presidencial de Consenso Federal tiene una visión bastante negativa de esta transición. La designación de su hijo Marco para ocupar la titularidad del Indec –una muy buena elección del presidente electo– ha ido por un camino independiente y no debe tomarse como indicio de una cercanía o pertenencia al nuevo gobierno del ex ministro.

Hubo por allí sobrevolando la idea de que Lavagna podría estar al frente del Consejo Económico Social. Esa idea no lo entusiasma mucho. Su pensamiento es que esa estructura no debería estar en sus manos sino en las de alguien designado con el consenso de sus futuros integrantes.

Preocupa a Lavagna que, a diez días de asumir, el futuro presidente no haya definido aún su conformación y que hayan circulado rumores de que sugiere nombres. “Eso es absolutamente falso. Nunca ocurrió ni ocurrirá”, asevera con algo de fastidio una voz de la cercanía estrecha del ex ministro de Economía.

En las oficinas de Puerto Madero de AF reina el desorden. Así, mientras el jueves Fernández respondía mensajes por Twitter, muchos aspirantes a funcionarios fatigaban sus dedos enviándole tuits que hasta el día de ayer no habían tenido respuestas. La pregunta que le hacían era muy simple: “¿Hay algo para mí, o no?”.

Macri. En Juntos por el Cambio ha comenzado el tiempo de la catarsis. El amén a Macri se va terminando junto con su fallido gobierno; los reproches, en cambio, no. Por el contrario, van en aumento.

Unos, como los de María Eugenia Vidal, son amables. Otros, en cambio, son más agrios. La columna que escribió Emilio Monzó en la edición del jueves de La Nación es un ejemplo. No a la obsecuencia, dice ahí el saliente presidente de la Cámara de Diputados, a quien ni Macri ni Vidal trataron bien.

Los discursos de despedida del presidente exhiben una notoria falta de autocrítica, indicio de una significativa falta de contacto con la realidad.

“No podemos disfrazar de victoria una derrota”, dijo sin pelos en la lengua Nicolás Massot, uno de los castigados al ostracismo por su cercanía con  Emilio Monzó.

“Dejamos la vara muy alta”, viene diciendo Macri sin ruborizarse. ¿36% de inflación anual en 2016, 24,8% en 2017, 47,6% en 2018 y más del 50% en 2019, 35% de pobreza, una deuda externa monumental, empresas que siguen cerrando, miles de personas que se quedan sin trabajo, es dejar la vara muy alta? Como dijo uno de los empresarios que asistieron a la conferencia que organizó la Unión Industrial Argentina, “Macri no se dio cuenta de que quiso gobernar el país sobre una realidad que no existía”.    

Lo vivido el jueves en ese encuentro demostró una vez más que la realidad supera con creces la ficción. Ver por un lado al presidente electo aplaudido repetidamente por un auditorio totalmente colmado por empresarios que pugnaban por acercársele para saludarlo y sacarse fotos y selfies con él y, horas después, al actual presidente siendo recibido con tibios aplausos por una concurrencia menor que lo escuchó por compromiso habría representado una imagen de ficción hasta hace unos pocos meses.

O quam cito transit gloria mundi (“Oh, cuán rápido pasa la gloria del mundo”). Es lo que, con cierta lobreguez, debe haber pensado Macri a esa hora en ese lugar.






domingo, 1 de diciembre de 2019

Periodismo Puro: Jorge Fontevecchia entrevista a Emilio Monzó… @dealgunamanera...

Periodismo Puro: Jorge Fontevecchia entrevista a Emilio Monzó…

El diputado Emilio Monzó en un reportaje único con Jorge Fontevecchia. Fotografía: Sergio Piemonte.

El presidente de la Cámara baja durante el gobierno de Cambiemos dialogó con el CEO de Perfil Network a días del cambio de Gobierno y se refirió a su futuro político.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el domingo 01/12/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.


Entrevistado por Jorge Fontevecchia en su programa Periodismo Puro -que se verá el domingo 1 de diciembre a las 23 por Net TV-, Emilio Monzó, presiente de la Cámara de Diputados durante la gestión de Mauricio Macri, habló del cambio de Gobierno que tendrá lugar el próximo 10 de diciembre y cómo ve al mandatario electo Alberto Fernández. También se refirió a la búsqueda de consenso en la sociedad y de su futuro en la política. Monzó también abordó durante el reportaje cuál cree que debería ser el rol de Macri ya como oposición y opinó sobre Marcos Peña y Máximo Kirchner. 

Emilio Monzó: "Macri no tendría que haber sido candidato a presidente"

"LA CULPA NO ES DE MARCOS PEÑA, sino del Presidente que elige a los miembros de su gabinete". Fotografía: Sergio Piemonte.

Ovacionado por sus colegas de la Cámara de Diputados cuando dejó la presidencia, Monzó marca su posición disidente dentro de su propio partido, lejos del actual mandatario y de María Eugenia Vidal, de quien, sin embargo, piensa que hubiera sido mejor candidata a la Nación que a la Provincia.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el domingo 01/12/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.


-El último reportaje largo que hicimos fue en 2017.
—Desde ahí y hasta este momento no di más reportajes. Pero esta semana decidí hablar para hacer un cierre de mi etapa como presidente de la Cámara de Diputados. Después me tomaré un buen tiempo para descansar y meditar un poco.

— ¿Qué significa que la coalición PRO, UCR, Coalición Cívica haya obtenido casi el 41% de los votos contra los 34 que tuvo en la primera vuelta de 2015?
—Hay que mirar el proceso. Y considerar que no es lo mismo la primera vuelta que el ballottage. En el 2015 hubo PASO en la coalición con Ernesto Sanz como candidato también. Ahí hubo un porcentaje bastante importante en favor de Mauricio, pero hubo primarias. Ahora, en cambio, las PASO funcionaron como una primera vuelta, mientras que las generales funcionaron realmente como un ballottage. Eso explicaría la diferencia entre el 2015 y 2019.

—La comparación debería hacerse entre ambos ballotages: el poco más de 40% de ahora y los 51,40% de 2015.
—Sí, pero también es parcializar, porque en el ballottage de entonces no había terceros actores y acá sí los hubo, como sucedió con Roberto Lavagna. Hay cuestiones que tienen que ver con el sistema electoral y la percepción de la sociedad fue distinta. De hecho, vivimos un proceso que invita a una reflexión a los próximos legisladores sobre el sistema que tenemos nosotros de elección. Las PASO tienen que ser motivo de discusión, especialmente la cuestión del tiempo entre las primarias y las generales. Tengo posición tomada respecto a la obligatoriedad de la elección. También eso incide en la sensación mayor aún de que ya se eligió el próximo presidente antes de tiempo.

“CRISTINA Y MAURICIO son el dogma; tendríamos que haber encontrado una alternativa de centro”. Fotografía: Sergio Piemonte. 

— ¿PASO no obligatorias?
—Sí. Donde no haya competencia, no tiene por qué haber PASO. Es lo que sucedía con las viejas primarias. Debería haber reglas, impuestas por ley, en las que existan seguridades para quien desee competir. Pero realmente es un absurdo que obliguemos a espacios políticos a intervenir en una contienda cuando no hay competencia con el gasto que significa para el Estado. Lo que pasó en las últimas PASO invita a una reflexión y a mejorar el sistema. Los argentinos estamos en un momento de crisis, de incertidumbre, que va a durar casi medio año, con un presidente virtual de la Nación durante varios meses. De hecho, el sistema obligó a un cambio de criterio a lo largo de la campaña. Mauricio Macri desde las PASO a la general actuó como un opositor siendo presidente de la Nación y Alberto Fernández producto de la misma circunstancia tuvo que actuar como si ya fuera Presidente, con la responsabilidad que eso implicaba. Todo esto tergiversa el análisis sobre la opinión pública.

