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domingo, 1 de mayo de 2016

Macro no Macri... @dealgunamanera...


Macro no Macri...

Sindicatos de Argentina y Brasil, más allá de sus diferencias, marchan contra los temores que les generan el fin del populismo y la falta de un proyecto entusiasmador. Foto: Cuarterolo

Argentina y Brasil, con la misma matriz de resistencia al cambio.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 30/04/2016 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El problema argentino es macro y no Macri. La falta de un relato de Cambiemos que indique un “hacia dónde” se cambia no es un déficit sólo del pospopulismo argentino. Lo mismo sucede en Brasil, ya con Dilma afuera, y por eso compartimos la grieta que divide a cada sociedad. El numeroso acto de ayer de gremios contra el veto de Macri a una ley que prohíba despidos por seis meses y las marchas del Partido de los Trabajadores, que esta semana volvieron a cortar rutas en Brasil en contra de un ajuste fiscal cuando asuma el gobierno del vicepresidente Temer, tienen la misma matriz de resistencia al cambio.

En Argentina va a ser muy difícil bajar la inflación futura con paritarias que aumenten por la inflación pasada. Y en Brasil, como el déficit fiscal se financió con deuda en lugar de emisión, lo difícil será bajar la deuda. Pero en ambos países el problema de fondo es el mismo: bajar el déficit.

En los 80 fue el fin de las dictaduras; en los 90, de la inflación; la década pasada, de la pobreza. ¿Y ahora?

La persistencia de la grieta indica que aún no se inició una nueva era. Sin una idea compartida por la mayoría de la sociedad que la unifique  –manteniendo sus diferencias– en un proyecto común, no habrá cambio de ciclo.

En los años 80, esa idea aglutinante fue la democracia, el fin de las dictaduras que azotaron a la mayoría de Sudamérica. En los años 90, la cohesión social se forjó pensando que el fin de la hiperinflación y las privatizaciones nos llevarían al progreso.

Y a comienzos del siglo XXI, la nueva fuente de consenso fue que la redistribución del aumento de los precios de las materias primas elevaría a los pobres a la clase media. En cada etapa, casi toda la sociedad compartió una esperanza creyendo que mejoraría la vida de todos.

El agotamiento de cada ciclo (con la democracia no se comía, el Primer Mundo quedaba más lejos y el ascenso de las clases bajas se esfumó al bajar el precio de las materias primas) crea las condiciones necesarias para que germine una nueva esperanza compartida. Pero no es condición suficiente; hace falta algo macro, que trasciende a un país, incluso a una región, y que al darse simultáneamente en varios países revela que son eventos más universales. En los 80 fue el cambio de doctrina de Estados Unidos sobre los derechos humanos en Latinoamérica, también como herramienta de combate moral contra la ex Unión Soviética. En los 90 fue la caída del Muro de Berlín y el fin del comunismo. Y en la década pasada fueron las consecuencias de la llegada del capitalismo a China como potenciador del consumo mundial.

Hoy hay algunos cambios globales: el surgimiento de las redes sociales y la mayor cantidad de triunfos en elecciones de outsiders de la política, que van desde Macri hasta Marina Silva en Brasil, la líder ecologista que hoy sería electa presidenta si se adelantaran las elecciones a pesar de su casi nula capacidad de gobierno. El riesgo de que ningún partido tradicional pudiera ganarle hoy a un outsider de la política es el mayor freno a la autorización del Congreso de Brasil para que las elecciones municipales de octubre próximo sirvan también para elegir nuevo presidente.

Argentina y Brasil precisan otro relato que venga a llenar el vacío que genera el pospopulismo.

Que cada vez más outsiders de la política ganen elecciones, desde un cómico hasta Trump en Estados Unidos, es un voto de protesta contra los políticos y una muestra de insatisfacción ante la falta de rumbo de los partidos. Pero los outsiders de la política son otro síntoma de la falta y no de la solución del problema.

Bicentenario. Macri proyecta terminar la tarea de reordenar la economía para cuando se celebren los 200 años de la Independencia, el próximo 9 de julio. Probablemente en el tercer trimestre comiencen también a aparecer los primeros signos de reactivación. Incluso en el devastado Brasil se habla de que se estaría llegando al fin del pozo, y los más optimistas esperan que después de las Olimpíadas se haya superado lo peor. Pero Argentina y Brasil demandan algo más que venga a llenar el vacío metafísico que genera el pospopulismo.

El puente al futuro que quiere construir Macri precisará más materiales que el cemento y el acero del plan de obra pública con el que comenzará a reactivar la economía.



lunes, 9 de julio de 2012

Muñequitas... De Alguna Manera...

Muñequitas...


Se viene haciendo casi rutinario opinar y enjuiciar todo lo que dice y hace Cristina Fernández desde el costado emotivo. En un país donde el 62% de la gente eligió vicepresidente de la Nación a María Estela Martínez hace apenas 39 años, el equilibrio emocional de quienes conducen la nave del Estado no es asunto pequeño. Pero junto a las cada vez más habituales alusiones a desórdenes, excesos y peripecias emocionales atribuidos a la Presidenta, se cuela la conjetura más o menos legítima. ¿No estaremos pecando de esa pestilencia machista que condena a la mujer como culpable eterna por sus alteraciones hormonales? ¿Juzgar desde sus presuntas descompensaciones a quien dirige el país no es una torva manera de excusarla, negarle competencia y, al final del día, perdonarle la vida?

