Mostrando las entradas con la etiqueta Claudio Martyniuk. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Claudio Martyniuk. Mostrar todas las entradas

domingo, 14 de septiembre de 2014

Los juguetes y el futuro... De Alguna Manera...


“Hoy, los juguetes tienen que ver con el futuro, aun cuando sea incierto”...


Julio Moreno. Médico y psicoanalista Ni soldaditos ni mecanos: los chicos aman las pantallas y la capacidad de transformarse en otros. No buscan entender un juego sino aprender usándolo, dice el entrevistado.

Varían los juegos, pero el rito de jugar nos acompaña siempre, como nos acompaña la infancia que reconfiguramos a lo largo de la adultez. Pero los juegos de los chicos de hoy parecen apuntar más al futuro que al pasado, y los adultos poco saben de ellos. Los juguetes de antaño despiertan melancolía. Y en las rupturas que provoca el consumo de lo nuevo, las experiencias -que vienen del pasado de los mayores- pierden valor. Ya poco saben los padres sobre los juguetes de sus hijos, como ya saben más los chicos que los maestros acerca de las aplicaciones de los dispositivos digitales. Julio Moreno, médico y psicoanalista, ha investigado esta zona en la que se bordea el pasado y el futuro, ya que jugando se enlaza la tradición y se imagina lo porvenir.

¿Es cierto que los juegos de los chicos derivan de ceremonias y ritos?
Es cierto, y como han afirmado reconocidos antropólogos, la mayoría de los juegos clásicos derivan de ritos antiguos, pero la creatividad de todos los juegos está ligada a la originalidad humana, particularmente la de los niños, pero también en todo un aspecto “infantil” de los adultos. Es propio del humano crear juegos y juguetes y poder divertirse con cosas serias.

¿El juego y los juguetes expresan la continuidad de la historia y de las experiencias?
Ritos y juegos expresan una continuidad histórica. Los juegos clásicos derivan de historias antiquísimas. Por ejemplo, el juego de la pelota pudo haber derivado de la evocación de luchas divinas por la posesión del sol; el de la perinola y el trompo, de prácticas adivinatorias; las rondas, de ritos matrimoniales; los juegos de cartas, de luchas bélicas por territorios y poder. El sonajero parece haber surgido de las maracas que usaban los hechiceros para ahuyentar malos espíritus. Pero el conocimiento de estos orígenes queda olvidado en sus detalles por los niños que juegan, aunque el objeto “juguete” transmite algo de aquel pasado. Hace unos 50 años jugábamos a los indios, los vaqueros o los piratas con armas o chiches relacionados con ellos. Ni siquiera jugábamos a imitar, por ejemplo, a personajes de la entonces reciente Segunda Guerra Mundial. Sólo jugábamos con personajes de un pasado lejano.

¿Y qué pasa hoy con los juguetes y los juegos? ¿Cambiaron?
Los juguetes preferidos de los niños de hoy no suelen aludir al pasado sino al futuro. Así como los juguetes de antes parecían diseñados por un historiador, muchos de los juguetes actuales parecen ideados por un futurólogo: naves que surcan el espacio a una velocidad mayor que la de la luz, o que burlan la teoría clásica del tiempo, succionadores de energías, poderosos rayos laser. Los personajes de las historias infantiles preferidas de los niños contemporáneos no suelen tampoco disfrazarse como lo hacían Batman y Superman hace unos 50 años -lo que implicaba una continuidad de lo humano del disfrazado-, sino que se transforman en otro, como el hoy popular Ben 10 o los robots Transformers. Más que evocar el pasado, en esos juegos, historias y juguetes se preanuncia un futuro, aun cuando sea incierto.

¿Los juegos de los chicos siguen expresando fascinación por el tiempo que se repite?
No. Más bien están preparados para lanzarse a lo incierto, o a lo que suponen que va a ser. Les gusta repetir, pero no el pasado histórico sino las historias que los fascinan más; no, por ejemplo, el juego de los piratas, aunque algunas sagas como la de El señor de los anillos o la de Harry Potter pongan en escena una mezcla de pasado, magia y futuro que les encanta a niños y adolescentes.