—¿Cuál es el valor de que la coalición tenga hoy 119 diputados, 56 del PRO, 47 de la Unión Cívica Radical, 14 de la Coalición Cívica, una mejor posición que la de 2015?
—Significa un número muy importante. Y como consecuencia de ello también una responsabilidad muy importante para los dirigentes que conducen a esos 119 legisladores. No me olvido del proceso que vivimos a la inversa. Es un fenómeno para observar detenidamente en los próximos meses. Cuando asumimos en 2015, el justicialismo o el Frente para la Victoria asumió tenía una cantidad de diputados parecida. Es el mismo esquema de entonces. Después de la derrota, Cristina Kirchner buscó fortalecer su identidad como kirchnerista, como Frente para la Victoria. Eso produjo que el bloque se quiebre internamente y que los peronistas más tradicionales busquen diferenciarse de esa oposición. A nosotros eso nos permitió conseguir el quórum y trabajar muchas leyes. Hay que mirar de la misma manera a Cambiemos, poner el detalle allí. Porque aquello se originó en un partido tradicional donde tiene mucho arraigo territorial, mientras que lo nuestro es una coalición.

—Más frágil.
—No hubo hasta ahora una identidad superadora. Siguen siendo partes. Creo que vamos a vivir un proceso en el que los radicales van a buscar identificarse rápidamente como tales, el PRO ya lo vemos identificándose como el PRO. Eso es porque no hubo una identidad superadora; fue una coalición electoral, ni siquiera de gobierno. Lilita Carrió seguramente va a buscar un perfil distintivo y ahí mi disyuntiva. Mauricio Macri tiene una gran responsabilidad. Porque si hay una identidad, esa está en una persona. No es institucional. Mauricio fue el presidente de esa coalición y sería un error que se convierta en un dirigente exclusivamente del PRO. Tiene la pátina del todo. Si se queda solo en su partido, corre el riesgo que le suceda lo de Cristina: que se partan los bloques por enfatizar las identidades individuales. Puede suceder que algunos candidatos queden como independientes y eso facilita el trabajo del otro sector para conseguir quórum.

“Miguel Ángel Pichetto llegó a la fórmula por desesperación, no por convicción.”

— ¿Diez diputados estarían considerando establecer una bancada aparte dentro del interbloque de Juntos por el Cambio?
—Hay cuatro que son cinco, que tienen razón en hacer un bloque propio. De hecho, es un espejo con el Senado de la Nación. En el Senado de la Nación el interbloque de Cambiemos lo conformaban Juan Carlos Romero de Salta, Carlos Reutemann de Santa Fe, Roberto Basualdo de San Juan, Claudio Poggi de San Luis, Lucila Crexell de Neuquén. Tienen una pertenencia distinta al PRO. En el origen de la discusión está eso. Hoy el PRO exige una fuerte homogeneidad. Y la heterogeneidad hace bien. En el Senado se respetó. Y esos cinco diputados, no me refiero a los cinco que están en mi equipo, sino a los otros cinco diputados nacionales, vienen de partidos provinciales que formaron parte de la coalición electoral y quieren seguir manteniendo su identidad territorial. No se les puede pedir a esos dirigentes que se pinten de amarillo. Van a defender su propia legitimidad territorial y van a decir no. Con esa exigencia, puede pasar lo mismo que con el Frente para la Victoria hace unos años. Les puede suceder que se sientan más cómodos con el trato desde el oficialismo y sean parte de acuerdos políticos con el gobierno de Alberto Fernández.

—En ese caso, en lugar de 119 diputados, serían 109.
—Esto comenzó en una reunión de bloque normal de rutina, convocada hace veinte días por el presidente del bloque para discutir libremente el resultado electoral. Es un dirigente político, joven y con mucho futuro y potencial que es de General Pico, La Pampa, Martín Maquieira. Fue candidato a intendente. Es muy joven y muy trabajador en el territorio. Y formuló una crítica al esquema de conducción del PRO. Y es un chico del partido y del bloque PRO. Y esa crítica se expandió de esa reunión y tiene bastante consenso federal, por decirlo de otra manera.

—Excede a los bonaerenses.
—También del interior. Después, hubo tres reuniones más de diferentes bloques, entre ellos una reunión con diputados nacionales conocidos míos o con los que tengo alguna afinidad. Así comenzó a expandirse la crítica. Se agrava con la decisión de elegir a Cristian Ritondo como presidente del bloque. No es un tema con Cristian Ritondo al que respetan por trayectoria, por el laburo que ha hecho en la provincia de Buenos Aires, pero sí con el esquema de toma de decisiones.

— ¿La crítica llega hasta Mauricio Macri?
—Exactamente. Es una crítica a ese sistema. Es un grupo mayor de cuatro o cinco diputados. No solo son las personas que me responden. Hay una crítica federal frente a una concepción unitaria del sistema político. Eso se refleja en los medios con alguna separación. Creo que se va a poder saldar, pero si el esquema sigue siendo el mismo, que luego se proyecta a errores de gestión, me parece que vamos rumbo a ser un partido testimonial.

“María Eugenia Vidal-Juan Manuel Urtubey hubiera sido una gran fórmula.”

— ¿Se dividirán?
—En algún momento creí que esto iba a pasar con el Frente para la Victoria, pero tengo que decir que me equivoqué. Creía que iba rumbo a ser un testimonio político y no una alternativa política en la Argentina.

—Ritondo dijo en un reportaje que “lo más importante es mantener la unidad. No hay lugar para Borocotós, para estafar el voto. No hay que hacer un bloque para que sea cabecera de playa de nadie. Y es importante que el monzoísmo o como se llame sea parte de esta etapa”. ¿Qué sería el monzoísmo?
—Para mí es una exageración. Pero ya lo tomaron como una posición. Me parece mucho abarcarlo a través de mi apellido, es un pensamiento mucho más amplio. Gente que quiere un espacio más amplio, que quiere trabajar sobre los consensos, sobre el diálogo, que desea una oposición constructiva frente al próximo gobierno. Ponerle la identidad de mi apellido sería una equivocación y minimizarlo. Te di el ejemplo de un dirigente netamente del PRO que opina cosas similares. Es una crítica más profunda, que no se resuelve con una respuesta casi amenazante. La respuesta debe ser política. Y debe contener una autocrítica después del resultado electoral. Porque muchos festejan el 40%; pero fue una derrota. Y ante las derrotas lo primero que debe hacerse es analizarlas. Pensar por qué uno no llegó al objetivo. Hablar de monzoísmo es minimizar una crítica que existe dentro del espacio.

—Hagamos una taxonomía de Juntos por el Cambio: vos sos un significante de los críticos de Macri dentro del PRO. Pero en los radicales lo es Alfredo Cornejo.
—Martín Lousteau también lo hizo, como Alfredo Cornejo. Quizás la gente más cercana a mí tiene un perfil PJ, que no hemos institucionalizado.

—Pero acabás de referirte a un diputado puro PRO diciendo cosas parecidas.
—Creo que fue en tu reportaje donde se dijo por primera vez todo esto. Por eso, funciona como un mojón, el lugar de la historia donde comenzó a hablarse de esto. Por eso, estos dirigentes políticos toman la referencia para hacer la crítica. Referenciar la crítica en una persona es minimizar el asunto.

— ¿El monzoísmo sería ser crítico desde dentro del PRO?
—Pero es la misma crítica. Creo que se está buscando exigir que no haya autocrítica, tal como pasó en el Frente para la Victoria. Hay una amenaza clara en esa expresión y creo que ahí es donde está la equivocación, una equivocación coherente con el origen. Acá no ha cambiado nada, el sistema fue siempre el mismo. El sistema nunca tendió a la amplitud, sino todo lo contrario, siempre se atendió, se inclinó hacia la pureza, hacia lo homogéneo. Siempre fueron los mismos actores los que conducen. No hay otros distintos. Los actores del interior no son parte de la conducción, los actores de la coalición no son parte de la conducción. Es algo que viene desde 2015, para hacer un análisis profundo y ponerle una fecha.

“Cambiemos no pudo generar una identidad superadora. Sigue siendo un conjunto de partes.”

