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domingo, 22 de noviembre de 2015

Haciendo tiempo… @dealgunamanera...

Haciendo tiempo…


El futuro está en el futuro y habrá que llegar para confirmarlo. Quien asome de la final del 22N deberá jurar vestido de overall y por coche presidencial utilizar uno del Servicio de Bomberos.

Cada tres meses una citación altamente sensible sacude mi biografía: debo ir en persona a probar que estoy vivo. Levemente kafkiano este acto tiene lugar en un Banco y como ya se instaló en mi costumbre lo asumo con calma. De acudir o no, depende cobre una flaca jubilación que me obliga a no desactivarme. Este certificado de supervivencia que impone el Anses es, seguro, un adelanto de la civilización. Y, su instancia decisiva se asienta, como digo, en esta trimestral obviedad: demostrar que estoy vivo.

Son dos minutos. No duele. Pruebo mi identidad y veo cómo tras la reja, el cuidador del dinero manipula y verifica. El protocolo de este trámite siempre es grato y me atienden con una cortesía que llega a turbarme. Estimo que los empleados aprecian en mi cuerpo una fragilidad que mi cerebro no registra (o al menos no me informa). Esta curiosa disrupción me empuja a ser protagonista de una secuencia que se convirtió en mi clásico trimestral. No bien Ingreso a la sucursal, y sea corta o larga la cola, me abren el paso como si se tratara de un obispo, una ex presidente o cosa así. Esta atención casi hospitalaria se evidencia más cuanto mayor es el número de clientes en espera. Es este caso, el privilegio de ser atendido en primer lugar me avergüenza un poco. Supongo que se trata de una pulsión obrera que guarda mi persona. Un clic que me alegra llevar.

Solo una vez (julio de 2014) varió la escena de mi peregrinación al Banco. Una mujer con beba en brazos iniciaba la fila por lo que me situé detrás de ella, a la espera. Al indicar el cajero que el siguiente debía ser yo, cedí el beneficio a la madre quien no quiso aceptarlo. Insistí, también ella y la puja trivial se zanjó con argumento oportuno: “su beba debe pasar antes que nosotros”. Hubo sonrisas de conformidad en la fila, adhesión ante la que (no lo ví, pero lo se) “me puse colorado” Una frase que ya no se usa, pero que por añosa podría también servirme de prueba de supervivencia (en este caso, guardada en el subsuelo del lenguaje)

Y prosigo. Tras comprobar mi existencia en el mundo el cajero me devolvió la cédula saludándome con una onda, además de buena, expansiva.

–Cuidesé, don. ¡Lo espero el 31 de enero, eh!.

Su deseo y su gesto resultaron tan fantásticos que me vi impulsado a no se donde y sin saber cómo. Lo cierto es que al salir fui sorprendido por un calor espeso que me mareó. Un diariero me ofreció asiento y vaso de agua. Durante unos minutos permanecí entubado, como la vez que descendí a un refugio atómico, en Zurich. Al reponerme lo primero que pregunté fue donde estaba y que día era. La respuesta casi me noquea. El deseo del cajero proseguía su curso glorioso: “estaba” en Buenos Aires y “era” 20 de enero de 2016. Siendo así, vivía y coleaba, ahora con flamantes 86 cumplidos en un diciembre que mi memoria no guardó. En pocos días más debería volver al Banco a renovar mi crédito de vida. Y agradecer al cajero, claro.

No me fue fácil sostener el suceso. Cosa es decirlo y otra habituarme a sorpresa tan inmensa. Dudé, compré un diario y me interné en la plaza a pensar y confirmar. Y allí, cual pequero que morosamente vistea su chance, chequeé el calendario del celular. Un 2016 flamante se paseaba vacío por la agenda virgen. Abrí el periódico, y nomás de arranque, me atraparon dos noticias de tapa. En Canadá habían verificado que los medicamentos falsos (placebos) respondían mejor que los normales, lo que complicaba “la aprobación de nuevos fármacos”. Fue un primer glup. 

El siguiente título me hizo alzar la vista hacia la Capilla Sixtina del jacarandá y quedar en Babia. Los chinos habían concretado otro trasplante de cabeza seccionándola del cuerpo de un donante cadavérico. El Adán en emergencia había mostrado leves temblores vitales durante cinco minutos. La prensa mundial se plagiaba a sí misma en la frase “Pequeño paso de un neurocirujano pero gran paso de la humanidad”. La primicia me sacudió con tres glups.