Los juguetes miniaturizaban un pasado lejano. ¿Por qué ya no lo hacen más?
Quizá ya no sirva tanto evocar un pasado ni transmitirlo para que perdure. Puede ser que importe más preparar a los chicos para un futuro que, aun cuando resulte incierto, está lleno de novedades que son veloz y eficazmente apropiadas por la creatividad y la imaginación infantil. Así, hoy hay juguetes que cumplen con las leyes de la física cuántica y lo digital, pudiendo clonarse, absorber energía y teletransportarse.

¿Qué funciones cumplen las pantallas y la interactividad en la educación?
Muchas y cada vez más, porque las pantallas y lo digital van ampliando y modificando nuestro mundo. Un niño, desde una cada vez más temprana edad, se fascina por las pantallas, sobre todo por las touch . Ya antes de un año de vida un niño suele interactuar con fervor con pantallas y crece en un ambiente en el cual está rodeado de ellas. Son extensiones que forman parte de la realidad en la que le toca vivir y, más aún, en la que le tocará vivir. A los pequeños les interesan más las imágenes de una pantalla de TV, de una tablet, de una computadora o de un celular que un chiche real. Si en el futuro casi todo será comandado por dispositivos informáticos, los niños están aprendiendo, conformando sus mentes para usarlos como nosotros usamos pinzas y lápices. En la escuela, con computadoras portátiles, los niños sobrepasan a los maestros que no son “nativos digitales”, sino “inmigrantes digitales” que pueden aprender, pero no llegar a navegar por lo digital como los nativos.

¿Cómo se venden los juguetes? ¿Se interpela a padres o a chicos? ¿Cambia la estrategia de venta de juguetes porque los adultos ya no los entienden?
Antes, hasta mediados del siglo pasado, la publicidad de los juguetes estaba dirigida a los padres, con la consigna de que los juegos eran buenos, en el sentido de didácticos y para la tarea de “formar bien” a los niños, como el Mecano, el Cerebro Mágico, el Pequeño Doctor. Hoy las publicidades de juguetes -y los mismos juguetes- ya no van dirigidos en primer lugar a los padres para que los compren: van directamente dirigidos a los niños, que son los únicos que los entienden. Hasta da la impresión de que publicidad y los mismos juguetes están confeccionados para que los adultos no los entiendan. A los pequeños les gusta manejar un código y un tipo de juego que sólo ellos y sus pares entienden. El extremo de esas tendencias son las consolas, como la Playstation o Xbox, que los adultos solemos no entender, al menos no como naturalmente -y con increíble habilidad- lo hacen los niños. Tanto es así que esas aplicaciones -como la mayoría de los dispositivos digitales- ni siquiera suelen tener manuales para que quien pretenda usarlos los entiendan. Nuestra generación de adultos creyó que necesitábamos entender para usar cualquier dispositivo, los niños de hoy aprenden usando. Hacen camino al andar.

A veces los chicos se aburren, aun con los mejores juguetes... ¿Nos tenemos que preocupar por eso?
Los chicos pueden aburrirse por muchas razones: porque no logran jugar solos, porque no tienen con quién hacerlo, porque están tristes por algo que les pasó, o porque se dan cuenta de que no logran crecer como ellos querrían, o como sienten que al entorno social y familiar le gustaría. El aburrimiento suele ser una muestra de que algo de la potencia creativa del niño ha colapsado. No encuentran ese plus que da el juego y su alegría porque algo los tiene ocupados o los preocupa. Pero el aburrimiento puede ser un saludable llamado de atención para procurar ayuda, como un anuncio temprano de que algo anda mal.

¿Cómo advertir que estamos frente a un “chico problema”?
Que un chico tenga problemas como temores, miedos, fobias o insomnio es natural y hasta, en una medida moderada y no crónica, sano. Más preocupante puede ser cuando el niño se sobreadapta a las exigencias familiares y sociales, o cuando tiene dificultades severas para conectarse con sus pares, para jugar solo o para interactuar con su entorno. Hay que valorar, sin embargo, el hecho de que un chico logre llamar la atención para que sus padres, la escuela o algún referente valorado se den cuenta de que algo le pasa y hagan algo para ayudarlo. Lo peor es que logre esconder sus pesares, que disimule o que “se haga” el grande o el superado. Los pequeños signos problemáticos son como fusibles que advierten que algo anda mal en tiempos en los que es posible mejorar las cosas, atender y corregir lo que los perturba. La dificultad del niño con su entorno social es señal de que hay algo problemático.

