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miércoles, 3 de enero de 2024

¿En qué te convirtieron Javier?... @dealgunamaneraok...

Golpe contra la Constitución, atropello a los trabajadores y estafa electoral… 


Javier Milei es, conforme con su declarado e inaceptable propósito, el Presidente con más poder en la historia argentina, no sólo porque cuenta con los sectores económicos más poderosos, tanto nacionales como internacionales, que fungen como grandes beneficiarios de todas sus políticas y principales aportantes de su campaña, sino porque –insólitamente– por primera vez en la Argentina gobiernan dos fórmulas presidenciales juntas, más un ex Presidente; ergo, tenemos tres Presidentes ejerciendo el alto cargo (Milei, Bullrich y Macri) y dos Vicepresidentes (Villarruel y Petri).  

© Escrito por Sergio Palazzo (*) el domingo 31/12/2023 y publicado por el Diario La Voz de la Ciudad de Paraná, Provincia de Entre Ríos, República Argentina. (Fuente primaria: El Cohete a la Luna)      

También hay que decir, con específica claridad, que ya no es sólo el gobierno de la autodenominada La Libertad Avanza, toda vez que se trata de un lamentable e inaceptable co-gobierno que Milei ejerce con el ala dura del PRO, agrupación que ha usurpado impúdicamente los lugares de decisión más importantes del gobierno, relegando por completo a los que fueron leales (con mérito o sin él), que creyeron en el actual Presidente y hoy deben limitarse –como decimos cotidianamente– a mirar el partido desde la tribuna.  

Esto recibe meridiana confirmación ni bien se analiza el decreto de necesidad y urgencia dictado el 20 de diciembre (a todas luces inconstitucional) y la “Ley Ómnibus” ingresada recientemente en la Cámara de Diputados, que patentizan de manera ostensible que el Presidente Milei intenta asumir, sin eufemismos, la suma del Poder Público, avasalla la Constitución Nacional, usurpa, anula y desconoce funciones primigenias del Congreso de la Nación y atenta desfachatadamente contra el patrimonio nacional, afectando la propiedad y los derechos de la mayoría del pueblo argentino. 

Como grosera contrapartida y haciendo gala de una total desmesura y aversión a la sociedad argentina, se dedica a imponer un brutal ajuste contra los ingresos de las familias argentinas en indisimulado favor a los grandes formadores de precios y acreedores externos como el FMI.  

Lo hace desde una mega devaluación que licúa salarios, jubilaciones, ahorro e ingresos, declara diversas emergencias de dudosa o inexistente necesidad y urgencia pero no declara la emergencia alimentaria para garantizarle al menos la comida a todas y todos los argentinos.   

Siempre se pensó y se sostuvo que los gobernantes, especialmente los elegidos conforme al sistema democrático, existían para defender a sus pueblos, aliviar sus padecimientos y trabajar para su bienestar; el presente autocrático de Milei, sus desplantes cesaristas y su soberbia mesiánica, que echa mano a entelequias tales como “las fuerzas del cielo”, señalan delirantemente a quien se siente y se cree superior a sus conciudadanos hasta el punto de convertirse en enemigo del pueblo que lo ungió a la primera magistratura de la República. Porque el ser primer mandatario no significa, bajo ningún aspecto, excusa o consideración, ser el primer mandamás. Es preciso hablar con propiedad y no limitarse a creer, rayando ya en la obscenidad política, que circunstanciales mayorías electorales consienten la instauración del poder absoluto y la destrucción de vectores y valores comunitarios que son legítimo patrimonio de ese pueblo que la altanería a ultranza ilusoriamente pretende ignorar.  

Tan así es que de manera inverecunda plantea alegremente la privatización de las empresas del Estado, disponiendo del patrimonio nacional por decreto, so pretexto de la ineficiencia y déficit de las mismas, para lo cual falsea manifiestamente la verdad, en el peor de los casos y, siendo generosos, atribuyéndolo a una supina ignorancia o, con derecho a la duda (casi certeza), haciéndolo desde su malicia y necesaria justificación de hechos para favorecer a sus amigos, que serán los futuros adquirentes. 