Los menoscabos montados sobre descalificaciones psicológicas nunca escasearon en este país para evaluar y estigmatizar personas. ¿Será cierto que Cristina está mal medicada y reacciona desde arranques puramente emocionales? La Presidenta cumplirá 60 años dentro de un semestre, pero otras mujeres que ocupan posiciones de enorme trascendencia en todo el mundo, ¿comparten acaso esos mismos rasgos? Una recorrida arroja resultados interesantes.

En Alemania, la canciller Angela Dorothea Kasner de Merkel es, a punto de cumplir 58 años, protagonista central y clave de los asuntos mundiales. La brasileña Dilma Vana Rousseff, nacida hace 64 años en Belo Horizonte, Minas Gerais, es ahora mismo la mayor y más sólida estadista de América latina. En el Extremo Oriente, el ascenso de la birmana Aung San Suu Kyi, de 67 años, como personalidad ética de proyección mundial es un fenómeno indesmentible. La elegante y atractiva francesa Christine Madeleine Odette Lagarde, de apenas 51 años, es la primera mujer en conducir el espinoso Fondo Monetario Internacional. Figura descollante en la rigurosa Dinamarca es Margrethe Vestager, de 54, diputada al Parlamento por el Partido Social Liberal y ministra de Economía de la próspera nación escandinava. La llegada del conservador Partido Popular al gobierno de España catapultó, junto a Mariano Rajoy, a tres fuertes y decisivas figuras femeninas, incluyendo la intensa vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, de 41 años, la subjefa del oficialismo, Dolores de Cospedal, de 46, y la ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez, de 55. En México, Josefina Eugenia Vázquez Mota fue la candidata presidencial del oficialista y conservador Partido Acción Nacional, derrotado este 3 de julio, pero esta mujer de 51 años, primera en aspirar a ese cargo en su país, cosechó un nada humillante 25% del voto. Su paisana Alicia Bárcena Ibarra, bióloga de profesión, de 60 años, es desde 2008 secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

Tras ellas, ya ha desembarcado en otras partes una más joven, nueva y fornida generación de mujeres con proyectos serios y logros notables. A los 34 años, la china Liu Yang se convirtió el mes pasado en la primera astronauta de su país, tras una impresionante carrera como piloto de cazabombarderos en la Fuerza Aérea de su país. Integró un equipo de tres tripulantes que conectó dos vehículos chinos en el espacio. En Francia, el nuevo presidente François Hollande designó a Najat Vallaud-Belkacem, nacida en Marruecos hace apenas 34 años, como su ministra de Derechos de la Mujer. En la insular Islandia, una notoria periodista de 37 años y madre de seis hijos, Thóra Arnórsdóttir, fue candidata presidencial en las elecciones de la semana pasada y, aunque las perdió, sacó más del 33% de los votos.

Las trece mujeres aquí presentadas son apenas el emergente más notorio de una realidad potente y diseminada en todo el mundo. Mujeres formadas en universidades de alto nivel, serias y sólidas, independientes y en muchos casos integrantes de parejas conyugales o familias muy funcionales, ocupan posiciones de enorme proyección en sus países y en el mundo. Los casos de Merkel y Rousseff son ilustrativos, pero Hillary Rodham Clinton está en la misma liga. Tras una vibrante carrera política, a los 64 años es hoy la poderosa e influyente secretaria de Estado de Barack Obama, la canciller más importante del mundo, con posibilidades de aspirar a la presidencia de los Estados Unidos en 2016.

Ninguna de ellas necesita que les perdonen la vida. No son de llorar en público y se las arreglan mano a mano con densos factores de poder. Algunas son más cautivantes desde su femineidad exterior, aunque todas se cuidan de mostrarse con deliberada austeridad. Merkel y Rousseff no salen de sus conjuntos sastre de saco y pantalón, escaso maquillaje y zapatos cómodos de tacón bien bajo. Son mujeres con historias propias y, en algunos casos, muy sufridas. La presidenta brasileña, hoy una abuela divorciada, fue una guerrillera de armas tomar en los años 70 del Brasil bajo dictadura. La birmana Aun San Suu Kyi, líder de la Liga Nacional por la Democracia de su remoto país, había logrado en las elecciones de 1990 el 59% de los votos y el 81% de las bancas del Parlamento, pero un régimen militar autoritario la mantuvo en arresto domiciliario durante casi 15 de los 21 años transcurridos desde 1989, hasta ser liberada en noviembre de 2010. Galardonada con el Nobel de la Paz en 1991, Suu Kyi es hoy una legendaria ex presa política.

Nadie podría pretender dar cuenta de estas mujeres aludiendo a su emotividad femenina. ¿Sufrimientos y angustias? ¿Quién no los ha padecido? Dilma fue torturada durante varios meses en las mazmorras militares, incluyendo picana eléctrica y “submarino”. La birmana estuvo encerrada tres lustros. Para la joven marroquí Najat Vallaud-Belkacem no debe haber sido sencillo sobresalir en una cultura europea y poco empática hacia los acentos y los colores del Magreb. Por eso, lo de Cristina como “víctima” de tormentas emocionales privadas o supuesta elegida por el infortunio es una pésima humorada argentina. Debe ser ponderada y examinada sin indulgencias ni subestimaciones, machistas o de las otras. Con o sin muñequitas, es lo que es. Y lo que es se ve con toda claridad.

© Escrito por Pepe Eliaschev y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 7 de Julio de 2012.