¿Para qué es importante el entramado familiar y la contención que brinda?
Es muy interesante el término “entramado familiar” que se usa ahora cuando antes se hablaba simplemente de “familia”. La familia, como institución, en estos tiempos está en “desorden”, tiene diferentes configuraciones y no es raro que eso complique la función clásica de contención o “encierro” que supo tener la familia clásica del 1900 para con los niños. La familia ya no suele ser la cuna que antes albergaba toda la crianza, y eso porque como institución la familia está en crisis. Y ahora, entonces, puede ser preferible que haya separaciones conyugales -o discusiones y reconfiguraciones o arreglos familiares- antes de que los niños vivan en una suerte de campo de una batalla que los toma como rehenes.

¿Por qué los chicos creen y no creen en los padres? ¿Qué suponen, en qué confían y en qué no los chicos?
Hay una paradoja que afirma que es posible decir “creo tal cosa” y, al mismo tiempo, “no sé si lo creo”. Parece absurdo, pero describe muy bien el estado doble de la mente con que los niños se relacionan con sus padres o con quienes los crían. Son dos enunciados contradictorios pero necesarios para que el niño curse bien su infancia. Los niños necesitan transitar ese doble discurso: primero creer lo que dicen los padres. Pero al mismo tiempo, y de a poco en su crianza, es necesario ir descreyendo eso que creyeron. Ir desconfiando de la absoluta verdad de esos dichos paternos. Viven, por así decir, en esa paradoja de creer pero no creer tanto. Si siguen creyendo sin diferenciarse estamos en problemas; si los invade una incerteza o desconfianza total relacionada con el no creer, surge otro tipo de problemas. Pero ambos extremos -creer sin siquiera cuestionar y no poder parar de cuestionarse- suelen generar inconvenientes en la capacidad de jugar de los niños. Lo ideal es que ambas ramas de la paradoja estén presentes y se hagan tope una a la otra.

© Escrito por Claudio Martyniuk el Domingo 14/04/2014 y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


domingo, 31 de agosto de 2014

Contame un Cuento ¿Querés?... De Alguna Manera...


“No hay nada más activo que un chico quieto escuchando un cuento”…


Ana Padovani. Docente, psicóloga y actriz La biografía de un chico y de una sociedad entera se construye sobre mitos y narraciones. Sin imaginación no se crece ni se producen cambios sociales, dice la entrevistada.

Narrar, contar una historia es un arte. Y atender, seguir los hilos, hundirse en el relato es una experiencia intensa para un chico. La imaginación, la definición de preferencias, la exploración personal, las consideraciones de lo bueno y lo injusto se van tejiendo con las voces que sostienen las historias. Para Ana Padovani, reconocida especialista en este delicado arte, se trata de advertir que la constitución de un individuo está íntimamente ligada con la narración. Para ella la narración es inherente al individuo y un sujeto se construye a sí mismo a partir de un relato de su vida.

¿Cómo se aproximan los chicos a la narración? ¿Por los padres?
 Para los chicos es natural acercarse a la narración. Leerles o narrarles una historia, aun cuando estén lejos de comprender íntegramente el relato, va tejiendo su psiquismo. En la medida en que los padres son las figuras de identificación, todo lo que hacen o proponen sirve como modelo y estímulo. Por lo tanto, ellos deberían ser los primeros en ejercer esta práctica. La escuela también trabaja para la formación del niño y continuará, en el mejor de los casos, lo que ya han iniciado los padres o alguien próximo que haya introducido al chico en este mundo. Muchas veces la familia está ausente o no tiene los recursos materiales o psicológicos para iniciar la tarea. En esos casos, la escuela debe despertar esa sensibilidad.

