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viernes, 10 de octubre de 2014

La ofuscación democrática... De Alguna Manera...


La ofuscación democrática...


Si no se entiende cuál es la legalidad democrática, mal se comprende la gravedad de los dichos y los hechos recientes en relación a la libertad de expresión.

“No queremos intermediarios”, dice la Presidente Cristina Kirchner, lo que es su confesión sobre el desprecio al sistema democrático, ya que los medios son los que gestionan de manera privada el valor simbólico de la libertad de expresión, consagrado por el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el artículo 14 de nuestra Constitución Nacional y todos los Tratados Internacionales de Derechos Humanos que entre nosotros tienen jerarquía constitucional desde la reforma de 1994. La prensa es inherente al sistema democrático. Los medios, como bien dice su nombre, son los que median entre la información del Estado y la ciudadanía. De modo que decir “no queremos intermediarios” se debe entender como “NO quiero democracia”.

Cuando el Jefe de Gabinete acusa a un grupo privado de atentar contra la libertad de expresión ignora que el único que puede violar los Derechos Humanos es el Estado, que es quien debe consagrarlos. Y la libertad de expresión es el corazón de los Derechos Humanos. Igualmente, el funcionario confunde a la información, como derecho ciudadano, con la información pública, que es la obligación de los funcionarios en el sistema democrático, definido por la transparencia.

La ofuscación surge de confundir prensa con propaganda, información como derecho con mercancía o publicidad. Los gobernantes deben informar sobre los actos de gobierno, no hacer propaganda personal. Menos aún convertirse en medios de propaganda de un gobierno. Sobre todo cuando los gobiernos utilizan a los medios públicos para hacer adoctrinamiento. No educación para la ciudadanía y la libertad. A los medios se les debe exigir responsabilidad. No hacerlos desaparecer.

Los medios públicos, como los privados, son los que gestionan el valor universal de la libertad de expresión. Nadie puede ser censurado previamente porque se admite la responsabilidad ulterior. Pero la función social de los medios públicos no es la lógica comercial sino la promoción y garantía de los Derechos Humanos. Si la audiencia se mide para las empresas de publicidad, ¿para qué quiere el Estado una medidora de audiencia?

La ofuscación democrática mayor es la subestimación de la ciudadanía, que elige los diarios que lee, las radios que escucha o los programas que ve. De modo que se confunde democracia con lo que se ha configurado: un régimen autoritario, antidemocrático. Por eso la ofuscación que vivimos los argentinos al constatar cómo el gobierno, que se jacta de los Derechos Humanos, los viola desde lo más alto de su magistratura.

© Escrito por la Senadora Nacional por la Provincia de Córdoba, Norma Morandini el Viernes 10/10/2014 y publicado por http://www.normamorandini.com.ar


 

sábado, 18 de agosto de 2012

Tu ética no es mi ética... De Alguna Manera...

Periodismo, ética y censura...


Saber de qué se habla cuando se habla de ética y de periodismo es complicado. Simplificando, en su acepción «normativa» la ética es un conjunto de reglas de conducta que indican cómo actuar bien. Definir qué es el periodismo es todavía más difícil. Por eso, cuando se exigen «códigos de ética» para esa profesión florecen las confusiones. Como punto de partida, pueden servir estas cuatro cuestiones básicas.

La primera es que los llamados «códigos de ética» no son muy diferentes en sus fines y en sus formas a los reglamentos que rigen cualquier actividad, desde algunos aspectos del ejercicio de la abogacía hasta la convivencia en un consorcio. La palabra «ética» suma a su ambigüedad una carga emotiva favorable, que tiñe de legitimidad a todo lo que adjetiva, complicando la comunicación. Por eso, parece mejor idea hablar sin vueltas de «reglamentos». O, si no se quisiera resignar pompa, de «manuales de estilo», nombre también impreciso pero con menos aristas cortantes.

La segunda es que estos reglamentos rebautizados juegan únicamente en los espacios que les dejan las leyes generales. A veces, las leyes delegan expresamente la regulación de ciertos aspectos de una práctica a sus asociaciones o colegios. Otras, simplemente se quedan en silencio. Por eso, la pretensión de que, por ejemplo, el periodismo se «autorregule» es un tanto desmedida. Un sinnúmero de normas, civiles y penales, regulan esa actividad, y el ámbito de «autorregulación» es el que ellas le dejan. Así, los «códigos de ética» solo pueden ocuparse de conductas que están permitidas (al menos, en el sentido de no prohibidas) por el derecho, pero que ciertos actores de la sociedad prefieren desalentar entre sus pares.

En tercer lugar, muchas veces estas reglas no tienen más fuerza que una sugerencia calificada. Las prescripciones emanadas de las asociaciones o colegios solo pueden obligar a sus asociados, que aceptan su autoridad. Eso se dificulta en actividades, como el periodismo, para las que no rige la exigencia de colegiación obligatoria. Y es todavía más claro con respecto a los «manuales de estilo» que han publicado empresas para obligar a sus empleados.

Por último, lo más importante es notar que sobre toda regulación del periodismo vuela la amenaza del control de lo publicable. Esta es una buena oportunidad para recordar que el artículo 14 de la Constitución Nacional veda el dictado de normas, más generales o más particulares, que puedan dar lugar a la censura previa. El cuidado ha de ponerse, entonces, en no dejarse engañar por limitaciones a la libertad de expresión disfrazadas de supuestos «códigos de ética».

© Escrito por Tobías J. Schleider y publicado por plazdemayo.com el miércoles 15 de Agosto de 2012. Tobías J. Schleider es Doctor en Filosofía del derecho.