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domingo, 26 de enero de 2014

Echegaray no leyó a Verbitsky... De Alguna Manera...


Echegaray no leyó a Verbitsky...

 VOÇE ABUSO. Ricardo Echegaray. Dibujo: Pablo Temes.

El funcionario y su conferencia de prensa son calcados de la decadencia del menemismo. Cuando ni los principios ni la conveniencia ponen límites.

“Contra lo que algunos colegas desearían y lo que muchos gobiernos declaman, la prensa carece en absoluto de poder. Su relación con el poder es como la del voyeur con el sexo. La prensa mira y se excita. Pero el poder no admite que lo observen durante sus orgías y procura desalentar al curioso, con leyes, colegiaciones o tribunales de ética que aspiran a manipular o con el más tradicional y expeditivo cachiporrazo” (Horacio Verbitsky, Un mundo sin periodistas, Editorial Planeta).

Corría el año 1997 y el menemismo se había convertido en el enemigo soñado. Estar en contra era simpático, correcto, obligatorio. Los torpes intentos oficiales por maniatar a la prensa, apelando a juicios, trapisondas legales, creación de multimedios afines o vulgares apretadas, habían fracasado. Los periodistas, héroes anticorrupción, valientes defensores de los derechos de todos, a la cabeza de las instituciones de más prestigio del país, emergíamos como los buenos de la película. En ese contexto, fue escrito Un mundo sin periodistas, una suerte de panegírico de la profesión que nos sirvió durante mucho tiempo como manual básico de autodefensa del “oficio más bello del mundo”, según la recordada definición de Gabriel García Márquez. Verbitsky era en esa época un referente indiscutido entre nosotros, había interpretado el rol de la prensa mejor que nadie. Vivíamos otros tiempos. Investigar al poder era la labor indiscutible de los periodistas. No importaba el medio al que se reportara, un cronista debía estorbar siempre a los que mandaban. “En la denuncia de los hechos de corrupción gubernativa, la prensa demuestra hoy el valor que no tuvo cuando ocurrieron las peores violaciones a los derechos humanos. Esto hizo que la tensión natural entre prensa y poder político evolucionara hacia niveles de conflicto”, pontificaba, orgulloso, el columnista de Página/12.

La referencia viene a la memoria de este redactor no por casualidad. Nada se asemeja más a los decadentes tiempos de Carlos Menem que la conferencia de prensa en la que el millonario titular de la AFIP, Ricardo Echegaray, trató el viernes último de justificar su agitado fin de año en las playas de Río de Janeiro. Por otra parte, hacía mucho tiempo que la labor de los periodistas no se mostraba más descarnadamente útil. Los cronistas de TN, que tantos disgustos le causaron al funcionario, habían estado en el lugar y en el momento indicados: un burócrata ciego a la realidad requiere de gente molesta que le abra los ojos. Para comprenderlo, repasemos los hechos que antecedieron a las delirantes respuestas del señor recaudador ante los medios:

* La sublevación de las policías en varias provincias dejó un saldo de catorce muertos, centenares de heridos y millones de pesos en pérdidas. Y, lo que es peor, dejó al descubierto un país saqueado, atravesado por la miseria extrema y la ausencia de ley.

* Sin luz ni agua, millones de personas vivieron las peores fiestas de los últimos años. La crisis energética mostró sus dientes en forma despiadada. La ola récord de calor disolvió en pocas horas el sueño de la revolución del consumo feliz de electrodomésticos que la propaganda oficial había estimulado como la panacea de los tiempos K. A nadie pareció importarle el sufrimiento de la gente. Mientras el secretario de Energía jugaba al golf en Pilar (otra vez la maldita prensa metiendo la nariz donde no le corresponde), diversos voceros del Gobierno repartían, de tanto en tanto, irresponsables explicaciones. Desde “es la muestra del éxito del modelo, que aumentó el consumo” hasta “fue por culpa de las empresas eléctricas que no invirtieron”, se escucharon las más desopilantes excusas.

* La inflación, que el Gobierno sigue minimizando, trepó en diciembre hasta rondar –según estimaciones privadas– los 30 puntos anuales, el dólar blue superó los 10 pesos, la nafta continuó su carrera hacia el cielo y se anunció el ajuste de tarifas para el transporte urbano, en Capital y Gran Buenos Aires, que golpeará directamente en los bolsillos de los sectores más necesitados. Además de tristes y oscuras, las fiestas fueron las más caras de los últimos años.