¿Qué pueden hacer los maestros para que se preste más atención a los relatos?
Es aconsejable crear un ámbito para la narración que se distinga de otras actividades. Debe haber un espacio adecuado para el momento del relato. No es lo mismo jugar, hacer manualidades o compartir canciones en el jardín, que aprender a escuchar cuentos. Es una experiencia única: sentir la vibración de otro ser humano que puebla su imaginación con palabras, con gestos y la voz. No es necesario ser un profesional de la narración para seducir a un auditorio, pero sí será importante saber elegir el repertorio de acuerdo a la capacidad de comprensión de los niños, que el lenguaje sea accesible, que la gestualidad necesaria no sea exagerada ... Pero por sobre todas las cosas importa la transmisión de la pasión por lo que se está narrando.

¿Por qué fascinan las historias? 
La narración es inherente a la condición humana. Nos fascinan las historias porque nos construimos como sujetos a partir de nuestra biografía. Los relatos nos permiten viajar en el tiempo y hacia lugares inexistentes o utópicos. Permite despegarnos de la realidad cotidiana, de sus tensiones, de sus conflictos, y también vernos identificados en las historias, promoviendo una catarsis que estimula el crecimiento. Por otro lado, una sociedad que no se permita imaginar lo imposible es una sociedad sin esperanzas. Sólo la imaginación puede brindarnos herramientas para los cambios sociales.

¿Por qué perdura la fascinación por hadas, brujas y princesas?
Basta observar las grandes producciones de Hollywood dirigidas a los niños y no tan niños. El éxito de esos relatos cinematográficos es una prueba de que esos personajes siguen representando una parte de nuestros anhelos y sueños. Adquieren otras formas, pero siempre son las figuras arquetípicas de lo temido y lo deseado. Los miedos a lo desconocido, la muerte, el sufrimiento, el más allá, siempre están vigentes y adquieren distintas representaciones a través de los cuentos. También el deseo de un mundo donde la magia pueda cambiar la realidad y se distingan con claridad los buenos y los malos, y éstos reciban su castigo. Como sabemos que eso es imposible, nos interpela un espejismo narrativo donde existen certezas y milagros. Cuando me inicié en esta profesión, en los años ´80, tenía la duda: ¿resultaría una antigüedad hablar de brujas, reyes y otros personajes medievales? Con sorpresa, comprobé que los chicos siguen disfrutando de ellos.

¿Qué densidad puede alcanzar un relato en los chicos?
Los chicos son permeables, receptivos y sensibles, y además tienen su propia lógica. Por eso no hay que perder la dimensión simbólica del goce y del juego. Los textos construyen valores y permiten elaborar la agresividad de los seres humanos mediante eventos ficcionales. Gracias a los cuentos, los niños se confrontan con la muerte y los conflictos, aun antes de que tengan cercanía real con ellos. Son importantes para su formación. Lo que puede ser perjudicial es la manipulación ideológica, conociendo la receptividad de los chicos.

¿Cómo se construyen las identidades a través de los relatos?
La identidad se va constituyendo por múltiples identificaciones que se dan con el transcurso de los años. Los primeros años de vida son fundamentales. La narración de cuentos incide, pero no es el único elemento. La relación con padres, abuelos y educadores va contribuyendo a la identidad de un individuo. Y existe otra identidad, que es la colectiva. En ella, los relatos son importantes porque transmiten desde tiempos inmemoriales la tradición de una comunidad. No es necesario que los relatos abunden en el color local, como decía Borges, ya que reflejarán nuestra similitud social, simplemente porque han salido de nuestros antecesores.

¿Qué lazos encuentra entre relatos, mitos e historias, imaginación y conocimiento?
El hombre a lo largo de su historia ha tratado de dar cuenta de muchos fenómenos que no lograba explicar, apelando a los mitos. La historia de por sí tiene un origen mítico, mitos que hoy integran nuestro acervo literario. Las ciencias humanas nos permiten disfrutar de la mitología desacralizándola y apreciándola por la belleza de sus relatos y personajes. Sin duda, la imaginación es previa al conocimiento. De algún modo podría decirse que no hay investigador o científico que no sea un soñador.