Pero… ¿Y el país? ¿Qué había sucedido en el país desde aquel 30 de octubre en el Banco? No era justo anteponer la peripecia privada al flash sobre lo sucedido después del 22 de noviembre. La inquietud del lector era también la mía y con avidez comencé a recorrer las páginas.

Di primero en títulos genéricos como “Macri en Berlín”, “Scioli en Italia”, ansiedad que pronto aquietaron dos subtítulos: “El presidente negocia ayuda alemana”, uno, y “Abren sucursal de La Ñata en Toscana”, el otro. El tamaño de estos futuribles me dejó sin aire. También leí que los ministros ya no eran de un solo partido y que la mayor parte de las noticias se ocupaban de urgencias sociales en arrastre. Más rápido pasaba de hoja en hoja más datos aumentaban mi estupor. Fuera como fuese ya nada sería normal. Un susto me rizó los nervios. 

Recordé un cuento inglés en donde un apostador de carreras encuentra un sábado un diario del día siguiente con los nombres de los caballos ganadores. Tras una noche de Insomnio acude el primero al abrirse las ventanillas. Esa tarde no para de apostar y ganar libras con pala. Al salir del hipódromo siente el peso de una piedra en el pecho, de detiene jadeante y acaba desplomado sobre el asfalto. El periódico que llevaba cae a su lado y una ráfaga repentina mueve sus páginas. Cuando se aquietan queda visible la de la sección Necrológicas y en ella, la primicia que no llegó a leer el día anterior.

Nunca me gustaron las carreras de caballos. El futuro está en el futuro y habrá que llegar para confirmarlo. Las palabras han sido dichas y ahora hay que llenarlas. Se acabó el verso. Quien asome de la final del 22N deberá jurar vestido de overall y por coche presidencial utilizar uno del Servicio de Bomberos. No tendrá minuto que perder.

Desactivar conflictos será misión de cada día. Al país nunca se le había prometido un paisaje político tan amplio y atractivo como el escuchado en 2015. Ahora se trata de convertir la esperanza social en historia cotidiana. Espero vivirlo. O seguirlo desde el Purgatorio. Al paso que va, para entonces Francisco ya le habrá puesto wifi.

© Escrito por Esteban Peicovich el jueves 12/11/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



Épica K vs. "Revolución de la Alegría"... @dealgunamanera...

El primer acto opositor del PJ…

“País Barrio Parque”, metáfora de Scioli del modelo de Macri. Cedoc

Parecería que el discurso que Scioli asumió es porque considera irremediable que el FpV pase a la oposición mañana.

“En qué te has convertido Daniel” tiene múltiples significados. La puesta en palabras de la genuina sorpresa que muchos analistas sienten frente a un Scioli que abandonó su perfil conciliador y se fue transformando –cada vez más– en un agresivo atacante. La de un Macri que usa la frase para sobrarlo durante el debate colocándose en una posición de superioridad como lo haría un hermano mayor frente a un afecto descarriado. La de los paranoicos que piensan que el kirchnerismo –aprovechando que las encuestas perdieron credibilidad al errar en primera vuelta– prepara un sofisticado fraude electoral para que Scioli le gane a Macri por pequeña diferencia justificando lo que no sería previsible por ese cambio violento de estrategia con la campaña negativa. O, y quizás la más plausible de todas las interpretaciones, que Scioli asumió el discurso opositor porque considera irremediable que el Frente para la Victoria pase a la oposición a partir de mañana, y no está tratando de mejorar su performance electoral sino de posicionar mejor el sector que él representa para el día después.

No hay una lucha estética entre un grasa y un cheto: Macri era el hijo de un tano con plata para los ricos

Un Scioli que le hablaría al futuro diciendo de alguna forma: “yo les avisé” para cuando Macri tome medidas antipopulares pueda reaparecer, él mismo o alguien del Frente para la Victoria, con un discurso a lo Lilita Carrió, pero invertido. Como si Scioli se estuviera despidiendo del traje de candidato seductor para colocarse el de representante de la oposición a un gobierno nacional de Macri prácticamente ya electo.