—Los grupos en el triunfo se pueden poner magnánimos, pero en la derrota se cierran sobre sí mismos. No es original Juntos por el Cambio.
—No, no lo es. Un presidente estadista en el triunfo tiene que ser magnánimo, a partir de que es electo es el presidente de todos. Lo mismo sucede con los gobernadores, con los intendentes. Debe tener ese espíritu y olvidarse de las contiendas anteriores y gobernar para el todo. Es la lógica del manual de la teoría política. Vivimos un momento de gran tensión en la Argentina con esta grieta maldita que es lejana en la historia, pero, para poner un lugar cercano, se tornó muy palpable a partir del intento de poner en marcha la Resolución 125. No pudimos cerrarla. En la grieta no hay espíritu magnánimo. Uno asume la representación de una parte de la sociedad y actúa en consecuencia. Gobierna para un sector y se enfrenta al otro. No existió un espíritu magnánimo. Creo que en el Néstor Kirchner de 2013 hubo ese espíritu magnánimo. Algo que llega hasta Julio Cobos, mirá lo amplio que fue. Esto choca con la idea de la 125: comienza un proceso distinto que sigue hasta la fecha. Cambiemos surge de una coalición electoral amplia que incorpora al radicalismo, a la Coalición Cívica, de la que el PRO es una parte. Asume el Gobierno en 2015, pero no tiene una actitud magnánima. Desde el momento que se asume el Gobierno, comienza un estilo homogeneizado y centralizado, que puede sintetizarse en el concepto de “Marcos es mis ojos, mis oídos”. Todo caía en un dirigente como Marcos Peña, honesto, intelectualmente muy preparado. Pero tiene como perfil ser un funcionario cercano a quién lidera el poder. Los dirigentes se dividen en dos grupos, grosso modo: los que se legitiman en el territorio y quiénes cuidan al soberano. Marcos Peña es del segundo tipo: cuida bien y le aportó mucho al soberano. Pero cuando un tipo de dirigente así tiene un rol de tanta envergadura, se empieza a desarrollar un gobierno que busca proteger al soberano tanto que llega a aislarse completamente de la gente. Dominan la corte y el cortesano, pero con el objetivo de mirar siempre el humor del soberano. La gente que no legitima su poder es porque su perdurabilidad tiene que ver con el humor de ese soberano, no con el de la gente. Este ejercicio casi patológico lleva a pensar y transmitir a tres días de las elecciones que estábamos a dos puntos de ganar. En esto necesariamente tiene que haber una patología. Si estábamos por perder por casi veinte puntos y transmitimos internamente que estábamos para ganar, obviamente que la reacción del rey desnudo del día lunes iba a ser enojarse con la sociedad. Eso sucedió por haber estado mirando cuatro años el espejo que fue el mismo Patio de las Palmeras. Es algo parecido a lo que le pasó a Cristina Kirchner al final, con los aplaudidores. Como vos decías: la sociología demuestra que se es magnánimo cuando uno comienza y después deja de serlo a medida que pasa el poder y va desgastando. Lo de ella es un proceso lógico y termina en el Patio de las Palmeras. Nosotros empezamos y no salimos nunca del Patio de las Palmeras, terminamos con una encuesta diciendo que ganamos. Terminamos un día lunes con el presidente de la Nación disociado del resultado y de la sociedad, al que le que costó unos quince días volver a aceptar la situación. Es un mal de origen y debe hacerse una autocrítica respecto de este esquema. En cambio, quien legitima es mucho más difícil de conducir. Son difíciles de conducir Martín Lousteau, Alfredo Cornejo. También lo es Carlos Melconian. La gente que aporta a un gobierno un activo, cuando ve que su capital político se pone en riesgo, se da vuelta, precisamente porque tiene en cuenta su propia legitimidad. Allí es cuando discute al soberano. Lo hace porque está mirando a la gente. Este gobierno tuvo escasez de dirigentes con legitimidad. Uno fue Rogelio Frigerio y paro de contar. Eso es lo que te termina encerrando en este frasco con el que también conducen la política. Nos manejamos con un mail cuyo título era: “¿Qué estamos diciendo?” para cada tema y nadie se podía mover de ese argumento. Porque el sentido era conformar al soberano y no a la gente. —Usás el término invertido: se usa la expresión “soberano” para referirse al pueblo, el votante. Vos te referías a la monarquía y su corte. —Es más eso. Acepto la corrección terminológica.

— ¿Culpás a Marcos Peña?
—No.

—Es fácil pegarle a Marcos Peña.
—Los actores del entorno presidencial terminan siendo un fusible. Marcos como jefe de Gabinete, que es una figura híbrida, que no termina de encajar en nuestro sistema porque no termina ni siendo jefe de Ministros ni jefe de Gabinete, termina teniendo un rol de fusible. Por eso se lleva la marca de las críticas. Pero ahí hay un sesgo, un vicio en la gente. Tiene su lógica porque se cuida a la figura presidencial. Pero el responsable es quien conduce, el presidente de la Nación: es el responsable de su gabinete y de la delegación que acabo de describir.

“Todos los actores con legitimidad política de Cambiemos tuvieron problemas con Mauricio Macri.”

— ¿Qué consejo les darías después de cuatro años de presidir la Cámara de Diputados a Cristian Ritondo y Alfredo Cornejo?
—No soy quién para darles consejo.

—Cornejo no tiene experiencia legislativa.
—Pero cuando trabajaba con Julio Cobos fue parte de ese acuerdo político. Ahí aprendió mucho a colegiar. Pero debo reconocer que sí es un defecto de los que vienen del Ejecutivo. No sucede únicamente cuando ingresan a los órganos colegiados, también pasa cuando salen de su propio municipio. Lo vemos en el Conurbano. Muchos intendentes quieren salir, pero no saben colegiar su propia estrategia electoral. Sos el único gobernador. Pero cuando entrás en el Congreso de la Nación, tenés 256 pares. No 256 empleados. Para la cabeza de alguien que viene de un ejercicio ejecutivo es difícil.

AUTOCRITICO: “Muchos festejan el 40%. Pero fue una derrota”. Fotografía: Sergio Piemonte.

— ¿Le pasará lo mismo a Mauricio Macri acostumbrado a ser el vértice de la pirámide?
—Sí, le va a costar y mucho. Y Marcos Peña no estará en el país. Oí que puede irse a estudiar afuera. Por tanto, la dificultad será mayor. Porque Marcos sí entendía muy bien ese ejercicio. Mauricio tendrá que aprender esa práctica que está basada principalmente en entender al otro.

— ¿Lo mismo le pasó a Cristina Kirchner en 2015?
—Sí. Pero tenía experiencia parlamentaria. — ¿Macri seguirá con el mismo verticalismo de cuando se es presidente? —Hay algo del verticalismo. Pero también el hecho de ir a buscar la identidad de los partidos políticos. Cuando uno tiene una crisis busca ir a su casa: busca en la familia, en lo conocido. Hay algo de la psiquis de los dirigentes en su propio encierro. No es una cuestión de Macri o de Cristina: es algo que sucede en la historia. En la incertidumbre, el ser humano busca certeza. La certeza primera consiste en buscar tu propia identidad. Y mucho más en un país con esta grieta, uno se vuelve mucho más ortodoxo.

— ¿Qué debería hacer Mauricio Macri para ayudar a Juntos por el Cambio a ganar elecciones futuras?
—Tuve tres conversaciones con él previamente a las elecciones. Macri no tendría que haber sido candidato a presidente. Ese es el primer punto. Y pienso exactamente lo mismo con respecto a los próximos cuatro años. Tuvo la oportunidad de ser el hombre de la transición entre una generación política que se iba y una a la que él podía hacer ingresar. Tenía a María Eugenia Vidal, a Horacio Rodríguez Larreta, a Rogelio Frigerio, a Martín Lousteau. También, si uno quiere, tenía un Alfredo Cornejo. Por el otro lado, tenías a un Juan Manuel Urtubey, un Sergio Massa. Me refiero a los cierres de lista.