¿Se puede diferenciar una narración existencial de un relato narcisista en que se cuenta de modo exhibicionista?
Obviamente, en este oficio podemos encontrar ambas posibilidades. Creo que la segunda tiene que ver más con la necesidad de impacto en el espectador, de alcanzar el éxito, si bien el narcisismo está presente en todos los artistas. Aquí se juega la ética del narrador. Un problema ético sería traicionar los principios artísticos para alcanzar éxito, produciendo lo que sabemos que el público quiere escuchar. Todos queremos saborear alguna forma de celebridad, pero debe lograrse sin abandonar aquello que nos construye como artistas.

¿Acaso los miedos pueden ser conjurados en un relato?
Yo creo que no se puede hacer una afirmación taxativa. Esto tiene muchos matices, pues un relato depende tanto del receptor como del emisor. Puede generar miedo, así como contribuir a perderlo. Sin embargo, los cuentos nos permiten experimentar vivencias y así familiarizarnos con eventos desdichados que aún no hemos transitado en la vida real. La narración es un reflejo de nuestra condición humana y a través de ella podemos atravesar las múltiples facetas del miedo. Los miedos tienen un objeto que los causa, y el poder hablar sobre ello los modifica.

¿Qué papel juega la voz en el relato?  
La voz del narrador es fundamental en el relato, porque crea mundos, acerca, sorprende, emociona. Y, según cómo se la utilice, puede captar la atención y producir mayor o menor comprensión. Es indudable que hay voces más empáticas que otras, y el efecto en el receptor nunca será indiferente a esos matices. Lo cierto es que este oficio se ejerce principalmente con la voz, a la que habrá que educar y moldear para lograr los mejores resultados.

Se habla de “narradores sociales”. ¿Cuál es su tarea?
Los narradores sociales tienen una especial sensibilidad para responder a las necesidades y carencias de otras personas. Se trata de un trabajo de enorme generosidad, ya que son aquellos que narran en espacios donde la voz, más que necesaria, es salvadora (hospitales, cárceles, geriátricos). En las personas privadas de contacto con otros, la voz del narrador es muy bien recibida. En este ámbito, el voluntariado es el principal eje de la práctica. Debería promoverse esta práctica. Es interesante recordar la película de Juan José Campanella, “El secreto de sus ojos”, donde un confinado implora que le hablen.

¿Los medios digitales alteran la narración oral?
Yo no diría que la alteran, pues son dos lenguajes muy distintos que van por caminos paralelos. Incluso afirmaría que no hay narración en los medios digitales: hay una trama descriptiva, principalmente, y una función emotiva, que busca exaltar toda clase de sentimientos. Pero incluso así, aunque los chicos actualmente están más conectados con los medios digitales, cuando se les sabe introducir en el mundo de la imaginación a través de un relato bien contado, conforman un público que se entrega y participa. No hay chico más activo que aquel que está quieto porque está escuchando un cuento.

¿Lo efímero de un relato oral puede perdurar en alguna parte?
Es de esperar y desear que perdure en la imaginación y en el corazón de quien lo ha recibido, al igual que luego de un concierto, una obra de teatro, una performance. Será efímero siempre y cuando no haya logrado tocar la sensibilidad de quien lo recibe.

¿Por qué seguir narrando en una época en la que el contar matemático y el registro contable nos desvela?
Los números son herramientas; sin embargo, las matemáticas también tienen un alto poder de abstracción. Nos enseñan a imaginar, pero no de forma conectada con los afectos. Tienen otro objetivo: inventariar, organizar el mundo, sin vincularse con las emociones. Pertenecen al pragmatismo ineludible en nuestro mundo. La abstracción que propone la narración deja algo perdurable, reconocible en nuestros sentimientos, sin lo cual sería imposible proyectar la vida, entre otras cosas, para construir el único relato válido para la humanidad: la tradición de la palabra, que nos prolonga en el tiempo aun después de la muerte. Somos animales lingüísticos y nos reconocemos en la sucesión, en la continuidad, en el proceso y no en la imagen congelada de un resultado.

© Escrito por Claudio Martyniuk el Domingo 31/08/2014 y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.