En el caso del Banco de la Nación Argentina, por ejemplo, la calificadora de riesgos Fix SCR, perteneciente al grupo Fitch, otorgó a dicha señera institución la máxima calificación, reconociendo su solvencia, relaciones técnicas y eficiencia, además del hecho cierto de haber generado fuertes ganancias en dólares; esto es: que cualquier intento de privatización está encaminado solapadamente a favorecer a algún aportante de campaña o a algún “hermano de la vida”, o a premiar alguna singular o muy particular relación con el beneficiado, tal como viene sucediendo con todas las medidas que toma el señor Milei en uso de una Presidencia que a todas luces aparece enfrentada con el pueblo argentino y sus legítimos e irrenunciables derechos.  

Tanto el decreto como el proyecto de ley que envió al Congreso Nacional podría decirse que son a la carta o a pedido de los supuestos aportantes de su campaña, puesto que no hay una sola medida que le mejore la vida a la clase trabajadora con empleo o sin empleo; son lisa y llanamente un plan de negocios. Donde hay un artículo, hay un negocio.  

Con respecto al tema de la reforma laboral, se trata, por donde se la mire, de un retroceso inaceptable para los trabajadores; modifica la Ley de Contrato de Trabajo a gusto y piacere del sector empresario, formula un decálogo de quita de derechos jamás visto, en particular destroza el artículo 14 bis de la Constitución, modifica la Ley de Asociaciones Profesionales en detrimento de la representación de los trabajadores y despedaza el sistema solidario de salud para favorecer a las empresas de medicina prepaga. Asimismo, en otro desconsiderado golpe, deroga la fórmula de actualización de las jubilaciones, siendo que la misma pasaría a depender del arbitrio de su lapicera para recibir un incremento en los haberes jubilatorios, asaltando además de manera aviesa e imperdonable el Fondo de Garantía y Sustentabilidad del Sistema Provisional, rapiñando esos fondos –que son de los jubilados– al Tesoro Nacional, vaya uno a saber con qué objetivos.  

Los regímenes que el gobierno estigmatiza nacieron y crearon una realidad laboral normada regularmente por los legisladores como representantes del pueblo, tal como lo determina la Constitución y la división republicana de poderes, habiendo funcionado de manera absolutamente compatible con la producción y posibilitando la paz social y el crecimiento económico del país.  

Es dramáticamente claro, entonces, que estamos ante un burdo y gigantesco atropello no sólo a los principios liminares del derecho del trabajo, sino –como ya adelantáramos– a la Constitución, a la democracia y a la república. Mientras, se vulnera groseramente el artículo 29 de nuestra Carta Magna que fulmina con la nulidad insanable los actos por los cuales la vida, el honor y las fortunas de los argentinos queden a merced de gobiernos o persona alguna. Y aquí englobo, porque así corresponde, el protocolo de Patricia Bullrich, sucedáneo del estado de sitio y elaborado con el claro objetivo de impedir la libre difusión de la protesta ciudadana.   

Podría escribir ríos de tinta desgranando artículo por artículo de este calamitoso decreto o de la no menos perniciosa “Ley Ómnibus”, pero para eso existen sobrados informes de personas muy idóneas en cada materia, lo cual me lleva a considerar que, más allá de enumerar los violentos abusos e inconsistencias, únicamente me resta expresar que no es el camino legítimo, ni aceptable, apretar a gobernadores para que voten la derogación de la ley que nos permitió a los trabajadores no pagar ese injusto impuesto al salario, mal llamado impuesto a las ganancias, gravamen cuya derogación –para colmo– votó siendo diputado en los tiempos en que se publicitaba fementidamente un paladín anti-impuestos. No, señor Milei, no es así como usted debe gobernar, ya que la legitimidad primigenia de los votos no autoriza la traición ni la retaliación a los pueblos.    