—En su momento hablaste de Omar Perotti.
—Eso fue en otras circunstancias. Pero una figura como Omar Perotti no desentona en lo que estoy diciendo. Mauricio tendría que haberse elevado en ese contexto y ser el conductor de una gran PASO entre esta generación política y que esa generación política coloque al presidente de la Nación en 2019. Si lo proyecto 2023, pienso exactamente lo mismo. Mauricio Macri hoy tendría que ser esa identidad superadora del espacio de Cambiemos. Tendría que llevar a esa generación política que creó y generó en la Ciudad de Buenos Aires. Más actores vienen de otros partidos, como los que mencioné, incluyendo al propio Urtubey. Me gustaría que esa sea su función.

— ¿Cómo no debería haber sido candidato, ahora no debe ser el jefe del PRO?
—Tiene que ser una referencia del todo. Es el ex presidente de la Nación de una coalición. No debe salir de ese lugar. Si se convierte en el jefe del PRO deja de ser la referencia del conjunto.

— ¿No debe conducir la oposición?
—Deseo que conduzca. Lo que no quiero es que se convierta en jefe del PRO. Hoy es el único que tiene la identidad superadora de las partes. Tiene que ubicarse en ese lugar. Hablando de magnanimidad, tiene que ser la persona magnánima en esta conducción: los radicales lo consideran como su ex presidente. Lo mismo sucede con los de la Coalición Cívica. Todos los que estamos acá lo queremos como conductor. Por eso creo que es un error convertirse en amarillos.

— ¿Quién tendría que conducir el PRO?
—Horacio Rodríguez Larreta es naturalmente la persona que se proyecta para conducir ese espacio. Tiene aspiraciones lógicas dentro de este ciclo de cuatro años presidenciales.

—Leo: “Usted ha sido un gran presidente, un hombre de grandeza humana que reivindicó la política como nadie en una fuerza política que no lo supo interpretar. También se inmoló. Gracias Emilio por lo que hiciste, por lo que no hiciste y por lo que vas a hacer”. Eso dijo Graciela Camaño cuando presidiste la última sesión de la Cámara de Diputados. En ese momento todos, en un hecho inusual, se pararon y te aplaudieron. ¿A qué atribuís ese reconocimiento?

—Hay una parte subjetiva en la relación. Contestado sin falsa modestia, creo que hay que tomarlo como un hecho político importante que se puede, es posible tener objetivos comunes y lograr discursos parecidos en un lugar en donde todos están en minoría. El reconocimiento que tuve en la Cámara de Diputados fue el último eslabón de un proceso que percibo hace un tiempo: que el diálogo en la Cámara mejoró y mucho. Pensando con perspectiva, te diría que es un proceso que comenzó con la discusión sobre la interrupción voluntaria del embarazo. Algo que podría haber partido a la sociedad.

“En Máximo vamos a tener la figura más preponderante dentro del Congreso.”

—Fue un punto de inflexión.
—Hubo transversabilidad a la hora de debatir el tema. Hubo un diálogo que no se daba previamente. Ahí comenzó otro ejercicio dentro del recinto. Creo que también tuvo efecto positivo el trabajo vincular con los diputados de manera particular. Me gusta mucho el cargo de presidente de la Cámara. Trabajé con Francisco Durañona y Vedia durante casi diez años en el lugar. Me quedaba en todas las sesiones, que en ese momento eran nocturnas, Comenzaban a las diez de la noche y terminaban a la madrugada. Hace unos días me acercaron unas fotos en las que se me ve parado hablando con él en el palco bandeja. Disfrutaba mucho de las sesiones. Si querés, cuando terminemos el reportaje, te doy alguna de ellas. En ese momento disfrutaba quedándome todas las sesiones. Escuchaba y observaba la actuación de cada uno de los dirigentes. Entre ellos, estaba ya Graciela en esa época. También se encontraba Leopoldo Moreau, que hoy también es diputado nacional. Pasé del palco bandeja a la presidencia teniendo aunque sea el ejercicio visual de lo que era una sesión. Un conocimiento que me sirvió para estar en el recinto y apasionarme con el lugar. Puse muchas horas en la banca. Me parece esencial la atención del presidente sobre el diputado que ejerce su rol con un discurso. Es una manera de ejercer la empatía y de ayudar al otro a la concentración y al discurso. Además, constituye un primer paso para comenzar un diálogo. Me ocupé de ejercer esa mirada. Es el paso previo a establecer una charla en mi despacho o el de él, haciendo un diálogo más profundo.

—Para vos la política es vincular, pura relación humana que trasciende lo ideológico.
—Totalmente. Me ponía incómodo cuando un diputado me hablaba mirando la pared de atrás o el reloj. Es un desafío de la presidencia encontrar esa mirada, generar una empatía. Por más que ese diputado esté haciendo una crítica muy fuerte al Gobierno o ejerza un reclamo más personal por el manejo del recinto, la mirada siempre es el inicio de una relación vincular que va a servir para otras cosas. Tengo que confesar que me costó mucho encontrar la mirada de Axel Kicillof, por ejemplo. Creo que es uno de los más tímidos entre los actores importantes. Pero un día nos encontramos. Y cuando eso sucede, invariablemente termina en una conversación. Esa conversación alivia mucho las tensiones. Te da el margen para que, en las sesiones complicadas, apartarte del teatro del recinto y hablar detrás de las paredes para volver a recuperar el orden en el recinto. Desde el primer día me di, asumí que mi rol era ser el presidente del todo, también eso puede percibirse en el reconocimiento del otro día. Es algo que intenté, hasta con los diputados más lejanos. Con algunos no lo conseguí, aunque no dejé de hacer mi trabajo.

—Pienso en otros presidentes de la Cámara que te precedieron. Uno de los primeros nombres que evoco es el de Alberto Pierri. ¿Qué aprendiste de su manera de ejercer el rol?
—Era quien presidía cuando yo estaba en el palco. Lo hizo con otro estilo y en otro contexto. Pierri contaba con mayoría. Tenía mucha autoridad sobre el recinto, yo tuve menos. Lo define su autoridad; y también, el poseer mucho aplomo. Cuando uno está en la bandeja mira más la dinámica del recinto que el lugar de la presidencia. Miraba más ese proceso.

—Aprendías de cómo se manejan los diputados.
—Recuerdo mucho a Raúl Baglini, además de, por supuesto, a Durañona y Vedia. También a César Jaroslavsky y a José Luis Manzano, además de los que ya mencioné, como Leopoldo Moreau y Graciela Camaño.

— ¿Hubo una crítica implícita a Mauricio Macri en ese aplauso de la Cámara?
—Prefiero inferir que existió un espíritu de unidad, que aparece en cuanto se lo trabaja. No vi esa crítica en el caso de Graciela, ni en Agustín Rossi, ni en Mario Negri, del bloque Cambiemos. Un mensaje que sí hubo en algunos discursos en otros casos. Pero en éste no. El mensaje de la Cámara estuvo más bien en dejar en claro que existe conciencia de la crisis que vive el país, que hay que caminar hacia otro lugar, que no podemos seguir de esta manera. 