En medio de ese clima social, Echegaray decide esperar el Año Nuevo en un costoso hotel carioca junto a su familia y un grupo de “contribuyentes conocidos”, según su curiosa clasificación antropológica. Precisamente él, que ha recomendado a los argentinos optar por el turismo interno y es el funcionario que determina, arbitrariamente, cuántas divisas puede llevar un ciudadano que decide viajar al exterior. Si esa excursión no merecía una nota periodística, el periodismo ha muerto. Pero si además hay fundadas sospechas de que el equipo de la televisión que cubrió el viaje fue brutalmente agredido por sus amigotes, el jefe de la AFIP debería agradecer que el episodio termine sólo en un escándalo mediático. Por mucho menos, en un país normal, los funcionarios saltan por el aire y son llevados ante los tribunales.

Hace unos días, un ex ministro de Néstor Kirchner me contó que, a los pocos meses de asumir su cargo, recibió una dura reprimenda del presidente porque, aprovechando un viaje oficial a Europa, había decidido quedarse un par de días de vacaciones con su mujer. “Me llamó por teléfono y, sin siquiera decir hola, empezó a gritar: ‘¡Quién mierda te autorizó a tomarte vacaciones! Volvé inmediatamente o renunciá ya mismo’.” A su regreso, el funcionario tuvo que pasar varias veces por el purgatorio. Kirchner, que era un hombre muy controlador y rencoroso, vivía obsesionado por la imagen pública de su gobierno. Cuesta imaginar que, en las actuales circunstancias, hubiera digerido la actuación del recaudador oficial en su viaje a Río. No tanto por una cuestión de principios, sino para alejarse de la imagen de frivolidad menemista y por haberse dejado atrapar por el periodismo.

“La función de la prensa no es jugar a la realidad virtual ni propiciar paraísos artificiales, la esperanza no se recrea cerrando los ojos a los males que sembraron el escepticismo. La información no es un privilegio de los periodistas sino un derecho de los pueblos, y la mejor contribución al afianzamiento de una cultura democrática reside en decir la verdad de los hechos”.

Ricardo Echegaray debería leer al Verbitsky de los 90.

En realidad, muchos amigos del Gobierno deberían leerlo. Incluso el propio Verbitsky.

© Escrito por Jorge Sigal el Sábado 04/01/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

domingo, 28 de agosto de 2011

El Perro Horacio Verbitsky... De Alguna Manera...

El Perro Horacio Verbitsky...

Nunca trabajé con Horacio Verbitsky (espero que el tiempo me permita reparar esa falta). Los recuerdos de redacciones sobre él me llegan a través de otros editores: Cascioli, de la época de su fallida revista El Periodista y Lanata, de cuando fundó Página/12. Lanata –siempre es el más divertido–, para justificar que sus notas en PERFIL fueran muy caras, argumentaba que a comienzos de los 90 le pagaba al Perro Verbitsky por sus columnas más que lo que él mismo cobraba como director de Página/12. O que cuando le pedía que no escribiera textos tan largos porque muy pocos podían leerlos, el Perro contestaba que no se hiciera problema porque él escribía para las dos mil personas a las que quería influir, que de las restantes decenas de miles de lectores del diario se ocupara Lanata.

Me llega la definición de Verbitsky sobre sí mismo: “He sido peronista desde los 13 años. He sido periodista desde los 18. He sido militante peronista desde los 19. He sido militante montonero. He dejado de ser peronista en 1973 y he dejado de ser montonero en 1977. Sigo siendo periodista”. Y comparto su opinión sobre que el periodismo “es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio y, por lo tanto, molestar”.

Para mí, los montoneros fueron nefastos y no comparto la misma valoración de Verbitsky sobre el kirch-nerismo pero algo, a lo largo de los años, se empecina en cruzar nuestros caminos desde cuando el Perro escribió Robo para la Corona, en 1991 y el adelanto de su libro salió publicado en la revista Noticias, que por entonces dirigía.

Fue Verbitsky quien hace más de una década propuso que Editorial Perfil apelara la condena que nos había impuesto la Corte Suprema “de la servilleta” de Menem ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, a la que Argentina adhería como firmante del Tratado de San José de Costa Rica, y ofreció a los abogados del CELS(Centro de Estudios Legales y Sociales), que el Perro preside, como nuestros defensores.