Hay que estar muy atentos a lo que resuelva la Justicia con respecto al DNU, ya que el mismo subvierte el orden jurídico de la Argentina. Si el Poder Judicial da por correcto el DNU, cada cuatro años habrá un cambio del orden jurídico. Incluso se podrá avanzar en una reforma del propio sistema judicial por la vía de un decreto de necesidad y urgencia y el Poder Judicial habrá perdido legitimidad y autoridad moral y legal para oponerse a tanta aberración.    

Señor Presidente: retome y cumpla con su promesa de que el ajuste no lo iba a pagar el pueblo ya que, de lo contrario, pasará a la Historia –aunque a usted hoy no le preocupe– como la triste caricatura de un mentiroso y un cínico, o algo peor, que estafó electoralmente a la sociedad.   

A esta altura podríamos parafrasear a Macri preguntándole a usted: ¿En qué te convirtieron, Javier? En verdad, es el león de dientes afilados con los más débiles y el gatito mimoso del poder, como tan correctamente lo describió Myriam Bregman en el debate presidencial.  

Está a tiempo señor Presidente, retire el DNU y envíe leyes al Congreso que no lo entronicen como un monarca y no sigan perjudicando al pueblo argentino. Recuerde que los monarcas iniciaron su paulatina inexistencia a partir de 1789 y hoy son un resabio indigerible de la Historia, repudiados y suprimidos por el pensamiento, el avance cultural y político, que los relegó a ser tan sólo el polo nostálgico de los reaccionarios.  

Una última reflexión que viene a medida de lo expuesto. Resuenan en mi memoria las veces en que el titiritero mayor de su gobierno, el monje negro en la sombras, el que perdió estrepitosamente las últimas elecciones, léase el señor Mauricio Macri, blanqueó (entre otras cosas) su anhelo de retrotraer a la Argentina a los tiempos del Centenario (1910) obviando, para que la infamia no fuera tan descarnada, que la supuesta “celebración” de la efemérides fue con estado de sitio, persiguiendo y masacrando trabajadores en huelga que luchaban por los derechos que opresivamente les eran negados y a los que se consideraba, en su mayoría e igual que hoy por este gobierno, como elementos extranjeros, indeseables y carentes de la vergonzosa caracterización de los gárrulos ministeriales de ser “personas de bien”. 

Por el contrario, ejerza usted noblemente y con altura moral, personal y cívica, la alta distinción que la ha sido conferida subrayando con hechos palpables lo que prometió; entre otros ítems, que el ajuste no lo pagaría el pueblo y que dedicaría sus esfuerzos a beneficiarlo y no a castigarlo, como viene sucediendo en el presente. De lo contrario y penosamente, quedará inscripto en la Historia como un farsante, cínico y mentiroso y solo será recordado por sus diatribas insolentes y sus arranques hilarantes que únicamente germinaron y dieron, están dando, los inadmisibles frutos del odio y la violencia.  

Finalmente, resulta interesante hacer hincapié en una frase de la Canción Panic Show de La Renga, esa de la que el Presidente intentó apropiarse durante su campaña electoral. En un tramo dice: “Por favor no huyan de mí, yo soy el rey de un mundo perdido, soy el rey y te destrozaré, todos los cómplices son de mi apetito”. Dejando de lado la premonitoria y descriptiva canción de La Renga y la rescatable postura de la banda en cuanto a no permitir que se usara su canción para la campaña de Milei, debemos admitir que en algún sentido éste fue dando señales de sus verdaderas y ocultas intenciones durante la campaña electoral (y antes también), las cuales algunas no fueron percibidas por el común de la gente y otras tantas no fueron tenidas en cuenta bajo el falso lema de “no va a poder hacer todo lo que dice” o “está sólo, no tiene los votos en el Congreso”, etc.   