—En parte del PRO se dice que Emilio Monzó trabajaba para la oposición y esa sería la causa de los aplausos.
—Es el tipo de disparates que debemos terminar de una vez por todas. Es obvio que dialogamos con la oposición. ¿Cómo no tenerlo? También criticaron por lo mismo a Rogelio. Y hay que pensar que si Frigerio no hubiera conversado habitualmente con los gobernadores, no sería el ministro del Interior de la Nación, sino del PRO. Y Alberto Fernández ahora va a ser el presidente de los argentinos y nosotros tenemos que tener una actitud y una aptitud constructiva con el gobierno que viene. Forzar la grieta como si fuéramos rivales futbolísticos es lo que tiene mal a la Argentina.
—Sos uno de los pocos políticos que se pelearon tanto con Néstor Kirchner como con Mauricio Macri.
—Es un tema de convicciones. Con Néstor Kirchner, la diferencia fue con la Resolución 125. Critiqué más las formas; el fondo era discutible. Sobre las formas no había discusión posible. Conozco la provincia de Buenos Aires. En ese momento había un gran sector con sequía. Había productores agropecuarios viviendo una situación muy crítica. Los discursos aludían a un sector que no existía en la realidad. Me pareció absurdo partir a la sociedad entre los piqueteros de la abundancia y los que no son piqueteros. Muchos habían votado y estaban ilusionados con Cristina Kirchner. Viví ese proceso como una torpeza y, aunque fue difícil, me planté frente a eso por propia convicción. Con Mauricio Macri fue exactamente lo mismo desde el inicio. No tuve una pelea personal y en la Cámara de Diputados nunca me moví de los objetivos planteados por el Ejecutivo. Se obtuvieron todas las leyes y nunca hubo dudas sobre mi ejercicio y función. No reelegí como diputado por las diferencias, pero no cedí nunca en mi función como presidente, que cumplí con responsabilidad. Pero tuve diferencias desde el primer momento. Nos inclinamos hacia lo homogéneo y lo parecido desde el momento de la asunción, en 2015. No entendimos el resultado electoral de 2015, de 2017 y de 2019. La política tiene ese rasgo que es apasionante.

“Le decía a Macri que se corriera porque pensaba que también lo haría Cristina.”

—Los otros también juegan.
—Y el resultado electoral te trasciende. Incluso a ese manejo tan intenso de las redes que comenzó con Barack Obama. Es todo más llano. Hay que analizar la sociedad y sus movimientos.

—En las elecciones anteriores los otros jugaron mal.
—Jugó mal el actor político más importante o el espacio político más importante en la Argentina en los últimos diez años. Esto debo decirlo con énfasis: el Frente para la Victoria y Cristina Fernández de Kirchner son ese actor. Por ahora, todos los demás nos movemos de acuerdo con esa figura política. Y tenemos nuestros resultados, positivos o negativos, de acuerdo a esa figura política. Todavía no hemos conseguido superarla. Es la realidad y hay que tomarlo con la mayor humildad. Si no entendemos esto y no actuamos en consecuencia, nos equivocamos. Desde 2015 pensamos que somos mejores. De ahí viene el aislamiento posterior.

— ¿Qué hubiera podido hacer Cambiemos entonces? ¿Tendría que haberse ampliado con los peronistas disgustados con el kirchnerismo?
—Sí. El resultado hubiera sido completamente distinto. El kirchnerismo iba por el camino de convertirse en testimonial. Quizás en unos diez años hubiera encontrado a alguien que se tornara alternativa política. Pero nosotros lo convertimos en alternativa. Y a mí se me escapó esto. Veía que en el Congreso no podíamos dialogar, porque solo querían dar testimonio de su posición. Pero después de 2017, ellos mismos se empezaron a pellizcar porque no podían creer que nosotros les devolvíamos lo que habían perdido. Se lo devolvimos. Hubo una gran posibilidad a comienzos de 2016. La actuación de los gobernadores en ese momento es un hecho objetivo, no contrafáctico ni una hipótesis ilusoria. También la de muchos dirigentes políticos, intendentes en la provincia de Buenos Aires. Todo indicaba que había mucho lugar para que esto se pueda ampliar o para comenzar a trabajar sobre esa alternativa, la de algo completamente distinto del kirchnerismo. No se hizo ni una cosa ni la otra. En algún momento hablamos de esa tercera alternativa en el país, que podía ser la que termine con la grieta de una vez por todas y que al Gobierno le convenía una alternativa más moderada. Pero el que se moderó fue el kirchnerismo. Primero moderaron el discurso en el Congreso. Se anticipó Kicillof en su vuelta. Creo que él mismo nunca imaginó en el 2015 que iba a estar tan vigente en el 2019 como para ser gobernador.

—El kirchnerismo descubrió que volvía a ser alternativa en el contexto de la crisis y los errores económicos del Gobierno.
—Haber puesto la vara muy alta con respecto a la solución de todos los problemas económicos jugó en contra del Gobierno. Es algo que pasa en la Argentina y en todo el mundo.

—Si se hubiese ampliado la base de apoyo y hubieran conseguido las leyes y las reformas que fueran necesarias, ¿no se habría producido esa crisis económica?
—En ese caso, tendrías otra espalda política para enfrentar la crisis. Sin ninguna duda. De hecho, la llegada de Miguel Ángel Pichetto fue un manotazo de ahogado sobre el final que le dio oxígeno para llegar a las PASO. Su llegada no fue producto de la convicción, sino de la desesperación, que es distinto.

— ¿Haber ampliado la base hubiera contribuido a tener una crisis económica menor o no tenerla? —El respaldo hubiera sido distinto. Tener el respaldo de los gobernadores hubiera hecho que no te vean en soledad. A la gente la trillamos con el Pacto de la Moncloa, pero cuando vos tenés un pacto y te falla, la economía pasa a ser el conjunto.

— ¿Y qué se tendría que haber hecho en 2018 y 2019?
—María Eugenia Vidal-Juan Manuel Urtubey hubiera sido una muy buena fórmula. Incluso la inversa: Juan Manuel Urtubey encabezando y María Eugenia como vice, de acuerdo con cómo se hubiera dado el diálogo. Lo dije internamente, aunque todos saben que mi relación con ella no es buena. Me parece una cuestión objetiva. Macri y Cristina significan el dogma, ellos le daban una pátina más de centro. Además, se comenzaba a solucionar la cuestión del diálogo político y generar una tercera vía. También era importante que Sergio Massa fuera parte de este espacio. Martín Lousteau, además, hubiera dado mayor amplitud. Hay que recordar que en ese momento había una tercera posición en la que se ubicaban Pichetto, Urtubey y Massa. Tendríamos que haber hecho el esfuerzo. Martín era una persona para incorporar a una fórmula, lo mismo que Alfredo Cornejo.

“La soberbia llevó a negar algo tan contundente como el resultado electoral.”

—Lo que hizo Rodríguez Larreta en la Ciudad.
—Lo que hizo Rodríguez Larreta, pero también lo que hizo Cornejo, lo que hizo Gerardo Morales, lo que hace el gobernador Gustavo Valdés. Fue contradictorio lo que hicimos a nivel nacional.

— ¿Lo atribuís a cierta dificultad para compartir el poder en Mauricio Macri?
—Sí, pero viene de antes, cuando hacíamos los acuerdos políticos. Siempre fue muy difícil intentar ampliar nuestro espacio. Pero no es Mauricio, es el sistema que funciona reactivamente.

—Desde la vulgata del psicoanálisis, cuando Maradona lo bautizó “cartonero Báez”, ¿habría avaricia, que puede ser de dinero, de tiempo, de poder, de retener, un sesgo obsesivo?
 —Un poco de eso y también un poco de comodidad en la conducción. Incorporar a los actores que mencionamos, incorporar gente que viene con legitimidad propia es abrirse a discutir, a que te discutan. Todos los sectores con legitimidad del espacio tuvieron problemas con el Presidente. Es más una concepción gerencial que política.

—Si fuera así, no se trataría de un buen gerente.
—Sí, pero es un error mucho más grave desde el punto de vista político.


INTERNA PARTIDARIA: “Hablar de monzoísmo es una exageración”. Fotografía: Sergio Piemonte.

—El 4 de julio del año pasado murió tu madre. Ese día se realizaba una larguísima sesión. Fuiste al entierro y volviste al Congreso para continuar conduciendo la votación durante la madrugada. Hablabas de la comodidad de Macri, ¿tus diferencias con él antes que ideológicas son en relación con el esfuerzo, vos más estoico y él más hedonista?
—No me animo a hacer un perfil de Mauricio Macri, pero puedo hablar de mi formación cristiana, del sacrificio. Mi madre era eso: su legado tiene que ver con la entrega. Esa concepción religiosa es un sello importante de la vida y una marca. La política argentina exige mucho más de esa entrega. Es una concepción de vida.