La estrategia esperable de un candidato en el debate previo a las elecciones sería que tratara de seducir a quienes podrían también tener alguna simpatía con su contrincante. En un texto clásico del análisis del discurso titulado La palabra adversativa. Observaciones sobre la enunciación política, Eliseo Verón explicaba que en el campo discursivo de lo político durante un debate  se plantea una lucha entre  enunciadores donde “el desdoblamiento se sitúa en la destinación”: un destinatario positivo y otro negativo. El vínculo con el destinatario positivo reposa en creencia presupuesta de quien “participa de las mismas ideas, adhiere a los mismos valores y persigue los mismos objetivos que el enunciador”, denominado protodestinatario y a quien el enunciador podría llamar “nosotros”. El destinatario negativo sería el contradestinatario y es un inverso del anterior, a quien el enunciador llama “ellos”. Pero la parte más importante de la audiencia de un debate político es aquella que no entra en ninguna de estas dos categorías: el paradestinatario a quien el enunciador debe convencer apelando a un discurso del orden de la persuasión. Polemizar con el contradestinatario reforzará el vínculo con el protodestinatario, pero poco haría por convencer al paradestinatario.

Esa fue la estrategia de Scioli, y las encuestas –independientemente del resultado, donde todas coinciden en dar ganador a Macri, aunque ahora son menos creíbles– muestran que Scioli estaría perdiendo dos puntos en la tercera semana de noviembre  (tras el debate y el progresivo aumento de la virulencia discursiva de Scioli). Las encuestas también muestran  que salvo los votantes de Del Caño, los electores consultados de todos los otros candidatos presidenciales de la primera vuelta se vuelcan en mayor proporción a optar por Macri que por Scioli, incluso los votantes de Adolfo Rodríguez Saá.

Durante el debate la kinestesia de Scioli lució nerviosa, lo que los analistas del discurso llaman “un cuerpo no sincero”. Probablemente se sintiera más cómodo ejerciendo el papel que  representaba más genuinamente su condición, porque es cierto que el padre de Macri fue más rico que el de Scioli, pero sería desproporcionado calificar de pyme a la Casa Scioli de electrodomésticos que alcanzó para ser socia de Romay en  Canal 9, cuando siendo el único privado condensaba el rating que hoy suman El Trece más Telefe. Scioli contó que iba a buscar a su novia Carmen Barbieri al teatro, cuando ambos tenían 18 años, en una coupé Mercedes-Benz.

Es cierto que los gustos de Scioli siempre fueron más populares, pero tampoco se podría decir que estemos frente a una confrontación estética entre un grasa y un cheto porque Macri nunca fue considerado por las familias tradicionales de la Argentina como un representante de su grupo social, sino que siempre fue visto como el hijo de un inmigrante italiano que hizo plata.

Pero más allá de lo que sean de verdad cada uno, es probable que Scioli al calificar a Macri de un “creído de Barrio Parque” haya comenzado a bautizar la época que viene. Y así como el menemismo fue “pizza con champán”, y al ascenso económico de los kirchneristas lo sintetizó Puerto Madero, quizás Barrio Parque pueda terminar siendo el símbolo del macrismo.

Hay una lucha entre lo estoico y lo hedónico, entre la severa épica K y “la revolución de la alegría” de Macri

La confrontación de estilos entre Scioli y Macri pasa más porque Scioli asume el papel estoico del sufriente, el que se esfuerza, supera adversidades y todo le cuesta. Mientras que Macri, al que todo le fue saliendo bien en la vida, es hedónico y le gusta el clima de fiesta.

Exageradamente la confrontación que los antiguos griegos expresaban entre lo apolíneo (la moderación y la armonía) y lo dionisíaco (el exceso, Dioniso es Baco para los romanos) y que Nietzsche interpretó libremente como la lucha de la norma y lo racional (apolíneo) contra la embriaguez creadora (dionisíaco).

Ya hace tres domingos la tapa de Perfil publicó las conclusiones de neurocientíficos sobre la pulsiones reflexivas y emocionales que impulsaban a los votantes de Scioli y de Macri respectivamente (http://e.perfil.com/mente-votante).

Mañana veremos si los argentinos finalmente se cansaron de la severa épica K y prefieren la “revolución de la alegría”.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 21/11/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.