Pues bien, lamentablemente las advertencias realizadas oportunamente no fueron tenidas en cuenta y fueron atribuidas por un sector de los medios de comunicación –quienes ayudaron en la creación del candidato– a una campaña del miedo. Hoy más que nunca se requiere de la unión, el compromiso, la militancia y la concientización de la sociedad toda para que la intentona radicalizada del Presidente no se lleve puesta los destinos y los recursos de la Patria.  

Por ello es necesario hacer un llamamiento a toda la dirigencia de nuestro país para que esté a la altura de las circunstancias. El futuro del país depende, entre otras cosas, del firme compromiso, sea cual fuere nuestra filiación partidaria, para anteponer los intereses del conjunto de la sociedad al avance de un gobierno con sesgos tiránicos, más cercanos a un rey poderoso (como el de la canción de La Renga) que a un Presidente de la Nación legítimamente elegido por el voto popular. Lo afirmo convencido de que la sociedad nos puso en el Congreso para defender al país y a la democracia de los ataques perpetrados hacia ellos.   

Que el gobierno no crea que el 56% de los votos que obtuvo en el ballotage le da carta libre para hacer lo que se le dé la gana con el país, porque no todos sus votantes lo eligieron para eso. No fue elegido para que el feroz ajuste que viene realizando (y el que aún resta por venir) recaiga sobre los más necesitados, la clase media, los jubilados y los trabajadores. Milei llegó al poder prometiendo que el ajuste lo iba a hacer la casta, pero lo que no nos dijo fue que la casta éramos todos. 

El país que pretende imponer por decreto (o a como dé lugar) el Presidente Milei es un país donde el 10% sea rico y el otro 90% sea pobre. Un país donde los trabajadores no tengamos derechos y si los mismos se ven atacados no tengamos la posibilidad de reclamar, imponiendo protocolos y reglas muy cercanas a un estado de sitio. Pretenden gobernar un país que odian, cancelando la democracia que tanto tiempo nos llevó conseguir y que no estamos dispuesto a negociar.   

Proyectan un país donde el Estado desaparezca de escena y un grupo de empresarios codiciosos se queden con todo. Si finalmente logran imponer lo que pretenden (por DNU o por leyes) será el final del país en el cual crecimos y vivimos, un país donde la Justicia Social, la Independencia Económica y la Soberanía Política sean reemplazada por la meritocracia estéril de un solo sector de la sociedad, donde los recursos naturales y la soberanía sean entregadas al mejor postor. La Argentina que nos proponen es una Argentina para unos pocos; una Argentina donde cambien el sol de nuestra bandera por las estrellas del país del norte.   

Asimismo resulta imperioso distinguir, entre toda la maraña de leyes, regulaciones y DNU, las cosas que realmente importan de aquellas que posiblemente hayan sido instaladas como señuelos para correr el foco de atención y ponernos a discutir la cosmética de lo importante.   

Se pretende dar vuelta al país como un guante. Llevarnos, como antes dije, a las épocas del centenario donde los derechos no existían y quienes los reclamaban eran reprimidos a sablazos por los policías montados a caballo que el pueblo llamaba “los cosacos”. Nuestros abuelos y abuelas saben muy bien de qué estoy hablando. Y a nadir puede escapársele que estamos transitando un golpe blando, cuya consumación se traducirá en la abrogación de todos los derechos y del que sólo sobrevivirán obligaciones.   

En suma, pues, del conjunto de la sociedad, de los dirigentes sindicales, políticos y de la justicia, depende la defensa a ultranza de la verdadera libertad y no la libertad (que no es tal) que vociferan desde el gobierno, del primero al último de sus integrantes y de sus corifeos antisociales y apátridas.   

El decreto debe ser declarado nulo antes de que tenga consecuencias irreversibles para la Patria argentina y su pueblo, y la “Ley Ómnibus” debe ser analizada bajo la estricta lupa parlamentaria, conforme los márgenes hasta aquí detallados.     

(*) El autor es secretario general de la Asociación Bancaria y diputado nacional por el Frente de Todos.


   

viernes, 8 de diciembre de 2017

Así no Dr. Bonadio, ¡así no!... @dealgunamanera...