—Una cosmovisión distinta.
—Mauricio tiene una concepción distinta. No es que una sea mejor que la otra. Es cierto que establece una diferencia en materia de esfuerzos. Argentina no es Noruega, y a lo mejor su concepción no juega a favor del resultado.

—Alguna vez narraste el primer encuentro con Mauricio y el carácter de la entrevista, que parecía más bien una suerte de selección de personal que, incluso, terminó con Macri diciéndote: “Podés retirarte”.
—No recuerdo si fue exactamente él, a quien creo que conocía antes. Pero sí me llamó la atención ese criterio. Hubo coherencia en ello. El incoherente fui yo, al suponer que mi vivencia de lo que era la política se proyectaría sobre el espacio.

—Su ser en sí fue coherente. Vos creías que iba a cambiar.
—Ni siquiera me planteé un cambio. Comenzaba a trabajar con el objetivo de generar un espacio distinto. Me encontré y reaccioné frente a eso cuando llegamos en 2015, pero no le presté particular atención. Pero es coherente y así es el esquema. Es raro que en política alguien te invite a un almuerzo y a la hora del café te diga que te podés ir. Cuando salí del encuentro, hablé con mi mujer y le dije que tenía la sensación de haber entrado a una empresa. También a partir de ahí sí tuve todo el apoyo para trabajar de la General Paz para afuera con libertad. Pero reapareció en cada acuerdo político que busqué. Por ejemplo, tuve una gran pelea cuando fui a buscar a Alfredo de Angelis en Entre Ríos. Alfredo medía 25 puntos, mientras que el PRO defendió a una persona que medía 1,5%. Llegué incluso a presentar la renuncia, porque ante la diferencia de números no hay mucho que hacer. Pero, obviamente, la persona que medía tan poco tenía muy militada a la calle Bolívar pero no a la gente. Es una crítica que nos lleva a lo del comienzo de Martín Maquieira en General Pico. El territorio implica un esfuerzo superior al del palacio. Hay una cierta comodidad en todo eso.

“Horacio Rodríguez Larreta es quien debe conducir el PRO estos cuatro años.”

—Se habla mucho de la soberbia. ¿Hay algo de eso?
—Hay mucho de eso. Hubo y hay muchos ejemplos en ese sentido. Tengo una anécdota que es más sociológica. Todo el mundo mira este país desde la centralidad. Quien vive en el centro es muy difícil que mire a la periferia. Se mira todo de acuerdo con ese esquema, a tal concepción. Siempre cuento esta anécdota, folklórica. En mi pueblo, cuando venía alguien de Buenos Aires al boliche bailable, entraba y miraba dónde estaba la chica más linda, atravesaba el boliche y la iba a buscar. Alguien de Buenos Aires pensaba que tenía que estar con la chica más linda. La consecuencia era que en el 99% de los casos, ese chico terminaba a las trompadas con alguno de nosotros. El que venía de Buenos Aires entraba al boliche para que lo miraran, no para mirar. Esta es la concepción del propio Cambiemos. Un funcionario importante me dijo, cuando ganó Alfredo Cornejo, “pongámosle los ministros”. Analicemos ese pensamiento: hay soberbia o una concepción del interior como inferior, a lo que se suma una cuestión, si querés, de clase, que después lleva a cometer los otros errores. Era a la inversa. Había que consultar a Cornejo qué ministros poner en el Ejecutivo nacional. Lo que describo es un estilo de pensamiento en el que la palabra soberbia encaja perfectamente.

—Considerar el 40% un triunfo, o que “dejamos el país listo para crecer”, frases que parecen disociadas de la realidad, ¿es consecuencia de pensarse de una manera y que el espejo de lo real devuelva otra cosa? ¿Lleva la soberbia a crear, crearse, una realidad virtual, una suerte de realidad paralela?
—Sí. Es exactamente lo mismo que pudo verse al extremo en esos veinte días terribles de la Argentina donde se visualiza claramente en esa reacción del presidente de la Nación luego de las PASO. Consistió en negar una realidad tan contundente como el resultado electoral. Me cuesta pensar que en algún momento será diferente. En eso percibo una coherencia. Una coherencia en la incoherencia. Cuando hablábamos de brotes verdes, siempre había algo de surfear la realidad. Creo que por eso se le da tanta importancia a lo virtual. Por eso se recurre al sistema de redes en el que se puede aparentar. Pero para entrar en la profundidad de lo real necesitás otro tipo de actores. Algo a lo que no se recurrió en estos años. Pero hay algo que termina y algo que comienza. Muchos que piensan en aquello de seguir adelante como estamos.

—Sintetizado en aquello de “hacer lo mismo más rápido”.
—Imprimirle más velocidad. Pero más velocidad implica más evasión. Lo que se necesita, en cambio, es una pausa, no solo del Gobierno, sino de todos. El próximo gobierno tiene que hacer una pausa. Tenemos que parar y sentarnos en alguna mesa. La virtud de Alberto consistirá en sentar a todos los actores en esa mesa y ver cuáles son los problemas reales de Argentina.

— ¿Elisa Carrió también vive en una realidad paralela? Se lo pregunto a la persona que la trajo al PRO; luego terminó acusándote junto con Rogelio Frigerio de confabular contra el Presidente.
—Carrió es una opositora permanente. Y cuando estás en ese rol, no necesitás los atributos que uno espera de un estadista. Siguió tocando la música de siempre.

— ¿Siempre buscaría a alguien con quien confrontar?
—La transgresión es lo que le da popularidad y legitimidad frente a la sociedad. Pero es imposible verla en el lugar de presidente de la Nación que buscamos. No le puedo pedir esos activos ni la referencié nunca con tales características.

— ¿Vos creés que es consciente, que no se trata de una realidad paralela?
—Sí, creo que ella es consciente.

— ¿Cómo imaginás el futuro de Miguel Pichetto?
—Dicen que va a ir a la AGN (la Auditoría General de la Nación). Lo imagino como auditor. Pero es una figura política de las mejores sin ser de los últimos gobiernos. Fue un operador permanente de consensos. A este gobierno, Miguel lo ayudó y mucho. Lo hizo desde el rol opositor pero siempre consciente en la intención de ayudar. El gobierno anterior tuvo también en él un trabajador incansable para sus objetivos.

— ¿Ocupará el lugar de Marcos Peña?
—Nadie puede ocupar el rol de Marcos para la figura de Mauricio. Mauricio va a necesitar a Marcos: fue una persona muy importante para él y difícil de reemplazar por su lealtad, lo que le aporta a Mauricio, a pesar de que se lo estigmatiza.

—Es un chivo expiatorio. ¿La gente es injusta con él?
—Conceptualmente no coincido con él, pero lo respeto intelectualmente. No lo considero el responsable. No me asociaría a un club que ponga a Marcos Peña como el responsable de todo.

— ¿Cuál será el futuro de Rogelio Frigerio?
—Tiene todo. Depende de él. Tiene formación, tiene carisma, es leal. Tiene un futuro muy bueno. Esperemos compartir ese camino, por la relación personal y por el respeto que le tengo, intelectual y político, pero también creo que nos debemos una pausa. Hay que saber salirse del vértigo y hacer pausas en la política.

—Vos podrías ser defensor del pueblo.
—No. Es verdad que estuvo esa posibilidad, que había algún consenso, pero no. Como necesita dos tercios para aprobarse, es un cargo muy complicado en la Constitución. Hoy hay que esperar que asuma el nuevo gobierno y ver si el presidente de la Nación quiere que haya una persona que consiga. La dificultad es que hay mucha gente idónea para ese lugar, pero es complejo conformar esos dos tercios de acuerdos en diputados y senadores. Creo que con el próximo cuerpo vamos a tener un defensor del pueblo. Yo creo que podría tener esos dos tercios. Pero la vocación no es tanta.

“No percibí una crítica especial a Mauricio Macri cuando me aplaudió toda la Cámara de pie.”

