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miércoles, 23 de octubre de 2013

Destituyentes... De Alguna Manera...

Destituyentes...


Habitantes de una villa que se plantan ante las topadoras hasta que les paguen lo que piden. Padres y docentes que secuestran a un director de escuela hasta lograr lo que desean. Activistas de una facultad zapatean sobre la mesa de una deliberación universitaria para impedir la elección de una decana, mientras anuncian que si no se salen con la suya, “se va a armar quilombo”. Un grupo de avejentados setentistas se instala con sus carpas y arcaicas pancartas en la avenida Callao ocupando media calzada a la altura de la Casa de Córdoba para exigir la liberación de “presos políticos”. Azafatas súbitamente cancelan vuelos de una empresa aérea sin preaviso ni explicación, aduciendo incumplimientos contractuales y dejando anclados en tierra a millares de pasajeros. Así funciona hoy la Argentina, sólo basta verlo y escucharlo. El país ha naturalizado su mutación en enorme cuadrilátero de puja bestial y desalmada. Todos quieren todo y ya. 

Es posible porque la Argentina es hoy una ruina de sociedad civil donde de arriba hacia abajo se ha consagrado el imperio de la fuerza, ese derecho de las bestias del que hablaba el señor que murió el 1º de julio de 1974.

En Comodoro Rivadavia, un operativo de ribetes cinematográficos permitió rescatar al ministro de Educación de Chubut, Luis Zaffaroni, cuando la infantería policial lo liberó por el techo de la Escuela 757 Hipólito Yrigoyen. Zaffaroni fue rehén durante 11 horas, encerrado por casi 300 docentes y padres que exigían mejoras salariales y mantienen sin clases a escuelas de la ciudad patagónica hace 45 días. Los alzados le exigían al ministro chubutense que renuncie, les dé un aumento salarial y levante el operativo policial en las escuelas, como condición para ponerlo en libertad. Escuelas tomadas, ministros secuestrados, hechos cotidianos en una Argentina donde el bullying es un recurso permanente y que ya no asombra.

Nada de esto se diferencia mucho del ya consagrado y fulminante sistema de acción directa adoptado por los sindicatos del transporte (ferroviarios, aviación, colectivos). Asambleas repentinas que, por definición, no pueden ser jamás verdaderamente representativas, de la noche a la mañana descerrajan medidas extremas, sin anestesia, acciones que toman al pasajero como cautivo. A quienes toman estas medidas no les interesa divulgar sus razones, ni persuadir con sus argumentos. Eso forma parte del pasado. No reparten volantes explicativos, ni se afanan por hacerse querer. Operan en frío y contra la gente, al igual que las cotidianas brigadas de escrachadores, cortadores de calles, y acampadores profesionales. Maximalistas convencidos, proceden con un método contundente.

Es el mismo modelo aplicado con todo éxito en la ya multitudinaria Villa 31 de la Capital Federal, donde el Gobierno pagó más de 800 mil pesos en “subsidios” para que le permitan demoler 27 casas que obstruían la traza ferroviaria del Belgrano Cargas, donde se expandía un asentamiento. Todo sugiere que el monto sería mucho mayor, según blanquearon los propios ocupantes. La Administración General de Puertos (AGP), dueña de ese predio, confesó que tuvieron que darle un promedio de 30 mil pesos a cada grupo de esas casas, aunque trascendió que algunos cobraron hasta 160 mil pesos. Esas viviendas habían sido armadas hace tres años y medio, junto a las vías e incluso sobre ellas, ocupando un sector de 150 metros de largo; algunas de ellas están bajo la autopista Illia. Hubo “negociación” hasta que los 27 grupos se aseguraron cobrar un subsidio del gobierno nacional, a cambio de permitir la demolición de sus casas.

Cuando los movimientos de demolición y remoción de escombros avanzaban hacia la avenida Castillo, bajo la autopista Illia, la limpieza de las vías debió suspenderse porque unos veinte grupos familiares frenaron a las topadoras. “Nadie se nos acercó a ofrecernos nada”, dijeron los habitantes, plantados ante las máquinas.

Exijo, luego existo, nueva consigna argentina, versión reformateada del siempre eficaz “el que no llora no mama y el que no mama es un gil”. En la Villa 31 y su hermana menor, la 31 bis, viven unas 30 mil personas. Cristina Kirchner reivindicó el auge de la Villa 31 como parte de su política económica. “La transformación que ha experimentado este espacio, que se traduce en ladrillos, en construcción de mampostería, en chapas, implica y expresa la profunda transformación que ha tenido el país en estos años”, dijo el 11 de mayo. “Pasaba todas las semanas por este lugar y esto era un conjunto apenas de cartones y de chapas, de aglomerados” contó. Para ella ese abigarrado núcleo poblacional muestra el progreso del país bajo los gobiernos de ella y su marido.

En todas partes, violencia, asambleísmo tumultuoso y bloqueo a las hoy desacreditadas “formalidades” burguesas. Graciela Morgade, nueva decana electa de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, no pudo asumir el cargo porque no la dejan entrar. Grupos de izquierda consideran que su designación deriva de la “falta de democratización de los órganos de representación”. Por eso, “tomaron” la sede de la calle Puán 480. Morgade no pertenece al equipo de Mauricio Macri. Es kirchnerista, como su predecesor, Hugo Trinchero. La “toma” que mantenía a la decana electa despachando asuntos de la Facultad desde una mesa de bar es la obra de 200 personas, sobre un total de 16 mil alumnos censados. Para mamar, todos lloran. Nadie es un gil aquí.

© Escrito por Pepe Eliaschev el domingo 20/10/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.





domingo, 14 de octubre de 2012

Destituyentes… De Alguna Manera...