Así no Dr. Bonadio, ¡así no!

En un país con instituciones sólidas las cosas serían diferentes. Foto: Cedoc Perfil

Es hora de cumplir las leyes y no de impulsar un juego de distracción.

© Escrito por Marcelo Bermolen (*) el jueves 07/12/2017 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. (*) Abogado y profesor de la Escuela de Gobierno, Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Austral.

Podrían ser los ingredientes de una exitosa serie televisiva, pero son parte del ambiguo escenario en que se mueve la justicia argentina. Un juez federal controvertido; grandes e irresueltas tragedias del pasado que se entremezclan; personajes del ocaso del poder que avivan antipatías y sed de condenas; espectaculares procedimientos de detención que incitan a pensar en “justicia”; y una investigación polémica que ahonda en las inconsistencias de la política argentina y atrae la convocante idea de perseguir “infames traidores a la patria”.

Otra visión de la denuncia de Nisman, podría sostener que se está frente a una situación abstracta, toda vez que se trata de una decisión política –no judiciable- que obtuvo respaldo del Congreso Nacional, y ni siquiera fue ratificada por el presunto beneficiario –el estado iraní- careciendo de vigencia y efectos jurídicos concretos.

En un país con instituciones sólidas, ambas miradas deberían atravesar el tamiz de la Constitución Nacional y las leyes de la República. Y de ese ejercicio surgen inusitadas preguntas frente al proceder. 

¿Buscan los jueces agradar para ocultar su lentitud en investigar a los mismos imputados en casos de corrupción? 

¿Pueden ignorar los principios de presunción de inocencia y el debido proceso? 

¿Puede un fallo aislado de una Sala de la Cámara Federal ser utilizado por los magistrados para aumentar su poder y atribuir sin pruebas a los detenidos su capacidad de interferir en la pesquisa? 

¿Se ha convertido la prisión preventiva de ex funcionarios en la regla que calma a las masas? 

¿Cuál es la razón por la que el Juez aguardó a que asumiera Cristina Fernández para luego pedir su desafuero? 

¿Ayuda este proceder a facilitar la victimización de los procesados?

Es hora de cumplir con las leyes y garantías establecidas. Se está consintiendo un juego de distracción y discreción con consecuencias jurídicas imprevisibles para los actuales funcionarios. Todos ansiamos justicia, la de la sana crítica, la que comprueba. No la que se acomoda a las íntimas convicciones o a las conveniencias. 

Así no Dr. Bonadio, ¡así no!


viernes, 16 de enero de 2015

Creer o reventar... De Alguna Manera...

Creer o reventar...


Resulta notable cómo uno puede deschavarse solito cuando la imprevisibilidad del tiempo nos juega una mala pasada. Y hace poco pasó. Unos locos entran a los tiros a una redacción al borde de la quiebra y asesinan todo lo que tenga forma humanoide a su paso. El mundo occidental se paraliza, los líderes de Europa se movilizan sin importar su pertenencia partidaria y acá no supieron qué hacer. Que vamos, que no vamos, que Cristina no me atiende, que no sé qué hacer, que no fue nadie, que fui con unos amigos y se nos veló el rollo, que cualquier acto terrorista es condenable.


Si Héctor Timerman hubiera sabido la que le esperaba un par de días después, quizás habría dicho que no estuvo en la marcha porque Europa se la come y Mahoma se la da, o algo por el estilo. Tanto esfuerzo por no participar para no molestar determinados intereses, tanta energía puesta en decir que se participó para no joder a otros, y todo terminó un par de días después con el Canciller explicando ante los tres periodistas que concurrieron a su monólogo sin preguntas que es una falta de respeto hacia la figura de la Presidenta que los imputen a todos por el delito de encubrimiento del atentado a la AMIA de 1994.