— ¿Le hubieras aconsejado a Sergio Massa hacer un acuerdo con el kirchnerismo?
—A juzgar por los resultados, hizo bien. El éxito siempre tiene valor. Si el resultado hubiera sido una derrota, la valoración hubiera sido otra. A partir de ahora tiene una gran oportunidad siendo el próximo presidente de la Cámara de Diputados. Si cuida su rol institucional, con su capacidad e inteligencia, si se modera en base a su rol, puede ser una figura esencial dentro de cuatro u ocho años. Me refiero como opción electoral. Su gran capacidad lo lleva a jugar sobrado y a sobrar. Esa es su dificultad, tiene que controlar su propio conocimiento.

— ¿Confiarse demasiado es otra forma de la soberbia?
—Si controla eso y trabaja tranquilo y despacio desde el lugar en que lo pondrá la sociedad a partir del 10 de diciembre, se va a convertir en figura. Capacidad y conocimiento son lo que le sobra y son lo que le juega en contra.

—Massa va a ocupar tu cargo. Pero el jefe del bloque del Frente de Todos será Máximo Kirchner. ¿Cómo imaginás la relación de un presidente de diputados con un presidente de bloque que es hijo de Cristina Kirchner? 
—El desafío principal lo tiene Máximo. Lo aprendí a conocer en estos cuatro años. Con todo lo que vivió, destaco que no es una persona con resentimiento, con rencores. Raya lo magnánimo, si observamos lo que ocurrió en su biografía. Los presidentes de bloque tienen un riesgo, que es participar en todas sus jugadas. Va a tener que cuidarse. Pero es el rol que asume, porque el presidente de la Cámara elige el juego, tal como sucede con los otros actores. Pero el presidente del bloque tiene la obligación de asumir todas las partidas. No sé si es tan necesario ocupar ese rol, pero bueno, me estoy metiendo en su estrategia. Pero está preparado. Preparado también desde lo humano. No me refiero al conocimiento, que también lo tiene. Para ocupar esos lugares tenés que tener cierto equilibrio también en lo emocional. Y hay que ver la carga que porta de estos últimos años, con sus buenas y malas.

—Está subvalorado Máximo Kirchner.
—Totalmente. Empecé con un conflicto cuando tomé su despacho en 2015. Le puse una faja a su despacho. El único objetivo que tuve entonces fue comenzar el diálogo. Un diálogo que no comienza con la mirada, tampoco con una trompada: este caso comenzó con un conflicto. Aprendí a conocerlo durante estos cuatro años. Y no digo que haya una amistad, pero sí una buena relación. Lo que más me sorprende es su resiliencia. Eso lo beneficiará en lo que viene.

— ¿Cristina Kirchner va a ser finalmente quien controle el Congreso?
—Parece que sí. Así como decía que Mauricio Macri tenía que correrse, también creía que Cristina lo haría. Se lo decía a Macri porque pensaba que Cristina lo iba a hacer. Hizo ese movimiento, pero a medias.

—Durante la campaña.
—Pero lo hizo. Cuando se lo dije a Macri pensé en una especie de ajedrez. Jugaron las blancas, también le tocarían las negras. Si las negras hicieran la jugada, esto sería game over. Cristina se corrió a medias, pero se corrió, y el resultado está a la vista. No creo que sea tan así ahora, va a ser una figura preponderante.

— ¿Vos creés que va a seguir haciéndolo una vez que ya ganó la elección?
—Con ella tengo una suerte de misterio porque no la conozco personalmente, me cuesta perfilar. Es de los pocos políticos con los que me pasa. Vimos una Cristina que delega. Estamos frente a una Cristina que tiene un hijo con un proyecto político, no sé si presidencial.

“NESTOR KIRCHNER tuvo en 2003 un espíritu magnánimo que en Cambiemos no existió”. Fotografía: Sergio Piemonte.

— ¿Un proyecto de largo plazo?

—Hoy ir despacio daría lugar a que ese proyecto comience a afianzarse. En Máximo vamos a tener a la figura más preponderante dentro del Congreso. Por el ejercicio mismo y por la edad. La edad también tiene que ver con la pasión con que se encara la tarea. 

“Tenemos que tener una actitud y aptitud positiva hacia la presidencia de Alberto Fernández.”

— ¿Cuántos de los votos de la provincia de Buenos Aires son de Cristina Kirchner, cuántos de Sergio Massa y cuántos agregó Alberto Fernández?
—Es difícil decirlo. Cristina es la que más aporta, sin duda, tiene un voto muy sólido. Como Macri en el otro extremo. Sergio hizo su aporte significativo en el resultado final, que generó que no haya segunda vuelta, y Alberto menos, porque fue una figura que irrumpió recién en los últimos dos meses. Se lo respetó, pero no puedo hablar que venía con votos. Siempre fue más bien un operador, no fue nunca un candidato.

—Un hacedor de reyes.
—Exacto, pero no puedo hablar de él. Nunca tuvo esa figura. Uno sí ve que aportó la pátina de la moderación. Es un capital que debería cuidar. Tiene la gran responsabilidad en los próximos meses de ir girando hacia el centro. Me parece que esa es su obligación.

— ¿Podrá hacerlo?
—Sí. Creo que va a intentarlo y que va a tener aliados dentro del mismo kirchnerismo. Hoy tratamos de verlo todo en ese blanco y negro. Todavía hay gente en la calle que me para y me pide que no vuelvan. Eso es un disparate.

—Según vos, no solamente Alberto Fernández tomaría posiciones menos radicales, sino todo el kirchnerismo.
—No todo el kirchnerismo, pero una gran parte va a ir a buscar ese centro. Si no, seguiremos siendo el país en el que nos estamos matando todo el tiempo, en que no cesamos de criticarnos y no buscamos el consenso. Y voy a volver a esa posición. Hoy soy el más colaborador del Gobierno. Quiero que al gobierno de Alberto Fernández le vaya bien, porque nos va a ir bien a los argentinos. Esta semana voy a participar de algún acto y ya dicen que me lanzo como candidato. Otro disparate. Hoy, el único candidato y el único que se lanza es un presidente de la Nación el 10 de diciembre. La dirigencia argentina tiene que estar ocupada y preocupada en cómo ayuda a este nuevo presidente de la Nación a sacar la Argentina.

—En una suma cero, si Cristina aumenta el perfil, lo baja Alberto. ¿Esa desvalorización de Alberto Fernández tendría que ver con la reducción de su diferencia sobre Macri entre las PASO y la elección?
—Tiene lógica que no esté valorado porque aún no empezó su proceso. En el momento en que reciba la banda el 10 de diciembre empezará a ser valorado como tal, todo dependerá mucho más de él. Me gusta iniciar los gobiernos con optimismo, que va a ir hacia ese lugar de centro.

— ¿Axel Kicillof tiene el conocimiento y las habilidades adecuadas para poder hacer una buena gobernación?
—Tiene voluntad, decencia y me gustaría que esté rodeado de gente de la provincia de Buenos Aires, que tiene mucha alrededor, gente con conocimiento de ese territorio que es complicado. Tiene que conseguir el baqueano, el que conozca la huella. En la Provincia está la señalética, pero los carteles están todos cambiados. Tenés que conseguir dos o tres personas que conozcan cómo moverte. Quizás las buenas intenciones pueden tornarse frustraciones. No puedo dejar de pensar que es otro actor que importamos de la Ciudad de Buenos Aires. Quiero confiar en los otros activos que acabo de describir, pero sigo pensando que un gran problema de los bonaerenses es que importamos los gobernadores. Espero que no sea un gobernador que cuente los días que le faltan para volver a la ciudad de Buenos Aires. Desde Felipe Solá no tenemos un gobernador que le guste estar en la provincia de Buenos Aires. Y espero que Axel se convierta en ese gobernador bonaerense al que había que ir a ver a La Plata. Eso implica también una perspectiva sobre la burocracia. Si no vas a la Ciudad de La Plata, es una comodidad para que todo siga igual. A mí me gustaría un gobernador que se instale en la Provincia.

—Una crítica que le cabe a María Eugenia Vidal.
—A todos.

—A Daniel Scioli también.
—Sí.