Destituyentes…


Es difícil optar entre la ignorancia más pedestre y la mala fe deliberada. Tal vez se trate de ambas cosas. Pero optar, a la hora de las hipótesis, entre definirlos como brutos o diagnosticar pura y tóxica malicia se torna un dilema espinoso. Vocero oficioso del oficialismo más rústico y a la vez embajador honorario de los ayatolás en la Argentina, Luis D’Elía se apresuró, tras la victoria electoral de Hugo Chávez en Venezuela, a sentenciar que no debería haber “ningún impedimento legal” para que Cristina Fernández pueda postularse nuevamente como candidata a presidenta.

Pese a que se describe como “docente”, D’Elía procede como un troglodita, pero su deducción es extraordinariamente didáctica. Enseña cómo piensa la tropa oficial: “Si uno pensara en términos abstractos, no tendría que haber ningún límite leguleyo (según la RAE, “persona que aplica el derecho sin rigor y desenfadadamente”) para la voluntad popular. Si un pueblo quiere elegir, en cualquier país del mundo, al candidato que fuere las veces que crea necesario, no tendría que haber ningún impedimento legal para la voluntad popular”.

¿Leguleyo? Para el ensamblaje conceptual del oficialismo, las leyes y las normas sólo deben ser acatadas en tanto y en cuanto discurran en la dirección de las necesidades del Gobierno. Por eso la machacona insistencia de “adecuar” la ley máxima de la república a las necesidades coyunturales que alega tener el Gobierno. Dice D’Elía, hombre de conocimientos módicos: “Hay mucha hipocresía en la Argentina. Hay comunicadores hegemónicos que ven bien la re-reelección en Alemania o España y la ven mal en América latina. No se entiende”. Lo que él “no entiende” tiene que ver con su oscura y profunda ignorancia. Ilustrarlo puede servir al lector.

Desde la refundación de la democracia española, en 1982, ese país ha tenido cuatro presidentes de gobierno. España es una democracia constitucional y parlamentaria. La jefatura del Estado la ejerce el rey, y la titularidad del Poder Ejecutivo recae en el candidato elegido por el partido ganador de las elecciones legislativas. Ese diputado debe serlo primero, para que el Congreso lo designe presidente.

El socialista Felipe González fue elegido por cuatro legislaturas sucesivas, y ejerció la presidencia de España entre el 2 de diciembre de 1982 y el 4 de mayo de 1996. Su primer período fue de cuatro años (1982-1986), el segundo de tres (1986-1989), y el tercero otra vez de tres (1989-1993), al igual que el último (1993-1996). El conservador José María Aznar fue electo presidente en dos ocasiones (1996-2000 y 2000-2004). El socialista José Luis Rodríguez Zapatero ocupó el cargo entre 2004 y 2008, y entre ese año y 2011. El 21 de diciembre de 2011 asumió la presidencia de España el conservador Mariano Rajoy. Antes de Rajoy, los tres anteriores ocuparon más de un mandato, no como de una re-reelección derivada de una reforma hecha a medida sino en cumplimiento de lo estipulado por la Constitución española promulgada en 1978.

Algo parecido sucede en Alemania. Dividida hasta 1989, la nación alemana adoptó un régimen de democracia parlamentaria. El canciller federal es el jefe de gobierno y es elegido por el Bundestag (la cámara de diputados), para lo cual debe primero ganar una banca. La jefatura del Estado recae en un presidente con funciones honorarias.

Alemania Occidental tuvo seis cancilleres federales entre 1949 y 1990: Konrad Adenauer entre 1949 y 1963, Ludwig Erhard entre 1963 y 1966, Kurt Georg Kiesinger entre 1966 y 1969, Willy Brandt entre 1969 y 1974, Helmut Schmidt entre 1974 y 1982, y Helmut Kohl entre 1982 y 1990. Tras la unificación de ambos estados (Occidental y Oriental), Alemania eligió tres jefes de gobierno: Helmut Kohl de 1990 a 1998, y Gerhard Schröder de 1998 a 2005, año desde el cual gobierna Angela Merkel. Al igual que lo que sucede en España, no hay en Alemania tal cosa como “re-reelección”: las leyes constitucionales son las que determinan que el poder político deriva y emana del pueblo y que el pueblo se organiza en legislaturas, que tienen el derecho de nombrar y destituir al jefe del Ejecutivo. Se entiende, ¿no? Son parlamentos destituyentes, una paradoja que la elementalidad nacional y popular no podría entender jamás.

La pretensión ridícula de querer naturalizar las transgresiones constitucionales criollas tratando de equiparar el consuetudinario hábito argentino de cambiar las normas todo el tiempo con el cuerpo de la praxis constitucional europea configura una mezcla perfecta de inescrupulosidad y analfabetismo. Los autores de estas tramoyas dialécticas circulan lubricadamente por el escenario doméstico, porque perpetran con frescura disparates que raramente son interpelados desde medios que habitualmente padecen una penuria que conspira contra la excelencia informativa.

El problema, empero, no es sólo uno de ignorancia y cinismo. Es también una cuestión de desesperación. La temática de la reforma constitucional auspiciada desde el oficialismo, artificial, estéril e inútil, sólo revela el vacío existencial del cristinismo. Como ya es evidente, ostensible y cada vez más acuciante, Cristina Fernández no tiene sucesores ni delfines. Que así sea es un mérito de ella y de nadie más. Por eso, tras las elecciones legislativas de 2013, la opción por saber quién viene luego de ella es de vida o muerte para el Gobierno. Sólo puede ser ella. Cuando D’Elía habla, además de verbalizar su pasmosa rusticidad muestra dónde aprieta el cinturón en el esqueleto presidencial. Es una vivencia dolorosa.

© Escrito por Pepe Eliaschev y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires  el domingo 14 de Octubre de 2012.