Enojado, el pelado dijo que el fiscal Nisman debía investigar a los sospechosos, no a ellos. Tan mal les salió el cálculo que no pudieron disimular por televisión que pretenden que los fiscales cumplan sus órdenes. Para variar, el ex candidato del ARI apeló al desgastado “nos quieren devolver a las épocas más oscuras de la Dictadura”. Qué tendrá que ver un fiscal imputando por encubrimiento de un atentado a un Presidente de la Democracia con una junta militar dedicada al encubrimiento de sus propios delitos, sólo Timerman y el Círculo de Psicólogos de la Argentina lo sabrán.


El relato de Fútbol para Todos.

Los militantes, siempre picando en punta a la hora de defender lo que no conocen con argumentos que no entienden y citas que nunca leyeron, apelaron a lo de siempre: que el acuerdo fue aprobado por el Congreso Nacional por lo cual es legítimo, con lo que podría llegar a asumirse que, si mañana el Congreso se empeda y saca una ley que obligue a la importación de minas para someterlas gratuitamente, la llamarán Ley de Democratización de la Prostitución, así violente toda normativa de esclavitud sexual y trata de personas. A este argumento le han sumado maravillosas carpetas como que Nisman es el marido de la jueza que cajoneó las causas por la identidad de los hijos de Ernestina Herrera de Noble. Chicos: a Nisman, que está divorciado de la jueza Sandra Arroyo Salgado, lo puso Néstor al frente de la investigación. Y Arroyo Salgado fue nombrada jueza en 2006 por ustedes en trámite express. Que tipos que deben tantos favores los imputen, no levanta sospechas sobre ellos, confirma lo impresentables que son ustedes. Por último, no falto la corriente infradotada que acusó a Nisman de judío sionista financiado por Estados Unidos sin detenerse a pensar que el apellido Timerman no es gallego y que antes de ser Canciller fue embajador en Washington.

Es difícil hablar de terrorismo cuando somos un país sin punto medio: acá a los terroristas se los desapareció, torturó, mató o indemnizó. Sin embargo, podemos hacer el esfuerzo de no quedar como unos tibios pelotudos, más que nada porque cuando se habla de muerte, cualquier frase puede derivar en “algo habrán hecho”.

Entre los que dijeron que el atentado a Charlie Hebdo tuvo su “contexto”, podrían haber hablado del clima, de que estaba nublado y hacía frío en el invierno parisino, o que se produjo de mañana. Ahora, dimensionar el contexto como una explicación de lo que pasó, es justificarlo aunque digan que no pretenden justificar la barbarie. No hay diferencia con el tibio que dice “yo no soy K, pero”.


Una Patria para todos, menos los judíos.

Antes que nada, debo aclarar que Charlie Hebdo no es precisamente una revista que me cause gracia. No por el contenido polémico, sino porque no me resultan graciosos, más allá de la irreverencia. Pero el humor es tan subjetivo que, si todos los que hoy reivindican a Chachacha lo hubieran visto, la banda de Casero, Alberti, Capusotto, Alacrán y Briski habría roto todos los récords de rating y no habrían tenido que lidiar con los 2 puntos de promedio.

Sin embargo, más allá de que cause gracia o no, atentaron contra la revista por cuestiones que están por encima de una provocación. Atentaron porque la vieron como el punto más vulnerable para atacar a todo lo que representa occidente. Arrancaron por una revista minúscula porque no les dio el presupuesto para algo mayor. Es el primer punto en el que difiero con la columna de Jorge Asís, a quien admiro profundamente en casi todos los aspectos profesionales, pero que en este caso no coincido ni por asomo.

Cuando afirman que es una exageración comparar el ataque de París con el 11-S neoyorquino le pifian. Obvio, es mi punto de vista, pero lo sostengo desde la teoría de que el número no trastoca la realidad de las cosas. Tres mil muertos o doce no es diferencia si el mensaje y el motivo es el mismo. La cuantificación de cadáveres para aumentar o disminuir una tragedia es algo que acá tenemos sobradamente conocido, entre los que dicen que los desaparecidos fueron ocho mil, como si hiciera el hecho menos grave, y los que reivindican 30 mil, como si más fuera mejor.