— ¿Cómo imaginás la relación de Kicillof con Alberto Fernández?
—Apostemos a que sea buena: gobernar este país sin una buena relación entre el presidente de la Nación y el gobernador, especialmente por las dificultades que hay en el Conurbano, puede llegar a generar una crisis social. Para evitarla, son los dos actores más importantes del país y con mayor responsabilidad. Creo que ambos van a estar a la altura de las circunstancias. Lo digo por su experiencia política, porque los dos son conocedores del Estado de hace mucho tiempo, estuvieron en funciones importantes y saben lo que significa la distancia entre el gobernador y el presidente de la Nación, y sus consecuencias.

“El oficialismo no entendió el resultado electoral de 2015, de 2017 y de 2019.”

—Si uno mira la relación de Scioli con Néstor y Cristina en comparación con la de María Eugenia Vidal con Macri, ¿se percibe lo que definías como cuidar el territorio o cuidar al soberano?
—No sé si es tan así. El Presidente defendió a María Eugenia. Fue un buen presidente para el gobernador de la provincia de Buenos Aires, en este caso María Eugenia. La defendió con recursos, la defendió políticamente. Creo que fue a la inversa. A pesar de que tuvo un resultado electoral contrario, hubo afectación de recursos, protección política, atención sobre la provincia de Buenos Aires. Creo que cometieron un error electoral: se escondió el Presidente. En la provincia de Buenos Aires se hizo una campaña sobre María Eugenia Vidal, sin el presidente de la Nación. Pero el bonaerense vota a presidente de la Nación y a intendente, no vota al gobernador. Se equivocaron en poner la figura de la gobernadora sobre la del presidente de la Nación.

— ¿El antecedente de que María Eugenia Vidal cuidó más a Mauricio Macri que a los bonaerenses debe ser tomado en cuenta por Kicillof en su relación con Fernández?
—Macri cuidó mucho a Vidal y a la provincia de Buenos Aires. Debe haber sido de los presidentes de la Nación que más recursos transfirieron a esa misma provincia a pesar del resultado electoral contrario que obtuvo. El gobernador de la provincia de Buenos Aires generalmente es una figura con buena imagen, porque nosotros los bonaerenses no lo hacemos responsable de los problemas, directamente responsabilizamos al intendente y al presidente de la Nación. Salteamos al gobernador. Es una idiosincrasia de nuestra sociedad. Quizás esto se remonte al momento en que la provincia de Buenos Aires se inserta a nuestro país. Si lo escondés en el esquema de la campaña, estás cometiendo un error. Algo que es difícil, porque se vota con una boleta sábana donde te queda el gobernador en el medio de cinco cuerpos. Si se corta boleta, es en las puntas; se corta al presidente o al intendente.

—Lo que decís va a contracorriente de la percepción generalizada. ¿Para vos Vidal estaría sobrevalorada electoralmente?
—Electoralmente está sobrevalorada. Tiene imagen y buena en la sociedad. Lo que se sobrevaloró es su rol en la estrategia electoral. Tampoco sé si la palabra precisa es sobrevalorada. Pero se equivocaron quienes creyeron que esa imagen podía superar a la del presidente de la Nación. Daniel Scioli siempre tuvo buena imagen, a pesar de la 125. Pero le pasó lo mismo a María Eugenia.

— ¿No habría que confundirse: buena imagen en la Provincia no garantizaría resultados electorales nacionales?
—Claro, porque no son locomotoras electorales. La locomotora electoral es el presidente de la Nación o el intendente municipal. —Si hubiera sido ella la candidata a presidenta, ¿habría habido diferencias? —Ahí sí se hubiera convertido en locomotora. Si no, es un vagón del medio. Un vagón del medio con una imagen bárbara: todos decían que era espectacular, de primera, pero no traccionó.

 — ¿Horacio Rodríguez Larreta es culturalmente peronista como vos?
—Se acerca. De acuerdo con cómo forma el gobierno y su forma y la manera de pensar la política, sí.

— ¿Existe la posibilidad de que dentro de Juntos por el Cambio se cree una masa crítica integrada por dirigentes como él, Cornejo, Lousteau, y vos, entre otros? ¿Que comience un camino de posmacrismo?
—Sería lo sano.

— ¿Vos vas a trabajar para eso?
—Sí. Horacio Rodríguez Larreta está preparado para eso. Como Martín Lousteau y Alfredo Cornejo también. También María Eugenia debería estar en esa mesa. Me saco de ese lugar porque no tiene que ver la ponderación conmigo mismo. Pero con los actores que acabás de nombrar, estamos frente a una mesa con mucha potencialidad. Es el tema de poder lograr juntarlos, tener un objetivo en común. También sería bueno, insisto con esto, que el ex presidente que va a ser a partir del 10 de diciembre sea quien promueva esa mesa. 

“HAY DOS TIPOS DE DIRIGENTES: quienes se legitiman en el territorio y quienes cuidan al soberano”. Fotografía: Sergio Piemonte.

— ¿Habría que independizarse del padre-líder y romper esa suerte de Edipo, por decirlo freudianamente, y transformar a algunas de esas personas en verdaderos referentes y conductores de Juntos por el Cambio que compitan y superen a Mauricio Macri?
—Tenés que superar ese Edipo. Me pasó con mi padre. Mi padre era una persona muy bien vista en la sociedad y como producto de eso devino en dirigente político. Fue un médico querido. Pero tuve que correrlo. Es doloroso, porque es tu padre, pero si no lo corría, tenía que competir con él.
—De una forma o de la otra: correrlo, competir con él.
—Es muy duro y tuve que hablarlo en mi casa y algún amigo mío se acuerda de esa conversación con mi padre, que tenía 60 años por entonces.

—Una persona razonablemente joven aún.
—Era una persona joven. Y tuve que decirle que ese lugar tenía que ocuparlo yo. Por eso hoy hablábamos también de Máximo y Cristina, en algún momento tiene que venir eso. Acá no hay una relación familiar, pensando freudianamente, acá no hay una relación de parentesco, pero sí existe un vínculo comparable. Es eso: o se compite o se habla o el mismo padre dice que ese es el momento del hijo: es lo más sano, aunque es difícil que ocurra en este caso. Esa mesa no tiene un liderazgo que sobresalga a priori, es más bien horizontal entre los actores que acabamos de decir. Generará una masa crítica que en esta circunstancia reemplazará a la figura del líder. La tracción no será la de un líder, sino la tracción de la sociedad. De ahí va a surgir la competencia por el liderazgo.

“La crisis en el bloque de Cambiemos se complejiza con la decisión de nombrar a Cristian Ritondo.”

— ¿Existe la posibilidad de que en lugar de ser parte de ese proceso de evolución de Juntos por el Cambio te ofrezcan y te integres con algún rol al Frente de Todos?
—En este momento, no. En este momento, el Frente de Todos tiene actores de sobra para encarar esta instancia del gobierno, pero estoy para colaborar, si no, no sería coherente conmigo mismo. Pero no quiero hablar de algo que no va a ocurrir. (N. de R.: Alberto Fernández le ofreció a Monzó una embajada en el país de Europa que desee y la rechazó).

— ¿Qué faltaría agregar al balance de estos cuatro años?
—Primero, ponderar cosas: el Gobierno va a dejar libertad, transparencia, hay más luz en el campo de juego. Eso es bueno y vino para quedarse: son cosas positivas. Estoy convencido de que el gobierno de Alberto va a seguir con eso. Y si bien en el momento del reportaje aún no están confirmados todos, pongo las manos en el fuego por la honestidad y hombría de bien de muchos de los actores que se mencionan como parte de su gabinete. Todos los gobiernos dejan algo. Si bien nuestra democracia es bastante lerda para terminar de solucionar sus problemas, esperemos que Alberto Fernández nos acerque un poco más, busque consensos y producto de eso se establezcan las reformas estructurales que necesita el país. Con consenso también vamos a terminar con la pobreza. En base al consenso se puede hacer políticas de Estado y no políticas electorales con este flagelo, especialmente en un país tan rico como Argentina.