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viernes, 1 de agosto de 2014

La necesidad de defender la Democracia en un mundo en ebullición... De Alguna Manera...


¿De nuevo Argentina en el bando equivocado?...

La necesidad de defender la Democracia en un mundo en ebullición.

Lo que divide aguas en última instancia en política internacional no es el sistema financiero mundial, la ideología, la identidad cultural ni los intereses comerciales. Esas cosas tienen su peso, nadie puede negarlo. Pero lo más determinante es la democracia. Es la desconcentración del poder en un país lo que va a incidir de forma más significativa en el rumbo de esa sociedad y en el tipo de comportamiento de su dirigencia.

Lo anterior se pudo observar en reiteradas ocasiones a lo largo de la historia, y se ha acentuado con la globalización. Tanto por su fortaleza interna como por su posibilidad de expresar su natural deseo de paz, han sido los pueblos bajo sistemas democráticos los que han actuado más decidida y eficazmente en contra del autoritarismo y a favor de equilibrios internacionales relativamente benevolentes y estables. Napoleón fue derrotado gracias al liderazgo del Reino Unido.

Algo similar les pasó con los Estados Unidos a Alemania en la primera y la segunda guerras mundiales y a la URSS en la Guerra Fría. Europa Occidental (no así la oriental comunista) pudo renacer pacíficamente luego de 1945 gracias a los estímulos de desarrollo económico, integración política y democratización que establecieron las democracias victoriosas (en especial EEUU). Lo mismo ocurrió con Japón y Corea del Sur, hasta hoy protectorados estadounidenses voluntarios, orgullosos de su desarrollo y temerosos del autoritarismo ruso, chino y norcoreano. Después de todo, la democracia defiende la libertad porque cree que cuando ésta se amplía los seres humanos se vuelven más productivos y cooperativos, con lo cual todos se benefician.

Es cierto que la totalitaria URSS peleó junto con las democracias durante la Segunda Guerra Mundial, pero esto se puede explicar por la propia dinámica del autoritarismo. Los gobernantes de los sistemas democráticos, por lo menos en las grandes cuestiones que son de público conocimiento, están obligados a obrar conforme al interés general y eso los lleva a combatir el autoritarismo en el exterior (aunque a veces puedan equivocar el camino o establecer prioridades parciales). Por el contrario, un gobernante autoritario actúa exclusivamente en función de su interés personal de mantener y asegurar su propio poder, sin presión alguna en contrario. A un gobernante autoritario le puede convenir aliarse transitoriamente con un país democrático si ve su ambición de poder amenazada por otro gobernante autoritario, y a esa democracia le interesará esa unión en la medida en que crea que el otro autoritarismo representa una amenaza mayor y más urgente a su sistema de creencias y a su forma de vida. No se debe olvidar que Stalin pactó con Hitler para dividirse Polonia y eso fue lo que permitió que Alemania iniciara la guerra.

Sólo la equivocada decisión del líder nazi de invadir la URSS movió a Stalin a buscar la ayuda de las democracias. Era evidente que esa alianza finalizaría ni bien terminara la guerra, y así sucedió. De hecho, ya en pleno conflicto Churchill presionaba a favor de un desembarco en Europa por Grecia, puesto que esto hubiera limitado el avance del ejército rojo y evitado la instauración del totalitarismo comunista en la mitad oriental del Viejo Continente. Hoy, en los albores del siglo XXI, la democracia vuelve a ser el gran tema de conflicto y la gran línea divisora de aguas. Vladimir Putin ha consolidado su autoritarismo kageberiano en Rusia y ha iniciado un nuevo período expansionista, tomando por sorpresa al mundo en Georgia y Ucrania. China se ha beneficiado durante varias décadas de la alianza comercial con Estados Unidos, fortaleciendo su economía y su ejército pero sin abrir su sistema político, lo cual ha provocado roces no menores entre ambos países. Por su parte, el radicalismo islámico se encuentra en expansión. En su vertiente más violenta e intolerante, ha logrado instaurar entre Irak y Siria un “Estado Islámico” de tinte totalitario que se encuentra perpetrando un verdadero genocidio y que amenaza con desestabilizar la región.

En África son pocos los países moderados o democráticos con sistemas estables. América Latina, a su vez, se encuentra todavía debatiéndose entre el modelo autoritario bolivariano liderado por el venezolano Nicolás Maduro y la democracia republicana que se consolida a diferentes ritmos y con matices en países como Chile, Uruguay, Brasil, Colombia y Costa Rica. ¿De qué lado se colocará la Argentina en este nuevo escenario mundial de tipo conflictivo? ¿Repetiremos el error de la Segunda Guerra Mundial, cuando nos mantuvimos neutrales simpatizando con el Eje? ¿Queremos la democracia o el autoritarismo para nosotros y para el mundo? ¿De nuevo el antinorteamericanismo servirá como excusa barata para desdeñar la democracia? Pareciera ser que todo esto estará discutiéndose, lo sepamos o no, en las próximas elecciones de 2015.

El actual gobierno argentino ha demostrado en sobradas ocasiones sus apetencias autoritarias y hegemónicas, buscando mantener y acrecentar una concentración del poder fuera de los límites republicanos. Y su afinidad ideológica con los modelos venezolano y cubano demuestra que ello tiene un trasfondo difícil de moderar. Asimismo, el reciente acercamiento político a Putin indica la profundización de esta tendencia en la política exterior.

Finalmente, la utilización ideológica del conflicto legal (legítimo por cierto) con los holdouts parece estar en la misma sintonía, brindando un marco discursivo apto para demonizar a las democracias y minimizar la importancia de un valor básico y fundamental para la convivencia humana, como lo es la legalidad. No sabemos ni podemos saber todavía qué dimensiones ni qué rumbo tomará el actual escenario mundial en ebullición.

Es razonable alimentar ciertas expectativas de que la humanidad haya aprendido algo en el último siglo, aunque eso no depende de nosotros. Lo que sí podemos y debemos elegir como país es de qué lado pararnos y a favor de qué.

© Escrito por Rafael Micheletti el Viernes 1º de Agosto de 2014 y publicado por http://periodicotribuna.com.ar