Sí, coincido en que le tocó a la revista como le pudo haber tocado a cualquier otro. Pero es precisamente eso lo que hace a la gravedad del asunto: no fue un atentado contra un semanario satírico, fue un ataque contra el estilo de vida occidental. Un estilo de vida consumista, tecnócrata y burocrático, pero nuestro. Con todos sus defectos, es el mundo al que pertenecemos y en el que nos gusta vivir por decantación, porque el otro nos resulta insufrible. Quisiera ver a cada una de las castradas emocionales que defienden por antonomasia el accionar del terrorismo islámico al afirmar que la Iglesia Católica sabe lo que es matar en nombre de Dios –cuando hace siglos que salimos de esa barbarie– caminar en bikini por Raqqa y gritar sus derechos femeninos, libertarios y, fundamentalmente, occidentales. Quiero ver cómo les va. Y si Raqqa les parece un caso extremo, vayan a Dubai a caminar en minishort y me cuentan.


El choque de civilizaciones, les guste o no, tiene un contenido religioso de ambos lados, incluyendo a los ateos de este lado. Nuestro sistema de organización social es el de civilización greco-romana sincretizado con los valores judeo-cristianos. Los sistemas penales de occidente, en pleno siglo XXI, tienen por base los 10 mandamientos, sólo que evolucionamos lo suficiente como para poner a la vida en el pináculo. Sin ir más lejos, nuestro Código Penal pone los delitos contra la vida por encima de los delitos contra la propiedad, y a estos por encima de los delitos de corrupción. No matarás, no robarás, no codiciarás. Ahora, la cuestión del terrorismo extremista islámico no pasa por quién los financió o los traicionó. No quieren aniquilarnos por el pasado: para una porción del inmenso mundo musulmán, siempre seremos herejes.

Luego, no falta el que diga que si Charlie Hebdo hubiera hecho chistes sobre otra religiones, no hubiera ocurrido el atentado porque nunca hubieran vuelto a publicar la revista. Hablemos sin saber como dogma de opinión. Charlie Hebdo ha realizado chistes sobre el holocausto –un nazi viola a una judía y cuando se resbalan con el jabón se asustan por la venganza del marido– contra los católicos, contra los homosexuales y contra estos dos últimos juntos, cuando dibujaron en tapa al cónclave del Vaticano como una rueda de cardenales empernados unos a otros. Causa gracia, no causa gracia, pero todo termina en el mismo punto: justificar la muerte de un tipo porque no me resulta gracioso, porque me insultó, porque insultó mis creencias, porque es un pelotudo, porque algo habrá hecho.


No faltó quien consideró a la última tapa del semanario francés como una nueva provocación. Fue la más pacifista de la historia de la publicación, pero fue otro “acto inconsciente”. Lo dijo un Imán del Reino Unido y lo dijeron Juan y Juana en un bar de Congreso. Síndrome de Estocolmo al cubo: nos mataron a doce, pero mejor no hacer chistes para que no maten a más, como si eso nos fuera a salvar. A todos los biempensantes, les tengo una noticia espantosa: para los extremistas musulmanes, al igual que para cualquier extremista religioso, el que no cree en su dios arderá eternamente en el infierno y cuanto antes se lo envíe allí, más pronto tendrán el pasaporte al paraíso los despachantes de infieles.

Ese es el quid de la cuestión al que nadie presta atención. Entre los cultores de mezclar el pacifismo con prepararle el desayuno al violador, esta semana se sumó el mismísmo Papa, que tratando de poner un manto de piedad para calmar los ánimos de personas que ya lo condenaron a muerte por falso profeta, dice que “no se puede atacar las creencias de otro”. Maravilloso. Un grupo de bestias medievales puede condenarnos al infierno por no haber sido criados en una familia musulmana, pero no podemos hacer una humorada sobre nuestros potenciales asesinos porque “hay que respetar sus creencias”.

