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lunes, 22 de octubre de 2012

Envenenados... Ernesto Laclau... De Alguna Manera...


Envenenados…
Todo sucedió en una misma edición, caso curioso de acontecimiento duplicado en una sola jornada. Lo hizo PERFIL o, mejor dicho, le pasó a PERFIL, y se trata de un procedimiento que vale la pena subrayar, destacar y visibilizar. En esencia, demuestra el océano de acrimonioso veneno que ha sido inyectado en las venas cerradas de la Argentina. En la edición del domingo pasado, 14 de octubre, PERFIL dedicó el título de su portada, lugar elegido por los editores para los temas y firmas que juzgan más importantes, a una gran foto del profesor británico Ernesto Laclau (1935), bajo la cual la frase en caracteres más pesados era “Operativo clamor en la Corte”. Arriba de la foto de Laclau, que ha vivido más de la mitad de su vida en el Reino Unido, la volanta rezaba: “Así piensa el padre filosófico del cristinismo”. Una frase de Laclau era reproducida como epígrafe de su foto: “El constitucionalismo busca mantener el poder conservador”.

El texto propiamente dicho ocupó una página y media de este diario. Eran 2.454 palabras (15.279 caracteres con espacios), más del doble de lo que ocupa esta columna semanal. Pero Laclau aparecía firmando algo que él no había enviado a PERFIL. Como explicaba correctamente el diario en nota al pie, se trataba de la transcripción de la conferencia del teórico en el ciclo “Debates y combates”, ofrecida el viernes 12 en Tecnópolis y financiada por la Secretaría de Cultura de la Nación. Al pie, la productora del trabajo, Silvina Márquez, puntualizaba prolijamente: “Laclau se niega a dar entrevistas a PERFIL”.

Ese mismo día, el excelente suplemento Cultura de este diario, editado por Guillermo Piro, dedicó dos de sus 16 páginas (6.190 caracteres con espacios, en 1.054 palabras) a reseñar una antología crítica de la poesía de los años 90 titulada “La tendencia materialista” y publicada por la editorial Paradiso. El artículo, firmado por Gonzalo León, fue titulado “La visión marxista de la creación poética”. El texto comentaba con lujo de detalles los trabajos poéticos de Alejandro Rubio, Fernanda Laguna, Sergio Raimondi, Martín Gambarotta, Fabián Casas, Washington Cucurto y Juan Desiderio. Pero hubo un problema, que León tuvo que destacar al pie de su trabajo. Los compiladores (Violeta Kesselman, Ana Mazzoni y Damián Selci) le dijeron al redactor que “por el momento no queremos hablar para PERFIL, ni para La Nación ni para Clarín”.

No es la primera vez, ni será la última. He visto con admiración no exenta de desconcierto los magnos esfuerzos hechos por este diario, y sobre todo por su fundador Jorge Fontevecchia, para acercar a estas páginas el pensamiento y las ideas de intelectuales y comentaristas adictos al Gobierno, a quienes se les ha deparado aquí larguísimas páginas para que se expresen. En este diario han hablado cuanto y de lo que quisieron, figuras como Ricardo Forster. Horacio González y José Pablo Feinmann, para mencionar a los oficialistas más mediáticos e incontinentes del micrófono. No una, sino en muchas oportunidades, han sido consultados y sus palabras han sido reproducidas aquí. Este es, además, el diario que ha premiado a Horacio Verbitsky, quien al recibir el galardón hace dos años lo primero que hizo fue anunciar desde el podio que él discrepa totalmente con lo que calificó como “la ideología (sic)” de PERFIL.

No pueden consigo mismos, son irremediables. Atosigados de vociferante odio interior, abominan incluso de quienes los convocan para que se expresen. Calculo que PERFIL publicó las palabras de Laclau atendiendo a que es la figura intelectual más lustrosa del cristinismo. Se lo suele considerar como el pensador más culto y riguroso del oficialismo. No pienso lo mismo que PERFIL; antes bien, Laclau me parece superficial, antiguo, pedante y –sobre todo– profundamente democrático. Pero lo importante es que este medio tuvo que apelar a grabar las enormidades de este anglo-argentino, porque él no se dignó a conceder un reportaje a quienes considera enemigos. De antigua prosapia trotskista, este Laclau es una caricatura pintoresca de Lev Davidovich Bronstein, un sofisticado intelectual judío que amaba la polémica y procuraba el debate. Laclau se enrola más bien de la raigambre ideológica del asesino de Trotsky, Stalin. Los compiladores (¿camporistas?) de esos poetas marxistas se perfilan como el equivalente argentino de los temibles guardias rojos de China, que hace cuatro décadas quemaban obras y producciones artísticas al compás de la “gran revolución cultural” desatada por la tiranía de Mao.

¿Incurables? Sí, eso son hoy, al menos en lo actitudinal, irremediablemente embriagados de un mesianismo grueso y persistente, que se turbopropulsa a sí mismo. Para estos nuevos mandarines, o se es tropa o se es enemigo, no hay opciones. ¿Cómo van a darle un reportaje a PERFIL? ¿Cómo van a dignarse a hablar con un medio cuyos periodistas y columnistas somos una pútrida carne de cañón al servicio mercenario de intereses “destituyentes”? Proceden y razonan desde un antiliberalismo rancio y hosco: no hay debate de ideas, hay guerra. El rival es enemigo porque no le reconocen entidad civil. Recuerdo la torpe chanza de Ricardo Forster, cuando en un programa de televisión que nos juntó una noche, meses después de que Néstor Kirchner le ordenara a Alberto Fernández que me echara de Radio Nacional, se me acercó y me dijo, risueño: “Vos deberías tener un programa en Radio Nacional”. Cuando le aclaré que era ridículo su sarcasmo, que ya me habían expulsado, pero que lo importante es que en el disco rígido de la tropa mediática oficial lo central es manejarse sin pensamientos diferentes, me preguntó: “¿Por qué decís eso? La otra noche en 6,7,8 me cruzaron con Sandra Mihanovich, que no es kirchnerista...”.

Desde un pensamiento liberal, ofrecer todas las perspectivas es natural, además de recomendable. El conflicto deriva de los lenguajes diferentes, cuando son meras arquitecturas retóricas que encubren un totalitarismo visceral. Desde ese lugar sombrío y belicoso surge una paranoia sistémica: un reportaje es una trampa, un periodista no adicto es un operador enemigo, un medio no colonizado es un campo minado. El veneno es implacable, no hay neutralidad, sólo hay conflagración. Melancólica resignación a la hora de hacerse una pregunta fatal: ¿cuál será la frontera entre la ingenua rectitud y la candorosa funcionalidad a los proyectos antidemocráticos? ¿No estaremos ante un auténtico choque de civilizaciones?

© Escrito por Pepe Eliaschev y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 20 de Octubre de 2012.