Gracias a su empuje la causa siguió su curso y el miércoles y jueves pasados, en el transcurso de la 92ª Reunión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que se realizó en Bogota, las presuntas víctimas (nosotros), los defensores de las presuntas víctimas (los abogados del CELS), defensores del Estado argentino, el perito de la Corte y la relatora para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos expusieron durante dos días el caso (ver suplemento especial en esta edición con todos los testimonios), cuyo fallo estará para comienzos del año próximo y promete mejorar los estándares del periodismo para toda Latinoamérica.

Los abogados del CELS ya han logrado otros dos fallos históricos para el periodismo: la abolición del desacato, por el cual un periodista podía ir preso aunque publicase la verdad si un funcionario público se sentía injuriado; allí, la víctima del caso que sentó jurisprudencia fue el propio Verbitsky. Y la eliminación de la posibilidad de que los jueces puedan imponer penas de cárcel para juicios por calumnias o injurias; en ese caso, la víctima había sido el fallecido periodista Eduardo Kimel.

Pasados a la historia el desacato y las penas de prisión, los abogados del CELS entienden que queda otra forma para que la Justicia sea utilizada para limitar la libertad de expresión: la imposición de indemnizaciones económicas muy elevadas que lleven a la insolvencia a los medios y a los periodistas, como una forma de atemorizar al resto y dificultar el desarrollo del periodismo de investigación.

Editorial Perfil soportó en la década de los noventa 19 juicios de Menem, su familia y sus funcionarios. Sólo en la demanda por la que se llegó a la Corte Interamericana, el reclamo inicial de Menem fue por un millón y medio de dólares. El uso del dinero como herramienta de presión y doblegamiento es tan viejo como la humanidad. El actual gobierno al que ya no le resulta políticamente correcto la gastada táctica de los juicios millonarios, presiona económicamente sobre Perfil, dándoles enorme cantidad de dinero en publicidad oficial a sus competidores y castigando a sus publicaciones con cero publicidad. Es el único caso de todos los medios de Argentina, porque a pesar de que esta vez no perdimos el juicio ante la Corte Suprema como en la época de Menem, el Gobierno no acata lo dispuesto por la Justicia argentina.

Otro gran mérito de Verbitsky es que públicamente ha criticado al kirchnerismo por su discriminación con el uso de la publicidad oficial, defendiendo a un medio cuya perspectiva no comparte.

Con el CELS todo el periodismo tiene una deuda eterna: ha logrado remover de la Justicia argentina los dos mayores obstáculos legales que enfrentaba nuestra profesión y ahora va por el tercero.

La historia del CELS es en sí misma altamente meritoria. Fue fundado en 1980 por los que alguna vez fueron llamados “Padres de Plaza de Mayo”, que eran tres abogados: Emilio Mignone, Augusto Conte y Boris Pasik; y un físico: José Westerkamp, cuyos hijos habían desaparecido durante la dictadura. Por entonces, ellos decidieron complementar las acciones que otras organizaciones de defensa de los derechos humanos venían realizando y por su propia formación académica pusieron foco en la Justicia y los organismos internacionales no gubernamentales.

Recuperada la democracia, lo que caracterizó al CELS fue su evolución hacia otras áreas de los derechos humanos, cuyas violaciones subsisten “en cualquier sistema, por ética, desarrollada y participativa que sea” su sociedad, como señaló su fundador al comienzo de la transición democrática. Y utilizar como estrategias de intervención el litigio estratégico haciendo de justicia en una herramienta de incidencia en políticas públicas. Actualmente, el CELS litiga en más de cien casos en los tribunales argentinos y en más de treinta ante organismos internacionales de derechos humanos.

El Consejo Consultivo Internacional del CELS lo integran personas como el comisionado especial de las Naciones Unidas contra la tortura, Theo Van Boven; el director de Human Rights Watch’s Americas, José Miguel Vivanco; el presidente de Diálogo Inter-Americano, Michael Shifter; el relator especial sobre la situación de los derechos humanos de las Naciones Unidas, Paulo Sérgio Pinheiro; y el juez de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, Antônio Augusto Cançado Trindade.

El CELS corona la obra a la cual Verbitsky dedicó su vida. Se puede sentir muy orgulloso.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 28 de Agosto de 2011.