Somos un país que nunca dividió la forma de vivir la política de la forma de vivir la religión. Y es todo un drama. La imposibilidad de esbozar una crítica contra un gobernante radica en un dogma de fe. Cristina nunca se equivoca porque es infalible, así hoy presente como soberanía hidrocarburífera la estatización de lo que antes consideró lo mejor para el país al adherir a la privatización. Obviamente, todo lo que no comulgue con esa forma de pensar, merece la guerra santa y la incineración mediática en la cadena de templos que conforman el conglomerado de medios oficialistas. Hacer cola para escupir las fotos de periodistas que cometieron el pecado de preguntar no lo veo como algo muy respetuoso, pero así se expresa lo que ellos denominan bajo el abstracto “pueblo”.

El tamaño no hace a la esencia. Si al pensamiento de respetar la creencia del que nos somete le quitamos la magnitud de las muertes, y nos dedicamos a hablar sólamente de ideologías, pragmatismo y acciones, nadie se animaría a decir que deberíamos respetar a un Gobierno que, cuando ya no le quedaba billete por chorear, empezó a fabricarlos. El kirchnerismo cree en lo que hace. Al igual que los radicales, los socialistas, o los progres, que cambiaron a dios por lo que ellos creen que está bien hacer, pero mantienen al mango la defensa extrema calificando de inhumanos a todo aquel que no crea en el antojo del día, sea la legalización de estupefacientes o la tarifa social del subte.

Los montos creían en la Patria Socialista, los nazis en la superioridad aria y el problema judío, los comunistas en la revolución del proletariado por la fuerza, Videla en la necesidad de salvaguardar la Patria de la amenaza comunista. Al igual que los mártires de Roma muertos por adoptar las enseñanzas de Jesús, o Lutero que pensaba que la Iglesia era una joda castradora, todos coincidían en algo: realmente creían con todas sus fuerzas en que sus ideas eran las correctas. En el medio, algunos se cargaron unos cuantos millones de seres humanos porque no creían en lo que ellos creían. Supongo que habrá que respetarlos.

Soy católico apostólico romano. Me bautizaron en la parroquia de San Nicolás de Bari. Hice la primaria en un colegio de curas jesuitas y la secundaria en uno lasallano. Voy a misa cuando lo creo necesario, comulgo a pesar de estar divorciado y me confieso sólo con mi psicóloga. A veces, por culpa de leer tanto, creer en Dios me asusta. Y a veces, darme cuenta que no estoy creyendo me preocupa.

Creo en lo que hago, en lo que veo y en lo que siento. Creo en mis amigos, incluso a los que no veo tanto como quisiera. Creo en mi único hijo, que fue concebido por obra y gracia del matrimonio frustrado. Creo en la comunión del hombre, creo que ningún pibe nace chorro ni kirchnerista. Pero por sobre todas las cosas, creo en el valor de la vida y la libertad. Y al mismo nivel, porque de nada me sirve ser libre si estoy muerto, ni considero que se le pueda llamar vida a lo que hacemos sin libertad. Y si bien la mayoría de los derechos terminan donde empiezan los del otro, hay uno que no se discute y no tiene límites: el derecho a la vida no termina en el derecho del otro a creer algo distinto.

Por eso me causa gracia y me voy a seguir riendo del kirchnerismo y de cualquiera en el futuro que demuestre que no se imagina la vida sin la eternidad de un padre adoptivo perpetuo que los cuide, en vez de buscar el sentido de la vida mientras el gobernante se dedica tan sólo a cumplir con su rol de administrador temporal del Estado. Porque ahí nace todo fundamentalismo: en el miedo a ser libres.

Pero, claro, es mi creencia. Y la pueden discutir.


“Desconozco si Dios existe, pero sería mejor para su reputación que no existiera”. Pierre-Jules Renard.

© Publicado por Lucca el Viernes 16/01/2015 y publicado por http://blogs.perfil.com/relatodelpresenteTodo el contenido publicado es de exclusiva propiedad de la persona que firma, así como las responsabilidades derivadas.